ShadowBoxer 1

Traductora: Nikky Valencia.
Historia Original de nobloodnofoul.




Shadowboxer — Fiona Apple

Once my lover, now my friend.
What a cruel thing to pretend.
What a cunning way to condescend.
Once my lover, now my friend.
Oh, you creep up like the clouds.
And you set my soul to ease.
Then you let your love abound.
And you bring me to my knees.

Oh, its evil, babe, the way you let your grace enrapture me.
When, well, you know, Id be insane -
To ever let that dirty game recapture me.
You made me a shadowboxer, baby.
I wanna be ready for what you do.
I been swinging all around me.
cause I don't know when you're gonna make your move.
Oh, your gaze is dangerous.
And you fill your space so sweet.
If I let you get too close,
You'll set your spell on me.

So, darlin, I just wanna say.
Just in case I don't come through.
I was on to every play.
I just wanted you.

But, oh, its so evil, my love,
The way you've no reverence to my concern.
So, Ill be sure to stay wary of you, love,
To save the pain of once my flame and twice my burn.
You made me a shadowboxer, baby.
I wanna be ready for what you do.
I been swinging all around me.
cause I don't know when you're gonna make your move.


BPOV

20 de Junio.

Mis dedos temblaban mientras apagaba el motor. Busqué alrededor del asiento la mochila y rápidamente metí la mano en el bolsillo delantero para sacar la tarjeta llave que Emmett me dio. Tomé una respiración profunda y esperaba que si me atrapaban no me metiera en problemas. Estaba muerta de cansancio y en extrema necesidad de un poco de sueño. Tomé valor, tiré la manija de la puerta y salí de la húmeda cabina. Rápidamente cerré la puerta de golpe luego crucé el aparcamiento. Afuera estaba húmedo y una densa niebla se estaba asentando sobre la ciudad. Era demasiado pronto para que cualquiera pudiera estar aquí. Miré mi reloj para ver la hora. Eran las 2 a.m. Eso significaba que podía tener tres horas antes que la gente comenzara a aparecer. Abrí la puerta de atrás y me deslicé en silencio. Pasé mi coche a través del lector y entré en la sala de empleados. Observé el sofá con cariño, me dirigí a él y me dejé caer.
Dios, se siente bien simplemente estirarse.
Después de unos momentos, me di cuenta que, si bien podría estar caliente afuera aquí estaba haciendo un maldito frío. De mala gana me levanté y fui en busca del termostato. Después de unos diez minutos de caza infructuosa me di por vencida y comencé a buscar una manta.
Estás en un gimnasio, retardada, no hay mantas.
Entonces me di cuenta de que probablemente había toallas limpias en los vestidores. Podría usar una de esas. Se veían lo suficientemente gruesas cuando Emmett me mostró el cuarto de lavado esta mañana. Caminé por el pasillo al anexo principal del gimnasio. Estaba vacío. El gimnasio era 24 horas, pero estaba prácticamente desierto después de la 1 a.m. La puerta del vestidor estaba muy pesada y manchada en torno a la protección de metal.
Asqueroso.
Empujando la puerta lentamente dejé que mis ojos se acostumbraran a la tenue luz. Las paredes aquí eran de un color verde espuma. Las taquillas estaban golpeadas y la pintura gris se descarapelaba y agrietaba en varios puntos. A medida que me acercaba a la primera fila de taquillas y bancos sentí los vellos de mi nuca erizarse. Algo no estaba bien aquí. Mis hombros comenzaron a tensarse y desaceleré mí ya lento paso. A medida que me acercaba a la esquina, mi respiración se volvió superficial. Algo realmente no estaba bien aquí. Entonces lo vi.
El broncíneo brillo de su cabello contrastaba en gran medida con la tenue iluminación fluorescente. Estaba tumbado sobre su estómago con su brazo derecho extendido frente a él como si estuviera buscando algo. Tenía el rostro vuelto hacia un lado en un ángulo extraño y tenía sangre por todo el cuerpo. Había una bolsa de lona abierta en el banco junto a él con la ropa y las toallas tiradas. Corrí a su lado y me di cuenta que estaba sin camisa. La palidez de su piel se amplificó por la iluminación y causó que los hematomas en su cuerpo se destacaran de manera anormal.
Se debe de haber estado vistiendo cuando alguien lo atacó.
Pasé mis manos por su espalda y luego hacia arriba por su brazo extendido. Él gimió y aventó mi mano. Se sentía tibio y tembloroso, como si hubiera una corriente pasando bajo su piel. Su espalda estaba cubierta de moretones del tamaño de una pelota de béisbol.
—¿Está bien?
No me contestó pero se empujó para levantarse del suelo. Antes de que pudiera hacer más, sus codos cedieron y volvió a caer. Gemí, porque esa mierda se veía dolorosa. 
—Señor, ¿me puede decir su nombre? ¿Me puede decir que pasó?
Por supuesto, no hubo respuesta. 
Me llevó casi toda mi fuerza el girarlo pero cuando lo logré casi me desmayo. Había demasiada sangre. Jesús, tenía cortes en todos lados. Horribles moretones se estaban formando en sus costillas y pecho. Su ojo izquierdo estaba hinchado hasta el punto que estaba casi cerrado y un profundo rasguño sobre su ceja con otro corte sobre su pómulo. Pequeños cortes de casi una pulgada estaban esporádicamente repartidos en su torso. Su boca estaba llena de sangre y tuve la sensación que tal vez se había tirado algunos dientes o al me nos se cortó la boca por dentro. Su labio inferior estaba inflamado y partido en dos lugares.
Dios, alguien sí que se divirtió contigo.
Me incliné y posé mi oído cerca de su nariz y boca para escuchar su respiración. Después, chequé su pulso. Respiraba bien, tal vez algo superficial y aspero pero sus pulmones parecían estar bien. Su pulso era constante y fuerte. Miré a mi alrededor y vi una playera negra sobre la banca del muletón. Tomándola y oliéndola, decidí que estaba limpia. Me mecí sobre mis rodillas y pasando mis brazos bajo los suyos lo giré sobre su espalda.
Joder, estás pesado.
Con toda la fuerza que me fue posible reunir, lo jalé hasta sentarlo y me las arreglé para ponerle la playera. Él gimió de nuevo y uno de sus brazos se deslizó alrededor de mi cintura. 
—¿Hola? ¿Me puedes oír? —Pregunté con suavidad. Estaba junto a su oído y sabía que su cabeza iba a punzar después de la paliza. 
—¿Qué pasó? —Estaba jadeando y sabía que eso sí que dolía. 
—No lo sé. Sólo te encontré así. ¿Me puedes decir tu nombre?
—Edard. 
—Está bien Edard, vamos a sacarte de aquí y a curarte.
—Sin hospitales.
—Pero necesitas ayuda…
—No. Sin hospitales.
Su tono de voz iba en caída y sabía que no pasaría mucho antes de que una vez más estuviera inconsciente. Tenía que actuar rápido. Con la fuerza que la adrenalina me estaba dando, deslicé mis manos con seguridad bajo sus axilas y traté de levantarlo con mis piernas y no mi espalda. Él era un gran peso sólido sobre mí. Sentí como se trataba de levantar y estaba agradecida por eso. Tan pronto como estuvo de pie, nos tambaleamos contra las taquillas y él siseó de dolor. 
—Lo siento. —Murmuré. 
Con un brazo tomé su bolsa de lana y con la otra lo sostuve contra las taquillas. Metí sus cosas en la bolsa al azar y la cerré a medias. Me puse la bolsa sobre el hombro y tan suave como pude, lo incliné contra mí. Logramos pasar todos los vestidores y el anexo antes de que necesitara un descanso. Me detuve por un momento y sus rodillas se doblaron ligeramente. Le di unos segundos antes de que nos volviera a mover. Mientras nos acercábamos  a la parte trasera del edificio donde estaba el estacionamiento, me pregunté si condujo o caminí. No había forma de que condujera él solo a casa. Así que mientras salíamos del gimnasio lo guié a mi camioneta y lo recosté contra el lado del copilo mientras buscaba mis llaves. Una vez que la puerta estuvo abierta, prácticamente lo tuve que aventar. Pareció que despertaba un poco y levantó sus piernas para ponerlas sobre los tapetes. Aventé su bolsa sobre la caja de la camioneta y fui hasta mi lado. Una vez en el asiento del conductor, se fue deslizando y puso su cabeza en mi regazo. Me congelé por un momento antes de encender la camioneta y salir del estacionamiento.
—¿Dónde vives?
Nada.
—Hey, ¿Edard? Vamos, necesito saber donde vives. 
—593 de Bakers St… uhh en los Apartamentos Brandon, ummm número 23. —Gimió entre las palabras mientras se frotaba contra mi regazo. Afortunadamente estaba apretando el lado sano de su rostro contra mi muslo. Me sentía realmente mal por él.
Asentí, sin saber dónde estaba eso. Tendría que pararme y pedir direcciones. Él no estaba en forma para darlas.
Dios, son las tres de la mañana no hay nadie a quien preguntarle. 
Bajé por la calle y encontré el anuncio de una farmacia 24 horas. Rápidamente me estacióne y tomé mi cartera de debajo del asiento antes de salirme delicadamente del coche, asegurándome de dejar su cabeza en el asiento con suavidad. Suspiró y se movió un poco. Dejé la camioneta encendida y corrí a la tienda. Sin saber si él tenía algo en su apartamento para tratarse las heridas, encontré el pasillo de primeros auxilios y tomé gasa, un gran tubo de la marca Neosporin, agua oxigenada, y algo de cinta. También encontré una caja de baditas de gasa en varios tamaños con algunas suturas adhesivas y un pequeño kit de sutura. Costaría la mitad del dinero que tenía pero no podía tomar el riesgo de que no tuviera lo necesario en su apartamento. 
Pagué por los artículos y le pregunté a la mujer en el mostrador si me podía dar las indicaciones para Bakers St. Me las dio amablemente y pronto estuve fuera de la tiene y acercándome a la camioneta. Me di cuenta que se había sentado y recostado contra la puerta del copiloto. Me subí y dejé la bolsa con todo en los tapetes y puse la camioneta en reversa. Él gimió cuando la camioneta volvió a la vida y nuevamente se deslizó para recostar su cabeza en mi regazo. Me sentí algo nerviosa pero dejé a un lado esos sentimientos. 
El hombre está severamente herido por amor de Dios ¿y tú te pones nerviosa por su cabeza en tu regazo?
Bakers St. era fácil de encontrar y oré silenciosamente por la mujer en la farmacia. Una vez que estacioné frente al edificio tuve que pensar en cómo iba a hacer para subirlo. Dándome cuenta de que lo mejor probablemente era sólo hacerlo y solucionar los problemas conforme surgieran, tomé la bolsa con las provisiones médicas y lo senté bien así sería más fácil el sacarlo de la camioneta. Él se quejó pero se mantuvo sentado. Una vez fuera de la camioneta, aseguré la puerta del conductor y tomé su maleta de la caja poniendo la bolsa de la farmacia adentro. La puse sobre mi hombro y procedí a abrir su puerta. Se cayó del asiento tan rápido que sólo pude sostenerlo con mi torso. Rápidamente, puse su brazo sobre mis hombros y manipulé sus piernas para que se pudiera bajar. Sus pasos no eran seguros al principio y temí que nos tirara a ambos en la acera pero se recuperó con facilidad y se recostó contra mí. En un rápido movimiento bajé el seguro de la puerta, lo alejé de la camioneta y pateé la puerta para cerrarla mientras cargaba con él y la bolsa. 
—¿Tienes tus llaves?
Su cabeza cayó hacia atrás y sus ojos se agitaron por un momento antes de llevar su mano a sus bolsillos. Yo ya sabía que estaban vacíos. Suspirando lo apoyé en el edificio y abrí la bolsa para buscar en ella. Palpé alrededor y finalmente encontré los pantalones vaqueros que debió haber estado usando en el gimnasio. Las llaves estaban unidas a un cinturón mediante un mosquetón. Probando las llaves pasé por tres antes de encontrar la correcta y, finalmente, abrir la puerta. Torpemente los dos nos abrimos paso a través de la puerta por la que entramos al vestíbulo. Miré la placa de bronce en la pared a nuestra derecha y vi que el número 23 estaba en el segundo piso del edificio. Mis ojos se estrecharon por las escaleras y se relajaron cuando vi el ascensor. Caminamos con dificultad hacia él y presioné la flecha hacia arriba. En su estado su brazo se apretó alrededor de mi cuello y sentí un escalofrío en mi espalda. Cuando el ascensor sonó, saltó y sus ojos se abrieron de golpe. Él pareció sorprendido por un momento. Al darse cuenta de su ubicación se dejó caer hacia atrás contra mí, así que tuve que acomodarlo antes de que nos tirara a ambos. 
Después de lo que pareció una eternidad en el ascensor finalmente llegamos a su puerta en la que sólo me llevé dos intentos para conseguir la llave correcta. El apartamento estaba muy oscuro y busqué a tientas un interruptor. Me sentía sudorosa y adolorida. Parecía que la adrenalina se estaba disipando ahora. Sin tiempo para familiarizarme realmente con el entorno encontré el interruptor y la puerta de entrada estuvo iluminada suficiente para ver la sala de estar y parte de la cocina. Me quité la bolsa de lona rápidamente y nos tambaleamos hacia adelante. Después de una breve ronda de 'Eenie Meenie Miney Moe' nos conduje por el lado derecho del apartamento y a lo que era por suerte el dormitorio principal. Hice una línea recta hacia el cuarto de baño y encendí la luz antes de sentarlo en el inodoro. Se dejó caer en el asiento. Estaba inconsciente de nuevo. Rápidamente me dirigí a la bolsa y agarré toda la cosa llevándolas al baño. Saqué la bolsa de plástico que contenía lo farmacéutico. Cuando terminé de quitar todo lo del lavabo cautelosamente lo incliné y le quité la camisa. Era como recoger a un gato dormido. Estaba herido por todas partes y gimiendo.
Lo siento, pero tengo que hacerlo.
Me debatí por sacarle los vaqueros y luego decidí que era necesario, sin embargo, cuando llegué a sus boxers decidí que eso era suficientemente. Sus muslos superiores tenían contusiones del tamaño de una pelota de béisbol. Las contusiones en su abdomen y cuello ya se estaban tornando de un tono rojo burdeos oscuro. Sabía que esos eran los más frescos. También tenía contusiones marrones y verdes esparcidas aquí y allá. Eran más viejos.
¿En cuántas peleas te has metido amigo?
Empecé mojando una toalla y limpiando su cuerpo. Él gemía o siseaba de vez en cuando pero por lo demás permanecía en silencio. Encontré una bolsa de bolas de algodón y unos cotonetes y utilicé el agua oxigenada. Una vez hecho esto, empecé a aplicar la pomada en sus heridas Eran superficial y poco profundas. Sólo dos requerían vendas. Observé  su apariencia poco a poco ahora que tenía la oportunidad y él era un hermoso ejemplar. Aunque no tenía mucho tiempo para pensar en los puntos más finos de su cuerpo. Él era sumamente pálido. Tenía un eight—pack y hombros anchos. No estaba súper trabajado pero sus músculos estaban formados. Notaba la forma en la que sus deltoides se marcaban en su tríceps. Sus pectorales lucían suave y acolchonados pero cuando froté la crema sobre ellos eran muy sólidos. Cuando terminé con su torso lo incliné hacia delante y apliqué el ungüento sobre los sus rasguños de la espalda.
Ahora lo que necesitaba era arreglar su cabeza. Agarré otro paño y lo mojé con agua tibia. Mientras me inclinaba sobre él y empezaba a limpiar con cuidado su cara, sus manos me agarraron mis costillas. Me quedé inmóvil hasta que hizo otro movimiento. Después de unos treinta segundos de silencio empecé a mover la toalla sobre el corte de su frente. Su rostro se arrugó pero nunca abrió los ojos o movió sus manos. Mantuvo una presión constante sobre mí y no me apretó muy duro. Sentí ese hormigueo de nuevo, pero lo dejé de lado. Tenía una tarea que cumplir. Una vez que enjuagué la sangre seca, agarré el agua oxigenada y me aseguré de también limpiar el corte en su mejilla y luego lo sequé. Las suturas funcionaban muy bien. El de la ceja tenía que ser cosida. Repetí el proceso de limpieza y fui por el kit de sutura que había adquirido. Leí las instrucciones por lo menos cinco veces, acomodé los artículos y luego pensé si era lo mejor hacerlo aquí.
Me puse en posición para levantarlo y de nuevo me ayudó a ponerlo de pie. Me tambaleé un poco y luego me equilibré. Después de tres rondas de giros y casi derribarlo dos veces lo puse en la cama y debajo de las sábanas. Suspiró profundamente y no pude evitar sonreír ante su satisfacción. Su respiración se estabilizó y me di cuenta de que lo había estado mirando fijamente durante casi un minuto completo. Él realmente era impresionante. Su cabello me recordaba un alambre de cobre pelado. Regresé al baño por el kit de sutura y me coloqué a su lado en la gran cama. La lámpara de noche era suficiente para ver. Su boca se había separado un poco y, a pesar del ojo hinchado y los cortes era hermoso. Era tan delicada como podía con los puntos y me aseguré de mantenerlas rectas. Una vez que terminé lo até y corté el hilo. Sonriéndole a mí trabajo, suavemente bajé de la cama y limpié el sangriento desorden en el cuarto de baño. Después de algo de investigación me encontré con una botella de Aleve y la puse al lado de la cama.
No pude evitar verlo dormir un poco. Dios, él era hermoso. 
¿Los hombres pueden ser hermosos? Sí, sí pueden y él era muy hermoso.
Suspiré y mi mano pareció tomar vida propia para dirigirse a su cabello. La quité antes de que lo lograra. 
Él está dormido, no notará si tocas su cabello. Sabes que quieres. Se ve tan suave. Sólo una pasada. Sólo una y no lo volveremos a hacer.
Mi mano nuevamente se estaba acercando a él y tan pronto como mis dedos se movieron entre sus hebras castañas me sorprendí.
Mmmmm, tan suave como se ve.
Murmuró medio dormido y se puso de costado apoyándose contra mi tacto y retiré mi mano como si me quemara. Me aparté de la cama y volví a salir de la habitación antes de que hiciera algo más espeluznante.
¿Me iba o me quedaba? Él luce bien. Él debe estar bien. Pero ¿y si no sabe lo que le pasó? ¿Y si se asusta cuando no pueda averiguar qué le pasó? Me quedaría hasta que despertara y tuviera la oportunidad de explicar que pasó. Entonces, me iría y terminaría. Jesús, me estoy cansando.
Antes no había tenido la oportunidad de ver su apartamento, sin embargo ahora mirándolo, era muy agradable. Ahora que lo pensaba, afuera también lucía agradable. Era un apartamento de dos dormitorios desde el aspecto de las cosas con una planta libre. Estaba sumamente limpio. Había un piano de media cola en la esquina trasera de la sala de estar, un sofá de cuero negro en el centro que afrontaba con una mesa de centro de hierro y vidrio. Un gran televisor de pantalla plana montada en la pared era la única decoración, además de la baja estantería debajo de ella con una variedad de electrónicos. Contra la pared del fondo de la sala había un equipo de música que sevía sofisticado y en los estantes discos de vinilo y CD. La pared posterior de la vivienda tenía grandes ventanas con cortinas ondulantes.
A medida que me acercaba a la cocina olí algo amargo. Cuando vi el fregadero entendí por qué. Había platos apilados hasta el punto en que se derramaban sobre las encimeras. Cajas de comida para llevar dominaban la isla. Era una pena, porque todos los aparatos parecían nuevos. Todo el acero inoxidable y brillante. La estufa parecía que nunca se había utilizado. Había una licuadora en la esquina que parecía cultivar de un nuevo tipo de moho. Era casi igualada por la taza de... bueno algo que estaba entre la tostadora y microondas.
Sin nada más que hacer, giré los hombros y abrí su lavavajillas notando que olía a plástico y aún parecía que nunca habían puesto una carga ahí. Miré alrededor y debajo de los gabinetes encontré un detergente Cascade que estaba convenientemente nuevo con el sello de seguridad todavía en él. Las esponjas y fibras también estaban todavía en la envoltura. En poco tiempo había quitado el desorden y escuchado con envidia como el lavavajillas no había hecho casi nada de ruido. Al investigar más en esa extraña cueva, quiero decir, el apartamento de Edward encontré las bolsas de basura y tiré todas las cajas de poliestireno. Abrí la nevera y empecé a tirar todas las frutas y verduras que parecían estarse pudriendo. Una vez hecho esto, caminé de puntillas para salir de su apartamento y por el pasillo al basurero. Cuando regresé lo oí arrastrando los pies en el dormitorio. Echando un vistazo al reloj del vestíbulo me di cuenta de que eran sólo las cinco de la mañana. Parecía que había pasado mucho más tiempo.
¿De verdad sólo me había tomado dos horas el traerlo y limpiar?
Me dirigí a la habitación y me di cuenta que había girado sobre su costado. Estaba casi en posición fetal bajo el edredón cuando me acerqué. Acomodé las mantas alrededor de su cuerpo. Después de asegurarme de que había dormido por su cuenta durante años y que probablemente no se caería de la cama en cualquier momento, me fui a la sala de estar. No tenía idea de cuándo iba a despertar pero decidí que tendría que comer cuando lo hiciera, así que decidí salir de las tiendas de comestibles alrededor de las seis. Me recosté en el sofá con la intención de esperar hasta las seis cuando vi los libros esparcidos por debajo de la mesa de café. Empecé a hojear uno cuando perdí la noción del tiempo y tuve que salir corriendo del apartamento.
Las tiendas de comestibles estaban casi vacías y el pobre chico que estaba manejando el mostrador parecía como si se fuera a desmayar en cualquier momento o al menos volvería a dormir tan pronto como me fuera. Me reí mientras agarraba una pequeña cesta y me sonrió tímidamente. Empecé a echar elementos de la estantería y muy pronto tuve suficiente para un desayuno decente: una barra de pan, medio galón de leche, mantequilla, huevos, queso, tocino, un cartón de jugo de naranja. Pagué por mis cosas y me fui en silencio. El sol comenzaba a marcar una línea en el horizonte y fruncí el ceño por los mechones rizados de cabello que flotaban en mi visión.
Debo lucir como una mierda.
Para el tiempo en que regresé ya eran las siete y estaba empezando a experimentar mareos por el cansancio. No había manera de que fuera capaz de vivir este día sin una siesta. Suspirando, entré en el apartamento en silencio y puse las cosas en la encimera de la cocina y las ordené. Puse todas las cosas frías en la nevera y puse una pequeña bolsa de hielo envuelta en un paño de cocina antes de ir a su dormitorio. Cuanto más tiempo pasaba en este apartamento más me sentía fuera de lugar. Esta no era mi casa, éstas no eran mis cosas, no era mi cocina, y no era mi habitación a la que estaba caminando. Este hombre al que ni siquiera conocía muy bien podría haber hecho cualquier cantidad de cosas. Pudo haber sido el primero en atacar a otra persona. Podría dañar a las personas. Él podría ser un demente lunático. Pero estaba comprometida a cuidar de él, así que lo haría. Podía ver la habitación mejor ahora que la luz del sol se asomaba por las cortinas verdes. Era curioso cómo no me había dado cuenta de ellas antes. Miré a los alrededores de la habitación con mayor detalle ahora que no estaba preocupada porque él se desangrara.
La cama era king con una gran cabecera y base de hierro forjado. Ya sabía que las sábanas eran tan suaves como parecían. La habitación estaba decorada de forma sencilla como el resto de la casa y supongo que eso dice mucho acerca de una  persona. Una larga cómoda oscura se alineaban en la pared opuesta a la cama y un banco acolchado descansaba contra la base de la cama. Me arrastré hasta el borde de la cama y vi su rostro dormido que yacía sobre la almohada. Su ojo ya no lucía tan mal. Gran parte de la hinchazón en realidad había bajado desde que lo curé pero aun así estaba extrañamente hinchada. Sabía que la compresa fría probablemente lo despertaría, pero era mejor empezar ahora que más tarde, cuando la hinchazón volviera. Me senté tan delicadamente como pude a su lado y me incliné para presionar ligeramente el paquete de hielo contra su ojo. Él gimió y se movió pero sólo un poco antes de calmarse.
Me quedé así hasta que el hielo se derritió por completo y tuve que conseguir más. Él era tan hermoso. Quiero decir que era guapo y apuesto, gallardo, atractivo, encantador, musculoso, exquisito, inmaculado. Y él era masculino. Pero en toda mi vida nunca había conocido a un hombre al que llamara hermoso pero eso era exactamente lo que él era. Tenía una belleza propia. En mi tercera bolsa de hielo me di cuenta de que eran casi las nueve y su hinchazón había bajado a un nivel razonable. Por lo que pude ver, él sería capaz de abrir el ojo un poco.
Debo despertarlo pronto. Necesito estar en el trabajo a las 2.
Descargué el lavavajillas y puse todo en donde creí que era su lugar y luego hice el desayuno. Cociné los huevos on queso, freí el tocino, y tosté un poco el pan, untándole mantequilla. Opté por servir un vaso de jugo de naranja y uno de leche así si uno no le gustaba, yo me lo tomaría. No pude encontrar una bandeja así que equilibre el plato, tenedor y los vasos con precariedad y cuidado mientras iba a la habitación.
Él estaba tumbado ahora con los brazos por encima de su cabeza y una de sus piernas se dobladas. Tenía la almohada contra su rostro. Sonreí.
Parecía que alguien se sentía mejor.
Puse la comida sobre la mesa de noche junto con los vasos. Se movió ligeramente y de nuevo reanudó sus suaves ronquidos.
Extendí la mano y suavemente sacudí hombro.
Nada.
Después de unas cuantas sacudidas, agarré la almohada y se la quité de la cabeza. Él se quejó, pero no se despertó. Me acerqué a la ventana y abrí las cortinas.
un siseo detrás de mí.
Eso debería de hacerlo despertar.
—¿Qué demonios…?
—Bueno, buenos días a ti también.
Parecía confundido en cuanto a por qué una mujer estaba de pie en su dormitorio. Con cautela levantó las sábanas de la cama y miró su estado de desnudez. Ahogué una risa y me acerqué a él con mis manos levantadas en señal de rendición. Me miró como si fuera a matarlo. Le sonreí y señalé el plato de comida a su lado. Lo miró de forma extraña.
—No está envenenado. Lo prometo.
—¿Quién eres tú y qué haces en mi casa?
—¿Qué recuerdas?
—Um... —Se frotó la parte posterior del cuello e hizo una mueca. Su mano tocó con cautela su cara y me miró sorprendido.
—Estaba en el gimnasio. Acababa de terminar mi entrenamiento para la noche. En los vestidores...
—¿Sabes quién te dio la paliza?
Su rostro pasó del shock al enojo tan rápido que en realidad me estremecí un poco. Él bajó la mirada hacia sus puños cerrados y luego pareció recordar que yo estaba en la habitación. Su cabeza se levantó y me miró con los ojos más verdes que había visto nunca. Parecía haberse recuperado del shock. Le sonreí y le entregué el plato de comida. Lo miró sin decir nada antes de levantar el tenedor y comer un bocado de los huevos. Después de probarlo se lo zambulló y limpió el plato en menos de cinco minutos. Me reí de él y señalé los dos vasos al lado de él y el Aleve.
—No sabía si preferirías el jugo o la leche así que traje ambas cosas. Beberé el que no quiere.
Agarró la leche y el Aleve. Tomé un sorbo del jugo mientras se tomaba tres pastillas y terminaba la leche. Me senté a su lado en la cama y tomé su plato y el vaso para dejarlos de nuevo sobre la mesa. Él observaba cada movimiento que hacía cuidadosamente. Empecé a ser un poco consciente sobre mi apariencia frente a este dios masculino. Estaba jodidamente golpeado y hace que parezca que va a una sesión de fotos. Quería ser una perra por eso, pero me guardé esos sentimientos.
Asegúrate de que él está bien y listo. Sólo chécalo, dile lo que pasó y te vas.
—Te encontré en los vestidores esta mañana. Me dijiste dónde vivía y trajo de vuelta y te limpié. Antes de que preguntes, no pasó nada más que el vendaje. Te dejé la ropa interior y no vi nada. Por la única cosa que creo que hay que preocuparse es ese ojo. Te cosí la ceja y lo siento si no es el mejor trabajo del mundo, pero es lo mejor que pude hacer.
—¿Por qué no me llevaste al hospital? —Su voz tenía un tono filoso. Parecía furioso por mi presencia.
—Me dijiste que no. Fuiste muy… inflexible sobre ''no hospitales."
Tuvo  la decencia de lucir avergonzado por ello y su voz fue amable cuando volvió a hablar.
—Gracias. Por todo, no sé cómo pagarte por lo que has hecho.
—No espero que lo hagas. Ahora que estás bien, me iré a menos que necesites algo. Hoy tengo que ir a trabajar.
—¿Por qué estabas en los vestidores?
—Trabajó en el gimnasio.
—No, no lo haces.
—¿Perdón?
—Bueno estoy ahí a diario. Nunca antes te había visto.
—Eso es porque empiezo hoy. Emmett me dio un tour ayer.
—Oh.
—Sí, así que… Mira, no tengo ningún tipo de plan secreto así que me iré. No tomé nada de tu apartamento. Claramente, sabes dónde trabajo así que serás capaz de localizarme en el caso de que algo parezca perdido. De verdad lo siento por lo que pasó y espero que quien fuera que te hizo esto obtenga lo que merece.
Me levanté para irme y él tomó mi brazo.
Una vez más, ahí estaba esa corriente.
—Espera… ¿tienes que irte ahora?
— No, supongo que no. ¿Necesitas algo más?
—Bueno ahora que lo pones así, no. Ya has hecho mucho. Sólo quería hablar contigo. Parece que has pasado una buena cantidad de tiempo conmigo y yo no tengo idea de quién eres. ¿Cuál es tu nombre?
—Bella.
—Edward.
—Lo sé.
Él sonrió así que me senté de nuevo cara a él. Él se recostó contra la cabecera y sólo me miró con esta extraña sonrisa en el rostro. Normalmente, me sentiría nerviosa con alguien mirándome y sonriéndome pero con él no podía sentir ninguna incomodidad. Parecía que era algo que sólo él hacía. Su sonrisa se convirtió en una de suficiencia y me di cuenta que lo estaba mirando fijamente. Como si estuviera programado mi cara enrojeció y miré hacia mi regazo.
—¿A qué hora tienes que estar en el gimnasio?
—A las dos.
—Mucho tiempo para que nos conozcamos entonces.
—Um… ¿por qué?
—Pensaría que sería apropiado para mí el querer conocer a la mujer que salvó mi vida.
—No te salvé la vida. Hubieras estado bien ahí. Probablemente hubiera sido un asco el despertar en un frío y asqueroso piso de vestidor pero hubieras sobrevivido. No me pareces del tipo damisela en peligro.
Él se rió y luego hizo una mueca mientras apretaba su costado. Me sentí mal por él. Se compuso rápidamente y yo lo desestimé como si fuera normal estar adolorido a ese nivel.
—¿Aunque me harías un favor?
Él levantó una ceja y yo me encogí de hombros.
—Ya que te salvé la vida y eso…
—Está bien, ¿qué favor?
—¿Me prometerás el quedarte en cama y descansar por un día? Sé que dijiste que vas al gimnasio a diario pero honestamente no hay forma de que vayas a algún lado hoy.
—Te concederé tu promesa con una condición.
—¿Qué?
—Regresarás después del trabajo y hablarás conmigo un poco más.
Bueno eso fue bastante contundente. Sin andarse por las ramas. Parecía tan seguro de sí mismo cuando lo dijo.
—¿Por qué?
—Porque disfruto de tu compañía. ¿Tienes otros planes?
—No, no los tengo. Sólo que no entiendo por qué me querrías de regreso.
—¿Por qué me ayudaste en el gimnasio? Como dijiste, hubiera estado bien.
—Porque me necesitabas.
La respuesta salió de mi boca antes de que pudiera pensar y agarré los platos rápidamente para salir corriendo de la habitación. Los puse en el fregadero y después en el lavavajillas. Oí sus pasos en los suelos de madera y entró en la cocina. Se había puesto unos pantalones de chándal grises, pero no se puso camisa. Di un grito ahogado. Jesús era... increíble. No tenía otra palabra para describir la sensación que estaba recibiendo en la boca del estómago. La forma en que sus abdominales se flexionaban al dar un paso. La forma en que sus pectorales y los músculos de sus hombros se flexionaban cuando movía sus brazos. Jesús, me sentía como si lo molestara con sólo mirarlo.
—No tenías que limpiar mi cocina. Jesús, me siento horrible ahora. No sólo arrastraste mi pobre culo de regreso aquí y me curaste, limpiaste mi cocina.
—No es problema. Tengo complejo de limpia cocinas. Me disculpo si sobrepasé algún límite al limpiar. Ahora sí me tengo que ir al trabajo.
—Puedes usar el baño para limpiarte si quieres, no me molesta. Es lo menos que puedo hacer por ti.
En realidad, limpiarme sonaba grandioso y no pude lograr hacerme sentir culpable por ello. Técnicamente era su culpa si me ensucié y sudé. Le sonreí abiertamente y asentí con la cabeza.
—Gracias. Seré rápida, lo prometo.

—Por favor, tómate tu tiempo. — Él me devolvió la sonrisa y se dirigió hacia la sala de estar. Salí a mi camioneta y tomé mi propia bolsa de lona de debajo del asiento y la lancé por encima de mi hombro. Necesitaba hacer la colada pronto. Agarré la bolsa y subí las escaleras en vez del ascensor. Una vez dentro me arrastré hasta el baño y cerré la puerta. Me quedé mirando la ducha con la que estaba segura, era una mirada que decía que quería violarla. Me desnudé y entré a toda prisa bajo el chorro. Era el cielo. No había tenido una verdadera ducha en días. Suspiré y procedí a lavarme tan a fondo como me fue posible. La ducha pareció relajarme y despertarme al mismo tiempo y yo estaba agradecida por ello. Una vez que terminé me puse un par de jeans cómodos y una camiseta vieja. Emmett tenía camisas para los empleados del gimnasio para mí de todos modos por lo que realmente no importaba. Metí mis artículos de higiene personal de nuevo en la bolsa y me dirigí a decirle adiós a Edward.
Aún estaba en el sofá viendo TV. A mi presencia se levantó y me hizo señas. Me paré extrañada junto a él y el lucía tan cómodo como yo lo que me hizo sentir mejor sobre todo.
—Entonces, ¿regresarás cuando termines en el gimnasio?
—¿Te quedarás aquí y descansarás hoy?
—Sí.
—Entonces, sí.
Una gran sonrisa iluminó su rostro y golpeé a mi quinceañera interior para que no gritara. Le devolví la sonrisa, tal vez un poco tarde pero me las arreglé para mostrarla y empecé a caminar hacia la puerta. Con cada paso que daba, él también lo hacía. Sentí la perilla presionar contra mi cadera y salté. Se burló de mí y yo me sonrojé. 
—Bueno, umm. ¿Necesitas que traiga algo cuando venga esta noche?
—Nope, sólo tú. 
Asentí y agaché la cabeza antes de girarme y salir como un rayo. Escuché su risa desvanecerse en el pasillo mientras bajaba volando las escaleras. 
Había algo sobre él. Algo en lo que no podía poner mis manos pero algo me decía que quería algo más que sólo una pequeña charla más tarde.



3 comentarios:

  1. Jaaaa así que Edward no quiere decir quien lo golpeó, pero hace que Bella vuelva del trabajo para verlo... interesante ;)
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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