Bella
Edward entró en el bar sobre las siete y, por el modo en el que estaba vestido, venía directamente de su despacho. Traje y corbata, camisa blanca como la nieve y un gesto cansado en el rostro, señal de una semana intensa. Sin embargo, al ver a Bella sonrió y parte del cansancio se diluyó, dejando paso al encanto.
Se dirigió a la parte de la barra más tranquila, donde las luces eran bajas y había menos gente. Bella terminó de servir a un cliente y se dirigió hacia él, más que nerviosa por el hecho de que ya hubiera llegado el momento de reunirse con él precisamente allí.
No tenía máscara para aquel momento. Tampoco tenía la seguridad ni la experiencia de su madre a la hora de saludar a su amante en un lugar público, al hombre que había llegado a significar tanto para ella en tan corto espacio de tiempo.
—Edward Masen... ¡Qué sorpresa verte aquí! —exclamó Bella. Apoyó los codos sobre la barra y se inclinó hacia él—. ¿Qué vas a tomar?
—Bueno, quiero una mesa... Tal vez una copa también. Verás, me voy a reunir aquí con una mujer para cenar, al menos eso era lo que creía que iba a hacer, aunque es posible que ella tenga que trabajar. La conocerías enseguida si la vieras. Hermosos ojos, una sonrisa que puede poner a un hombre de rodillas...
—Vas a tener que ser más concreto... —susurró ella. Edward sabía cómo tranquilizarla. Cómo hacerla sonreír.
—Bueno, también sabe cómo encender fuego en el corazón del dios nórdico más gélido. Y es una provocadora —dijo él. Se inclinó también hacia delante. La distancia entre ellos disminuyó al tiempo que la intensidad de la mirada de él se cuadriplicaba—. Bésame.
—¿De verdad quieres hacer esto? —preguntó Bella. Se retiró, pero sólo un poco. No estaba segura.
—¿Por qué? ¿Acaso te preocupa tu reputación?
—La mía no. La tuya.
—No tienes por qué. ¿Qué más te preocupa, pelirroja?
—Arruinar tus planes para este fin de semana. Arruinarlo todo para ambos.
—No tienes por qué. Bésame.
—Dictador.
—Estoy en ello. Por eso te necesito. Para que me des equilibrio. Bésame, Bella. Por favor.
Bella se inclinó hacia él y apretó los labios contra los suyos. Un beso, ligero y rápido, pero, a pesar de todo, él la transportó a un lugar en el que nada más importaba.
—Ya está —dijo él por fin, cuando se apartó—. ¿Tan difícil ha sido?
—No —respondió ella. A pesar de todo, miró a su alrededor, tratando de ver si la gente se había dado cuenta y si estaban murmurando.
—Ahora, dilo con un poco más de certidumbre. Y luego, siéntate y cena conmigo. Si las lenguas quieren hablar, que hablen.
—Siempre me estás dando órdenes, ¿por qué? —le preguntó mientras le preparaba una cerveza y se servía una copa de vino blanco para ella.
Le dijo cuáles eran los platos especiales del día y cuando él le preguntó que le recomendaba, ella anotó dos especiales de marisco. Luego, se quitó el delantal negro y se dirigió al otro lado de la barra para reunirse con él.
Bella Swan y el hombre que estaba a punto de robarle el corazón. —¿Cómo te han salido tus últimos dibujos? —le preguntó mientras se llevaban sus copas a una mesa vacía.
Bella había estado toda la semana peleándose con el Arcángel Gabriel. Se lo había mencionado por teléfono a Edward.
—Bien. Muchas gracias por tus muslos, tu torso y posiblemente por tu rostro. Las alas remataron el resultado. Ahora estoy dibujando vampiros para un proyecto diferente. Tal vez les pueda poner tus manos.
Edward tenía unas manos muy bonitas. Grandes, pero esbeltas.
—¿De qué proyecto se trata?
—Un episodio para una serie de televisión. Tengo que crear el monstruo de la semana —dijo, encantada.
—A Bella Swan le encanta su trabajo —murmuró él inclinándose sobre el mullido respaldo del banco en el que se sentó mientras se llevaba la cerveza a los labios.
—Así es —replicó Bella con una sonrisa—. ¿Cómo va tu trabajo?
—Tiene sus momentos. Y sus sorpresas. Esta mañana recibí un montón de documentos del partamento legal de Masen. He visto que vas a devolver las propiedades que te dejó mi padre.
—Sí —admitió ella. De nuevo, la cautela volvió a adueñarse de ella. No era un tema agradable para ambos.
—¿Por qué?
—No las quería.
—Te habrían ayudado a situarte, Bella. Habrías podido dejar de vivir de alquiler.
—Lo sé. Digamos que aún tengo muchos sentimientos sin resolver sobre algunas de las decisiones que tomó tu padre y el modo en el que eligió vivir su vida como para aceptar sus regalos. Simplemente no los quiero.
—Amargura...
—Un poco. Está bien. Mucha. Me gustaría que él... en cierto mudo hubiera
sido más fuerte. Que hubiera tomado una decisión en uno u otro sentido. Que no hubiera tratado de tenerlo todo haciendo daño a tanta gente en el proceso.
—Sé cómo te sientes.
—Esa amargura no se extiende a ti.
—Eso también lo entiendo.
—Bueno, háblame de nuevo sobre esa cena de trabajo tuya. ¿Qué es lo que quieres conseguir? —le preguntó, para cambiar de tema.
—Principalmente cohesión. Un enfoque más fuerte para el futuro. Silverlake estaba asegurado por debajo de su valor. Vamos por encima del presupuesto en otro de nuestros proyectos. La gente está empezando a ponerse nerviosa sobre algunos de los cambios estructurales que estoy pensando hacer con Masen Holdings.
—Quieres venderles tu plan maestro.
—Exactamente.
—¿Y se supone que yo tengo que ayudarte a hacerlo? —le preguntó Bella llena de aprensión—. Porque ya sabes que yo no voy a serte de ninguna ayuda en ese aspecto. Si estás esperando que el hecho de llevarme a mí vaya a demostrar que tienes una relación cómoda y estable, no estoy segura de que vaya a ser de mucha ayuda tampoco en ese aspecto.
—Entonces, ¿me estás diciendo que no tenemos una relación cómoda y estable? No sé, pelirroja —dijo Edward con una sonrisa sorprendentemente dulce—. Yo me siento bastante bien en ese aspecto.
—Edward...
—Sólo te pido que estés allí conmigo. Nada más. Sólo que estés allí conmigo. Aparentemente, él le estaba pidiendo muy poco.
La comida no tardó en llegar. Ophelia-Anne debió de haberles puesto a la cabeza de la lista. Edward devoró su cena y la mitad de la de Bella. Ella lo observó con una triste sonrisa. La cocina de Ophelia-Anne solía ejercer ese efecto en la gente, a menos que uno estuviera acostumbrado. En ese momento la contención parecía ligeramente más accesible.
Vio cómo él charlaba con Odie cuando ella fue a retirar los platos. Defendió la penosa y vacía situación de su frigorífico y luego aceptó el hecho de que Odie se ofreciera a hacerle la compra como parte de sus tareas en el mantenimiento de la casa.
—Déjame una lista —le dijo Odie alegremente—. Te haré la compra los lunes y los viernes.
¿Estáis listos ya para pedir el postre?
Los dos decidieron no tomar postre.
—El café está muy bueno aquí —dijo Odie para animarlos. Bella asintió. Aún no se podía marchar. Había algo más que debían hacer allí.
—Odie, ¿te importaría decirle a mi madre si quiere venir a tomar un café con nosotros? —le preguntó Bella. Su madre había mantenido las distancias desde el momento en el que entró Edward y eso no formaba parte del plan.
Al menos, de su plan.
—Sigues queriendo conocer a mi madre, ¿verdad?
—Por supuesto —dijo él con una sonrisa—. Relájate, Bella. Todo va a salir bien.
Cuando Esme regresó con el café para los tres, Edward se puso de pie mientras ella servía el café y luego le sujetó la silla para que ella se sentara. No tomó asiento hasta que Esme no terminó de acomodarse.
Bella sonrió y trató de aplacar su nerviosismo.
—Edward, ésta es mi madre, Esme. Mamá, éste es Edward. Esme sonrió y dijo:
—He visto antes modales como ésos.
—Yo los aprendí en las rodillas de mi padre —respondió Edward.
Esme se echó a reír y Bella se dio cuenta de que él había estado más que preparado para aquella reunión y que estaba decidido, sobre todo, a dejar el pasado atrás y a seguir con su vida.
Podrían conseguirlo.
Iban a hacerlo.
A Esme le gustaba Edward. Charló animadamente con él sobre los planes que había para reabrir Silverlake.
Una madre menos. Ya sólo quedaba una.
Edward y Bella se marcharon del bar con seis pastelillos de arándanos, medio pastel de chocolate y una botella de muy buen champán. La sonrisa de Edward se hizo más triste cuado vio el champán, pero le dio a Esme las gracias muy educadamente. Cuando salieron al exterior, no le hizo a Bella ninguna pregunta sobre otra botella de champán en otro lugar, por lo que ella no tuvo que contarle mentiras.
—El champán me ha recordado a algo —murmuró él.
—¿Sí?
Tal vez se había precipitado un poco al pensar que Edward no iba a mencionar nada sobre la similitud entre aquella botella de champán y otra de un pasado no muy lejano.
—Sí. Uno de los equipos de limpieza de Silverlake recuperó el contenido de tu caja el otro día. La mayoría tuvo que ir a la basura, pero yo hice que llevaran la colcha a la tintorería. Está en mi casa. Tal vez se la quieras devolver a tu madre.
—Entonces, eso significa que ya sabes lo que había en la caja. —Las cosas que tu madre tenía en la cabaña de mi padre. ¿Me equivoco?
—No.
—No te preocupes, Bella. A mí no me preocupa. Eso forma parte del pasado. Yo estoy más centrado ahora en superar el pasado y en forjar el futuro. Un futuro del que tú formes parte.
—¿Le has hablado a Alice y a tu madre de lo nuestro?
—Todavía no, pero lo haré —prometió al ver la mirada alarmada que se reflejó en los ojos de Bella.
—¿Cuándo? —preguntó ella, presa del pánico—. Edward, me diste tu palabra.
—Por la mañana. Antes de la cena. Confía en mí.
—No creo que comprendas lo importante que es que, con este tema, les des espacio en vez de arrinconarlas. Alice no me habla desde que yo tenía doce años. Tu madre se va a sentir traicionada de nuevo. ¿No les podrías haber dado más tiempo para acostumbrarse a la idea de que tú y yo estamos juntos?
—Se acostumbrarán.
Bella pensó que él no lo veía. Que no lo quería ver.
—Creo que el alcance de la oposición que tu familia siente hacia mí te va a sorprender, Edward.
—Nada de lo que mi familia haga puede sorprenderme, pelirroja. Cuando el nivel llega a lo ridículo, simplemente las ignoro.
—¿De verdad?
—De verdad. A los Masen se nos da muy bien ignorar las cosas que no queremos ver —dijo él con una deslumbrante sonrisa. Bella sacudió la cabeza y se metió en el coche de él—. Es nuestro pequeño mecanismo de defensa.
—Mientras te des cuenta de que mi mecanismo de defensa es la retirada...
Esto va a ser un desastre.
—No. Te olvidas de algo.
—¿De qué?
—De ti y de mí.
La casa de Edward resultaba tan impresionante como siempre. Fueron a la cocina para tomar el postre, pero éste quedó olvidado cuando Edward la subió a la encimera y comenzó un asalto a su boca.
Bella sabía que el sexo no era suficiente para basar una relación. Aún tenían que gustarse y que respetarse el uno al otro y que encajar como pareja con el mundo que les rodeaba. Sin embargo, en aquellos momentos, Edward le estaba desabrocAlido los botones del abrigo y Bella le enredaba las manos en el cabello y parecía que el sexo por placer, el sexo intenso, abrumador, gozoso, iba ciertamente a ser suficiente por el momento.
Llegó la mañana y Bella seguía dormida. Edward se levantó y se dirigió a la ducha. Después, fue a la cocina y se preparó un café. Mientras se tomaba uno de los deliciosos dulces de la noche anterior, empezó a preguntarse qué era exactamente lo que él quería de Bella Swan.
Sus encuentros habían perdido ya el elemento de lo prohibido, esperando que así pudiera aminorar el ansia que sentía hacia ella.
No había sido así.
Se había saciado de ella, esperando que la novedad terminaría pasándose y que su interés por ella se desvanecería.
No había sido así.
Había esperado que ella encontrara fallos en su relación con él. Que se fijara mejor en las cosas que él jamás podría darle, como tener un amante a cuya familia no le importara que su madre hubiera sido la amante de un hombre casado. Había esperado que Bella se echara atrás y pusiera fin a todo aquello, pero ella no lo había hecho.
Por lo tanto, allí estaba él, preguntándose qué era lo que ella quería para desayunar y esperando que aquel fin de semana fuera del modo que él deseaba que fuera, es decir, bien. Bella encajaría en su mundo con facilidad y eso significaría una preocupación menos para ella. Alice y Christina se portarían civilizadamente, aunque no fueran especialmente amables con ella. Eso significaría una barrera menos. Entonces, podrían seguir organizando sus vidas para verse con más frecuencia. Sabía que el trabajo de Bella era importante para ella y que no tenía deseo alguno de dejar su trabajo en Christchurch y regresar a Queenstown, pero seguramente podrían llegar a un acuerdo.
Tal vez él podría instalar una oficina en Christchurch. Tal vez Bella podría explorar oportunidades para trabajar más desde casa. Podrían dividir su tiempo entre Christchurch y Queenstown. Podrían llegar a un acuerdo.
Si aquella cena iba bien...
Tenía que ir bien.
Estaba a punto de terminarse el café cuando el Audi de Alice se acercó hacia la casa. Alice descendió del vehículo. Tenía el cabello recogido e iba vestida con unos vaqueros y una cazadora. Edward casi no la reconoció. A Alice le encantaba tener el aspecto de acabar de salir de las páginas de una revista de moda. Igualita que su madre.
Alice tomó una carpeta del asiento trasero y entró en la casa sin llamar, dado que Edward había cometido el error de darle una llave. Ella le dedicó una sonrisa cuando lo vio en la cocina.
—Me alegro tanto de que estés levantado —dijo—. Llevo toda la semana trabajando en esto, pero creo que por fin he resuelto el problema del presupuesto del proyecto para el Shore Hotel. Vamos a crear niveles dentro de las habitaciones en vez de un lujo total desde el principio. Cuando el hotel empiece a dar beneficios, podemos ir haciéndolas más lujosas poco a poco. Creo que funcionará.
—Alice...
—Jasper cree que funcionará, pero necesito que lo mires ahora para que le podamos comunicar a todo el mundo en la reunión del consejo del lunes. ¿Me puedo tomar un café? Mataría por un café. He estado despierta la mitad de la noche repasando las nuevas cifras.
Edward sacudió la cabeza y se dirigió a la cafetera.
—Echaré un vistazo.
Edward le preparó un café solo a su hermana y se lo puso delante. Entonces, le ofreció los pastelillos que Ophelia- Anne les había dado la noche anterior. Alice pareció calcular las calorías, pero tenía una gran debilidad por los dulces. A Edward le gustaba ver cómo sucumbía a la tentación de vez en cuando.
—¿Piensas quedarte para desayunar? —le dijo a continuación—. Si te vas a quedar, deberías saber que tengo compañía. En este momento está dormida, pero cuando se levante vamos a desayunar. Puedes unirte a nosotros. Si lo hicieras, significaría mucho para mí. Creo... que para ella también significaría mucho.
Alice se detuvo en seco. Había estado a punto de llevarse un pastelillo de
arándanos a la boca. Lo dejó suavemente sobre la encimera y se sacudió las manos para quitarse las migas.
—Bella Swan—dijo—. Has traído a Bella Swan aquí.
—Bueno, ésta es mi casa —respondió él—. ¿Adónde si no podría llevarla?
—Vaya, veamos... ¿A un motel? ¿A alguna sórdida cabaña de las montañas? Pareces estar muy decidido a seguir los pasos de tu padre. Sería una pena no hacerlo completamente.
—Yo no me parezco en nada a nuestro padre, Alice, y lo sabes. No tengo esposa ni hijos y tengo todo el derecho del mundo a traerme aquí a quien quiera. No estoy haciendo esto para fastidiar. Quiero a Bella en mi vida. Seguramente estoy profundamente enamorado de ella.
—¿Cómo puedes estar enamorado de ella? Apenas la conoces.
—Llevo viéndola desde la avalancha, Ali. Y me encanta lo que veo.
—No —replicó Alice sacudiendo la cabeza—. Edward, no. ¿Cómo puedes hacer esto? ¿A nuestra madre? ¿A mí?
—¿Hacer qué? ¿Enamorarme de una mujer de la que tengo todo el derecho a enamorarme? Lo que ocurrió entre la madre de Bella y nuestro padre no fue culpa de Bella. No tiene nada que ver con nosotros.
—Edward, no puedes...
—¿Por qué no? Bella no es su madre ni yo soy mi padre —le espetó, con una voz demasiado alta—. ¿Cuánto tiempo vamos a tener que sufrir por las acciones de otras personas, Alice? Respóndeme.
—No lo comprendes. Quiero olvidar, te lo aseguro. Sin embargo, ni siquiera puedo mirar a Bella sin ver a Esme y recordar lo que ella le hizo a nuestra familia. En cuanto a nuestra madre... ¿cómo crees que se sentirá ella sobre el hecho de que tú invites a Bella a formar parte de nuestras vidas? Sacar todas las heridas del pasado que ella acaba de enterrar. Ella nunca va a reconocer que Bella Swan pueda ser una compañera adecuada para ti. ¿Cómo no te das cuenta de eso?
—Tal vez...
—¡No, Edward! No hay tal vez. Lo que es más, si tú eliges a Bella por encima de tu familia, nuestra madre se va a cobrar todos esos años de humillación contigo. Estallará. Terminará con Masen Holdings, tal y como siempre amenazó con hacer, sólo que esta vez lo hará porque papá no estará aquí para impedírselo.
—¿Vas a ayudarla, Alice? Porque va a necesitar la mayoría para eso y puedes estar segura de que yo no le voy a dar mi voto.
—Edward, por favor... No hagas esto. No me hagas elegir entre el hermano al que amo o la madre que se quedará sola si yo la abandono también.
—No tiene por qué ser así —dijo Edward—. Si las dos fuerais más razonables...
—¡Venga ya, Edward! Ser razonables no tiene nada que ver con esto —susurró
Alice. Había empezado a llorar—. Me estás rompiendo el corazón.
—Y tú también me estás rompiendo el mío, Alice.
—Por favor, Edward... Terminarás encontrando a otra mujer. Alguien a la que todos podamos amar y aceptar. Lo harás. Sólo tienes que dejar a Bella...
Edward negó con la cabeza.
—No puedo hacerlo, Ali. No lo haré. Bella va a venir esta noche conmigo a la cena. Acostúmbrate a verla a mi lado porque ahí es donde va a estar. En cuanto a lo de que a mamá se le meta en la cabeza arruinar Masen Holdings... La empresa es mía y tengo que ser yo quien haga que prospere, no es de ella para que la arruine. Me enfrentaré a ella si tengo que hacerlo. Me enfrentaré a ella con todo lo que tengo.
Alice lo miró con resentimiento y se dirigió hacia la puerta. Parecía que, después de todo, no se iba a quedar a desayunar.
—Vas a tener que hacerlo.
Edward bajó la cabeza y cerró los ojos mientras que el Audi de Alice se marchaba a toda velocidad de la casa con Alice en su interior.
Se pasó la mano por el cabello y volvió a abrir los ojos. Había oído algo. Miró hacia la puerta y, con una profunda pena, vio que Bella estaba junto al umbral. Llevaba puesta la camisa que él se había quitado la noche anterior y tenía el cabello revuelto y los pies desnudos. Lo estaba observando con sus perspicaces ojos grises.
—¿Cuánto has oído? —le preguntó él con voz ronca.
—Todo.
Se va a desatar la guerra k planeara alice ????? Quiero masss siy viciosa
ResponderEliminarEdward reconoció que está enamorado eso es lo importante.
ResponderEliminarWow!!! Se viene la guerra Masen vs Masen
ResponderEliminarOh, oh! Las cosas se pusieron feas, ahora cómo irán a seguir???? :/
ResponderEliminarPerras perras perras. No justifico lo q James hizo, pero tener una perra así al lado te da ganas de irte a la m ......
ResponderEliminarWow q cap la última parte estuvo súper .... lo demás me encanto muy tiernos los dos con esme todo genial solo esto no hiba ser lo mismo la fam d edward pero bueno a ver q va ser ahora Ed sabiendo q no lo van apoyar ahora su hermana y ojalá bella no se vaya y lo deje por este altercado ... que defienda lo que quiere me encantaría ... gracias hasta el sig besos 😘
ResponderEliminarOMG!!!! Es una pena por Alice pero Bella no puede pagar lod platos rotos por errores de su madre... viva el amor!!! Quierooooo massssss ❤
ResponderEliminarRayos y ahora que va a pasar..
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