Bella buscó por su habitación de nuevo, de forma metódica al principio, después de que Edward la hubiera acompañado y dejado sola, desesperada al comprobar que no encontraba nada. En algún sitio debería haber algo que le diera la pista para saber quién era, o quién había sido.
Ya había buscado antes. Edward también lo había hecho. E incluso Esme había estado en aquella habitación. ¿Quién de ellos había retirado cualquier vestigio del pasado?
Tan sólo la habitación, tan diferente al resto de la casa, que era oprimente, y lo que había en los armarios le daba una idea del tipo de mujer que había sido.
No había nada oculto. Todos los cajones se podían abrir y todas las puertas, a excepción de la que estaban renovando.
El viento soplaba con fuerza y golpeaba las contraventanas de su habitación. Al poco tiempo se oyó las gotas de lluvia caer, acallando los sonidos de las olas que el viento levantaba en el lago.
No había libros en la habitación, tampoco fotografías, ni recibos, ni notas olvidadas. Nada. Bella se estremeció y se puso una chaqueta de lana, a pesar de que el escalofrío no lo había sentido por una bajada de la temperatura. Era como si no hubiera existido antes de despertar en aquella habitación del hotel de Boston. Como si alguien no quisiera que tuviera un pasado y lo hubiera borrado.
Edward no estaba dispuesto a contarle nada. Rose tampoco. A lo mejor alguien en aquel mausoleo le podría decir algo.
La señora Handly. Recordó que le dijo que llevaba años trabajando para el señor Cullen y para ella.
Bajó por las escaleras de servicio, que eran más discretas. Bella se detuvo al final de las escaleras, obligándose a continuar, pero le era casi imposible atravesar aquel estrecho pasillo. ¿Sería aquel otro recuerdo que estaba justo debajo de la superficie de su conciencia? Sabía que tendría que analizar aquella respuesta, pero no en aquel momento.
Temblando, repitiéndose a sí misma que no había razón para tener miedo, se dirigió hacia las escaleras de la parte frontal. La puerta de la habitación de Rose se abrió justo cuando Bella llegó al corredor principal.
Bella se detuvo y se escondió detrás de un enorme armario, porque no quería ver en aquel momento a esa mujer. Pero no fue Rose la que salió de la habitación, sino Edward. Bella se agarró al armario para sujetarse. Había un montón de razones por las que Edward habría podido ir a la habitación de Rose, se dio una y otra vez. Una serie de razones válidas e inocentes.
Edward no miró en la dirección en la que ella se encontraba. En un momento determinado volvió su cabeza hacia la habitación de Rose y dijo:
—A mí me da igual lo que digan tus fuentes de información, Rosalie. La mujer que yo conocía nunca habría hecho una cosa así. Cualquier otra cosa sí, pero no eso.
Rosalie apareció en la puerta y le puso una mano en el brazo de Edward.
—Sé cómo te sientes Edward, y lo que estás pensando.
— ¿De verdad? —le preguntó en un tono de voz muy parecido a un quejido—. ¿Tú crees?
Bella no supo quién empezó primero, pero en un momento determinado Edward y Rosalie se abrazaron. El diamante del anillo que Rosalie llevaba en su dedo, relució en el suéter oscuro que llevaba puesto. Bella se puso la mano en la boca mientras presenciaba la escena. Pero Edward apartó enseguida a Rosalie de su lado.
—No dejes que te ciegue lo que quieres ver —le dijo Rosalie mientras le acariciaba las cicatrices que tenía en su mejilla—. Es mejor que te enfrentes a la verdad, por muy dura o dolorosa que sea.
Edward la miró a los ojos durante lo que pareció ser una eternidad, antes de separarse de forma definitiva.
—Sí —le dijo—. Eso es lo que estoy tratando de hacer.
A continuación se fue a su habitación y Rosalie cerró la puerta.
Bella apoyó su cuerpo en el armario. Lo que acababa de presenciar había sido un acto íntimo y apasionado, ¿Habría sido la intimidad y pasión de los amantes, como Emmett había sugerido, o algo diferente?
¿Sería ella la mujer a la que se habían referido? ¿Qué habría hecho ella?
Lo que estaba claro era que a partir de ese momento no podía permanecer por más tiempo a la espera para ser descubierta y cuestionada. Lo curioso era que ya había dejado de tener la fuerza o el deseo de hacer preguntas a nadie.
Recordó la biblioteca que había en el piso de abajo. La manera perfecta de pasar aquella mañana sería un buen libro, un sillón y un buen fuego. Con un poco de suerte lograría leer hasta la hora de la comida y no ver, ni pensar en nadie de los que vivían en aquella casa. Ni siquiera en Edward. Edward. Él era la persona que más le apetecía ver. Pero prefería no hacerlo, porque si empezaba a preguntarle, no iba a ser capaz de parar. Era preferible no conocer sus respuestas, por lo menos de momento.
En la biblioteca no pudo encontrar la paz, porque ya había otra persona allí. Bella abrió la puerta y oyó una conversación.
No.
Prefería no quedarse escondida escuchando, menos cuando la que hablaba era Esme.
Se retiró de la puerta. Aquella conversación no iba con ella. Pero ninguna persona se merecía el desprecio que notó en el tono de voz de Esme. Ninguna persona se merecía aquella falta de respeto.
Pero aquello no iba con ella, se repitió otra vez. Pero sin embargo, empujó la puerta y entró.
No había nadie en la casa nadie que fuera su amiga, aparte de Makenna Handly, quien no había demostrado de forma abierta hostilidad. Makenna levantó la mirada y vio a Bella en la puerta, detrás de Esme. Intentó hacer una señal con los ojos. ¿Qué le querría decir? ¿Qué se fuera? ¿qué la dejara sola?
—Tienes que hacer lo que yo te diga —continuó Esme, sin darse cuenta de la presencia de Bella. —tienes que hacer lo que yo te diga en lo que se refiere a cuándo y cómo tienes que preparar las comidas. Si no lo haces te despido, a ti y a tu marido. Otra vez. Y esta vez no te voy a dar ninguna carta de recomendación. ¿Está claro?
Bella no quería, bajo ninguna circunstancia, inmiscuirse en una pelea con la madre de Edward. Pero después de haber presenciado aquella injusticia, Bella supo que no tenía más remedio.
—Muy interesante —dijo, rezando para que su voz no delatara sus sentimientos—. Pero tengo entendido que esta casa es de Edward y por tanto él es el que tiene que tomar las decisiones.
Vio cómo los hombros de Esme se pusieron en tensión, antes de que se diera la vuelta.
—Isabella. ¿Por qué no vuelves al piso de arriba, querida? Todos sabemos tu estado de salud, además de que esto no es asunto tuyo.
Sin embargo, al ver el odio reflejado en los ojos de aquella mujer y al escucharla hablarle como si fuera una niña, no tuvo más remedio que salir en defensa de la señora Handly.
—Qué tonta soy. Yo pensaba que como mujer de Edward que soy, yo tendría que ser la responsable de la casa y de los criados.
Esme apretó los labios, pero antes de que pudiera decir nada, Bella se encogió de hombros.
—En cualquier caso, es problema de Edward.
Lo era. Y a juzgar por la forma en que se relacionaba Edward con Makenna, seguro que no le alegraría mucho la forma en que la estaba maltratando su madre.
—Le acabo de ver entrar en su habitación. ¿Lo llamo para que nos dé su opinión?
— ¡Vaya criatura más hipócrita eres! —espetó Esme —. Pero claro, lo que se te ha olvidado es que tú fuiste la que echaste a esta gente a la calle sin darles previo aviso.
—Pero no importa —Esme se dio la vuelta para mirar al ama de llaves—. No estoy dispuesta a tolerar la insubordinación o la grosería. ¿Entiendes eso? si ocurre otra vez, se lo diré a mi hijo.
—Sí, señora McCarty. Lo entiendo.
La fuerza en las rodillas de Bella duró lo que Esme tardó en salir de la habitación. Se dejó caer sobre la silla que tenía más cerca y se esforzó por no echarse a temblar. Makenna se quedó de pie donde estaba, en la misma posición en la que la vio Bella cuando entró. Estaba mirando a Bella fijamente. En un momento determinado, como si hubiera llegado a una decisión, caminó hacia Bella y estiró su mano, para ayudarla a levantarse.
—Venga conmigo —era una invitación, pero también una orden.
Bella asintió con la cabeza y siguió a aquella mujer, que la dirigió a la parte de atrás de la casa.
—Cuando Edward la trajo aquí, usted era una persona muy tranquila —dijo a señora Handly cuando llegaron a la cocina—. Hasta que decidió que se estaba maltratando a una persona. En ese momento usted enseñó sus garras —se detuvo junto a un armario con una superficie de madera—. Fue impresionante. Usted tenía buen corazón y buenas intenciones. —Por eso nos impresionó tanto su cambio de actitud —continuó diciéndole.
Una respuesta. Una respuesta franca a una pregunta que no había hecho. Bella se agarró al mueble.
—¿Los despedí? —preguntó—. ¿Por qué?
—Nunca lo supimos —Makenna empezó a sacar cosas y ponerlas en el mostrador —. Nunca lo supimos. Rosalie vino a buscar a Edward y se fue con él. Por lo menos hasta lo que él la dejó que lo acompañara. Usted se puso enferma en cuanto ellos se marcharon. Pensamos que habría sido un virus. Después ordenó que no quería que yo le subiera la comida, ni que Charles atendiera el fuego de la chimenea. Se alejó de todo el mundo, a excepción de la señora McCarty, Esme, que apareció sin que nadie la invitara al rescate de Emmett — dijo la señora Handly, respondiendo otra pregunta antes de que ella la formulara.
—Entonces, una noche, uno o dos días después de que Edward se marchara, usted apareció de pie en las escaleras y nos ordenó desde allí que nos marcháramos. Esa misma noche. Nos dijo que ordenaría que empaquetasen nuestras cosas y que nos las enviaría. Yeso fue lo que hizo.
Bella vio el dolor en los ojos de la mujer, así como en su voz.
— ¿Señora H? —sí, empezaba a recordar—. ¿No la llamaba yo así?
Makenna suspiró y asintió con la cabeza.
—Sí, cuando estábamos a solas.
—Siento mucho haberla hecho sufrir.
Makenna asintió de nuevo.
—Y a Edward. No quiso hablar de ello, pero yo vi el dolor en sus ojos cuando usted se fue. Si no la hubiera conocido, si no me hubiera preguntado cientos de veces qué dolor había tenido que soportar para cambiar como cambió, no le estaría hablando ahora.
Loado sea el Señor. De una forma inocente, la señora Handly estaba abriendo nuevas imágenes en la mente de Bella, nuevos caminos que no quería explorar, pero que sabía que no tenía más remedio que recorrer. Rose se había confundido, al no darle toda la información. Se había equivocado.
— ¿Dónde se fueron Edward y Rosalie? ¿Por qué se fueron? ¿Por qué no me fui yo con ellos?
Vio cómo la mujer guardaba silencio. Siguió de pie a su lado, pero las confidencias habían finalizado.
—Por favor —suplicó Bella.
La señora Handly abrió las puertas del armario y sacó un paquete de harina. No iba a responder.
—Esto es algo que usted solía hacer. Decía que le ayudaba a pensar, ver las cosas en perspectiva y en algunos casos a superar ciertas frustraciones.
¿Otro regalo inesperado? ¿Otro vistazo a su pasado?
— ¿Me gustaba hacer pasteles?
—Me dijo que se lo enseñaron las monjas.
Aquello no era suficiente. Menos con todas las preguntas que le acudían a la mente. Pero de algo le sirvió. Sí. De algo le sirvió. Sí. Sintió cómo las manos recordaban los movimientos que había que hacer para amasar. Los había hecho muchas veces. Y muy bien
—Nos decía que quería que sirviéramos todas las comidas en el salón de desayuno, salvo cuando estaba sola, que desayunaba aquí. Empezó a decorar la casa, apartando de ella toda la tristeza que la envolvía. Y no le gustaba el comedor —le dijo Makenna—. Se negaba a comer allí y era la siguiente habitación que iba a decorar.
Aunque la señora H no había querido explicarle todo, por lo menos había conseguido la verdad y el cariño de una persona. Trató de que no se le cayeran las lágrimas.
—Gracias.
La señora H asintió con la cabeza. No sonrió, pero mantuvo una expresión dulce. Le dio a Bella la harina.
—Tome, este es un buen momento para pensar, para ver las cosas en perspectiva y superar alguna frustración. Hace muy bien el pan francés, pero si está realmente frustrada, le recomiendo que haga una buena bandeja de croissants.
Bella estaba concentrada amasando, descubriendo, o volviendo a descubrir el placer de aquella actividad. Makenna le había puesto un mandil y la había dejado con su forma de terapia particular.
—¿Makenna? Me marcho y no sé cuándo...
Edward entró en la cocina y se quedó parado cuando Bella se dio la vuelta.
— ¿Isabella?
Llevaba otro de sus elegantes trajes que tan bien le sentaban. Bella creyó que se le iba a parar el corazón, pero de pronto empezó a sonar con fuerza.
—¿Estás cocinando?
Bella sacó unas servilletas de papel y se limpió las manos.
—Sí —dijo, señalando los trozos de masa a los que ya había dado forma. No supo si había transgredido alguna norma. ¿Podría la esposa de un hombre que poseía esa mansión ocuparse de cocinar pasteles?
—¿Es algo malo?
— ¿Te has... acordado?
Claro, todo se reducía a eso.
Se dio la vuelta y puso un paño sobre la masa.
—No — le dijo—. Sólo recuerda mi corazón, y parece que mis manos. Pero no soy consciente de lo que estoy haciendo.
Y su corazón en aquel momento le decía que conocía a aquel hombre, que lo había amado, se había acostado con él, y le empezaron a doler las manos del deseo de tocarle, como debieron haberlo hecho en el pasado. Pero sus recuerdos estaban escondidos en algún oscuro cofre de seguridad.
—La señora Handly me lo ha contado. Me ha contado que lo aprendí de las monjas. No te preocupes, porque no me ha evocado ningún recuerdo —Bella intentó no derramar una lágrima y dijo adiós a la hora de felicidad que había pasado. Se dio la vuelta para mirar a Edward. Se había acercado a ella. Estaba muy cerca.
—No sé dónde se ha ido la señora H —le dijo, mientras apoyaba su espalda en el mueble—. ¿No es a ella a la que estabas buscando?
—Tan comedida —dijo Edward—. Tan tímida. ¿Dónde...?
— ¿Edward? —le preguntó.
Levantó la cabeza, un nervio en su mejilla se retorció. Y en aquel momento supo que no iba a tener el valor de abordar los asuntos que Makenna había evocado.
—Sí, sí —dijo él—, Voy a salir y le quería decir que no voy a venir a cenar.
—Qué suerte —le salieron las palabras sin pensar, pero quedaron resonando en el silencio de la habitación.
Por un momento pensó que la iba a tocar. Deseó que lo hiciera. Pero se cambió de brazo la gabardina que llevaba colgada y le dijo:
—Parece que las comidas no han sido muy agradables para ti, ¿no? Bella sintió que su rostro esbozaba una sonrisa.
—Más o menos.
—Tengo que irme a una reunión, que no he podido cancelar. Lo siento, pero no puedes venir conmigo.
Tampoco había esperado que la invitara a ir con él. Lo debió deducir por su expresión. Hizo un gesto de frustración. Levantó la mano, pero en vez de estirarla, se la pasó por la frente.
—Bella, yo...
Se quedó mirándola durante unos segundos, al cabo de los cuales asintió.
—Han ocurrido cosas que ninguno de los dos entendemos cómo funcionan aquí, Isabella, pero por ahora hay algunos hechos innegables. Y uno de ellos es que eres mi esposa. Esta es tu casa. Los demás son nuestros invitados.
—Lo dices como si fuera así de sencillo.
—Créeme. Nada en nuestras vidas es sencillo en estos momentos. Pero no te dejes llevar por las emociones de los demás, en especial si alguien quiere abusar de mí, de nuestra hospitalidad.
—¿Edward? Tu madre me ha dicho que yo despedí a los Handly.
No respondió, pero no tenía por qué. Supo la respuesta por su expresión. ¿Por qué? ¿Por qué iba ella a despedir a alguien que consideraba su aliado?
—No permitas que haga eso otra vez, ¿quieres?
—No. No, Isabella. No lo permitiré.
—Está bien —vio el alivio en sus ojos, con lo cual le fue más fácil hacerle la siguiente pregunta—. Y no permitas que nadie más lo haga.
—Te lo prometo.
Podría haber sido más explícito. Bella sintió que quería serlo, pero en ese momento la puerta se abrió y la señora Handly apareció en la cocina. Los miró a los dos y, en silencio, se dio la vuelta para marcharse.
—Espera, Makenna —le dijo Edward—. Estaba buscándote. Miró otra vez a Bella y se fue al lado del ama de llaves—. Ven conmigo. Me marcho, pero quiero hablar contigo antes.
Los dos se marcharon en silencio. Bella se apoyó en el mueble, con su mente llena de preguntas sin respuesta.
Le había dicho que era su esposa y que aquella era su casa.
Desde la mañana que había despertado en la habitación del hotel de Boston, se había sentido como si fuera alguien alejado de la familia, un invitado no deseado. ¿De verdad quería que se comportara como la dueña de aquella casa? ¿Tendría la capacidad de tomar decisiones?
Le había dicho que los demás eran sus invitados. Eso fue lo que ella había oído. Y que era su esposa.
.
.
.
Las puertas se abrieron, después de pulsar el mando a distancia. Edward entró en la finca y esperó a que se cerraran, encerrándose en su mansión.
Odiaba aquella casa. La ironía de la situación era que por dos veces había buscado refugio en ella.
Algunas luces encendidas le indicaron que por lo menos había alguien despierto. La habitación de Isabella no se veía desde el camino, porque daba al otro lado.
A lo mejor debía haberla llevado con él. Por mucho que quisiera creerla incapaz de la traición que todas las pistas que había seguido hasta ese mismo día indicaban había cometido, las palabras que le comunicó Esme cuando él estaba tan cerca de la muerte, «su cuerpo ya tiene tantas cicatrices como su mente» le habían estado acosando.
No había podido hacer otra cosa más que dejar marchar a Isabella. No se había opuesto al divorcio que ella había empezado a tramitar. Ni tampoco había intentado reclamarle el dinero desaparecido. No había hecho nada, salvo luchar para curar las heridas de su cuerpo y la herida en su alma que le había provocado su abandono, una herida que habría sido mortal, si le hubieran contado lo del niño.
Metió el coche en el garaje. Dos figuras emergieron de la oscuridad en cuanto puso pie en tierra. Edward habló a los perros y ellos siguieron su camino, patrullando la finca.
Había por lo menos una mentira en el historial médico de Bella. Tenía prueba de ello. Rosalie McCarty no había sido el médico que tramitó su admisión, porque había estado al lado de su marido, en un hospital perdido en el mundo. Y si había descubierto una, ¿no habría más? Sí. Sí. Si. lo que había descubierto era verdad, había muchas más mentiras.
«Has sido enseñado para descubrir la verdad, por muy desagradable y dolorosa que sea»
¿No era eso precisamente lo que estaba haciendo? ¿No era eso lo que había hecho desde el principio?
Y si lo que decían los informes era mentira, ¿cómo habría ido Isabella a parar a un hospital en Vulturi? ¿Quién había sido el que había planeado aquella decepción? ¿Quién había sido el que había sacado la fotografía que había encontrado en el zapato de Bella y se la había enviado?
Al entrar en la casa, Makenna lo saludó, antes de subir al piso de arriba. Bella no estaba en su habitación.
Edward no había esperado encontrar una habitación vacía.
A pesar de que era más de media noche, su cama estaba intacta. El fuego estaba casi apagado. En los muebles que había a su alrededor tampoco parecía que se hubiera sentado nadie. La puerta del vestidor estaba cerrada. Pensando que ella se estaba preparando para irse a la cama, Edward se fue a quitarse el traje y ponerse algo más cómodo. Pero cuando volvió a su habitación, vio que todavía no había vuelto, ni tampoco se oía ningún ruido en el vestidor.
Se acercó y llamó a la puerta.
— ¿Bella?
Nadie respondió. Intentó abrirla y la abrió. Tan sólo vio sombras. Se había ido.
Otra vez.
¿Dónde habría ido a esas horas de la noche? ¿Cómo?
No. No. No podía ser cierto. Hacía sólo unos minutos, Makenna le había dicho que había visto a Bella alrededor de las diez, cuando fue a su habitación, que la vio tensa, después de una cena desastrosa, pero que trataba de ocultarlo.
Los perros estaban sueltos. Las alarmas de la casa activadas. Charles y Makenna todavía despiertos. No habían oído ningún ruido, ninguna indicación de que Bella hubiera tratado de escapar.
Edward se dio la vuelta. La pequeña tetera que Makenna le había dicho que le había llevado estaba encima de la mesa, frente a la chimenea. Había también una taza medio vacía. Bella había estado bebiendo té en aquella habitación.
Puso la tetera en la bandeja y se sentó en el sofá. Notó que le temblaban las manos y las juntó. Se había enfrentado a la muerte con menos sentimientos que los que provocaban la idea de que su mujer lo hubiera abandonado de nuevo. ¡Dios!
¿Pero por qué pensaba eso? ¿Quizá porque le había fallado? ¿De nuevo?
¿Dónde estaría?
Hubo un tiempo en que habría sabido dónde habría ido en mitad de la noche, tensa, enfadada y acosada por emociones e intrigas que ella era incapaz de entender. Hubo un tiempo en el que habría creído que ella se habría ido con él.
Pero no se había quedado a su lado.
Y no conocía a esa sombra tranquila de mujer que se había apoderado de su corazón y lo había destrozado.
Ella había empezado a recordar. No mucho. Pero si había empezado a recordar, ¿recordaría el sitio dentro de ese tributo monstruoso a la vanidad de un hombre, que ella había considerado su propia casa?
En el invernadero, las luces que se reflejaban en la piscina creaban sombras extrañas entre las palmeras. Edward encontró a Bella sentada en el banco de cemento que había cerca de la puerta de la pajarera. Levantó la cabeza cuando él se acercó a ella, pero no abrió la boca, ni se movió.
Estaba tensa. ¿Trataba de ocultarlo? A lo mejor no.
Desde donde él estaba se veían las sillas de mimbre. Ella las había elegido. Pero esa noche no estaba sentada en ellas. ¿Qué estaría recordando?
¿Recordaría las veces que se reían mientras él le quitaba el traje de baño y hacía el amor con ella en el sillón que había a sólo unos metros de donde estaba? ¿O de la foto que él le había quitado de las manos cuando ella había perdido el conocimiento aquella primera noche que pasó en el hotel? La foto que él había escondido, pero que no podía olvidar.
¿Quién habría tomado aquella fotografía? Había vuelto a contratar a los Handly nada más regresar. Había vuelto a contratar a todas las personas que le habían sido fieles durante años y que Esme había despedido y reemplazado en su ausencia. No podía ser uno de ellos. Prefería pensar que no había sido uno de ellos. Pero pocas eran las alternativas.
Al principio pensó que podría ser alguien cercano a Bella, alguien que la había ayudado a escapar. Pero esa posibilidad parecía cada vez más improbable cada día que pasaba. Preguntas. Muchas preguntas. Y nadie tenía respuestas, a excepción del doctor Marcus Vulturi, y sus contactos le habían dicho que no quería hablar, a pesar de que le habían amenazado con denunciarlo.
—¿Bella?
Se quedó sentada muy tensa, como si uno de los pájaros que tenía detrás de ella la tuviera atrapada en sus garras.
Era una mujer que había sido criada con delicadeza. Y él tendía a olvidarlo. Nunca había estado expuesta a las crudas realidades de la vida, hasta que él la sacó del sitio donde se ocultaba en Sudamérica y la había llevado a aquella pesadilla.
Una pesadilla de la que él creía que podrían escapar.
Una pesadilla que en la mejor tradición de las películas de horror era recurrente, que tenía su tela, como si de una araña se tratara.
Se sentó a su lado y tomó su mano. Sintió su pulso, pero entrelazó sus dedos en su mano.
—Makenna me ha dicho que la cena ha sido desagradable.
—Más o menos —cerró los ojos y respiró de forma entrecortada—. Parece que no soy tan inteligente como yo pensaba que era.
—Cuéntame.
—¿No te lo contó la señora H?
—No. Sólo me dijo que te marchaste sin acabar de cenar, pero no la causa.
Volvió la cabeza y lo miró a los ojos.
— ¿Puedes decirme una cosa, por favor? —le preguntó—. Aunque sólo sea por esta noche, ¿podrías olvidarte de las recomendaciones de Rosalie y responder unas preguntas? Es muy importante, Edward —se mordió el labio con los dientes—. Muy importante.
¿Debía responder?
Hasta el día antes no lo habría hecho, pero en ese momento... No, él tampoco pensaba que el camino elegido por Rose fuera el único viable, ni el mejor. Pero, ¿qué camino tenía que tomar?
Yo creo que cuando Bella se recupere le vendrán los recuerdos como cascada. Desconfío de Rosalie, pienso que ella saboteó a Bella.
ResponderEliminarAaaa yo quiero saber k le va a preguntar me voy a kedar sin dedos
ResponderEliminarEsa rosalie cada vez se m hace mas sospechosa asi como esme quiero saber!!!!!!
creo que hay una alianza de Esme y Rosalie para separarlos
ResponderEliminarJummm Rosalie no me da buena espina, parece que quisiera hacer desaparecer nuevamente a Bella, igual que Esme.... espero que de verdad le pueda contestar toda las preguntas..... Espero que Bella empiece a recordar...
ResponderEliminarBesos gigantes!!!!
XOXO
Rose y Esme ta me tienen aburrida!!!!... ojala la cosa cambie pronto....
ResponderEliminarEstoy segura de que si Edward le contestase a todas sus dudas, los recuerdos de Bella verían el camino de vuelta. Creo que en cierto modo, Rose y Esme la ven como una molestía de la que desean desembarazarse. Por la razón que sea se nota que no quiere que recuerde además de meter cizaña para separarla de su marido.
ResponderEliminarEstoy segura de que si Edward le contestase a todas sus dudas, los recuerdos de Bella verían el camino de vuelta. Creo que en cierto modo, Rose y Esme la ven como una molestía de la que desean desembarazarse. Por la razón que sea se nota que no quiere que recuerde además de meter cizaña para separarla de su marido.
ResponderEliminarEspero que cuando Bella recupere la memoria se logré resolver todo y que se sepa que paso en verdad!!!!
ResponderEliminarohhh no creo que bella sea como dicen que es, estoy segura que hay alguna razón importante para haber huido!
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