—¿No te molesta? —Edward se arrodilló a su lado.
—¿Serviría de algo? Es obvio que hiciste todo lo que pudiste y parece que eso tan sólo aumentó las apuestas. Lo único que terminará con la cuestión es el tiempo —bajó la vista para no verlo—. Cuando pasen seis meses y no estemos casados, tendrás que aceptar que no hay nada entre nosotros.
—¿Nada? —inquirió con amargura.
—Me gusta pensar que siempre seremos amigos —se esperanzó y sonrió—. Ahora que he decidido alejar mis emociones de esas absurdas apuestas, me parece bastante cómica. Creo que deberías hacer lo mismo.
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