EHQMO-Capítulo 8
Bella
Se frotó la muñeca con el pulgar de la otra mano, un gesto nervioso que Edward tomó como tal. Sin embargo, no dijo nada. Se limitó a observar y a esperar.
—Dame otra hora para sacar la comida y para conseguir que alguien me sustituya. Entonces, iré a por mi abrigo.
El coche de Edward era una maravilla de la ingeniería con un interior de increíble lujo. Bella se acomodó en el asiento de cuero y dejó que la realidad que ella conocía se esfumara. Ella ni siquiera tenía coche.
—¿Adónde vamos?
—A mi casa.
—¿Podemos tomar un helado?
—Si quieres.
Compraron helado en una tienda especializada de la ciudad. A continuación, Edward se la llevó a casa.
Él vivía a las afueras de la ciudad de Queenstown. Su casa se parecía mucho al coche. Muy funcional, bella y que valía mucho dinero. Vivía cómodamente. Muebles de cuero negro, kilómetros de suelos y balaustradas de reluciente madera, estanterías, alfombras de color marfil... Todo estaba en su lugar, al menos hasta que llegó Edward. Él dejó el abrigo en el respaldo de una silla y la chaqueta sobre otra.
Había un fuego encendido en la enorme chimenea.
—Tienes ama de llaves —dijo ella mientras dejaba el helado que habían comprado sobre la encimera de la cocina y se quitaba su propio abrigo.
—Sí.
—Y te mima mucho —añadió, cuando Edward sacó del frigorífico un plato de deliciosas magdalenas de chocolate.
—Cierto también. Se llama Maree y lleva con la familia desde antes de que yo naciera. Está a punto de jubilarse. Ahora sólo se ocupa de mi casa.
—El más mimado y el favorito de la familia.
—No. Ésa es Alice —comentó él sin rencor.
Sin embargo, Alice no era un asunto del que ella quisiera hablar.
—¿Cómo es lo de crecer siendo el heredero de James Masen? —le preguntó ella mientras se dirigía a estudiar la vista del lago que se divisaba desde los enormes ventanales—. Saber que un día vas a heredar un gran poder, responsabilidad y riqueza. ¿Se te ha subido alguna vez a la cabeza?
—Alguna vez. En ese momento, mi padre me buscaba el trabajo de verano menos importante que podía encontrar en alguna de nuestras empresas. Después, yo volvía mucho más humilde.
—¿Y qué ocurre ahora que el poder es todo tuyo? ¿Quién te da ahora tu cura de humildad cuando la necesitas?
—Probablemente nadie —respondió él mientras se aflojaba la corbata y se desabrochaba el botón superior de la camisa.
—¿Es ésa la razón por la que me has traído aquí? ¿Para realizar una demostración de arrogancia y poder? ¿Para advertirles a tu familia que no vas a dejar que te controlen?
—No —respondió él mientras servía el helado en platos, uno de los cuales le entregó a Bella junto con una cuchara—. Tú no eres parte del juego de poder de la familia Masen.
—¿Estás planeando ejecutar tu venganza conmigo por los pecados de mi madre? —quiso saber ella mientras tomaba una cucharada de delicioso helado de chocolate—. ¿Vas a hacer que me enamore de ti para luego dejarme a un lado?
—No. Ya te he dicho por qué te he invitado aquí, Bella.
—Sí. El helado estaba delicioso. La magdalena aún mejor. Quieres olvidarte de mí y a mí me gustaría olvidarme de ti. Y así lo vamos a conseguir —dijo ella. Se dirigió hacia la chimenea tras asegurarse de que Edward la seguía—. Tienes una casa muy hermosa. ¿Es aquí donde traes a todas tus mujeres?
Edward entornó los ojos, pero ella ignoró aquella silenciosa advertencia.
—Un buen fuego, un salón acogedor... Siempre una buena combinación. Estoy segura de que el dormitorio es también glorioso.
—¿Adónde quieres llegar?
—Sólo quiero asegurarme de que éste es un ambiente habitual para ti en lo que se refiere a la seducción, nada memorable al respecto. A mí me gusta el fuego, y la magdalena... El lujo resulta muy atractivo. Resulta difícil de olvidar. Creo que tú tienes una gran ventaja.
—Estás diciendo tonterías, pelirroja —dijo él con una sonrisa.
—Lo siento —replicó ella con sinceridad—. Es posible que esté algo nerviosa. Más nerviosa de lo habitual.
La sonrisa de Edward se hizo más amplia.
—Y esa sonrisa no me resulta tranquilizadora — añadió—. ¿Qué viene ahora? ¿Cómo quieres hacer esto?
—Bueno, normalmente empiezo con frases agradables y cumplidos, pero creo que en este caso estaría perdiendo el tiempo. Además, yo no quiero cargarte con nada que sea demasiado memorable.
Bella tenía la sospecha de que ya era demasiado tarde para eso. Era el momento de concentrarse en el helado y en la magdalena, pero Edward le quitó el plato de las manos y lo colocó encima de la chimenea. Bella miró el plato y luego lo miró a él.
—Aunque lo estés pensando, te ruego que no digas que prefieres el postre antes que a mí —murmuró él—. Eso sí que sería memorable. Yo lo podría considerar un desafío.
Entonces, Edward le tocó la mandíbula suavemente con los dedos y le separó los labios con el pulgar, después, le tocó los labios con los suyos. No se trataba de un castigo, sino de un gesto agradable que exigía muy poco a cambio.
En lo que a Bella se refería, lo único que consiguió fue aumentar un apetito que resultaba ya pantagruélico.
Edward sonrió y, tras dar un paso atrás, le entregó de nuevo su plato.
—¿Qué ha sido eso? —le preguntó ella.
—Un beso —respondió él—. El principio.
—Creo que no te has esforzado mucho.
Edward esbozó una deliciosa sonrisa.
—De eso se trata.
—Ah...
Bella se tomó la última cucharada de su postre y dejó la cuchara. Entonces, deslizó un dedo sobre el helado derretido que había quedado sobre el plato.
—Supongo que te das cuenta que esta noche va a terminar muy mal, pero que muy mal para los dos.
—Cuento con ello, pelirroja —respondió Edward. No había dejado de mirarle el dedo.
Tal vez él pensaba que le iba a hacer un pequeño espectáculo en su honor. Lo podría haber hecho. Se podría haber llevado el dedo a los labios y haber saboreado el delicioso helado mientras observaba cómo la mirada de Edward se oscurecía.
En vez de eso, llevó el dedo a los labios de él y esperó a ver qué hacía.
Edward consiguió echar mano de un poco de disciplina. Al menos un poco de control cuando se metió el dedo en la boca y saboreó lo que ella le ofrecía. Entonces, le deslizó las manos por el cabello y, después de eso, la besó más detenidamente, entregándose al deseo que llevaba días experimentando. Ya no había posibilidad de contención ni para él ni para Bella. Oscuridad y dulzura, un beso que bordeaba en la reverencia cuando los labios de ambos se unieron y las lenguas se tocaron y se enredaron.
Él necesitaba aquello. La necesitaba a ella. No sabía por qué, pero sí que era una mala elección. Sin embargo, no conseguía que le importara.
La camisa de Edward fue lo primero que cayó al suelo por las prisas de Bella, no por las suyas. Él aún no había terminado de besarla. Sin embargo, encontró la cremallera del vestido instantes después. El elegante hueco donde los hombros se unían con el cuello. La curva de un seno mientras él la tomaba en brazos y la llevaba al sofá. Tras dejarla encima, se puso de rodillas. Las esbeltas piernas de Bella estaban separadas. Más besos. Más deliciosa piel de marfil.
—¿Es así como lo recuerdas tú? —susurró ella sin dejar de observarlo.
—No.
—Eso es bueno, ¿verdad?
Cuando le colocó los labios sobre el cuello, Edward echó la cabeza hacia atrás para facilitarle el acceso.
—Verdad.
Edward deslizó las manos por los muslos de ella, por debajo del vestido. Bella no le impidió que le deslizara las manos sobre la curva del trasero y tirara de ella hacia él. Más bien lo animó. No tardó mucho tiempo en quitarle a él los pantalones. Otro beso que amenazó con destruirlo a él y las braguitas de Bella terminaron en el suelo.
—Hay algo que quiero de ti —susurró él mientras se acercaba a su feminidad. Observó su rostro mientras la penetraba muy lentamente. Vio cómo la vista se le nublaba y la sensualidad se apoderaba de ellos.
—Tú dirás —replicó Bella arqueándose para que él pudiera poseerla mejor—. Tú dirás —añadió, con una nueva tensión en la voz a medida que su cuerpo se ajustaba para acomodar el miembro de Edward y ajustaba el ángulo para que la fricción se produjera donde resultara más placentera.
—Esta vez, cuando vayas a llegar, quiero que me esperes.
—¿No sería mejor si no consiguiéramos orgasmos simultáneos? —murmuró ella—. Podría ser demasiado memorable, algo que no queremos.
—Míralo así —dijo Edward mientras le acariciaba los senos. Cuando ella cerró los ojos y contuvo el aliento, él se llenó las manos y se hundió en ella más profundamente. Entonces, dejó una mano sobre uno de los senos para llevar la otra a la cadera y siguió moviéndose dentro de ella, lenta y duramente—. Seguramente no te va a gustar.
—Tienes razón —gimió ella—. Tienes mucha razón. No me va a gustar nada.
—Bésame —susurró Edward. Ella lo hizo. Fue sólo un beso, pero que hicieron durar una eternidad. Entonces, cuando él alcanzó el clímax, se aseguró de que ella lo acompañara.
Había noches que pasaban muy rápidamente y otras con mucha lentitud. Aquélla pareció durar una eternidad y Bella saboreó cada momento. Edward era un enigma, pero en el dormitorio una cosa resultaba perfectamente evidente. Daba más de lo que pedía, y lo que pedía era una rendición completa. Le gustaban las espaldas de las mujeres y Bella permitió que se la acariciara en más de una ocasión durante la noche. Le encantaba la suavidad de su piel y cómo el cabello le caía por encima. Edward demandaba paciencia y luego, deliberadamente, le hacía perderla. Tenía un tacto lento, agradable, pero la boca hacía que ella gritara de verdad.
Antes del alba, cuando volvió a hacerla gozar, utilizó su boca en aquella ocasión para darle placer.
—Te he visto medio muerto —murmuró ella mientras lo colocaba de espaldas y le hacía el amor con una paciencia recién aprendida—. Y esto no tiene nada que ver.
Instantes más tarde, Edward le demostró que no se equivocaba.
La siguiente vez que Bella se despertó, estaba en una cama enorme, con sábanas tan blancas como la nieve y medio cubierta por un edredón de color rojo. El sol entraba a raudales por la ventana. Edward no estaba por ninguna parte.
Tampoco estaba en la ducha, aunque eso no impidió que Bella la disfrutara aplicándose un gel de aroma divino por todo el cuerpo. Había ido a la cama de Edward porque lo deseaba. Tenía que deshacerse de una necesidad. Tratar de entender exactamente lo que había ocurrido en la montaña. Ver si volvía a ocurrir.
Y así había sido.
Terminó de darse la ducha y se secó. Se puso el vestido de la noche anterior y se maquilló con el neceser que llevaba en el bolso. Al mismo tiempo, trató de no preocuparse mucho por lo que pudiera ocurrir a continuación.
Edward tampoco estaba en el salón. Ni en la cocina.
Su ama de llaves, por el contrario, sí que estaba.
Maree la miró, cerró los ojos y pronunció una maldición muy impropia de una mujer de su edad. Cuando volvió a abrir los ojos, Bella seguía allí. Eso sí, con el abrigo a medio poner y buscando la salida, pero estaba presente y ella había sido la persona que el ama de llaves menos había esperado encontrar allí.
—Supongo que prefiere que nos saltemos las presentaciones —dijo Bella, con más aplomo del que en realidad sentía—. Yo... ah —añadió cuando no pudo encontrar la manga del abrigo—. ¿Está Edward en casa?
—No. Son las once y veinte. Edward está trabajando —le espetó Maree sin simpatía alguna—. Me dijo que la dejara a usted dormir.
—¡Qué amable! ¿Y qué más dijo?
—Nada —respondió la mujer. Estaba amasando para un pastel—. Nada en absoluto.
—¿Hay café?
—¿Y té? Maree la miró con desaprobación. —¿Y un bolígrafo y un cuaderno?
—Lo siento. No tenemos de nada.
—Está bien —dijo Bella secamente, correspondiendo con el tono de su voz tan maravillosa hospitalidad—. Le prometo que ésta será la última pregunta. ¿Va a usted a llamar a un taxi para que venga a recoger a Bella Swan de la casa de Edward Masen o lo voy a hacer yo?
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Nunca falta el negrito en el arroz despues de tan bueba noche, no t dejes bella. Gracias Sharon
ResponderEliminarVieja metiche y opinada.
ResponderEliminarQue fea situación!!!! Y que mal de parte de Edward dejar que ella lidiara sola con eso sabiendo lo que todos piensan de las Swan, menos mal que Bella puede lidiar con esas situaciones aunque seguro le deben doler y que debe estar decepcionada de Edward.
ResponderEliminarAcabo de leer todo de una. Esto es maravilloso
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQue simpática la señora.
ResponderEliminarNo la soporto jajaja también que nos la pasamos como para aguantar a la vieja jajajaja
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