Intercambiaron saludos de cortesía antes de que su madre abordara el motivo de la llamada: una pulsera perdida.
–Sé que es una tontería preguntarte si te acuerdas de dónde la dejé, pero he revuelto toda la casa y no hay rastro de ella.
Edward taladró a Isabella con la mirada. Solo duró un instante, pero ella lo percibió como una puñalada entre las costillas. ¿Otra vez?
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