Capítulo II ~ Amarga Posesión


Cuando Edward regresó llevaba puesto un traje gris claro.

Bella esperaba en su habitación y trataba de peinarse con un elegante moño.

—Hola —lo saludó cuando abrió la puerta y agregó con admiración—: Estás muy bien.

—Se supone que yo debería decirte eso —replicó él—. Excepto que no te veo bien.

Bella se llevó la mano al cabello y sacó algunas de las horquillas que se veían y sonrió débilmente.

Edward se estiró y extrajo el resto de las horquillas. Después le acomodó el cabello en los hombros y se inclinó para besarla.

Bella cerró los ojos contra el azul del cielo y separó los labios. Era su primer beso real, y siempre tuvo miedo de no saber qué hacer. Pero los tibios labios rozando su boca, la lengua húmeda y poderosa probando la de ella con control cuidadoso le proporcionaron la guía que necesitaba. La presión desconocida de la afeitada barbilla contra la de ella despertó el deseo que saltó por sus venas. Esa sensación comenzaba por fin a revelarle sus misterios.

Cuando se separaron, Edward delineó delicados besitos en su rostro antes de erguirse. Le alisó el cabello con sus grandes manos. Bella tembló con placer cuando apoyó la mejilla contra el pecho de él. Era tan alto… parecía cernirse sobre ella; eso significaba que su oído escuchaba su corazón firme, su respiración segura.

—Eso fue maravilloso —suspiró Bella.

—Bien. Así debe ser. Ahora ponte en algo deshonroso. Te llevaré a algo especial.

—¿Deshonroso? —lo miró sorprendida—. Pues a mí no me gusta esa clase de ropa…

—¡Bella! —exclamó él con humor—. ¿Qué diablos pensaste? ¿Un vestido escotado de satén rojo? ¿Qué pasa en esa cabeza tuya?

—Yo… —se humedeció los labios y suspiró—. ¿Qué quisiste decir con "deshonroso"?

—Ah —señaló él y cuando sonrió, sendos hoyuelos se formaron en sus mejillas—, me refería a jeans con el trasero manchado de tierra, una camiseta rosa con manchas de césped y sandalias desgastadas. Ya sabes, esa clase de ropa. Cualquier cosa menos ese arreglo floral que traes puesto.

Bella miró de mala gana el vestido de verano que había comprado en Dorchester el día anterior; no era su estilo de ropa.

Esa vez sí recordó ofrecerle una bebida antes de subir a cambiarse. Por lo menos esa parte le salió bien, pero cuando regresó vestida con unos pantalones de algodón azul, una sudadera rayada y alpargatas azules, descubrió que él no había tocado la bebida.

—Eso está mucho mejor —la halagó Edward.

—¿No la quieres? —preguntó con ansia mirando el vaso.

—Admito que no me gusta mucho —hizo una mueca—. ¿Qué es?

—Té helado —contestó, tratando de no reírse de sí misma. Se mordió el labio inferior, pero no sirvió de nada y estalló en risas…

—¿Cuál es el chiste? —inquirió él confundido.

—Mmm… —Bella inclinó la cabeza y trató de hablar señalando el libro de poesía que estaba en el sillón—. Yo… pues, compré el vestido, recogí mi cabello y preparé té helado para impresionarte con mi carácter frío y distinguido.

—¿Y dónde entra el libro?

—Se supone que me encontrarías leyéndolo cuando llegaras, sólo que estaría sentada en una silla de mimbre bajo los árboles. Sin embargo, aún no compre la silla. Estoy ahorrando.

—¿Estabas tan segura de que vendría? —preguntó Edward con una sonrisa.

Bella asintió.

—En ese caso, de verdad tienes un carácter frío y distinguido sin importar tu apariencia exterior —se rió.

"Ah bueno, pensó Bella, quizá si le gustaba tal y como era".


*~AP~*


Llegaron en coche a Weymouth. Él se quitó la chaqueta y se la puso al hombro. Después abrazó a Bella por los hombros. Ella podía oler su loción contra el aroma de su piel. Caminaron por el malecón, mirando el ir y venir de los botes.

—Compraré un pequeño yate —señaló él—, y te llevaré a pasear.

Bella miró su ropa.

—He oído de los accesorios de diseñador —suspiró con ironía—, pero comprar un bote para que vaya con mi atuendo es un poco extravagante, ¿no crees?

Después, visitaron los terrenos de la feria. Por fin, cuando la oscuridad de julio comenzó a caer, Edward la llevó al extraordinario mundo del Lago Radipole. Los altos arbustos crecían como un bosque a su alrededor, las aves acuáticas chillaban desde los lechos de carrizo. Fue una mala elección para terminar un tibio día de verano, pues tan pronto como él le mordisqueó la oreja, los mosquitos atacaron ferozmente.

No importaba. Los dos se rieron. Bella sabía que él esperaría. Al día siguiente él fue, y al siguiente y al siguiente. Cada vez la besaba una o dos veces. Y cada vez el pulso de Bella se aceleraba, y el deseo hacía vibrar sus sentidos de una forma que nunca imaginó. Y supo que se enamoraba más y más de ese hombre extraordinario, que era demasiado mayor a sus treinta, demasiado elegante para estar interesado en una chica como ella. Era soñador, emocionante… ah, ella lo entretenía con su parloteo y sus bromas. Estaba segura de que él sentía algo grande cuando la besaba, pero no era amor. Sin embargo, no importaba. Era suficiente que la abrazara, que la llevara a navegar y le llevara flores. Eran la clase de cosas que crean los sueños y Bella era joven para soñar.


*~AP~*

Era sábado, lo cual significaba que Edward no usaría traje. Él llegó antes del almuerzo. El clima era caluroso y Edward se quejó de que el tráfico estaba espantoso. Todos parecían dirigirse a la costa.

—No importa —aseguró Bella con alegría—. No tenemos por qué salir. Hay un lago al final de nuestro jardín. No puedes verlo desde aquí por los árboles. Ven, te lo mostraré.

Se llevaron cojines de la casa y ocuparon la chalana.

—Ojalá te gustara el vestido floreado —suspiró Bella cuando se acomodó en los cojines—. Eso y un sombrero de paja harían maravillas con mi imagen, y una barra de chocolate, claro.

—Esos pantaloncillos hacen bastante por tu imagen, créeme —enunció él, usando el remo para alejarse de la orilla.

Bella se sonrojó un poco. Ya se acostumbraba a aceptar los cumplidos.

Más tarde, cuando yacían sobre los cojines, navegando a la deriva en medio del lago, Bella lo miró a los ojos. El sol vespertino estaba detrás de Edward, ensombreciendo su rostro contra el azul etéreo del cielo. De pronto su peso la presionó; con su duro muslo atrapado entre los de ella. Su camiseta estaba levantada. El último beso habló de tal pasión, de tal urgencia que se descontroló. No usaba sostén, de modo que las cimas duras de sus senos estaban expuestas, oscuras e hinchadas. Estaba excitada al límite de la desesperación, en el umbral donde su mente la liberaría en un nuevo mundo de sensaciones. Con el último resto de control, susurró contra el rostro en sombras:

—No…

Él gimió dolorosa y desesperadamente; sus ojos se profundizaron y su rostro se contorsionó por alguna clase de dolor. Después la tensión excitante de su cuerpo esbelto y duro cesó, y Edward se desplomó con angustia sobre ella. La boca de Bella presionó la piel de su pecho. El vello cobrizo y rizado se levantó contra su boca. La punta de su lengua probó la sal y el sudor, el deseo animal y puro en su piel. Volvió la cabeza, temerosa de que su propio deseo la debilitara. Muy en su interior una palpitación expectante vibraba, deseoso, al ritmo de lo que pudo ser.

Edward rodó de costado, y dejó que el sol calentara su rostro.

—Está bien… está bien —gimió con suavidad—. No te preocupes, Bella. Sólo cuando me desees, mi amor. Sólo entonces —murmuró en tono apasionado.

Bella volvió sus enormes ojos hacia él y percibió la ternura en los labios que momentos atrás probaron sus pezones hinchados. Las lágrimas se derramaron en sus mejillas.

—Te deseo ahora, Edward —admitió con ingenuidad—. Te deseo tanto que no puedo soportar negarlo. Lo que pasa es que…

—Te amo… —la calló tiernamente.

—Ah, y yo te amo a ti —replicó, sonriendo generosamente. Él no hablaba en serio, claro. Quizá lo decía para ser amable, pero no importaba; se escuchaba maravillosamente murmurado de modo tan gentil cerca de su oído.

—Creo que será mejor que nos casemos, ¿no? —susurró él con más suavidad aún—. Así no tendrías que decir no otra vez.

Las palabras le proporcionaron un placer tan intenso que gritó. Nunca pensó que eso fuera posible, nunca. Parpadeó con las lágrimas de felicidad mientras él la abrazaba fuertemente.


*~AP~*


Edward se fue unos días a atender un negocio en Londres. Bella vagó por la casa y el jardín. De cuando en cuando se preguntaba por qué Edward estaba interesado en una chica como ella. Pero no hacía caso de la respuesta. Estaba muy interesado y eso era suficiente. Le gustaba como era. Quería casarse con ella. ¿Por qué debía dudar?

A su regreso, Edward la besó profunda y urgentemente.

—¡Sí! —susurró ella contra su mejilla, pero él sólo se retiró y le sonrió a los ojos. La amaba. Era increíble, pero ahora lo sabía. Debía ser así. Después, Edward sacó un pequeño estuche de cuero.

—Te compré un anillo en Londres. Por eso fui allá también.

—Pero pudiste comprar un anillo de bodas en Dorchester. Después de todo, son mucho, mucho más lindas.

Él sólo sonrió con diversión y esperó a que abriera la caja. Era un anillo de compromiso con zafiros y brillantes, discreto y hermoso, y las piedras eran grandes e impresionantes.

—Oh, Edward —murmuró Bella impresionada—…es hermoso.

—Es un símbolo de los bellos días y noches que habrá entre nosotros… —susurró él y le puso el anillo.

Bella desvió la mirada. Se sentía tímida por la emoción y jugueteó con el estuche.

—¿Qué haré con esto? —murmuró, sin saber qué decir—. Es demasiado lindo para tirarlo… ah, ya sé…

Y corrió por el joyero de su madre, quien se lo había dejado con una breve nota de disculpa en la tapa. Como siempre que Bella tocaba la caja de cuero rojo, los recuerdos llegaban. Nunca se puso en contacto con su madre, ya que estaba muy herida por la forma en que había actuado Alice. Sólo pelearían más, y Bella prefería tener recuerdos felices.

Sin embargo, algo que leyó en una revista le dio una esperanza. A Alice le habían extirpado el apéndice antes de irse; había estado grave, y en el artículo decía que una peritonitis después de la apendicitis podría causar infertilidad. Quizá los doctores le dijeron algo así a Alice, y su dolor fue tan grande que sintió celos de Bella y eso la llevó a…

Bueno, era posible. De ser así, Bella sentiría algo de compasión, o mucha, y quizá volvieran a ser amigas. Miró el zafiro y los diamantes sobre su piel dorada. Lo que daría por poder mostrarle el anillo a su madre.

Abrazó a Edward cuando regresó y le sonrió.

—Mira, soy una mujer acaudalada. Hasta tengo mi propio joyero para guardar el estuche. Será lo más preciado de aquí —puso la caja en la mesa de la cocina y la abrió—. ¿Les hablamos a mis padres para decirles? —preguntó con ansia.

Edward frunció el ceño e hizo una pausa.

—No. Démosles la sorpresa a todos. Hagamos que nuestra boda sea un secreto para nosotros dos… sé que soy egoísta, pero quiero tenerte para mí solo por un tiempo.

Tomó algunas de los viejos anillos de la caja: zafiros, diamantes, rubíes, esmeraldas… acomodados en cojincillos. Después sacó el collar de perlas estilo Eduardo. Eran bandas y bandas de perlas chicas, diseñadas para rodear un cuello largo y esbelto, cubriendo desde el cuello hasta los senos, como un manto para los hombros. Había pendientes complejos estilo Victoriano, gargantillas elegantes y brazaletes; camafeos, aretes, broches, fistoles.

—Esto debe costar una fortuna —señaló Edward con seriedad.

—Supongo que sí —se encogió de hombros—. Es una colección sentimental. Cada generación deja algo con recuerdos en la caja. Algunas son joyas reales, otras son sólo recuerdos como este extraño brazalete. Se tejió con el cabello de mi tatarabuela, ¿o fue con la barba de mi tatarabuelo? Ahora es difícil saberlo, ¿no? Bueno, creo que las piedras en las piezas finas son reales. ¿No serán de pasta? Podría ser. Aunque no creo que sea pasta —terminó, pero Edward seguía muy pensativo, así que continuó—: Pasta. ¡Ug! Nadie confundiría joyas reales con pasta, ¿o sí? Es una palabra fea y seca. Pasta de dientes, pasta de fluoruro. Sólo agregue agua hasta obtener una pasta espesa… es esa clase de palabra.

—Esto no es pasta —anunció Edward, levantando unos pendientes de esmeralda—. Estoy seguro. ¿Dónde guardas el joyero?

Bella lo miró con anhelo y deseó no haber sacado la caja. Eran joyas aburridas. No quería que él mirara viejas piedras. Quería que la mirara a los ojos.

—En el armario de la antigua habitación de mi madre —suspiró—. Se supone que son mías desde que se fue, pero es como un préstamo únicamente. Algún día tendré que heredárselas a mi hija, cuando tenga una.

Se sonrojó hermosamente. Ella y Edward no habían hablado de bebés, y ella era demasiado inocente para hablar de ese tema. Aun así, deseó que él hiciera un comentario en el sentido de que algún día querría una hija. Por un momento creyó que lo diría, pero cambió de opinión.

—¿En el armario? ¡Pero, Bella, esta casa no tiene sistema de seguridad! ¿No hay una caja fuerte?

Bella sacudió la cabeza.

—¿Ni siquiera una alarma contra ladrones? —gimió Edward—. ¡Ay, Bella! —murmuró y guardó las joyas—. Voy a poner esto en el banco mientras buscamos alguna solución.

—Está bien —se encogió de hombros—. Pero ¿por qué?

—Por mi paz mental.

—Pero a mí no me importan.

—No, pero tú me importas a mí. No quiero que te asalten. No sería una experiencia agradable.

—No, supongo que no… —susurró dudosa. Nunca pensó en el asunto, pero estaba segura de que Edward tenía razón—. Bueno, si piensas que es lo mejor…

—Sí.



*~AP~*



La noche antes de la boda la llevó a Londres y se alojaron en habitaciones separadas en un lujoso hotel del elegante barrio de la ciudad. Llenó su habitación de rosas; hizo que le entregaran el más exquisito vestido y que le enviaran una modista para hacer los arreglos necesarios. Ordenó un ramo de botones de rosas blancas entrelazados con hiedra, y una caja que contenía ropa interior de seda y encaje blanco con listones azules, así como unas zapatillas de cuero con aplicaciones de perlas. Finalmente quedó vestida frente al enorme espejo y se admiró en tanto movía los hombros desnudos, debido al escote bajo, entonces Edward se le acercó por la espalda con el collar de perlas del joyero.

—Algo prestado —anunció y abrochó el collar alrededor de su cuello. Bella se miró de nuevo. La red de perlas parecía como encaje en su piel dorada. Se ajustaba bien al escote. Ahora no solamente parecía modesta, sino hermosa, virginal y radiante.

Edward se detuvo a su lado, vestido formalmente.

—No te besaré hasta que seas mi esposa —señaló con voz ronca.



*~AP~*



Bella hizo sus votos en una capillita, con el corazón henchido de felicidad. Después Edward levantó el velo y la besó. La llevó directo al hotel, la acostó en la cama y la llevó más allá del deleite. Por primera vez, Bella escapó con él en el infinito espacio más brillante que la luz. Era su esposa en todos los sentidos. No había pedido nada de eso. Siempre pensó que se casaría en un registro civil hogareño, con un vestido de su propia confección, con una banda de oro. Y sin embargo, sin pedirlo, Edward le había dado el mundo.



*~AP~*



Yacían en la cama, a media tarde, leyendo periódicos, Edward trató de convencerla de que fuera de compras, húmedo y ventoso afuera, así que Bella prefirió quedarse y hacer el amor una vez más.

El teléfono sonó, Edward se inclinó sobre ella y levantó el auricular. Durante tres días después de su boda, había recibido llamadas de negocios, pero siempre se libraba.

Esa vez, fue diferente.

—¡En nuestra luna de miel! —se quejó Bella con un puchero y tiró de Edward hacia la cama tibia.

Pero Edward insistió, y Bella dejó de quejarse; sonrió con placer, ya que tenía un marido importante con negocios que atender.

—Regresaré en una hora —dijo él—. ¿Qué harás mientras?

—Primero tomaré un largo baño y después iré a caminar un poco para recordarme que el mundo existe.

—Pero creí que no querías salir con este clima.

—Eso fue cuando tenía algo mejor que hacer… —sonrió.

Pero cuando él se fue, Bella se dio cuenta de que no le había dicho que lo amaba. Era la primera vez que su esposo la dejaba y ni siquiera le había dado un beso. Con una sonrisa traviesa, se vistió informalmente y salió corriendo por el pasillo, hacia el vestíbulo. Una vez ahí, miró a su alrededor. ¿Había llegado tarde? ¿Edward se había ido? Era un espacio enorme y lleno de gente. Pilares, arcos y palmas en macetas rompían el área vasta. Le tomó un momento darse cuenta de que Edward no se había ido, sino que estaba muy cerca al otro lado de la vegetación. Reconoció su voz.

Iba a rodear y tomarlo por sorpresa, cuando escuchó lo que Edward decía:

—Y yo también te quiero. De verdad. Debes creerme… —hablaba con una extraña intensidad, casi con fervor.

Pasmada, se acercó al banco de follaje y miró. Edward estaba con una mujer. Abrazaba a una mujer que ella conocía. Sí, no la había visto desde hacía tres años, pero Bella siempre reconocería a su propia hermana.

Alice se acurrucó en el brazo de Edward.

—Perdón, Edward —suspiró Alice—. No debí venir corriendo aquí, pero me sentía tan sola… tan aislada, esperando a que regresaras y arreglaras todo. Ha sido terrible.

—No falta mucho, Alice, te lo prometo —dijo Edward con ternura—. Pronto todo estará bien. De verdad que sí.

Alice suspiró y le sonrió a los ojos.

—Lo sé. No debí ser tan tonta. Yo confío en ti, Edward, tú lo sabes. Dime cómo te sientes tú —preguntó con suavidad.

Él se rió con voz ronca.

—Me siento de maravilla —confesó, abrazándola más—. Me siento como si caminara en las nubes. El amor es muy especial…

Alice sonrió con satisfacción, se puso de puntillas y le dio un beso provocativo en la mejilla. Después suspiró de nuevo y lo alentó:

—¿Cuánto falta, Edward? No creo que pueda esperar más. Si tan sólo supieras cómo me siento…

—Lo sé —le aseguró—. Si no sintiera lo mismo, ¿crees que seguiría con este engaño? Debes ser paciente, Alice. Esto tomará tiempo. Funcionará, ya verás. Y después podremos estar juntos otra vez.

—Oh —suspiró Alice—. Todo es tan excitante… ¿crees que ya esté embarazada?

—¡Alice! —se rió con indulgencia—. Paciencia, paciencia…

—Lo sé —se rió Alice—. Soy ridícula, pero no puedo esperar a ser… bueno, seré mucho más que una tía cuando la hora llegue, ¿no? Será tu hijo, Edward, no sólo el de Bella. Oh, cualquiera puede tener un sobrino o sobrina, ¿verdad? Pero este nene será prácticamente como si fuera mío, ¿no? ¿Me culpas por estar emocionada? Ah, me muero de ganas porque estemos juntos los tres…

—Ay, Alice… soy tan feliz —suspiró Edward—. Sólo espera un poco más, ¿sí? Yo me aseguraré de que todo salga bien para ti. Te lo prometo. No habrá más separaciones, ni dolores… todos los problemas del pasado se olvidarán y serás feliz por siempre. Yo siempre cuidaré de ti, lo sabes.

Bella retrocedió inconscientemente ante las últimas palabras de Edward. No quería oír más. Se sentía débil y podría caer de rodillas. Pero ahí no, ya que atraería la atención de Edward. Oh, Dios. No sabía lo que quería. Quería regresar en el tiempo. Era difícil respirar. Necesitaba salir. Rápido.

Las calles de Londres estaban bañadas por la lluvia. Debió parecer horrible, con el rostro lleno de lágrimas y la ropa empapada. Por lo menos en el centro de Londres nadie se percataba. La tormenta pasó y con ella la intensidad del dolor de Bella. Se sintió enfriarse por dentro y por fuera. Horriblemente fría. De su interior, surgía una hiel violenta, una amargura ácida. El simple hecho de pensar en Edward y Alice juntos le hacía sentir repugnancia. ¿Cómo podían ser tan despreciables? Él se había casado con ella para proporcionarse el hijo que Alice no podía darle. ¿Y después del nacimiento? ¿Qué planeaban entonces? ¿Le quitaría al nene y se iría con Alice, o viviría con Bella en una farsa de matrimonio y vería a Alice cuando pudiera, esperando una excusa para divorciarse…?

Pensar eso la asqueaba. ¡E imaginar que amó a ese hombre! Ah, qué tonta fue… pero no estaba enamorada de él… no podía ser… sólo había sido muy ingenua y tonta, y fácilmente la atrapó el primer hombre guapo que vio. Desde un principio supo que él no podía estar interesado en ella… interpretó atracción sexual por amor, ya que era demasiado inexperta para distinguir. De pronto le alegró que hubieran hecho el amor tan desesperada y urgentemente en los últimos tres días. Quizá Alice capturó su alma, pero Bella se lo regresaba con el cuerpo marcado por su pasión…

Corrió al hotel y sus pasos sonaban en el pavimento mojado. Bien; Edward no estaba ahí. De prisa se cambió y comenzó a guardar sus cosas. Metía la ropa en la maleta cuando él regresó. ¿De dónde? ¿De otra habitación? ¿De los brazos de otra mujer? ¡Dios, le daba asco!

—¡Bella! —exclamó Edward, mirando la escena—. ¿Qué diablos haces?

—Qué parece —murmuró ella groseramente.

—Oye, Bella, mi amor… ¿qué…?

—Perdón, Edward, pero de pronto me harté de la idea de estar casada contigo. Estoy segura de que entenderás cómo pasan estas pequeñas cosas, ya que eres un hombre de mundo, ¿no?

Reinó el silencio. Bella miró la maleta, ya que no tenía el valor para mirar a Edward a los ojos.

—Me viste con Alice —aseguró él—. ¿Sabes… sabes de nuestra relación?

—Sí.

—Mira, Bella, ahora estás alterada, pero más tarde hablaremos… es natural que te sientas así ahora… —la abrazó e hundió el rostro en su cuello.

Bella se esforzó por no gritar. Con el rostro pálido y los labios presionados, se alejó de él.

—¿Natural? —repitió con ira—. ¡Maldición, claro que es natural! Dame una buena razón para querer ser tu esposa, o la madre de tus hijos, dado el caso. Gracias a Dios que tomé la píldora tan pronto me pediste que nos casáramos. Por lo menos me ahorré ese horror. Ahora sal de mi camino, y de mi vida.

—¿Quieres una razón para quedarte? Tú me amas, Bella…

Aún ahora pensaba que podía convencerla. ¡Dios, pensaba que era estúpida!

—¿Amarte? Ah no, Edward. Estás muy equivocado —se volvió a él con ojos fríos de odio—. Nunca te amé, nunca. Me atrajo la… la curiosidad sexual. Eso es todo. Te olvidas de lo joven que soy, de lo protegida que siempre viví. Quería saber qué se sentía dormir con un hombre. Como me educaron en un convento, pensé que el matrimonio era la única forma de lograrlo. En las circunstancias, Edward, tu propuesta pareció irresistible. Bueno, ya supe todo lo que necesitaba saber, gracias —se arrancó los anillos de la mano y los lanzó con desdén a los pies de Edward—. No mereció la pena gastar en esas porquerías, te lo aseguro —terminó.

La expresión de Edward se oscureció y el color escarlata subió por su cabello. Tenía razón para estar furioso. Ella había descubierto su plan. La iba a sujetar de la muñeca, pero Bella retrocedió.

—No te atrevas a tocarme, Edward, o gritaré o vomitaré; depende de mi instinto.

—Bella… —murmuró con ira—. Escucha… sólo porque me viste con Alice…

Pero Bella no soportaría escucharlo. Esa voz la derretía, no quería escuchar más.

—¿Alice? Me alegra haberte visto con Alice —espetó—. Me alegra. ¿No entiendes que ella es lo de menos? Al verte con Alice abrí los ojos a la verdadera razón de por qué fui estúpida y dejé que me pusieras ese anillo en el dedo. Era inexperta y curiosa. Si me hubieras presionado a acostarme contigo antes de la boda, quizá lo habría hecho, y nos hubiéramos ahorrado muchas inconveniencias. Ahora, por desgracia, los dos cargamos un matrimonio obsoleto —cerró de golpe la maleta—. Ahora sal de mi camino. Tengo toda mi vida por delante.


10 comentarios:

  1. Lo matooo necesito una muy buena explicasion edward !!!! Yenni no me dejes así k sigue???????

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  2. Que perro! Lo odio! Y que Bella no se vaya sin sus joyas, ladrón.

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  3. Hola, muy buen capítulo y tengo la gran curiosidad de saber que es lo que sigue (no dejes que se me acaben las uñas de tanto morderlas)

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  4. No se me hace que Edward no la quiera... No será que Edward solo quería que Bella se reuniera con su hermana??? O algo parecido????
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  5. Yo digo que Ed y alice eran amigod y que Ed pensaba ayudar a Alice a volver a ver a su hermana. Pero luego esta lo qie dice Bella dobre la envidia que tiene Alice porque ella es esteríl. NOo sé, esto esta muy raro. GRACIAD por el cap

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  6. Cielos que decir estoy echaba una energúmena gracias no me dejes asiiiiii mucho tiempo hermosa gracias gracias gracias gracias

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  7. Para mi no está con Alice
    Sino q son amigos y la quiere ayudar a restituir la relación con bella.
    Pero esta bueno el drama

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  8. Muchas Gracias por actualizar, no se que pensar aun de Edward, pero si la ama por que tardara 4 años en buscarla y porque le hacia tantas promesas a Alice, también esta el hecho que quería que la boda fuera secreta no se no confió del todo en ninguno de los dos. Por favor actualicen pronto muchas gracias por la historia estoy super enganchada. saludos

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  9. Omg le puedo golpear .. y alice es una perra con perdon a los perritos

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  10. Mmmm no Se k pensar en este cap.... Odio a edwar y alice?? aplaudo a bella?? K tiene alice?? Que paso con edward??? Xk??

    No te demores con el cap siguiente

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