—No entiendo para qué quieres dos dormitorios, pero no es asunto de mi incumbencia —prosiguió la señora Yorkie. Su cabello estaba enrollado en rulos de plástico rosa. Bella no podía recordar una sola vez en que la señora no tuviera rulos en la cabeza.
—¿Qué dijo el muchacho Cullen cuando le comentaste que te mudarías al pueblo? —no esperó respuesta y rió—. Para serte franca, dudé que vinieras esta mañana. James y yo hablamos de eso y pensamos que Cullen te lazaría y te llevaría a Seattle para casarse contigo cuanto antes. A propósito, no recuerdo quién apostó a noviembre.
—Estaba decidida a venir antes de las doce —recalcó Bella e ignoró el resto de los comentarios.
—Eso veo. Si Edward no te detuvo, esperaba que la tormenta de nieve de la que hablaba el meteorólogo, lo haría.
—¿De veras cree que va a nevar? —se angustió Bella. El cielo estuvo oscuro durante toda la mañana y la temperatura disminuía a cada minuto. Normalmente, Bella no se habría arriesgado a conducir sola al pueblo con condiciones climáticas tan inseguras, más de no hacerlo no habría podido ver el apartamento.
—Si fuera tú, me quedaría en el pueblo otro rato —aconsejó la señora Yorkie—. No me gustaría saber que te quedaste atrapada en la carretera por una tormenta de nieve.
—Estaré bien —llevó la camioneta pesada de su padre.
Aunque cayera la tormenta, no tendría problemas para llegar a casa. Twilight's estaba sólo a veinte minutos de allí. ¿Cuánta nieve podía caer en tan poco tiempo? No mucha, decidió Bella.
—¿Quiere que le haga un cheque ahora? —la chica ansiaba irse ya.
—Sí. Todavía hace falta limpiar cosas, pero me aseguraré de que esté listo para el primero del mes. Puedes traer tus cosas la semana próxima, si quieres.
—Eso estaría muy bien, gracias.
La señora Yorkie se arrebujó más en su abrigo al salir. Miró el cielo con preocupación.
—Si vas a ir a casa, sugiero que lo hagas de prisa. No me gusta el aspecto que tienen esas nubes. Están muy negras.
—Si ese es el caso, le haré el cheque ahora y me iré.
Cinco minutos después, Bella ya estaba en la camioneta de su padre. El cielo se oscurecía cada vez más. Se subió el cierre del abrigo y se puso unos guantes pues tenía mucho frío.
Bella emprendió el camino. La radio estaba en la estación favorita de Charlie. La música country le dio una sensación de bienestar. Condujo con rapidez y miró al horizonte, para ver si había señales de nieve.
Cuando estaba a quince kilómetros del rancho, empezó la tormenta. Los copos cayeron sobre el parabrisas. El cielo se oscureció tanto que parecía de noche y Bella encendió las luces.
Una canción de amor, igual a la que la banda del Red Bull tocó la noche en que Edward la abrazó y bailó con ella, programaron en la radio. Avergonzada por el recuerdo, Bella estiró la mano para cambiar de estación.
No vio la piedra que rodaba en la carretera y la camioneta chocó contra ella. Los instintos de Bella se apoderaron de la situación. Se aferró al volante con fuerza, dio una vuelta brusca y entró en la cuneta. La camioneta se detuvo con un golpe seco y el motor se apagó.
Bella sólo pudo respirar. Su corazón palpitaba y se aferraba con tal fuerza al volante que ya no sentía los dedos.
Por fin, cuando pudo moverse, Bella agradeció que no hubiera sufrido un percance. Le tomó un momento recobrar la calma y trató de reanudar la marcha sin éxito.
Frustrada, dio un golpe en el asiento y cerró los ojos. La nieve caía con fuerza ahora.
—No te preocupes —murmuró, al abrir la puerta y salir—. Quédate tranquila —aunque nada sabía de motores, decidió a ver si podía arreglar el problema.
Sintió el azote de la nieve y del viento y lamentó no haber escuchado a la señora Yorkie y haberse quedado en el pueblo.
Después de abrir la tapa, miró todo, tocó dos o tres partes diferentes como si con eso resolviera el problema. Segura de que tendría que esperar a que pasara la tormenta, regresó al interior e intentó hacer funcionar el motor, éste no hizo el menor ruido.
—¡Maldición!
No podía hacer otra cosa más que esperar a que alguien pasara por allí. El salir de la camioneta y tratar de regresar a casa, sería muy arriesgado.
Bella imaginaba el sermón de Edward. De seguro le sacaría ampollas en las orejas. Rezó por que su padre no se enterara de nada... o recibiría otro regaño.
Pasó media hora y Bella lo intentó de nuevo. Nada. Claro que nevaba con tanta fuerza que de todos modos no podría conducir en esas condiciones. Trató de calentarse al frotarse las manos y rodearse con los brazos. Bella nunca había tenido tanto frío.
Apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos, tratando de relajarse. No podía hacer otra cosa más que esperar...
Debió quedarse dormida porque de pronto, la puerta de la camioneta se abrió y alguien la tomó del brazo con fuerza.
—¿Estás loca? —la furia de Edward fue como una bofetada para la chica.
—Edward... Edward... —estaba tan contenta de verlo que no le preguntó de dónde venía ni como la halló. Todo era como un sueño. Le costaba trabajo moverse, pero le echó los brazos al cuello y lo abrazó, riendo y llorando al mismo tiempo—. ¿Cómo me encontraste?
—Santo Dios, ¿no te das cuenta de que estuve a punto de tener un infarto por la preocupación?
—¿Te sientes mal? —el cerebro de Bella no funcionaba bien. Claro que estuvo preocupado. ¿Cómo supo dónde encontrarla?
Se aferró a él y aspiró su olor limpio y cálido. Cuando miró alrededor, se asombró al ver que la tormenta había disminuido un poco, aunque no mucho.
—No puedo creer que hayas hecho semejante estupidez —Edward estaba pálido por la angustia—. ¿No sabes que te habrías podido congelar aquí? Si no te importa tu vida, ¿por qué no piensas en que Charlie está lejos, de luna de miel? Si algo te sucediera, él nunca se lo perdonaría.
Bella soportó la reprimenda de Edward y no lloró, aunque temblaba de frío, de la impresión y de la veracidad de lo que afirmaba él . En cuanto a estar congelada, ya estaba medio helada, aunque Edward no parecía notarlo.
—Bella, no sé qué hubiera hecho si te hubieras salido de la camioneta para tratar de regresar a casa.
—Sabía que necesitaba quedarme dentro —fui una tonta por no tomar más en serio el peligro—. Lo lamento —susurró.
Edward la abrazó con tanta fuerza que ella no se pudo mover. Él tenía el rostro hundido en su cabello y le acariciaba la frente, la mejilla, el mentón, como si eso fuera necesario para convencerse de que la había encontrado a salvo. Cuando levantó la cara, le quitó el cabello del rostro y la miró a los ojos.
—¿Estás bien?
Bella asintió y trató de hablar, pero sus dientes castañeteaban. Edward se quitó el abrigo y lo puso en los hombros de la chica.
—Dime qué pasó.
—Di un giro al volante para evitar una piedra y choqué... contra algo. Ya había empezado a nevar y... la canción... cambié de estación y entonces sucedió... no sé lo que hice, pero después el motor ya no quiso funcionar.
—Tengo que llevarte a la casa —la trasladó en brazos a su camioneta y la colocó en el asiento de los pasajeros. Subió y le puso una manta encima. La tomó de la mano y empezó a frotarle los dedos.
—¿Y qué va a pasar con la camioneta de mi papá?
—Nos ocuparemos de eso después. Enviaré a alguien a revisarla cuando termine de nevar.
Gracias a la calefacción, Bella empezó a relajarse. Tenía mucho frío mas no se atrevía a decírselo a Edward.
De regreso al rancho, él no pronunció una palabra. Era difícil conducir, y Bella no quería distraerlo. Se sentó a su lado, con las manos y los pies insensibles a pesar del calor.
Varios ayudantes los esperaban en el rancho cuando Edward entró al patio. A Bella le desconcertó que la actividad se concentrara en ella y trató de darles las gracias y disculparse con todos.
Si Edward fue impaciente y se disgustó cuando la rescató, eso no se comparaba con la forma en que impartió órdenes una vez que Bella entró en la casa.
—Un baño —señaló el cuarto como si ella nunca hubiera estado allí—. Agua caliente, pero no demasiada.
Laurent Da Revin, el nuevo capataz de Edward, los siguió al baño, pálido e inquieto. Bella estaba tan débil que sólo se apoyó en el lavabo mientras Edward abría las llaves de la tina y revisaba varias veces la temperatura.
—Ya dejó de nevar. ¿Cree que debería llamar a una de sus amigas? —inquirió Laurent, nervioso. En el momento en que Edward asintió, Laurent salió corriendo de la casa, cerrando la puerta con fuerza.
Edward cerró el grifo y se irguió. Estaba tenso.
—Dios mío, Bella, ¿por qué fuiste al pueblo en la peor tormenta de nieve del año? ¿Te puedes imaginar lo que pensé mientras te buscaba?
—¿Cómo... supiste... dónde... estaba? —fue necesaria toda su energía para pronunciar unas cuantas palabras.
—Me dijiste que ibas al pueblo a ver un apartamento, ¿te acuerdas? Como no regresabas cuando cayó la tormenta, empecé a llamar a mis conocidos en el pueblo hasta que me enteré de que querías rentar uno de los apartamentos en Calawah Street. La señora Yorkie me informó que ella misma te advirtió que no salieras a la calle y que hacía horas que te habías marchado. También me dijo que le gustaba abril debido a todas las flores, aunque no entendí qué quiso decir con eso.
—Siento... haberte preocupado.
Edward la tomó de los hombros y la angustia que sufrió esas horas se reflejó con claridad en su rostro. La abrazó con fuerza y calidez, Edward no habló durante largo rato. Sólo le acarició el cabello mientras respiraba profundamente para calmarse.
El corazón de Bella estaba muy acelerado. Ansiaba verlo a los ojos de nuevo. Estaba intrigada por la intensidad de su mirada. Miedo, y sí, duda y disgusto también, y hubo algo más... algo más intenso que no pudo reconocer.
Ansiaba decirle que lo amaba, mas no fue posible. El amor era una emoción rara, dolorosa y difícil. Le sostuvo la mirada y trató de sonreír, pero su boca no quiso cooperar.
Bella le acarició el rostro, ansiando alentarlo con sus caricias, ya que no podía hacerlo con palabras. Edward le dio un beso en la palma.
Bella abrió la boca para hablar, más en ese momento Laurent Da Revin irrumpió en el baño.
—Leah Black vendrá tan pronto como pueda.
—Gracias, Laurent —dijo Edward sin despegar la vista de la joven.
—Me voy ahora, si ya no me necesitan.
—Bien. Gracias de nuevo por tu ayuda.
—De nada. Me alegro que esté bien, Bella —se llevó la mano al sombrero y se fue.
—Alguien debería quitarte esta ropa —Edward sonrió a medias—. No creo que sea la persona indicada.
—Estoy bien. Puedo desvestirme sola.
Edward no rebatió esa declaración. Bella se acercó a la puerta, lo hizo salir y cerró sin hacer ruido.
Cuando empezó a desnudarse, descubrió que Edward tuvo razón al asegurar que ella necesitaba ayuda. Cuando se hundió en el agua caliente, empezó a temblar, exhausta y con mucho frío. El agua se sentía muy bien aunque le picaba la piel. Cuando se acostumbró, casi se desmayó por la agradable sensación. Suspiró y cerró los ojos.
—Bella —llamó Edward del otro lado de la puerta—. ¿Estás bien?
—Sí.
—¿Necesitas algo?
—No —le aseguró. De pronto, jadeó cuando se le ocurrió algo. Edward habría podido morir en su búsqueda. Cerró los ojos y rezó para dar las gracias de que no hubiera sucedido algo trágico ese traumático día.
Debió sollozar porque Edward gritó:
—¿Qué te pasa? Parece que estás llorando.
—Pudiste... morir mientras... me buscabas.
—No fue así.
—Lo sé —se mordió el labio inferior—. Me alegro. No quiero que te mueras.
—Eso es alentador —contestó con una suave risa.
Vestida con su pijama de franela y su bata, y con el cabello mojado; Bella salió del baño.
Parecía un espectro pero por lo menos se sentía mejor. Mil veces mejor.
Edward estaba sentado en la cocina, con una copa de whisky. Era la primera vez que Bella lo veía tomar.
—La culpa es mía —masculló—. Yo sabía lo de la tormenta y no te lo advertí.
—¿Advertirme? No habría servido —aclaró Bella—. De todos modos habría ido al pueblo. Necesitaba estar allá antes del mediodía para ver el apartamento. No habrías podido detenerme, Edward. Lo sabes.
—Lo que no entiendo es por qué el irte de aquí es tan importante que estás dispuesta a arriesgar tu persona —movió la cabeza, sombrío.
—La señora Yorkie me dijo que le daría el apartamento a otra persona si yo no llegaba a tiempo.
—¿No crees que lo habría entendido si la hubieras llamado por teléfono? ¿Tenías que salir de casa en una tormenta de nieve? —la hizo sentarse y le sirvió café con whisky.
—Ya te dije que me urgía —Bella fue paciente—. Por favor, no te enfades, Edward —lo tomó de la mano pues necesitaba tocarlo.
—Bella, esto debería convencerte de que lo mejor es casarnos —le apretó los dedos—. Me necesitas, Princesa, ¿no te das cuenta? —le soltó la mano para quitarle los mechones húmedos del rostro, el cual enmarcó con las manos—. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo antes que me creas?
—Ay, Edward —gimió, a punto de llorar.
—Quiero cuidarte, Bella. Lo que pasó hoy, además del fiasco con Mike Newton, deberían hacer que lo entiendas.
Lo miró con fijeza, desorientada.
—Hay mujeres en esta comunidad que tienen hijos y que son de mi edad —se dio cuenta de que lo que dijo no tuvo mucho sentido.
—¿Quieres tener hijos? —Edward estaba confundido—. Fantástico, yo también. De hecho, esperaba que tuviéramos hijos tú y yo.
—No quise decir eso —Bella se exasperó y lo intentó de nuevo—. Estas mujeres no viven con un guardián —se preguntó si eso estaba más claro.
—Claro que no... están casadas —replicó con sequedad.
—¿No entiendes? —Bella cerró los ojos—. Tengo suficiente edad para estar sola. No necesito que alguien me proteja.
—No estamos hablando de tu edad —se irritó Edward.
—No me amas —tartamudeó—. Sientes lástima por mí, eso es todo. Crees que como Jacob se casó con Leah y mi papá se casó con Sue, yo no tengo a nadie. No es cierto. Tengo a Ángela y a muchos amigos más. Llevo una vida agradable. No necesito casarme. Edward se levantó con brusquedad y fue al fregadero. Apretó el borde con fuerza, dándole la espalda. No dijo nada durante largo rato y cuando por fin habló, su tono fue frío.
—Todo lo que puedo decir es que esto te importa mucho más de lo que imaginé. Al parecer estás dispuesta a arriesgar la vida con tal de alejarte de mí.
—No fui al pueblo sabiendo que estaba en peligro —objetó.
—Entonces, vete, Bella. Ya no trataré de retenerte, a pesar de que te amo y de que quiero casarme contigo. Si tanto ansias tu independencia, tómala.
—Edward, por favor, no me amas... no como deberías hacerlo.
—¿Qué sabes tú de eso? Es obvio que nada.
—Sé que no dejas de decir que quieres cuidarme.
—¿Y eso está mal?
—Sí, una mujer necesita más.
—Mi amor y mi vida son lo único que puedo ofrecerte, Bella. O lo tomas o lo dejas.
—Eso no es justo. Según tú, si no me caso contigo, estaré condenada a la soledad.
Edward se volvió con lentitud. Sus ojos estaban más oscuros y penetrantes que nunca.
—Bien. Ya elegiste. No voy a discutir contigo. Todo terminó entre nosotros, Bella. Esta es la última vez que hablamos de matrimonio.
Ella intentó decir algo, mas no podía pensar con claridad. Aunque hubiera podido expresarse, dudaba que Edward estuviera de humor para escucharla, pues evitó verla al salir de la casa.
La chimenea estaba encendida y Bella se acostó en el sofá. Tenía la intención de meditar sobre lo que Edward dijo, pero sus ojos estaban pesados y casi tan pronto como se acostó, se quedó dormida.
☙💗❧ 💗 ☙💗❧
Bella despertó al oír a alguien en la cocina, consultó su reloj y se quedó atónita al ver que durmió dos horas. Se alegró al pensar que podía ser Edward. Estuvo muy disgustado antes, claro que supuso que su ansiedad al encontrarla atrapada en la camioneta explicaba su actitud. Esperó aclarar las cosas entre ambos.
Sin embargo, no se trataba de Edward. Fue Leah quien se asomó en la sala, preocupada y amable.
—Espero que no te moleste que esté aquí. Edward me dejó pasar.
—Siempre serás bienvenida aquí, y lo sabes.
—Laurent Da Revin nos llamó para avisarnos que quedaste atrapada en una tormenta. No podía creerlo. Jacob me trajo aquí tan pronto como pudo. Para serte sincera no sé quién está peor... tú o Edward.
Al oír el nombre, Bella bajó la vista y la fijó en la colcha que la cubría. Trató de no pensar en Edward.
—¿Cómo te sientes?
—Bien. Sólo tengo dolor de cabeza.
—Por tu aspecto, debe de ser algo monstruoso. Nunca te he visto tan pálida como ahora.
—Edward se enfureció conmigo porque fui al pueblo... encontré un apartamento, Leah. Dijo que todo ha terminado entre nosotros —empezó a llorar—, que se alegrará cuando yo me haya ido y que... nunca me va a molestar —susurró, con voz muy ronca.
—Entiendo —murmuró Leah.
—Ya no conozco a Edward. Solíamos charlar y bromear juntos. Y últimamente no dejamos de pelear. Leah, te juro que lo he intentado, pero Edward lo dificulta todo.
—Los hombres a veces son así.
—Quise contarle lo que me pasó el día que cené contigo y con Jacob... —se detuvo al darse cuenta de lo que casi reveló.
—¿Qué pasó? —insistió Leah con suavidad.
—La verdad, es que yo temía ir a tu casa porque no deseaba estar con Jacob de nuevo. Lo siento, Leah, no quiero entristecerte, pero amé a Jacob durante mucho tiempo y superarlo fue mucho más difícil de lo que pensé... Hasta esa noche que estuve con ustedes —de pronto, ya no me costó trabajo hablar—. Te vi con Jacob y creí que volvería a sentir dolor... en vez de eso, me sentí libre. Yo supe entonces que tú y Jacob eran felices y que nunca amé a Jacob como tú lo amas. Es cierto que lo adoré durante años, aunque más bien fue un enamoramiento de adolescente. Jacob fue parte de mi juventud. Cuando fui consciente de todos estos cambios, sentí esperanza, emoción...
—Bella, me alegra oír eso —Leah sonrió con timidez.
—Quise explicarle esto a Edward pero no me dio oportunidad y ahora todo ha terminado. No sé si podremos volver a hablarnos.
—Claro que podrán.
—Estaba furioso.
—Sólo fue porque estuvo preocupado por tu seguridad y salud.
—No puedo hablar con él —insistió Bella con tristeza—. Al menos, todavía no y quizá no lo haga en mucho tiempo.
—Será más pronto de lo que crees —señaló Leah—. No puedes terminar con todos esos años de amistad y él tampoco puede. En un par de días te ofrecerá una disculpa por ser tan duro. Espera y verás.
—Haces que todo parezca fácil —Bella negó con la cabeza.
—Créeme que sé que no lo es. Cuando pienso en cómo estuvieron las cosas entre Jacob y yo, puedo comprender mejor todo lo que te está pasando ahora.
Bella recordó los aciagos días que siguieron al regreso de Jacob de San Francisco. Ni Leah ni Jacob le contaron nunca lo que pasó, pero no era necesario. Jacob fue a San Francisco con la intención de regresar con Leah y en vez de eso volvió solo.
—Tal vez sólo necesitamos estar alejados un tiempo —comentó Bella. Se mordió el labio inferior—. Tal vez, si no vivimos tan cerca, la situación se aclare y podamos entender al fin lo que sentimos uno por otro.
—¿Cuándo vas a mudarte al pueblo?
—El lunes —anunció Bella y contempló las cajas de cartón que estaban apiladas contra el muro.
—¿Necesitas ayuda? Seth, Jacob y yo podríamos darte una mano.
—Eso sería maravilloso.
☙💗❧ 💗 ☙💗❧
El fin de semana pasó con rapidez y Bella no vio una sola vez a Edward. Eso terminaba con la opinión de Leah de que pronto se aclararían los malentendidos. Al parecer, Edward habló en serio. El lunes por la mañana, cuando Bella estaba lista para irse a la escuela, se detuvo antes de entrar en su auto. Decidió que por lo menos debía despedirse de Edward. Él no estaba en la troje, sólo Laurent Da Revin.
—Buenos días, Laurent.
—¿Cómo está, Bella? —sonrió—. Me alegro de que no haya sufrido ninguna consecuencia por el incidente.
—Así, es, gracias. ¿Está Edward por aquí?
—No, pensé que usted ya lo sabía —metió las manos en los bolsillo de su pantalón—. Se fue ayer por la tarde a Nuevo México. Quiere ver allá un equipo nuevo. No regresará sino hasta el jueves.
Gracias por el capítulo y por la historia
ResponderEliminarVaya será que irio corazón ahora a Bella xque se fue sin despedirse de ella jajajjaa si que es cabesota gracias gracias gracias gracias
ResponderEliminarOhh, será que no todo termina bien??? Ojalá que Bella no haya arruinado las cosas hasta ese punto. Gracias por el capi!
ResponderEliminarOhh, será que no todo termina bien??? Ojalá que Bella no haya arruinado las cosas hasta ese punto. Gracias por el capi!
ResponderEliminarRayos se complico la cosa..
ResponderEliminarBella es una tonta y necia, que mas necesita, ya le dijo que la ama
ResponderEliminarEs justo q ahora Bella sufra y ojala ya deje d ser tonta gracias ;)
ResponderEliminarNecesita aclarar sus sentimientos y, para ello, le vendrá bien estar alejada de Edward. Es un cabezón, pero lo cierto es que Bella no puede creer que sus palabras, sus sentimientos son sinceros... y hasta que eso no pase, nada cambiará.
ResponderEliminarMe encanto y que bueno que edward se fue ahora le va tocar a bella saber y darse cuenta lo que siente por el ....
ResponderEliminarSabe se me pasó decirte , has sufrir un rato s bella please ... 💋❤❤
ResponderEliminarEstos dos están uy mal. Grax x los caps
ResponderEliminarAghhhh por cabezota ahora Edward no quiere hablar con ella... Por que no confía en qué Edward la ame????
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO