EHQMO-Capítulo 5


Edward 

Edward se pasó las dos horas siguientes andando por la cocina. No podía quedarse quieto y no quería café. Aún no tenían cobertura en el móvil. No quería comer. Lo que quería era una mujer que no lo desafiara a cada instante. Una que aceptara una copa y lo aburriera instantes después de haber aceptado.

Sin embargo, Bella no había dicho que si y aún no lo había aburrido.

Había jugado con él. Lo había desafiado. Había culpado a James por muchas cosas, pero no lo había aburrido.


Bella había encontrado un ejemplar del periódico del día anterior y había empezado a hacer el Sudoku. Cuando lo terminó, se puso con el crucigrama. Tenía la costumbre de golpearse la parte superior del bolígrafo contra los labios. Y él tenía la mala costumbre de excitarse cada vez que ella lo hacía.

Pareció que pasó una eternidad hasta que la radio volvió a cobrar vida y los empleados de la estación les informaron que el helicóptero estaba de camino. En realidad, sólo había pasado una hora y media.

—¿Vienen de camino? —preguntó ella cuando Edward terminó de hablar. A pesar de haber escuchado casi toda la conversación, quería asegurarse.

Edward asintió. Había llegado la hora de quitarse el saco de dormir y de volver a ponerse su ropa, aunque gran parte de ella seguía aún mojada. Las apariencias eran importantes y parecía que Bella también lo pensaba porque le dedicó una tensa sonrisa antes de recoger sus pantalones y desaparecer en el cuarto de baño para ponérselos.

Tal vez pudiera conseguir que pareciera que ella no se había revolcado con él. Tal vez entre los dos pudieran convencer a todo el mundo de que no había ocurrido nada entre ellos. El problema era que no había sido así y que, aunque no le gustara, Edward deseaba que volviera a ocurrir. Tal vez en una cama de verdad y con todo el tiempo del mundo para explorar lo que podría pasar cuando toda la antipatía del mundo podía transformarse en algo muy diferente.

Era una locura considerarlo.

Tenía que demostrar que no era como su padre. Él, al menos, sabía lo que sus actos le costarían a las personas que lo rodeaban. El daño que le haría a su madre y a Alice que él empezara una relación con Bella Swan justo cuando las dos creían haber enterrado la poco bienvenida asociación entre los Swan y los Masen. Había llegado el momento de que Swan se olvidara de la muchacha de ojos grises y piel de alabastro, la que tenía una lengua que podía derribar las defensas del alma de un hombre sin esfuerzo alguno.

—Tienes razón, no podemos —dijo, hablando con la habitación vacía—. Me alegra que lo hayamos solucionado.


Dejó caer el saco de dormir a sus pies y salió de él. Entonces, recogió su ropa y comenzó a ponérsela a pesar de la erección que tenía en aquellos momentos. El helicóptero llegó poco después con cuatro trabajadores de rescate y un piloto. Dos de ellos se dirigieron a la torre de control. Los otros dos se dispusieron a ocuparse de Edward y Bella.

Como ninguno de los dos tenía deseo alguno de permanecer allí, los dos salieron del quiosco y se encontraron con los trabajadores a medio camino. Hundidos hasta la mitad de la rodilla, se presentaron y luego los cuatro se dirigieron hacia el helicóptero.


Las aspas se habían detenido, pero el piloto aún estaba sentado frente a los controles. Hablaba por el micrófono que tenía en el casco.

—¿Qué ha pasado con la avalancha? —le preguntó Edward a uno de los trabajadores de rescate, que había dicho que su nombre era Abe.


—No afectó a la estación base ni al aparcamiento que hay a medio kilómetro, lo que es una buena noticia —dijo Abe—. La mala es que ha perdido usted dos torres del teleférico y que hay mucha nieve en el valle que podría terminar provocando otra avalancha. Las precipitaciones de nieve han sido lo suficientemente copiosas en algunos lugares como para resultar preocupantes, pero hasta ahora, lo de aquí ha sido lo peor. ¿Cómo se hizo lo del golpe en la cabeza?

—Estábamos en una de las cabinas del teleférico, cuando ésta se precipitó al suelo.

—¿Que estaban dónde? —preguntó Abe, mirando con incredulidad a Edward—.

Usted dijo que estaban en el quiosco. Dimos por sentado que habían pasado toda la tormenta aquí.

—No.


—Y ahora nos lo dice.


—No me pareció que sirviera de mucho decirlo antes. Estábamos bien. ¿Hay alguien más desaparecido en la montaña?


—Sólo Jacob —respondió Abe.


—Estaba en la torre de control cuando nos marchamos —dijo Bella y miró con preocupación hacia la torre. Ya no se veía por ninguna parte a los dos hombres del equipo de rescate, aunque resultaba evidente por sus huellas que habían llegado a la torre.
Cuando todos llegaron al helicóptero, Abe hizo que Edward se sentara y estuvo examinándolo durante unos minutos. Los otros dos miembros del equipo no tardaron en llegar. No se demoraron. Tampoco comprobaron la estación de donde salía el teleférico.

—No están buscando —susurró Bella con una voz tan delicada que contrastaba con la corpulencia que le otorgaba el grueso abrigo. Tal vez pensaba que con aquel gorro y las gafas colocadas en lo alto de la cabeza, su belleza era menor, pero alguien debería decirle que estaba equivocada—. Ni siquiera mueven la cabeza para mirar de un lado a otro.
Abe no dijo nada. Bella miró a Edward, pero éste no supo qué responder.

Los dos hombres alcanzaron el helicóptero y, durante un momento, no dijeron nada. Edward miró a Bella y vio que ella miraba fijamente a los dos trabajadores que habían vuelto con las manos vacías.


—Está allí —dijo uno de ellos en voz baja—. Muerto.

Abe se lo tomó muy mal. Aunque sin dejar de examinar a Edward, su emoción se notó en el modo en el que le temblaban las manos. Bella también sufrió mucho. Edward no podía comprender lo que Jacob había sido para ella. Cerró los ojos y se quedó completamente inmóvil. No dijo nada. Nada en absoluto.

—¿Cómo? —preguntó Edward con voz ronca. Tenía que saber la razón de que uno de sus empleados hubiera fallecido.


—No tiene marca alguna —dijo el primero de los hombres—. Tiene la ropa seca y la habitación no está fría. No ha sido por hipotermia. Lo único que se me ocurre es que le dio un ataque al corazón, pero es sólo una suposición.—Edward asintió.

—Gracias.

Se tendría que informar a la policía y a los familiares más cercanos de Jacob. Él tenía una hija en algún lugar del norte de la isla. Su esposa había fallecido hacía años.
—Ahora, lo mejor es que lo llevemos a usted al hospital —dijo Abe rompiendo el silencio.


—No. Nada de hospital —replicó Edward.


—Se ha dado un golpe muy fuerte en la cabeza — afirmó Abe—. Los dos cayeron al suelo desde una altura considerable y tuvieron que ponerse a salvo en medio de una fuerte ventisca y puedo garantizarle que, si esa ropa era la que llevaba puesta, habrá sufrido cierto grado de hipotermia. ¿Qué le da la impresión de que tiene elección?


Bella

—No —le dijo Bella al médico por centésima vez—. No hay necesidad para que yo me desnude. No tengo nada roto, nada congelado ni me duele nada. Por lo tanto, me voy a mantener vestida. Bella no era una persona beligerante, por lo que el esfuerzo de oponerse a lo que le decían le hacía temblar de ira, pero eso era mejor que un chequeo completo.

—Me ha examinado los dedos de las manos y de los pies y me ha tomado la temperatura. No he sufrido ningún golpe en la cabeza. Sólo le pido que me diga dónde tengo que firmar para poder irme de aquí.


—Podrá irse en cuanto se tumbe sobre la camilla y me deje examinar su abdomen y su espina dorsal. A través de la ropa, si insiste.—Insisto.


—¿Sabe una cosa? La beligerancia es una de las primeras señales de hipotermia —le dijo el doctor amablemente mientras le indicaba que se tumbara.

—La beligerancia es más o menos un estado natural para Bella —dijo una voz profunda desde la puerta.

Bella miró hacia allí y vio a Edward apoyado contra el umbral y acompañado de la madre de ella. Bella dio un paso al frente para abrazar fuertemente a su madre. Esme Swan lo había sido todo para ella. Sólo se habían tenido la una a la otra porque el padre de Bella había muerto cuando ella aún era una niña. Esme la estrechó con fuerza antes de separarse de ella para estudiarla con preocupación.

—¿Te encuentras bien, cariño?


—Sí —dijo ella, al borde de las lágrimas.


—Me gustaría creerla —dijo el médico—. Manténgase de pie ahí y déjeme que le examine el abdomen y la espalda. Si se puede mantener de pie, le prometo que habré terminado.
Esme dio un paso atrás y Bella dejó que el médico de Urgencias hiciera su trabajo mientras que Edward miraba desde la puerta. Él tenía una venda sobre el corte que tenía en la frente y un abrigo seco. Parecía muy cansado. Y tan atractivo...

—¿Por qué estás aquí tú? —le preguntó ella secamente mirándolo de un modo poco amistoso.


—Juro que he tratado de enseñarle buenos modales —dijo Esme frunciendo el ceño.

—Ya veo que no sirvió de nada —comentó Edward—. A mí ya me han examinado. Quería asegurarme de que tú estabas bien antes de marcharme. No hay otro motivo, Bella. Sólo cortesía y buena educación. Bella no pudo mirarlo ni responder. El médico por fin terminó de examinarla y le dijo que se podía marchar.

Por fin. A casa, donde la esperaba una ducha caliente y donde el hecho de desnudarse no significaba que un médico sabría por el aroma que tenía y por el estado de su ropa interior que Bella Swan había tenido relaciones sexuales hacía muy poco. Nadie debía saberlo.


Nadie.

—Te acompañaré a ti y a tu madre al coche —dijo Edward.

 —No hay necesidad alguna. —Edward la miró fijamente.

—Permíteme.


Bella se lo permitió, pero Edward sabía que ella deseaba de todo corazón que él se marchara. Fuera de su vida. Y así lo estaría, muy pronto. Tan pronto como consiguieran evitar a todos los periodistas que los esperaban a la puerta del hospital. Aún no se lo había mencionado a Bella. A Esme tampoco, aunque debía de haberlos visto al entrar.
Bella se detuvo en seco cuando los vio. Se dio la vuelta como si tuviera intención de salir huyendo, pero no había manera de huir de la prensa cuando buscaba algo. Edward lo sabía muy bien.


—Es mejor afrontarlo —murmuró él. Durante un instante, vio el terror dibujado en los ojos de ella, un miedo que contrastaba profundamente con la valentía que ella había mostrado en la montaña.

—¿No hay otra salida? —preguntó ella.


—Te encontrarían de todos modos —replicó él.

Le colocó la mano en la parte baja de la espalda y la animó a dar un paso al frente.

—Ya hemos practicado la historia, ¿recuerdas? — añadió él—. Yo no voy a cambiar ni una coma, si es eso lo que te preocupa.

—Verdaderamente no creo que pueda hacer esto —susurró ella con la mirada aterrorizada.


—Lo siento, pelirroja. No tienes elección —afirmó él.


Miró a Esme Swan y ella le devolvió la mirada, que era firme y algo burlona. Sin embargo, había agarrado a su hija de la mano y no parecía que fuera a soltársela en un futuro cercano.

—¿Lista?

Entonces, los tres salieron al exterior y dejaron que todo comenzara.


—Señor Masen, ¿puede decirnos cuáles son los daños que hay en Silverlake Mountain?


—Señor Masen, ¿se sabe algo sobre el paradero de Jacob?


—Señor Masen, ¿nos puede decir por qué se marchó del entierro de su padre para reunirse con Bella Swan?

—Espero que sus preguntas sean relevantes. Si no es así, no las hagan — replicó Edward dedicando una dura mirada a un grueso reportero que le bloqueaba el paso a Bella—. Ahora, les responderé. Los daños que la avalancha ha causado en Silverlake son importantes. La señorita Swan y yo nos vimos sorprendidos por lo ocurrido, pero sólo hemos sufrido daños superficiales. Gracias a todos por su preocupación. En cuanto a Jacob, sólo sabemos que estaba haciendo funcionar el teleférico desde la torre de control cuando ocurrió la tormenta. En estos momentos se desconoce su paradero —mintió. No quería decir que estaba muerto hasta que no se informara a la familia.

—Señor Masen, ¿nos puede dar una cifra aproximada sobre lo que costará reparar los daños producidos en Silverlake?

—Todavía no.


—Señor Masen, se ha comentado que su hermana ha dicho que usted llevaba ya algún tiempo dirigiendo las empresas Masen y que la muerte de su padre tendrá poco efecto sobre el funcionamiento diario de Masen Holdings.


—Correcto.


—También ha comentado que no ve razón alguna por la que la señorita Swan y usted pudieran haber quedado en la montaña el mismo día del entierro de su padre.

—También correcto.


—Sin embargo, usted tiene una cabaña allí arriba — comentó el corpulento reportero—. Una cabaña que su padre solía utilizar regularmente para realizar...

negocios.

—Por supuesto.


—¿Qué estaban haciendo la señorita Swan y usted ahí arriba?


—Por lo que a mí se refiere, me estaba despidiendo de mi padre —dijo Edward muy seriamente—. Tomé la última cabina para bajar de la montaña, lo mismo que la señorita Swan. Entonces, se produjo la avalancha y yo me quedé inconsciente. Cuando recuperé el conocimiento, no era capaz de distinguir el cielo de la nieve. La señorita Swan me ayudó a subir la montaña y me puso a salvo. Lo hizo a temperatura bajo cero, en medio de una ventisca y en ocasiones tirando de mí en medio de una situación de pesadilla. Le debo la vida y, por ello, le doy las gracias. Declaro la profunda y sincera admiración que siento por su determinación, agilidad mental y experiencia en la montaña. ¿Lo he dejado todo claro?

No había escándalo alguno en sus palabras.


—Señorita Swan, ¿tiene algo que comentar al respecto? —le preguntó el reportero corpulento con una sonrisa poco sincera.

—No —respondió Bella.

Sintió que ya no le quedaban defensas, ni contra los reporteros que tan ávidamente la miraban, ni contra Edward. Él la había escuchado. Aquellos comentarios horribles que ella le había dicho sobre el modo en el que el comportamiento del padre de Edward había afectado a su vida. Edward había escuchado.
Había dicho que la admiraba, en público y en voz alta. Un Masen había elogiado a una Swan. Increíble.


—Tiene que hacer usted algún comentario —insistió el reportero.


—Simplemente, me alegro de estar viva —afirmó ella—. Y me alegro de que Edward también lo esté. Ahora, estoy muy cansada y sólo deseo marcharme a casa. No tengo nada más que decir.


Edward miró al periodista y éste miró a Edward.


—Muévete —dijo suavemente. Atravesaron la maraña de periodistas en un instante y Edward acompañó a Esme a su coche—. Lo has hecho muy bien — comentó, mientras Esme se dirigía a la puerta del conductor.

Bella asintió y apartó la mirada.


—Jamás te habría dejado en sus garras, Bella. No soy así.—Ella se encogió de hombros porque no sabía qué contestar.

—Ahora lo sé.

—No eres muy confiada, ¿verdad?


—No —replicó ella. Jamás había tenido motivo para serlo—. No sé lo que esperaba allí, pero eso no. No que me apoyaras. Ni que me dieras las gracias. Yo... te lo agradezco mucho.

—Si tanto te sorprende, trataré de no hacerlo con frecuencia.

—De acuerdo.

Edward sacudió la cabeza. Tenía en el rostro una curiosa mezcla de apreciación y arrepentimiento. Entonces, él se dio la vuelta y se marchó.

—Ha sido muy amable —dijo Esme mientras las dos se montaban en el coche.

Bella trataba de no mirar a Edward mientras él se dirigía al taxi que lo esperaba. ¿Dónde estaba su familia? ¿Tanto les importaba que no se les viera cerca de una Swan como para que ni siquiera hubieran ido a recogerlo al hospital? ¿Qué clase de familia era ésa?


7 comentarios:

  1. Pobre Jacob 😢😢😢😢Me parece que Edward se está enamorando jajaja y que su familia le da más importancia al que diran que a los sentimientos

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  2. Madre mía lo que muchas intuimos.... Jacob murió de un infarto... 😯😯😯

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  4. Como se fue a morir jake no es justo 😢😢😢😢😢😢 asta la familia masen o al menos edward ase algo por bella ya era justo

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  5. Pobre Jake 😢😢 ahora a ver cuanto tarda en buscar Edward a Bella.

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  6. Oh no que tristeza lo Jacob y ahora esperemos que todo sea mejor con Bella y Edward!!!

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  7. No pense que Jacob terminara asi, una pena. Estuvo bien Edward con Bella.

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