Bella
—Ojalá no lo hubieras hecho nunca, mamá... Ojalá los tres hubierais sido más fuertes y más sensatos, más cuidadosos del daño que os podíais infligir los unos a los otros. Porque alguien tiene que pagarlo y, en estos momentos, esos somos Edward, Alice y yo.
Edward
El informe trimestral se envió a la junta a las siete y cuarto de la mañana del domingo. A las ocho cuarenta y cinco, Edward realizó su primera llamada. A las cinco cuarenta y dos de esa tarde, mandaron una estrategia financiera y a las siete quince de aquella noche, Edward apagó el teléfono y se tumbó boca abajo en la cama. Jasper y Alice se habían quedado hasta el fin.
Edward quería que Alice estuviera plenamente informada de todos los aspectos de la dirección de Masen y Jasper era el mejor apoyo que Edward podía darle a su hermana si ella terminaba haciéndose con el control de la empresa.
Edward no le había preguntado a su hermana cómo iba a ser su voto. Y Alice no se lo había dicho. Lo único que sí le había animado a hacer era ir a ver a su madre para hablar con ella sobre lo que sentía y lo que esperaba.
Sin embargo, Edward se había negado a hacerlo.
—¿Y qué le voy a decir, Ali? ¿Que no haga esto?
Sin embargo, no lograba olvidarse de las palabras de Alice. Terminó por tomar el teléfono y marcar el número de su madre. Ella no respondió, por lo que le dejó un mensaje.
—Mamá, soy Edward. Sólo quería decirte que sé que estás sufriendo mucho ahora y que llevas sufriendo mucho tiempo. Había esperado que con la muerte de papá, tú hubieras podido seguir adelante con tu vida. Olvidar y perdonar. Algo así. Veo que no ha podido ser.
Edward respiró profundamente.
—No voy a dejar a Bella por ti. No soy papá, sino tu hijo y por fin he encontrado a una mujer a la que puedo amar y me merezco mucho más de ti que un ultimátum para dejarla o perder la compañía. Ni siquiera le has dado una oportunidad. Eso es lo que más me duele. Jamás has visto más allá de tu propia agenda para ver el dolor que infligías a los que te rodeaban. Alguien me acusó de hacer lo mismo este fin de semana y eso me hizo daño, pero he comprendido que en lo que se refiere a mi relación contigo en particular, tenía razón. Por fin ha dejado de importarme si te hago daño o no. Deberías tomártelo como una advertencia.
Como no le quedaba nada más que decir, Edward colgó.
A continuación llamó a Bella, pero ella tampoco respondió. Las palabras que
habían intercambiado la noche anterior lo habían dejado vacío. Tenía algunas respuestas para ella, pero primero tenía que disculparse y ni siquiera sabía por dónde empezar.
—Hola —murmuró al contestador mientras estaba tumbado sobre la cama —. Hemos estado trabajando toda la noche y todo el día, pero hemos hecho el informe y un plan estratégico. Mañana, la reunión es a las nueve y, conmigo o sin mí, Masen Holdings está salvado. Parecía que eso te preocupaba y sólo quería que supieras que no tienes por qué. Otra cosa. Me acusaste de no escuchar a la gente que me rodeaba y de obligarte a enfrentarte a una situación para la que no estabas preparada. Lo siento mucho. Ahora sí estoy dispuesto a escucharte, por lo que si tienes algo más que decir... Te escucho.
Esperó un instante, dolorido y agotado.
—Me acusaste de ser cruel y, en cierto modo, tienes razón. Estoy siendo cruel por no dejar que la amargura y el odio de mi madre rijan mi vida. No me voy a disculpar por eso. Sin embargo, no siempre soy cruel y no soy ni remotamente tan egoísta emocionalmente como mi padre. Dios, eso me dolió, pelirroja. Cuando me dijiste que me mirabas y lo veías a él. Me he pasado la mayor parte de mi vida haciendo todo lo posible por no ser como él. Que Dios me ayude. Yo soy yo.
¿Qué más? ¿Qué más le podía decir a la mujer que era dueña de su corazón?
—Compromiso. Claro que puedo hacerlo. Soy un experto. ¿Qué más? Testarudo, sí. No me he rendido sobre nosotros. No puedo. Todavía no. Creo que tú sientes algo por mí.
¿Qué más?
—Confianza. ¿Sabes lo difícil que es confiar en la gente con un bagaje como el mío? Todo el mundo quiere algo. Dinero, influencias, apoyo... incluso mi familia. Todos son expertos en exprimir el amor y la lealtad en su propio beneficio. Incluso Alice. La quiero mucho, pero no puedo confiar en ella. ¿Sabes el tiempo que llevo buscando a una mujer en la que pueda confiar? Pensaba que la había encontrado, pelirroja. En ti.
Dormir. Tenía que dormir... Casi no tenía sentido lo que decía, ni siquiera para sí mismo.
—Ojalá no hubieras salido huyendo. Sé lo dura que puedes llegar a ser. Lo vi en la montaña y en el modo en el que te esforzaste por seguir tu carrera artística. No te rendiste nunca. Hasta la otra noche, cuando me empujaste y saliste corriendo.
Un temblor le recorrió el cuerpo, que por fin se estaba rindiendo a la desesperación.
—¿Por qué tuviste que salir huyendo?
Terminó la llamada y dejó caer el teléfono al suelo. Y se quedó dormido.
.
.
.
El lunes por la mañana amaneció siendo uno de esos brillantes y fríos días de invierno. Edward tomó su asiento a la cabecera de la mesa con una calma que distaba mucho de sentir. El informe trimestral demostraba que Masen Holdings perdía dinero por todas partes. El plan estratégico que Alice, Jasper y él habían redactado y enviado antes de la reunión era arriesgado. Seguramente, su padre jamás hubiera hecho algo así. Sin embargo, eso no significaba que no fuera una buena estrategia para sacar a la empresa de los números rojos y ponerla en un terreno más seguro antes de que pudiera avanzar de nuevo. En algunos puntos, Edward estaba dispuesto a negociar. Quería la colaboración de Jasper. En la de Rufus confiaba menos. La de Victoria en absoluto. Max y Simon no estaban presentes y, además, eran socios minoritarios, pero le habían dado sus poderes a él.
Edward lo había repasado todo con Alice y ella había estado de acuerdo. No quedaba nada más que hacer que declarar abierta la reunión y ver lo que pasaba.
Victoria presentó su moción de no confianza después de la presentación del informe trimestral. Ella señaló que la empresa se encontraba en números rojos y otros problemas de la empresa que Edward ni siquiera sabía que ella conociera. Ni siquiera miró una vez a su hijo.
—Me resulta difícil de creer, Victoria —dijo Jasper—, que quieras culpar a Edward de la situación actual, en especial porque sabes tan bien como yo de quién es la firma que figuraba en la póliza de seguros de Silverlake, por ejemplo.
—James estaba enfermo —replicó ella—. Edward debería haberlo comprobado.
—Me atrevo a decir que lo habría hecho si James se lo hubiera permitido. Edward no se hizo cargo de Masen Holdings hasta después de la muerte de James, Victoria. Tienes que tenerlo en cuenta.
Rufus apoyó la moción de no confianza de Victoria. Jasper se limitó a cerrar los ojos.
—¿Alice? —dijo Victoria con voz aguda.
Durante un instante, Alice pareció desmoronarse. Edward se dijo que no importaba que Alice votara también en contra de él. La compañía estaba a salvo de las maquinaciones de su madre.
Miró a su hermana y se encogió de hombros. Se había prometido que no se disgustaría. La gente tomaba decisiones. Nada más. Elecciones con las que, después, tenían que vivir. Él ya había tomado la suya en lo que se refería a apartar por completo a su madre de su vida.
—Alice —repitió Victoria. Aquella vez, Alice sí respondió.
—Ni siquiera has mirado el plan estratégico que Edward te envió ayer, ¿verdad, madre? —le espetó Alice—. No te importa lo que le pase a la compañía. Lo único que quieres es castigar a Edward porque no quiere dejar de ver a Bella Swan.
Victoria apretó los labios hasta dejárselos blancos, pero Alice aún no había terminado.
—¿Por qué no puedes dejar atrás el pasado? —susurró Alice—. ¿Por qué siempre tienes que hacerte la víctima? La esposa afrentada. La madre herida. ¿Por qué siempre tienes que definirte en relación a él? Papá está muerto. Sin embargo, hasta desde la tumba, te tira de las cuerdas para que cada decisión que tomes no sea más que una reacción de venganza a todo lo que él te hizo. ¿No puedes ver por una vez más allá de él? ¿No puedes darte cuenta del daño que estás haciendo?
—Alice, aquí no —murmuró Edward.
—¿Y por qué no? Ella lo ha traído aquí. Toda nuestra ropa sucia, toda la amargura y la venganza. Llevo todo el fin de semana escuchándoos a ti y a Jasper. Ahora, ha llegado el momento de que tú me escuches a mí. Edward, tienes mi apoyo pleno en lo que se refiere a la dirección de esta empresa. Entre los dos, tenemos el sesenta por ciento de los votos, así que creo que esto da por zanjado el asunto de la no confianza. Mamá, lo siento. Si ves esto como una traición de tus sentimientos, lo lamento, pero lo que estás haciendo está mal. Es malo para la compañía y no es justo para Edward. Ni para mí. Olvídate del pasado. Eso o sal de nuestras vidas.
Alice sacó el plan estratégico de entre los papeles que tenía amontonados delante de ella y lo levantó para que todos lo vieran.
—¿Hay alguien dispuesto a discutir el plan de rescate de esta empresa ahora? A mí, por mi parte, me gustaría salir de aquí antes de las cinco.
Bella
Bella escuchó el mensaje de Edward el lunes por la mañana. Lo escuchó dos veces. Después se fue a trabajar. Se pasó el día sumida en un frenesí creativo que no concluyó cuando llegó a casa. Tenía lápiz y papel a mano y muchas cosas que reflejar y sentimientos que aún no había logrado definir. Los descubriría si los dibujaba. Entonces, podría llamar a Edward y sabría lo que decir. Así era como funcionaban las cosas para Bella. Como siempre lo habían hecho.
Papel rugoso, grueso. El mejor. No importaba lo que costara. Sus carboncillos favoritos y un corazón lleno de sentimientos. Su pensamiento lleno de Edward. Empezó a dibujar.
Una muchacha delgada, con vaqueros y una camiseta raída, tumbada descalza, boca abajo, sobre un glaciar helado, con una mano extendida hacia un guerrero que escalaba hacia ella, ataviado con pantalones ceñidos y un cinturón del que colgaban toda clase de espadas y mazas.
La espalda del guerrero era fuerte y hermosa. Estaba a punto de alcanzar la mano extendida de la muchacha. Una tormenta rugía a su alrededor. Necesitaba algo de color, negros y azules envueltos en amenazadores grises. Llamó a aquel dibujo Confianza.
Una muchacha en brazos de un guerrero. El rostro le relucía de alegría y pasión. A aquél lo llamo Descubrimiento.
Una muchacha encima del pico de una montaña helada, con la cabeza colocada sobre las rodillas y las manos sobre la cabeza mientras, a su alrededor, una serie de demonios alados cabalgaban los vientos. El guerrero luchaba contra ellos con todo lo que tenía a su alcance. Su rostro era una dura máscara de determinación aunque estaba en inferioridad de condiciones. Bella odiaba aquel dibujo porque la muchacha era una cobarde. Lo arrojó a un lado y volvió a empezar, pero, dibujara lo que dibujara, el guerrero permanecía de pie y la muchacha se negaba a ayudarlo contra los enemigos de ambos.
Volvió a empezar una nueva serie sobre el guerrero. En aquella ocasión, él tenía a dos mujeres flanqueándolo y la muchacha trataba de unirse a ellos, pero las mujeres no se lo permitían y la muchacha se limitaba a alejarse.
Odió también aquella serie. La llamó Cobardía.
En algún momento de la tarde, dibujó una serie de amantes tan perdidos el uno en el otro y compuestos de unas líneas tan hermosas que empezó a llorar. Llamó a aquélla Amor y vivió cada línea que dibujó.
Fue pegando todos los dibujos por las paredes del salón, aunque no estuvieran terminados. Trató de colocarlos en orden. Finalmente, dibujó un guerrero triunfante, de espaldas, para que no tuviera que hacerle la cara.
La muchacha no estaba por ningún lado. Bella se había quedado sin carboncillo y sin lápices, pero no sin lágrimas.
Volvió a empezar con más papel y pasteles. En aquella ocasión, dibujó personas hermosas, entre las que estaba la muchacha. No estaba sola. El guerrero estaba cerca de ella y la miraba con orgullo. Ella le sonreía llena de placer y parecía tener el corazón rebosante de amor. Los colores del papel se iban haciendo más ricos a medida que Bella trabajaba, los rostros de las personas más nítidos, pero la conexión y la confianza entre el guerrero y la muchacha eran totales. Aquel dibujo le gustó mucho.
Tomó un vaso de agua con gas y se sentó en el sofá. Lo estuvo mirando mucho tiempo.
Podría haberlo conseguido. A pesar de la desagradable cena del sábado con los Edward, había partes de la velada que sí habían salido bien. Con tiempo y con el apoyo de Edward, podría haber entrado en aquel mundo cuando fuera necesario. Compromiso, lo llamó. Un precio tan pequeño a pagar en nombre del amor.
¿Qué habría ocurrido aquel día con su guerrero?
¿Se habría enfrentado a su madre para recuperar el control de la empresa? ¿Habría ganado?
Miró el último dibujo que había pegado en la pared del Guerrero victorioso. Deseaba desesperadamente aparecer en él, al lado de su guerrero, tras haber luchado para tener ese derecho.
Sin embargo, no lo había hecho. En vez de eso, había salido huyendo. Una cobarde y una necia.
Cerró los ojos y deseó estar lejos de allí.
—Estoy escuchando ahora —le había dicho él en el mensaje al que Bella aún tenía que responder—. Estoy escuchando, por lo que si tienes algo más que decir...
Tomó una hoja limpia de papel y comenzó de nuevo a dibujar.
Edward
Edward Masen, director de Masen Holdings, aparcó su coche de alquiler en el aparcamiento casi vacío que había enfrente del bloque de apartamentos de Christchurch y se preparó para subir al de Bella. Había acudido hasta allí porque no había podido evitarlo. Había acudido con regalos y palabras de esperanza, para decir lo que sentía su corazón, aunque las palabras de Bella no hubieran cambiado.
—No te amo —le había dicho ella—. Me ha encantado pasar estas semanas contigo. Me ha gustado conocerte, pero no te amo. Esta noche te miré y no me gustó lo que vi. Vi a James.
Tal vez Edward no amaba a la persona adecuada, tal y como había hecho su padre, pero amaba al fin y al cabo y perseguiría a Bella hasta que ella le volviera a decir aquellas palabras y le partiera el corazón definitivamente.
—No te amo...
Había luz en la cocina de Bella. Estaba en casa. Ésa era la buena noticia. Sin embargo, no le había devuelto la llamada. Con decisión, Edward tomó sus regalos y se dirigió hacia la entrada del bloque de apartamentos con pies de plomo y el miedo recorriéndole el cuerpo de un modo que jamás había conocido.
—Puedes hacerlo —murmuró—. Ya sabes lo que hay que hacer. Sólo tienes que poner un pie delante de otro y subir.
Cuando el timbre sonó, Bella tardó unos segundos en reaccionar. Estaba escuchando música y no esperaba a nadie. No había terminado de dibujar y no quería que la interrumpieran. Sin embargo, se dirigió a la puerta y preguntó quién era. Cuando la persona que había al otro lado respondió, abrió la puerta y lo miró fijamente.
—Hola, pelirroja —dijo él. Bella parpadeó para no derramar las lágrimas—. No devolviste mi llamada y me imaginé que querrías saber lo que ocurrió hoy en la reunión. Alice me apoyó. La empresa sigue siendo mía. Tu madre me dio dieciséis millones de libras en acciones con los que no tengo ni idea qué hacer. Estoy pensando en invertirlos durante un tiempo y luego dártelos a ti.
—No te daré las gracias —murmuró ella.
—Lo sé. Esa es la belleza del asunto. ¿Puedo entrar?
Bella se hizo a un lado y lo dejó pasar. Observó cómo él se detenía y miraba a las paredes, a los dibujos que ella había pegado por todas partes.
—Pelirroja... ¿Qué está pasando?
—Estoy pensando —dijo, sollozando—. No podía pensar. Siento haberte dejado la otra noche. Soy una cobarde. Una cobarde y una tonta y lo sé. Te amo y no sé que hacer. Estoy pensando. Y yo pienso así — comentó señalando las paredes—. Ahora, tú te vas a pensar que estoy loca además de ser una cobarde y una tonta.
—Espera un momento. Espera.
Regresó a la puerta y se inclinó para recoger algo que había dejado sobre el suelo. Cuando se dio la vuelta, tenía champán y rosas en las manos. Le entregó las dos cosas a Bella y cerró la puerta.
—Bueno, he estado pensando en lo que podría querer Bella Swan. Se me ha ocurrido eso y he venido aquí también con esto.
Sacó un pequeño estuche de terciopelo del bolsillo del abrigo y se lo ofreció a ella.
—Champán, rosas y un guerrero amante para Bella Swan. Alguien que está orgulloso de ella, que la apoya, que sabe que es tímida y que conecta profundamente con su arte. Alguien que no se enfrenta siempre adecuadamente a la realidad, pero, ¿quién lo hace? Alguien que la ama exactamente por lo que es y que no le importa lo que piensen o digan otras personas. Espero haberlo dicho bien.
—Sí —susurró ella. Las lágrimas le nublaban la visión.
—Abre la caja, pelirroja.
Bella dejó a un lado los otros regalos de Edward. La caja resultaba muy suave y delicada entre sus dedos. El solitario de diamante que él le había regalado como anillo de compromiso descansaba en su interior y brillaba más que cualquier estrella del cielo.
—Ahora, póntelo —murmuró él. —Te estás volviendo muy mandón.
—He tenido un día muy duro. Cásate conmigo, Bella. Te lo ruego. No eres una cobarde. Yo te puse en una situación imposible, pero ahora está arreglada y te necesito a mi lado. Te he visto enfrentarte a una montaña y ganar. Podemos hacerlo. Sólo tienes que quererme.
—Y te quiero —susurró ella. Permitió con gozo que él la abrazara sin soltar el estuche del anillo. Aún no se lo había puesto, pero lo haría—. Te estoy manchando tu bonito traje de carboncillo. Y de lágrimas.
—Quiero que me lo manches entero —dijo. Entonces, miró al dibujó en el que ella había estado trabajando cuando él entró. Era de un guerrero perdido entre los brazos de la muchacha que lo amaba—. También quiero alas.
—No las necesitas. Ya caminas sobre el agua. —Sí, pero quiero también el cielo.
—Avaricioso —susurró. Se echó atrás para mirarlo—. Te amo. Lo besó una vez—. Me casaré contigo y te apoyaré en todo. Lucharé por ti. Lucharé contigo cuando tenga que hacerlo. Podemos conseguirlo.
—Lo sé —afirmó él mientras enmarcaba la mejilla de Bella con una mano. Una caricia sencilla, cálida para un hombre tan complejo y valiente—. Será simplemente otra montaña, amor mío.
FIN
que lindo final muy esperanzador ,muchas gracias
ResponderEliminarMe gustó muchocolate esta historia gracias el fimal es tubo superior k bueno k Alice puso en su lugar a su mama
ResponderEliminarFascinante y muy relevante...Gracias linda...Sigue asi..
ResponderEliminarMuy hermosa, gracias por publicar esta historia, se necesitan más de este tipo de romances. 😊
ResponderEliminarMuy hermosas la leído toda en un sólo día Muy hermosa y gracias por la adaptación mucha suerte en tus proyectos
ResponderEliminarLindo final!!! Me alegra que Alice se enfrentara a su madre para que no siga rigiendo su vida a partir de la amargura y el odio. Que tierno Edward y que bueno que no se rindió!!!
ResponderEliminarQue bello final.
ResponderEliminarMe gusto ... un final esperanzador ... tendremos epílogo ? 😘❤❤
ResponderEliminarMe encantó ¿habrá epilogo?
ResponderEliminarFacinada graciasssss me encantó
ResponderEliminarGRACIASSSSSSS ♥ ♥ ♥ ♥ ♥
ResponderEliminarHay yo quiero una montaña de esas.
ResponderEliminarEl amor llega cuando uno menos lo espera y llega se a dieña de nuestra alma.
Me a facinado l historia.
Nos seguimos leyendo.