Se balanceó, como si Bella lo hubiera golpeado. Parecía terriblemente enfadado y Bella no era capaz de respirar... no quería perderse lo que estaba a punto de estallar dentro de él.
Esperaba que dijera algo, incluso que le hiciera algo físico. De manera que cuando A Edward se dio media vuelta y se alejó, ella lo miró horrorizada, con un sentimiento que se acercaba al remordimiento.
Porque supo, lo supo en el momento en que lo vio marchar, que le acababa de golpear en su punto más sensible, aunque no sabía por qué o cómo.
Cuando estaba lista para marcharse del hospital, después de tomar un té con Alice, Rose apareció en el umbral de la puerta.
—Oh, tú tienes que ser la hermana de Bella porque sois exactamente iguales —declaró.
Bella se sobresaltó y miró a su alrededor, buscando temerosa a Edward.
Pero no estaba. Durante los diez minutos siguientes, Rose habló con Alice sin parar, sacando de cuando en cuando regalos del bolso negro que llevaba al hombro. Uno de ellos era un juego electrónico.
—Es de parte de Edward —explicó a Alice—. Pensó que te ayudaría a entretenerte cuando Bella se vaya a descansar. Ella está embarazada, ¿lo sabías?
Alice hizo un gesto afirmativo con la cabeza y susurró su agradecimiento por el regalo, mientras miraba el hermoso rostro de Rose con adoración. La mujer siguió hablando con ella como si se conocieran de toda la vida.
—Ahora me ha pedido el tío Edward que lleve a Bella a casa para que descanse
—finalizó Rose—, para que esté como una rosa cuando venga mañana a verte. —¿Tú vendrás también?
Bella sintió que su corazón sufría por la hija que tanto cariño necesitaba.
—Vendré a recoger a Bella cuando termine de trabajar —aseguró Rose.
Cuando Bella se inclinó para darle un beso de buenas noches, la pequeña la abrazó por el cuello.
—Vendrás mañana, ¿verdad? —susurró con ansiedad.
—Mañana por la mañana —prometió.
—¿Qué has dicho a Edward para ponerle de mal humor? —preguntó Rose, una vez que entraron en el automóvil—, ha estado toda la tarde dando vueltas por el hotel enfurecido.
—¿Tú trabajas también allí?
—Crees que soy la típica rubia estúpida, ¿verdad? No lo soy. Soy decoradora y trabajo en todos los proyectos de Swan.
La mujer cambió de marcha y de carril, con la destreza de alguien que está acostumbrado a conducir en las horas punta.
—Es una empresa familiar. Jasper es el constructor y Edward se ocupa de la contabilidad. Estamos trabajando para terminar este proyecto de Londres cuanto antes y comenzar a trabajar en la isla, una vez que tú tengas el hijo. Aunque la isla será una renovación privada —explicó, completamente indiferente a la tensión de Bella al descubrir que la mujer sabía exactamente por qué se había casado Edward con ella.
—La casa está completamente abandonada. Tu padre no la cuidó durante estos años. Tampoco la finca que la rodea, que ahora se ha convertido en un lugar salvaje. En el pasado fue un sitio maravilloso y queremos devolverle su antigua gloria. Ahora ya sabes que se lo que hay entre tú y Edward. ¿Me vas a decir qué le has dicho para enfadarle tanto?
—No es asunto tuyo —dijo Bella con brusquedad, sintiéndose enfadada, amargada y cruelmente traicionada.
Y no sólo eso, además sabía que las palabras con las que había insultado a Edward eran completamente justificadas.
—Y como sabes mi situación, ¿te importaría cederme un cuarto para mí sola? Puedes imaginar que Edward nunca duerme en mi cama, así que hazle un poco más fácil las cosas dejándole un dormitorio para él y que no tenga que pasar la noche en una silla.
—Oh, creo que he vuelto a hablar demasiado —exclamó Rose—. ¿De verdad durmió en una silla? — dijo, como si estuviera a punto de reírse. El coche se detuvo frente a un edificio blanco—. ¿Estás segura de que quieres un dormitorio individual? —insistió, provocativamente—. Él es en teoría un experto amante... eso se dice. ¿No vas a echarlo de menos en la cama?
—No sabes nada —exclamó Bella impaciente—. Él puede dormir conmigo siempre que le apetezca. Lo que pasa es que a él no le gusta pasar toda la noche con una fulana. ¡Es todo!
Como escapatoria había sido una respuesta perfecta, el problema era que ella no tenía ningún lugar donde ir. Efectivamente salió del coche apresuradamente, pero tuvo que esperar en la puerta a que Rose abriera con su llave. Después podría de verdad escapar.
—Lo siento —murmuró Rose, por primera vez conmovida—. No quería ofenderte, aunque no lo creas. «¿Seguro que no?», pensó Bella.
—Quería provocarte a expensas de Edward—admitió de mala gana—. Él fue quien insistió en que compartierais el dormitorio.
Bella se quedó pensativa. ¿Quería eso decir que había intentando protegerla delante de la familia? En ese caso tendría que haber callado también los demás puntos del contrato.
—¿Tienes llave, o tenemos que quedarnos aquí a esperar a que venga alguien y nos abra? —preguntó Bella impaciente.
—Yo tengo llave —admitió, abriendo la puerta—. Bella...
Pero Bella ya estaba subiendo las escaleras, tan furiosa que apenas podía contenerse.
—Va a matarme si sabe lo que te he dicho —gritó Rose, subiendo detrás de ella.
—De acuerdo. Pues hacedme el favor de mataros el uno al otro y así se resolverán mis problemas.
—¡Esto no es un juego!
Entonces Bella se dio la vuelta y la miró, desde el último escalón.
—¡Tienes razón en que esto no es un juego! Voy a tener un hijo de verdad y él es el padre, así que no te atrevas a reírte de... ¡Ay!
La muchacha gimió y todo le empezó a dar vueltas. La siguiente imagen fue la cara de Rose inclinada sobre ella, completamente blanca.
—¡Dios mío! ¿Qué te ha pasado?
—No pasa nada —dijo, levantándose con ayuda de Rose—. Me ocurre a veces. No es nada grave, enseguida me recupero.
—¡Pero te has desmayado! No creo que sea normal. —Para mí lo es —aseguró Bella—.
Si me puedes ayudar a levantarme, creo que estaré mejor tumbada en la cama.
—Por supuesto —respondió la muchacha, sintiéndose culpable por el desmayo. Subieron despacio al dormitorio y Bella se dejó caer débilmente sobre la cama.
Cerró los ojos y Rose se quedó allí, sin saber qué hacer.
—¿Quieres que te traiga algo de beber? —ofreció finalmente.
—Mmmm. Sí, me sentaría bien. Tráeme un vaso de agua, por favor.
Dos minutos más tarde, Rose llegaba con un vaso de agua y Bella era capaz de levantarse por sí sola y beber sin marearse.
—Bella, por favor, no le digas aEdwardlo que te he dicho antes —suplicó—. Siempre está diciendo que hablo demasiado y si sabe que te he estado provocando no sé lo que es capaz de hacer...
Bella supuso que Rose tenía razón y decidió que no merecía la pena causar más tensión en una situación tan complicada de por sí.
—No le diré nada, pero tú no le digas que me he desmayado. Si se entera no me dejará ir a visitar a Alice más y la niña me necesita.
—De acuerdo —aceptó Rose—, no diré nada si tú le dejas dormir contigo, para que no se entere de que he hablado de más. ¿Trato hecho?
—Trato hecho —aceptó Bella.
La muchacha se tumbó de nuevo, al tiempo que oía dos voces masculinas que subían por la escalera.
—Iré a entretenerlos. Si entra y te ve así sabrá que te acaba de pasar algo—murmuró Rose en voz baja. Después de que saliera, Bella escuchó sus voces. —¿Dónde está Bella? —preguntaba Edward—. ¿Por qué está tu bolso tirado, con todo derramado por el suelo?
—Bella está cansada y se ha ido a la cama. Me dijo que no la molestaras cuando llegaras. Y mi bolso está en el suelo porque cuando vine tenía tantas ganas de ir al baño que lo tiré y salí corriendo. ¿Alguna pregunta más?
Entonces habló el hermano, saludándola cariñosamente, como los esposos suelen hacerlo.
Momentos después, todo se quedó en silencio y los tres se fueron a la cocina. Bella consiguió levantarse, se puso el camisón y volvió a meterse en la cama.
Durmió profundamente hasta la mañana siguiente, en que se despertó con una sensación de pesadez en la cabeza. Por el estado de la almohada, se notaba que Edward había dormido allí con ella. No sabía si toda la noche, o parte de ella, aunque no le importaba.
Seguía enfadada con él por haber hablado con la familia sobre su relación. La hacía sentirse desnuda frente a ellos, aunque si lo pensaba, se daba cuenta de que Edward había mantenido con ella una relación más cordial y cercana que en Grecia.
Cuando fue a la planta de abajo, encontró a Rose en la cocina. Los hombres se habían ido a trabajar y Rose sería quien la llevara al hospital. Bella estuvo toda la mañana haciendo compañía a Alice, a quien ya dejaron levantarse y salir de la habitación.
Edward apareció después de que ellas terminaran de comer, en el momento en que Bella leía un cuento a Alice. Hizo un gesto a Bella y se dirigió hacia la niña.
—Tienes mejor aspecto hoy —dijo, con una sonrisa en los labios.
La niña sonrió también. Su carita se iluminó, como si fuera un cachorro que viera en aquel hombre el afecto que necesitaba.
—Te he hecho un dibujo —le dijo con timidez—, para darte las gracias por el juego que me trajo ayer Rose.
En un cuaderno de hojas blancas había tres dibujos, un cuarto había sido ya regalado a Bella. Éste representaba una iglesia con una novia y un novio de la mano. Bella estuvo a punto de ponerse a llorar al ver reflejados tan claramente los deseos más profundos de la niña. Lo guardó en su bolso y le ofreció a su vez un libro de cuentos, el que en ese momento leía.
La niña dio solemnemente un dibujo a Edward. Tenía un cielo azul y un sol enorme que iluminaba con sus rayos a un hombre, una mujer, una niña y un niño en una cuna. Había también una piscina y una casa a lo lejos.
El dibujo, una vez más, hablaba de sus más profundos anhelos. Bella le había hablado a Alice de la finca de Skiathos y ella se había dibujado en ella, junto a ellos, porque era lo que más deseaba en el mundo.
«No», pensó Bella, «Edward no es ningún estúpido». Por la forma en que el hombre miraba el dibujo, se notaba que leía el mensaje.
—También he hecho uno para la mujer —murmuró Alice.
—Se llama Rose.
—Para Rose —repitió obedientemente la niña. Me trajo el cuaderno y las pinturas —explicó a Edward—. Quería que pintara mi operación y lo he hecho... ¿crees que le gustará?
El dibujo era verdaderamente sangriento y cuando Edward finalmente dejó de mirar a su propio dibujo y estudió el de Rose, no pudo evitar una mueca en los labios.
—Creo que le encantará. Gracias—por el mío.
La niña, que había estado lista para dormir hacía unos minutos, se animó repentinamente y comenzó a buscar el juego electrónico de Edward.
—¿Quieres que hagamos una partida? —ofreció alegremente, encendiéndolo—. Hay que apretar este botón, luego...
Fue como si una luz se apagara. Un segundo antes los tres estaban brillantes, contagiados por la alegría de Alice, y al momento después la oscuridad cayó sobre ellos como una gran sombra. La niña miró hacia arriba, eso fue todo, y se convirtió en una persona completamente diferente.
Bella estaba sentada al otro lado de la cama, mientras que Edward estaba en una silla. Bella miró hacia arriba, también, y se puso en pie temerosa. Edward alzó los ojos y vio quién estaba en la entrada con el ceño fruncido.
Era Emmet Swan. Con los ojos puestos en el cuerpo de Bella y la expresión brillante y ambiciosa al ver su evidente estado de gestación.
—Así que ya está hecho —murmuró, sin disimular su satisfacción—. ¿Por qué no me lo has dicho? —preguntó, mirando acusadoramente a Bella—. ¿Para cuándo nacerá?
—entonces rió y se dirigió hacia AEdward, que se ponía en pie despacio—. ¡Casi no puedo creérmelo! Bien hecho, amigo. ¡Te felicito!
Emmet Swan extendió la mano, ignorando, deliberadamente o no, la expresión irónica del rostro de Edward. —¿Cuándo completamos el trato entonces? —preguntó, secamente.
Al mismo tiempo, Bella tomaba la mano de la niña, que a su vez buscaba la de ella. Ninguna de las dos sonrió, ninguna habló. Parecía que para Emmet Swan no existían. Bella sólo importaba como medio para obtener un nieto, mientras que Alice era algo completamente inservible.
—Ya lo sabrá a su debido tiempo —respondió Edward—. Por ahora lo único que nos preocupa es la salud de Alice.
Como si eso le hubiera recordado un deber, Emmet Swan miró por fin a la niña.
—Ya tienes a tu querida Bella, ¿no? Los niños son capaces de hacer cualquier cosa para conseguir lo que quieren.
—No fingía —replicó secamente Bella, mientras la niña bajaba la cabeza para no tener que enfrentarse a aquellos ojos fríos e indiferentes.
—¿No? Bueno, ahora eso no importa. Quiero que me habléis de mi nieto. ¿Me vais a contar todo, o tendré que esperar a que nazca antes? .
Bella no contestó, no quería. No podía decirle nada que él no supiera ya.
—No os entiendo —dijo, con una mueca—. Por lo menos has cumplido —añadió, dirigiéndose a Edward—. Con el largo silencio me empecé a preguntar si te habías acobardado en el último momento, pero... —miró a Alice unos segundos—, todo tiene su precio, ¿verdad, Bella? ¿Además, qué habrías hecho si no?
Fueron unas palabras tan crueles, que Bella se estremeció de horror. Afortunadamente la niña no entendía de lo que hablaba. Pero Edwardsí. Dio un paso y agarró a Emmet Swan de un brazo.
—Vayamos a dar un paseo. Tenemos cosas que discutir. Creo...
Ambos salieron antes de que Bella pudiera reaccionar. La amenaza en las palabras de Edward la aturdieron tanto, que sus piernas apenas la sostenían. Se volvió a sentar al lado de la niña y la abrazó contra su pecho, intentando no pensar en nada. Intentando no sucumbir al miedo.
—Papá me odia —murmuró la niña.
—No, cariño —dijo Bella con suavidad—. Es que él no sabe amar a nadie, es todo.
Era la verdad. Su padre era incapaz de amar a nadie. Era una persona egoísta que medía su propia fuerza para cerrar su corazón a los demás. Lo había hecho con su madre, con sus hijos y con todos sus competidores. Él se creía un ser omnipotente y su único dolor había sido perder al hijo que iba a prolongar su apellido, incluso aunque no tuviera su sangre. A Emmet sólo le importaba que llevara su apellido.
El hijo de Bella llevaría el apellido de su padre, por supuesto, pero según el contrato, se le pondría como segundo apellido Cullen. Para Emmet era suficiente.
Bella no soportaba la situación y deseaba que acabara todo cuanto antes, para poder comenzar una nueva vida.
Edward no volvió. Bella pasó el resto de la tarde preocupada pensado en lo que habrían hablado los dos hombres. Cuando Rose llegó, con Jasper, estaba agotada y quería marcharse enseguida.
Pero Alice estaba todavía bajo los efectos de Emmet Swan y tuvo suerte de que Rose llegara y conversara animadamente. Jasper estaba silencioso, como era habitual en él. Miraba de vez en cuando a Bella, que estaba de pie al lado de la ventana con una sensación de soledad que la aislaba de todos.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Jasper en voz baja.
—Estoy cansada, eso es todo —contestó ella, tratando de sonreír.
—Edward pensaba venir a recogerte él mismo, pero le ha surgido un imprevisto. Me pidió que te dijera que lo esperaras esta noche hasta que llegara, quiere hablar contigo de algo importante.
¿Algo relacionado con su padre? Se preguntó Bella preocupada.
—Gracias.
Jasper se apartó de ella de nuevo. Bella sabía que no caía muy bien a aquel hombre.
La culpaba de la presión que Emmet Swan ejercía sobre su hermano.
Una vez en casa, Bella encontró suficientes fuerzas para ayudar a Rose a preparar la cena, luego se sentó con ellos a la mesa, aún sintiéndose una intrusa. Pero tenía dos opciones: comer con ellos o irse a la habitación y cenar a solas, que habría sido muy grosero. Cuando terminaron de cenar, Edward todavía no había llegado y Bella no podía soportar por más tiempo la tensión, de manera que se disculpó.
—No puedo esperar más, estoy muy cansada.
Sin embargo, nada más meterse en la cama la puerta se abrió. Edward tenía mal aspecto. Su ropa estaba arrugada y necesitaba afeitarse. El cabello lo llevaba alborotado, como si hubiera estado tocándoselo nerviosamente.
—Siento llegar tan tarde —se disculpó—, pero no quería esperar hasta mañana. Cerró la puerta y se quedó allí de pie durante unos segundos. Finalmente suspiró.
—¿Te importa si me doy una ducha rápida y luego hablamos?
—No, claro que no —replicó ella, un poco confundida.
Aunque prefería que le dijera enseguida lo que había hablado con su padre. Pero él ya se había metido en el cuarto de baño, dejándola allí en un estado de tensión enorme.
Volvió, como había prometido, enseguida. Se había duchado, afeitado y su aspecto había mejorado bastante, aunque seguía con el rostro triste. Salió con un albornoz azul que dejaba al descubierto parte de su piel bronceada, demasiado para el estado de tensión en el que estaba Bella, que comenzó a imaginar cosas que provocaron el endurecimiento de sus senos.
De manera que levantó las rodillas y se cruzó rápidamente de brazos, con un gesto defensivo que pretendía proteger aquellas partes sensibles de su cuerpo. Sin embargo, no pudo apartar los ojos de él mientras éste se sentaba a su lado y la tensión parecía hacer más denso el silencio en el cuarto.
—¿Qué ha pasado, Edward? —preguntó, incapaz de esperar más tiempo.
Los ojos verdes de Edward parpadearon, para posarse inmediatamente en los de ella, finalmente esbozó una sonrisa que no ayudó en nada al equilibrio de la muchacha.
—Nada —le aseguró, luego permaneció unos segundos en silencio—. Nada de lo que tengas que preocuparte —añadió, después de estudiar su rostro despacio.
Entonces hizo algo extraño. Se acercó a ella y acarició su pelo, lo apartó de sus mejillas y luego acarició uno de sus suaves hombros. La tensión pareció aumentar en el ambiente. El corazón de Bella palpitó con fuerza y las partes de su cuerpo más sensibilizadas se sobresaltaron de nuevo, recordándole lo mucho que le atraía aquel hombre.
—Tengo que volver a Grecia —anunció, haciéndola volver a la realidad—. Estaré allí unas tres semanas, creo.
Entonces apartó la mano y ella se odió por ser tan vulnerable a él.
—Acepto que no quieras dejar todavía a Alice, así que he hablado con Jasper y Rose para que te puedas quedar aquí por ahora.
Por lo menos no la obligaba a volver a Grecia con él, pensó Bella aliviada, aunque no le alegraba demasiado tener que quedarse en la casa de su hermano, con el que la relación era tan fría. Pero podría pasar casi todo el tiempo con Alice, se dijo, intentando animarse.
—El otro problema es Alice —continuó, como si sus pensamientos estuvieran siguiendo el mismo camino que los de ella—. Será dada de alta en un par de días. —Iré a casa de mi padre con ella —ofreció Bella enseguida—. Creo que sería lo mejor, así no molestaré a tu hermano.
Edward hizo un gesto negativo con la cabeza.
—No. No te dejaré con tu padre en tu estado, así que he hecho un trato con él. Bella se puso tensa.
—No le habrás dicho que sabías la verdad, ¿no? —¡Por supuesto que no! ¿Por quién me tomas, por un monstruo? ¿Crees que no veo cómo la niña se estremece con su presencia, cómo te estremeces tú misma? ¿Crees que disfruto viendo eso?
Bella bajó los ojos sin contestar nada y el ambiente se hizo más denso.
—No eres capaz de confiar en mí ni siquiera un poco, ¿verdad? ¿Entonces qué crees que voy a decirte ahora? ¿Que voy a meterte en una cárcel mientras que dure tu embarazo?
—¿Por qué no? He estado en una cárcel antes de venir a Londres, ¿por qué no ibas a llevarme de nuevo? —He ofrecido a tu padre que Alice se quede con nosotros las tres semanas que le quedan para volver al colegio —anunció—. Tu padre ha aceptado, siempre que las dos os quedéis en esta casa y Alice no salga del país;
—¿El estuvo de acuerdo con eso? —Bella no se lo podía creer.
—Sí. Por lo que parece, su ama de llaves va a irse unos días de vacaciones, así que tendría que contratar a alguien que se ocupase de la niña en el caso de que no te quedases tú con ella.
Bella se sintió desconcertada al darse cuenta de cuántas molestias se había tomado él con todo este asunto.
—Gracias —murmuró ella, al fin.
—Pero eso no es todo —añadió Edward, con lo que a Bella le cambió la expresión de la cara—. Yo tengo que añadir algunas condiciones a las que tu padre ha puesto. La principal es que tú tendrás que regresar a Grecia en cuanto la niña comience a ir al colegio. La razón de que te pida esto es que yo no voy a poder venir a Londres a recogerte, así que me tendré que fiar de tu palabra de que volverás.
—Volveré —prometió ella, algo enfadada debido a que nunca había pensado hacer nada distinto. Ellos habían firmado un trato por el que ella daría a luz a su hijo en Grecia—. Llevaré a Alice al colegio y luego tomaré el primer vuelo a...
—Mi avión te estará esperando en un aeropuerto cerca del colegio de Alice —la interrumpió—. Y no viajarás por tu cuenta a ningún sitio mientras estés aquí. Dejaré un chófer a tu disposición mientras dure tu estancia en Londres.
—¡Pero yo tengo coche propio! —protestó ella. —Está en la casa de mi padre. Me gustaría volver a conducirlo mientras estoy aquí.
—No dejaré que conduzcas en tu estado. —Pero si estoy bien.
—No es lo que me ha parecido mientras hablabas con tu padre durante la comida. No quiero que te pongas detrás del volante de un coche en ese estado de nervios. Eso si no quieres que te haga volver a Grecia conmigo...
—Muy bien, amo —dijo ella sarcásticamente, al darse cuenta de que lo único que él buscaba era proteger a su futuro hijo.
Edward estuvo a punto de levantarse cuando ella dijo eso, pero le bastó con mirarla para que ella se asustara.
—Sabes perfectamente que no deberías desafiarme. Y a pesar de tu estado delicado y de esa fragilidad bajo la que te escondes, voy a tener que tomar represalias y eso no te va a gustar, ya que conozco tu secreto.
—N... no sé de qué me estás hablando.
—¿No? —preguntó él, acercándose a ella—. Bueno, pues vamos a ver... Edward se inclinó sobre ella y la besó.
De inmediato, Bella se vio desbordada por la pasión y respondió al beso, por lo que él tuvo que valerse de la fuerza para soltarse del abrazo de las manos de ella, que aprisionaban su nuca.
—Bueno... —dijo, apuntando con un dedo a los labios temblorosos de ella—. Ése es tu secreto. ¡Te gustaría odiarme, pero lo cierto es que no te puedes resistir a mí!
Ella fue a golpearlo, pero él agarró su mano y se la besó con un gesto arrogante.
Y él aprovechó su gesto para volver a humillarla, ya que en cuanto le pasó la lengua por la mano, ella no pudo evitar estremecerse de placer.
—Podría retrasar mi partida una hora o dos, si tú lo deseas... Pero eso hizo que ella se enfureciera, dejando de lado la pasión.
—¿Sólo una hora o dos? ¿Es eso lo único que puedes ofrecerme?
—¿Es que quieres más? ¿Quieres que te dedique toda una noche de pasión?
—¡No creo que seas capaz de pasar una noche entera en la misma cama que yo! —dijo ella, con desprecio. La mirada de él se oscureció y se puso en pie. —Me parece que tendré que hacer algo para que cambies la opinión que tienes de mí —le dijo, mientras sus manos comenzaban a desatarse el cordón de la bata.
—¿Qué estás haciendo? No, Edward... —protestó, al darse cuenta de que no podía disimular por más tiempo que no sabía el motivo por el que él se estaba desnudando.
Pero eso no le detuvo. Y ella notó la boca seca, mientras contemplaba con una mezcla de horror y fascinación el magnífico cuerpo desnudo de Edward delante de ella.
Casi perdió el aliento al darse cuenta del poder de su excitación. Luego, hizo un último intento de huir de él, apartándose hacia el otro lado de la cama, pero él la agarró de un brazo, impidiendo que se marchara.
—Estoy embarazada —le recordó finalmente, como si eso fuera a detenerlo.
Edward, lejos de detenerse, la atrajo hacia él, de manera que el vientre redondeado de ella se apretó contra el vientre liso de él. Ese primer contacto con su futuro hijo, hizo que él se estremeciera y lanzara un suspiro.
Bella lo miró fijamente a los ojos y se dio cuenta de cómo lo deseaba. Lo último que pudo pensar fue que Edward llevaba razón: ella no podía resistirse a él, y menos cuando la miraba de ese modo.
Sus ojos se cerraron mientras su boca se abría, esperando que él la besara. Después se fundieron el uno con el otro durante varias horas, ajenos a los problemas del mundo exterior.
—¿Por qué? —preguntó Bella mucho después, mientras sus cuerpos yacían exhaustos sobre la cama—. ¿Por qué me rechazaste la primera noche que pasamos aquí?
—Te prometí que no te volvería a tocar mientras estuvieses embarazada—respondió él.
—Te hiciste esa promesa a ti mismo —le corrigió Bella—. Yo no te pedí nada parecido. Él se quedó en silencio durante unos segundos. Luego lanzó un suspiro.
—Bueno, en cualquier caso, hoy he roto mi promesa y no tengo ninguna intención de renovarla.
Luego la volvió a besar, pero de un modo tranquilo. Y ambos se quedaron abrazados de un modo que ella se sintió maravillosamente. Ese momento le resultó completamente diferente de todos los que habían compartido antes. Era como una promesa de lo que podía depararles el futuro.
Cuando se despertó a la mañana siguiente, vio que él se había marchado como era habitual.
Lo que le hizo pensar sombríamente que su relación había vuelto a la normalidad.
aww ojalá edward vaya a grecia a arreglar la situación de la adopción de alice, definitivamente ambas merecen ser felices y alice merece estar al lado de su mamá.
ResponderEliminarOjalá comiencen a llevarse bien y ambos se unan en contra de Emmett.
ResponderEliminaremmet tiene que sufrir....
ResponderEliminarOjala puedan apartar a Ápice de Emmett, esa pobre niña sufre demasiado con el!!!!
ResponderEliminarAghhh y Edward se va de nuevo... Que tendrá que hacer en Crecía???
Besos gigantes!!!
XOXO
si ojala Edward mande muy lejos a Emmett Swan q es un hdp infeliz no se q abran hablado pero me encantaría saber q puso en su lugar a ese viejo desgraciado gracias nena nos leemos
ResponderEliminarSe me hace que Edward rechazara la isla para que no haya trato y entonces mirars alguna manera de que Alice sea legalmente hija de Bella porque por algo es que se va sin ella.
ResponderEliminarJa!! Ninguno de los dos se puede resistir..... demasiadas cosas sin decir y pocas demostraciones de afecto y confianza. Ojala que haga algo para que Alice este con bella definitivamente. Y la amante???? Brillando por su ausencia pero proyectando su sombra ( en los pensamientos de isabella por que apuesto que edward ni se acuerda de ella ....Ojala!!!) edward se ha quedado helado con tanta revelacion...pobre ahora sabe lo injustp y cruel que ha sido. Cuando actualizas????? Muy buen fic. Me encantan estas historias odio/pasión /amor...... y con contratos de pormedio que al final quedan obsoletos jejejeje
ResponderEliminarme encanta esta historia!!!
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