Capítulo 5/Enemigo






—Gracias —era muy consciente de que le hacía una concesión cuando no era necesaria.
—No me lo agradezcas Bella —volvió a burlarse— Después de todo, la condición también se aplicará a mí. Puede ser que para entonces me alegre de ya no tener nada que ver contigo.
La miró con dureza un momento más y la chica sintió el impacto con un estremecimiento que la tensó y la hizo palidecer. Él sonrió. Supo que había ganado, igual que ganaba todas las batallas que entablaban. Pero no había amor y el deseo sexual podía extinguirse tan rápido como surgía. Bella sólo le exigió lo que él mismo quería tener: una salida para cuando terminara el ansia que se apoderaba de Edward se alejó y subió por la escalera. Bella se quedó pasmada cuando algo terrible la hizo estremecerse.
¡No!, negó con fuerza y huyó para ocultarse al sentir la sospecha de estar enamorándose de él.
No pudo sacarse a Edward de la mente desde la vez en que él la miró con ansia. No entendía qué era, pero no se atrevía a que ese hombre se acercara a ella. Ahora tenía que preguntarse si siempre supo en el fondo que ese hombre representaba una amenaza para ella.
Edward Cullen era un hombre de pasiones fuertes. Bella lo había visto por lo menos con cuatro mujeres diferentes en ocasiones distintas. Todas lo trataban con la intimidad que sólo se tienen los amantes. Bella siempre supo que nunca hubiera podido competir a ese nivel. Y también estuvo Jasper, el amable Jasper que nunca fue una amenaza para sus emociones.
El dolor la invadió al hacerse esa última confesión. Por fin reconoció que confundió la amistad con el amor en el caso de Jasper.
Jasper tenía el derecho de odiarla y despreciarla. Y Bella no entendía por qué no era así. Ella misma se odiaba y despreciaba... y a Edward Cullen porque él la obligó a enfrentar la verdad.
Pasó una hora antes que pudiera reunir el valor necesario para entrar en la habitación de su padre. Charlie descansaba sobre una montaña de almohadas y Edward estaba en la silla que la propia Bella ocupó al cuidar a su padre.
—Parece que por fin has recuperado la sensatez en lo que a Jasper se refiere — comentó el padre con una sonrisa al verla— Ustedes no fueron hechos el uno para el otro —rezongó con arrogancia.
Pero habrían podido ser muy felices pues compartían los mismos gustos y aversiones. Se conocieron cuando Jasper entró al grupo musical en el que ella tocaba; Bella recibió una grata sorpresa al enterarse de que era el mismo Jasper a quien no veía desde la infancia. Se entendieron bien desde el principio y a pesar de la amargura que existió entre sus padres.
Nunca quisieron separarse. Fue necesario que Edward Cullen se apareciera para lograrlo. Lo miró con odio. ¿Qué interés compartían, salvo ese deseo animal y físico?
Edward la miró y alzó la ceja. Alargó una mano para acercarla. Bella apretó los dientes y se lo permitió. Se ruborizó cuando Edward no se con formó con tomarla de la mano y la sentó en su regazo.
—Tu padre nos da su bendición, matia mou —murmuró con calidez. Le apretó la cintura para que ella sonriera de modo convincente
Bella sonrió, a fuerza de voluntad. Los hombres se miraron, cómplices, y la chica quedó intrigada. ¿Tendría Jasper razón?, se preguntó, suspicaz. ¿Acaso ese era el resultado que su padre planeó desde hacía tiempo? Bella recordó que éste se molestó al ver que ella rechazaba a Edward. Claro que la idea le pareció absurda; su padre no podría inventar un infarto sólo para obligar a su hija a acatar sus deseos.
—Hacen una pareja magnífica —sonrió Charlie— Me muero de ganas por ver a los hijos que tendrán. Va a ser una mezcla interesante.
Algo despertó en el interior de la chica. Algo que no pudo explicar y que Edward también sintió pues se tensó. Bella se estremeció.
—Tendrás que ser paciente por un tiempo, Charlie —murmuró Edward y la calidez de su cuerpo le cortó la respiración a Bella— Esperaremos unos años antes de tener hijos. Bella es muy joven todavía. Primero tiene que acostumbrarse a ser mi esposa antes de...
—Tonterías. La madre de Bella era muy joven cuando dio a luz a esta jovencita.
Y está muerta, se deprimió Bella. Después de pasar la vida tratando de complacer a un hombre que no ocultaba que su verdadero amor era su empresa.
Se puso de pie confundida de nuevo. ¿Acaso tendría un destino similar al de su madre? ¿Atada a un matrimonio sin amor con un hombre que no le ofrecía más que la satisfacción de su cuerpo? ¿Qué otra cosa haría el tener hijos con él, más que atraparla aún más en ese infierno? Al final, su madre ya no pudo soportar su infelicidad, hizo sus maletas y abandonó a su esposo y a su hija. Fue una ironía, pero murió en un accidente, cuando un conductor ebrio la hizo salir de la carretera.
Sin embargo, algo despertó en ella al pensar en tener un hijo de Edward. Tal vez un sentimiento maternal natural o algo... mucho más aterrador.
Se cruzó de brazos y se alejó de los hombres. Sabía que la miraban, su padre con sorpresa y Edward con una intensidad quemante.
—Como dije, tenemos mucho tiempo para tomar ese tipo de decisiones — comentó Edward, rompiendo el silencio.
—Pero Edward, tú y yo íbamos a...
—Es hora de que me vaya, Charlie —intervino Edward y dejó al anciano con la boca abierta. Miró a Bella con el ceño fruncido — ¿No vienes, Bella?
La chica estaba en el otro extremo del cuarto, mirando con fijeza un retrato que estaba sobre la chimenea, estudiando el hermoso y sonriente rostro de su madre, pintado cuando era feliz con su familia. Yo nunca abandonaré a una hija mía, pensó con fiereza. ¡Nunca!
—Bella... —la voz profunda la hizo volverse hacia Edward con lentitud, Este tenía la mano extendida, a modo de invitación. La joven la observó con detenimiento, sintiéndose aislada del resto del mundo. La mano permaneció extendida, con la palma apuntando hacia arriba. Los largos dedos se curveaban al final, invitantes, urgiéndola a que se acercara.
Como si estuviera en un sueño, la chica se acercó, atraída por una fuerza más poderosa que su voluntad. Al llegar, dejó de apretarse el brazo izquierdo con la mano. Estaba tan tensa que no podía respirar con facilidad. Estaba en un estado intermedio entre el ahora y el nunca jamás.
Edward le apretó los dedos con los suyos y Bella quedó fascinada por la vida palpitante que parecían infundirle. Aspiró profundo y suspiró con dificultad. Edward frunció el ceño, preocupado.
Se despidieron de Charlie y Edward la sacó de la habitación y la llevó hacia la escalera. La hizo bajar con suavidad y firmeza y juntos salieron de la casa.
El sol la cegó un momento y Bella cerró los ojos. El auto de Edward estaba frente a la casa. Edward la hizo subir y luego lo puso en marcha, alejándose sin preguntarle si quería acompañarlo o no.
—¿Cuándo fue la última vez que saliste de esa casa? —preguntó Edward.
—No lo recuerdo —contestó la chica observando al exterior. Se sentía extraña y deprimida. No tenía energía ni siquiera para hablar.
—¿Has salido desde la vez que yo te traje?
Bella lo pensó y negó con la cabeza. No, no había salido. Estuvo tan ocupada con lo que pasaba con su vida, que no tuvo deseos de hacer nada más. Y las cartas de Jasper la preocuparon mucho. Ella le escribió una larga misiva tratando de explicarle la situación, pero nunca la envió. No quería alentarlo. No sabía qué rumbo tomaría su vida, pero no volvería con Jasper. El hombre que estaba a su lado se encargó de ello, con el poder despiadado de su sensualidad y el control que tenía  sobre el destino de su padre. Jasper pertenecía al pasado. Bella no creía que pudiera perdonarse alguna vez el haberlo herido de esa manera.
—¿A dónde me llevas? —inquirió, desganada.
—A algún lugar donde te puedas relajar un poco —volvió a mirarla con intensidad— Estás a punto de tener un colapso nervioso, lo sabes.
¿De veras?, se preguntó. Tal vez era cierto. Y la culpa de ello también era de Edward Cullen. No podía con la confusión, no podía entender cómo, en el espacio de unas horas ese hombre pasó de ser el enemigo acérrimo de su padre y ahora era su amigo más querido. Cada vez que trataba de sacar el terna a colación, su padre se negaba a contestar, sólo decía algo semejante a “más vale malo conocido, que bueno por conocer”. Bella no entendía nada y menos aún por qué sólo le bastaba mirar a ese hombre para de nuevo sentir el deseo de su cuerpo. No podía justificarlo ante sí misma. Debería odiarlo, entonces, ¿por qué lo deseaba tanto? Su propio deseo le parecía más difícil de aceptar y disculpar, que el deseo que Edward sentía por ella.
¿Qué era ella, un animal como él? Se estremeció. Se agradaba cada vez menos a sí misma. Tenía la sensación de ser tan sólo una hembra en celo.
El auto disminuyó de velocidad y Bella trató de ver en dónde estaban.
—¿Por qué me has traído aquí? —inquirió con dureza.
—Para que puedas relajarte, como te dije, y que ya no te preocupes tanto por la enfermedad de tu padre.
—¿Aquí? —estaba atónita al ver la mansión blanca. ¡Ese sería el último lugar en donde podría relajarse!
—No empieces a imaginarte cosas. No te he traído con la intención de seducirte.
El cínico comentario la hizo ruborizarse. Bella sonrió, cuando Edward la ayudó a bajar del auto.
—Sabes, Bella, si pudieras confiar en mí un poco, tal vez descubrirías que no soy el maniático sexual que me consideras.
La joven no dijo nada. ¿Cómo podría confiar en él cuando ni siquiera confiaba en ella misma? De nuevo la terrible atracción volvía a la vida. ¡Y sólo la estaba tomando del codo!
Dejó que la metiera en la misma casa e la que, hacía tan sólo una semana, la echó con tanta furia.
—¡Aro! —llamó Edward en el momento que entraron en el vestíbulo.
El mismo hombre a quien Bella recordaba haber visto en el vestíbulo se apareció. Miró con curiosidad a Bella y a su jefe.
—Dile a la señora Lukas que prepare algo de comer y lo sirva junto a la piscina—ordenó con rapidez— Y luego tómate el resto del día. Hoy ya no trabajaremos — caminaba con Bella mientras hablaba— Ah, a propósito... —se detuvo y Bella chocó contra él. Edward la estabilizó al tomarla de los hombros—Ella es Bella Swan. Nos vamos a casar en tres semanas así que ve qué es lo que se necesita de inmediato —se volvió e ignoró con arrogancia las dos caras atónitas que lo miraban. Tomó a Bella del brazo y la atrajo a su cuerpo— Pero hoy no, Aro —prosiguió Edward por encima del hombro— Quiero tener paz y tranquilidad para estar con mi prometida.
—Sí... señor —tartamudeó el pobre Aro. Edward abrió la puerta e hizo entrar a Bella en una habitación con paredes y techo de cristal que la hizo olvidar el anuncio que Edward acababa de hacer.
—¡Oh! —jadeó la chica. Observó el lujoso cuarto iluminado por la luz del sol que se colaba del techo. En la habitación había una piscina. Sillas y mesas de plástico blanco estaban alrededor y sus suaves cojines eran invitantes. A pesar de que afuera el aire era fresco, el lugar era húmedo, lo cual significaba que la alberca tenía calefacción.
—¿Qué mejor lugar para relajarse que pasar una hora aquí? —comentó Edward.
Ya se quitaba la corbata y la chaqueta.
Bella lo miró y empezó a emocionarse al ver cómo la delgada tela de su camisa revelaba lo que estaba debajo. Eso despertó recuerdos turbadores de vello rizado, de piel suave...
—No puedo nadar aquí —se quedó sin aliento— No traje qué ponerme.
—No es problema —mostró una puerta cerca de la piscina— Allí encontrarás algo adecuado... —ya se dirigía hacia otra puerta— Tienes diez minutos para cambiarte y venir a nadar —añadió antes de desaparecer en la habitación.
Bella permaneció en su sitio un momento. Quería negarse pero no tenía valor para hacerlo. No era difícil imaginar que Edward no aceptaría una negativa. Si no se reunía con él en el lapso acordado, Edward se aseguraría de que lo hiciera.
—Maldito —murmuró.
Diez minutos después, salió con timidez del vestidor, vestida con un traje completo color azul brillante. Fue lo único que le gustó de una pila de trajes de baño para mujer. Y aún ese era demasiado escotado en los muslos y la delgada lycra se amoldaba a las curvas de su cuerpo. Se sentía casi desnuda, a pesar de no estarlo.
Edward ya nadaba de un extremo a otro de la piscina con  los movimientos suaves del nadador nato. Su traje de baño blanco hacía muy poco por enfriar la afiebrada imaginación de la chica. Se mordió el labio y se metió en el agua tibia, alegrándose de estar fuera de vista antes que él se percatara de que ya estaba allí.
Edward se acercó a ella, respirando a intervalos regulares entre brazada y brazada. Bella admiró su elegancia y estilo hasta para nadar. Edward llegó a la orilla y se detuvo. La miró y Bella se tensó, esperando algo. Sin embargo Edward volvió a irse al otro extremo y la chica casi se desmaya por el alivio.
Le tomó tiempo, pero poco a poco empezó a relajarse. Edward sólo le sonreía y ella empezó a nadar con tranquilidad sintiendo que la tensión disminuía. Edward le prometió que no la seduciría y era obvio que cumpliría su promesa. Bella tuvo que sonreír.
Flotaba sobre la espalda cuando él se acercó al fin. El sol entraba por el domo de vidrio. Bella tenía los ojos cerrados pero al sentir la caricia en su mejilla los abrió y lo miró con preocupación.
—¿Ya estás más relajada? —inquirió.
La joven asintió. Se avergonzaba de su actitud anterior y así se lo comentó.
—Has estado muy presionada —la disculpó Edward.
Bella sonrió. Todavía estaba muy presionada, pero ya no por su padre, sino por ese hombre guapo y atractivo que podía estremecerla sólo con verla.
—Todos tenemos que encontrar tiempo para relajarnos y jugar, Bella  —sonrió y mostró sus dientes blancos y grandes— Hasta yo... aunque me consideres un demonio, necesito tiempo para divertirme.
Bella no pudo evitar reír y escuchó un sonido cristalino resonar bajo el domo de cristal.
—Eso está mucho mejor —murmuró con satisfacción— Me preguntaba si sabías sonreír.
—Lo mismo podría decirse de ti —se sonrojó un poco.
—Sí —estaba sombrío— Hasta ahora nuestra asociación no ha sido muy alegre
—sonrió de nuevo y la tomó de la mano— Ve qué blanca es tu piel contra la mía. Parece que nunca has sido expuesta al sol.
Bella sintió un nudo en el estómago y se enderezó. Recorrió sin querer con la mirada su cuerpo bronceado y hermoso.
—Sólo porque ustedes los griegos son una raza de empedernidos adoradores del sol —contestó con desprecio fingido— Mientras que yo tengo cosas más importantes que hacer con mi tiempo.
Empezó a patalear en ese momento y se rió cuando él se hundió por la sorpresa cuando lo salpicó.
Bella estaba a punto de salir de la piscina cuando Edward la tomó de la cintura y la acercó. La abrazó para evitar que su cuerpo mojado y resbaloso huyera.
—No te atrevas a besarme —temió la chica al ver su intención en los ojos. Maldijo su estupidez de osar bromear con ese hombre.
—¿Por qué no? —estaba muy divertido— Esta es mi piscina, mi agua y tú eres mi hermosa y exclusiva ninfa acuática. Te atrapé, así que puedo besarte cuando quiera.
Edward estaba parado en el fondo de la piscina pero Bella no era tan alta y no alcanzaba a tocar fondo. Tuvo que aferrarse a sus hombros y sus dedos acariciaron su piel mojada. Vio sus fuertes hombros, su cuello musculoso y se le secó la boca al ver la línea enrojecida que era lo único que quedaba de la herida que le provocó una semana antes.
De pronto tuvo un ansia inmensa de besarle la herida.
—Por favor, Edward, suéltame —jadeó sin aliento, asustada por sus propios sentimientos.
—No —negó con la cabeza. Ese hombre bromista y divertido era tan peligroso como el hombre sexualmente hambriento al que Bella estaba acostumbrada. —  Beso o castigo por mojarme —ofreció, generoso— Tú escoges.
—Yo... —la lengua humedeció sus labios, nerviosa. O beso, o ser hundida en el agua; se dio cuenta de que tenía que escoger el castigo. Edward esperaba que eso escogiera ella. Sin embargo, el beso fue una tentación muy real. Su boca estaba tan cerca de la suya, tan cerca que ella sólo tenía que moverse un poco para... — ¡Castigo! —exclamó para negar sus deseos traicioneros.
—Demasiado tarde —murmuró e hizo lo que ella ansió que hiciera. Cerró la brecha que existía entre sus dos bocas hambrientas.
Fue fascinante la sensación de pérdida de peso afuera, en el agua, que era igual a la misma sensación de flotar que la invadía debido a la sensual intoxicación de ese beso. Edward la acercó más y las largas piernas de Bella se enredaron con las suyas de modo automático, bajo el agua. Bella podía sentir la textura de sus piernas velludas contra las suyas y las plantas de sus pies se frotaron con delicadeza sobre las pantorrillas de Edward.
—Abre la boca —pidió, ronco, y la abrazó con más fuerza.
—No —se derritió y lo hizo reír cuando él se dio cuenta de que no pensaba resistirse.
Y luego ya no hubo risas ni diversión cuando la pasión los dominó. El beso se ahondó por deseo mutuo y ambos se aferraron uno a otro con desesperado frenesí.
—Vaya, vaya, vaya —susurró una voz sedosa— Esto está... muy bien.
Esa voz tuvo el poder de devolverlos al presente Bella se congeló en los brazos de Edward quien se tensó al mismo tiempo y separó su boca de la suya.
—El destino parece arruinar nuestros... momentos más placenteros, matia mou —murmuró con sequedad y suspiró con desagrado mientras Bella hundía el ruborizado rostro en su cuello. — Hola, Angela —saludó Edward. No alzó la vista, mantuvo a Bella cerca de él, besándole la ruborizada mejilla como si la presencia de la otra mujer no importara nada— Esto es... una sorpresa.
No era amable y ambas mujeres lo sabían. Bella lo empujó y su vergüenza fue total cuando Edward le dio un beso final en la boca antes de aceptar alejarse... pero sólo para asirse al borde de la piscina. De esa manera atrapó a Bella entre el muro y su propio cuerpo.
—Suéltame —susurró, incómoda. No alzó la vista. Era demasiado consciente de la otra mujer. Estaba irritada ante su propio comportamiento... ¡debieron estar tan concentrados uno en el otro, que ni siquiera la oyeron entrar!
—No —se negó y volvió su atención a la intrusa— Creí haber dado órdenes de que no se nos molestara... pero... —suspiró con fastidio— creo que me equivoqué.
—Ya conoces a la señora Lukas, querido —contestó Angela— Sabe que nunca te refieres a mí.
—¿Eso crees? —era una especie de batalla entre iguales— Qué estúpido fui al no ser más claro.
—Mucho —asintió Angela— ¿Vas a quedarte más tiempo en la piscina, Edward?
Si es así, será mejor que me desvista y que me meta también al agua.
—No si valoras tu salud, Angela —al fin, Edward se apartó de Bella para salir de la piscina.
—Vaya, qué modestos estamos hoy, ¿no? —retó Angela al ver el pequeño traje de baño blanco— Hacía años que no te veía usar traje de baño, Edward, varios años.
—¿Quieres que te dé una bofetada, zorra? —amenazó Edward. Bella recordó que así la llamó el día de la fiesta. Era obvio que esos dos eran amantes... como lo fueron esa noche en que se abrazaron y besaron.
Edward ofreció a Bella la mano para ayudarla a salir del agua. Esta más bien quería desaparecer para siempre en el fondo de la piscina para no enfrentarse a la burla de los ojos de Angela. Sin embargo, eso mismo le dio valor. Alzó la barbilla y aceptó la mano de Edward, quien la sacó con facilidad del agua.
—Gracias —murmuró.
—Es un placer —se burló— Déjame presentarte a... una vieja amiga mía —era obvio que el “amiga” sustituía a “amante” pensó Bella con celos — Bella —la acercó más mientras Angela los contemplaba con desdén — me gustaría que conocieras a una vieja amiga de la familia: Angela Mandraki. Bella Swan, Angela —prosiguió con el mismo tono cauteloso y abrazó a Bella— Mi futura esposa.





6 comentarios:

  1. O_O
    Padrisimo capitulo
    Sigo leyendote
    Gracias y Saludos

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  2. Ohhhh será que Angela de verdad es solo amiga??? O tambien ex amante???
    Espero que no trate mal a Bella, bastante llena de cosas esta para que ahora la moleste por ser la prometida de Edward!!!!
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  3. Uyyyy, numca.falta una que arruine la fiesta, pfff ¬¬ jajajaj. Solo espero que Edawrd la ponga en su lugar y no moleste mas. Ademas eso de reclacar "muchos años" como queriendole decir a Bella de que Edward.es suyo hace mucho tiempo es de alguien que sabe que esta perdiendo la guerra.

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  4. Me encantó! Deseo leer otro capítulo pronto!
    Gracias por compartir!

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  5. jejejej amo cuando llama zorra a a angela,!! espero leerlas pronto!!

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  6. esta zorra q los interrumpe en el meojro momento me cae muy mal zorra vete jajajajajajajaja

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