Novia de Pueblo 8

Bella acababa de recoger una pila de exámenes de matemáticas cuando su amiga Ángela Weber, entró en el salón de clase. El grupo de tercer año de Ángela había ido a un museo y las dos amigas extrañaron no comer juntas ni charlar.

—Hola —saludó Bella—. ¿Cómo te fue en la visita al museo y a la cárcel?

Ángela tomó una silla y se sentó, masajeándose las sienes.

—Ni lo preguntes. Al mediodía estaba dispuesta a encerrar a todo el grupo y perder la llave.

—Aquí todo permaneció tranquilo.

—No vine a que me dijeras lo bien que la pasaste tú. La única razón por la que no estoy en casa, metida en la cama con una aspirina, es que he venido a contarte que ayer por la tarde fui a Abastecimientos Ateara.

—¿Ah, sí?

—No te va a gustar lo que pasó. Mientras estuve allí, el señor Ateara me preguntó si quería apostar algo a la boda Cullen~Swan.

—¡No! —gimió Bella, petrificada.

—Me temo que sí.

—Edward me aseguró que había resuelto el problema. Dijo que ya no tenía que preocuparme por eso —Edward no solía hacer promesas falsas.

—Lamento hablarte de esto —suspiró Ángela con simpatía.

—Edward me contó que trató el asunto con Quil Ateara.

—Así es. El señor Ateara me lo confió —confirmó Ángela—. Dijo que Edward tenía un pésimo carácter, que fue a la tienda y que amenazó casi con quitarle la vida. El viejo Ateara sonreía con mucha malicia cuando me lo contó todo.

Bella se hundió en una silla.

—Luego el señor Ateara empezó a decirme que cuanto más se opone un hombre a casarse, más pronto lo hace. Parece que recibe apuestas de La Push y de más al sur.

—¿Qué voy a hacer ahora? —Bella se llevó una mano a los ojos.

—No lo sé. Por lo menos Ateara ya bajó el pizarrón. Cuando se lo comenté me dijo que como la mitad del condado ha apostado, ya no tuvo espacio para escribir los nombres en el pizarrón.

—Eso prueba lo desesperada que está la comunidad de diversión —se tensó Bella—. Si las personas de Forks no tienen algo mejor que hacer que apostar a la fecha de una boda, eso demuestra que nuestra vida aquí es muy triste.

Ángela carraspeó y su aspecto fue sospechosamente culpable. Bella dudó y estudió a su amiga. Su vieja amiga no apostaría también. Su expresión confirmaba lo contrario.

—Tú escogiste una fecha, ¿verdad? —preguntó Bella.

Ángela miró todo el cuarto para no encontrarse con la mirada de Bella.

—¿Lo hiciste? —exigió Bella, incapaz de creer que Ángela fuera capaz de algo semejante.

—Eres mi amiga más querida —retorció los dedos con nerviosismo—. ¿Cómo podría hacer algo así? —gimió.

—No lo sé; tú dime cómo.

—Está bien —confesó—. Sí aposté a junio. La primera parte del verano es una época maravillosa para casarse y serás una novia preciosa.

—No lo puedo creer —Bella sospechó que su padre también apostó antes de irse de luna de miel.

—No tenía intenciones de hacerlo —explicó Ángela—, pero había muy buenas posibilidades para junio. Por una apuesta de cinco dólares podría obtener quinientos dólares si te casas a mediados de mes... digamos por el dieciséis. Es un sábado. Los fines de semana son mejores para las bodas, ¿no te parece?

Bella no pensaba contestar esa pregunta.

—Creo que todo este asunto es ilegal. Ustedes deberían estar muy agradecidos de que yo no haya llamado al alguacil.

—El también apostó... a marzo. Dijo que su aniversario de bodas es el diez de marzo y que cree que Edward podrá convencerte en la primavera. De acuerdo con lo que dice Quil, parece que el alguacil piensa que una vez que Edward obtenga tu aceptación, no esperará para hacer una boda pomposa. Querrá casarse contigo antes que cambies de opinión.

—Si me estás diciendo esto para divertirme, has fracasado —Bella la miró con furia.

—Lo siento de veras, Bella. La única razón por la que fui a la miscelánea fue para cerciorarme de que todo el asunto había terminado. Pero no puedo y...

—En vez de eso, tú misma has apostado.

—Me siento muy culpable —confesó Ángela, triste.

—¿Por qué no nos olvidamos de este asunto y nos concentramos en la obra del Día de Acción de Gracias? —en vez de irritarse más por las apuestas de la boda, Bella prefirió usar su tiempo de manera constructiva.

—Creo que podré compensar lo que he hecho —murmuró Ángela y se arregló las mangas de la blusa.

—Tendrá que ser algo muy bueno.

—Lo es —Ángela sonrió y sacó un pedazo de papel de su bolso—. Conseguí esta información a través del amigo de una amiga, así que no sé qué tan cierta sea, aunque creo que es bastante confiable.

—¿A qué te refieres? —inquirió Bella al tomar el papel. Estaba anotado allí un número de teléfono.

—Es el de la señora Yorkie —aclaró Ángela, ya animada—. Es la administradora del complejo de apartamentos en Calawah Street. Parece que la semana próxima alguien desocupará uno. Si eres la primera en solicitarlo, puede ser que tengas una buena oportunidad de conseguirlo.

—Ay, Ángela, es fantástico.

—¿Ya estoy perdonada?

—Eso hace que te perdone por un millón de pecados —rió Bella.

—Así lo esperaba.


☙💗❧ 💗 ☙💗❧

Bella llamó cinco veces antes de poder comunicarse. La señora Yorkie pareció sorprenderse al saber que se trataba de Bella.

—Pensé que te casarías con Cullen —comentó la mujer de edad—. No entiendo por qué quieres un apartamento cuando estás comprometida con ese hombre. Todo el pueblo dice que sólo es cuestión de tiempo.

—Señora Yorkie —gritó Bella porque la señora no oía bien—, ¿Podría yo ver el apartamento?

—Lo limpiarán en dos días. Te avisaré cuando esté listo, pero de todos modos me parece una pérdida de tiempo. No sé qué les pasa a ustedes, las chicas de hoy. En mis tiempos, aceptábamos a un hombre como Edward Cullen en un abrir y cerrar de ojos.

—De todas formas me gustaría ver el apartamento —insistió Bella.

—Ven el sábado. Necesitaré un depósito si decides quedarte con él.

—¿Estará bien si le doy un cheque?

—Claro, si tiene tu nombre escrito —rió la señora—. ¿De casualidad hay alguna estación o mes que prefieras para una boda?

—Me temo que no.

— Bueno, James y yo pensamos que tú y el muchacho Cullen se casarán en abril. Me parece un mes bonito para una boda de campo.

—Estoy segura de ello —Bella apretó los dientes.

—Bien. Mira, tan pronto como se corra la voz, alguien más querrá ver el apartamento, así que sí no has llegado aquí el sábado a mediodía, tendré que dárselo a otra persona. ¿Entiendes?

—Aquí estaré, antes de las doce.

—Nos veremos entonces.

—Adiós, señora Yorkie.

—Y piensa en abril, ¿me oyes?

—Sí, lo haré —Bella miró el techo al colgar el auricular.

Esa noche, Edward fue a la casa después que Bella terminó su cena que consistió en un emparedado que comió mientras guardaba los libros. Llenó caja tras caja, esa actividad física le dio tiempo para meditar. Se dio cuenta de que no amaba a Jacob, la noche que fue a cenar a su casa. Esa misma noche, Bella se percató de todo lo que Edward hizo por ella en las semanas que siguieron a su compromiso roto.

En la boda de Jacob, sólo aumentó los problemas al pedirle a Edward que se casara con ella. Él estuvo dispuesto a ello y a cuidarla en esos difíciles momentos. A su manera, la amaba. Bella no lo dudaba. Pero parecía estar mucho más preocupado por protegerla de las duras realidades de la vida.

Bella pensó en el futuro qué tendría si se casaba con Edward. Desde la boda de Jacob, Edward le insistió en que estaba enamorada de él. Bella recibió una fuerte impresión al darse cuenta de que tenía razón: ¡Lo amaba!

Edward decía que la amaba. Si era cierto, entonces, ¿por qué luchaba en contra de él? Claro que Edward sólo le había hecho una declaración prosaica y era difícil creer que hablaba en serio. Si Bella pudiera estar segura de que los sentimientos de Edward se basaban en algo más que en la simpatía y una fuerte atracción física, tendría más confianza en la relación. Sin embargo, Edward insistía en protegerla, como si fuera una niña. Ahora que Bella se mudara a un apartamento propio, podría analizar sus sentimientos con más objetividad. Estaría a solas, lejos del ambiente que siempre compartían. Una vez que se separaran y ella demostrara que podía mantenerse sola, Edward sería libre de tener una relación con la nueva Bella, una mujer adulta... y no una niña que requiriera cuidados.

—Veo que de nuevo estás limpiando cosas —comentó él desde la puerta que separaba la sala de la cocina.

—Edward... —se llevó una mano al corazón—... ¡me asustaste! —estuvo absorta pensando en él y de pronto, allí estaba.

Como lo hacía últimamente, Edward fruncía el ceño. Sin embargo, Bella no iba a dejar que eso destruyera su buen humor. Estaba emocionada con el prospecto de mudarse e iniciar un nuevo tipo de vida.

—Te tengo una buena noticia. Voy a ver un apartamento el sábado por la mañana —arrastró una caja pesada sobre la alfombra—. Así que es probable que me vaya de aquí antes de lo que piensas —señaló, jadeando.

Edward la detuvo y alzó la caja de cartón sin esfuerzo; la depositó en la pila, en el otro extremo del cuarto.

—Gracias —murmuró, agradecida por la ayuda.

—No deberías hacer este trabajo.

—No es problema —se limpió el polvo de las manos—. El único problema que tengo es con estos libros. No imaginé que hubiera tantos.

—Bella, maldición, me gustaría que entraras en razón.

—Estoy siendo razonable —le sonrió—. Lo único que hago es darte lo que es tuyo por derecho.

Edward frunció más el ceño y se pasó una mano por el pelo.

—Creo que tenemos un problema mucho más importante con Quil Ateara.

—Sí, ya lo sé —Bella empezó a llenar otra caja—. Ángela me contó que él está haciendo un negocio redondo.

—¿No te molesta? —Edward se arrodilló a su lado.

—¿Serviría de algo? Es obvio que hiciste todo lo que pudiste y parece que eso tan sólo aumentó las apuestas. Lo único que terminará con la cuestión es el tiempo —bajó la vista para no verlo—. Cuando pasen seis meses y no estemos casados, tendrás que aceptar que no hay nada entre nosotros.

—¿Nada? —inquirió con amargura.

—Me gusta pensar que siempre seremos amigos —se esperanzó y sonrió—. Ahora que he decidido alejar mis emociones de esas absurdas apuestas, me parece bastante cómica. Creo que deberías hacer lo mismo.

—¿Todo esto te divierte?

—Los ciudadanos de Forks están divertidos, supongo. Todos parecen asumir que como Jacob y mi papá se casaron y el rancho se ha vendido, yo me desmayaré en tus brazos.

—Para serte sincero, no me parece mala idea.

—¿No? —metió más libros en la caja. Su corazón estaba acelerado—. Ese no fue el mensaje que recibí la otra noche. Traté de contarte sobre la cena que pasé con Jacob y Leah, y me miraste con disgusto... Igual que ahora.

Edward se alejó y miró por la ventana.

—Desearía que por una vez en tu vida fueras sensata.

—No sabía que tuviera la costumbre de no serlo —estaba desalentada por su actitud.

Bella se levantó y fue al librero más grande. Se paró sobre las puntas de los pies pero no pudo alcanzar los trofeos de la repisa superior. Colocó un taburete frente al librero y subió sobre el asiento acojinado. Se estiró y estaba a punto de alcanzar el primer trofeo cuando oyó el jadeo de Edward.

—Bella, Santo Dios...

Cuando él habló, el taburete empezó a tambalearse. Bella movió los brazos en un esfuerzo desesperado por conservar el equilibrio.

Nunca había visto a Edward moverse con tanta rapidez. La tomó de la cintura con manos de hierro. Bella gimió, alarmada, y cayó sobre el pecho sólido.

—Esa fue la cosa más tonta que he visto...

—Todo estaría bien si no me hubieras hablado —su corazón estaba tan acelerado que apenas podía respirar.

—¿Te sientes bien? —la sujetó con menos fuerza.

—Sí.

Edward cerró los ojos y exhaló. La estudió con cuidado. Al parecer, concluyó que no estaba herida porque la movió impacientemente.

—¿Por qué te subiste al taburete? 

—No alcanzaba los trofeos.

—¿Y no pudiste pedirme que los bajara? ¿Por qué te parece tan difícil aceptar que te ayude?

—No lo sé —confesó con un susurro.

Edward todavía la abrazaba y Bella trató de resistirse al consuelo que le daban sus brazos. Lo hacía de los poderosos hombros, pero se relajó, y sin darse cuenta, entrelazó los dedos detrás de la nuca de Edward.

Ninguno de los dos se movió por largo rato.

Con lentitud, él le acarició una mejilla, y Bella cerró los ojos. Sus labios se entreabrieron y temblaron, en espera de un beso. Cuando se percató de lo que hacía, abrió los ojos y empujó a Edward con tanta fuerza que habría tropezado de no ser porque él la detuvo con firmeza.

Avergonzada, retrocedió. Edward bajó los trofeos y se los dio.

—Creo que ya guardé suficientes cosas por esta noche —murmuró sin aliento, a pesar de que luchaba por parecer alegre y animada.

Edward asintió y sin decir nada más, salió del cuarto. Bella no supo qué se apoderó de ella, pero lo siguió.

—¿Edward?

Este se detuvo en la cocina y se volvió. Sus ojos eran duros e intensos y al ver su dureza, Bella retrocedió un paso.

—¿Querías algo? —inquirió Edward porque ella no se explicó de inmediato.

—Sólo... —no podía hablar con coherencia—. Tal vez... podría ayudarte con algo antes de irme de aquí. Pintar la sala o algo...

—No.

Bella pensó en seguirlo al exterior. Aunque Edward le decía que quería que ella se quedara, su actitud denotaba que no quería verla más. El sólo hecho de pensar que Edward tal vez ya no sería su amigo, le resultaba intolerable. El problema era el orgullo de Bella.

—No quiero que te vayas del rancho —aclaró Edward.

El corazón de la chica le suplicaba que le diera una razón para quedarse... la razón que ansiaba oír.

—Edward, por favor acepta que sólo estoy haciendo lo que creo que es mejor para mí.

—Me doy cuenta de eso. Pero, maldición Bella, eres tan necia que apenas puedo controlarme. ¿Por qué me rechazas cuando todo lo que quiero es facilitarte las cosas? Podríamos casarnos y seguir en la casa. Nada cambiaría. Y sin embargo insistes en causar todo este alboroto.

Bella no pudo responder.

—No puedes negar que nos atraemos físicamente.

—Lo... sé.

—Dilo, Bella. Admite que te sentiste bien cuando te abracé.

—Yo...

Cuando Edward se acercó, Bella sintió que había perdido una batalla estratégica. La besó, y, en contra de su voluntad, Bella entreabrió los labios y le rodeó la cintura con el deseo de retenerlo para siempre.

Edward gimió y de pronto se separó. Bella lo sintió temblar antes que él alzara la cara y la mirara con ternura.

—¿Tan difícil es decirlo? —preguntó él con suavidad.

10 comentarios:

  1. Tan necia Bella, las acciones de Edward hablan más que mil palabras ❤❤

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  2. Su actitud la confunde por lo que sigo pensando lo mismo. Bella necesita alejarse del rancho para ver las cosas con perspectiva.

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  3. Ya se van acomodando las cosas, me parece que no falta mucho para que Bella termine de aceptar jejeje

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  4. Ya se van acomodando las cosas, me parece que no falta mucho para que Bella termine de aceptar jejeje

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  5. X fin serio un poquito gracias💜

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  6. Pos como dice ella el no le a dicho claro que la quiere jajaja pero ella tampoco lo A dicho o sea pues los dos son cabesotas jajajajaaj gracias gracias

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  7. Argggggg esta bella testaruda, y edward a lo mejor si no insistiera tanto podría saber bell q queire en realidad ... 💋❤❤

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  8. Aghhhh no me gusta que Bella se niegue a querer a Edward... y que él es la mejor solución para ella!!!
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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