El Productor 5
A la mañana siguiente, Bella tuvo que sentirse avergonzada cuando llegó a casa de Edward Cullen. Había perdido el tren que pensaba tomar y tuvo que esperar varios minutos a que llegara el siguiente.
Edward la estaba esperando en el hall, fumando impaciente.
—Al fin has llegado —comentó con tono hosco observando sus vaqueros y su jersey de cuello alto.
—¿Acaso pensaste que no vendría?
—Comenzaba a dudarlo.
La llevó a la cocina y le enseñó dónde estaba todo.
—Haz lo que creas necesario, pero no toques los papeles que están en el escritorio del estudio. Yo mismo los ordenaré esta noche. No es nada personal. La señora Birch tiene las mismas instrucciones. He apuntado el número de la oficina en una libreta que está junto al teléfono, llámame si tienes algún problema —dijo, y se fue.
El lugar parecía muy solitario sin Edward. Bella recorrió la casa para conocerla, y decidió comenzar por la habitación de Edward. Encontró sábanas limpias en uno de los armarios e hizo la cama, colocando encima la colcha. Después pensó lavar la ropa de la cama, las toallas y el pijama. Pero por más que lo buscó, no lo encontró, por lo que se imaginó que Edward dormía sin él. Al pensarlo se sonrojó.
A eso de las diez, las habitaciones ya estaban limpias y también los cuartos de baño. Faltaba la sala, pero se dijo que se merecía antes tomar un buen café. Descartó la cafetera automática por no saber cómo usarla, y se preparó uno instantáneo. Le estaba poniendo leche, cuando sonó el timbre. Titubeó un momento, porque Edward no le había dicho qué hacer si llamaban a la puerta, pero se dijo que en aquel momento estaba en el lugar de la señora Birch, por lo tanto tenía que abrir.
Se quedó sorprendida al ver a Roger Hunt y a otro hombre en los escalones de la entrada.
—¡Sorpresa! ¡Sorpresa! —exclamó el joven. —¿Tú?
—Sí. ¿No nos vas a dejar entrar, querida?
—Por supuesto que no —Bella hizo el ademán de cerrar la puerta, pero Roger puso el pie.
—Oh, vamos, querida. Después de todo tú me diste la idea. Decidimos hacer encuestas sobre cómo se ganan la vida las chicas bonitas… sobre todo las que lo hacen de una manera poco usual, y nos gustaría, si es que nos lo permites, utilizarte como ejemplo.
—¿Utilizarme? ¿Qué diablos quieres decir?
—Sólo unas pocas palabras, pero bien escogidas, algunas fotografías y te daremos un buen dinerito si decidimos publicar el reportaje.
—La respuesta es no.
—¿Pero por qué? Sólo perderás un poco de tiempo.
Bella oyó un clic, y al levantar la vista se dio cuenta de que el otro hombre acababa de sacarle una fotografía.
—Ya ves, no duele —dijo Roger sonriendo. —No tenías derecho a hacer eso.
—Di que sí y no tendremos que hacerlo sin tu consentimiento. Greg y yo no queremos que te enfades. Nosotros hacemos nuestro trabajo y tú recibes un cheque que, estoy seguro, no te vendrá mal.
—Pero yo no me gano la vida con este trabajo. Empiezo a trabajar en serio el lunes.
—No te preocupes. Lo importante es que estás aquí con el delantal puesto.
—¿Si digo que sí, terminaréis de una vez y os iréis?
—Naturalmente —y sin esperar a que le dejara pasar, Roger entró en el hall y miró a su alrededor—. Una casa muy bonita —comentó, y después, mirando a Bella agregó—: ¿Es café lo que huelo?
—Sí —asintió Bella, cada vez más molesta.
Mientras los dos hombres tomaban café, fue al estudio de Edward. Quería pedirle permiso para dejar que le hicieran la entrevista; marcó el número, pero no lo cogió Edward; contestó Diane, y le dijo que el señor Cullen estaba en el ensayo de «Bajo la Piel», la obra en la que trabajaba Rose, y que no se le podía molestar. Bella colgó el aparato y suspiró.
Volvió a la cocina, Bella aceptó que le hicieran fotografías sacando la ropa de la lavadora, y después otras en la sala mientras pasaba el aspirador por la alfombra. Pero cuando Roger le informó que además necesitaba una fotografía de ella haciendo una cama, se rebeló.
—Ya he hecho todas las camas, esto es ridículo —protestó.
—Es indispensable, querida —respondió Roger y la empujó hacia la alcoba de Edward donde Bella colocó las almohadas mientras respondía a preguntas acerca de su vida en Escocia y de sus impresiones acerca de Londres.
—Ya estoy trabajando, y me estáis haciendo perder mucho tiempo —dijo por fin levantando la barbilla enfadada.
—Está bien, te dejaremos en paz —aceptó Roger—. Gracias por cooperar, cariño —y para sorpresa de Bella le dio un beso en la mejilla.
—¡Cómo te atreves! —exclamó mientras él cerraba la puerta.
Cuando se dio cuenta de que la interrupción había durado una hora y media, comenzó a trabajar de prisa, hasta que sólo le quedó por arreglar el estudio de Edward.
Era una habitación muy acogedora, tenía una alfombra roja y las paredes cubiertas de estanterías con libros. El escritorio era grande, y tenía más papeles encima que el del estudio de televisión. A pesar de que hubiera querido ordenarlos, prefirió cumplir la orden que Edward le había dado y se conformó con limpiar sólo los lugares vacíos.
Estaba comenzando a pasar la aspiradora por la alfombra, cuando el cable se enredó en unos papeles y éstos cayeron al suelo desordenadamente.
—¡Oh, no! —Bella se puso de rodillas y comenzó a recogerlos. Mientras lo hacía, se dio cuenta por casualidad que las hojas contenían los mismos diálogos que la obra de Rose. Al mirar con más atención, se percató de que había otras que eran parte de otra obra diferente y empezó a leer. La hoja que tenía en la mano era un diálogo. Era tan interesante y conmovedor, que Bella ni siquiera oyó que se abría la puerta de la entrada, y sólo se dio cuenta de que ya no estaba sola, cuando Edward abrió la puerta del estudio y exclamó con furia:
—Creí haberte dicho que no tocaras los papeles del escritorio.
—No fue mi intención hurgar en tus cosas —explicó Bella mientras se ponía de pie—. Tiré algunos papeles al suelo sin querer, y mientras los recogía empecé a leerlos… Perdóname, por favor.
—No hay nada que perdonar —respondió quitándole las hojas de la mano.
—No sabía que escribieras obras de teatro. Pensé que sólo hacías documentales y cosas por el estilo.
—Nadie lo sabe, excepto Hugo y unos pocos más —al ver que Bella le miraba asombrada agregó—:sí, yo soy el Jon Lisie de la obra que tú tanto admiras, según Rose. De haber sabido antes que era yo, seguramente tu admiración no hubiera sido tan grande.
—No, estás equivocado. Creo que «Bajo la Piel» es una obra formidable, y creo que todos pensarán lo mismo. Y estoy segura de que ésta puede ser aún mejor.
—Tal vez, pero lo importante es que nadie se entere de quién soy. Quiero que mis obras sean juzgadas por sus propios méritos, y no por lo que pude haber hecho en el pasado en un campo muy diferente. ¿Puedes entenderlo?
—Sí, creo que sí —respondió Bella pensativa.
—Entonces estoy en tus manos. ¿Qué vas a hacer?
—Yo no haré nada —contestó Bella confundida—. ¿Acaso piensas que voy a ir a contárselo a todo el mundo?
—Sería la venganza perfecta, si es que la necesitas —respondió él encendiendo un cigarrillo.
Bella le miró desconcertada, no sabía por qué la trataba así, tenía ganas de llorar y para evitar que él lo notara, salió de la habitación con la cabeza baja.
—¿Adónde vas? —exclamó Edward cogiéndola del brazo.
—Suéltame.
—No seas tonta —le dijo y la obligó a mirarle de frente—. ¿Es que he herido tu orgullo?
—No tenías ningún derecho a decir lo que has dicho.
—Tal vez no, pero tenía que estar seguro.
—Ahora que estás seguro, ¿me puedo ir?
—Todavía no. Ahora que ya conoces mi secreto, tal vez podrías ayudarme. Me llevaría casi toda la noche hacerlo solo. ¿Quieres ser mi secretaria y ayudarme?
Bella titubeó un momento, pero comprendió que viniendo de Edward Cullen, el ofrecimiento era un cumplido.
—Me gustaría poder ayudarte.
—Te lo agradezco. ¿Empezamos entonces?
Trabajaron en silencio largo rato, pero poco a poco Edward comenzó a hablarle de las obras de televisión, y del éxito que esperaba que tuviera la suya cuando se estrenara.
—¿Piensas dedicarte algún día a escribir teatro solamente? —le preguntó Bella con timidez.
—Es muy pronto para decidirlo. Quisiera ver las críticas de «Bajo la Piel» antes de pensar en el futuro, aunque Hugo ya ha visto los borradores de esta nueva obra, y parece que está dispuesto a ponerla en escena.
—Supongo que escribir obras de teatro no debe dar mucho dinero —comentó Bella.
—Acabas de hablar como una escocesa —comentó él—. Pero puedes olvidar cualquier tipo de imagen romántica donde Edward Cullen aparezca muerto de hambre por dedicarse a escribir. Tengo acciones en las compañías de mi hermano, tengo otros ingresos además de los de la televisión. De todas formas en este momento estoy dedicado a los documentales, por lo tanto pasará bastante tiempo antes de que tome una decisión en ese sentido.
—¿Tu hermano es mucho mayor que tú, verdad?
—Once años. Evidentemente, yo llegué sin ser deseado. ¿Estás pensando en convertirte en periodista? Debo buscarte un puesto en mi equipo.
—Oh, no —exclamó ella avergonzada, mientras trataba de no pensar que cuando estaba de buen humor, Edward era un hombre sumamente atractivo. Se preguntó cuál habría sido su reacción de haberle podido conocer en otras circunstancias en lugar de tener que pensar en él como el tío del hombre a quien amaba. Pero era demasiado ingenua, de no haber sido por Jasper, jamás hubiera conocido a un hombre como Edward cuya vida estaba llena de mujeres… como Tanya Dane, que conocían muy bien el arte de conquistar al sexo opuesto.
Le observó mientras ordenaba los papeles. Era un hombre muy diferente a Jasper, aunque tenía un aire de familia. Los rasgos de Jasper eran un tanto aniñados, en cambio Edward era un hombre más maduro. De pronto él levantó la vista y frunció el ceño al notar que le estaba observando, pero Bella desvió rápidamente la vista y él no dijo nada.
Varias horas después, terminaron de arreglar todos los papeles y las cartas.
—Ya es hora de comer algo —comentó Edward—. ¿Has comido?
—No, todavía no.
—Entonces coge tu abrigo y vámonos.
—No puedo salir así —protestó ella mirándose los viejos vaqueros.
—¿Por qué no? Ese ha sido tu vestuario durante mucho tiempo, según creo.
—Lo sé.
—Pero ya no te sirve, ¿verdad? Eras una chica de campo, y ahora, ¿qué hemos hecho contigo? —hizo una pausa y agregó—: ¿Es realmente por la ropa, o no quieres cenar conmigo?
—Es sólo por la ropa —afirmó, sonrojándose.
—Entonces lo solucionaremos sin problema. Hay un restaurante italiano muy cerca de tu casa. Te llevaré al apartamento si me prometes cambiarte en cinco minutos.
Ella se lo prometió, pero las promesas eran una cosa y la realidad otra. Bella tardó bastante en decidir qué ponerse. Finalmente escogió una falda de lana y una blusa blanca llena de pequeños botones en la espalda. Pensó que se los había abrochado bien, pero comprobó que tenía sólo un ojal para dos botones y tuvo que empezar a abrocharse la blusa otra vez.
Volvió a intentarlo, pero lanzó un gemido angustioso al ver que se había equivocado de nuevo. Si al menos Rose estuviera allí para ayudarla, pero había dejado una nota donde le explicaba que se iba al cine con una compañera.
En ese momento oyó la voz de Edward desde el otro lado de la puerta. —¿Qué diablos estás haciendo? Tienes sólo tres minutos.
—Lo siento, pero estos botones me están dando mucho trabajo, y…
Se interrumpió en el instante en que la puerta se abrió y vio á Edward que la miraba enfadado.
—Dios mío. ¿Eso es todo?
Antes de que ella pudiera hacer o decir algo para impedirlo, él estaba detrás y le abotonaba la blusa con toda tranquilidad. Bella se quedó rígida, tratando de no pensar en las extrañas sensaciones que le producían los dedos de Edward sobre la piel.
—Ya está —exclamó él.
—Gracias, eres muy amable.
—Tengo mucha hambre, si me hubieras llamado hace cinco minutos, ya estaríamos cenando.
—Quizás te parezca una tonta —comentó Bella—. Pero es que no estoy acostumbrada a que un hombre me ayude a vestirme.
—Pensé que como una vez te quité el vestido, harías una excepción conmigo — sonrió al verla ruborizarse—. Tienes muy mala memoria, mi amor. La próxima vez trataré de dejarte un recuerdo más profundo.
—No sé cómo puedes hacerme recordar aquella horrible noche. Sólo siento vergüenza cuando pienso en todo aquello.
—En ese caso eres una tonta. Si alguien tiene algo que lamentar, ése soy yo.
—¿Qué tienes tú que lamentar?
—Que te dejé dormir sola. Después de todo, lo que quería era que olvidaras a Jasper, podía haber hecho las cosas mejor.
—¿Y realmente piensas que pasar una noche a tu lado me hubiera hecho olvidar a Jasper? —de no haber estado tan enfadada, se hubiera reído ante tanta arrogancia. Era evidente que aquel hombre se creía irresistible con las mujeres
—Es usted muy presumido, señor Cullen.
—¿Eso es lo que crees? —se le acercó y cogiéndola de la cintura la atrajo hacia su cuerpo con fuerza. Bella trató de protestar, pero no pudo hacerlo porque él, acercando sus labios a los suyos, la besó apasionadamente.
Las manos de Edward acariciaron su espalda y después se deslizaron buscando los botones de la blusa que fueron cediendo ante la experta presión de sus dedos. Bella notó que la respiración de ambos se había acelerado, por nada del mundo hubiera querido que él dejara de abrazarla y de besarla.
Temblando le abrazó, aturdida por las sensaciones que despertaba en ella, pero deseando cada vez más caricias. Luego Edward se separó de sus labios y la miró unos segundos. Con un dedo comenzó a dibujar el contorno de su rostro, bajando poco a poco hacia el cuello. Allí se detuvo.
Bella bajó la cabeza y comprobó que tenía en la mano el anillo que Jasper le regalara.
Sus ojos se encontraron con los de él.
—No es posible que sigas teniendo esperanzas.
—Supongo que para un hombre de mundo como tú —exclamó separándose de él— las palabras fidelidad y lealtad no significan nada.
—En lo que se refiere a Jasper, no tienen sentido alguno. Y en cuanto a ti… —la miró con una sonrisa sarcástica.
Roja de vergüenza y de furia, Bella se arregló la blusa. ¿Cómo le había permitido a aquel hombre que llegara tan lejos? Ni siquiera Jasper la había acariciado como él. Siempre se había respetado mucho a sí misma como para permitir a nadie que la acariciara de esa manera. La tía Jessie se había encargado de darle buenos principios morales. Ahora se sentía confundida, como si se hubiera modificado toda su escala de valores, Edward había despertado en ella unas sensaciones que hasta entonces desconocía.
Con los ojos llenos de lágrimas comenzó a abrocharse la blusa. —Déjame hacerlo —intervino Edward.
—No me toques —exclamó ella y Edward se alejó metiendo las manos en los bolsillos.
Después de titubear unos instantes, se quitó la blusa y con dedos temblorosos volvió a coger el jersey de cuello alto y se lo puso, sin preocuparse siquiera de que Edward la estuviera mirando. Todavía no lograba entender cómo había estado a punto de traicionar todos sus principios, y con un hombre como aquél. Seguramente debía pensar que sus sentimientos eran tan superficiales como los de él. Edward tenía una opinión muy pobre de las mujeres, y seguramente le costaría trabajo creer que, a pesar de haberse entregado a las caricias de otro hombre, seguía queriendo a Jasper.
De pronto tuvo miedo de echarse a llorar, y se sentó en la cama ocultando el rostro entre las manos.
—Bella, si no me quieres mirar, al menos escúchame —dijo Edward colocándose frente a ella.
—Nada de lo que tengas que decirme me interesa —respondió sin mirarle—. Y espero no tener que volver a verte nunca más.
—No me puedes perdonar que te hiciera ver la verdad sobre Jasper. Necesitas asirte a una ilusión a pesar de todas las evidencias.
—¿Qué sabes tú de la verdad? Al menos lo que Jasper y yo sentíamos el uno por el otro era bello y limpio, y no como…
Edward le quitó las manos de la cara con violencia y la obligó a mirarle.
—Esta noche estuve a punto de convertirme en tu amante y sé que no te hubiera importado, por lo tanto no trates de comportarte como si yo fuera una especie de ogro que se aprovecha de tu inocencia. Y por mucho que quieras engañarte respecto a tus sentimientos hacia mi sobrino, en el fondo, cariño, eres toda una mujer, por lo tanto deja ya de castigarnos a ambos por algo que ni siquiera sucedió. ¿O acaso me estás castigando precisamente porque no ocurrió?
Bella levantó la mano y le cruzó la cara con una bofetada; de inmediato se alejó por miedo a la reacción de Edward. Pero él se limitó a ponerse de pie y a mirarla con frialdad.
—Que disfrutes del castigo —le dijo en voz baja y se fue. Bella oyó que se cerraba de golpe la puerta de la entrada.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Que complicado, parece que nunca van a lograr llevarse bien. Aunque dicen que del amor al odio hay solo un paso y me parece que esa pasión con la que lo detesta es la misma con la que lo va a amar.
ResponderEliminarGraciaaaas
ResponderEliminarAghh Edward es muuuy complicado... espero que en algún momento Bella pueda contarle lo de la supuesta entrevista... o sino estará muy enojado... más de lo que lo está ahora...
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO
Ufff, con lo bien que iba todo, al final se torció. Veremos qué pasa en el siguiente capítulo
ResponderEliminarDios, que idiota que es, cómo no se va a dar cuenta de que se están aprovechando de ella? Que en Escocia es normal que un tipo cualquiera entre a una casa y le dejen sacar fotos? esto ya es ridículo.
ResponderEliminarAaargh
ResponderEliminarEstoy casi casi segura de que la superficie entrevista es una farsa y después publicarán "la vida de la nueva amante de Edward,como dueña de casa" 😕
Rayos pobre Bella no sale de una para meterse a otra...Mil gracias chicas...
ResponderEliminarU no con estos dos xd , tan bien que estaban y de enojaron ya , que pasara cuando edward se de cuenta de la entrevista q le hicieron a bella ...ojalá puedas subir pronto el sig capítulo ... 💋❤❤
ResponderEliminarDan un paso adelante y 10 para atrás y eso d la entrevista no será nada bueno Tania planea algo y Bella ni x enterada, gracias
ResponderEliminarHola me facina la historia. Bella cree k Jasper es una víctima. Por comprometerse con Alice y por eso juzga sin compacion a Edward. Me gusta la historia.
ResponderEliminarNos seguimos leyendo.
Muy inocente Bella
ResponderEliminarMuy inocente Bella
ResponderEliminar