EHQMO-Capítulo 10


Bella

Bella dibujó a Edward a la mañana siguiente mientras él estaba aún dormido sobre la cama. La sierra de la espina dorsal y las colinas y valles de los hombros. La almohada y el cabello revuelto. Todo sobre él resultaba tan masculino y tan hermoso... La alas no eran necesarias para que el dibujo resultara pura fantasía, aunque, en realidad, no se trataba de una fantasía, sino una realidad.

Lo podría llamar Cuando la fantasía se encuentra con la realidad.

Jamás había comprendido el deseo de su madre por convertirse en la amante de un hombre casado. Nada público, siempre privado. Siempre alimentándose de las migajas que James Masen podía darle de su tiempo. Todo el sufrimiento había desaparecido con las caricias que su amante le proporcionaba. ¿Por qué no se podía haber sentido satisfecha su madre con las caricias de otro amante? Ésa era la pregunta que Bella siempre se había hecho.

Por fin tenía la respuesta. Por fin sabía exactamente cómo el deseo y la

pasión podía capturar a una persona y trastocar su realidad, dejando sólo el momento. Un momento perfecto de unidad, por el que no importaba nada el resto del mundo ni el dolor que ese momento pudiera causar a otros.

Por fin, Bella había comprendido a su madre. Entonces, Edward se tumbó de espaldas y dijo: —Ven aquí.

Ella acudió inmediatamente, se sentó a horcajadas sobre él y robó sólo un momento más de profunda certeza.

Tenía una camiseta puesta y unas minúsculas braguitas. Edward la miró con los ojos llenos de deseo. La respiración se le aceleró.


—Bésame —murmuró mientras le llevaba las manos a la cabeza y la hacía inclinarse para darle un beso tan perfecto que ella quiso echarse a llorar—. Tócame —le dijo él a continuación. Entonces, ella apartó las braguitas a un lado y se colocó para que él pudiera penetrarla. Cuando se deslizó dentro de ella, Bella se sintió completa.

«Mírame», pensó ella que lo había oído susurrar mientras se movía dentro de ella y le hacía tocar el cielo.

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Edward volvió a visitar a Bella al siguiente fin de semana, y también a los que vinieron después. Pasó un mes y se vieron durante todos los fines de semana, algunas veces él volaba el viernes por la noche o algunas veces llegaba el sábado para marcharse el domingo por la tarde. Un mes de gloriosa intimidad en el que aprendieron a entenderse claramente, en el que el único cotilleo que Bella tuvo que afrontar fue el de su anciana vecina de al lado que había empezado a preguntar sobre el joven amigo de Bella.

Efectivamente, la vida podía ser muy buena.

—¿Qué vas a hacer el próximo fin de semana? —le preguntó Edward una perezosa tarde de domingo mientras Bella estaba en la cocina preparando tortitas.

—No mucho. ¿Por qué?

—Yo tengo una cena para los ejecutivos de Masen Holdings y sus parejas.

Habrá un breve discurso y muchas relaciones públicas. He hecho cambios estructurales en varias empresas. La cena es principalmente para consolidar esos cambios.

—Entonces, ¿no vas a poder venir? —preguntó Bella, tratando de que no se notara la decepción que sentía.

—No. No voy a poder venir, pero eso no significa que no quiera verte.

Como tenía que dejar la masa de las tortitas reposar un poco, Bella fue a sentarse porque creyó saber lo que iba a ocurrir a continuación. El final de la fantasía que tan secretamente había cultivado. La intrusión del mundo real en la fantasía que Edward y ella habían creado. A Bella no le gustaba mucho el mundo real.

—Bueno, ¿qué te parece, Bella? —murmuró él—. ¿Quieres venir a visitarme a Queenstown el próximo fin de semana? Quiero que me acompañes a esa cena.

—Eso es muy mala idea.

—¿De qué tienes miedo, Bella? ¿De los comentarios?

—Bueno, creo que nos vamos a encontrar con mucho más que comentarios —dijo Bella tras dejar la cuchara con la que había estado moviendo la masa sobre la encimera y se volvía para mirar a Edward. Él permaneció inmóvil, observándola con sus maravillosos ojos verdes—. Lo que tenemos... lo que hemos estado haciendo... funciona aquí. No sé si va a funcionarnos en Queenstown.

—Ha llegado el momento de descubrirlo, ¿no te parece? —Parece algo... prematuro.

—Cobarde —dijo él suavemente.

—Yo sólo... ¿Qué va a decir tu familia? Sobre ti y sobre mí. Sobre nosotros.

—Alice ya sospecha algo sobre dónde voy todos los fines de semana, pero no pregunta nada.

—Y tú no se lo dices. —Como te he dicho. Es hora.

—¿Y tu madre? ¿Sospecha ella algo de que me estás viendo? 

—Probablemente no. No hablamos mucho.

—Pero ella estará en esa cena.

 —Sí.

—¿Qué te parece si, antes de embarcarnos en esta cena pública y de dar el espectáculo allí, 
tú te portas como un buen hijo y vas a visitarla o la llamas y le dices lo nuestro de antemano?

—Entonces, ella no se comportaría cortésmente.

Bella se echó a reír. No pudo evitarlo. Edward tenía una vena maquiavélica en su modo de ser.

—Quieres forzar esto. Imponerme a tu familia e impedirles con el elemento sorpresa que monten una escena.

—Así es —afirmó Edward. La miró fijamente, como el agresivo negociador que estaba acostumbrado a conseguir todo lo que deseaba—. ¿Estás dispuesta?

—Sinceramente no lo sé.

 —Necesitarás un vestido.

—Tengo un vestido —musitó—. Y, antes de que te pongas arrogante, no me parece que sea un evento de traje largo. A mí me parece más bien un evento al que las señoras deben ir vestidas con traje de cóctel.

—¿Y tienes tú uno?

—Sí, pero sigo creyendo que estás forzando tu suerte en lo que se refiere al hecho de que me impongas a tu familia. Dudo que estén preparados. Yo no estoy preparada. Sinceramente, Edward, ¿por qué ahora? ¿Acaso no nos funciona bien esto?

Edward se dio la vuelta y se recorrió de arriba abajo el pequeño salón. 

—Sí, claro que nos funciona bien y precisamente por eso te pido más. No puedo seguir dejando mi mundo para venir y jugar sólo en el tuyo. Algunas veces, voy a necesitarte y a desear que estés en el mío. ¿No lo puedes comprender?

Bella lo miró fijamente sin decir ni una palabra.

—¿Se trata de una prueba? —preguntó muy preocupada—. ¿Una clase de experimento para ver si esta relación funciona en el mundo real?

—Sí —respondió él brevemente—. No, maldita sea. ¿Por qué tienes que considerarlo una prueba? ¿Por qué no lo puedes ver como el siguiente paso en nuestra relación?

—¿Por qué no puedes ver tú la conmoción que va a causar en tu familia? Creo que es mejor tratar este asunto de un modo sensato en vez de imponérselo a la fuerza.

—Está bien. Se lo diré antes —le espetó él—. Ahora, ¿vas a venir a esa cena conmigo?

—Creo que...

—Sé lo que crees —rugió él—. Quieres tratar esta relación como si fuera un abominable secreto. Yo no. No estamos haciendo nada malo. Yo no soy mi padre y estoy harto de tener que enfrentarme a los líos que él dejó tras su muerte.

Edward respiró profundamente. Bella lo miró con cautela.

—Diablos... —añadió él con voz ronca—. Lo siento, pelirroja. Sólo... estoy

harto de los problemas que me ha dejado mi padre, pero te prometo que lo resolveré. Ahora, sólo quiero que me respondas a una cosa. Si tu madre no hubiera sido la amante de mi padre y si yo sólo fuera un hombre que te invita a entrar en su vida para que pudieras ver si te gusta y si te gusta verlo a él en su ambiente, ¿vendrías conmigo?

Esta bien —respondió ella, por fin—. Sí, aunque con dos condiciones. Tienes que decirle a tu familia de antemano lo nuestro y tienes que saber que me siento muy incómoda en público. Aún no has visto ese aspecto mío. Provoco reacciones, y no sé por qué ni tengo intención de provocarlas. Simplemente ocurre.



Provocadora. Devoradora de hombres sin conciencia. Casquivana. Directa. Hermosa.

Inmoral. Fuera lo que fuera lo que hiciera, o lo que no hiciera, Bella siempre había atraído la clase equivocada de atención. Los celos de otras mujeres. El interés de los hombres. Tal vez había culpado a James Masen de ese hecho, pero seguramente le habrían atribuido todos aquellos adjetivos de todos modos. Había un tipo de mujer en particular que causaba revuelo simplemente con existir. Esme era una de ellas.

Y Bella también.

La solución que ella había puesto había sido quedarse en casa y centrarse en el interior en vez de en el exterior.

—No me siento muy cómoda con mucha gente — le explicó—. En realidad, no tengo mucho contacto social. No se me da muy bien.

—Bella, llevas toda la vida trabajando en un bar. ¿Cómo puede ser una cena algo en lo que, para ti, haya mucha gente?

—Tengo un trabajo en el bar y lo llevo a cabo — dijo ella, tratando de probar lo que decía—. He practicado lo que hago y sé lo que no tengo que hacer. En esa cena, no tendré ni idea de lo que hacer ni de lo que tú quieres que haga. ¿No ves la diferencia?

—Sólo tienes que ser tú misma —respondió Edward, como si todo fuera tan fácil. Fíjate en mí para saber lo que tienes que hacer. No te abandonaré, pelirroja. Tienes mi palabra.

Al final, ella terminó por darle la suya.


Bella prometió volar a Queenstown el viernes y quedarse con Edward durante el fin de semana. Cenarían juntos en el bar de Esme el viernes por la noche y luego cenarían con los directivos de Edward el sábado por la noche. El domingo lo tendrían para ellos solos.

Fácil.

La semana siguiente pasó demasiado deprisa para Bella.

Necesitaba confianza en sí misma para afrontar el fin de semana y esa confianza se materializó en unos nuevos zapatos y un nuevo lápiz de labios. Estuvo a punto de comprarse también un vestido, pero, al final, prevalecieron la cordura y un saldo que disminuía rápidamente en su cuenta bancaria. Ya tenía un vestido que sería adecuado para la ocasión, un vestido que raramente se ponía y que sabía que le sentaba muy bien. Si aquel fin de semana salía bien, tal vez podría pensar en aumentar su fondo de armario. Si no era así... se dirigiría a la tienda de manualidades más próxima. Normalmente, los corazones rotos se veían a menudo acompañados por una oleada de creatividad, o por lo menos eso era lo que ella había oído. Una cierta clase de consuelo. Había tantas cosas a las que temer en el siguiente fin de semana... Sin embargo, le había dado a Edward su palabra y, el viernes por la tarde, terminó su trabajo a las tres, se dirigió al aeropuerto y tomó un avión con destino a Queenstown.

Cuando se bajó del avión, Edward no la estaba esperando. Tenía que asistir a una reunión y se reuniría con ella para cenar sobre las siete. Desde allí, se dirigirían a la casa de Edward, donde Bella se quedaría durante el resto del fin de semana.

Dos noches. 

Dos cenas.

Dos madres a las que ver.

Bella aún no le había contado a su madre nada sobre Edward, al menos no como debía contárselo. La incertidumbre le había hecho guardar silencio. La necesidad de intimidad le había sujetado la lengua. Sin embargo, en aquellos momentos tenía el problema de ni siquiera saber por dónde empezar.

Seguramente, su madre la entendería mejor que nadie. ¿No? El elegante bar parecía llamar a Bella, tal y como lo había hecho siempre. Aquella era su casa, un lugar en el que Bella conocía su papel y se había construido las defensas adecuadas contra el interés que otras personas sentían por ella. Esme la había ayudado. Consejos, actos y frases que Bella jamás había olvidado. Sin embargo, ¿cuántos años había tardado Bella en sentirse a gusto allí?

Muchos.

Sólo su madre sabía por qué. Sólo su madre y tal vez, una o dos personas habían comprendido que, bajo la máscara que Bella se pusiera, y tomara ésta la apariencia que tomara, ella era muy tímida.

Verdaderamente tímida, casi a un nivel enfermizo.

Guardó su bolsa de viaje bajo la barra cuando entró. Se colocó un delantal de servir de color negro y, con éste, se puso su máscara. Entonces, se dirigió a su madre, que estaba ocupada sirviendo tres jarras de Guinness, y le dio un beso en la mejilla.

—Madre mía —dijo uno de los clientes—. Pero si hay dos. Bella sonrió.

—Se dice que si usted bebe lo suficiente terminará por ver cuatro.

Pronunció las palabras con descaro. El cliente sonrió y Bella se marchó a los dominios de Ophelia -Anne para ponerse al día con el resto de la familia y, de paso, enterarse de lo que se decía por la ciudad.

Edward había contratado a la sobrina de Ophelia-Anne como ama de llaves. Tres días a la semana, de nueve a tres. Odie llevaba trabajando para él más de un mes.

—Duerme allí y se ducha allí —dijo Odie alegremente—. Jamás ensucia la cocina ni invita a nadie a casa. No entiendo cómo consiguió la reputación que tiene.

—Tal vez del mismo modo en el que Bella consiguió la suya —murmuró Ophelia-Anne, que estaba limpiando unas ostras y colocándolas sobre hielo.

—Tal vez antes solía ser así, pero ya no —dijo Bella—. Menos tiempo para jugar. Más centrado en su trabajo. Edward trabaja mucho, eso lo sé. Se toma muy en serio la responsabilidad que tiene con el imperio Masen.

—Como James —comentó Ophelia-Anne—. Recuerdo cuando su esposa amenazó con destruir todo lo que él había creado si se divorciaba de ella. Si le hubiera dicho que ella se lo iba a quedar se lo habría permitido, pero quería destruirlo. Y os aseguro que lo habría hecho.

—¿James quería divorciarse de su esposa? —preguntó Bella. Aquello era algo que ella jamás había escuchado.


—Y casarse con tu mamá —afirmó Ophelia-Anne—, pero Victoria Masen sabía muy bien cómo presionarle. Además, estaban los niños. Tal vez no les gustaba que su padre se pasara el tiempo con tu madre, pero James estaba allí cuando lo necesitaban y eso, para mí, es lo que cuenta. Hizo lo que pudo para asegurarse de que las cosas funcionaban para todo el mundo. Tu madre lo echa mucho de menos. Todos lo echamos de menos.

Bella oyó aquellas palabras, palabras que daban un nuevo giro a la relación que su madre había tenido con James Masen. Sin embargo, le preocupaba más los asuntos que tenía entre manos en aquellos momentos, como el que la unía a ella con Edward.

El que quería mantener en secreto, pero Edward no. El asunto que había accedido a hacer público aquel fin de semana.

Encontró a su madre en el almacén. Empezó a ayudarla sin que Esme se lo pidiera. Aquello era lo fácil. Las palabras que quería pronunciar eran lo difícil.

—Mamá, ¿cómo te sientes ahora que James no está? —le preguntó. Su madre dejó de apilar cajas y se colocó las manos sobre la espalda para estirarla. Entonces, le dedicó una sonrisa.

—En realidad, yo jamás basé mi vida en él —dijo Esme—. Ahora eso me parece una bendición.

—Aun así, lo echas de menos.

—Siempre lo echaré de menos. Bella, ¿adónde quieres llegar con esto? — quiso saber Esme mirándola con perplejidad.

—Bueno... he conocido a un hombre —afirmó. Le parecía una buena manera de empezar—. Llevo un tiempo conociéndolo y esta noche le he pedido que venga para que tú puedas conocerlo también. En realidad, ya lo conoces... Es algo complicado. Tengo miedo de que él haga que te pongas triste y estoy completamente segura que te va a recordar a James. Mamá — añadió, tras respirar profundamente—, se trata de Edward.

Esme guardó silencio, lo que provocó en Bella una profunda incertidumbre.


—Ha estado visitándome en Christchurch y eso nos ha salido bien. Ahora, él quiere que lo visite yo a él este fin de semana. Quiere que lo acompañe a una cena de Masen mañana por la noche. No sé cómo va a caer eso, pero le dije que lo haría. Me preocupa encajar en su mundo y la reacción que pueda tener su familia. No sé si tú lo conoces, si te cae bien o si te recuerda demasiado a James y preferirías no verlo. Pensé qué... Le he pedido que venga aquí. Él quería...

Pensaba que ya iba siendo hora que le dijéramos a todo el mundo lo que hay entre nosotros. Que nos estamos viendo.

—Entiendo —dijo Esme. No se podía decir que la sonrisa que ella tenía en los labios fuera muy auténtica, pero era un comienzo y Bella le estuvo agradecida por ello—. ¿Qué es lo que quieres de mí, Bella?

—Principalmente tu comprensión.

—La tienes. El amor puede ser complicado. Puede aparecer inesperadamente y dejarnos en ridículo a todos. Me preguntaba, después del ejemplo que yo te había dado... Me temía que tú jamás quisieras abrirle tu corazón a nadie. Necesitaba creer que algún día lo harías.

—Mamá, estamos hablando de Edward. 

—Sí, ya te he oído.

—Edward, a quien me he pasado mucho tiempo odiando y cuyo estilo de vida me aterra. Hay tantas personas importantes en ella... Su madre y su hermana me desprecian. Yo tampoco las tengo en mucha estima. Además, está lo tuyo con

James y, cuando el tema se cruza en nuestro camino, resulta incómodo...

—Lo siento mucho. De verdad —afirmó Esme. Su sonrisa era cada vez más genuina—. Todo va a salir bien.

—Yo no estoy tan segura...

—No digas eso —susurró Esme—. ¿No lo ves? Enamorarse es lo único que merece la pena...

—¿Y si lo desilusiono, mamá? ¿Y si no puedo con la clase de gente que conoce Edward, con su estilo de vida? ¿Y si no puedo ser lo que él necesita?

—Entonces, se acabará todo —repuso su madre sencillamente—. Estarás un poco triste, pero serás más sabia. Además, habrás conocido el amor y habrás experimentado lo que la gente es capaz de hacer en su nombre. ¿De verdad te parece eso tan malo?

Bella no sabía qué contestar.

—No estoy segura de que él comprenda lo que soy... No creo que él sepa de lo poco que le voy a valer con sus cenas de trabajo y con todo eso...

—Has aprendido a enfrentarte a las situaciones sociales que surgen en el bar, ¿verdad? —dijo su madre—. Te comportas perfectamente.

—Mamá, me ha llevado años.

—¿Y qué? ¿Es que no tienes más? Tal vez tardarás años en sentirte cómoda en el mundo de Edward. Tal vez te hará falta valor, paciencia y comprensión por parte de él, pero eso no significa que no termines consiguiéndolo. Siempre lo has hecho.

—Tengo miedo...

—Lo sé, cariño.

—No quiero desilusionarlo. O desilusionarme a mí misma.

—Eso también lo sé —dijo Esme. Abrazó a Bella para reconfortarla—. Cree en ti misma, Bella. Sé sincera contigo misma y con la gente que amas. Ama sin condiciones y, tal vez, sólo tal vez, el amor incondicional también te encontrará a ti. Ésas son las únicas creencias que tengo que merece la pena enseñarte.

—Te quiero mucho, mamá. —Y yo te quiero a ti.

—A lo largo de los años me he preguntado muchas cosas sobre tu relación con James —murmuró Bella—. Me he preguntado por qué jamás le pediste más o por qué te sentías satisfecha con el poco tiempo que te daba. Sin embargo, jamás me he preguntado por qué se enamoró de ti. ¿Cómo podría haberlo hecho? — concluyó, dedicando a su madre una temblorosa sonrisa.


9 comentarios:

  1. Uy! Lo que se le viene a Bella, que mello, enfrentrarse a la fam. De Edward.

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  2. Bella la frente en alto tu no le debes nada a nadie Edward y tu no son culpables d nada =) ♥ gracias nos leemos

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  3. Ya estoy ansiosa por leer próximo capítulo, a ver cómo estos dos van a superar los obstáculos que surgirán en este cena. Gracias por la actualización! Saludos, nos leemos, Jane

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  4. A bella le fue bien pero ya veremos a ed frente unido contra el par

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  5. Realemente no hay cosa como el consejo de una madre. Espero que esta salida a la luz sea positiva para Edward y Bella y no que los termine separando.

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  6. Hola linda me tiene enganchada a la hostoria y pidiendo por mas plissss...Muchas gracias por escribir tan magicamente...

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  7. Me encanto bueno salió bien lo de bella y esme ahora viene con la familia d edward que pasara , me encanto ojalá puedas subir pronto el sig CAP gracias besos 💋❤️❤️

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  8. Hola chicas estoy al pendiente del siguiente capítulo
    Saludos y besos

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