Solterona Empedernida Final

Paso un mes antes de que Edward fuera dado de alta del hospital e incluso entonces tenía la pierna escayolada y necesitaba usar muletas, pero respiró profundamente en los escalones de la entrada del hospital y dijo con fervor:

―Demonios, creía que nunca iba a salir de aquí.

Bella le pasó el brazo por la cintura.

―Edward, ¿estás seguro que quieres regresar directamente a Forks?

―Sí, Edward. ¿Por qué no vienes a Tennessee antes? ―le pidió Rosalie―. Estaríamos mucho más cerca de Seattle para cuando tengas que venir al hospital.

―No ―dijo con una débil sonrisa―. Voy a volver hoy a Forks. Iré en helicóptero, con mi esposa.

No fue fácil ayudarlo a entrar al helicóptero por su pierna, pero él estaba decidido a hacerlo. Bella se estrechó contra él y salieron del aeropuerto Arche Field. Edward hizo el viaje muy tenso y Bella trató  de consolarlo sin decir palabra. Cuando aterrizaron sanos y salvos en Forks, Bella sintió que Edward se relajaba y lo vio tragar en seco. Él dijo al fin:

―Nunca va a ser tan difícil como esta vez.

―Creo que te mereces una medalla.

―Creo que la medalla te la mereces tú por haber soportado este último mes. Mi mal humor, mi impaciencia, todo.

Por supuesto había un comité de recepción esperándolos. Llevaban una bandera que decía «BIENVENIDO, JEFE». Le habían organizado una fiesta y nadie dijo una palabra acerca de lo demacrado y delgado que estaba. Tampoco comentaron la misteriosa desaparición de Bella, ni siquiera la señora Mallory después de que ella misma diera por terminada la fiesta y les pidiera a los dos, a Bella y Edward, que volvieran a la casa. «No siempre voy a poder escaparme», pensó Bella mientras Edward, en la terraza, se apoyaba sobre sus muletas y respiraba profundamente otra vez.

―Ven ―dijo ella con suavidad―. Necesitas descansar.

―Espero que tú no me trates como a un enfermo. Bella.

―No. Te dejaré levantarte a cenar si descansas ahora un rato.

―¿Y si no?

―Usted haga lo que se le dice, señor Edward Cullen ―dijo la señora Mallory.

―¡De acuerdo! ¡De acuerdo! Sé cuándo estoy vencido.

―Entonces, ¿ha vuelto para quedarse?

―Sí, señora Mallory.

Estaban en la cocina tomando un té mientras el sol se perdía en el horizonte. 

―Él se puso como loco cuando usted se fue. 

―¿De verdad?

―Pero al final todo ha salido bien. Creo que ya han resuelto todos sus problemas. Y no diré una palabra más al respecto.

Bella la miró sorprendida.

―Gracias.

―¿Y qué es eso que han dicho de que es la hija de un Lord?

―No. ¿Dónde demonios ha oído eso?

―Bueno. Ya sabe lo que es el telégrafo, y podría jurar que eso es lo que dijeron. Ya estaba lista para llamarla Milady.

―Mi padre fue caballero, pero es mi madrastra es la que lo es y ese título no se hereda. Probablemente la conocerá algún día.

―¿De verdad? Estoy deseando conocerla ― se levantó para preparar la cena. Bella rió por dentro. Entonces recordó que la señora Mallory le había dicho que las cosas entre ellos ya estaban resueltas y se preguntó qué pasaría si supiera que todavía no habían aclarado nada, aunque quizá no fuera necesario.

De pronto, Bella oyó un ruido y vio a Edward de pie en la puerta. La estaba observando. Ella sonrió y se puso de pie.

―Espero que tengas hambre. ¡La señora Mallory te tiene preparado un banquete!

―Sí, si la tengo. ¿En qué piensas, Bella? Estás a un millón de kilómetros de aquí. 

―En nada. ¿Quieres tomar algo antes de la cena? 

―Creía que nunca me la ibas a ofrecer.

Se acostaron temprano y, cuando ella lo iba a ayudar a cambiarse, Él le dijo:

―Bella, ¿podríamos hablar un rato?

―Si quieres, Edward, pero...

―Sí ―se sentaron en el borde de la cama.

―Me gustaría saber si haces todo esto por compasión. 

―¡No, por supuesto que no, Edward 

―Entonces, ¿por amor? 

―Sí.

― Pero no hace mucho odiabas amarme. 

―Sí.

― Sí, Bella, quiero que sepas cuánto me afectó perderte y que Ángela Weber perdió en ese momento los últimos vestigios del poder que tenía sobre mí. Aquella última vez en Tennessee lo que logró de mí fue que comprendiera que no era a ella a quien amaba y me di cuenta al fin de todos los años de mi vida que me había hecho perder; aunque ella todavía pensaba que era más seductora y deseable que tú, no tenía idea siquiera de lo que se necesita para ser una mujer real, como tú.

Continuó emocionado:

―Pero yo no fui capaz de hablarte de ello entonces. Te perdí y me di cuenta de lo que había hecho. Lo entendí al fin; fui consciente de que había permitido que pensaras las cosas que pensaste porque no me podía librar de su veneno; porque no podía permitirme a mí mismo confiar otra vez. Por eso te declaré mi amor sin entusiasmo y por eso estaba seguro cuando fui a buscarte a Arizona de que podría hacerte volver, pero no me di cuenta de que no me estaba comprometiendo de verdad. Y al volver a Forks entendí que estabas decidida a no regresar y comprendí lo que te había hecho, lo que nos había hecho, al dejarte pensar que no te amaba tanto como tú querías y entonces empezó el verdadero infierno para mí.

―Oh, Edward ―musitó y le contó cómo se había sentido después de abortar―. Por eso me fui. Cuando lo estaba perdiendo, supe que te amaba a ti más que a nada en el mundo.

―Y es lo que quisiste decir cuando dijiste que merecías perderlo, Bella. Oh, Dios, no te lo merecías, no tenía nada que ver.

―Lo sé, pero no quería aceptarlo y por eso te dije que hasta entonces no me conocía a mí misma.

―¿Y volviste conmigo cuando yo te he hecho tanto daño? Bella, por eso temía que lo que sentías por mi fuera compasión.

―No, Edward, no era compasión: te amo.





Edward despertó a media noche y se maldijo por estar impedido. Bella sintió que el corazón se le aceleraba cuando él le bajó el camisón y besó sus senos con desesperación.

―Edward, estoy aquí. ¿Estás despierto?

―No sé por qué me acusas de hacer esto dormido.

―Creía que tenías una pesadilla.

―La tenía. Solía tenerlas en el hospital. ¿No te conto la enfermera?

Bella sonrió.

―No, pero el médico me dijo que nos iríamos hablando de ellos poco a poco.

Edward le pasaba un brazo por la cintura y le dijo:

―Te... amo, Bella. Creo que empecé a amarte desde la primera vez que parpadeaste detrás de las gafas y me ofreciste darme un puñetazo; amo tu cuerpo y tu forma de ser, tantas cosas, pero más que nada, te amo por tu forma de amarme.

― ¿Sabes? Creo que después de todo lo que hemos pasado nos queremos más que nunca.

―Y tú, ¿cuándo te enamoraste de mí?

―El primer día, pero creo que siempre lo has sabido.

―Hubiera tenido que ser un supremo optimista para no imaginarme que lo único que había conseguido era enfadarte. Continúa.

―Si no vas a admitir que yo estaba enamorada... entonces yo tampoco admitiré que te gusto desde ese día.

―Sólo trataba de demostrar que ya he cambiado. ¿Quieres apostar?

―Hablando de apuestas, hicimos una vez.

―Lo recuerdo perfectamente. ¿Quién crees que haya ganado?

―Tú ganas. Eres un marido adorable casi siempre. ¿Se te olvida que una vez me dijiste que lo que me faltaba era luz de luna y rosas?

―Sí, lo recuerdo. Ésa fue la primera vez que te besé, que me aproveché de ti ―dijo malicioso.

―Supe que nunca cambiaría completamente, Edward Cullen, pero...

De pronto, Edward la estrechó las manos con tanta fuerza que Bella se asustó. 

―¿Edward, estás bien? ¿Has...?

―No, no estoy bien ―respondió―, pero no porque esté enfermo, sino porque estoy pensando que no te merezco, pero que te amo mucho Bella y lo único que puedo es demostrártelo.

―Oh, Edward ― susurró―, se movió en sus brazos―: Edward, te amo, por favor créeme, ¿qué puedo hacer yo para demostrártelo, eh?

―Quedarte conmigo para siempre, Bella.

Dos semanas más tarde, Bella se levantó de la mesa donde estaba desayunando y volvió a los diez minutos, pálida y nerviosa. Eso hizo que la señora Mallory dijera: 

―Siéntese y trate de comer una rebanada de pan tostado y una taza de té ―continuó―. Es asombroso lo que alguna gente puede hacer con una escayola.

Edward, soltó una carcajada.

―El mérito no es sólo mío, señora Mallory, aunque me encantaría ―se volvió hacia Bella―. ¿Feliz?

―Oh, sí, mucho.

Y ocho meses y medio después Bella tuvo un precioso hijo, que pesó tres kilos doscientos gramos.

―Creo que se parece a los dos ―comentó su padre satisfecho.

―¿De verdad? Supongo que es lógico – comentó su madre sonriendo.

―Lo que quiero decir es que es como yo, pero tiene rasgos tuyos. ¿Te das cuenta de una cosa?

―¿De qué?

―De cuanto te amo ―y la abrazó.

Bella se apoyó en él y sintió su calor y su fuerza.

―Yo también te amo.




Historia Original
Tormenta y amor de Lindsay Armstrong 



4 comentarios:

  1. Hermosos juntos con un hermoso bebé la vida siempre recompensa y el amor lo puede todo hermoso final, gracias 😘❤😍👶💗

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  2. Awwww por fin juntos y confesando sus sentimientos... Es lindo ver que pudieron ser sinceros y confesar todo lo que sentían....
    Besos gigantes y mil gracias por la historia!!!!
    XOXO

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  3. Graciassss graciasssss divinaaaaa una súper fantástica historia gracias gracias gracias gracias gracias gracias gracias

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  4. Por fin, les ha costado hablar sinceramente a ambos, ya creía que no lo harían nunca. Me alegra que finalmente formaran una familia feliz y llena de amor

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