Bella
trató de descansar. Iba a necesitar de toda su energía y coraje para hacer lo
que se proponía: limpiar su nombre de
toda culpa y ser reconocida como la madre de Nessie. Y después… después, ni
siquiera quería pensar. Pero los celos de Edward la habían llenado de
esperanza.
Bastante
más tarde, Bella llamó por teléfono a Félix, que fue a recogerla. Se dirigieron
juntos a una taberna típica griega junto a la turística playa de Alikes, y allí
él pareció muy complacido, al saber que Bella abandonaba la villa. Félix se
ofreció para ir a buscarla al día siguiente por la mañana, y se molestó cuando
Bella declaró que pensaba quedarse a las puertas de la casa de Edward hasta que
él decidiera dejarle ver de nuevo a su hija.
—Secuéstrala
y vuelve a Inglaterra —aconsejó Félix.
—No
puedo —contestó Bella—. Nessie no me conoce, se asustaría…
—Ah,
pero pronto se acostumbraría a ti.
—No,
Félix, no voy a hacerle eso a mi hija. ¿Cómo puedes sugerírmelo siquiera?
—Para
ahorrarte más sufrimiento —declaró Félix tomándola de la mano y mirándola a los
ojos—. Pobre Bella, esto debe ser terrible para ti. Debes estar al límite
cuando…
—No
me conviertas en una víctima, Félix —contestó Bella comprendiendo de pronto que
él siempre había actuado así—. Estoy decidida a hacer esto correctamente.
—¿Pero
por qué, cuando podemos marcharnos y llevárnosla en veinticuatro horas?, ¿por
qué, cuando podrías estar con tu hija, como siempre has querido? Ella estará
bien, los niños enseguida se acostumbran…
—No
—negó Bella apartando la mano, sintiendo repugnancia de pronto por aquel
contacto.
—Entonces,
¿vas a acampar delante de la puerta de la casa de Edward, esperando a ver si la
ves cuando entren y salgan?, ¿y crees que eso va a acercarte a tu hija?
—preguntó sarcástico.
—No
hará falta —declaró Bella con seguridad—. Edward no querrá escándalos, con su
cuñada apostada en la puerta de su casa, igual que si fuera un paquete perdido.
—Pensé
que me necesitabas para aconsejarte…
—Sí,
y te estoy terriblemente agradecida por lo que has hecho, Félix. Pero ya te lo
he dicho: jamás me llevaré a mi hija, mientras ella no se siente cómoda
conmigo.
Félix
tomó la mano de Bella y comenzó a besarla, sujetándola con fuerza al ver que
ella trataba de retirarla. Luego añadió:
—Bella,
me gustaría que me escucharas. Hagámoslo según nuestros planes. Si no te llevas
a tu hija ahora, tienes que saber que jamás la tendrás contigo. Según tú,
Nessie quiere mucho a Cullen, ¿no es así?
—Sí.
—Pues
te lo va a poner lo más difícil que pueda. Y según he podido averiguar, en el
terreno legal no hay gran cosa que hacer. Te concederán la entrada en la isla
una o dos veces al año, para ver a una niña que jamás te reconocerá. Sé que es
doloroso, pero creo que deberías rendirte. Vuelve a Inglaterra y comienza una
nueva vida, Bella. Deja que yo cuide de ti. Puedo curar tus heridas, haría
cualquier cosa por ti.
Bella
abrió los ojos inmensamente. Edward tenía razón. Horrorizada, al comprender que
había estado malinterpretando la actitud de Félix, trató de rechazarlo con suavidad.
Y, al hacerlo, desvió la vista ausente hacia el extremo opuesto de la taberna.
Allí estaba Edward, mirándolos. Bella tragó. Por supuesto. La observaba
constantemente… tratando de evitar que arruinara la reputación de los Cullen.
Félix frunció el ceño. Siguió la dirección de la mirada de Bella y, nada más
ver a Edward, le soltó la mano.
—Bien,
no puedo perder esta oportunidad. Voy a hablar unas palabras con él —comentó
con naturalidad.
—¿Sobre
qué? —preguntó Bella sorprendida, consciente de que su abogado siempre lo había
evitado.
—Bueno,
le diré que te vas de la villa, esas cosas.
Félix
tardó quizá demasiado tiempo en darle aquel escueto mensaje a Edward. Él lo
escuchaba sin inmutarse, sin mover un músculo, con ojos amenazadores.
—Ya
está hecho —comentó el abogado al volver a la mesa de Bella, satisfecho—.
¿Lista para marchamos?
—Claro,
creo que hoy me acostaré pronto.
—Y
yo.
.
.
.
~*~IA~*~
.
.
.
No
fue hasta no llegar al dintel de la puerta de la villa, cuando Bella comprendió
que Félix pretendía pasar la noche allí, con ella.
—No,
Félix —gritó muerta de pánico—, no lo eches todo a perder…
—Vamos,
estamos muy bien juntos. La otra noche, cuando estuviste en mis brazos…
—Solo
me estabas consolando —protestó Bella rehuyéndolo, recordando una y otra vez
las experiencias con Garrett, muy similares a aquella—. Por favor, Félix.
—¡Suéltala,
Sefton! —ordenó de pronto Edward con calma.
—¡Tú
no te metas en esto! —contestó Félix obedeciendo, mientras Bella suspiraba de
alivio.
—Suéltala,
o te mando a Inglaterra en el primer avión. Con un equipo sanitario, para
resucitarte —añadió Edward acercándose más a ellos. Bella se apartó de Félix de
inmediato—. Buenas noches, Sefton —continuó Edward sin quitarle la vista de
encima, mientras el abogado subía a su coche—. ¿Te encuentras bien? Dame las
llaves.
Bella
luchó por encontrarlas en el bolso, pero estaba tan nerviosa y temblorosa que
lo tiró todo al suelo. Ambos se agacharon a recogerlo. Edward, a pocos
centímetros de ella, la miró a los ojos.
—¿Te
encuentras bien de verdad, Bella?
—Estoy
temblando, desilusionada —admitió ella al fin—. Lo sé, ya me lo dijiste.
Gracias, me has ahorrado una terrible escena.
—Y
Sefton sigue vivo —sonrió él abriendo la puerta con una sonrisa y encendiendo
la luz.
—Bueno,
le habría asestado un fuerte golpe en sus partes, con la rodilla —sonrió Bella
débilmente.
—¿Puedes
tú sola, o quieres que me quede?
—Estaré
bien en cuanto recupere el aliento. Ya… ya me ha ocurrido una vez, por eso
sentí pánico. Pero en aquella ocasión no tuve tanta suerte.
Edward
apretó los dientes, vaciló un momento.
Bella
sintió que se le encogía el estómago. Finalmente él se dio la vuelta y se
marchó, despidiéndose con la mano.
.
.
.
~*~IA~*~
.
.
.
A
la mañana siguiente Bella se despertó pronto. Limpió la casa y dejó su maleta
en un cobertizo vacío que había visto el día que fueron a dar de comer a los
animales de la granja. Luego clavó una escueta nota en la puerta de la villa,
dirigida a su abogado:
Estaremos en contacto.
He encontrado
alojamiento.
Bella.
No
era cierto, por supuesto. Ya lo buscaría después, una vez hubiera obtenido lo
que quería de Edward. Al llegar a la mansión Cullen, Bella recordó que aquella
mañana Edward tenía intención de hablar seriamente con Heidi. Y no iba a
gustarle que ella apareciera en mitad de la discusión. Por eso se sentó frente
a la puerta. Después de un rato, decidió pasear. Se apoyó en el tronco de un
olivo y contempló el maravilloso paisaje. Y entonces comenzó a sentir amor por
aquella isla. No quería sentirlo, de modo que trató de buscar pegas. Aquel
extraño lenguaje que no dominaba, la distancia a su casa, las diferencias
culturales. Pero no se le ocurrió nada más. ¿Podría quizá vivir allí? El corazón le decía que Nessie sería más
feliz en aquella isla que en Inglaterra. Y ella… Bella inhaló el aire limpio,
lentamente. Quería ser la madre de Nessie siempre, no solo durante los fines de
semana. Y había algo más. También deseaba a Edward. Pero sabía que su relación
solo podía basarse en el sexo, dado el desprecio que él sentía por ella. No
obstante, era un comienzo. El sexo era lo único que tenía a su favor.
Solo
de pensarlo se le aceleraba el pulso. Edward no se había asustado al ver la
cicatriz de su pecho. Ni siquiera la había mencionado. Debía desearla mucho,
cuando era capaz incluso de ignorarla. Quizá, si lograra ser su amante, ella
pudiera explicarle toda la historia acerca de Garrett, sus manejos financieros.
El problema era que no tenía ninguna prueba. Sería su palabra contra la de Garrett.
No era muy esperanzador, pero tenía que intentarlo.
Bella
consultó el reloj y vio que era la hora de la comida, de modo que decidió
volver. Cuando llegó de nuevo delante de la puerta de la casa de Edward estaba
hambrienta y cansada. Además estaba nublado, y comenzaba a llover. Respiró
hondo y llamó a la puerta. Fue Edward quien abrió.
—¿Sí?
—He
venido a ver a Nessie.
—Hoy
no.
—Muy
bien —contestó Bella sentándose mientras la puerta se cerraba, dispuesta a
esperar.
—¿Qué
estás haciendo? —preguntó Edward abriendo de nuevo inmediatamente.
—Esperar.
—¿A
qué?
—A
qué cambies de opinión.
—Está
lloviendo.
—Ya
me he dado cuenta.
La
puerta se cerró. Bella musitó algo y se tapó la cabeza inútilmente con el
bolso. De pronto un rayo la sorprendió. Bruscamente, comenzó a diluviar con
fuerza. La lluvia levantaba el barro rojo del suelo salpicándola. En cuestión
de segundos estaba calada. Pero de pronto dejó de llover. Bella levantó la
vista y vio un enorme paraguas de colores.
—Entra
—gritó Edward tratando de hacerse oír por encima de los truenos—. Tienes un
aspecto lamentable.
—Gracias.
—Cada
vez que decido algo, me haces sabotaje.
—Lo
siento mucho.
—Sube,
date un baño y caliéntate.
—Muchísimas
gracias.
—No
es para tomarlo a risa.
Pero
lo era, pensó Bella. Había conseguido su primer objetivo. Temblando, siguió a
Edward escaleras arriba. Al llegar al descansillo él la observó con
impaciencia.
—¡Pero
mírate!
Bella
obedeció. Estaba calada hasta los huesos, cubierta de barro, con el pelo pegado
a la cara. Y debía estar poniendo perdida la alfombra. Miró para atrás y
comprobó que así era.
—Oh,
lo siento.
—Espera
ahí.
Edward
subió aprisa y recogió una toalla con la que envolvió a Bella. Luego la levantó
en brazos y la llevó hasta un precioso dormitorio, dejándola en el baño
adyacente, en el suelo.
—Te
buscaré algo de ropa, te la dejaré en el dormitorio. Baja cuando estés lista.
Bella
asintió, sin atreverse a decir nada. Cerró la puerta y preparó un baño con
sales y aceite. Y se sumergió en él suspirando. La bañera era lo
suficientemente grande como para que cupieran dos personas, observó. Bella
cerró los ojos y recapacitó. Quizá se quedara dormida y Edward tirara abajo la
puerta, atemorizado ante la idea de que se hubiera ahogado.
Permaneció
mucho tiempo en la bañera, esperando en parte a que apareciera Edward, hasta
que recuperó el sentido común y comprendió que era imposible, dado su estado de
ánimo. Así que salió, se secó, y se dirigió al dormitorio, esperando ver sobre
la cama un precioso vestido de Heidi. Sin embargo no había más que una camiseta
y unos vaqueros de hombre. Tampoco había secador, por lo que se enrolló una toalla
en el pelo a modo de turbante. Alguien llamó a la puerta.
—¿Estás
vestida?
—Casi
—contestó Bella envolviéndose con fuerza en la toalla, sentándose en la cama,
agotada.
—Creo
que debes saberlo —comentó Edward entrando en el dormitorio y sentándose en una
silla—. Heidi, Jane y Gia se han ido a casa de su padre.
—¿Y
la mujer de su padre?
—Dice
que le parece bien, si Gia se queda también, para calmar a Heidi. Marco Vulturi
quiere transformar un ala de la casa en un apartamento para ellas, así que de
momento no pueden mudarse allí.
—¿Tuvisteis
una escena?
—No,
se calmó cuando le dije que le pasaría una sustanciosa suma —contestó Edward
cínicamente.
—¡Qué
generoso!
—Heidi
es irritante y difícil, pero yo siento una gran simpatía por ella —musitó
Edward—. Tuvo una hija cuando no era más que una cría, y su marido jamás la
quiso.
—¿Y
a dónde ha ido, mientras tanto? —preguntó Bella compadecida.
—A
la villa. Es un arreglo temporal. Fue idea suya. Le dije que podía tomárselo de
un modo profesional. Tiene mucho talento para la decoración. Y Gia también lo
cree. Heidi estaba encantada con la idea.
—Estupendo.
—¿Y
tú, dónde piensas quedarte?
—Por
el momento, en ninguna parte.
—Pues
con este tiempo no puedes salir. ¿Cuáles son tus intenciones, Bella?
—Dormir
—contestó ella dejándose caer sobre la almohada.
Oscuramente,
en algún lugar de su conciencia, Bella oyó a Edward musitar y jurar. Luego
escuchó el rumor de sábanas, y entonces se hizo la oscuridad.
.
.
.
~*~IA~*~
.
.
.
Bella
se despertó creyendo que habían pasado solo unos minutos. La lluvia seguía
cayendo torrencialmente, todo estaba oscuro. Bostezó, se desperezó y acto
seguido se quedó helada. Un par de ojos la observaban. Entonces se encendió la
luz y descubrió que se trataba de Edward.
—¿Tienes
hambre?
—Ah…
sí, mucha, Edward.
—Te
buscaré un secador. Baja cuando te hayas vestido. Y deja ya esa actitud de mosquita
muerta. Prefiero verte gritar y reír.
Bella
se levantó. Edward se había marchado. Le llevó mucho rato desenredarse el pelo,
seco y revuelto en la toalla. Tuvo que remangarse la camisa de Edward unas
cuantas veces, para sacar las manos. Al abrocharse el escote comprobó que casi
podía meter la cabeza dentro, cada vez que la movía. Decidió mejor desabrochar
un par de botones, por mucho que el escote resultara sugerente. También tuvo
que abrocharse el cinturón muy prieto, para que no se le cayeran los pantalones
con el peso de tanta tela sobrante, recogida en los tobillos. Iba descalza.
—Hola,
¿hay alguien? —llamó Bella, entrando en el vestíbulo.
Edward
apareció tras unos instantes, la miró de arriba abajo y, tras esbozar una
mueca, le dio la espalda con un gesto, indicándole que lo siguiera.
—Estupendo
—contestó Bella mirando a su alrededor, admirando la exquisita decoración, sin
duda obra de Heidi.
—Tendrás
que quedarte aquí esta noche, y no me contestes «Sí, Edward».
Bella
estuvo a punto de echarse a reír. Había logrado su segundo objetivo.
—Gracias.
¿Sabes ya cómo vas a conseguir que Nessie tenga padre y madre?
—No.
—Pobre
cría. Es preciosa. Sería una lástima que se obsesionara…
—¡Bella!
—gruñó Edward dando un puñetazo en la mesa—. Ya estoy yo bastante preocupado,
no me estás ayudando mucho…
—Pero
puedo hacerlo —aseguró ella—. Sabes muy bien qué hago aquí, ¿verdad?
—Has
venido porque eres tan obstinada como una mula.
—Sí,
eso es cierto.
Por
fin había llegado el momento, pero de pronto Bella perdió el coraje. Lo que
tenía que sugerirle resultaba difícil de decir, duro, a la luz de aquella
luminosa cocina.
—Es…
tan difícil —comenzó Bella, dando vueltas a la ensalada con el tenedor.
—Eso
jamás ha sido un obstáculo para ti —declaró Edward cáustico.
—Está
bien —continuó Bella bajando la vista—. Tengo una proposición que hacerte
—añadió bajando las manos para desabrocharse disimuladamente otro botón de la
camisa, consciente de lo poco atractiva que debía estar con aquella ropa—.
Bien…
—¿Sí?
Edward
había pronunciado solo una palabra, pero lo había hecho con pasión, con
lujuria. Y al levantar la vista Bella observó que la contemplaba con expresión
sensual. Sí, él accedería, pensó excitada.
—Me
ofreciste una elección —continuó Bella con voz ronca.
Un
músculo del rostro de Edward se contrajo de pronto, casi imperceptiblemente.
Bella se lamió los labios tratando de continuar. Los ojos de Edward se
oscurecieron, Bella sintió que tenía la boca seca. Comenzaba a sentir calor en
todo el cuerpo.
—Yo…
—Bella tragó. Ojalá hubiera tenido el valor de lanzarse sobre él, rasgarle la
camisa y satisfacer el tempestuoso deseo que la embargaba—. En una ocasión te
dije que estaba dispuesta a todo por Nessie. Y creo que tú también —Edward
asintió en silencio—. Ella necesita conocerme, en eso estamos de acuerdo. Y yo
comprendo por qué quieres que me vaya… —nerviosa, al ver que él no decía nada,
excepto por lo que su cuerpo dejaba entrever, Bella se puso en pie y comenzó a
caminar de un lado a otro—. Ya no sé por dónde iba.
—Dices
que comprendes por qué quiero que te marches.
—Ah,
sí, cierto. Sin embargo… he decidido quedarme.
—Ahhh…
Aquello
fue solo un susurro. Ronco, profundo, emotivo. Bella continuó caminando con más
tensión, más deprisa. Tomó aliento e hizo su proposición a toda prisa, sin
darle oportunidad de interrumpirla.
—Y,
para empezar, quiero quedarme en esta casa, porque eso nos conviene a los dos.
Si lo piensas, verás que tiene mucho sentido. Yo podría trabar amistad con
Nessie más deprisa, podría subir a descansar o ir a verla cuando quisiera, y
gradualmente pasaría a formar parte de su vida, de modo que al final tú no
tendrías que soportar mi presencia durante tanto tiempo, como si viniera de
visita. Y ella acabaría por aceptarme como su madre y… y entonces se pondría
muy contenta y… y entonces yo podría marcharme a otra casa, buscar algo en la
isla. Nessie sabría que tiene madre, yo podría escribirla, telefonearla…
—¿Quieres…
vivir en esta casa? Sabes lo que eso significa —contestó Edward. Bella
asintió—. Deja que intente comprender lo que dices. Dices que, por el bien de
Nessie, ¿te arriesgarías a que te utilizara, simplemente por el sexo?
No
era así exactamente, se dijo Bella en silencio. No se trataba solo de sexo.
Quizá fuera esa la actitud de Edward hacia ella en ese momento, pero después,
de algún modo, lograría convencerlo de su inocencia, y sus sentimientos
cambiarían. La apuesta era fuerte, pero merecía la pena. Bella bajó la vista
hasta el suelo, tratando de dominarse. Y de pronto comprendió lo ridícula que
debía parecerle. Con tanto ir y venir, los vaqueros se le habían soltado,
arrastrándose por el suelo. El cinturón apenas se lo sujetaba en su sitio. Si Edward
parecía tenso, no era de deseo. Debía estar a punto de echarse a reír.
—Dijiste
que… qué harías cualquier cosa por Nessie.
—Sí,
eso he dicho —contestó Bella.
—¿Incluso
estar disponible para mí, solo por estar con ella?
Edward
debía estar tratando de descubrir hasta dónde estaba dispuesta a llegar por
Nessie. ¿A acostarse con él, o con
cualquiera que él pudiera sugerirle?, ¿es que no era más que una prostituta?
Pero debía responder. Su esperanza de volver a encontrar en él el amor que un
día habían compartido se desvaneció. Estaba haciendo el ridículo.
—Si
ese es el precio…
Bella
sabía que él no le quitaba ojo de encima. Miraba al suelo, pero se sentía
clavada a él, a causa de su mirada. Todo a su alrededor ardía, incluso el aire.
Edward debía estar reprimiéndose para no lanzar una carcajada.
—Trato
hecho —dijo él, cuando ella había abandonado ya toda esperanza.
—Gracias.
—Pero
con una condición. No volverás a ponerte en contacto con Sefton. Ni visitas, ni
llamadas telefónicas, ni cartas, ni nada.
—Él
sabe a qué atenerse, Edward. Y yo necesito un abogado.
—¿Un
abogado, o un compañero y cómplice de secuestro? —preguntó Edward con
sencillez—. Tengo todos los detalles sobre la ruta que habíais planeado seguir.
Él me los dio ayer, en Alikes. Yo que tú, me olvidaría de Sefton y de sus
jueguecitos. Podría resultar que no vuelves a ver nunca más a tu hija.
—¿Y
por qué iba él a contártelo todo? —preguntó Bella atónita.
—Sefton
me ha estado advirtiendo de esa posibilidad desde el principio, Bella. Él no
quiere que tengas éxito.
—¿Por
qué?
—Porque
no quiere cargar con una hija que no es suya, ¿no lo comprendes? Sefton es de
ese tipo de hombres al que les gusta que las mujeres dependan de él. Y tú
dependías de él desesperadamente, mientras estabas en prisión. Él podía hacerse
el héroe. No pretendo menospreciar lo que ha hecho por ti, solo sus motivos.
Pero en cuanto has demostrado tener fuerza, se ha vuelto atrás y ha hecho todo lo
posible para que fracasaras. Ya veo que aún no estás convencida. ¿Te
convencería si te digo que sé incluso que él te trajo ropa para ti y para
Nessie, y juguetes para distraerla durante el viaje?
Bella
se sintió traicionada. Su plan jamás habría funcionado. Félix se había
asegurado de ello. Edward los habría detenido antes incluso de salir de la
isla.
—Hicimos
planes…
—Lo
sé.
—¡Habría
perdido a Nessie para siempre! —se lamentó Bella.
—Sin
duda.
—¿Cómo
ha podido hacerme una cosa así?
—Él
tiene sus propios intereses. Tú debías encajar en ellos, Bella.
Bella
se echó a temblar, dio un paso hacia Edward y se tambaleó, pisándose los
vaqueros y agarrándose a la mesa llena de frustración, ante su propia torpeza.
—Estás
convencido de que iba a alejar a Nessie de todo lo que ama —sollozó Bella,
desesperada por conseguir la comprensión de Edward—, pero yo jamás haría algo
tan cruel. Félix y yo discutimos sobre esa posibilidad, pero yo insistí en que
mi hija y yo entabláramos primero una relación intensa antes de…
—De
secuestrarla. ¿Cómo ha podido ocurrírsete siquiera una idea así, Bella?
—Ya
te lo he dicho. Félix decía siempre que Nessie era una carga para ti, y la idea
me resultaba insoportable, Edward. Pensaba en mi hija, sufriendo a causa de tu
sentido del deber, en tu mujer y tu hija, tratándola mal, y eso… me volvía loca
—explicó Bella atándose de nuevo el cinturón.
—¿Y
ahora piensas de otro modo?
—Sí,
ahora pienso de otro modo. No tengo intención de llevármela de aquí jamás. Ella
es feliz, y te quiere. Espero que algún día me quiera a mí también. Tal y como
te he dicho, si todo va bien, viviré en Zakynthos y encontraré un trabajo.
Siempre he querido lo mejor para Nessie, de verdad. Creía que lo mejor era que
estuviera conmigo, pero ahora sé que nos necesita a los dos. Puedes confiar en
mí. Te juro que no voy a secuestrarla —Edward frunció el ceño. Bella contuvo el
aliento—. Créeme.
—Te
creo, pero tomaré precauciones. No irás a ningún sitio sin mí. Tengo que
vigilarte, Bella. Esta casa será tu prisión. Me parece razonable, dadas las
circunstancias, ¿no?
—He
conocido prisiones peores —musitó Bella—. Al menos, esta tiene piscina —Edward
apretó los labios, pero esa vez, definitivamente, para ocultar una sonrisa.
Bella suspiró. Su ridículo aspecto había conseguido vencer la resistencia de
Edward, que debía estar a punto de caer al suelo, muerto de risa—. Entonces,
¿estamos de acuerdo?
—Por
supuesto.
Bella
se remangó ausente la camisa. Había echado a perder su objetivo número tres.
Edward jamás volvería a desearla después de verla así vestida.
—Bella…
¿dónde están tus cosas? En la villa no quedaba nada, cuando llevé allí a Heidi.
—En
un cobertizo vacío, cerca de la granja.
—Pues
tendrás que esperar hasta mañana, entonces. No voy a salir con este tiempo.
¿Vas a terminarte eso? —preguntó Edward señalando la ensalada.
—No,
ya no tengo hambre.
—Entonces
ven conmigo. Puedes ocupar la antigua habitación de Garrett. No la ha usado
nadie desde entonces, aún están todas sus cosas, pero estoy seguro de que no te
importará.
Bella
observó a Edward con el ceño fruncido. ¿Pretendía
recordarle cuál había sido su deber? El día en que Bella le pidió el
divorcio a Garrett, él se había llevado todas sus cosas de la casa para
mandarlas a Zakynthos. Evidentemente, su intención había sido salir del país.
—¿Y
por qué iba a importarme? —preguntó Bella encogiéndose de hombros, movimiento
que causó que la camisa se le saliera del hombro.
—No
vuelvas a hacer eso —ordenó Edward respirando hondo.
—¿Hacer
qué?
—Ponerte
tan sexy, da igual la ropa que lleves —gritó Edward.
—¿Cómo?,
¿con esto? —preguntó Bella abriendo enormemente los ojos, preguntándose si
bromeaba. Bastó un vistazo para comprobar que no era así—. Edward… —añadió
Bella alzando una mano para detenerlo.
—Oh,
no, no puedes romper nuestro acuerdo tan deprisa —contestó Edward amenazador.
De
pronto Bella estaba con la espalda contra la pared, y Edward la besaba. La
camisa se
deslizaba por sus hombros, pero a Bella ya no le importaba nada.
—Una
noche intensa —musitó ella enloquecida.
—Estoy
deseándolo —contestó él, respirando seductoramente en su oído.
—Y
yo. Llévame a la cama, Edward.
Fuera
de sí, Edward se apartó de ella y la tomó de la mano. Pero Bella se resistió.
No soportaba más aquellos vaqueros. Se los quitó allí mismo, dejándolos caer al
suelo. De todos modos, no podía caminar con ellos. Entonces ambos echaron a
correr hasta el dormitorio donde ella se había bañado minutos antes. Al llegar,
él la acorraló contra la puerta y todo fue un caos de brazos y piernas, hasta
que cayeron sobre la alfombra.
«Te quiero», repetía ella en silencio en su mente, comprendiendo
que nunca se conformaría con una relación esporádica con Nessie y un revolcón
con Edward, cada vez que fuera a visitar a su hija. Quería vivir con ellos dos
para siempre, y nadie podría detenerla. El corazón le latía aceleradamente
mientras lo besaba, mientras saboreaba su piel morena. Lo lamía, lo devoraba.
Sus manos tocaron su carne excitada y cálida, mientras lo miraba a los ojos.
Y
esos ojos negros decían: «te quiero».
Edward mordió su labio inferior como si quisiera vengarse por algo que ella le
hubiera hecho. Tembloroso, acarició sus pechos. Pero de pronto sus manos se
detuvieron. Bella sintió la mano de Edward tantear la cicatriz de su pecho, y
de pronto se dio cuenta de que lo había olvidado por completo. Edward no debía
haber notado nada, la última vez que hicieron el amor.
Él
estaba muy quieto, mirándola atónito. Bella se quedó paralizada. La encontraba
fea, estaba segura. Aquel era el fin. Edward jamás volvería a desearla. Jamás
se enamoraría de ella. La evitaría como a la peste, y seguirían siendo extraños
el uno para el otro ya para siempre.
Los
ojos de Bella se llenaron de lágrimas. Un día, acabaría por encontrarse de frente
con la mujer o la amante de Edward, la madrastra de Nessie. Y no podría
soportarlo. Bella se soltó de Edward.
—Te
repugna, ¿verdad? Sé que es horrible, pero sigo siendo yo. Pero si no te gusta
cómo soy, entonces todos tus problemas quedan resueltos. No volverá a tentarte
la idea de seducir a una mujer a la que desprecias, y yo jamás volveré a
animarte a hacerlo.
Que no iba a ser una actualización doble?
ResponderEliminarAaaaaa yenni no me dejes así!!! El que sigueeeeee porfis
ResponderEliminarEyyyyyy xk tan corto!!¡ el cap k sigue, pero yaaaaaa!!!
ResponderEliminarMenos mal Edward estaba allí, y la ayudó, o sino Félix la hubiera lastimado... ahora a esperar que piensa Edward de su cicatriz...
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO