Edward llevó a Bella a su habitación, no a la habitación que habían compartido meses atrás, sino a la que ella había acudido, no una vez, sino en dos ocasiones. Hizo el amor con ella sabiendo que no debía, sabiendo que no podía hacer otra cosa con aquella mujer tan frágil que le había dado tanto a un precio que casi había sido incapaz de soportar.
Más tarde, mientras ella estaba dormida a su lado, se dijo a sí mismo que tendría que haberle dejado a ella que tomara la decisión. Le había dicho que al único que tenía era a él. Y esas palabras seguían resonando en su mente. ¿Le seguiría queriendo si le dijera lo que no dijeron en las noticias? ¿La parte que él se había jurado decirle esa misma noche? ¿Lo seguiría queriendo si le dijera que todo lo que le pasó le había ocurrido sólo porque se casó con él? ¿O que muy pronto tenía que decidir qué hacer con la información que el investigador había descubierto sobre la mujer que se hacía pasar por Isabella, o le ocultaría la verdad?
Edward le había dicho también que a él también ella era lo único que le quedaba. ¿Le habría creído? No dudó de su palabra. Pero lo cierto era que ella había estado viviendo con la certeza de que él significaba muy poco para su familia.
Incluso su madre había deseado su muerte. Le había dicho también que Isabella le había dejado y que no iba a volver con él, porque tenía tantas cicatrices en su cuerpo como en su alma.
Edward la había creído. Había aceptado sus palabras. Se había dejado incluso morir. Pero no había muerto.
Y si él hubiera muerto, ¿habría muerto también Bella después? Si no hubiera habido nadie que supiera la verdadera identidad de Isabella, ¿seguiría la impostora presidiendo sobre el fuerte de engaño y egoísmo que el abuelo de Edward había construido?
¿Sería Esme parte de la trama que había resucitado a la nieta de aquel hombre, para reclamar la herencia? Esa era la incógnita que tenían que despejar. Y pronto.
¿Quién había sacado la fotografía de Edward y Rose, con la que querían destruir el espíritu de Bella? ¿Esme? Había muchos datos que apuntaban a ella.
Bella se movió y suspiró en su sueño.
No tenía más remedio que contárselo todo a Bella. Tendría que afrontar su rechazo cuando se diera cuenta de que le había fallado, y lo abandonaría.
Sin embargo quería estar más tiempo a su lado. No podía perderla.
La tenue luz de la lámpara de la mesilla iluminaba el rostro de Bella. Edward levantó una mano y se la puso en la mejilla, acariciándole los pómulos, el mentón, los labios, provocando en él un inmenso placer.
Bella sonrió dormida y poco después se despertó, poco a poco.
—Edward —susurró y lo abrazó.
No se lo podía decir aún. Quería esperar un poco más.
El sonido del agua goteando despertó a Bella. Sintió apartar a Edward el brazo de encima de su cuerpo y levantarse de la cama. La luz de la mañana entraba por la ventana. No se oía el sonido del viento, ni llovía, ni estaba nevando. Todavía medio dormida, vio a Edward ponerse un albornoz y dirigirse hacia la puerta.
Abrió la puerta un poco, lo suficiente para que Bella viera que era Rose. La mujer empezó a entrar en el dormitorio, pero Edward se lo impidió. Rose miró la cama, donde Bella fingía estar dormida.
—¿Qué tal está Emmett? —le preguntó Edward.
—Todavía dormido. Quería hablar contigo, antes de continuar con esto.
—Dame unos minutos —le dijo Edward—. Te veré en el comedor.
—Edward, después de lo que sabemos, no sé si no habremos esperado demasiado. —¿A qué, Rose? Lo hecho, hecho está. Empezar a lanzar acusaciones no va a cambiar nada.
—Ni tampoco va a cambiar nada quedarse de brazos cruzados —respondió Rose—, o pretender que ya no hay peligro.
¿Peligro? Bella se puso tensa al oír la palabra. ¿Para quién? ¿De quién?
—Quince minutos —le dijo Edward con tono firme y seguro—. Te veo abajo.
Bella permaneció inmóvil escuchando el agua de la ducha. Al poco tiempo salió completamente vestido, se dirigió hacia la cama y se sentó a su lado. Bella fingió que acababa de despertarse.
—Ya estás vestido — le dijo, poniendo voz de sueño. —Sí. Voy a trabajar un poco por la mañana.
Una mentira. Y la dijo sin dificultad alguna. ¿Le habría mentido más veces?
—Es pronto —le dijo.
Le puso la mano en la mejilla y le apartó un mechón de pelo.
— Lo sé. Y debes estar agotada. ¿Por qué no te quedas en la cama y descansas? Le diré a Makenna que te traiga el desayuno.
Bella se quedó mirando cómo se marchaba. Cerró la puerta con llave. ¿La estarían encerrando otra vez?
No.
Se fue a comprobarlo tan pronto el sonido de sus pasos desaparecieron. La puerta que daba a su habitación se podía abrir, así como la puerta que comunicaba su habitación con el pasillo. Se apoyó en la puerta, con el corazón palpitante. Algunos recuerdos subsistían, aunque no fuera de forma consciente, porque reconoció la reacción del miedo en su cuerpo.
Por primera vez desde que había vuelto de Boston se sintió totalmente despierta. Casi totalmente despierta, porque había respuestas que no quería saber, o a las que no se quería enfrentar.
Edward le había dicho que ella no era una cobarde. Y ella quiso creerlo. La verdad, la mujer que aparecía en el libro no lo era. Kristen había sido la mujer ideal para
Robert, a pesar de que él sólo se consideraba su salvador. Bella sintió una sensación de dolor en todo el cuerpo.
Los libros estaban en el vestidor. Los fue a recoger y se los llevó al sofá, donde se sentó y se puso a hojearlos. La personalidad de Robert se hacía más compleja de libro en libro. Pero en cada uno de ellos había una verdad innegable, y era que él se consideraba una especie de caballero andante, un protector, un defensor. Y aparte de ese papel, no era nadie.
—Oh Edward —susurró Bella.
Los libros eran ficción, pero aquella tenía que tener una base para ser algo tan recurrente. Edward había acudido en rescate de su padre y a ella la había salvado también. También había acudido en ayuda de Emmett. Había localizado a Makenna y a Charles y los había contratado de nuevo. Había ido a buscarla, a pesar de pensar que lo había traicionado. Y soportaba de forma estoica la presencia de su madre, sólo para que Emmett se pudiera recuperar. Como también soportaba la incapacidad de Bella para vivir por sí misma.
Alguien llamó a la puerta y sin esperar a que respondiera entró la señora Handly con una bandeja. Su primera reacción fue cubrir los libros con la manta. Pero no lo hizo. No quería esconderse más.
Makenna puso la bandeja en la mesa y se agachó para avivar el fuego. Miró los libros y por la cara que puso, Bella vio que esconderlos habría sido inútil. Porque no le sorprendió verlos.
— ¿Fuiste tú la que me los trajiste? —le preguntó Bella. Makenna se puso de pie, pero no respondió a la pregunta. — No podías decirme lo que no te permitían que me dijeras, pero me indicaste la forma de encontrar las respuestas.
Makenna se limpió las manos y se fue hacia donde estaba la bandeja. Llenó una taza y se la dio a Bella.
—¿Qué tal estás esta mañana?
— ¿Sabe todo el mundo en la casa lo que pasó anoche?
Makenna asintió con la cabeza.
—Más o menos. Emmett terminó de emborracharse después de que te fueras, y se pasó la noche recorriendo los pasillos y descargando como podía la ira que se había apoderado de su corazón y de su mente en los últimos meses.
—Y supongo que todo el mundo sabe dónde estaba yo esos meses y el porqué.
—Isabella, nadie sabe por qué estabas allí, excepto tú y la persona que te llevó allí.
Bella se vistió en cuanto Makenna se marchó. Edward le había dicho que no era una cobarde. Era el momento de demostrárselo.
Uno de los hombres que había contratado Edward le saludó con la cabeza cuando llegó al vestíbulo principal. Sintió sus ojos en la espalda, mientras se dirigía al comedor a desayunar.
Edward no estaba allí, ni tampoco Rosalie. Pero Esme estaba presidiendo la mesa y había una chica joven sirviéndola.
Bella se dio cuenta de que no podía fingir no tener miedo de aquella mujer. Esme era...
¿Qué era Esme? ¿Vana, egoísta, diabólica? Lo que estaba claro es que era una mujer a la que había que temer. Sin ponerse a pensar cómo había llegado a esa conclusión, se fue a la cocina. Makenna estaba allí. Media docena de criados estaban sentados en torno a la mesa de pino. Todos los miraron con ojos de sorpresa. ¿Qué estarían pensando?
Ella sabía lo que estaban pensando. Que había pasado un año en un hospital psiquiátrico. ¿Pensarían que ella era una persona violenta?
Miró a todos y cada uno de ellos y aunque había tensión en sus rostros, nadie pareció con ánimos de enfrentarse a ella. Movió la cabeza y se dio la vuelta para salir de la cocina, pero de pronto apareció Edward, bloqueándole el paso.
—Creo que estoy molestando —dijo con voz clara—. Iré a tomar café a la biblioteca.
Aquello pareció sonar razonable. O por lo menos eso pareció pensar Edward, porque sonrió y se apartó, para dejarle paso.
Bella no esperó a que la mujer respondiera. Pero sí espero a Edward. No tenía ningún deseo de ver otra vez sola a Esme. Sin embargo, la madre de Edward se había ido sin casi tocar su desayuno. La muchacha que le había estado sirviendo miró a Edward, él asintió y ella empezó a recoger.
—La biblioteca no es un buen sitio para desayunar esta mañana —le dijo Edward cuando llegaron al vestíbulo—. Creo que en tu habitación está la chimenea encendida. Allí estarás más cómoda.
—Sí, y así no me ve nadie —comentó Bella—. Y nadie tiene que temer lo que la loca de tu mujer pueda hacer.
—Bella...
Estaba harta.
—No me mientas, Edward. Hay suficientes oscuros en mi vida como para que las pocas cosas claras que tengo empieces a cuestionarlas.
De pronto él se detuvo y se dio la vuelta, para mirarla.
—Yo nunca te he mentido. Ni una sola vez.
Bella suspiró y se pasó las manos por la cara.
—Lo que tú quieras —le dijo—. Y ahora, como buena chica, me iré a mi habitación y me encerraré.
Edward le puso las manos en los hombros. La miró a los ojos, buscando como había hecho en otras ocasiones respuestas que ella no tenía.
—Muy pronto tendré las respuestas, te lo prometo. Y entonces te lo diré todo. Bella lo miró a los ojos, de igual manera que la estaba mirando él. ¿Se creía sus palabras? Eso quería ella. Claro que lo quería. Asintió con la cabeza, se apartó rápidamente y empezó a subir las escaleras.
En su habitación no se sentía segura, pero no era, una prisión. Se sintió como una cobarde. Respuestas. Necesitaba respuestas. Edward las tenía. Rose las tenía.
Rose las tenía.
Cada vez que Bella había hablado con ella, en su papel de médico, terapeuta, Rose se había limitado a tomar notas con un bolígrafo dorado en un cuaderno.
Una vez, cuando Bella llegó cinco minutos antes a la sesión, había visto un archivador que Rose había escondido inmediatamente.
Respuestas. Rose se había ido con Edward.
Cuando Bella abrió la puerta, el pasillo estaba en silencio y no había nadie. No eres una cobarde.
Claro que lo era. El corazón le golpeaba con fuerza contra su pecho.
¿Y si Rose había vuelto a su habitación? ¿Y si una de las criadas estaba allí? Lo único que podía hacer era descubrirlo por sí misma.
Llamó a la puerta de la habitación de Rose y esperó con impaciencia, sabiendo que en cualquier momento cualquiera podría aparecer por el pasillo. Al ver que no respondía nadie, abrió la puerta y entró. Suspiró y cerró la puerta tras ella.
Las limpiadoras todavía no habían ido al piso de arriba. La cama de Rosalie estaba sin hacer. Se fine al cuarto de baño y vio que no había nadie.
Una vez comprobado que estaba sola en la habitación, Bella se puso a buscar el archivador, que encontró con gran facilidad en una estantería.
Con manos temblorosas lo sacó de su sitio. Una vez en su poder, se fue a su habitación.
La sala de estar de su habitación le pareció un sitio demasiado abierto, demasiado expuesto y demasiado frío, a pesar del fuego de la chimenea. Bella se fue al vestidor, cerró la puerta y se sentó en una silla.
Ya tenía el archivador, ¿tendría ahora el valor de leer lo que había dentro? No, no lo tenía. Pero no tenía otro remedio.
Pasó por alto las notas de Rose. Ya tendría tiempo después. Se puso a buscar el principio de toda la historia.
Según lo que se decía en el informe, Bella se había presentado en la clínica el mes de marzo y rellenó la solicitud de ingreso. Volvió a la semana, acompañada por una enfermera y fue ingresada. No había sido una paciente modelo, requería sedantes, hasta la fecha en que fue a visitarla la enfermera que la había acompañado. Después se sumió en la más profunda de las depresiones.
La palabra «depresión» había sido subrayada. Había una nota al margen en la que se cuestionaba el porqué, seguida por el nombre de un medicamento específico.
Bella también se preguntó el porqué.
Porque a pesar de que en las noticias de la televisión habían dicho que Rose había sido el médico que había recomendado su ingreso, no se veía el informe por ninguna parte, a menos que...
Vio un informe en una carpeta aparte. Sacó el informe y lo desdobló. La carta llevaba el membrete de la clínica que había visto en todos los informes, pero la firma era de Rosalie. ¿Sería de verdad la de ella? No lo sabía.
La razón por la que había sido ingresada en el hospital todavía no la había descubierto. Si había alguna razón, debía estar en aquel informe. Bella lo leyó. Estaba allí, en la tercera página. Y cuando Bella la encontró, tiró el informe al suelo.
Y se sintió morir, cuando en el vestidor donde se encontraba empezó a recordar lo suficiente para que ello supusiera una tortura para ella.
La habitación de detrás del cuarto de baño. Edward le había dicho que no era segura. Ella supuso que tenía razón. ¿Cómo iba a ser segura para una mujer que había matado al hijo que llevaba dentro?
Y nada más recordar aquella habitación, recordó dónde escondía la copia de la llave de aquella puerta, que escondía porque siempre se le olvidaba la original.
Se levantó, encontró la, llave y abrió la puerta. La ventana que ciaba al lago estaba abierta. Cruzó la habitación y la cerró. No había reformado mucho aquella habitación. Tan sólo había quitado el papel de las paredes. Tenía pensado limpiar la chimenea, pero no lo hizo por miedo a que el polvo perjudicara al niño que llevaba en su vientre. El niño del que no había hablado a Edward hasta que el médico le confirmara el diagnóstico que ella ya sabía, aunque ello supusiera dejarlo ir a Sudamérica con Rosalie, ocultándole su enfermedad a causa del embarazo.
Había dos puertas más en aquella habitación, una que daba al pasillo y la otra a una habitación para la enfermera. Bella movió la cabeza mientras las imágenes acudían a su cerebro. Había pasado tiempo en aquella habitación. Mucho tiempo. Muy enferma. Pero antes, alguien había utilizado la habitación. Alguien...
No saldrá bien.
Sí que saldrá bien. Está muerto. Lo único que tenemos que hacer es despedir a todos los criados. La conocen...
Y tenemos que deshacernos de ella. Eso no será problema.
Había un teléfono en la otra habitación, con el cable cortado para que ella no pudiera llamar a pedir ayuda, en los momentos en que tenía la mente despejada, antes de que alguien llegara y la obligara a beber algo. Y el pasillo al otro lado de esa habitación. Estrecho, oscuro, con la escalera por donde había tratado infructuosamente de escapar.
Con un quejido, Bella se puso de rodillas, al lado de la cuna. No quería recordar todo aquello. No quería saberlo, no quería soportar ese dolor.
Edward había tenido razón. La biblioteca no era un buen sitio para esperar. Allí fue donde Bella los encontró a todos, reunidos sin contar con ella. Edward y Rosalie estaban sentados juntos en el sofá de cuero. Emmett en su silla de ruedas. Esme tan altiva y antagonista como siempre, sentada en un sillón cerca de la chimenea. Dos de los supuestos trabajadores, de pie, cerca de la puerta.
Todos miraron cuando entró en la habitación.
—Entra, Bella, que lo que estamos tratando también te concierne —dijo Edward. Empezó a levantarse, pero se desplomó cuando Bella puso en la mesa el informe médico.
Edward miró el informe y se puso blanco.
—¿Eso es lo que piensas que hice, Edward? ¿Matar a nuestro hijo?
Bella sabía que no se estaba comportando racionalmente, pero no le dejaban otra opción. Al fin y al cabo todos la tomaban por loca. Al menos eso era lo que se decía en aquel informe. Aparte de eso, suponía un gran dolor actuar de forma racional.
—¿No sabes que yo nunca habría hecho algo así? Ese niño era lo único que me quedaba de ti. Al parecer tú estabas muerto y él era lo único que me quedaba.
Rose intentó estrechar la mano de Edward mientras se acercaba. Otra imagen apareció en la mente de Bella. La mujer, la mujer en sombras que le entregaba una fotografía.
¿Crees que va a venir por ti? Nunca lo hará. ¿Por qué lo va a hacer? Edward y Rose, juntos en el sillón del invernadero.
—Pero no estabas muerto. Lo que pasaba era que habías dejado de quererme. ¿Es por eso por lo que me echaste?
Edward estiró su mano. Ella se la quedó mirando, a punto por un momento, a pesar de lo que dictaba su mente, a, aceptarla. Pero en ese momento, Esme se puso de pie y Bella retrocedió en dirección a la puerta.
—Aléjate de mí —le dijo, sin saber de dónde le salían aquellas palabras—. No estoy dispuesta a que me hagas más daño. Nunca más.
Después salió corriendo de la habitación. Oyó ruidos a su espalda, pero se había perdido muchas veces en aquella casa como para no conocer el laberinto de pasillos y la salida.
De pronto se encontró fuera, con tan sólo un suéter y unos leotardos. Pero no podía volver a la casa. Algo horrible le había pasado allí y algo horrible le pasaría si volvía. Tenía que escapar. Tenía que esconderse en el bosque. Aunque viera que dos figuras corrían tras de ella.
Edward se levantó del sofá y Rose lo agarró de la mano.
—Déjala marchar. Está segura en esta casa. Tenemos que acabar con esto.
Pero él sólo sabía que había escuchado el tono de terror en la voz de su mujer cuando había hablado con Esme. Se acercó a Esme. Aquella mujer le había dado la vida, pero también le había traicionado, cada vez que le había dado una excusa y cada vez que le había dicho que no se preocupara. Pero esa vez no había excusa posible.
—Quiero que me digas la verdad, Esme. Toda la verdad. Y ahora.
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Los perros la alcanzaron antes de que Bella llegara al bosque. Tropezó en un arbusto y se cayó al suelo. Oyó los perros a su espalda e intentó subirse a un árbol, pero no pudo.
Cuando llegaron a su lado, se quedaron mirando sus movimientos. Bella empezó a rezar. Sabía que no tenía escapatoria porque si quería salir viva de allí sabía que no tenía que hacer el menor movimiento.
Un ruido en la distancia la despertó. Bella mantuvo la respiración, esperando escuchar el sonido de un arma de fuego, que debería haber seguido al estallido. Pero no se oyó nada. En ese momento recordó que los ruidos del bosque no eran los sonidos de la jungla.
Estaba apoyada en uno de los árboles, protegida por las ramas y las hojas del hielo que estaba soltando el cielo.
Debería haber tenido frío, pero la verdad era que desde que Edward la había llevado a aquel sitio tan extraño, nunca había sentido otra cosa. Pero en aquel momento había desaparecido. Las dos formas oscuras seguían a su lado. Estiró la mano y tocó la más próxima a ella. Kia. Con mucho era la más cariñosa de los dos, aunque Thor más de una vez se había acercado a ella pidiéndole una caricia, sobre todo cuando Charles no estaba mirando. Pero sólo de Bella. Kia le lamió la mano a Bella.
—Hola chiquitines —les dijo—. ¿Qué estáis haciendo aquí fuera en la lluvia?
Thor levantó su cabeza y se acercó a ella, pero ninguno de los dos parecía dispuesto a levantarse, por lo que Bella se quedó allí, hasta que los gritos en la distancia le recordaron los ruidos que la habían despertado, viniendo a su mente la razón por la que había salido corriendo de la casa. Y de pronto, empezó a recordar cosas del pasado.
—Dios mío —susurró y se tapó la boca con las manos. Sus dedos sintieron la humedad de sus lágrimas.
Se había ido de la casa para salvar su vida.
Y había dejado allí a Edward con alguien que lo quería ver muerto.
¿Sería consciente de ello? ¿Sospecharía de lo enferma que estaba Esme? Después de las conversaciones que había oído entre Esme y Emmett, tampoco estaba muy segura de que Emmett no supusiera un peligro incluso mayor que el de su madre.
La mujer en sombras estaba también atrapada en la tela de araña de Esme. La prima de Edward. Una prima que él no sabía que existía. Una prima cuya madre había sido ocultada. ¿Sabría Emmett que existía?
Bella deseó quedarse acurrucada en el árbol donde estaba y llorar sus pérdidas. Quería llorar por la injusticia de la vida, por la maldad. Deseaba estar en los brazos de Edward y olvidarse de todo lo que había ocurrido.
Pero no podría esconderse nunca en los brazos de Edward si lo dejaba en peligro. Intentó tragar saliva, para deshacer el nudo que sentía en la garganta. No sabía qué iba a hacer cuando llegara a la casa, pero sabía que tenía que volver sólo por Edward.
Donde quiera que estuviera la casa. Porque en aquel momento estaba perdida.
Se puso en pie. Kia y Thor se levantaron con ella. Les puso una mano en las orejas.
—Llevadme a casa, chiquitines —les dijo—. Llevadme con Edward.
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Entró por la misma puerta por la que había escapado y pulsó las teclas para que no sonara la alarma. Los perros se quedaron dudando, pero los llamó y entraron con ella. Cuando estuvieron dentro, ella entró al vestíbulo de los pisos de abajo y luego subió al vestíbulo principal. Uno de los empleados de Edward la vio. La miró, hizo un gesto con la cabeza y se puso detrás de ella. ¿Sería amigo o enemigo? Bella no lo sabía, ni tampoco se lo quiso preguntar. Se encontró con Charles Handly cuando pasó al comedor. Sonrió, un poco sorprendido, y se puso a su lado.
Edward estaba todavía en la biblioteca. Esme se había ido, pero Emmett y Rosalie estaban con él. Emmett estaba de pie, apoyado en Edward. Rose le estaba ofreciendo a Edward una taza de algo.
—No lo bebas —le dijo Bella.
Edward volvió la cabeza y la vio en la puerta, con una mano en la cabeza de cada perro.
—Aléjate de él —le dijo.
Edward cerró los ojos y los volvió a abrir.
—Estás sana y salva.
—Sí.
Edward miró a los perros.
—No creo que puedas ordenarles que me ataquen pero me lo merezco. Sin saber lo que crees que hice.
¿Cómo podría haber dudado de aquel hombre?
—Sé lo que ocurrió.
—¿Has recuperado la memoria?
—Recuerdo absolutamente todo. Pero no sé qué papel juegan Rosalie y Emmett en todo esto, así que apartaos de él.
Bella oyó el sonido de una radio en el vestíbulo.
—Mis hombres están llamando para que te localicen, Bella —dijo Edward.
El informe todavía estaba en la mesa. Había dos fotografías también. Las reconoció. También estaba la fotografía de Edward y Rose que le habían llevado al hospital. ¿Cómo la habría conseguido Edward?
—¿Quiere que me lleve los perros, señora Cullen? Realmente no los necesita. No hay peligro en esta habitación.
Miró a Edward. Él asintió y ella levantó las manos de la cabeza de los animales. Estaban bien entrenados, eran obedientes.
Edward se levantó del sofá y se dirigió hacia ella.
—Estaba tan preocupado por ti —le dijo.
—¿Incluso aunque te echara la culpa de todo lo que pasó?
—En cierto modo la he tenido, porque creí todas sus mentiras.
Esme. Una vez más Bella se dio cuenta de que aquella mujer no estaba en la habitación.
— ¿Dónde está?
Emmett se sentó en su silla.
—Nuestra querida madre está en el hospital. Al darse cuenta de que Edward la había descubierto intentó escapar y sólo consiguió estrellarse contra un árbol cuando intentaba huir con el coche. No le ha pasado nada. No creo que pase más de una noche allí. Pero cuando salga tendrá que buscar un buen abogado para que la salve de prisión a ella y a la prima que nadie conocíamos.
Se echó a reír, pero la risa iba cargada de lágrimas.
—Lo siento Isabella. ¿Qué más puedo decir? Siento haberte hecho una desgraciada, pero yo no sabía nada. No sabía que mi madre fuera capaz de poseer tanta avaricia. Y sólo por una casa.
Rosalie se puso en pie, se acercó a su marido y le puso la mano en el hombro.
—Yo también te voy a confesar algo, Isabella. Tenías razón. No podía ser objetiva. Yo quiero a Edward, pero no como tú te imaginas. Le quiero porque me trajo otra vez a mi marido. Y porque creía que habías hecho las cosas de las que se te acusaba. Hasta que empecé a conocer detalles.
Rosalie echó su cabeza para atrás de forma desafiante.
—Pero de eso me encargaré más tarde. Ahora, Emmett y yo nos tenemos que ir al hospital, porque de no hacerlo después nos vamos a sentir culpables.
Se marcharon y sólo Bella y Edward quedaron en la habitación, donde todavía se oían las acusaciones y las dudas. Pero también se sentía el amor. Edward la amaba. Bella se lo repitió a sí misma. Siempre la había amado, incluso cuando creyó que lo había traicionado.
Y ella lo amaba a él, aunque él nunca lo hubiera creído.
—Te puedo dar una cosa que puede que no sepas —le dijo—. Algo que puede hacer todo esto un poco más soportable.
—¿Puede algo conseguirlo, Edward? —levantó las manos y le acarició las cicatrices de su rostro, muestras del dolor que había tenido que sufrir ¿Para mí o para ti?
—Es posible —le respondió—. Es posible.
Le agarró las manos y se las apretó contra su rostro.
—No mataste a nuestro hijo —le dijo—. Nadie lo mató. Porque no estabas embarazada. Me lo dijo el doctor Garrett la noche que vino a cenar. La primera vez que fuiste a la consulta te dijo que parecía que estuvieras, pero nunca fuiste a por las pruebas. Estabas enferma, Bella, muy enferma, de un virus contra el que no eras inmune cuando viniste aquí.
Bella empezó a sollozar. Edward la soltó, pero sólo el tiempo que tardó en estrecharla entre sus brazos y dejarla que desahogara en el llanto todo el dolor de los últimos meses. Por él. Por ella. Por el niño que no existió. En algún momento, él se desplazó con ella hacia el sofá, abrazado a ella, hasta que Bella sintió que ya no podía derramar más lágrimas. Cuando se tranquilizó un poco levantó las manos y se las puso en sus mejillas, comprobando que las tenía también humedecidas.
— ¿Hay un hotel cerca de por aquí? —le preguntó.
Sabía que su pregunta lo había sorprendido. Era evidente que se esperaba otra respuesta. ¿Acusaciones quizá? ¿O una letanía de culpas? No iba a oír nada de aquello esa noche. No de ella.
—Hay uno no muy lejos de aquí.
—¿Nos vamos? —le preguntó—. Sólo esta noche. Y mañana por la mañana nos vamos de esta casa. No tenemos por qué vivir aquí ninguno de los dos, nunca más. Se podría convertir en un museo magnífico, o una galería de arte, o la sede de alguna corporación, pero nunca un hogar, Edward. No para nosotros. Ni para nadie.
—¿Te quedas conmigo, pues?
—Te amo, Edward. Algún día me creerás.
—Supongo que sí —le sonrió—. Supongo. Si alguna vez lo pongo en duda, sólo tengo que recordarte de pie en la puerta, con tus perros, enfrentada a todas tus pesadillas, viniendo a rescatarme.
Bella se estremeció y lo abrazó, estrechándolo fuerte contra ella.
—Vámonos a ese hotel —le propuso ella.
—¿A hacer qué? —le preguntó él, restregando su cuerpo contra el de ella.
—Creo que haré algo en lo que soy muy buena.
—¿Sí?
Bella le dirigió una sonrisa.
—Creo que te seduciré.
Edward empezó a reír.
—Creo que la seducción sólo se produce cuando uno de los dos no está muy dispuesto. Y no creo que ese sea mi caso, Bella.
En ese momento fue ella la que empezó a reír. Edward la levantó en brazos y empezó a dar vueltas con ella. Por un momento la habitación pareció detenerlos en un momento extraño y ralentizado del tiempo.
Edward la dejó en el suelo y miró a su alrededor.
—Vayámonos de aquí, señora Cullen —le dijo—. Vamos a empezar a vivir.
Fin
Historia original
Modean Moon - La esposa perdida
Me equivoquè, pensé que la mala era Rosalie y que estaba enamorada de Edward. Bueno al final todos felices, Bella nunca sufrió un aborto y cada matrimonio qud vivan por separado.
ResponderEliminarTambién pensé que era Rosali la mala pero Esme siempre me produjo picazon así que tan lejos no estaba
Eliminargracias por traducir esta historia la volveré a leer por si me perdí de algo
ResponderEliminarque historia tan diferente ,me gustaria saber porque y como hiso todo esme
ResponderEliminarUna historia diferente pero me encantó muchas gracias por traducirlo!!!
ResponderEliminarme encanto la historia me tuvo en suspenso siempre
ResponderEliminarmuchas gracias por la historia
Odio a Esme.... Menos mal que Rosalie era buena... Y Emmett dolo estaba confundido... Que no hubo niño muerto, y que por fin Bella lo recordó todo!!!
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO
Me gusto muy diferent espero sigan publicando historias asi de buenas. Saludos ;)
ResponderEliminarYA SABIA YO K LA MALVADA ERA ESME !!!
ResponderEliminaral fin supimos que fue lo que paso
Gracias por la historia nos tenias en suspenso
cuando van a continuar con la de shadowboxer
jajajajja todos sospechando de rosalie .... cuando era la unica aliada de Edward, yo tambien quiciera saber como hizo todo Esme, una histroria muy enrevesada pero muy buena.
ResponderEliminarTambién me gustaría saber como lo hizo Esme
ResponderEliminarHola me a gusta la historia.
ResponderEliminarNos seguimos leyendo.
Muy buena historia, me mantuvo al borde del suspenso, gracias y sigo con las demás
ResponderEliminarSaludos y besos 😘😘😘