Tenía que averiguar la verdad. No podía
confiar en Edward. Bella levantó la cabeza y preguntó:
—¿Tienes alguna otra foto de ella?, ¿podría
verla?
—No, ya las has visto todas. Esas son las
únicas que llevo encima.
—Todas de Nessie.
—Sí, de mi adorada sobrina —comentó él con
sorprendente sinceridad, lleno de afecto.
—¡Qué extraño! —exclamó Bella a punto de
abofetearlo, viendo confirmada su teoría—. ¡Un padre que lleva encima una
docena de fotos de su sobrina, y ninguna de su propia hija! —sonrió, observando
la sorpresa de Edward—. ¿Por qué será?
—¿Y por qué va a ser?
—Para engañarme. Creo que sabías que
estaría aquí, así que recogiste a propósito unas cuantas fotos de mi hija para
enseñármelas…
—¿Cómo gesto de amabilidad hacia ti? —preguntó
Edward con el ceño fruncido.
—No lo creo, dadas las circunstancias
—replicó Bella desafiante—. Acabas de dejar bien claro que no quieres que vea a
mi hija, pero entonces, ¿para qué abrirme el apetito con esas fotos?, ¿para
hacerme rabiar? No lo creo. No creo que te convenga estimular mis deseos de
verla.
—¿Y qué te parece si lo hubiera hecho por
orgullo, para demostrarte lo bien cuidada que está?
—¡No me engañas, Edward! Félix me ha
contado lo indiferente que te resulta Nessie.
—Félix te lo ha contado, ¿eh?
—Sí, y me desgarró el corazón saber que era
tan poco querida.
—Ella es…
—Oh, claro, es una Cullen, la hija de tu
hermano. Pero tú no la quieres. Tengo la impresión de que es una carga para ti.
¡Mi hija! Eso es lo que más me duele. Está contigo por tu odioso orgullo,
porque crees que tú eres mejor que yo…
—Eso último, desde luego, es cierto.
—¡Eso ya lo veremos! Nessie me necesita. He
venido a traerle amor a mi hija —afirmó Bella.
—Lo único que vas a traerle es confusión.
—No, no es cierto —insistió Bella
acaloradamente—. No puedo creer que hayas estado a punto de engañarme. ¿Cómo he
podido ser tan estúpida, como para dudar de mi propio instinto? Has recogido
esas fotos a propósito, cínicamente, para darme a entender que Nessie es la
persona más importante de tu vida…
—¡Y lo es! —declaró Edward furioso.
—¡Cuéntame otra! —respondió Bella con la
cabeza bien alta—. Es de sentido común que tu mujer y tu hija son más
importantes para ti que ella. Te he pillado, ¿verdad? Eres despreciable,
Edward. No entiendo cómo puedes tratar de evitar siquiera que Nessie vea a la
única persona que la quiere de verdad. Sé que has cuidado de ella porque no te
quedaba más remedio, y pienso demostrarlo ante los Tribunales. ¡No puedo creer
que hayas montado esta farsa!
—Te equivocas con respecto a mis
sentimientos hacia Nessie —afirmó Edward apasionadamente—. Y te aconsejo que
tengas más cuidado cuando escuches a Sefton. Él tiene sus propios motivos…
—¡Sí, le importo!
—¿Quién le importa, realmente? Piensa con
un poco de detenimiento en las cosas que dice.
—Me dijo que eras astuto, y tenía razón
—respondió Bella—. No ha sido ninguna coincidencia, que nos encontráramos aquí,
¿verdad? Supongo que te llamaron de la oficina de inmigración, por eso tuve que
esperar horas, mientras tú buscabas las fotos por casa.
—Demetri me llamó por teléfono, es cierto
—admitió Edward—. Somos amigos, salimos juntos a pescar. Sospechó que eras la
mujer de Garrett, y me avisó. Pero yo siempre llevo estas fotos encima. No
esperaba que aparecieras hasta dentro de dos años, al menos —sonrió Edward—.
¿Es que te has fugado?
—Por supuesto que no, me soltaron hace seis
meses.
—¡Seis meses! —exclamó Edward exagerando la
sorpresa—. ¡Y estabas tan desesperada por ver a tu hija que corriste a venir
aquí!
—He estado enferma, esa es la razón por la
que me redujeron la sentencia.
—Pues te has recuperado muy bien —observó
Edward sarcástico.
—¡Sí, he comido bien, he llevado una vida
sana y tengo la conciencia limpia!
—De todo eso, solo creo una cosa.
Bella no podía seguir luchando, estaba
exhausta. La ansiedad, la ira, no eran buenas para su salud, tenía que
evitarlas. Pero por desgracia Edward le hacía hervir la sangre. ¿Qué había sido
de su autocontrol, después de tanto entrenamiento? Una sola palabra de Edward
bastaba para echarlo a perder.
—Así no vamos a ninguna parte, tenemos que
llegar a algún acuerdo —comentó Bella con más calma—. Además, preferiría que
nos sentáramos a hablar a la sombra. No me he recuperado del todo, y este sol
me sienta mal. Quizá podamos ir a una taberna.
—Mi coche está allí —señaló Edward—, así
que si insistes en perder el tiempo…
—Reunirme con mi hija no es perder el
tiempo.
—¿Vas a quedarte en Grecia mucho tiempo?
—preguntó él caminando, mirándola por encima del hombro.
—El que haga falta.
—Entonces será mejor que te busques una
casa en la que envejecer.
—¡Lo olvidaba! —exclamó Bella—. Ya tengo
una. Casa, quiero decir.
—¿Dónde?
—Ese es el problema, que no lo sé. Félix
debía haberme dado la dirección antes de marcharse. Me buscó una habitación
barata aquí, en la ciudad.
—Él siempre se hospeda en el Hotel Zantos
—comentó Edward seco—. Cinco estrellas, dos piscinas, sauna…
Bella no lo escuchaba. Estaba tan débil y
cansada que apenas podía tenerse en pie. No se había recuperado lo suficiente
como para hacer ese viaje y presentar esa batalla. Estaba muerta, y ni siquiera
tenía a dónde ir.
—Tengo que llamarlo —suspiró, cerrando los
ojos—. ¿Tienes un teléfono, por favor, Edward?
—Crucemos a la sombra de esos árboles
—sugirió Edward escrutando su rostro.
Débil, a punto de desfallecer, Bella
permitió que Edward pusiera una mano en su espalda. Aquel contacto la quemaba.
De pronto tropezó, confusa, y él deslizó el brazo con más seguridad para
agarrarla por la cintura. Bella se sintió reconfortada instantáneamente. Edward
era su adversario, y sin embargo se derretía con su contacto. Lo cierto era que
hacía mucho tiempo que ningún hombre la sostenía tan cerca, hacía años que no
se sentía segura en brazos de nadie.
La última vez que había estado con él había
sido cuando ambos se despidieron, antes del compromiso de Edward con Heidi. Lo
recordaba muy bien. Recordaba sus besos, sus caricias, su amor. Bella hizo una
mueca. La seguridad que él le inspiraba era falsa. Edward la habría arrojado a
los leones, de haberlos tenido cerca.
—¿Te encuentras bien? —preguntó él en voz
baja, al llegar al otro lado de la calle, inclinando la cabeza hacia ella.
Los mechones de su pelo revolotearon con el
aliento de Edward. Algo cálido y tenso parecía agarrotarla, despertar sus
sentidos. Edward soltó de pronto la maleta y se volvió hacia ella con
sorprendente ternura. Bella cerró los ojos. El aliento de Edward era cálido,
sobre sus labios. Se sentía como una marioneta en sus brazos, demasiado cansada
como para resistirse. Aquello la asustaba y la maravillaba al mismo tiempo.
Tenía que alejarse. Cuanto antes.
—No… no me encuentro bien —tartamudeó
abriendo ligeramente los ojos.
—En ese caso olvídate de la taberna y de la
habitación barata, tendrás algo mejor.
—Solo quiero hablar con Félix —contestó
ella atemorizada.
—Conmovedor, pero te las arreglarás mejor
conmigo —contestó Edward empujándola suavemente para que subiera al coche—.
Relájate. Tienes los músculos agarrotados. ¿Qué es lo que te preocupa? Te
aseguro que no voy a secuestrarte.
—Con un secuestro te basta, ¿no?
—Sí, es más que suficiente.
Edward se inclinó sobre ella para
abrocharle el cinturón de seguridad. Bella contuvo el aliento observando sus
preciosos rasgos, a solo unos centímetros de distancia. Incapaz de contenerse,
inhaló su fragancia. Se sentía demasiado débil como para protestar, demasiado
nerviosa y cansada por el viaje, por la excitación emocional, como para decirle
que podía abrocharse el cinturón ella sola. Atemorizada, volvió la vista hacia
la ventana. Demasiados recuerdos, se dijo. Su mente y su cuerpo le tendían una
trampa, recordando la pasión compartida. Edward estaba casado, debía mantener
las distancias.
—¡Mi maleta! —exclamó Bella viéndola de
pronto abandonada en la acera—. ¡Me la robarán!
—Tu maleta está a salvo. En esta isla la
gente es honrada.
Bella hizo una mueca ante la crueldad de
sus palabras. Edward le cerró la puerta. Ella lo observó recoger la maleta.
Debía recuperarse por completo. Durante los próximos días, necesitaría todas
sus energías. Tal y como se presentaban las cosas, era muy probable que tuviera
que recurrir a los Tribunales para tener acceso a su hija. Y después, si lo
conseguía, necesitaría todo su entusiasmo para responder a las necesidades de
una niña pequeña. Bella suspiró pesadamente. Había pensado alquilar un coche y
llevar a su hija a la playa. Podrían hacer castillos de arena, jugar en el
agua. Por mucho que le costara, planeaba entablar con ella una relación de amor
profunda e intensa. Sabía que podía hacerlo. La larga separación no había
borrado su amor por Nessie. Y la enfermedad no había servido sino para que
Bella se diera cuenta de que solo una cosa importaba en el mundo: su hija.
Tenía que enseñarle lo que significaba ser amada.
Bella se reclinó sobre el asiento. Había
mucho que hacer, antes de ver a su hija sana y salva en Inglaterra. El viaje
con Félix y Nessie sería agotador: en barco por la cadena de islas, el
desembarco después, en secreto, en la costa continental de Grecia, y de ahí, en
coche, atravesando toda Europa. Ella se centraría en Nessie, jugaría con ella
todo el tiempo para que la travesía le resultara entretenida. Félix y Bella
habían trazado la ruta en Inglaterra, y desde allí todo parecía fácil. Él había
buscado carreteras poco transitadas en el mapa. Pero de pronto, si apenas tenía
fuerzas… Edward se sentó al volante. Bella se pasó una mano por la frente. Sus
dudas se multiplicaban.
—Tienes aspecto de cansada, no creo que te
siente muy bien una habitación barata —comentó él.
—Sí, preferiría un hotel de lujo, pero está
fuera de mi alcance —replicó Bella.
—Espera y verás. Si no te gusta el lugar al
que te llevo, llamaré a tu abogado y él te llevará a tu habitación mugrienta.
—Acepto la oferta.
—Y ahora descansa, por el amor de Dios.
Duérmete. Te despertaré cuando lleguemos.
Bella intentó por todos los medios
desobedecer, pero sus párpados se cerraban pesadamente. Ante ella, la imagen de
Edward con su perfil griego clásico y el escote de la camisa sensualmente
abierta resultaban peligrosamente atractiva. ¿Por qué se mostraba tan amable y considerado? Seguro que se
hubiera reído, viéndola en una habitación mugrienta y barata. Bella se devanó
los sesos preguntándose por qué se molestaba en buscarle acomodo. Y solo llegó
a una conclusión: le convenía. Por qué razón, no habría sabido decirlo. Por eso debía rechazar su oferta, se
dijo adormecida. Nessie estaba muy cerca. Casi al alcance de su mano. Bella
suspiró contenta y se llevó un dedo a la cicatriz del pecho.
Edward sacudió la cabeza intentando despejarse.
Todo iría bien, mientras recordara que el alma de Bella solo albergaba deseos
de venganza. Ella haría cualquier cosa con tal de hacerle daño. Y Nessie era el
arma que había elegido para ello. Edward sabía que no podía mantener separadas
a madre e hija por mucho tiempo. Antes o después, los Tribunales considerarían
la petición de Bella y le permitirían verla. Su única esperanza era
convencerlos de que no era una persona socialmente reformada.
Edward la miró y volvió la vista furioso a
la carretera, tratando de olvidar la imagen de su pecho subiendo y bajando,
respirando. Ardía en deseos de poseerla. Pero eso estaba más allá de toda
discusión. Tenía que centrarse en el problema. Bella vería a Nessie y, antes o
después, trataría de secuestrarla. Solo de pensar en su adorable sobrina,
arrastrada por toda Europa con dos extraños, se ponía furioso. Sefton era un
desgraciado. No confiaba en absoluto en él. Tenía que conseguir alejar a Bella
de allí. Y para ello, tenía que asegurarse de que Bella no se acercaba a su
hija y de que, si se acercaba, Nessie no sufría ningún daño.
El pulso se le aceleró. Una idea surgía en
su mente: un plan con el que mataría dos pájaros de un tiro. Él también tenía
un arma: el sexo.
Hay desgraciadoooo, k malo y cruel eres edward!!!
ResponderEliminarEspero el próximo cap con gran entusiasmo!!! No demores!!!
Nisiquiera la deja verla 😢 y que enfermedad tendrá Bella.
ResponderEliminarO no Edward sigue equivocado nievos planes en contra de Bella. Considero k Heidi y el hermano de Edward tuvieron mas a ya de una relaxion de cuñados por k no habla de su hija si no de la hija de Heidi ahi hay mas.
ResponderEliminarNos seguimos leyendo.
Ohhhh Edward puede ser muy cruel, no??? Solo creo que Félix es peor, convenció a Bella que Edward no quiere a Nessie :(
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO
😍😍 espero que puedas actualizar pronto 🙌🙌
ResponderEliminarAunque FeliX es un mentiroso edward es un ........ k le pasa bella sigue débil y este De aprovechado 😠😠😠😠
ResponderEliminarNo aguanto quiero leer otro!
ResponderEliminarGracias por actualizar.
ResponderEliminarQué fuerte!
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