—Es encantadora —comentó Bella deambulando
por la elegante villa, magníficamente amueblada—, pero no puedo quedarme.
—Deja que te haga un té —gritó Edward desde
la cocina—. Te explicaré mi plan.
—¡Té! —suspiró Bella seducida
instantáneamente—. Bien, pero luego llamaré a Félix.
—Creo que por aquí hay guardado un pastel
de chocolate —musitó Edward inclinándose sobre los armarios.
—¿Qué sitio es este? Dudo que pueda pagarlo
—señaló Bella observando la porcelana china que lo decoraba—. ¡Edward!, no será
tu casa, ¿no?
—Es mía, pero no vivo aquí.
¿Qué significaba
eso?,
se preguntó Bella tomando asiento mientras él dejaba dos platos y un pastel en
la mesa, frente a ellos, y se sentaba. Edward parecía conocer aquella casa muy
bien.
—Espero que no sea el apartamento secreto
al que traes a tus amantes…
—¿Mis amantes?
Era una locura, pero Bella tuvo la
impresión de que Edward pensaba en ella precisamente en esos términos. Quizá
recordara lo bien que habían estado juntos… Sí, él se estaba acordando, se dijo
muerta de pánico, observando alerta la cruda mirada de Edward.
—¡Edward!… No sé por qué me has traído
aquí, pero si es para… para…
—¿Para qué? —sonrió él—. ¿Por qué no te
relajas y te dejas llevar? Disfruta.
—¿De qué…? —parpadeó ella.
—De la tarta. ¿De qué creías que estaba
hablando?
Bella se ruborizó. Pero no estaba en un
error. Sabía reconocer el deseo sexual, cuando lo veía. Y conociendo la
arrogancia de Edward, que se creía con derecho a disfrutar de cualquier mujer
con solo chasquear los dedos… Y sobre todo de ella, a quien en el fondo
despreciaba. Probablemente pensara que estaba sedienta de sexo, después de
pasar una temporada a la sombra. Ya la había utilizado en una ocasión, por esa
razón. Bella se sintió desilusionada. Por un momento había creído que Edward
simplemente quería mostrarse amable con ella, buscándole un lugar en el que
alojarse. Pero lo que quería era volver a utilizarla.
—No tengo hambre —respondió seria.
—Pues yo sí.
—Entonces come, mientras tanto yo llamaré a
Félix. ¿Dónde está el teléfono?
—Espera un momento —la detuvo él, tomándola
del brazo—. No puedes desaprovechar una oportunidad así. Necesitas un sitio en
el que alojarte, ¿no?
Bella se echó a temblar. La sensación que
le producía aquel contacto era electrizante, las rodillas apenas la sujetaban.
Se dejó caer de nuevo sobre la silla y gimió. Aterrada, se soltó de él. Conocía
su juego. Y se resistiría.
—No, si es con condiciones. Prefiero una
mugrienta habitación llena de ratas que un nidito de amor contigo.
—Este sitio jamás ha sido un nido de amor
—contestó él en voz baja y profunda—. Es simplemente una de las villas que he
mandado construir para veranear. Diversifico mis inversiones.
—¿Con tanto lujo? —preguntó Bella suspicaz,
poco convencida.
—Por supuesto.
—¿Y los veraneantes?
—Aún no está terminada, nadie la ha usado
—explicó Edward.
—Excepto alguien a quien le gusta el té y
el pastel de chocolate —musitó ella.
—Mi… diseñadora la ha utilizado como centro
de operaciones.
—Ah, comprendo. Una mujer, claro. ¿Rubia y guapa,
por casualidad?
—Sí, esa descripción encaja con ella
—sonrió Edward—. ¿Te molesta, Bella?
—A quien debería molestarle es a tu mujer
—señaló Bella.
—¡Oh, no lo sabía…! —exclamó Bella
sorprendida, recordando el fracaso de su propio matrimonio, del que solo le
quedaban viejas heridas. De pronto Bella observó el dolor reflejado en los ojos
de Edward, y su rostro se dulcificó, compasivo—. Lo siento, Edward, es…
—No quiero hablar de ello.
—No, claro… —contestó Bella sintiendo
deseos de consolarlo, observándolo molesto, por el hecho de mostrar su propio
dolor.
—Quédate —urgió Edward.
Pero Bella no se atrevía. Él era un hombre
libre, y peligroso. Bella levantó las manos en un gesto impotente, buscando un
pretexto.
—No puedo defraudar a Félix, se ha tomado
muchas molestias para…
—No tantas molestias, créeme —la
interrumpió Edward sarcástico.
—Le dije que lo llamaría…
—Pero este sitio es mucho más conveniente
para ti que cualquier habitación de la ciudad, a veinte minutos en coche
—razonó Edward, tentador—. Estamos en mis propiedades, Bella. Mi casa está al
otro lado de ese campo de olivos.
Bella abrió los ojos enormemente,
despertando de nuevo a la esperanza. ¿Qué estaba sugiriendo Edward? Jamás la
habría llevado tan cerca de su casa si no tuviera intención de dejarle ver a
Nessie. ¿O se trataba de una broma cruel, para decepcionarla una vez más?
—Suena perfecto. ¿Por qué me has traído
aquí, Edward? —preguntó Bella suspicaz.
—Muy sencillo —sonrió Edward—. He pensado
que, ya que vas a quedarte en la isla, me conviene tenerte cerca para
vigilarte.
—¡Así que piensas espiarme!
—Pero tú no vas a hacer nada que no debas,
¿verdad? —preguntó Edward esperando su respuesta. Bella calló—. La casa no te
costará nada, y estarás cerca de tu hija. ¿Puedes permitirte el lujo de
rechazar mi oferta?
—Depende de con quién tenga que
compartirla.
—Con nadie. A menos que tú lo invites
—contestó Edward alargando una mano, tocando casi la de ella. Bella bajó la
vista tensa, esperando el contacto—. Te gustaría estar cerca de Nessie,
¿verdad?
—Sí, pero…
—Iré por el té mientras lo piensas.
—Ya lo he pensado, no quiero que me espíes
—declaró Bella suspicaz, ante tanta amabilidad, obedeciendo a su sentido común.
—Pero Bella —continuó Edward volviendo con
una tetera de porcelana y acercando su silla más a la de ella—, estás muy
cansada. No te encuentras bien. No querrás deambular por toda la ciudad,
buscando esa habitación que Sefton te ha prometido, ¿verdad?
—Así que vas a hacer de galante caballero,
¿es eso?
—En absoluto. Míralo desde mi punto de
vista. Supón que te pones enferma en una habitación cualquiera, en la calle más
sucia de Zante. ¿Qué pensaría la gente? Sería un escándalo, si se supiera tu
relación conmigo.
—¡Ah, tu reputación, claro!
—Por supuesto —confirmó Edward inclinándose
hacia ella—. Sería imperdonable que no le ofreciera hospitalidad a la mujer de
mi hermano, sea lo que sea lo que piense de ella. Sea lo que sea lo que hiciera
en el pasado.
—Eso tiene sentido —concluyó Bella tomando
un trocito de pastel de chocolate, reflexiva—. No puedes consentir que los
Tribunales piensen que actúas por venganza.
—¿Los Tribunales? —repitió él, frunciendo
el ceño y sonriendo—. Espero que lleguemos a un acuerdo sin necesidad de
involucrar a los Tribunales.
—Pero antes solo te preocupaba el bienestar
de Nessie, ¿qué te ha hecho cambiar de opinión? —preguntó Bella hirviendo de
excitación, ocultando su emoción.
—Tú. He hecho todo cuanto estaba en mi mano
para persuadirte, pero es evidente que estás decidida a ver a tu hija como sea.
No puedo detenerte. Eres su madre. Si te prohíbo verla pondrás una queja ante
los Tribunales, y la gente hablará…
—Tu reputación —repitió Bella.
—Mi honor quedaría en tela de juicio, nadie
creería que lo hago por el bien de Nessie. Este asunto no me gusta nada, Bella,
pero si hacemos las cosas con prudencia, con sensatez, no puedo negarme. No
estaría bien.
—¡Oh, Edward! —exclamó Bella con ojos
brillantes de esperanza.
—No creas que te vas a salir con la tuya en
todo —afirmó Edward—. Te concedo que la visites, pero yo diré cómo y cuándo, lo
pactaremos juntos. Y sin abogados. Nessie es demasiado importante, no quiero
verla inmersa en una tragedia, con los Tribunales. Quiero decidir qué será de
ella. Así que lo haremos a mi modo, ¿de acuerdo?
Bella se quedó mirándolo. Apenas podía
creer que Edward reconociera su derecho a ver a su hija. Si podían hacerlo
amistosamente, sin Tribunales, ahorraría tiempo y dinero. Podría ver a Nessie,
con la bendición de Edward, y su hija estaría de vuelta en Inglaterra antes de
lo que nunca hubiera imaginado.
—Gracias, estoy de acuerdo. Yo tampoco
quiero verla inmersa en una tragedia. Simplemente quiero verla, Edward.
—Entonces te quedarás en esta casa.
—Sí, sí.
Bella reía y lloraba al mismo tiempo.
Edward no sabía qué hacer. Era evidente que ella trataba de dominarse, pero no
lo lograba. Y Edward sentía una extraordinaria compasión por ella. Pero lo más
seguro era que simplemente estuviera cansada, se dijo. Y debía aprovechar la
oportunidad. Le había concedido más de lo que estaba dispuesto a dar. Pero la
tenía en su terreno, bajo su vigilante mirada, sujeta a sus exigencias. Y todo
podría haber salido mucho peor, pensó. De haberse dejado guiar por los consejos
de Sefton, Bella habría acudido a los Tribunales y quizá hubiera ganado. Y
entonces, en cuanto viera a Nessie, le habría dicho quién era. Y eso no le
gustaba nada.
Edward se inclinó sobre ella y le enjugó
las lágrimas, tratando de hacer caso omiso de la expresión de su rostro,
lastimero y expectante. Tuvo que controlarse para no besarla. Era demasiado
pronto, aún.
—Bien, y, ahora que estamos de acuerdo,
¿por qué no te tomas el té, y te enseño la casa?
—¡Oh, Edward! —exclamó de nuevo Bella
suspirando, arruinando casi su plan, con aquella mirada enternecedora—. ¡Me
alegro tanto de que ya no seamos enemigos!
Tenía que apartarse de ella, ocultarle su
rostro. Se sentía avergonzado de sí mismo. Detestaba aquella situación, pero no
tenía otra alternativa. No le gustaba engañarla, pero tenía que hacerlo, por
Nessie. Tenía que protegerla de Bella.
—Ven a ver las vistas, te aseguro que
merecen la pena —sugirió Edward.
—¡Ohhh!
Bella se puso en pie, entusiasmada. La
villa tenía una hermosa terraza con piscina y un jardín lleno de flores. En el
horizonte, colinas onduladas verdes y un valle cubierto de plateados olivos y
viñas. Lejos, el perfil de la ciudad.
—¿Te gusta?
Bella atravesó el dintel de la puerta casi
sin darse cuenta. Aquel paisaje la afectaba de un modo extraño. Le inspiraba
paz, no podía evitar responder emocionalmente ante tanta belleza.
—Sí, mucho —murmuró Bella con fervor, con
ojos soñadores.
—Puedes bañarte cuando quieras, de día o de
noche. La piscina es privada —informó Edward.
—¿Le gusta bañarse a Nessie? —preguntó
Bella, horrorizada de pronto ante la idea de que no sabía absolutamente nada de
su hija.
—Nada como un pez en el agua. Le encantará
esta piscina —aseguró Edward—. ¿Mejor que la habitación?
—Estoy segura de que Félix había escogido
una bonita habitación para mí.
—Olvídalo. Ven a ver los alrededores. Por
este lado hay un dormitorio, en la planta baja, con terraza privada y baño
—informó Edward guiándola a través del salón.
—No acabo de comprender lo que ha ocurrido.
Antes te mostrabas tan hostil conmigo… —musitó Bella, incrédula—. Yo era para
ti el mismísimo diablo.
Edward se echó a reír. Su mano se deslizó
de forma natural por el brazo de Bella, acariciándola. Bella trató de
controlarse para no gemir.
—Lo sé pero, ¿vas a culparme? Tengo que
proteger a Nessie —sonrió Edward—, y ahora comprendo que no tengo elección.
Debemos comportarnos civilizadamente, por el bien de Nessie.
Bella suspiró y sonrió. Era inmensamente
feliz. Pasaría horas allí con Nessie, sin la intervención de Edward.
Excursiones, cuentos. Lo aprendería todo de ella. Apenas podía esperar.
—¿Cuándo puedo verla, Edward?
—El baño, la ducha, y todo eso es por ahí.
Aquí está el dormitorio… —continuó empujándola para que entrara, haciendo como
si no la hubiera oído—. ¿Qué te parece? —Bella calló. No podía creer en su
suerte. Edward descorrió las cortinas para que entrara luz—. Y aquí la terraza.
—Me gustaría ver a Nessie mañana —indicó
Bella con firmeza, saliendo.
—Por supuesto. Ven arriba.
—¡Edward! ¿Lo dices en serio? —preguntó
Bella incrédula, radiante de felicidad, apresurándose a seguirlo.
¿Sería posible que
todo fuera tan fácil?
Al llegar a lo alto de las escaleras, Edward se dio la vuelta bruscamente.
Bella, distraída y embebida en sus propios sueños, tropezó con él.
—¡Whoa! —exclamó Edward.
—Edward…
Edward la sujetó. Sus ojos se tornaron
nublados. Bella sintió el pulso de él latir aceleradamente. Esperó en silencio.
La intensidad de su mirada la derretía. Él temblaba. Ella había dicho su nombre
en un susurro. La tensión sexual los mantenía cautivos. Bella echó la cabeza
atrás, en un gesto de rendición. Y buscó algo que decir, tratando de dominar el
deseo. Pero lo único que podía hacer era mirarlo. Su cuerpo estaba preparado,
ansioso, esperando.
—Creo… —musitó él bruscamente,
apartándose—… que estás demasiado cansada. Voy a dejar esto en el dormitorio de
abajo y me voy. Te dejo en paz.
—Sí —contestó ella horrorizada,
avergonzada.
Edward había sabido interpretar su mirada,
el lenguaje de su cuerpo. Y sin embargo la había rechazado. Bella se quedó de
pie, inmóvil, completamente ruborizada. Era evidente que se había equivocado al
juzgarlo. Quizá Edward hubiera coqueteado un poco o, quizá, simplemente, fuera
incapaz de dejar de proyectar sobre ella todo su sex appeal. Porque tenía que
admitirlo, lo encontraba irresistible.
Pero era perfectamente posible que hubiera
interpretado erróneamente la mirada de Edward. Esa era la única explicación,
pensó Bella. Porque al demostrar ella su deseo, él había quedado horrorizado y
la había rechazado. La despreciaba. ¿Era
eso? Bella estaba tan cansada que apenas podía pensar con claridad.
Edward llegó al dormitorio y dejó la
maleta. Parecía malhumorado. Quizá estuviera molesto por verse atrapado de ese
modo, por una mujer sedienta de deseo. Bella respiró hondo varias veces y trató
de calmarse. Había estado a punto de cometer un terrible error.
—Estoy tan cansada que apenas sé lo que
hago —se explicó, con voz trémula.
—Eso me ha parecido. Tienes que comer. Te
traeré unas cuantas cosas del supermercado.
Bella esperó, con los nervios de punta, a
que él saliera del dormitorio. Edward evitó su mirada. Por fin su mente
comenzaba de nuevo a funcionar. Edward se marchaba. De pronto se dio cuenta de
que ni siquiera sabía dónde estaba, y sintió pánico.
—No me habrás traído… a un lugar perdido…
¿no? —preguntó mientras él se dirigía a la puerta de salida—. ¡Edward, no me
abandones! —añadió, aterrorizada. Edward se dio la vuelta sin decir nada. No
hizo falta. Bella comprendió que exageraba—. Quiero decir…
—Luego —contestó él saliendo.
Luego. Luego,
¿qué? ¿Acaso había dicho «hasta luego»? Bella cerró los ojos y trató de
calmarse. E instantáneamente recordó los acelerados latidos de su corazón, la
sensación de abandono, el deseo derritiéndola, mientras estaba en sus brazos.
No había terminado con el pasado. Edward la
había abandonado tan bruscamente, que ella no había podido borrarlo de su
memoria. En una ocasión Garrett la había acusado de ello, al negarse a ceder a
sus indeseables atenciones, cuando estaba borracho.
—¡Es por él! —había
gritado Garrett, perdiendo totalmente el control—. Piensas en él cuando hacemos
el amor. ¡Incluso dices su nombre en sueños!
Bella había quedado
aterrorizada, porque era cierto. Había sido el único modo de soportar la rudeza
y violencia de Garrett. Pero su silencio lo había enfurecido aún más que,
bruscamente, la había poseído allí mismo, de un modo brutal, tapándole la boca.
Después, él no había vuelto a tocarla.
Bella se estremeció. Apenas sabía nada de
los hombres. Solo había conocido a los dos hermanos. Quizá por eso hubiera
malinterpretado la mirada de Edward. Durante todos aquellos años, y a pesar del
odio que sentía por él, Bella había pensado siempre en Edward como en un
fantástico amante. Por fin se veía cara a cara con él, y la estúpida y mítica
idea seguía vigente en su mente.
Era una idiota. Edward no podía ser el
único hombre del mundo que hiciera el amor lentamente, tomándose su tiempo, y
buscando generosamente el placer de su compañera. Era simplemente una cuestión
de técnica, nada más. Lo cierto era que Bella echaba de menos el sexo, era una
verdadera necesidad, pero tenía que distanciarse y concentrarse en Nessie.
Suspiró y comenzó a deshacer la maleta,
pero al poco rato comprendió que estaba demasiado fatigada. Se desvistió, se
duchó y echó las cortinas del dormitorio. En la oscuridad, se metió en la cama
y palpó la cicatriz de su pecho. Había
tenido suerte. Habría podido morir, de no haber descubierto el tumor a
tiempo. Casi estaba totalmente recuperada. La inflamación se había reducido, y
las náuseas habían desaparecido. Solo persistía aquella tediosa e insistente
fatiga. Al diagnosticarle el cáncer, el único pensamiento de Bella había sido
volver a ver a su hija antes de morir. Ni siquiera había temido por su vida.
Sí, había engañado a la muerte, su
esperanza de vida era como la de cualquier otra persona. El futuro se extendía
ante ella, y Bella no dejaba de dar las gracias por ello. Pero desde entonces,
se había jurado vivir cada segundo plenamente. No malgastaría el precioso don
de la vida.
La idea de morir prematuramente había
transformado la vida de Bella, que había descubierto que solo unas pocas cosas
del mundo eran importantes. Las demás, eran triviales. ¿Qué importaba si llovía? Ella estaba ahí para verlo, para olerlo. ¿Qué
importaba si un tren se retrasaba? Siempre habría otro.
Pero Nessie… Nessie sí que era importante.
Tenía que conseguir recuperar a su hija, por el bien de las dos. A Edward no le
preocupaba más que su reputación. Solo ella, su madre, se preocupaba por la
niña. Y le dedicaría toda su vida. Solo ella la amaba de verdad.
Y Edward acabaría por darse cuenta. Las
vería juntas y… quizá incluso renunciara a Nessie de buen grado, y ella no
tuviera que secuestrarla. La idea de hacerlo la aterraba, pero no le quedaba
otro remedio. Y lo haría. Bella recordó la imagen de su hija en las
fotografías. Sus ojos brillaron llenos de lágrimas. Apenas podía esperar.
—Mañana, cariño, mañana —prometió
acurrucándose en la cama—. Mañana será el primer día de nuestra vida juntas.
Jamás había sido tan feliz. Todo lo que
deseaba parecía por fin al alcance de su mano. La vida era maravillosa. Bella
suspiró y se sumió en un profundo sueño.
Ojalá de verdad deje que vea a Nessie, Edward me desespera y pobre Bella tuvo cáncer 😮
ResponderEliminarhay pobre bella de verdad con tantas ganas de ver a nessie
ResponderEliminary Edward tan tan aughh me cae mal
Muy mal Edward como le está mintiendo, jugando con el amor de madre.
ResponderEliminarGracias por actualizar.
Edward es rastrero, y no creo que a Bella le resulte tan fácil poder ver a su hija. Nos leemos en el próximo
ResponderEliminarPobre Bellaaa. Que abra los ojos y no se confie.
ResponderEliminarEra cancer ese ed cada vez me da más ganas de cachetEarlo que abra pasado con su esposa e hija se niega a hablar de ellas
ResponderEliminarPor fin Bella va a ver a la niña... espero que de verdad pueda tener una relación con ella.... Ojalá Edward de verdad quiera ayudar, y no alejarlas más!!!
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO
Que ara edward cuando sepa que bella tubo cáncer, que ARA Félix para sacarla de ahy!!!
ResponderEliminarGracias por el capítulo
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