Mi lugar en el mundo 4



No tomaba la píldora y la primera vez que habían hecho el amor él había perdido tanto el control que se había olvidado ponerse un condón. No había vuelto a pasar después y ninguno de los dos dijo nada del lapsus del primer día, pero tuvo sus consecuencias.
Para ella fueron motivo de alegría. La idea de llevar dentro el bebé de Edward la llenaba de dicha. Bella preparó una cena especial en su apartamento la noche en que había planeado decírselo. Estaba tan ansiosa por hablar con él que abrió la puerta antes de darle tiempo a llamar por segunda vez.

—Me echabas mucho de menos, dolcezza.

—Siempre.

Dejó la bolsa de viaje en el suelo y tomándola en sus brazos empezó a besarla hasta que se olvidaron de la cena. Estaban acurrucados en la cama tras hacer el amor apasionadamente cuando se lo dijo.

—Edward...

—Sí —contestó él acariciándole distraídamente la cadera. Su voz era profunda y su tono satisfecho, igual que siempre después de hacer el amor.

—Nunca hemos hablado de tener hijos.

—No, dolcezza, no lo hemos hecho —contestó él poniéndose tenso.

—Te gustan, ¿verdad?

—A todos los hombres sicilianos nos gustan los niños —dijo él con expresión indescifrable.

—Me alegro.

—¿Eso es todo?

—No exactamente.

Había dejado de acariciarle la cadera y sus dedos se cernían con fuerza sobre la piel, pero no dijo nada. Bella sintió los nervios en el estómago y se llevó la mano instintivamente a esa zona.


—Estoy embarazada.

Silencio absoluto. Edward no cambió de expresión aunque sí el ritmo de su respiración.

—¿Edward? —continuó ella.

—¿Cuándo lo has sabido? —el tono de Edward dejaba entrever una dureza que nunca antes había mostrado con ella.

—Esta semana.

—Y me lo has dicho de inmediato.

—Sí, por supuesto. No quería ocultártelo.

—Admirable —dijo él aunque no parecía admirarse realmente.

—Sé que no es fácil. Yo también estoy muy sorprendida.

—Imagino que sí —dijo él torciendo la boca en una mueca.

—Quiero decir que no sabía que una pudiera quedarse embarazada por un pequeño lapsus... uno, la primera vez que lo hicimos. Ni siquiera era el momento idóneo del ciclo. Es casi un milagro si lo piensas bien.


—¿Un milagro? — repitió él a punto de atragantarse—. ¿Llamas milagro estar embarazada de otro hombre?

—¿Pero de qué hablas? —dijo ella sentándose en la cama con expresión de incredulidad en los ojos—. ¿De qué otro hombre estás hablando?

—Supongo que compartirías tu cama con algún miserable antes de aquel viaje  tuyo a Milán.
—¿Crees que estoy embarazada de otro hombre? —chilló Bella.

—No intentarás decirme que el bebé que esperas es mío —dijo él con una  macabra
sonrisa.

—Es que es así —afirmó ella sin poder respirar—. Olvidaste ponerte condón la primera vez, ¿recuerdas?

—Una suerte para ti, ¿no crees? —la increpó él, saltando fuera de la cama y mirándola con una furia desconocida—. Tal vez el padre de tu hijo no sea tan rico como yo o tal vez ya no te quiera.

Aquellas insinuaciones le hicieron mucho daño. Edward nunca le había hecho daño antes y había llegado a creer que nunca lo haría.

—No hay ningún otro hombre —trató de sonar convencida pero el tono fue apenas un susurro—. No ha habido otro hombre nunca.

Edward dejó escapar una carcajada llena de desprecio que cortó el aire con la precisión de un bisturí.

—Te acostaste conmigo en la primera cita... ¿Cómo quieres que te crea?

—¿De quién fue la idea?

—No te hagas la inocente. En tus circunstancias, mi impaciencia fue como el maná caído del cielo.

—No estoy jugando. ¡Era virgen! —gritó y se odió por haber tenido que decírselo como única forma de defensa.

—No me mientas.

—No estoy mintiendo.

—No voy a hacerme responsable del error de otro hombre.

—¡Este bebé no es un error! —dijo ella cubriéndose el abdomen con los brazos.

—Tal vez no, pero tratar de convencerme de que soy el padre sí lo es. ¿Quién sabe? Puede que hubiera continuado con este romance y hasta te habría ayudado económicamente si hubieras sido sincera conmigo —dijo él con todo el desprecio posible mientras se ponía la ropa.

—¿Qué estás haciendo?

—Me voy.

Bella salió de la cama de un salto y cruzó la habitación hasta llegar a él. No iba a dejar que un malentendido destruyera su felicidad. Lo tomó del brazo en un intento desesperado por que la escuchase.

—Por favor, Edward, cariño. El bebé es tuyo. Lo juro. Te quiero. Nunca te mentiría.

—Déjalo —dijo él soltándose—. El juego ha terminado y has perdido. Acéptalo.

—No estoy jugando. Estoy embarazada de ti. ¿No quieres ser padre?

El rostro de Edward se congestionó y a continuación giró en redondo y se marchó. Bella se quedó de pie, helada ante una reacción tan inesperada mientras observaba cómo terminaba de vestirse. Lo siguió hasta el salón. El miró de reojo hacia la mesa especialmente preparada para la ocasión y tensó los labios pero no dijo nada. Se detuvo junto a la puerta y se volvió hacia ella.

—No le diré a tu padre nada de esto —dijo él. Sus ojos decían a gritos lo que opinaba de ella y eso le dolió mucho—. Se moriría si lo supiera, pero no trates de convencerlo de que ese niño es mío. No mentiré para protegerte.

—Le diré a mi padre lo que me parezca —dijo ella sintiéndose de pronto con el coraje suficiente para enfrentarse a él. Lo miró y sintió como si una enorme bola de fuego le estuviera quemando el pecho por dentro —. Tú eres el padre y tampoco mentiré para protegerte.

—Ni lo intentes —dijo él mirándola con desprecio.

En ese momento, Bella fue consciente de que si él la amara tanto como ella a él, le creería. Fue realmente doloroso darse cuenta.

—Sólo ha sido sexo, ¿no es así?

_¿Qué otra cosa podría ser con una mujer como tú? Bella no le respondió. No podía. Acababa de hacérsele añicos el corazón y apenas si podía mantenerse en pie.

Edward salió y ella corrió al cuarto de baño a vomitar.


Edward estaba tumbado en el sofá de la enorme suite mientras bebía un whisky escocés. Bella se había ido a la cama nada más volver de la cena argumentando que estaba cansada. Y no podía dudarlo. Parecía débil más que cansada.

Había pasado un año desde la tragedia pero no parecía haberlo superado. Sus preciosos ojos verdes lo confirmaban. Eran un pozo de pena y todo era por su culpa. Había sido muy duro con ella y como consecuencia había perdido al bebé.

Se restregó los ojos. ¿Podría olvidar alguna vez la visión de Bella en su cama en un lago de sangre?

Bella había tratado de hablar con él la noche que le había contado lo del embarazo pero él se había negado a contestar al teléfono. Bella había llegado a ir a Milán a verlo pero una vez más él se había negado a verla.

El caso era que tras aquella noche, la mente se enfrió lo suficiente y pudo empezar a pensar con claridad, llegando a considerar las posibilidades de que el bebé fuera suyo. Se dio cuenta de que los estúpidos prejuicios le habían enturbiado la  mente.

¿Qué pasaba si Bella era como su madre, como decía su padre?

Lo cierto era que ella no se parecía nada a él. Ella no actuaba con promiscuidad con otros hombres. De no ser por las advertencias de su padre él habría creído  que era una mujer de lo más inocente. Tanto como le había jurado aquella fatídica noche.

Un mes sin ella había horadado severamente el orgullo que inicialmente lo había mantenido alejado. La echaba tanto de menos que le dolía y ni el trabajo le permitía olvidarla. Ni siquiera había intentado salir con otras mujeres tras la traición de Bella. No podía dejar de preguntarse por qué habría tratado de convencerlo de que el bebé era suyo.

Por las noches, la idea de que no hubiera estado mintiendo lo perseguía. Había llegado a convencerse de que, aun en el caso de que hubiera estado mintiendo, podía comprender sus motivos. Ella le había dicho que lo amaba y sin duda tenía miedo de perderlo.

El amor no era algo en el que pensara muy a menudo. Era un sentimiento que las mujeres utilizaban para justificar su pasión y los hombres como excusa para mostrarse débiles. Pero aun así, podía creer que Bella sintiera algo por él y por eso tuviera miedo de perderlo. 

También existía la posibilidad de que lo que le diera miedo fuera enfrentarse al embarazo sola.

Tras tomar una decisión había tratado de verla pero ella no había querido abrirle la puerta. Sabía que estaba en casa porque escuchaba música en el interior. Tras llamar varias veces trató de abrir la puerta y ésta cedió.

Una sensación extraña lo asaltó. Pensó que alguien podía haber entrado en aquella casa que carecía de sistema de seguridad y se imaginó lo peor. Corrió al dormitorio preparado para pelear pero no había ningún enemigo.

Sólo el bulto de una mujer acurrucada bajo las mantas. No estaba dormida. Gemía de dolor y pudo ver que las lágrimas surcaban sus mejillas.

11 comentarios:

  1. Grrrrrr!!!! Cómo no querer matar a Edward 😡😠 Pobre Bella, debe ser horrible pasar por algo así. Está más que justificado como lo trata.

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  2. Q hdsm Edward igual a todos ojala el remordimiento lo persiga siempre x idiota x tratarla tan mal ese bebe no tenia culpa d nada 😭😠 gracias

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  3. Ughhhhh espero que el verla así haya Sido suficiente castigo para que ahora se sienta mal, haberla apartado sólo por historias de los demás, creer mentiras y cosas sin fundamento.... Ojalá ahora la tenga muy difícil para volver con ella, porque no se la merece!!!!!
    Besos gigantes!!!!
    XOXO

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  4. Condenado insensible...Gracias lindas...

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  5. Hola me gusta la historia. Pobre Bella sufrir una perdida a si. Y Edward tambien lo petdio y todo por los malos comentarios de su mismo padre.

    Nos seguimos leyendo

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  6. La historia me gusta mucho..
    Cuándo actualizan??

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  7. me encanto la historia
    espero actualicen pronto
    gracias

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  8. Por favor actualicen, amo sus adaptaciones las sigo todas 😘

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  9. Necesito actualización ya es mucho tiempo y necesito saber...
    Gracias ��✌

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