El Productor 1

—¿Estás segura, querida? —preguntó la señora Esme que llevaba puesto un gran delantal estampado y estaba preparando una masa sobre la mesa de la cocina.

—Completamente segura —afirmó Bella Swan con una seguridad que estaba lejos de sentir—. Tengo que irme. Los Mackintosh quieren que la casa esté desocupada lo antes posible, y además, ya está vendida; por eso siento como si no perteneciera a ninguna parte.

—¡Qué cosas dices! —la señora Esme seguía amasando con renovado vigor—. Estás hablando de la casa de tu tía, allí has vivido desde muy pequeña.


—Los Mackintosh son ahora los dueños —le recordó Bella, aunque aún le dolía pensar en ello. La gran casona gris había sido siempre su hogar. Sus padres habían muerto en un accidente, cuando ella era una niña todavía y la tía Jessie, la hermana soltera de su padre, se había hecho cargo de ella y se la había llevado a vivir al pueblo de Torvaig, en la costa occidental de Escocia.
Ahora, dieciocho años después, la tía Jessie también estaba muerta, y la Mansión Swan, la casa de huéspedes con menos huéspedes de Escocia, como ella misma había dicho alguna vez, había sido vendida a un matrimonio de Glasgow.

—Sí, es cierto, ahora ellos son los dueños —comentó la señora Esme—. Pero, ¿por cuánto tiempo? —puso la masa en una fuente—. Si una mujer inteligente como Jessie Swan no logró hacer que el negocio funcionara, no creo que esa mujer pintarrajeada y su marido puedan hacer algo más. Éste no es un lugar ideal para pasar las vacaciones de verano, ésa es la verdad. Estamos muy lejos de Fort Williams y de las islas, que son los lugares que la gente quiere conocer. Te imaginas una discoteca en un lugar como éste. ¿Has escuchado alguna vez tontería semejante?

—Creo que no es una persona muy realista —comentó Bella sonriendo con tristeza.

—Y tú tampoco —exclamó la mujer observándola detenidamente—. Irte a Inglaterra detrás de un jovencito que no se ha acordado de ti en todo el año.
Bella se sonrojó y sus ojos verdes se encendieron de rabia.

—Eso no es verdad —protestó—. Jasper no vino esta primavera, es cierto, pero me escribió.

—Hace varios meses que no escribe —afirmó la mujer con tranquilidad—. Y no me mires así. Cualquiera te puede decir lo mismo que yo. Un par de besos a la luz de la luna en la playa no significan que seáis el uno para el otro.
Miró a Bella, que tenía las mejillas enrojecidas y agregó:
—Vamos, todos hemos pasado por eso, querida. El primer amor es una cosa muy bella, pero no dura. Cuando el amor sea verdadero te darás cuenta, como me sucedió a mí con mi marido.

Al mirar la cara redonda de la señora Esme, y recordar a su taciturno marido, Bella tuvo que hacer un esfuerzo por no reírse a pesar de que la molestaban los comentarios de la mujer. ¿Qué sabía aquella mujer del hermoso secreto que ella y Jasper habían compartido durante aquellas mágicas semanas, hacía un año, cuando él llegó junto con un grupo de turistas, y se quedó allí hasta que no tuvo más remedio que regresar a la universidad?

Al pensar en Jasper, con su pelo negro y rizado y sus alegres ojos, Bella notó que se le humedecían los ojos. Habían compartido tantas cosas… Habían paseado, navegado y nadado durante esos días dorados que llegó a creer que durarían para siempre.

Una noche habían asistido a una fiesta en un pueblo vecino, donde Bella que cantaba y tocaba la guitarra, había sido una de las figuras principales. De regreso, sentados en el asiento trasero del coche de Angus Duncan, cuando pasaban por el estrecho sendero de tierra que unía a Torvaig con el resto del mundo, Jasper la había abrazado.

—No sabía que cantaras tan bien —le había murmurado al oído. —Oh, no es nada —comentó avergonzada.

—¡Nada! —Jasper miró hacia el cielo—. Mi amor, en Londres serías un éxito. Tienes verdadero talento y ni siquiera lo sabes. Las compañías de discos siempre andan buscando voces nuevas… y esas canciones que has cantado en ese idioma tan extraño…

—El gaélico no es un idioma extraño. Me gustaría hablarlo correctamente en lugar de saber sólo algunas canciones.

—Está bien, está bien. Lo que sucede es que suena muy raro cuando uno no está acostumbrado. Creo que con el apoyo necesario y la promoción adecuada podrías ser la respuesta de Escocia a Nana Mouskouri.

—Tal vez me sintiera más halagada si supiera quién es —respondió Bella apoyando la cabeza en el hombro de Jasper.

—Hablo en serio, Bell —le cogió la barbilla con una mano para obligarla a mirarle—. No deberías perder el tiempo en un lugar tan solitario. Tendrías muchas más oportunidades en Londres.

—¿Solitario? Yo creí que te gustaba Torvaig.

—Claro que me gusta, pero porque estás tú aquí. De no haberte encontrado, no hubiera aguantado un día más en este lugar. Es demasiado tranquilo para mí. Yo necesito un poco de acción.

Al recordar esto en la tibia cocina de la señora Esme, Bella sintió que se le encogía el corazón. Era la única diferencia que habían tenido. Cuando él regresó a Inglaterra, prometió volver en primavera, pero pasó Pascua y no hubo señal de él y, después, poco antes de Pentecostés, el corazón cansado y enfermo de la tía Jessie había dejado de latir, mientras ella contemplaba sentada en una silla una de sus adoradas puestas de sol en el mar.

En los momentos de mayor tristeza, al darse cuenta de que tendría que vender la casa para hacer frente a las deudas y a los gastos del entierro, eran las palabras de Jasper las que le daban fuerza. Al marcharse le había entregado un papel diciendo:
—Ésta es mi dirección, si alguna vez me necesitas, allí me encontrarás.
Se habían besado y ella se había abrazado a él con el rostro bañado en lágrimas y prometiéndole que lo esperaría. Las primeras cartas llegaron una tras otra, y ella respondía de inmediato, pero después se fueron espaciando más y más, a pesar de que Jasper seguía hablando del momento en que volverían a estar juntos para siempre. Ahora hacía cinco meses que no sabía nada de él, y Bella se consolaba diciendo que sin duda tendría muchos exámenes; él mismo se lo había comentado en una de las primeras cartas, su separación era un sacrificio que debían soportar por el futuro de ambos. Eran estas palabras y la dirección celosamente guardada, lo que la había decidido a dejar todo ahora que estaba sola.
Levantó la cabeza y notó que la señora Esme la observaba con expresión preocupada, y le sonrió.

—Todo saldrá bien, estoy segura de ello. No puedo soportar la idea de quedarme ahora que no está tía Jessie en la casa. Y tampoco tengo valor para quedarme y ver lo que los Mackintosh van a hacer. Además, conocer Londres es una gran aventura y Jasper está allí. Te mandaré un pedazo de la tarta de nuestra boda —agregó con una sonrisa.

—Eso espero… cuando encuentres marido —respondió la señora Esme lacónicamente.

Esa noche, durante la cena, le contó a su marido lo que quería hacer Bella.
—Está decidida —le dijo con un suspiro—. Londres está muy lejos como para viajar hasta allí sólo para vivir una gran desilusión. Dudo que la pobre sepa exactamente en qué se está metiendo.

Una semana más tarde, en medio del bullicio de la estación de Euston, Bella se preguntó lo mismo. El ruido de los altavoces, el de los coches en la calle y el de los trenes que llegaban y salían, la aturdía. Después del silencio de Torvaig, donde con frecuencia se podía oír el silbido de los cables de la luz al moverse con el viento, ahora, sin embargo tenía la sensación de que le iban a estallar los tímpanos. Y lo que era aún peor, todos excepto ella parecían saber hacia dónde se dirigían. Siguió a la multitud hasta la salida y entregó su billete.
Fuera de la estación, a la luz del sol se sintió aun más confundida. Tenía la dirección de Jasper guardada en un bolsillo, pero no tenía la más remota idea de cómo ir allí. Después de colgarse el bolso en un hombro y la mochila en el otro, apoyó la guitarra en un banco y miró a su alrededor tratando de decidir qué
hacer. La mayor parte del dinero que tenía estaba guardado en una caja dentro de la mochila, pero se había guardado algo en la billetera para un caso de emergencia. Consideró que ésta era realmente una emergencia y cogiendo otra vez la guitarra se encaminó hacia la cola de gente que esperaba un taxi. Pero cuando le llegó su turno, dos hombres jóvenes y bien vestidos se le adelantaron y se subieron al vehículo que se alejó de inmediato. Al fin apareció otro taxi, y una mujer con un abrigo de piel la empujó para subir ella. Con rabia Bella hizo lo mismo y aprovechando que la mujer estaba a punto de perder el equilibrio, abrió la portezuela del coche y puso la guitarra sobre el asiento trasero al tiempo que decía:

—Creo que éste es mío —después se sentó; se sentía incómoda por haber tenido que actuar así, pero a la vez victoriosa. Si aquélla era la manera de comportarse de los londinenses, una Swan podía hacer exactamente lo mismo.

—¿A dónde la llevo?

Bella sacó el papel con la dirección de Jasper y se lo entregó al conductor.
—Esto queda muy lejos —exclamó volviendo la cabeza para observar a su pasajera, miró detenidamente su abundante cabellera  que le caía sobre los hombros, luego su chaqueta de lana y los vaqueros ajustados—. Le va a salir muy caro.

—Tengo suficiente dinero —respondió Bella levantando la barbilla.

—Como quiera, cariño —respondió el hombre y puso en marcha el vehículo.

Cuando llegaron, Bella estaba demasiado nerviosa como para preocuparse mucho por el precio del viaje, además le entregó al chófer una generosa propina.

—¿La espero? —preguntó el hombre agradecido por el inesperado gesto.
Bella contempló un momento la casa frente a la cual se había parado el coche. Tenía la pintura descascarillada, y el jardín delantero estaba completamente descuidado. No era lo que ella se había imaginado, y menos aún el escenario ideal para su reencuentro con Jasper. En ese momento deseó haberle escrito para avisarle de su llegada, pero en el fondo sabía que no lo había hecho por temor a que él intentara disuadirla. Trató de recordar cómo era el rostro de Jasper, y de nuevo se sintió invadida por un terrible miedo.

—Quizá sea mejor que espere.

Subió los pocos escalones que la separaban de la puerta de entrada y tocó el timbre.

—Tal vez no funcione, será mejor que golpee la puerta —gritó el taxista.
Bella le hizo caso, y después de lo que le pareció una eternidad, la puerta se abrió, y apareció una mujer con una bata azul y rulos en el pelo.

—No hay habitaciones vacías —le dijo y se dispuso a cerrar.

Bella dio un paso hacia adelante con una seguridad que estaba lejos de sentir.

—Estoy buscando a uno de sus inquilinos, el señor Jasper Cullen.

—¿Ah, sí? —murmuró la mujer mirándola de los pies a la cabeza—. Pues ha llegado tarde, se ha ido.

—¿Se ha ido? ¿A dónde? —Bella sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor. Esto era algo que ni siquiera se le había ocurrido. Jasper le había dicho que allí le encontraría y ella le había creído. Hizo un gran esfuerzo para mantener la calma.

—Se fue hace unos tres meses. Su habitación la ocupa ahora un caballero hindú —la mujer hizo una pausa—. Bueno, si eso es todo, querida, tengo mucho trabajo…

—¿Dejó alguna dirección? —preguntó adelantándose impulsivamente.

—Déjeme pensar… algunos dejan y otros no, porque prefieren que no se sepa dónde están —sonrió con malicia a Bella—. Pero creo que en este caso no es así. Espere un momento que iré a comprobarlo.

Intentando contener las lágrimas, Bella esperó inmóvil. ¿Qué haría si no había dirección? Tal vez existiera alguna casa de huéspedes donde pudiera quedarse un tiempo. Seguramente el taxista conocería alguna. Parecía un hombre amable, sin embargo, debía ser prudente, recordaba todas las advertencias que le habían hecho en su vida, no era conveniente confiar en extraños estando en una gran ciudad. Nunca se había sentido más sola; hasta en el funeral de la tía Jessie, la presencia de la gente del pueblo había sido un apoyo para ella. Aquí no había nada ni nadie si no encontraba a Jasper.

—Aquí está, querida —exclamó de pronto la mujer trayendo un trozo de papel en la mano—. Señor Cullen. El número once de la calle Belmont. Me parecía recordar que había dejado su dirección.

—Muchas gracias —exclamó Bella cogiendo el papel, y en ese momento se dio cuenta de que la mujer tenía la mano extendida. Se preguntó por un instante si esperaba que le diera la mano, pero inmediatamente comprendió la situación, y sacando su cartera extrajo un billete de una libra que la mujer cogió rápidamente.

—Es muy amable por su parte, querida —exclamó la mujer—. Si desea una habitación, esta semana se desocupa una en el primer piso.

—No, gracias —aseguró Bella—. Debo irme —y corrió hacia el taxi entregándole la nueva dirección al conductor que esperaba.

Mientras avanzaban, Bella se sorprendió de lo poco que sabía acerca de Jasper. Era hijo único y sus padres vivían todavía, pero eso era todo.
Durante los maravillosos días que habían pasado juntos en Escocia, jamás se le había ocurrido averiguar nada más. Ni tampoco cuando estuvo sola, ya que entonces había preferido recordar sus tiernos y cálidos besos, y el brillo especial de sus ojos, que parecía aislarles del resto del mundo. Esas cosas eran más reales para ella que la familia de Jasper, o que sus amigos y toda su vida en Londres, de la cual hasta ahora ella no había formado parte.
Al abandonar su pueblo y venirse a Londres había tomado una decisión muy arriesgada, ahora lo comprendía. Lo había dejado todo pensando en Jasper, quizás hubiera cometido una equivocación.

Miró por la ventanilla y advirtió que la zona por la que circulaban ahora era mucho más elegante que la del domicilio anterior de Jasper. Las casas eran más grandes y había árboles a los lados.
El taxi torció a la derecha y entró en una calle que tenía un hermoso parque, lleno de flores y árboles y bancos para sentarse. Las casas eran hermosas y elegantes, y todas tenían amplios y hermosos balcones, llenos de macetas y flores. Bella no pudo evitar emitir un suspiro de placer y de sorpresa.


—Es un barrio muy elegante —comentó el chófer—. Ya hemos llegado, éste es el número once. ¿La ayudo con el equipaje?

—Gracias, pero puedo sola —Bella estaba otra vez nerviosa, y cuando el taxi se alejó, tuvo la absurda impresión de haber perdido un amigo. Tenía las manos húmedas por el nerviosismo, después de vacilar un momento se colocó la mochila en el hombro y cogió la guitarra.
Reuniendo valor subió los seis escalones que conducían a la puerta de la casa. Junto a ella había un timbre de bronce y debajo una placa. «Cullen». Leer su nombre la tranquilizó y la dio fuerzas para apretar.
Casi de inmediato oyó pasos que se acercaban y sintió que se le contraían los músculos. Se humedeció los labios resecos haciendo un esfuerzo por controlar los deseos de salir corriendo ahora que había llegado el momento de la verdad.
Esta vez la persona que abrió era una mujer con uniforme negro y delantal blanco.

—Deseo ver al señor Cullen —dijo simulando seguridad.

—Pues… no sé —la mujer la observó con atención fijándose en el abrigo un tanto gastado y en la mochila—. ¿Él la está esperando?

—Sí —aseguró Bella tratando de convencerse de que no era una mentira. Después de todo, Jasper le había dicho que podía ir a verle cuando quisiera—. Por favor, dígale que ha llegado la señorita Swan.

La mujer se hizo a un lado para dejarla entrar.

—Pase usted, señorita Swan. Iré a avisar al señor Cullen. Tal vez desee dejar su equipaje en el hall

A Bella le dio vergüenza hacerlo. Era un hall grande, tenía baldosas blancas y negras. En una pared había un aparador tallado y encima un hermoso jarrón chino. Dejó la mochila y la guitarra en un rincón esperando que pasaran inadvertidos, y después siguió a la mujer hacia una puerta que había a la derecha.

—¿Quiere esperar aquí, señorita? —le indicó la mujer y Bella asintió sin decir palabra. Jamás había visto una habitación tan lujosa. Las paredes estaban tapizadas en color crema, y la gruesa alfombra era del mismo color. Los muebles eran muy elegantes, algunos de ellos parecían antiguos y caros. Había también una hermosa chimenea.

Bella comenzó a sentirse extraña. ¿Qué tenía que ver Jasper con todo aquel lujo? Él jamás le había dicho que fuera rico, pero ¿qué otra explicación podía haber para llevar una vida mucho más cómoda de lo que ella jamás hubiera imaginado?

Desesperada, miró a su alrededor. ¿Para qué había venido? ¡Qué tonta había sido! No había lugar para ella en aquella casa. El contraste entre su situación y todo lo que ahora la rodeaba resultaba humillante.

Notó que se le llenaban los ojos de lágrimas, y corrió hacia la puerta, pero casi simultáneamente ésta se abrió y Bella se detuvo desconcertada.
De pie frente a ella estaba un hombre muy alto, llevaba una bata de seda y una toalla sobre los hombros. Estaba descalzo, y un mechón de pelo le caía sobre la frente. Levantando una mano lo hizo a un lado observándola con los ojos grises más fríos que Bella había visto.

—¿Quién es usted? —le preguntó ella temblando. Esto ya era demasiado. El largo viaje, la falta de sueño, el primer desengaño y ahora este extraño que la miraba como si fuera un bicho.

—Eso debería preguntarle yo —respondió el hombre con frialdad—. Según usted, señorita… Swan, yo la estaba esperando.

—No, usted no… Jasper —exclamó tratando de contener otra vez las lágrimas.

—¿Jasper? —la observó detenidamente antes de cerrar la puerta tras él—. Debí suponerlo. ¿Y qué la trae por aquí?

—¿Acaso no… vive aquí?

—No, por el amor de Dios, claro que no. ¿Qué le hizo pensar eso? ¿Él se lo dijo? Le romperé la cabeza si…

—No, él no. Fue su casera… Me dijo que Jasper había dejado esta dirección por si le necesitaban para algo. Y cuando vi su nombre en la placa de la puerta… supuse —se interrumpió al ver que el individuo la miraba con hostilidad.

—No es su nombre, jovencita, es el mío. Y ésta es mi casa. Yo le autoricé a que le enviaran aquí la correspondencia por un tiempo, pero eso se acabó hace mucho — abrió la puerta y la sostuvo esperando que ella pasara—. Por lo tanto, una vez que haya recogido esos horribles trastos del hall, le ruego que continúe su camino.

A pesar de su desconcierto, Bella comenzó a sentirse furiosa con aquel hombre. Jamás la habían tratado con tanto desdén en toda su vida. La tía Jessie no se hubiera comportado de aquella manera ni siquiera con un perro callejero. Su primera intención fue obedecerle y marcharse de su casa sin decir palabra. Pero de pronto se dio cuenta de que él podía ayudarla a encontrar a Jasper, y en ese momento eso era más importante que defender su orgullo.

—Lamento haberlo molestado —dijo un tanto molesta—. Pero si es usted tan amable de darme la nueva dirección de Jasper, tendré mucho gusto en poder dejarle en paz.

—Eso está fuera de toda cuestión —respondió abruptamente—. Por lo tanto, buenos días.

—¿Qué quiere decir? —le preguntó Bella mirándole indignada—. ¿No me va a decir dónde está?

—Eso es exactamente lo que he querido decir —comentó con sarcasmo, a Bella le hubiera gustado poder abofetearle—. Ahora, márchese, mi pequeña huérfana de la tormenta.

—Yo no soy… —trató de negarlo, pero de inmediato comprendió que aquel hombre tenía razón. Ella era ahora una huérfana. Le miró en silencio sin poder contener más las lágrimas.

—Oh, por el amor de Dios. ¿Cree que no han intentado conmoverme con ese truco miles de veces? Pero nadie lo ha conseguido, y tampoco usted lo conseguirá.

—Yo no estoy intentando nada —exclamó Bella secándose las lágrimas con un pañuelo que encontró en el bolsillo—. Es usted despreciable.


—Por supuesto que sí. Pero no olvide que ha sido usted quien ha llegado á esta casa, por lo tanto no se queje cuando las cosas se ponen difíciles —le hizo un gesto señalando la puerta.

—No he dicho ninguna mentira. Yo pregunté por el señor Cullen, pensando que era Jasper.

—Y en lugar de él aparecí yo —se apartó otra vez el pelo de la frente—. Me imagino que habrá sido una desagradable sorpresa. Pero mi consejo es que regrese al lugar de donde vino tan pronto como le sea posible para terminar con todo esto.

—No puedo regresar —respondió Bella en voz baja—. Es más, he venido a buscar a Jasper y no me iré hasta haberle encontrado. Y le aseguro que no se pondrá muy contento al enterarse de la manera en que me ha tratado usted.

—No creo que haya mucho que temer por eso —dijo sin inmutarse por su velada amenaza—. ¿Y dígame… por qué quiere verle con tanta urgencia?

—Eso es asunto mío —respondió Bella levantando la barbilla con gesto desafiante.

—También lo ha hecho mío, y además, su madre me ha perseguido durante años para que demuestre interés por el muchacho. Ah, claro, me había olvidado de decírselo —agregó al ver la sorpresa en los ojos de Bella—. Soy Edward Cullen, tío de Jasper.

—No sabía que Jasper tuviera un tío.

—Él tampoco me habló de usted, por lo tanto estamos en paz. Bueno, señorita Swan, estoy esperando.

Bella se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta para que el hombre no se diera cuenta de que temblaba, y levantando la vista miró con furia los ojos burlones de Edward Cullen.

—Seguramente tampoco le ha dicho que estamos enamorados y que nos vamos a casar —dijo aquello para defenderse, aunque ya no estaba tan segura de que fuera verdad.


El hombre había estado reclinado contra la puerta, pero se puso rígido repentinamente. Sus ojos la recorrieron otra vez pero no con el desprecio de hacía un momento, sino como si la estuviera desnudando con la mirada, eso la hizo ruborizarse.

—¿Que se va usted a casar con Jasper? ¿De dónde ha sacado esa idea? —Él me lo dijo el verano pasado.

—De eso hace mucho tiempo. ¿Puedo preguntarle dónde tuvo lugar ese compromiso matrimonial?

—En Torvaig. Es un pequeño pueblo en la costa occidental de Escocia. No es muy conocido, Jasper fue allí como turista, y decidió quedarse.

—Apuesto a que sí —parecía estar burlándose de sus palabras. 

—¿Ahora me permitirá verle? —rogó Bella.

—No. En vista de cómo están las cosas creo que es mejor que regrese cuanto antes a Torvaig y olvide que conoció a Jasper.

—No haré eso. Tengo derecho a verle. He venido a Londres para reunirme con él, y me quedaré, no importa lo que usted diga.

—Mire —se colocó frente a ella y asiéndola de los brazos la miró fríamente—. Se lo digo por su propio bien. Olvídele y vuelva a su casa. ¿No puede aceptar mi palabra? Le aseguro que es lo mejor para usted.

—¿Por qué voy a creer en su palabra? —respondió Bella molesta, y el hombre la soltó tan bruscamente que se tambaleó sintiéndose extrañamente mareada.

—¿Qué le sucede?

—Lo siento… es que hace tanto calor aquí dentro…

 —No es para tanto. ¿Ha comido algo?

—Comí un bocadillo en el tren —y se dio cuenta de que de eso hacía muchísimo tiempo.

—Supongo que debe haber sido muy nutritivo —comentó con tono sarcástico—
Será mejor que se quite ese abrigo y venga conmigo. 

—¿A ver a Jasper? —preguntó esperanzada.

—No, a desayunar antes de que se desmaye en mí presencia. Quiero verla alejarse caminando y no en una camilla.
Bella estaba dispuesta a contestarle, pero se dio cuenta del hambre que tenía, comer algo le vendría bien para continuar la batalla.
La cocina era una maravilla, reluciente con sus azulejos y sus muebles de acero inoxidable. Bella sólo las había visto en las revistas, y al recordar el viejo fregadero de la casa de su tía, sintió un poco de envidia. Le parecía tan injusta que la tía Jessie hubiera tenido que luchar tanto, mientras ese hombre despreciable vivía en medio del lujo sin necesidad de mover un dedo para nada.

—Señora Birch —llamó y apareció la mujer que la había abierto la puerta—. ¿Puede usted preparar un desayuno para esta criatura famélica? Un poco de tocino y por lo menos dos huevos. Y por supuesto avena con leche… viene de Escocia.

—¿Avena con leche, señor? —comentó la mujer—. No sé si… 

—No —interrumpió Bella—. No tomo nunca avena con leche.

—¡Qué herejía! —exclamó Edward Cullen riéndose de ella—. Está bien, entonces una naranja y mucho café, señora Birch, y yo también tomaré una taza —se volvió hacia Bella—. Estará a salvo con la señora Birch, yo regresaré a mi habitación para afeitarme y vestirme.

Y antes de que Bella pudiera responder, había desaparecido.

—¿La puedo ayudar en algo? —preguntó al ver que la mujer ponía platos y tazas sobre la mesa.

—Yo puedo sola, gracias. Yo que usted me sentaría antes de caer al suelo desmayada, querida. Está muy pálida.

—Es que… he recibido una verdadera sorpresa.

—Me lo imagino, pero yo no era quién para decirle que no le gusta recibir gente a esta hora de la mañana. Pero cuando la vi con la guitarra me dije que seguramente no tenía dónde ir.

—¿Mi guitarra?

—Es que él no hace programas musicales, querida. Sólo documentales. Pensé que lo sabía.

Al ver la sorpresa en los ojos de Bella, le preguntó: —¿Usted sabe quién es, verdad?

—Lo único que sé es que es el tío de Jasper.

—¡Dios mío! Es un conocido productor de televisión. Está al frente del programa «Aquí y ahora los lunes». Hizo un documental sobre el problema del alcoholismo y obtuvo un premio el año pasado.

—No veo mucho la televisión. En casa no había.

La señora Birch se quedó tan sorprendida como si de pronto hubiera descubierto que Bella tenía dos cabezas.

—Mire cómo son las cosas… y yo pensando que usted venía a molestarle para que le diera trabajo.

—Oh, no es nada de eso —afirmó Bella sonrojándose.

—Me alegra saberlo —declaró la mujer poniendo media naranja cubierta de azúcar frente a Bella. Después bajando la voz agregó—: lo que sucede es que cuanto más famoso se vuelve, peor carácter tiene. Son muchas las chicas que piensan que él puede ser la llave de la fama, porque como conoce a gente importante de la televisión, una palabra suya puede hacer milagros. Me alegra que usted no sea una de ellas —le sonrió y regresó a la cocina agregando—; será mejor que empiece a comer porque esto está casi listo.

Cuando volvió Edward Cullen, Bella estaba terminando de comerse los huevos con tocino. Vestido con un traje oscuro parecía aún más arrogante que antes, y ella tuvo que hacer un esfuerzo por controlar el temblor de sus piernas al verle sentarse en una silla a su lado.

—Ya tiene mejor aspecto —comentó muy serio—. Ahora empieza a parecer un ser humano.

La señora Birch puso frente a ambos dos tazas de café caliente y salió de la cocina.

—Usted me ha puesto en un compromiso… —comenzó a decir Bella, pero él la interrumpió.

—Entonces devuélvame el favor regresando a su casa. 

—No tengo casa.

—¿Y llegó a pensar que vendría a vivir con mi sobrino? —le preguntó, observándola con frialdad.

—No, ya le dije que… nos vamos a casar.

—¿Acaso están oficialmente comprometidos? —preguntó contemplando sus dedos sin anillo.

Bella titubeó, no deseaba compartir con aquel hombre ni siquiera una parte de su precioso secreto. Pero segundos después se abrió los dos primeros botones de la camisa, extrayendo cuidadosamente una cadena de plata. Dos pequeños objetos de metal colgaban de la misma. Una llave y un anillo. Era un adorno barato, que Jasper le compró en Fort Williams.


—Hasta que te pueda comprar uno en serio —le había dicho mientras se lo colocaba en el dedo, besándolo después. En ese momento ella creyó morir de felicidad, y algo de esa alegría iluminó su rostro en el momento en que le mostraba el anillo a Edward.

—Ya veo —observó él sin emoción alguna en la voz. Ella le miró confundida, el hombre había bajado la vista concentrándose en la delgada columna de humo que emanaba de su cigarro.

—¿Me dejará verle ahora? —era un ruego.

—Sí —y apagó el cigarro con inusitada violencia—. Sí, señorita Swan, la llevaré con él esta tarde.

—¿Esta tarde? ¿Y por qué no ahora?

—Porque está fuera, y regresará esta tarde… su madre dará una fiesta. No pensaba asistir, pero ahora iré con usted.

—Pero no puedo permitir que haga eso —no se había imaginado así el ansiado encuentro con Jasper—. Seré una intrusa, y además no tengo la ropa adecuada.

—La eterna preocupación de las mujeres, aunque en su caso podría ser verdad. Pero le aseguro que no será una intrusa. Marion siempre quiere que vaya con alguna amiga, por lo tanto esta vez será mi invitada.

—Estoy segura de que debe haber otras personas a quienes usted prefiera llevar —comentó algo molesta por su sugerencia.

—Docenas —respondió él, y de pronto estirando un brazo acercó la mano al pecho de Bella.

Ella se separó tan bruscamente como si la hubiera tocado una brasa.

—No seas tonta, te aseguro que suelo utilizar métodos más sutiles que éste. Sólo quiero saber qué es esto —se refería a la pequeña llave que colgaba junto al anillo.

—Es la llave de mi caja fuerte —contestó nerviosa. —¿Caja fuerte? ¿Qué caja fuerte?

Sin saber cómo, Bella se sorprendió contándole la muerte de la tía Jessie y la venta de la casa.

—Cuando al fin pagué todas las deudas, me quedaban unas doscientas libras. Claro que gasté un poco para el billete y el taxi de hoy. Pero el resto está dentro de la caja que está en mi mochila —explicó comprobando alarmada que el hombre fruncía otra vez el ceño.

—¿Y has llevado todo el dinero que posees en el mundo por todo Londres, toda la mañana? ¿Y si te hubieran robado? Dios mío, no estás en condiciones de salir a ninguna parte sola.

—Yo puedo cuidar muy bien de mi dinero —protestó Bella indignada.

—¿Estás segura? —le preguntó muy suavemente—. ¿Tanto como para meterte en la casa de un extraño, hacer todo tipo de exigencias, aceptar un desayuno… y no pensar qué tendrás que dar a cambio?

—Estoy dispuesta a pagarle —comenzó a decir, pero él la silenció colocando un dedo sobre sus labios. Un extraño temblor la recorrió de pies a cabeza. Jamás había sido tocada por alguien a quien despreciara tanto como a él.

—¿Qué sucedería si yo exigiera el pago en especie en lugar de efectivo? —la miraba fijamente a los ojos, y Bella notó que, involuntariamente, se le había acelerado la respiración.

—Gritaría pidiéndole ayuda a la señora Birch —respondió con increíble calma.

—¿Estás segura de que estaría de tu parte? Pues… tal vez sí. Tiene una cierta debilidad por los seres abandonados y desvalidos —con una displicencia que la enfureció, dejó caer la cadena dentro del escote de la camisa.

—Bueno… ahora yo me iré a trabajar y tú a la cama. 

—¿A la cama?

—Claro. No me irás a decir que has podido dormir algo en el tren.

—Pero no puedo dormir aquí.

—¿Por qué no? Ya te he dicho que yo me voy a trabajar. Le diré a la señora Birch que te despierte a eso de las dos y media. Yo pasaré por ti a las tres para llevarte de compras.

—¿De compras?

—¿Acaso tienes que repetir cada cosa que digo? —le preguntó con estudiada paciencia.

—Pero yo no necesito ir de compras —Bella pensó desesperada en el poco dinero que tenía. No podía encontrarse con Jasper sin tener un centavo.

—Claro que sí. Necesitas un vestido para la fiesta —le dijo con mucha calma y desapareció sin darle tiempo a protestar. Momentos después Bella oyó que se cerraba la puerta de la entrada.

Bella se reclinó sobre la mesa. Le dolía la cabeza. Aquel hombre poseía todas las cualidades que ella detestaba, y parecía disfrutar poniéndola nerviosa. Pensar que esta tarde vería a Jasper era lo único que le impedía recoger sus cosas y salir corriendo.

—Venga conmigo, querida —oyó que decía la voz de la señora Birch—. Ya verá cómo dormir un poco la hará sentirse como nueva.

Bella se encontró instantes después en una pequeña habitación decorada en diversos tonos de amarillo y marrón, y donde había una cama individual con una hermosa colcha. Era cómoda y acogedora; estaba tan cansada que era maravilloso poder acostarse y no pensar en nada… al menos por el momento.
—Que descanse —dijo la señora Birch en voz baja. Y Bella se durmió.

11 comentarios:

  1. Igual me equivoco pero me da a mi que esa fiesta a la que Edward va a llevar a a Bella no va a ser buena para ella. Igual en esa fiesta se anunciará el compromiso de Jasper con otra chica que no obviamente no es Bella.

    ResponderEliminar
  2. Como me chocan los Edwards así de odiosos jajajaj, pero lo bueno es que después casi siempre se terminan convirtiendo en los más tiernos :3

    ResponderEliminar
  3. ya quiero leer el segundo capituo jajaja... Dios que loco dejar todo por amor!

    ResponderEliminar
  4. Este ed es algo especial por decirlo amablemente jajaja que pasara en la fiesta ???

    ResponderEliminar
  5. Bueno, habrá que ver cómo sigue esto, ¡me encanta!

    ResponderEliminar
  6. Jummmm parece que Edward no es nada paciente... Sólo espero que Jasper no le salga con alguna mala sorpresa...
    Besos gigantes!!!
    XOXO

    ResponderEliminar
  7. Me encantan estos Edwards , son mis favoritos aunque al final son unos corderitos .... que sorpresa le tendrá edward a bella a querer llevarla a esa fiesta en casa d Jasper ? ... gracias 😊

    ResponderEliminar
  8. Ohhhh, la que se va a liar en la fiesta 🎉... Será de compromiso??

    ResponderEliminar
  9. Me gusta como siempre tus adaptaciones

    ResponderEliminar
  10. , q será la fiesta Edward odioso y a la vez bondadoso con una extraña si q es raro este Edward ;) q será lo q pase en esa fiesta? Gracias nos leemos

    ResponderEliminar
  11. Hola me gusta la historia nos seguimos leyendo

    ResponderEliminar