Capítulo 11/ Una Segunda Oportunidad



Eran las seis de la madrugada del lunes cuando llegaron al aeropuerto Heathrow. Bella no había encontrado arduo el largo viaje. En realidad, le había parecido de lo más excitante.

El servicio había sido excelente y había comido como nunca, descubriendo incluso bebidas nuevas.

Edward la había ayudado a elegir un par de películas de la selección de vídeos que habían ayudado a que las horas se le pasaran rápidamente y, cuando llegó la hora de dormir, le había dado una pastilla, con la que consiguió hacerla de un tirón durante más de cinco horas.

Se había sentido de lo más animada y contenta por la actitud de Edward
hacia ella, por las muchas veces que se había acercado a su asiento para ver cómo estaba o si necesitaba algo, siempre besándola y acariciándole la mejilla que pensó que tal vez debiera haber intercambiado el asiento con Lauren después de todo. Pero, ¿cómo iba a saber si con eso no se metería en los planes de él?

Era mejor así. Ahora no le parecía mal haber ido con él, ni sentía temor por pasar las próximas dos semanas en lo que era un territorio extraño para ella. A Edward no le estaba disgustando su presencia. Tal vez sus iniciativas estaban dando fruto, después de todo.

Realmente, él parecía haber cambiado. Era como si hubiera decidido hacerle pasar ese tiempo lo mejor que pudiera.

Pero cuando llegaron al hotel, ese buen humor desapareció bastante. Lauren se hizo cargo de todo allí y dijo que debían quedarse ellos con el dormitorio principal, sugiriendo que fuera Edward el primero en usar el cuarto de baño y recordándole que debían estar de camino a las ocho y media para su primera reunión.

Bella se sintió completamente superflua, pero se dijo a sí misma que así era como iba a ir todo si ella no hubiera ido, así que decidió mantener la boca cerrada y no estorbar. Deshizo su maleta y la de Edward y, así por lo menos le tendría la ropa preparada para cuando saliera del cuarto de baño.

El dormitorio principal era suficientemente grande para los dos. La cama era también lo bastante grande como para no tocarse si no se deseaba cosa que no estaba en sus pensamientos, ni mucho menos.

La suite estaba decorada de forma cálida y acogedora, con tonos rojos y blancos. En cierta manera parecía una casa antigua pero confortable, hacía que se sintiera como en su propia casa.

La cocina era bastante espaciosa y funcional, con todo lo que podía ser necesario. Bella hizo una lista mental de lo que tenía que comprar cuando encontrara un supermercado, pero luego decidió que lo mejor era ir a la famosa sección de alimentación de Harrod' s y así le daría una sorpresa a Edward.

Se hizo una taza de café, ya que ninguno de los otros dos quiso una, y se instaló en el salón, que era de lo más encantador. Bella dudó que aquello pudiera ser mejorado y, era de lo más cierto que la suite proporcionaba una atmósfera íntima y acogedora. Lauren no parecía haber dejado nada al azar.

Fue cuando Lauren abandonó el cuarto de baño después de darse una ducha y pasó por el salón para dirigirse a su dormitorio cuando Bella se percató en lo que sí que podía haberse equivocado Edward.

La bata que llevaba Lauren y que la cubría hasta las rodillas dejaba muy pocas dudas de que no llevaba nada debajo. Y el nudo flojo del cinturón no era la cerradura más segura del mundo, precisamente. Un tirón y la bata se abriría. Todavía tenía un poco de espuma en la parte baja del cuello y le llegó el olor de algún perfume que, evidentemente, debía de ser muy caro. Llevaba el cabello recogido cuidadosamente en la parte alta de la cabeza de forma que pareciera levemente descuidado.

A pesar de que no estaba nada vestida, sí que se había maquillado perfectamente. Nada de ropa, pero un maquillaje impecable. Eso se añadía a la fresca vitalidad que emanaba de ella, haciendo que Bella se sintiera agotada.

—El baño está libre, si quieres entrar —le dijo Lauren sonriendo levemente— Siento haberte hecho esperar, pero es importante que cause hoy una buena impresión. Por Edward. Ya sabes que esta gente valora también a las secretarias personales.

—Bueno, estoy segura de que harás que Edward se sienta orgulloso —le dijo Bella fríamente.

— También valoran a las esposas —respondió ella mirando el jersey verde que Bella seguía llevando—. Yo podría darte algunas pistas de lo que es apropiado o no, dado que Edward va a ser invitado por algunos de esos hombres de negocios a finales de la semana.

Bella luchó contra la oleada de calor que amenazaba con llegarle al rostro. ¿Cómo se atrevía esa mujer a criticar su ropa? ¿Quería decir con eso que ella sabía lo que era mejor para Edward? A Bella le salieron chispas por los ojos.

—Tú ocúpate de tus asuntos, Lauren, que yo me ocuparé de los míos.

—Sólo estaba tratando de ayudar; los asuntos de Edward son también asuntos tuyos, ¿no?

¿Por qué tenía que tomarse esas familiaridades esa mujer?

—Yo opino que Edward es más que capaz de arreglárselas por sí solo sin ninguna ayuda por nuestra parte —dijo Bella decididamente—Ha llegado hasta aquí de esa manera.

—No hace ningún daño facilitar el camino. Incluso los hombres hechos a sí mismos aprecian un empujón de vez en cuando.

—¿ Y es eso lo que tú les proporcionas? ¿Un empujón?

—Eso espero. Es por lo que me pagan. Por ocuparme de los detalles, quitar obstáculos y suavizar el camino.

—Por engrasar el motor —afirmó Bella suavemente. 

—Bueno, se podría decir así.

—¿Hay algún límite a las necesidades que llenas?

Bella estaba odiando esa conversación, pero tenía que continuarla para encontrar lo peor.

—Eso depende del que me contrata. Podría decir que Edward es muy considerado. Y generoso.

A Bella cada vez le estaba costando más trabajo contener la furia. El recuerdo del almuerzo del día del cumpleaños de esa mujer era como un aguijón. Trató de sonreír condescendientemente.

—Es su naturaleza. No te lo tomes personalmente.

—Bueno, es agradable trabajar para él —respondió Lauren con un brillo malicioso en los ojos.

De repente la ira de Bella se transformó en frío. Un frío helado. Eso de trabajar bajo él ¿significaba lo que ella creía?

—No creo que haya conocido nunca a un hombre con tanto corazón —continuó Lauren—. Edward te ha dispensado tantas atenciones durante el vuelo que ha debido hacerte sentir encantada de ser su esposa.

Dijo la palabra esposa como si fuera alguna especie de ciudadana de segunda. ¿Era piedad lo que había en su mirada? El frío le llegó al corazón a Bella.

Lauren volvió a sonreír condescendientemente cuando añadió: —Yo siempre he pensado que la generosidad cubre multitud de pecados. Bueno, si quieres mi ayuda o cualquier otra cosa, por favor, dímelo.

«¿Por qué no me cortas la garganta para ayudarme a sangrar», pensó Bella, pero antes de que pudiera decir nada, Edward entró en el salón, de lo más atractivo con su traje y chaleco gris.

Bella tuvo que estar de acuerdo en que la mayoría de las mujeres debían sentirse tentadas de ponerle las manos encima. Lauren estaba haciendo más que eso, estaba en plena batalla. Y Edward había aceptado esa batalla al estar de acuerdo en alojarse en ese sitio. Eso era lo que le daba a Lauren el derecho a tomarse tantas libertades. De repente a Bella no le cupo ninguna duda al respecto. Y el conocimiento de la complicidad de Edward en esa situación eliminó todos los buenos sentimientos que había tenido durante el viaje, dejando en su lugar un vacío tremendo.

¿Desde hacía cuánto tiempo estaban sucediendo esas cosas?

Había habido otros viajes de negocios desde que Lauren trabajaba para él. Todos ellos de varios días, semanas incluso. Y ella ni siquiera le había preguntado si su secretaria personal lo iba a acompañar. Hasta que había surgido lo de este viaje. ¿Cómo había sido tan ciega? La esposa es siempre la última en saberlo.

Esa frase no paró de darle vueltas en la cabeza, siendo seguida por fin por otro pensamiento. ¿Merecía la pena seguir luchando?

—Creo que me tomaré una taza de café, Bella, si es que queda —dijo Edward entonces. 

Ella lo miró, su marido, viviendo en una mentira.

Era extraño como se podía saber una cosa en teoría y, cuando se enfrenta a ella, es otra cosa distinta.

Él frunció el ceño y miró fijamente a Lauren, que seguía por allí con su bata. Probablemente, había sido algo deliberado lo de hacer tiempo con Bella hasta que Edward apareciera y viera la apreciable imagen que presentaba; una imagen mucho más apreciable que la de su esposa desde hacía siete años, que tenía un aspecto de lo más ajado en esos momentos.

Bella decidió que no era ni el momento ni el lugar apropiado para una escena, así que se levantó del sofá donde estaba sentada y dejó su taza y el plato sobre la mesa, alegrándose de no romperlos.

—Es sólo café instantáneo, Edward —dijo lo más tranquilamente que pudo—. No es problema hacerte uno.

Sintió como él observaba su rostro con intensidad, pero no lo miró. Fue a extender una mano para tocarla cuando pasó por su lado camino de la cocina y ella se retiró instintivamente. Eso hizo que él se tensara. Aquello no le importó nada, lo que quería era salir del envenenado ambiente de esa habitación.

—Será mejor que empieces a moverte, Lauren, el desayuno que has pedido estará aquí dentro de un cuarto de hora —dijo Edward entonces.

—Ya tengo preparada la ropa. No tardaré en vestirme y peinarme —dijo ella suavemente.

—Hazlo entonces.

Aquello era una orden. Desde la cocina Bella oyó dos puertas cerrándose. Una era seguramente la de Lauren y la otra la del salón cuando Edward la cerró para dirigirse a la cocina.

Estaba preparando el café y las lágrimas le quemaban en los ojos. Deseó que Edward la dejara en paz para pensar en un matrimonio que podía estar más roto de lo que se había imaginado. ¿Qué clase de hombre instalaba a una esposa y a su amante o la que podía llegar hacerlo, bajo el mismo techo? Le pareció una falta de respeto a su inteligencia.

Una falta de respeto hacia muchas cosas que ella apreciaba. 

—¿Te ha dicho Lauren algo que te haya molestado?

La voz de él le llegó desde la puerta. Era una pregunta directa y llena de preocupación.

¿Qué podía decirle ella? Lo que le había molestado no habían sido las palabras en sí, sino la forma en que habían sido dichas. Además, si la acusaba de algo y Edward no le hacía caso, sólo empeoraría las cosas. Era mejor permanecer en silencio hasta que se lo aclarara la cabeza.

—No —dijo por fin.

Deseó que Edward se quedara dónde estaba, ya que no confiaba en sí misma lo suficiente y no sabía si iba a reaccionar violentamente si trataba de acercarse. Lo que necesitaba era tiempo para pensar.

—Pero estás molesta —insistió él, sin gustarle las vibraciones que estaba recibiendo.

Molesta era una palabra muy débil para expresar lo que estaba sintiendo de verdad. Desolada, sola, atemorizada, en territorio desconocido, sin nadie en quien apoyarse en busca de guía o consuelo.

—Me siento muy cansada de repente —respondió—. Me duelen los huesos. Creo que me vaya dar un largo baño caliente cuando hayáis terminado con él.

Entonces silbó la cafetera y sirvió el agua hirviendo sobre los polvos de café. Oyó que Edward se acercaba para tomar la taza y se la ofreció rápidamente. Necesitaba que hubiera algo entre ellos, se sentía de lo más vulnerable. Había dado mucho en los últimos días. Todo lo que había podido, y él había puesto a Lauren en una posición que la permitía insultarla y minimizarla.

—Toma —le dijo logrando sonreír débilmente. 

—Bella, ¿de verdad que sólo estás cansada?

—Estoy segura de que un baño es lo único que necesito para recuperarme —dijo ella pasando a su lado.

Estaba desesperada por encontrar alguna clase de refugio. El pensamiento de enfrentarse a Edward o a Lauren, o solos o juntos, era demasiado doloroso. 

—Bella, si algo te está preocupando.

—Estaré bien.

La puerta del cuarto de baño estaba justo delante de ella.

— Es mi turno —dijo con toda la brillantez de que fue capaz y sin esperar a que él dijera nada más.

Se metió dentro y echó el cerrojo. Abrió del todo los grifos del baño, sin querer oír nada más de Edward y sin querer también que él oyera que estaba llorando.

Se sentó en el borde de la bañera, agitando la cabeza y pensando en lo inocente que había sido. Incluso mientras estaba sentada con Edward en el asiento del coche que los había llevado hasta el hotel, había ido montada en una nube de esperanzada felicidad, creyendo que su matrimonio iba por buen camino.

Pero, ¿dónde estaba la esperanza cuando se producía una traición? Era como el agua cayendo por el desagüe. 


10 comentarios:

  1. Aghhh como Edward puede ser tan ciego con lo que Lauren está haciendo???? Solo espero que cuando abra los ojos, no sea muy tarde....
    Besos gigantes!!!!
    XOXO

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  2. Oh por Dios, Odio a Lauren, es una arpía y Edward no hace nada por detenerlo, yo también espero que no pierda a Bella por una calentura.!
    Espero con ansias el siguiente capítulo...

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  3. Esa perra!!! no t dejes bella edward es lago penitente pero todavia no cae en sus garras

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  4. Leo como todos le tiran a edward, y vamos! No toda la culpa es de el. a
    Ambos tienen que aprender a comunicarse. En especial Bella, porque tiene que ser un poco mas clara, de nada le sirve el esfuerzo que hace si no habla y se expresa bien.

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    1. Exacto lo mismo pienso yo realmente lo que los dos tienen es un problema de comunicación, desde el inicio de su matrimonio...

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  5. Que bruja!!!!! 😠😡 Ashhh, que rabia me da Lauren °(oo)° Estoy de acuerdo con Anónimo, Bella debería hablar con Edward, más que el le está dando pie al preguntarle si lenpasa algo. Ojalá no se pierda todo lo bueno que han avanzado.

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  6. Esa perra de Lauren, quiero darle sus cachetadas 😠😠😠

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  7. Lauren es una maldita y Edward ya no se debe hacer ciego y debe ver lo que está sucediendo!!!

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  8. Waaaaa que ganas te darle una trompada a esa tipa .. y a el también. . Bueno Bella se gana otra por lenta menos.sufrir y más acción linda

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  9. Lauren es una zorra!!!. Me da mucha pena como se siente Bella.

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