Bella estaba deprimida al llegar al apartamento, y le contó a Rose lo sucedido.
—Lo que necesitas es salir un poco. ¿Qué te parece ir a una fiesta? —¿Una fiesta? ¿De quién?
—Aquí viene lo malo. De Tanya. Ha invitado a un grupo a su apartamento mañana por la noche, y por alguna extraña razón me ha invitado también a mí. Además, me dijo que si quería podía ir con mi compañerita escocesa —sonrió al ver la mueca de Bella—. Sí, ya sé, pero las fiestas de Tanya suelen ser divertidas y creo que te puede sentar bien asistir. Últimamente pareces un fantasma.
—No tengo ropa adecuada —afirmó Bella moviendo la cabeza de un lado a
otro.
—Mentirosa —exclamó Rose—. ¿Qué me dices de esa bolsa que tienes encima del armario?
—Por mí puede quedarse allí. No pienso ponerme ese vestido otra vez.
Se hizo un silencio durante el cual Rose la observó sin decir palabra, después agregó:
—Puedes ponerte un vestido que me compré para una obra, porque iba bien con el papel que estaba tratando de conseguir, pero que finalmente no se hizo y además a mí no me sienta bien —se levantó, fue a la habitación y regresó pocos minutos después con un vestido blanco colgado del brazo.
—Pruébatelo —y Bella accedió sin ganas. Pero una vez subida la cremallera y habiéndose acomodado bien los pliegues de la amplia falda, se vio obligada a reconocer que Rose tenía razón. El vestido era precioso, con un escote pequeño y mangas transparentes muy amplias sujetas en los puños.
Al mirarse al espejo se dijo que parecía una novia, pero al fijarse en la palidez de su rostro, se dio cuenta de que estaba muy desmejorada, la tensión y el trabajo de aquellos días habían dejado su huella.
—No tienes obligación de ir, ya lo sabes —le dijo Rose mirándola preocupada.
—Iré —le aseguró Bella levantando la barbilla—. Y me pondré ese vestido, es muy bonito.
Mientras colgaba el vestido en el armario, advirtió que le temblaban las manos. No cabía duda de que Edward estaría en la fiesta de Tanya. Lo único que debía hacer era tratar de acercarse a él para después pedirle que la ayudara a solicitar colaboración para el Centro por medio de la televisión. Él tenía muchos contactos en ese medio, por lo tanto sabría cómo lograrlo. Se lo repitió una y otra vez, para convencerse de que debía hacerlo, aunque su sentido común le ordenaba no asistir, porque no era posible que él hubiera olvidado su último encuentro.
Y sin embargo, aquí estaba ella, dispuesta a enfrentarse con él otra vez, pero si él la rechazaba, se lo tendría merecido. Al mismo tiempo sabía que tenía la obligación de hacerlo por el bien del Centro. Aunque Edward le diera un «no» rotundo, al menos estaría tranquila por haberlo intentado.
Pero cuando las dos estaban ya en la puerta de la casa de Tanya, la invadieron todas sus inseguridades y su vergüenza.
—¡Vaya! —exclamó Rose mirando su reloj—. Hemos llegado media hora más tarde y aún no hay nadie. Apuesto a que Tanya no se ha vestido todavía.
En la puerta las recibió una muchacha filipina que después de recoger sus abrigos, les indicó que tomaran asiento en la sala.
Tanto las paredes como la gruesa alfombra eran blancas, y todo lo demás, incluyendo cortinas y tapicería, de un rojo brillante, Rose suspiró.
—Sólo a Tanya se le ocurriría decorar la casa así.
Bella asintió. La habitación resultaba espectacular, a pesar de su exagerado colorido. Pero se sintió más tranquila al darse cuenta de que si deseaba pasar inadvertida, no tenía más que pegarse a una de las paredes y confundirse con ellas.
Tanya no tenía un aspecto menos espectacular, llevaba un vestido negro muy ajustado, y con un escote tan pronunciado que dejaba poco a la imaginación. Su perfume fuerte y sensual invadió toda la sala en cuanto ella entró moviendo provocativamente las caderas.
—¡Queridas! —exclamó con una sonrisa de cumplido.
Observó sus vestidos y sin decir palabra se dirigió al aparato de sonido que ocupaba casi una pared, y puso música latinoamericana de ritmo cadencioso.
—¿Por qué no se comportan como angelitos y me ayudan? La pobre Jasmin no tiene mucha experiencia en fiestas, y hace un rato estropeó los canapés. ¿Por qué no van a la cocina a ver si todo está bien? Se lo agradeceré infinitamente.
Se produjo un horrible silencio, y cuando Bella miró a Rose, vio que tenía las mejillas encendidas de furia, pero cuando habló, su voz sonó muy tranquila.
—Claro que no nos importa, y si nos dieras un par de delantales, también podríamos ayudarte a servir las bebidas.
—Creo que sería demasiado —dijo Tanya y siguió eligiendo música.
—Te dije que había algún otro motivo oculto para invitarme —dijo Rose cuando estaban en la cocina frente a las exquisiteces que había por todas partes—. Lo que quería era otras dos personas que la ayudaran sin tener que pagarles. Siento haberte metido en esto, querida, pensé que podrías divertirte.
—Y lo haré, ya que será la primera vez y probablemente la última, porque no creo que Tanya te perdone tu observación sobre los delantales.
Después de todo no resultó tan aburrido dar los últimos toques a los platos mientras la pobre Jasmin iba y venía abriendo la puerta a los invitados. Tanto Rose como Bella estaban seguras de que la única contribución de Tanya a la fiesta había sido darle órdenes tumbada en la cama a Jasmin, que a pesar de llevar dos semanas con ella, seguramente ya estaría a esas alturas buscando otro trabajo.
Cuando regresaron a la sala, la fiesta ya estaba en pleno apogeo, y Bella no pudo evitar sentirse un poco incómoda. Habían hecho sitio en medio de la habitación, y ya varias parejas bailaban al ritmo de la música del estéreo. Bella buscó un vaso de zumo y se fue a un rincón, entreteniéndose en poner nombres a las caras más conocidas. Pero el rostro que buscaba no estaba allí.
Comenzó a sentirse mal, porque la única razón por la que había ido a la fiesta era Edward. Había ensayado mentalmente mil veces lo que le iba a decir, cómo iba a presentarle el caso del Centro para que no pudiera negarse a ayudarles. Y se decía que sólo era el miedo a dicha negativa lo que en este momento le hacía estar inquieta.
Sabía que era muy ingenuo por su parte cifrar tantas esperanzas en esa idea, y más ingenuo todavía llegar a imaginarse que él se dignaría a escucharla… después de lo de la otra noche. Pero no podía apartar de su mente lo sucedido. Debía olvidar todo aquello, como seguramente él lo había olvidado. Ningún hombre, y en especial Edward Cullen, querría recordar que había sido rechazado por una chica sencilla. ¿Y por qué habría de importarle, si siempre existirían mujeres como Tanya, dispuestas a darle lo que él quisiese? Mujeres que no tenían ningún tipo de escrúpulo y que aceptaban mantener relaciones superficiales a las que, aparentemente, Edward estaba acostumbrado.
Bella siempre había aceptado sin planteárselo siquiera, la estricta moral con que la habían educado; nunca le habían surgido dudas en lo que se refería a las relaciones sexuales fuera del matrimonio, quedaban descartadas por completo; pero ahora tenía que admitir que quizá había sido porque nunca había estado frente a una fuerte tentación. Todas las enseñanzas de la tía Jessie con respecto al comportamiento de un hombre hacia una mujer antes del matrimonio, se habían desvanecido con las caricias y los besos de Edward. Y si él había logrado despertar en ella deseos que sólo él podía satisfacer, tendría que aprender a controlarlos. Por el momento, la gente relacionada con el Centro y de la que dependía que siguiera funcionando, merecía toda su atención, en tanto que su orgullo y sus emociones debían quedar en segundo lugar.
Rose se puso de pronto a su lado.
—Muévete —le dijo—, o Tanya te pondrá esta vez a lavar los vasos.
Bella se disponía a seguirla para reunirse con un grupo de compañeros del teatro, cuando se percató de que había un nuevo invitado. Jasper, y estaba solo. Antes de que ella lograra desaparecer entre la gente, él ya la había visto, y Bella lo sintió. Era la última persona a la que hubiera deseado ver. Se había olvidado de que su novia era prima de Tanya Dane.
—¡Bella! —exclamó poniéndose a su lado—. ¡Qué sorpresa!
—Estaba pensando exactamente lo mismo. ¿En dónde está Alice?
—Tuvo que marcharse de viaje inesperadamente. Creo que su abuela se ha puesto enferma.
—¿Y no quiso que fueras con ella? —Bella le miró con curiosidad.
—Me temo que yo no hubiese podido acompañarla. Tengo mucho trabajo. Pero como esta noche no tenía nada que hacer, decidí aceptar la invitación de Tanya —le sonrió con esa sonrisa suya que la hizo enamorarse de él en Torvaig—. ¿Pero por qué has venido tú, Bella? No sabía que tú y Tanya fuerais amigas.
—Me invitó para acompañar a Rose —respondió molesta.
—Las cosas no podrían haber salido mejor —le dijo cogiéndole la mano, y de inmediato agregó—: ven, vamos a bailar.
Bella titubeó un instante al ver que desde el otro extremo de la sala, Tanya les observaba con curiosidad. En ese momento se le ocurrió preguntarse qué diría Edward si entrara y la viera junto a Jasper.
—Vamos —insistió Jasper impaciente, y ella, dando un suspiro le siguió. No deseaba hacer ninguna escena. Como la música que estaba tocando era muy lenta, Jasper la atrajo hacia sí, apoyando su mejilla en el pelo de ella.
—¿Contenta? —preguntó después de unos instantes.
En realidad no sabía qué contestar, ése no era el lugar ni el momento para hablar francamente con él. Se limitó a murmurar algo indescifrable, pero protestó cuando Jasper apoyó los labios sobre su frente.
—Estoy segura de que no actuarías así si estuviera Alice.
—Pero no está.
—¿Y eso cambia las cosas?
—Alice ya es una mujer, y sabe a qué atenerse —trató de abrazarla otra vez, pero Bella le empujó—. Oh, por favor, Bella, relájate.
—Tanya nos está observando.
—Que lo haga. Estoy seguro de que prefiere verte conmigo que con Edward.
Bella comprendió que hasta ese momento había tratado de no pensar en que entre Edward y Tanya existía algo más que una amistad, y no le interesaban mucho las razones que tenía para hacerlo. No se sentía en condiciones de analizar sus sentimientos. Había mencionado la palabra fidelidad al hablar con Edward. ¿Acaso conocía bien su significado? ¿A qué o a quién había sido ella fiel? A un sueño de verano. Le había entregado su corazón a un extraño de sonrisa agradable, que le había pagado reemplazándola rápidamente por otra mujer, y que ahora parecía dispuesto a hacer lo mismo con su novia.
«¡Qué tonta he sido!», pensó al recordar aquel verano y su comportamiento inocente e ingenuo. Se sintió más tranquila cuando se acabó la música y tuvo una excusa para escapar. Después estuvo bailando casi todo el tiempo con los miembros del grupo de actores que rodeaba a Rose; había logrado olvidarse de todos sus problemas cuando de pronto, la exclamación «querido» salida de labios de Tanya, le anunció que acababa de llegar Edward Cullen. Le costaba mucho mirar hacia otra parte y tratar de olvidar que Tanya estaba ahora saludándole con una excesiva efusividad: abrazándose sensualmente a él, su boca esperaba un beso de Edward. Pero Ian, su acompañante en ese momento, un muchacho alto de barba que estaba a punto de entrar en la Compañía Real de Shakespeare, le dio la oportunidad de conversar con naturalidad, como si sus pensamientos no estuvieran en otra parte.
Cuando al fin sus ojos se encontraron, Bella descubrió que no parecía haber rencor en su mirada, y se dijo que tal vez en el transcurso de la noche podría lograr algún acercamiento sin sentirse demasiado incómoda.
Con repentino buen humor comenzó a tararear la canción que ella e Ian estaban bailando, incluyendo trozos de la letra a medida que la iba recordando, hasta que se percató de la sonrisa de Ian y de las parejas que la rodeaban, había estado cantando en voz alta; abochornada, guardó silencio en medio de las protestas de los demás.
—Sigue, querida —le dijo una mujer rubia que cogiéndola del brazo la llevó hasta donde se encontraba Tanya—. No me dijiste que teníamos un talento entre nosotros esta noche —protestó.
Bella hubiera deseado que la tragara la tierra, pero no fue así. Tanya sonreía, pero en sus ojos había frialdad.
—Sinceramente, yo tampoco lo sabía —respondió sin mucho interés, agregando de inmediato—: pero como la oportunidad parece haber llegado para la señorita… Swan, supongo que no le podemos negar una actuación en público.
—Oh, no, no podría —protestó Bella.
—Claro que podrás —insistió. Tanya—. Robbie te podrá acompañar, sabe tocar cualquier cosa.
Bella observó que Robbie ya estaba abriendo el piano, que estaba colocado en un rincón de la habitación.
—Dime la canción y la clave, querida y yo haré el resto —le dijo el muchacho a Bella que había sido empujada hasta el piano—. Eres la estrella y no puedes desilusionar al auditorio.
—¿Conoces la canción «I know where I'm going»?
—Sí —asintió el joven mientras daba algunos acordes—. Estoy listo, cuando quieras empezamos.
Bella palideció, se volvió asustada hacia la gente que esperaba en silencio. En un extremo del semicírculo que se había formado, se hallaba Tanya, y cuando Bella la miró, aquélla se volvió a decirle algo a Edward que estaba detrás de ella, y él sonrió sin apartar los ojos de Bella. Era evidente que se estaba riendo de ella, seguramente esperaba que hiciera el ridículo delante de aquellas personas. Pero ella les demostraría lo contrario, pensó levantando la barbilla y comenzó a cantar.
Había elegido una canción sencilla y muy conocida, contaba una historia muy similar a la situación que ella misma estaba viviendo, y el darse cuenta de ello, la hizo cantar aún mejor y con más sentimiento.
No se sentía capaz de mirar a Edward, que tenía el brazo apoyado en el respaldo del asiento de Tanya; en cambio fue posando sus ojos en todos los demás, en Ian, en la mujer rubia que la obligó prácticamente a cantar, y hasta en Jasper.
Cuando terminó, se hizo un momento de silencio, y luego la aplaudieron estrepitosamente. La gente le pedía otra canción, mientras Robbie, su acompañante, observaba el teclado con expresión satisfecha. Bella sonrió e hizo algunas reverencias, pero con mucha tranquilidad y firmeza se negó a cantar más. Tanya no aplaudió, se limitó a ponerse de pie y a esperar que Bella se acercara.
—Muy bien, querida. ¿Algún otro número que nos quieras enseñar? —y sin agregar palabra se alejó hacia su habitación.
—No te preocupes —dijo Robbie a su lado—. Lo que sucede es que aquí sólo hay lugar para una estrella, tiene celos de ti.
Antes de que Bella pudiera responder, estaba rodeada por varias personas que la felicitaban y le preguntaban si cantaba profesionalmente. Cuando por fin pudo escaparse del grupo, sentía la garganta seca de tanto decir «gracias», por lo que fue a la cocina a por un vaso de agua.
—Estabas aquí —exclamó Jasper desde la puerta y luego se acercó sonriente—. Bella, ¿recuerdas que una vez te dije que en Inglaterra serías una sensación?
—Sí, lo recuerdo —respondió sintiendo que Jasper hablaba de algo muy lejano para ella.
—Y la canción… ¿También recuerdas que era mi favorita? —cuando se le acercó más, Bella comprobó que olía a whisky.
—No, eso lo había olvidado.
—Bella, no juegues conmigo. Sabes muy bien lo que siento por ti.
—Creo que sí. Eres un egoísta. Quieres una esposa rica y al mismo tiempo una novia también a tu lado. Pero eso no es lo que yo quiero, Jasper.
—¿Y qué es lo que quieres? ¿Que termine con Alice? Tal vez lo haga, pero esas cosas llevan tiempo. ¿No puedes esperar?…
—¡No! No puedo esperar y no esperaré.
Se llevó la mano a la garganta y de un tirón se arrancó la cadenita de plata y la puso en la mano de Jasper.
—No lo entiendo —dijo el muchacho mirando lo que tenía en la mano.
—No te preocupes, ya lo entenderás, ya lo entenderás —aseguró Bella terminando de beberse el agua del vaso.
—Estás enfadada, y tienes toda la razón para estarlo, lo reconozco. Pero te juro que arreglaré las cosas. Ahora que Helen no está, podemos salir y conocernos más.
—Pobre Alice, pero no habrá necesidad de causarle ningún dolor de cabeza. Yo te conozco lo suficiente, Jasper, y me conozco a mí misma más que antes, y te aseguro que las cosas están mejor así.
—¡Bella! —la cogió del brazo cuando pasaba a su lado dispuesta a volver a la sala—. No podemos hablar aquí, nos marcharemos. Sólo tú y yo… como antes. Volveremos a Escocia y…
—No, y por favor quítame la mano de encima.
—Escucha… —rogó él, y en ese momento, Edward que estaba en la puerta dijo:
—Tú eres el que tiene que escuchar. Te ha dicho que le quites las manos de encima.
Jasper abrió la boca como para decir algo, después miró otra vez la cadena que tenía en la mano y sin decir nada salió bruscamente de la cocina.
Era como si la burbuja de ensueño que rodeaba a Bella se hubiera roto de golpe. Estaba otra vez con los pies sobre la tierra, frente a Edward, y además tenía que pedirle un favor.
—Sé lo que debes estar pensando —dijo aclarándose la garganta.
—Entonces debes ser sumamente inteligente, porque ni siquiera yo mismo estoy seguro —se acercó al frigorífico y abrió la puerta—. No estoy tratando de espiarte ni de protegerte de mi sobrino, seguramente borracho y por eso se ha portado así. Sólo quiero un poco de hielo para mi whisky.
—Necesito tu ayuda —le dijo precipitadamente al ver que una vez que puso el hielo en su copa se disponía a regresar a la fiesta.
—Por el contrario, los acontecimientos de la última hora demuestran que puedes arreglártelas sola.
—No me refería a ese tipo de ayuda. No… no es algo para mí.
—¿Y para quién entonces? ¿Hombre o mujer? ¿O acaso estoy siendo indiscreto?
Bella lo miró confundida. Edward hablaba con aparente tranquilidad, pero había algo extraño detrás de sus palabras.
—Supongo que hombre —respondió pensando en Andrew—. Aunque es mucha más gente la que me interesa.
—¿Quién es él?
Bella se dijo que era muy extraño que le preguntara eso en lugar de interesarse por el tipo de ayuda que necesitaba. Pero al menos la estaba escuchando, sin comentar nada acerca de la última noche que estuvieron juntos. Decidió contarle lo referente al Centro y los problemas a los que se enfrentaba, y lo importante que era que contaran con más dinero para el trabajo que Andrew desarrollaba allí.
—¿Pero qué puedo hacer yo? Yo no soy el director de ninguna compañía, ni conozco a nadie que lo sea.
—Pensé que tal vez nos pudieras ayudar, consiguiendo que alguien hiciera algo por nosotros en… la televisión. Una solicitud de ayuda, o algo así. Tú conoces a tanta gente…
—¡En la televisión! —exclamó en el momento en que entraba Tanya en la cocina.
—Ya veo. Qué lugares eliges para estar con nuestra prima donna, Edward, querido. ¿No piensas regresar a la fiesta? Estamos todos aburridos sin ti.
—Tranquila, querida —contestó bebiendo un trago de whisky—. La señorita Swan estaba dándome una lección sobre la caridad.
—¡Qué conmovedor! Tendría que haber dicho algo antes, señorita Swan. Podríamos haber pasado la canastilla de la colecta después de su canción.
Sus palabras eran un insulto y dejaron helada a Bella. Por eso, levantando la barbilla intentó sonreír.
—Ha sido una lástima no haberlo pensado antes. Debo irme ya, señorita Dane. Gracias por invitarme a su fiesta. Ha sido… una verdadera experiencia.
Cuando pasaba frente a Tanya para llegar a la puerta, la actriz movió levemente el brazo, y parte del contenido de su copa cayó sobre el vestido de Bella.
—¡Oh, no! —exclamó mirándose las enormes manchas con los ojos llenos de lágrimas. Todo le había salido mal, primero su ruego a Edward, y ahora el vestido que le había prestado Rose. Se había humillado para nada. Miró hacia la sala sin ver nada, iba a dirigirse hacia allí cuando la mano de Edward la detuvo.
—Yo te llevaré a casa —le dijo.
—¡No! —exclamó tratando de liberarse.
Aghhhh Tanya es una arpía!!!! Espero que pronto tenga su merecido que Bella pueda con todo y con todos, que Edward se de cuenta pronto que no puede dejarla ir ;)
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO
O joder esa Tanya es una perra pero Edward no se queda atrás jajajajaajaa gracias divina un súper fantástico cap graciasssss
ResponderEliminarQué ascazo de Tania!! Gracias por el capítulo
ResponderEliminarEs una arpía y que no dejará a Bella tranquila en ninguna oportunidad
ResponderEliminarQue desgraciada, se nota que se siente inferior a Rose y Bella y por eso hace todas esas cosas. Pobrecilla, Edward va a terminar botándola por tonta.
ResponderEliminarGracias por el capitulo! Que gran idea lo del video de youtube, me agrado leer con algo de musica incluido. Que detallaso!
ResponderEliminarGracias por actualizar, ya tenia ganas de seguir con la historia.
Huy ese Edward
ResponderEliminarMe encanto el capítulo gracias , pero que bitch es la Tanya y bueno edward también tiene lo suyo que bueno que dijo que el la lleva a su casa aunque me imagino que bella no va querer pero edward es un testarudo .... sube pronto please ... 💋❤❤
ResponderEliminarTania hay algo llamado karma y cuando t llegué lloraras todo se regresa,pero eres tan hueca del cerebro q crees q t mereces todo, q mal x q Edward se va con ella gracias a tu estupidez d vaciar tu bebida en su vestido gracias x eso, ves cuan estúpida eres ;) =) gracias nos leemos
ResponderEliminarNo lo puedo creer esa Tanya es una verdadera perra.espero el pròximo cap... Para cuando actualizas???
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