Capítulo 10 / Una Segunda Oportunidad




Bella se sintió aliviada cuando, por fin, llegaron a la sala de espera de la terminal de salidas internacionales del aeropuerto. La zona de las Líneas Aéreas de Singapur estaba la más lejana y ella no había dejado de arder de vergüenza por la forma en que casi todos los hombres con los que se había cruzado se volvían para mirarla.

Edward le había dicho que, como iban a pasar en el avión unas veinte horas, no se llevara nada apretado o incómodo y, los pantalones negros anchos que había elegido se adaptaban a esa exigencia, además de no llamar la atención. No, era el jersey verde lima lo que la estaba llamando. Para ser más exactos, el problema estaba en el sujetador o, más bien en su ausencia.

Había pensado que, al cabo de las horas, un sujetador podía apretarla y, además, Edward le había dicho que le parecía más sexy que los senos se movieran libremente. Teniendo en cuenta esos dos factores y, sobre todo, queriendo mostrarle a él que tomaba en cuenta lo que le gustaba, la decisión de ir sin sujetador le pareció correcta.

Pero no había pensado en lo evidente que sería para todo el mundo, ni que se moriría de vergüenza por ello.

Se dirigieron a una zona desocupada y Bella se sentó rápidamente dándole la espalda a la gente. Lauren se sentó delante de ella, así que el orgullo le impedía mostrar señal alguna de incomodidad.

— ¿Quieres tomar algo, Bella? —le preguntó Edward amablemente, pero con una extraña mirada en sus ojos.

—Café estaría bien. 

— ¿Lauren?

—Iré contigo y te ayudaré a traer las cosas. 

La secretaria personal en acción, pensó Bella.

Pero el caso es que agradeció quedarse sola por un momento para tranquilizarse un poco. Estaba bien eso de ser sexy para Edward en privado. Pero ahí es donde debía quedarse el asunto, en privado.

En ese momento incluso podría disfrutar de estar desnuda. Pero en privado. Incluso hacerla orgullosamente le estaba resultando más fácil, ya que a Edward le estaba gustando. La ira había desaparecido, pero seguía manteniéndola lejos emocionalmente, extrañado por su súbito cambio de actitud y comportamiento. Era como si estuviera esperando que ella volviera a su ser anterior, como si no confiara en lo que le estaba ofreciendo, aunque lo aceptaba bastante de buena gana.

Tenía la sensación de que, si daba un mal paso, el calor que ahora había entre ellos se transformaría en algo más frío que la nieve del Monte Kosciusko. Sospechaba que él estaba resentido de alguna manera por haberse visto obligado a dar su brazo a torcer.

No podía negar que ella había sido bastante sinuosa. De todas formas, en esta ocasión, pensaba que el fin justificaba los medios. Eso le mostraría a Lauren Mallory que la cama de Edward estaba bien y verdaderamente ocupada. Y también le mostraría a Edward que una segunda luna de miel no era una mala idea. Realmente necesitaban apoyarse más el uno en el otro para construir algo mejor en su matrimonio.

Cuando volvieron, Lauren estaba hablando con él de algo de negocios y, cuando estuvieron a su lado, la miró con una sonrisa indulgente que hizo que Bella se sintiera como una niña mimada.

—Tanya Denali me dijo que te gustaría sentarte en mi asiento en el avión. 

—No, yo no dije eso —protestó Bella inmediatamente.

Lauren se encogió de hombros.

—Bueno. A mí no me importa, ya que he visto todo lo que hay que ver desde el avión muchas veces. Y no creo que Edward tenga ningún problema en acercarse a mi asiento si quiere hablar algo de las reuniones que tendremos mañana. Se lo diré a la tripulación.

—No, por favor —respondió Bella, horrorizada. 

Edward la miró y frunció el ceño.

Lauren levantó las cejas como si Bella se estuviera comportando demasiado caprichosamente.

— No se me ocurriría ocupar tu asiento ni interferir en los planes que hayáis hecho —dijo ella recordando lo que habían hablado Edward y ella.

—No tiene importancia, Bella —afirmó él.

—A mí no me importa cambiar de asiento —continuó Lauren.

—Pero a mí no me gustaría haceros perder un tiempo precioso que necesitáis para preparar esas reuniones tan importantes. No quiero cambiar de asiento. Tengo el mío propio y estoy contenta con él.

—Pero, ¿no quieres estar con Edward?

Bella decidió entonces que odiaba a esa mujer.

Por supuesto que quería estar con él, pero lo que más quería era que lo que se proponía con ese viaje saliera bien. Se volvió a Edward, ansiosa de que él la creyera.

—Ya te dije que cuidaré de mí misma. Me sentiría realmente como una intrusa si ocupara el asiento de Lauren. Te prometí que no me interpondría en tu camino y que no molestaría y no lo haré. Me gustada dejarlo todo como está. ¿De acuerdo?

—Como quieras —respondió él, pero parecía que aquello no le gustaba nada.

Bella se sintió entonces de lo más confundida. ¿Es que no acababa de pasar la prueba? ¿No había hecho lo correcto? Deseó que Edward se decidiera por fin por algo concreto, ya que realmente necesitaba algunas señales positivas de él.


≈USO≈

Edward ya estaba instalado en su asiento del avión, mimado por la tripulación y, aun así, no estaba nada contento. Podía oír a Bella charlando con el tipo que estaba sentado a su lado e, interiormente, rugió de impotencia al no poder cambiar una situación en la que se había metido por sí solo.

Ella había hecho exactamente lo que él le había pedido que hiciera, no meterse en sus planes. Así que allí estaba él, bebiendo un magnífico champan que le estaba sabiendo a ácido y sintiéndose más confuso que nunca antes en su vida.

Quería que estuviera a su lado. Había estado ansioso por tenerla allí durante todo el largo viaje hasta Londres. Era una experiencia nueva para ella y él habría disfrutado con su alegría. Eso era algo que siempre le había encantado de Bella, su capacidad para la alegría. Era maravillosa con los niños. Sus hijos no podían haber tenido una madre mejor. Él había tratado de dejarle claro que valoraba más eso que el sexo que bien podría haber conseguido en cualquier otra parte si hubiera querido.

Pero no es que lo hubiera querido. Ciertamente no lo podía haber conseguido mejor que el que Bella le había proporcionado últimamente; y eso era lo que realmente lo estaba confundiendo más. Había llegado a una serie de conclusiones acerca de lo que era posible y lo que no lo era en su matrimonio. Pero Bella estaba transformándolas ahora en un caos.

Era casi como si ella estuviera siendo poseída por una personalidad muy distinta de la que él estaba acostumbrado. Como si hubiera estado aprisionada en un capullo durante todos esos años y, luego, la mariposa estuviera emergiendo con una venganza.

La ropa que se había puesto ese día lo había dejado temblando. Sus pantalones negros delineaban sus redondas caderas y trasero. Pero lo que más llamaba su atención era ese jersey verde.

A pesar de que era bastante suelto, la suave tela revelaba que no había nada más entre ella y los secretos de Bella. Parecían tentadoramente accesibles. No había botones que impidieran que una mano se deslizara dentro del escote. Había estado pensando en lo que podrían hacer cuando reclinaran los asientos y la luz se atenuara para dormir.

Ahora... Miró a Lauren, que estaba sentada tranquilamente a su lado, mirando por la ventanilla, seguramente sabiendo que él estaba pensando en otra cosa y de un humor de todos los diablos. Sólo Dios sabía lo que esa chica estaba pensando de toda la situación. No es que eso le importara mucho a él, pero iba a tener que llegar a alguna clase de acuerdo con ella antes de que aterrizaran en Londres y se fueran al hotel.

Ella también iba vestida de una forma bastante sexy, aunque menos obviamente que Bella. La larga falda color azul marino tenía una abertura en el costado hasta media cadera y terminaba en unos botones dorados que le llegaban a la cintura. La parte de arriba, del mismo color, seguía con los botones. La gran diferencia era su figura, que no era tan espectacularmente femenina como la de Bella.

Tal vez dándose cuenta de que la estaba mirando, Lauren lo miró a él. 

— ¿Hay algún problema? —le preguntó cómo invitándolo a las confidencias.

Él nunca le había hablado a Lauren acerca de su esposa y, no iba a empezar ahora. No era asunto suyo. Incluso aunque había llegado a ocurrírsele la idea de tener alguna especie de acuerdo de tipo sexual con Lauren, nunca le habría podido dar la clásica excusa de que su esposa no lo comprendía. Ni habría permitido que semejante acuerdo afectara a su matrimonio. Su vida hogareña era sacrosanta y nadie podía tocada impunemente.

—No, ninguno.

Lauren era una chica lista, muy inteligente. La falta de armonía marital era demasiado evidente, pero las palabras de Edward cortaron por lo sano cualquier posible comentario.

—Me estaba preguntando si no sería más conveniente para ti si yo me instalara en otra suite del hotel. O que me quedara en otra parte, cerca de allí.

Para que así, pasara lo que pasara entre ellos, no sucediera delante de las narices de su esposa y no los pudieran pillar con las manos en la masa. Edward recibió el mensaje alto y claro. Lauren seguía manteniendo abierta la puerta para un poco de discreta diversión si a él le apetecía.

Edward pensó entonces que el adulterio lo haría ser un perfecto hipócrita y él siempre se había enorgullecido de su sinceridad. Aunque él había llegado casi a justificar un pequeño adulterio, pensando que sería lo más pragmático, ahora se alegraba mucho de que Bella hubiera dado esa vuelta de timón y ahora no lo tuviera sobre la conciencia.

—No veo ninguna razón para cambiar de planes en eso —dijo. 

Pero sí que veía muchas para no hacerlo.

—Bella ha insistido mucho en no interferir en nada, así que, probablemente, le molestará el que tú te apartes, Lauren.

Estaba claro que le molestaría. Y sospecharía. Mucho. Y Edward no quería que sospechara. Sobre todo cuando ya no iba a tener ningún motivo. Esperó que Lauren hubiera recibido bien el mensaje.

Por lo que a él se refería, el compartir el apartamento en el hotel era algo conveniente, inocente y nada personal. Así fue como se lo contó a Bella y lo que iba a ser ahora.

—Bueno, si cambias de opinión, Edward, estoy dispuesta a hacer lo que quieras —insistió Lauren.

—Ya veremos.

Su insistencia molestó a Edward. Quiso decirle en voz alta que lo dejara ya, pero lo cierto era que había permitido que aquella relación de trabajo se transformara en otra cosa más personal. El almuerzo del día de su cumpleaños Bella había tenido razón en que se estaba poniendo excesivamente familiar con otra mujer. Él lo había justificado también, pero no cabía duda de que los instintos femeninos de Bella le estaban indicando que alguien se estaba metiendo en su territorio. Esos instintos pasaron a través del camuflaje y llegaron al corazón del asunto.

Ella era su esposa. Su esposa.

Y Bella se lo estaba haciendo saber con certeza.

Ahora tampoco le cabía duda de que había sido lo del hotel y Lauren lo que había disparado esa revolución en su matrimonio. No podía evitar ser escéptico al respecto. Pero ¿y si detrás de los celos y el sentimiento de posesión había un deseo genuino de ser más una esposa para él?

¿Y si Bella simplemente quería estar más cerca de agradarlo, forjar una intimidad más feliz entre ellos? Tal vez había una posibilidad real para algo más que lo que había habido en su relación, más de lo que él se había resignado a tener. En lo más profundo de su corazón quería más. ¿No podía tener esa posibilidad?

Tenía que reconocer que Bella estaba tomándose al pie de la letra todo lo que él le estaba diciendo y lo estaba poniendo en práctica con una dedicación que se merecía que él mostrara un poco más de aprecio, fueran cuales fuesen sus motivos.

Edward dejó a un lado su copa de champán, se desabrochó el cinturón y se puso en pie.

Lauren lo miró interrogativamente.

Se disculpó fríamente y se dirigió a donde estaba Bella, que lo miraba con el rostro brillante y lleno de esperanza.

De repente se dio cuenta de lo hermosa que era.

Un montón de recuerdos se agolparon entonces en su mente. 

Bella con su primer hijo, brillando de amor maternal. El día de su boda, llena de amor por él. Cuando la vio por primera vez en el centro comercial de Bondi Junction, contenta por tener un trabajo esas navidades vendiendo libros para niños, encantada por atender a los niños y las mamás.

Hermosa. Ahora incluso más aún, cuando estaba llegando a la madurez como mujer y, todavía con ese brillo de inocencia en los ojos.

La sonrió de forma completamente masculina y mostrándole el aprecio que sentía por ella como mujer.

Entonces el rostro de ella se iluminó y sus encantadores ojos castaños brillaron de placer y su sonrisa fue un fiel reflejo de su alegría. Esa sonrisa hizo que se le relajaran los nervios que había tenido tensos hasta entonces.

El tipo que estaba sentado a su lado los estaba mirando con curiosidad, pero Bella no le hacía ni caso. Mientras se acercaba, Edward no pudo evitar que su mirada bajara hasta los senos de ella, donde sus manos deseaban estar.

Ella empezó a ruborizarse. Cuando levantó la mirada, en sus ojos había una expresión de angustia. Él sintió entonces las preguntas que la embargaban. Le estaba preguntando ¿Si había hecho bien?, ¿Si lo estaba haciendo?, ¿Qué era lo que estaba bien?

Se dio cuenta de que ella había reconocido el destello de deseo en sus ojos y la vio aliviarse.

Se inclinó entonces y la besó, besó a su esposa, que estaba jugando a ser una sirena sexy para él. Su boca era suave y dulce y el impulso de besarla más apasionadamente allí mismo fue tan fuerte que tuvo que obligarse a retroceder y comportarse como un hombre civilizado.

— ¿Estás bien? —le preguntó cariñosamente. 

—Sí —respondió ella con una evidente mirada de satisfacción— Este es Emmett... Emmett McCarty —dijo presentándole a su compañero de asiento— Ha sido muy amable contándome cosas.

—Gracias por cuidar de mi esposa —dijo Edward con un calor que sorprendió por completo al hombre que, probablemente, se estaría preguntando por qué sentaban separados.

—De nada —dijo el hombre—Es un placer. Una dama encantadora.

— Sí, tengo mucha suerte —respondió Edward volviendo a sonreír a Bella—. Prueba el caviar cuando sirvan la cena. Está riquísimo. Y acepta también el vodka. Haz como si fueras rusa.

Ella se rió.

—De acuerdo, lo haré. Gracias, Edward.

Edward deseó haber podido compartir su compañía hasta Londres, esa risa y alegría. Mentalmente se reprendió a sí mismo por ser tan tonto. ¿Y si aquello no duraba? Incluso un placer pasajero era mejor que ninguno.

—Que disfrutes del viaje —le dijo muy en serio. Luego volvió a su asiento sintiéndose de lo más feliz y contento.

Poco después oyó a Bella decir: —Tomaré el caviar, por favor.

Y eso hizo que se sintiera bien. Pudiera ser que estuvieran separados, pero estaban compartiendo.

Tal vez debieran incrementar esa forma de compartir y, no sólo temporalmente. Si Bella no estaba jugando y verdaderamente estaba cambiando, Edward estaba más que deseoso de darle una oportunidad. Había esperado que fuera así cuando se casó con ella. Si una segunda luna de miel era lo que ella quería, él haría algo más que encontrarse con sus deseos a medio camino.

Pensó entonces que la esperanza era una emoción imposible de reprimir. Nunca se sabía cuándo iba a acabar y morir.



10 comentarios:

  1. Por fin una una buena acción de Edward!!! Esperemos que las cosas sigan así.

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  2. Bella les arruinó la aventurilla a esos 2 jaja 😈😈

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  3. Por fin!!! Jajajaj. Que bueno que Edward entró en razón, ya se va a ir dando cuenta que el cambio de Bella no es pasajero. Y queda confirmado que Lauren es una descarada, viendo que Edward quiere estar bien con su esposa, va y sigue insistiendo ¬¬*

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  4. Ahhh que gran capítulo. Lauren perdiste

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  5. Parece que Edward por fin es consciente que Bella lo quiere de verdad, que no es sólo por querer lograr algo diferente....
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  6. Que bien que Edward le esté dando una oportunidad a su matrimonio y que resbalosa resultó Lauren!!!

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  7. Alfinnnn!!un poco de oxigeno en la cabezota de edward aparecio emmet!! Creo k seria bueno k nos de una ayudita

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  8. Totalmente de acuerdo con Melany, que Emmett nos ayude a que valore lo que tiene.

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  9. Por finnnn.. Edward está reaccionando..

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  10. Por fin está despertando el hombre,de hielo

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