— ¿Dónde está mi mujer? — preguntó a la enfermera detrás del mostrador.— ¡Me han dicho que estaría aquí!
— ¡Señor Masen, le he dicho cien veces que su mujer
viene de camino! Debe haber un atasco.
—Tranquilo, Edward. —dijo su cuñado Emmett divertido.—
Estará al llegar. La traía la ambulancia.
— ¿Cómo se me ocurrió acompañarte al partido? —dijo
frustrado quitándose la gorra de los yankees.
— ¿Quién nos iba a decir que se iba a adelantar? — le
cogió del hombro llevándolo hacia la silla de plástico blanca para que se
sentara, justo cuando sus padres y sus hermanos entraban en el hospital.
Elizabeth pálida llevaba a Seth en brazos.— ¿No han llegado?
— ¡Joder! ¿Dónde está mi mujer? — de los nervios se
volvió a acercar a la mujer de detrás del mostrador.— ¡Mi mujer no ha llegado!
¿A dónde la han llevado? — todos se acercaron al mostrador e intimidada levantó
el auricular.
—Ahora lo pregunto, señor.
—Tenía que haber ido con ella. — dijo Renée de los
nervios.— ¡Pero no me dejaron subir a la puñetera ambulancia!
— ¿Pero estaba bien? — preguntó Edward pálido.
—Oh, sí. Las tenía muy a menudo. Pobrecita, quería que
fueras al partido porque te hacía ilusión y no nos dijo nada.
La mujer colgó el auricular y forzó una sonrisa.
— ¿Dónde está mi mujer?
—La han desviado al Lennox por un problemilla.
— ¿Qué problemilla? — gritó Edward fuera de sí.
—Ha dado a luz en la ambulancia. Felicidades, ha sido
niña.
Todos se quedaron pálidos mirando a la mujer durante
unos segundos, antes de salir corriendo hacia la puerta.
Cuando entraron en la habitación, ella sonreía mirando
a la niña y levantó la cabeza para mirarlos. Edward sonrió de alivio.
— ¿Estás bien?
—Ha sido muy rápido. — alargó la mano y él la cogió de
inmediato.— Lo siento, te lo has perdido.
Edward la besó en los labios antes de mirar a la niña,
que también era morena como su primo.
—Cógela, mi
amor.
Casi la cogió con miedo y la niña abrió los ojos.
— No se puede ser más preciosa.
Su madre los miraba emocionada y se acercó a toda
prisa haciendo reír a Charlie.
— Te la va a coger en tres segundos.
Su madre alargaba las manos y las volvía a cerrar a
toda prisa y Edward se echó a reír tendiéndosela .
— ¡Oh, qué bonita! — dijo la abuela acercándola a los
demás mientras Edward acariciaba la frente de su mujer.
—Lo siento, nena. Tenía que haberme quedado.
—No, la culpa es mía. Tenía que haberte dicho que
tenía dolores. Lo siento.
—Bueno, te oiré gritar y me pondré de los nervios en
el siguiente.
— ¡No he gritado! — se acercó a él y susurró—
Elizabeth es una quejica.
— ¡Te he oído!
Edward se echó a reír y la besó en los labios.
— Eres la
mejor y te quiero.
— ¿Cuánto me quieres?
—Tanto que no se puede ni contar. — dijo divertido.
— ¿Tanto como para perdonarme cualquier cosa?
Edward se enderezó.
— ¿Qué has hecho?
—No, primero dilo y después…
—Ya verás cómo va a dejar la casa. — dijo Elizabeth
emocionada.— ¡La obra es impresionante! ¡Habitaciones con baño! ¡Y cuarto para
los niños!
Edward miró asombrado a su mujer que sonrió
tímidamente.
—
Recuerda que me quieres.
—Con locura. —la besó en los labios y susurró.— Y para
siempre.
Historia Original
Vuelve de Saint Rose Sophie
Que bello final ❤❤❤
ResponderEliminar💖💖💖💖💖👍👍👍👍👍
ResponderEliminarQue final más Bello.... se lo merecen después de todo lo que pasaron...
ResponderEliminarMiles de gracias por esta adaptación, a pesar de todos los tropiezos ;)
Besos gigantes!!!
XOXO
Qué lindo final
ResponderEliminarHermoso final, me encantó la historia!!!
ResponderEliminarHermoso final...Mil gracias
ResponderEliminarHermoso final...Mil gracias
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