Al despertar, Bella tardó en recordar dónde
estaba. Entonces oyó ruido en el salón. Se aferró a la sábana, alarmada, y
recapacitó. Tenía que ser Edward, o su diseñadora. Inquieta ante su estado de
desnudez, sacó un pie y trató de buscar su ropa.
—¡Maldita sea! —gritó al comprender que
había tirado las píldoras y la cámara de fotos al suelo.
—¡Bella!, ¿te encuentras bien? —era Edward,
pensó ella aliviada—. ¡Bella…!
—No, no estoy bien. Bueno, sí estoy bien
—se corrigió encontrando por fin las píldoras, intactas—. No entres. ¿Dónde
está la luz? ¡Oh, maldita sea!
—¡Voy a entrar!
—¡No, no estoy vestida!
Hubo un silencio. El picaporte de la puerta
volvió a su lugar. Bella se aferró a la sábana y se envolvió en ella para
dirigirse hacia la puerta. Por un momento vaciló. Luego abrió, solo un poco, y
encontró a Edward de pie, paralizado.
—He tirado algo —explicó Bella mientras él
la miraba de arriba abajo—. No encontraba el interruptor de la luz.
—A la izquierda de la puerta.
—Gracias —contestó Bella, decidiendo en cambio
dejar la luz apagada—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—He ido a la compra. A por la cena, el
desayuno.
—¿Cena? —repitió Bella sorprendida, mirando
el reloj. Aún eran las nueve y media—. Oh, eres muy amable, pero… espera,
saldré en un minuto.
Bella cerró la puerta y encendió la luz.
¿Pretendía Edward quedarse a cenar? Inmediatamente corrió al armario a buscar
algo que ponerse. Solo tenía dos trajes decentes: un vestido rojo, de
minifalda, con un enorme escote, comprado en una tienda de segunda mano, y un top
de cuello alto verde, con una falda a juego hasta los pies. Aunque, siempre
podía recurrir al vaquero y la camiseta.
De pronto sonrió. ¿A quién pretendía
engañar? Edward iba exquisitamente vestido, y ella también quería tener buen
aspecto. El conjunto verde, decidió impetuosa. Era el más decente, excepto por
la espalda, que quedaba al descubierto. Pero la espalda no era precisamente una
zona muy erótica.
—¿Seguro que estás bien? —preguntó Edward
desde el otro lado de la puerta.
—Sí, ya salgo —contestó Bella, recordando
de pronto que no podía ponerse sujetador por culpa del escote de la espalda.
—Voy a ir a preparar las patatas.
—¿Qué?
—¿Qué quieres de primero, ensalada de
berenjena, o queso feta?
—Berenjena —gritó Bella—, pero…
—Stifado, ¿te parece bien?
—Según lo que sea —contestó Bella saliendo
descalza de la habitación.
—Carne, vino tinto, ajo, cebolla, tomate y…
—contestó Edward mirándola, enmudeciendo y desviando la vista de inmediato.
—No es que quiera poner pegas, Edward,
pero… yo solo como alimentos orgánicos. Puede que te parezca una tontería, pero
no quiero llenar mi cuerpo de pesticidas…
—Estos productos son de mi tierra —contestó
él—. Son completamente orgánicos, no llevan pesticidas. Y no creo que sea una
tontería. La gente debería pensar más en lo que come, es importante, sobre todo
para los niños. Yo siempre vigilo lo que come Nessie.
—¡Edward, cuánto me alegro de oírlo!
Significa mucho para mí. La verdad, no esperaba que me trajeras nada. Eres muy
generoso.
—El segundo plato casi está hecho. Es mi
cena, la he traído de casa. Los dos necesitamos comer. Y tenemos que hablar,
antes de que veas a Nessie.
Edward observó el brazo desnudo de Bella
con el rabillo del ojo. De piel suave, dorada, no deseaba sino tocarla.
Derretir sus labios en esa piel. Cuanto antes. Había creído poder manejar la
situación. Era vital que Bella no se diera cuenta de que era él quien tomaba la
iniciativa. Debía parecer como si la idea de la seducción saliera de ella. De
ese modo, podría acudir a los Tribunales e impedir que viera a Nessie, alegando
falta de moralidad por parte de Bella. Pero solo con mirarla se consumía. Si
seguía así, su plan no funcionaría.
—Edward —lo llamó ella tocando su brazo.
—¿Qué? —contestó él, sobresaltado.
—Estás absorto, haciendo la cena —rió
ella—. Te he preguntado quién cuida ahora mismo de Nessie.
—Heidi.
—Tu ex mujer. Entonces, ¿estás en buenos
términos con ella? —preguntó Bella vacilante, demostrando que el arreglo no la
complacía.
—Bueno, aún vivimos en la misma casa.
—¡Dios mío!
—Es una casa grande —explicó Edward.
—¿Seguís juntos por el bien de vuestra
hija?
—Sí, por el bien de Jane.
—¿Y en dónde encaja Nessie, en ese arreglo?
—continuó Bella preguntando. Aún sin maquillaje, era muy bella, pensó Edward.
Tenía una piel perfecta. Sus cabellos estaban revueltos—. ¿Qué ocurre?, ¿pasa
algo malo? —preguntó Bella ansiosa, notando cómo la miraba.
—Tu pelo. No, nada malo…
—Dios, lo había olvidado. Has mencionado la
cena y he salido corriendo, olvidando cepillarmelo —comento Bella levantando
los brazos para peinárselo. Edward observó sus pechos subir. Iba medio
desnuda—. Ya ves qué poco me importa. Iré a…
—No, déjalo. Al fin y al cabo, solo estoy
yo —musitó volviéndose de espaldas bruscamente hacia la encimera de la cocina.
Las manos le temblaban tanto, que tiró la
mitad del arroz al suelo. Bella rió y buscó la escoba. Edward tuvo que
observarla agachada, reprimirse para no lanzarse sobre ella. ¿Qué pretendía,
seducirlo? El vestido, las sonrisas… Quizá pronto hicieran el amor, se dijo
sorprendiéndose a sí mismo ante la idea.
Edward parecía distraído, pensó Bella.
Quizá creyera que iba a saltar sobre él. Lo mejor era tratar de tranquilizarlo.
Y para conseguirlo, nada más indicado que elogiar a otro hombre.
—Félix cocina muy bien.
—Ah, ¿sí?
—Sí, hace unos espaguetis magníficos.
—Supongo que habrá unos cuantos italianos
que no estarían de acuerdo contigo.
—Yo lo estimo mucho —continuó Bella riendo
sofocadamente—. No creo que haya muchos abogados con tanta dedicación como él.
Creo que ya te he dicho que le debo mi libertad, ¿no? ¿Te ayudo?
—Ya he terminado. La carne está en el
horno, esperando a que estén las patatas y el arroz.
—Entonces sentémonos y hablemos —sugirió
Bella tomando la botella de vino y dos copas. Edward pareció reacio, pero tras
una pausa, y después de echar un vistazo al horno, se sentó con Bella—. ¡Salud!
—Giamas —contestó él levantando la copa.
—Yammas —repitió ella.
La copa resbaló de las manos de Bella, pero
Edward, como el rayo, se apresuró a rescatarla, evitando que le salpicara el
vestido. Bella, paralizada, sintió la mano de Edward presionando su pecho.
Quemándola. Él no movió un músculo. Ella se lo quedó mirando, confusa. Entonces
él se echó atrás. Era como si estuviera drogada. Los párpados se le caían,
pesados, y abría los labios. Estaba ocurriendo una vez más, comprendió Bella
impotente. No podía hacer nada para evitarlo.
Edward apartó la mano y desvió la vista.
Bella parpadeó, completamente ruborizada. Edward dejó su copa en la mesa y sacó
un pañuelo para limpiarle el hombro desnudo.
—¡Wooops! —exclamó ella—. Los nervios.
—¿Y por qué estás tan nerviosa, Bella?
—Bella tragó. Era una locura, una locura que la poseía. Y no le gustaba nada,
la aterrorizaba—. ¿Es por Nessie, Bella? —inquirió Edward poniendo una mano
sobre la de ella.
—Sí.
—Iré a ver el arroz.
Edward se puso en pie y se dirigió a la
cocina. Bella suspiró aliviada y se preguntó por qué no era capaz de gobernar
sus emociones, por qué se sentía irresistiblemente atraída hacia él.
—Siempre lo tiro todo —comentó Bella.
—Toma otra copa limpia. Y recuérdame que
utilice platos y vasos de papel, cuando vengas a vernos. La melijanosalata está
lista. Ven a cenar —ordenó Edward encendiendo las velas.
—Está precioso —comentó ella sentándose.
—Me alegro, disfrútalo.
—¡Mmm!, ¡delicioso! Gracias por la cena.
Por el gesto. Por esto. Tienes que decirme cuánto te debo…
—Corre por cuenta de la casa —sonrió él—.
Necesito que cooperes, ¿comprendes?
—Bien, continúa.
—Hay un pequeño problema en eso de que veas
a Nessie —soltó él por fin, respirando hondo.
—No —susurró Bella.
—Por favor, Bella, no es nada que no puedas
superar. El problema es que Nessie no sabe nada de ti.
—Ah, ¿eso es todo? Bueno, puedes contárselo
tú. O yo. Tengo una foto por alguna parte, me la hice especialmente para…
—No, lo que quiero decir es que ella no
sabe siquiera que… existes.
—¡Edward!, ¿cómo has podido hacerme eso?,
¿a mí?
—¿Y qué querías que le dijera?, ¿qué su
madre se había ido? Ella no tiene noción del tiempo, no podía decirle que
volverías en un par de años. Además, no esperaba que aparecieras.
—Pero Nessie preguntará por mí antes o
después, por su madre —protestó Bella.
—Lo sé, pero al principio, durante los
primeros meses de vida, me pareció que sería más fácil que estuviera
simplemente con Heidi, con Jane y conmigo, como si eso fuera lo más natural del
mundo. Ella ni siquiera comprende que otras familias son distintas.
—¿Llama mamá a… Heidi?
—No —contestó Edward tras una pausa—.
Bella, hasta ahora era demasiado pequeña como para darle explicaciones. Pensaba
decírselo a su debido tiempo, pero has aparecido antes de lo que esperaba.
Sigue siendo muy pequeña, Bella, acabo de quitarle los pañales, como quien
dice. Y lo último que quiero es que tu aparición suponga inquietud para ella.
Estoy seguro de que estás de acuerdo conmigo en eso, y prefieres hacer las
cosas poco a poco.
Bella estaba terriblemente desilusionada.
Tenía mucho trabajo por delante, antes de que Nessie se sintiera realmente
cómoda con ella. Tendría que quedarse en Grecia mucho tiempo, hasta que lo
lograra. Edward parecía preocupado. Quizá Nessie le importara realmente.
—¿Y qué sugieres?
—Bella, comprendo cómo te sientes…
—¿Lo crees, de veras?
—Imagino lo que debes sentir, cuando tu
propia hija te pregunta quién eres… —continuó Edward realmente tenso, ocultando
su propio dolor.
—Te ha ocurrido, ¿verdad? —preguntó Bella—.
Te sentiste extraño con tu propia hija.
—Las circunstancias eran… diferentes
—confesó él, escueto.
—¿Y cómo lo resolviste? —inquirió Bella comprendiendo,
compasiva, y deseando consolarlo.
—¿Quién ha dicho que esté resuelto?
—preguntó Edward con amargura—. Cometí un error, Bella. En mi ignorancia, creí
que podía volver a formar parte de la vida de Jane así, sin más, y que todo
saldría bien. Pero no salió bien, no fue así —confesó Edward inclinándose hacia
ella—. Sé lo que le ocurrió a esa niña. Por eso no quiero que le ocurra lo
mismo a Nessie. Ni por culpa tuya ni por la de nadie. Ella es feliz, no tiene
preocupaciones, y yo estoy dispuesto a lo que sea con tal de que siga así.
Bella lo miró atónita. Según parecía, había
más obstáculos en su camino de los que nunca hubiera imaginado.
—Sabes qué salió mal con Jane, y por eso
quieres hacerlo bien esta vez —afirmó Bella.
—Puedo hacerlo bien —declaró Edward
recogiendo los platos y llevándolos a la cocina—. Verás, te diré cómo lo
haremos. Quiero que vengas a casa y que te presentes diciendo que eres una
antigua amiga de su padre.
—Pero… me estás robando el instante más
feliz de mi vida, el instante con el que llevo años soñando. ¡Ella es mi hija…!
—Lo sé —confirmó Edward decidido,
consolándola y tomando sus manos, desde el otro lado de la mesa—. Por eso
precisamente lo hago.
—No, no quiero…
—¿Tus necesidades, o las de ella? —inquirió
Edward—. Tienes que elegir. Y es un asunto muy delicado. Primero tenéis que
haceros amigas. No estoy dispuesto a que le digas que eres su madre hasta que
Nessie no esté preparada.
—No puedo estar de acuerdo —afirmó Bella en
un susurro, con ojos nublados por las lágrimas—. Llevo años esperando oírla
llamarme mamá. No podré evitar mirarla con anhelo y dolor, y todo el mundo se
dará cuenta…
—Yo estaré allí —se apresuró Edward a
contestar—. Nadie más.
—Y Heidi…
—Ella apenas está con nosotros.
—Jane…
—No notará nada. Está demasiado inmersa en
sus propios problemas como para darse cuenta de los de los demás —respondió Leo
apretando la mano de Bella, demostrándole cuánta pasión ponía en ello—.
Inténtalo. Por Nessie. Te estoy ofreciendo mucho, Bella. Podría luchar contigo
y obligarte a ir a los Tribunales. ¡Al diablo con mi reputación! Pero eso no es
lo que quiero. Nessie resultaría herida. Ven mañana. Has esperado mucho tiempo,
lo sé, pero otro poco más no puede hacerte ningún daño.
—Edward, no sabes lo que me estás pidiendo
—dijo Bella con voz y labios trémulos, con ojos llorosos.
Edward soltó la mano de Bella y acarició su
mejilla, y ella dejó de sollozar. Una ola de deseo la invadió por completo. De
pronto ambos se quedaron mirando el móvil de Edward, que sonaba en el extremo
opuesto de la mesa. Edward juró en griego y contestó:
—¿Fél?… Sí, está aquí —dijo de mal humor,
pasándole el teléfono a Bella—. Es Sefton.
—Hola —saludó Bella.
—Llevo horas buscándote —se quejó de
inmediato Félix.
—Lo siento…
—¿Dónde estás?, ¿sabes qué hora es? Si no
vas a reservar la habitación…
—Ya tengo donde quedarme. Félix, lo olvidé
por completo. Acabo de llegar y tenía tanto sueño…
—¿Dónde estás?, ¿y qué está haciendo él
contigo?
—Edward me ha prestado una casa de su
propiedad —explicó Bella—. Voy a ver a Nessie mañana, ¿no es maravilloso?
—¿Dónde? Yo debería ir contigo. ¿Y dónde
está exactamente esa casa?
—No tengo ni idea. ¿Dónde estás tú?… Hotel
Zantos —repitió Bella, oyendo a Edward soltar una carcajada—. Te llamaré.
—Dime dónde y cuándo te recojo —ordenó
Félix.
—No, ya te veré después y te contaré mis
progresos. Te lo explicaré cuando nos veamos. Tengo que hacer esto sola, Félix.
No quiero estropearlo todo. Edward se ha mostrado muy comprensivo. Debo colgar
—añadió Bella interrumpiendo las protestas del abogado—. Estamos discutiendo
los detalles. Félix, escucha —rogó Bella, ante las continuas protestas—. Por
favor, no me hagas esto. Es simplemente que en este preciso momento no te
necesito… —Bella parpadeó perpleja—. Ha colgado.
—No me extraña. ¿Quieres patatas? —ofreció
Edward cortés.
—No lo comprendo, jamás habíamos discutido.
—Quizá, pero puede que tú siempre te
acomodaras a sus deseos. Escucha, no te preocupes. Tenemos cosas más
importantes que discutir. ¿Vas a aceptar mi sugerencia? Mañana por la mañana
puedes ir caminando a través del campo de olivos hasta mi casa, tomaremos café.
Nessie estará jugando en el jardín. Y luego yo sugeriré que vayamos a la playa.
Mis tierras llegan hasta la costa, tenemos una pequeña casita en la playa. Es
un lugar encantador. Te gustará verla nadar, ¿a que sí? —preguntó Edward
persuasivo.
—¿Y si me niego?
—Entonces las puertas estarán cerradas para
ti, y no podrás acercarte a ella. Tendrás que optar por la vía legal. Pero
aunque consigas que aprueben las visitas, no te pondré las cosas fáciles.
—Está bien, de acuerdo —susurró Bella, ante
una perspectiva tan poco alentadora.
—Gracias —contestó Edward—. Sabía que
harías lo mejor para Nessie. Para el mañana.
No! Como la hace esperar, es muy cruel.
ResponderEliminarNo! Como la hace esperar, es muy cruel.
ResponderEliminarLo odio la verdad por hacerla sufrir por tanto tiempo
ResponderEliminarY ovultandole a nessie que ella es su mama
me ae mal Edward!!!! y Bella tambien por no defenderse, cae tan facil
ResponderEliminarEste condejado ed se esta pasando de vivo por lado esta bien q se preocupe por ness pero el plan contra bella es horrible 😠😠😠😠
ResponderEliminarBueno, odio a Félix!!! Creo que le ha estado mintiendo a Bella... pero ahora Edward le cuenta que su ex esposa ha estado cuidando de la niña... eso también es malo :( o no???
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO
Que onda con este Edward? No me agrada :( espero Bella esté con su hija pronto. Gracias por la.actu.
ResponderEliminarGraciaaaas
ResponderEliminar