Capítulo 3/Enemigo



  Edward tomó a Bella con firmeza del brazo y la ayudó a salir del auto. La chica lo necesitaba, Estaba tan temblorosa, que no habría podido caminar sola.
—¡Bella! —Jasper estaba atónito. Parecía que había pasado la noche angustiado por ella y la chica se sintió culpable— ¿En dónde demonios has estado? ¿Tienes idea de lo que nos has hecho pasar?
—Hola, Jasper —susurró y no pudo verlo a los ojos. Se preguntó cómo lograría explicar su escapada de esa noche. No quería intentarlo siquiera.
Edward se negó a soltarla y la guió hacia Jasper como si estuviera regresando a una niña recalcitrante a su casa. Bella se sentía como una chiquilla. Una niña que merecía un buen castigo por sus tonterías de esa noche.
—¡Has estado fuera toda la noche! —el enojo de Jasper la irritó más— Sadie se volvió loca... y yo también. Cielos, mira el estado en el que te encuentras.
Bella se llevó una mano al cabello despeinado y miró sus pies descalzos cuyos dedos se retorcían de vergüenza.
—¿Qué rayos pasó... para que te fueras así?
—Bella ha estado conmigo —intervino una voz profunda.
—¿Y quién es usted? —preguntó, grosero.
—Es el señor Ed... Cullen, Jasper —señaló la chica y no le gustó la forma en que los dos hombres se observaron— Tuve que verlo acerca del...
—¿Usted es Edward Cullen? —los ojos de Jasper se entrecerraron y los miraron a ambos. Bella supo lo que pensaba Jasper pues ella misma le habló del arrogante griego que la perseguía— ¿Qué rayos sucede?
—Yo... — ¿por dónde empezar?, se preguntó la chica. Y, peor aún, ¿por dónde terminar? Se humedeció los labios resecos y no pudo mirar a Jasper a la cara— Tuve que ver al señor Cullen, era algo importante —tartamudeó.
—¿Y eso te llevó toda la noche?
La chica asintió y se llevó una mano a la sien. La cabeza le dolía, sus pies estaban congelados y estaba desprovista de energía interna
—Tuve que esperar a que el señor Cullen se liberara de...
—¿Pasaste la noche con él?
—No —se ruborizó y los maldijo a ambos en silencio.
—¿Le parece que esta es la clase de charla que es adecuado tener en el umbral de la casa de un hombre enfermo? —interrumpió Edward.
—¡Papá! —jadeó Bella, horrorizada por haberlo olvidado. Se zafó de la mano de Edward Cullen y empujó a Jasper para meterse en la casa. Sadie estaba en el pie de la escalera, su viejo rostro tenía una expresión de preocupación. Invadida por el temor, la chica corrió escalera arriba.
No pudo abrir la puerta. No quería entrar en la habitación de su padre, por temor a lo que pudiera descubrir.
—Calma —susurró una voz a su espalda. Bella temblaba tanto, que los dientes le castañeteaban.
— ¿Está?... —no pudo preguntarlo debido al terror que la embargaba.
—No —le aseguró Edward y la tomó entre sus brazos cuando ella se debilitó con alivio— Al parecer ha tenido otro ataque... uno pequeño —añadió al verla hundir el rostro en su pecho. Bella tenía que rechazarlo, pero en ese momento necesitaba su fuerte presencia con desesperación— El doctor está con él ahora... ya está bien.
—Gracias a Dios —jadeó— Nunca me hubiera perdonado si él. —volvió  a tragar saliva y se irguió— ¿En dónde está Jasper?
—Parece... que no quiere acercarse al cuarto de tu padre —observó con sequedad.
—Claro —aceptó. ¡Su padre tendría otro ataque si se enteraba de que Jasper estaba en su casa!
Qué enredo. Si tan sólo su padre no odiara tanto a Jasper, éste habría podido consolarlo en su enfermedad. Jasper era contador y habría podido resolver los problemas de la compañía de su padre. Pero Bella ni siquiera se atrevió a sugerirlo. Era triste que las dos personas más importantes en su vida no se soportaran.
—Si ya estás lista, veremos a tu padre y trataremos de darle tranquilidad — afirmó Edward— Eso es lo que quieres, ¿no? —añadió cuando ella lo miró con incertidumbre.
—Yo... sí —frunció el ceño. Ya no estaba segura. Si su padre hubiera aceptado a Jasper ella no tendría que aceptar la ayuda de su enemigo.
—Bien —declaró satisfecho— entonces, recobra la compostura. Reza porque tu padre esté demasiado cansado como para darse cuenta del estado atroz en el que te encuentras. Vamos.
Atroz, dijo él. Bella se miró los pies fríos y sucios y se llevó una mano a la melena enredada y mojada. Era cierto.
El doctor Martin guardaba sus cosas cuando ellos entraron. El galeno mostró alivio al verla.
—Ah, Bella. Gracias al cielo. Tu padre estaba preocupado por ti.
—¿Cómo está él? —la chica observó al hombre que estaba en la cama.
—Mala hierba nunca muere, como dice el dicho —observó con sequedad. El doctor Martin era el médico familiar de toda la vida— Sin embargo, ya le di su calmante —su mirada mostró que no fue tarea fácil— Ya no tratará de hacer más tonterías.
—¿Qué hizo? —la joven se acercó al lecho. Una lámpara iluminaba el rostro pálido de su padre.
—Salió de su cama —anunció el doctor Martin— De hecho llegó hasta el teléfono de su estudio antes de caer al suelo. Parece que quiso llamar a alguien... no entendí el nombre pues es demasiado extraño.
—Tal vez fue a mí —Edward estrechó la mano del galeno— Edward Cullen —se presentó. Observó a Bella arrodillada junto a la cama tomada de las manos de su padre— ¿Estará bien?
—Hace meses le advertí que se tranquilizara —el hombre encogió los hombros— El mismo se provocó estos infartos. No quiso escuchar a los expertos ni seguir los consejos que se le dieron. Claro que el viejo Charlie nunca se ha distinguido por saber escuchar —concluyó con sequedad.
Edward asintió. Fijó la vista en Bella, que hablaba con suavidad a su padre. Charlie Swan tenía los ojos cerrados y no parecía ser consciente de la presencia de su hija.
—Quería llevarlo al hospital cuando tuvo el infarto la semana pasada pero se negó —prosiguió el médico— Dijo que si iba a morir, prefería que fuera en su propia cama... El viejo terco casi lo logró esta vez. Si Bella hubiera estado aquí no habría puesto un pie fuera de la cama. Pero ella también ha estado agotada estos últimos días. Es un paciente pésimo y ella también me preocupa.
—No se inquiete —murmuró Edward, contemplando el perfil cansado y pálido de la joven— Yo estaré aquí ahora para compartir la carga.
—¿Bella?... —el jadeo rasposo hizo que todos prestaran atención al anciano.
—Estoy aquí, papá —le aseguró con voz ronca.
—¿En dónde has estado? —abrió sus ojos para verla. Ya no tenían el color azul vivaz de siempre, sino que ahora eran grises y opacos. Los ojos de la hija se llenaron de lágrimas.
—Conmigo, Charlie —intervino Edward. Se acercó a Bella en el momento en que el enfermo habló y el médico ya salía de la habitación.
—Vaya, eres muy rápido —rezongó Charlie. Parecía aliviado más que enojado y eso confundió a Bella.
—Cierto —sonrió un poco—. Pero no por ti ni por mí, Charlie. Tu hija fue a verme para suplicarme que te ayudara.
— ¿Eso hizo? —mostró sorpresa— Es una buena chica —susurró, débil.
—Y tú eres un viejo loco y tonto —lo reprendió Edward con una amabilidad que dejó atónita a Bella— Las cosas no necesitaban llegar a estos extremos.
—Estoy a punto de perderlo todo —la contestación fue cansada.
—Debiste confiar en mí antes, Charlie. Ahora las cosas han llegado demasiado lejos y tendrás que dejar que haga frente a la situación a mi modo.
—Primero tenía que hacerlo a mi manera. Mi deber era intentarlo.
—Y admiro tu dedicación —reconoció Edward mientras Bella estaba cada vez más pasmada por lo que oía— Pero, ¿al costo de tu propia salud?
—¡Al costo de lo que fuera! —jadeó Charlie con fiereza.
—¿Aún al costo de tu propia compañía, viejo?
Bella se volvió a verlo con enojo pero su padre parecía entender y aceptar, lo que sólo la confundía a ella.
—Sí... —estaba cansado— Aún al costo de eso —miró al techo y luego parpadeó, somnoliento. Los sedantes empezaban a hacerle difícil el mantenerse despierto— Ahora todo depende de ti —concedió Charlie— Haz lo que creas conveniente —parecía no albergar ningún resentimiento hacia Edward— Supongo que ahora lo querrás todo…
—Sólo deseo una cosa y ya sabes qué es —puso su mano en el hombro de Bella, como para ofrecerle aliento, pero la chica se molestó. Edward hizo más presión en su hombro y la joven se ruborizó. Ese hombre parecía controlar sus vidas ahora.
—¿Y ahora, qué? —quiso saber Charlie, luchando para no dormirse.
—Descansa —aconsejó Edward— Déjamelo todo a mí. Cuando te sientas más fuerte, hablaremos.
—¿Acerca de mi compañía? —inquirió el anciano esperanzado.
—Acerca de muchas cosas —amenazó Edward---- También acerca de los problemas que me diste esta noche. Tu hija parece considerar que soy un demonio despiadado, Charlie —añadió, sombrío.
—¿De veras? —sonrió un poco y algo de su antiguo buen humor relajó la tensión de su rostro— Debe estar confundiéndote con alguien más. Buena chica, Bella —palmeó la mano de su hija— No confíes en ningún hombre. Todos son unos malvados, viejos y jóvenes.
—Gracias por tu voto de confianza —comentó Edward con sarcasmo.
—De nada —Charlie siguió sonriendo y cayó en un sueño profundo.
—Desearía poder entender lo que dijo —suspiró Bella al ponerse de pie.
—Yo también, en cierto modo —Edward la ayudó a incorporarse. Bella frunció el ceño pues no entendió el misterioso comentario.
—Sea lo que sea —estaba demasiado cansada para pensar en ello— gracias por venir —miró a su padre. En verdad parecía descansar.
— No me des las gracias todavía, Bella Swan —murmuró con brusquedad— Todavía no sabes cuáles serán mis términos para ayudarlos.
La sacó del dormitorio y su cercanía volvió a turbarla de nuevo.
—Me parece que eso es una amenaza dirigida hacia mí —susurró, temblorosa, cuando cerraron la puerta.
Edward Cullen la hizo volverse y su fuerza de voluntad la obligó a verlo a los ojos. Sus ojos estaban oscuros y brillaban con el fulgor terrible de siempre.
—Fue mucho más que una amenaza, mi hermosa Bella —murmuró con voz ronca y la abrazó con fuerza— Fue una promesa...
Entonces la besó y tomó sus labios con un ansia que ella le devolvió. Su boca era cálida y conocedora y se movía con tanta sensualidad, que suscitó una respuesta en la chica con facilidad. Se aferraron uno al otro y revivieron las llamas que nunca quedaron apagadas desde el incidente de la cama, hacía unas horas.
Sólo cuando la lengua de Edward se enredó con la suya, Bella gruñó y se separó.
—¡No! —gimió— Por favor, ya no puedo más.
—No, supongo que no —suspiró— Sin embargo, este no será el fin, Bella —la contempló con sus ardientes ojos oscuros y la chica se resistió a la tentación de volver a besarlo— Y cuanto más pronto lo aceptes, mejor será para todos nosotros.
Se miraron con fijeza por un momento. Bella estaba horrorizada por lo que él decía. Edward gruñó y su boca volvió a besarla con rapidez, pero con tanta intensidad, que la dejó temblando.
—¿Cuál es tu cuarto? —miró con impaciencia a su alrededor. Bella se lo señaló, demasiado débil para pensar. Edward la tomó en brazos, mareándola por su cercanía tan embriagadora.
—No, Edward —exclamó con voz ronca— No puedes...
—Sí puedo y lo haría si quisiera —abrió la puerta con el pie y los dos entraron en la habitación—, pero ahora no es el momento ni el lugar para lo que tienes en mente. Aunque no lo creas, no soy tan insensible para hacerte el amor aquí, con tu padre enfermo y tu prometido que nos espera abajo.
¡Jasper! Se estremeció por la culpa. De nuevo, se olvidó de él.
Edward la bajó y la sostuvo hasta asegurarse de que ella podía mantenerse en
pie.
—Ahora,  date  un  baño  para  que  recuperes  la  cordura  y  cámbiate  de ropa.
Entonces hablaremos tú y yo. Hablaremos antes que bajemos a lidiar con tu prometido.
—¿Nosotros? —todavía estaba temblando por el beso, por el ansia de lanzarse en sus brazos. Estaba impresionada por ella, por él, por todo, y se enojó— ¿A qué te refieres con... nosotros? Cualquier explicación que tenga que darle a Jasper, será en privado.
—¿Hace cuánto tiempo que estás mezclada con él?
—¿Qué tiene eso que ver contigo? —exclamó.
—Bella, no cometas el error de retarme —se endureció— ¿Hace cuánto tiempo?
—Cinco, tal vez seis meses —contestó, irritada al ver la facilidad con la que cedía.
—¿Y cómo ha respondido tu padre a ello? —se tornó más sombrío.
—Él... tiene un prejuicio en contra de Jasper —confesó, reacia— Mi padre y el de Jasper fueron socios hace años. Riñeron y mi padre nunca lo ha olvidado.
—¿Y nunca te has molestado en averiguar por qué lo hicieron?
Sí, lo intentó. Pero esa fue una época oscura en la vida de su padre, Bella era muy joven y no culpaba a su padre por no querer recordarla. En el espacio de unos meses, Charlie perdió a su esposa en un horrible accidente automovilístico y luego a su mejor amigo y socio de negocios por una disputa tan amarga que siguió atormentándolo durante años.
Dolido y decepcionado, Charlie se hundió en su trabajo, aislándose de todo... apartando a su hija de él hasta cierto punto. Swan’s se convirtió en su gran pasión. Y ahora llegaba ese hombre, decidido a quitárselo todo.
—Demonios —murmuró Edward de pronto— No me sorprende que Charlie esté en ese estado.
— ¿Y quién tiene la culpa de ello? —gimió— Tú has estado inmiscuyéndote en la vida de mi padre desde el día en que lo conociste. Tú tienes la culpa de que esté en cama ahora, preocupado por algún trato que lo estás obligando a aceptar. Nadie, ni siquiera mi padre, puede culpar a Jasper de eso.
Sus miradas se encontraron y algo malévolo y oscuro despertó entre ambos.
Nula se apartó, aunque Edward no se acercó a ella.
—Ve a bañarte —repitió— antes que cambie de idea y te aviente en esa cama y te haga el amor hasta que ya no puedas recordar ni cómo te llamas... y menos aún a tu maldito prometido.
Bella se refugió con rapidez en el santuario del baño.
Cuando volvió a salir, Edward estaba sentado tranquilo junto a la ventana. Ya amanecía afuera.
—Necesito buscar algo de ropa —murmuró Bella desafiante, consciente de que su bata de felpa era muy corta.
Su cabello estaba mojado por el baño, que también le puso algo de color en las mejillas. Estaba molesta por tener que lidiar con las emociones que ese hombre despertaba en ella, enojada por el hecho de que él se estuviera adueñando de su vida.
Edward alzó la cabeza y la recorrió con la mirada observando desde la piel cálida y húmeda de su cuello hasta las esbeltas piernas expuestas por la corta bata. Para cuando volvió a verla a los ojos, Bella estaba muy sonrojada y enojada.
—Tal vez sería mejor que llamara ahora a tu novio... —sonrió con diversión— Entonces ya no serían necesarias las explicaciones.
—Eres despreciable —jadeó y se dirigió con rapidez a su armario— Crees que puedes controlar a las personas de la misma manera que controlas a tus malditas compañías.  Bueno...  —se  volvió  con  furia  hacia  él—  pues  no  estoy  a  la   venta.
Recuérdalo cuando Jasper esté presente porque si tengo que escoger entre tú y él, no dudaré en optar por Jasper.
—Así que no estás en venta, ¿verdad? —no parecía irritado, sólo curioso. Bella lo miró con desdén antes de prestar atención a su ropa.
—No —tomó un pantalón de lino claro— Amo a Jasper —afirmó. Y era verdad, se dijo con desesperación— Tan pronto como mi padre esté lo bastante recuperado para enterarse de la noticia, me casaré con él.
—No será así, porque te casarás conmigo, Bella Swan —replicó él con calma.
Bella se petrificó y la blusa de seda verde que tenía entre las manos cayó al suelo. Se trató de convencer de que escuchó mal.
—¿Qué dijiste? —perdió el aliento.
—Me oíste —la miró a los ojos— Ya sabes que desde el instante en que te vi, te he deseado con locura. ¿Por qué estás tan sorprendida?
Porque el deseo y el matrimonio eran dos asuntos muy diferentes. Algo palpitó en su estómago. Tomó la blusa del suelo y puso la ropa en la cama antes de  dirigirse a la cómoda y abrir el cajón superior.
—Y tú me oíste —dijo tan firme como pudo— Gracias, pero no. Jasper es el hombre a quien amo y es el hombre con quien me voy a casar.
—Siéntate, Bella, estás temblando.
—¿Puedes salir de aquí y dejarme sola? —lo encaró con una furia in descriptible.
—No —la miró con intensidad.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —exclamó. De pronto, estaba tan agitada que no se dio cuenta de que blandía en la mano unas bragas de encaje blanco. Su torturador sonrió— ¿Una disculpa? ¿Eso es? ¿Quieres una disculpa por la forma en que me metí en tu casa, te insulté y te pegué?
—No olvides que también trataste de seducirme —le recordó, socarrón.
—¡No es cierto! —Bella se percató tarde de que estaba bromeando— Deja de ser tan arrogante —murmuró. Por fin vio su prenda y la metió de nuevo en el cajón, ruborizada.
—Entonces trata de convencerme de que amas al tonto que está allá abajo —se burló Edward— Dios mío —suspiró y se puso de pie— No puede ser más de un año mayor que tú.
—Tres años más —corrigió la chica.
—Parece ser más joven —se metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
—¿Y qué edad tienes tú? —Bella decidió molestarlo a su vez— ¿Treinta y un años, treinta y dos?
—Tengo treinta y cuatro —reconoció que había una diferencia de catorce años entre él y Bella.
—¿Y crees que eso te hace más aceptable para mí que Jasper? No sé si eres un asaltacunas o sólo un viejo...
—Cuidado con lo que dices —le advirtió Edward. Bella calló, consciente de que una vez más estuvo a punto de llegar demasiado lejos con ese hombre— Te diré esto, Bella Swan —prosiguió— Puede que te parezca viejo, pero sólo trata de besar a Jasper como me besaste a mí y ve cuál es su reacción. No es lo bastante hombre para una sirena tan ardiente como tú. Cásate con él y lo destruirás en una noche... O, peor aún, esconderás tus propios deseos bajo una actuación de jadeos inventados y estremecimientos forzados mientras te invade la frustración. Todo eso, menos asustar a tu pobrecito y adorado Jasper.
—Eres tan crudo —se atragantó y le dio la espalda para que él no viera su expresión de mortificación. Nunca permitió que Jasper la besara como ese hombre lo hizo. ¡Y tampoco sintió el deseo de besar a Jasper que la embargó al besar a Edward Cullen!
—¿Es crudo sentenciarlos a ambos a una relación patética? —se burló— ¿Crees que serás feliz con él? ¿Crees que él lo será?
Él no lo sabrá, pensó Bella y se quedó de una pieza al darse cuenta de lo que estaba admitiendo.
—Demonios —gimió y sus hombros cayeron— Te odio.
—Bueno, es una emoción mucho más sana que el amor fraternal que sientes por él —se irritó— Y te prometo esto Bella... —la tomó de los hombros y la acercó, contemplándola con enojo y pasión—, cásate conmigo y yo satisfaré esas maravillosas pasiones que tienes, fuego con fuego, ansia con ansia...
—¡Basta! —susurró, trémula. Tomó con una mano las solapas de su bata y su corazón palpitó al ver a ese hombre. De nuevo, era hipnotizada por sus ojos, por el fuego, por la necesidad de sentir el calor de su cuerpo pesado sobre el suyo.
—Te casarás conmigo —insistió— Por tu propio bien. Y si no puedes aceptar la verdad de eso, entonces te casarás conmigo por el bien de tu padre porque esa será la única manera en que él podrá conservar su compañía.
—¡No! —jadeó y trató de alejarse.
—Sí —susurró. Pasó los dedos bajo su melena húmeda para echarle la cabeza hacia atrás y exponer la piel cremosa de su cuello— ¿Sientes esto? —murmuró al poner la punta de su lengua sobre el pulso de su garganta. Lo hizo acelerarse— ¿Ves lo que puedo hacer con una simple caricia? Cásate conmigo, Bella, y te prometo que ni tú ni tu padre sufrirán por mi culpa —hundió la cara en su cuello y su lengua se deslizó sobre su candente piel.
El cuerpo de Edward palpitaba contra el suyo, sólido y muy excitado. Bella jadeó y trató de luchar contra la emoción que la invadía
—Por favor... —suplicó— No me hagas esto.
—Cásate conmigo —insistió con pasión— Y yo olvidaré todo el dinero que tu padre me debe, hasta el último...
—¿Te debe dinero? —eso fue lo único que tuvo el poder de hacerla volver a la realidad.
—¿No lo sabías? —Edward maldijo, enojado consigo mismo. Se separó de ella— Claro que me debe dinero —murmuró— Me debe mucho más de lo que vale su compañía —le informó, sombrío— Más de lo que podrías imaginar.
—Dios mío —de nuevo se deprimió. Era una pesadilla.
—Me pidió prestada una fuerte cantidad de dinero hace varios meses para pagar una deuda que adquirió... Y Swan’s sirvió de garantía para el préstamo —le puso las manos en los hombros— Se suponía que me pagaría en tres meses, pero no tuvo la menor oportunidad de hacerlo cuando...
—Entonces, ¿por qué le prestaste el dinero, si sabías que no podía devolvértelo?
Edward no contestó. Parecía que ya había revelado demasiado.
—A menos de que lo hicieras para quedarte con la compañía, porque sabías que esa sería la única forma en que mi padre podría pagarte —Bella entrecerró los ojos.
—Pensé que te había explicado que lo que me debe es mayor que el valor de Swan’s.
—¿Qué otro motivo tenías para regalar tu dinero?
—Ya conoces la respuesta a eso, Bella —la miró a los ojos— Tú —aclaró con voz ronca.
—No... —se estremeció y se alejó, abrazándose con fuerza— Tratas de asustarme.
—Creo que yo me asusto a mí mismo. Nunca antes he deseado a una mujer tanto como te deseo a ti —se detuvo detrás de ella y le acarició los brazos— Y si crees que esto me gusta más que a ti, te equivocas. Sin embargo, por lo menos admite que te pasa lo mismo —continuó, ronco— Aún si no puedes confesarlo en voz alta frente a mí.
Entonces la volvió hacia él Y vio el horror de sus ojos y gruñó justo antes de besarla con fuerza.
Su cuerpo duro se apretó contra la frágil suavidad del de Bella. Era una sensación ardiente, desconocida, excitante. Edward la ansiaba, se percató Bella, y eso la emocionó a su vez. Le pasó las manos al cuello, acarició los hombros, esos músculos que anheló tocar desde que rozó su piel en la oscuridad del dormitorio de Edward.
Este tembló y gruñó y ella también se estremeció. Su espalda se arqueó cuando él deslizó la mano bajo la bata para acariciar los ansiosos senos. Floreció para él, consciente sólo de ese hombre, de ese beso, de lo que sus caricias le provocaban.
El beso se ahondó y la bata se deslizó de los hombros de la chica. Edward la rodeó con sus fuertes brazos mientras le hacía sentir la fuerza de su deseo. Hubo algo muy erótico en sentir la lana de su sweater sobre sus senos y Bella se movió contra él, en un movimiento seductor.
Hubo un llamado a la puerta antes que ésta se abriera con fuerza. Jasper entró en la habitación, furioso.

5 comentarios:

  1. Oh ohhh... no creo que tengan nada que explicarle ahora a Jasper.... él solito llegará a las conclusiones....
    Pobre Bella... pero espero que en algún momento sea más feliz de lo que es ahora!
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  2. Ajam!!! Ahí hay gato encerrado, Charlie y Edward se traen algo entre manos!!! Y Jasper, pobre, no tiene ninguna oportunidad, pero por lo que Ed contó, más me suena a venganza por parte del hijo del socio que otra cosa. De todas me encantó el capi!!!

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  3. omg Jasper se morira d un infarto ;)

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