Inocente Amor 2

Tenía que averiguar la verdad. No podía confiar en Edward. Bella levantó la cabeza y preguntó:

—¿Tienes alguna otra foto de ella?, ¿podría verla?

—No, ya las has visto todas. Esas son las únicas que llevo encima.

—Todas de Nessie.

—Sí, de mi adorada sobrina —comentó él con sorprendente sinceridad, lleno de afecto.

—¡Qué extraño! —exclamó Bella a punto de abofetearlo, viendo confirmada su teoría—. ¡Un padre que lleva encima una docena de fotos de su sobrina, y ninguna de su propia hija! —sonrió, observando la sorpresa de Edward—. ¿Por qué será?

—¿Y por qué va a ser?

—Para engañarme. Creo que sabías que estaría aquí, así que recogiste a propósito unas cuantas fotos de mi hija para enseñármelas…

—¿Cómo gesto de amabilidad hacia ti? —preguntó Edward con el ceño fruncido.

—No lo creo, dadas las circunstancias —replicó Bella desafiante—. Acabas de dejar bien claro que no quieres que vea a mi hija, pero entonces, ¿para qué abrirme el apetito con esas fotos?, ¿para hacerme rabiar? No lo creo. No creo que te convenga estimular mis deseos de verla.

—¿Y qué te parece si lo hubiera hecho por orgullo, para demostrarte lo bien cuidada que está?

—¡No me engañas, Edward! Félix me ha contado lo indiferente que te resulta Nessie.

—Félix te lo ha contado, ¿eh?

—Sí, y me desgarró el corazón saber que era tan poco querida.

—Ella es…

—Oh, claro, es una Cullen, la hija de tu hermano. Pero tú no la quieres. Tengo la impresión de que es una carga para ti. ¡Mi hija! Eso es lo que más me duele. Está contigo por tu odioso orgullo, porque crees que tú eres mejor que yo…

—Eso último, desde luego, es cierto.

—¡Eso ya lo veremos! Nessie me necesita. He venido a traerle amor a mi hija —afirmó Bella.

—Lo único que vas a traerle es confusión.

—No, no es cierto —insistió Bella acaloradamente—. No puedo creer que hayas estado a punto de engañarme. ¿Cómo he podido ser tan estúpida, como para dudar de mi propio instinto? Has recogido esas fotos a propósito, cínicamente, para darme a entender que Nessie es la persona más importante de tu vida…

—¡Y lo es! —declaró Edward furioso.

—¡Cuéntame otra! —respondió Bella con la cabeza bien alta—. Es de sentido común que tu mujer y tu hija son más importantes para ti que ella. Te he pillado, ¿verdad? Eres despreciable, Edward. No entiendo cómo puedes tratar de evitar siquiera que Nessie vea a la única persona que la quiere de verdad. Sé que has cuidado de ella porque no te quedaba más remedio, y pienso demostrarlo ante los Tribunales. ¡No puedo creer que hayas montado esta farsa!

—Te equivocas con respecto a mis sentimientos hacia Nessie —afirmó Edward apasionadamente—. Y te aconsejo que tengas más cuidado cuando escuches a Sefton. Él tiene sus propios motivos…

—¡Sí, le importo!

—¿Quién le importa, realmente? Piensa con un poco de detenimiento en las cosas que dice.

—Me dijo que eras astuto, y tenía razón —respondió Bella—. No ha sido ninguna coincidencia, que nos encontráramos aquí, ¿verdad? Supongo que te llamaron de la oficina de inmigración, por eso tuve que esperar horas, mientras tú buscabas las fotos por casa.

—Demetri me llamó por teléfono, es cierto —admitió Edward—. Somos amigos, salimos juntos a pescar. Sospechó que eras la mujer de Garrett, y me avisó. Pero yo siempre llevo estas fotos encima. No esperaba que aparecieras hasta dentro de dos años, al menos —sonrió Edward—. ¿Es que te has fugado?

—Por supuesto que no, me soltaron hace seis meses.

—¡Seis meses! —exclamó Edward exagerando la sorpresa—. ¡Y estabas tan desesperada por ver a tu hija que corriste a venir aquí!

—He estado enferma, esa es la razón por la que me redujeron la sentencia.

—Pues te has recuperado muy bien —observó Edward sarcástico.

—¡Sí, he comido bien, he llevado una vida sana y tengo la conciencia limpia!

—De todo eso, solo creo una cosa.

Bella no podía seguir luchando, estaba exhausta. La ansiedad, la ira, no eran buenas para su salud, tenía que evitarlas. Pero por desgracia Edward le hacía hervir la sangre. ¿Qué había sido de su autocontrol, después de tanto entrenamiento? Una sola palabra de Edward bastaba para echarlo a perder.

—Así no vamos a ninguna parte, tenemos que llegar a algún acuerdo —comentó Bella con más calma—. Además, preferiría que nos sentáramos a hablar a la sombra. No me he recuperado del todo, y este sol me sienta mal. Quizá podamos ir a una taberna.

—Mi coche está allí —señaló Edward—, así que si insistes en perder el tiempo…

—Reunirme con mi hija no es perder el tiempo.

—¿Vas a quedarte en Grecia mucho tiempo? —preguntó él caminando, mirándola por encima del hombro.

—El que haga falta.

—Entonces será mejor que te busques una casa en la que envejecer.

—¡Lo olvidaba! —exclamó Bella—. Ya tengo una. Casa, quiero decir.

—¿Dónde?

—Ese es el problema, que no lo sé. Félix debía haberme dado la dirección antes de marcharse. Me buscó una habitación barata aquí, en la ciudad.

—Él siempre se hospeda en el Hotel Zantos —comentó Edward seco—. Cinco estrellas, dos piscinas, sauna…

Bella no lo escuchaba. Estaba tan débil y cansada que apenas podía tenerse en pie. No se había recuperado lo suficiente como para hacer ese viaje y presentar esa batalla. Estaba muerta, y ni siquiera tenía a dónde ir.

—Tengo que llamarlo —suspiró, cerrando los ojos—. ¿Tienes un teléfono, por favor, Edward?

—Crucemos a la sombra de esos árboles —sugirió Edward escrutando su rostro.

Débil, a punto de desfallecer, Bella permitió que Edward pusiera una mano en su espalda. Aquel contacto la quemaba. De pronto tropezó, confusa, y él deslizó el brazo con más seguridad para agarrarla por la cintura. Bella se sintió reconfortada instantáneamente. Edward era su adversario, y sin embargo se derretía con su contacto. Lo cierto era que hacía mucho tiempo que ningún hombre la sostenía tan cerca, hacía años que no se sentía segura en brazos de nadie.

La última vez que había estado con él había sido cuando ambos se despidieron, antes del compromiso de Edward con Heidi. Lo recordaba muy bien. Recordaba sus besos, sus caricias, su amor. Bella hizo una mueca. La seguridad que él le inspiraba era falsa. Edward la habría arrojado a los leones, de haberlos tenido cerca.

—¿Te encuentras bien? —preguntó él en voz baja, al llegar al otro lado de la calle, inclinando la cabeza hacia ella.

Los mechones de su pelo revolotearon con el aliento de Edward. Algo cálido y tenso parecía agarrotarla, despertar sus sentidos. Edward soltó de pronto la maleta y se volvió hacia ella con sorprendente ternura. Bella cerró los ojos. El aliento de Edward era cálido, sobre sus labios. Se sentía como una marioneta en sus brazos, demasiado cansada como para resistirse. Aquello la asustaba y la maravillaba al mismo tiempo. Tenía que alejarse. Cuanto antes.

—No… no me encuentro bien —tartamudeó abriendo ligeramente los ojos.

—En ese caso olvídate de la taberna y de la habitación barata, tendrás algo mejor.

—Solo quiero hablar con Félix —contestó ella atemorizada.

—Conmovedor, pero te las arreglarás mejor conmigo —contestó Edward empujándola suavemente para que subiera al coche—. Relájate. Tienes los músculos agarrotados. ¿Qué es lo que te preocupa? Te aseguro que no voy a secuestrarte.

—Con un secuestro te basta, ¿no?

—Sí, es más que suficiente.

Edward se inclinó sobre ella para abrocharle el cinturón de seguridad. Bella contuvo el aliento observando sus preciosos rasgos, a solo unos centímetros de distancia. Incapaz de contenerse, inhaló su fragancia. Se sentía demasiado débil como para protestar, demasiado nerviosa y cansada por el viaje, por la excitación emocional, como para decirle que podía abrocharse el cinturón ella sola. Atemorizada, volvió la vista hacia la ventana. Demasiados recuerdos, se dijo. Su mente y su cuerpo le tendían una trampa, recordando la pasión compartida. Edward estaba casado, debía mantener las distancias.

—¡Mi maleta! —exclamó Bella viéndola de pronto abandonada en la acera—. ¡Me la robarán!

—Tu maleta está a salvo. En esta isla la gente es honrada.

Bella hizo una mueca ante la crueldad de sus palabras. Edward le cerró la puerta. Ella lo observó recoger la maleta. Debía recuperarse por completo. Durante los próximos días, necesitaría todas sus energías. Tal y como se presentaban las cosas, era muy probable que tuviera que recurrir a los Tribunales para tener acceso a su hija. Y después, si lo conseguía, necesitaría todo su entusiasmo para responder a las necesidades de una niña pequeña. Bella suspiró pesadamente. Había pensado alquilar un coche y llevar a su hija a la playa. Podrían hacer castillos de arena, jugar en el agua. Por mucho que le costara, planeaba entablar con ella una relación de amor profunda e intensa. Sabía que podía hacerlo. La larga separación no había borrado su amor por Nessie. Y la enfermedad no había servido sino para que Bella se diera cuenta de que solo una cosa importaba en el mundo: su hija. Tenía que enseñarle lo que significaba ser amada.

Bella se reclinó sobre el asiento. Había mucho que hacer, antes de ver a su hija sana y salva en Inglaterra. El viaje con Félix y Nessie sería agotador: en barco por la cadena de islas, el desembarco después, en secreto, en la costa continental de Grecia, y de ahí, en coche, atravesando toda Europa. Ella se centraría en Nessie, jugaría con ella todo el tiempo para que la travesía le resultara entretenida. Félix y Bella habían trazado la ruta en Inglaterra, y desde allí todo parecía fácil. Él había buscado carreteras poco transitadas en el mapa. Pero de pronto, si apenas tenía fuerzas… Edward se sentó al volante. Bella se pasó una mano por la frente. Sus dudas se multiplicaban.

—Tienes aspecto de cansada, no creo que te siente muy bien una habitación barata —comentó él.

—Sí, preferiría un hotel de lujo, pero está fuera de mi alcance —replicó Bella.

—Espera y verás. Si no te gusta el lugar al que te llevo, llamaré a tu abogado y él te llevará a tu habitación mugrienta.

—Acepto la oferta.

—Y ahora descansa, por el amor de Dios. Duérmete. Te despertaré cuando lleguemos.

Bella intentó por todos los medios desobedecer, pero sus párpados se cerraban pesadamente. Ante ella, la imagen de Edward con su perfil griego clásico y el escote de la camisa sensualmente abierta resultaban peligrosamente atractiva. ¿Por qué se mostraba tan amable y considerado? Seguro que se hubiera reído, viéndola en una habitación mugrienta y barata. Bella se devanó los sesos preguntándose por qué se molestaba en buscarle acomodo. Y solo llegó a una conclusión: le convenía. Por qué razón, no habría sabido decirlo. Por eso debía rechazar su oferta, se dijo adormecida. Nessie estaba muy cerca. Casi al alcance de su mano. Bella suspiró contenta y se llevó un dedo a la cicatriz del pecho.

Edward sacudió la cabeza intentando despejarse. Todo iría bien, mientras recordara que el alma de Bella solo albergaba deseos de venganza. Ella haría cualquier cosa con tal de hacerle daño. Y Nessie era el arma que había elegido para ello. Edward sabía que no podía mantener separadas a madre e hija por mucho tiempo. Antes o después, los Tribunales considerarían la petición de Bella y le permitirían verla. Su única esperanza era convencerlos de que no era una persona socialmente reformada.

Edward la miró y volvió la vista furioso a la carretera, tratando de olvidar la imagen de su pecho subiendo y bajando, respirando. Ardía en deseos de poseerla. Pero eso estaba más allá de toda discusión. Tenía que centrarse en el problema. Bella vería a Nessie y, antes o después, trataría de secuestrarla. Solo de pensar en su adorable sobrina, arrastrada por toda Europa con dos extraños, se ponía furioso. Sefton era un desgraciado. No confiaba en absoluto en él. Tenía que conseguir alejar a Bella de allí. Y para ello, tenía que asegurarse de que Bella no se acercaba a su hija y de que, si se acercaba, Nessie no sufría ningún daño.


El pulso se le aceleró. Una idea surgía en su mente: un plan con el que mataría dos pájaros de un tiro. Él también tenía un arma: el sexo.



9 comentarios:

  1. Hay desgraciadoooo, k malo y cruel eres edward!!!

    Espero el próximo cap con gran entusiasmo!!! No demores!!!

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  2. Nisiquiera la deja verla 😢 y que enfermedad tendrá Bella.

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  3. O no Edward sigue equivocado nievos planes en contra de Bella. Considero k Heidi y el hermano de Edward tuvieron mas a ya de una relaxion de cuñados por k no habla de su hija si no de la hija de Heidi ahi hay mas.

    Nos seguimos leyendo.

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  4. Ohhhh Edward puede ser muy cruel, no??? Solo creo que Félix es peor, convenció a Bella que Edward no quiere a Nessie :(
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  5. 😍😍 espero que puedas actualizar pronto 🙌🙌

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  6. Aunque FeliX es un mentiroso edward es un ........ k le pasa bella sigue débil y este De aprovechado 😠😠😠😠

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