El Productor 8

¿Quién te guiará por el camino oscuro de la mañana? ¿Quién va a estar a tu lado cuando el sol no te deje dormir? ¿Quién se despertará para llevarte a casa cuando estés borracho y solo? ¿Quién te guiará por el camino oscuro de la mañana? 

No soy yo.

It Ain't Me de Selena Gómez y Kygo


—¡No! —exclamó tratando de liberarse.

—No protestes y no hagas una escena —le ordenó mientras caminaban entre la gente que le saludaba y lanzaban exclamaciones al notar las manchas del vestido de Bella. Ella, mientras tanto, trataba de contener las lágrimas.

Ya estaban en el coche yendo hacia el apartamento cuando Edward volvió a hablar.

—Lo siento —le dijo.

—No tienes por qué disculparte.

—Tuve yo la culpa al hacer ese absurdo comentario sobre la caridad, le di pie a Tanya de que hiciera una de sus bromas desagradables, es su forma habitual de actuar, tú no te mueves en su círculo. Y también lamento lo de tu vestido.

—Eso no fue culpa tuya. 

—¿No?

—Lo único que pasa es que el vestido no es mío, es de Rose… y eso es lo que más me preocupa —le costaba trabajo no echarse a llorar.

—Rose no te regañará. Conoce demasiado bien a Tanya.

Bella le miró de reojo, sorprendida por la forma despectiva con que acababa de referirse a la mujer de la que se suponía que estaba enamorado. «Tal vez, cuando se tiene un rostro y un cuerpo como el de Tanya, a los hombres no les importa tanto el carácter», pensó. Tragó saliva, todavía recordaba lo afectuosamente que se habían saludado Tanya y él, al llegar Edward… Y ahora hablaba así de ella…

Cuando llegaron a la puerta del apartamento, Edward aparcó el coche y apagó el motor.

—¿No me vas a invitar a pasar?

—¿Quieres… un café? —su desconcierto iba en aumento.

—No, no es eso. Pensé que querías hablarme de la Asociación Henderson y de sus problemas.

—No pensé que te interesará.

—No me hagas enfadar —estiró la mano y le acarició suavemente un mechón de pelo—. Estoy aquí y dispuesto a escuchar. ¿Me invitas a pasar?

—Sí —asintió notando que se le aceleraban los latidos del corazón ante la idea de estar a solas con él.

Una vez dentro, Edward encendió la cocina y puso agua a calentar mientras decía: —Yo me encargo del café, mientras tú tratas de limpiar el vestido de Rose.

Cuando Bella regresó, envuelta en una bata de lana, Edward estaba poniendo las dos tazas de café caliente sobre una mesita.

—La etiqueta decía lavable, lo he puesto en remojo en agua fría para ver qué pasa. Disculpa mi aspecto.


—Claro. No es necesario volver a vestirse cuando uno se dispone a irse a la cama dentro de poco —comentó Edward sonriendo maliciosamente. Y al ver que Bella se ruborizaba, agregó—: no te pongas así que vas a tirarte encima el café.

Ella sabía que se había sonrojado, pero sin decir palabra se sentó en el extremo más alejado del sillón. Edward estiró las piernas y cerró los ojos. La única luz de la habitación provenía de una lámpara que había encima de una mesa, las sombras acentuaban sus varoniles rasgos.

Al observarle, Bella se empezó a sentir muy triste. Miró detenidamente el rostro de Edward y se detuvo en su boca, esa boca que había despertado en ella tantas sensaciones nuevas. El recuerdo de aquellos momentos la hizo estremecer. Ella jamás había deseado antes a un hombre. La tía Jessie siempre le había dicho que sólo los hombres tenían necesidades que debían ser satisfechas, pero ahora Bella sabía que eso no era verdad.

—Pensé que querías hablarme —comentó Edward de pronto, y avergonzada comprendió que él la había estado contemplando sin que ella se diera cuenta.

—¿Qué más te puedo decir?

—Todo. Tengo la impresión de que me has ocultado algunas cosas. Según me has dicho, hay dinero para mantener el Centro. ¿Por qué no lo utilizan?

—Porque no alcanza.

—¿Es ésa la verdadera razón? ¿O acaso os niegan el dinero porque piensan que está siendo utilizado de manera indebida?

—Por supuesto que no —exclamó Bella indignada—. Es posible que la dueña no esté de acuerdo con lo que se hace en el Centro, pero jamás podría hacer una acusación así.

—¿Y esa mujer no está de acuerdo? ¿Entonces por qué no lo cierra, que sería lo más sencillo?

—Porque estaría traicionando los deseos de su difunto marido. El señor Henderson dejó ese dinero pensando que con él, el Centro podría funcionar sin ayuda externa, pero no tuvo en cuenta la inflación.

—Todo un epitafio para un filántropo —comentó Edward—. Así que más o menos lo que todos estáis esperando es un milagro.

—Podríamos decir que sí.

—Seguramente Milner hubiera podido darse cuenta antes de llegar a esta situación.

—Él tiene otras cosas que hacer además de llevar adelante el Centro —le defendió Bella.

—¡Qué suerte tiene ese Andrew! ¿Dime… él sabe que me ibas a pedir ayuda?

—No, todo ha sido idea mía. Yo no les he dicho nada por miedo a que tú te negarás. Pero nos vas a ayudar. ¿No es así?

—Lo siento, Bella, pero me he dejado la varita mágica en el otro traje —al ver que Bella se ponía triste agregó—: lo siento, era una broma, pero hay algo de verdad. No existen soluciones rápidas para este tipo de problema. Todo lo que puedo prometerte es que lo pensaré y hablaré con un par de conocidos que tal vez me proporcionen ideas de cómo hacer algo —la escudriñó—. Pero creo que cualquier solicitud de ayuda directa debemos descartarla, porque lo que podamos conseguir de esa manera no será suficiente. ¿Has pensando en eso?

—Todo lo que importa es conseguir algo —observó Bella con vehemencia.

—¿Así que el fin justifica los medios? Es un extraño punto de vista para ser tuyo. ¿Significa tanto para ti?

Bella pensó en la pobre y solitaria Mitch acunando su guitarra, en Linda y su hijo, en el resto de la gente para la que el Centro era el único refugio en un mundo hostil.
—Sí —respondió con sinceridad—. Significa mucho.

Le pareció que Edward suspiraba, pero tal vez estaba equivocada, porque al mirarla sonreía, con esa sonrisa burlona que tan nerviosa la ponía.

—¿Y qué recibiré a cambio? —le preguntó Edward en voz muy baja. 

—No… no te entiendo —movió la cabeza asustada.

—Pensé que eras la clase de chica a la que no le gusta deber favores —se puso de pie, parecía más alto que nunca—. Sin embargo, si consigo algo, estarás en deuda conmigo. Y un día de trabajo en mi casa no será pago suficiente esta vez. ¿Qué puedes ofrecerme?
Bella titubeó sintiendo que se le aceleraba más aún el pulso. Se daba cuenta de que le deseaba como a nadie, pero que a la vez no se conformaba con una relación pasajera. Aunque quizá era eso lo único que podía esperar de Edward…

—¿Y bien? —insistió Edward.

Se puso de pie ajustándose el cinturón de la bata con dedos temblorosos. Él la vio acercarse, a él pero no intentó tocarla, ni siquiera cuando la tuvo a escasos centímetros.

—Hare lo que tú quieras —le dijo Bella mirándole a los ojos.

Edward levantó una mano y le apartó el pelo de la cara y empezó a acariciarle suavemente el cuello.

—Convénceme —murmuró.


Sin decir palabra, Bella levantó el rostro y sus bocas se encontraron en un beso suave y tierno. Después, la mano de Edward se posó en su nuca para atraerla hacia sí con más fuerza. La siguió besando apasionadamente mientras sus manos se deslizaron entre los hombros de Bella hasta sus caderas haciéndola estremecer de deseo.

—Ves el efecto que provocas en mí —murmuró Edward a su oído, ella se ruborizó apoyando la cara en el pecho masculino, pero él le cogió la barbilla obligándola a levantar la cabeza para volver a besarla, después la cogió en sus brazos y la llevó hasta el sofá. Una vez allí, Bella se abandonó a los besos de Edward que iba explorando los contornos de su boca, bajando lentamente hasta el cuello donde la cadenita al ser arrancada había dejado una pequeña huella.

—Ya no la necesitas —murmuró él.

—La llevé durante tanto tiempo que me siento rara sin ella —respondió Bella dándose cuenta de que le temblaba la voz.


—Lleva esto en su lugar —dijo Edward besándola en el pequeño hueco entre sus senos donde había estado el anillo de Jasper.

Bella sintió que una ola tibia y dulce invadía su cuerpo, pero al mismo tiempo una extraña tensión empezó a surgir. Si admitía las caricias de Edward no podría echarse luego atrás; en su interior sintió miedo por su falta de experiencia.
Las manos de él comenzaban a hacerle caricias, para las cuales ella no tenía respuesta, y finalmente lanzando un gemido de protesta logró

—Bella —exclamó Edward pasándose la mano por el pelo desordenado—. ¿Querida, qué sucede?

—No… no lo sé. Es que no… puedo —exclamó ocultando el rostro entre las manos.

Se produjo un largo silencio, y cuando por fin ella levantó la cabeza, descubrió que Edward estaba en el otro extremo de la habitación, fumando nerviosamente.
Se sentía muy avergonzada, y al mismo tiempo su cuerpo lloraba por la frustración. Necesitaba tenerle otra vez junto a ella, y por eso se acercó.

—Edward.

—Por favor, no. No empieces otra vez. No sé qué tal te sentirás tú después de hacerme esto, pero a mí podrías volverme loco; por eso, si no estás segura no te vuelvas a acercar a mí…

—Edward, por favor. Es que no entiendes…

—Lo entiendo perfectamente. No puedes sentirte por completo agradecida hasta que no conozcas el límite de tus obligaciones, consideras que tus besos de esta noche han sido suficiente por ahora. Pues te digo una cosa, ten por pagadas todas tus deudas conmigo.

—No… , tienes que escucharme —exclamó ella cuando Edward ya estaba en la puerta.

—Cuentas con toda mi atención.

—Estás convencido de que sólo pretendía excitarte —le dijo con los ojos llenos de lágrimas—, para convencerte de que me ayudes. Pero no es verdad. Sé que tú has mencionado que estaría en deuda contigo, pero no es posible que creas que te permití besarme… para pagarte una deuda.

—¿Y entonces, por qué? —su voz era cínica—. Me gustaría saber qué has sentido, si es que has sentido algo.

En ese momento hubiera sido muy sencillo decir: «Lo he hecho porque te quiero», lo más fácil pero lo más difícil a la vez. Él jamás debía enterarse de que ella se había enamorado como una colegiala de él… de que le quería a pesar de que no podía concebir ningún tipo de esperanzas…

—¿Por qué? —insistió Edward.

—No lo sé. Nadie jamás me había acariciado… ni besado de esa manera, y yo quería… pensé…

—¡Dios mío! —exclamó Edward levantándole la barbilla con una mano para obligarla a mirarle—. ¿No se te ha ocurrido pensar que estás jugando con fuego? ¿No has pensado que existe un solo final posible cuando un hombre le hace el amor a una mujer como yo a ti?

—Al principio no lo pensé… y después… creo que me dio miedo.

—Entiendo —se quedó un momento en silencio—. ¿Acaso me encuentras repulsivo? ¿O piensas que yo soy tan egoísta que no me iba a dar cuenta de lo inocente que eras?


—Oh, no —respondió ella retorciendo nerviosa los pliegues de la bata.

—Entonces tengo que deducir que no ha sido tu virginidad lo que te ha hecho echarte atrás de esa manera, y que no me has dicho todas las razones. ¿Hay algo más… algo que me hayas ocultado?

—Sí —aseguró ella sabiendo que bastaba con que Edward la mirara a los ojos para saber qué era.

—Eso pensaba. Y ahora entiendo las cosas con más claridad. Esa escena en la cocina con Jasper… y hasta tu excusa para pedirme ayuda —rió con rabia—¿Sabes que por un momento me llegaste a convencer? Pensé que me deseabas realmente, cuando todo lo que querías era una lección de sexo. Pues la próxima vez elige a otro para tus experimentos… o te puede ir muy mal —Bella lanzó un gemido angustioso, pero él prosiguió—: trata de conformarte con las emociones superficiales, querida, como esa bella canción que cantaste esta noche con tanta dulzura. Pero deja el amor fuera, porque es una melodía demasiado salvaje para los límites que te has impuesto…
Si le hubiera pegado, el dolor no podría haber sido más grande. Él salió del apartamento sin decir una palabra más.
Volvió al sofá, se echó en él y gimiendo, ocultó el rostro y lloró hasta quedarse sin lágrimas.
 Una hora más tarde, cuando Rose entró silenciosamente en la habitación, Bella ya no lloraba, pero seguía despierta.
—Me alegro de que no estés dormida —dijo Rose encendiendo la luz—. ¿Qué fue lo que sucedió en casa de Tanya? Todos se morían de curiosidad. Te tiró una copa encima, ¿no?
—Sí, me la tiró en el vestido, aunque no sé si fue intencionadamente.
—Si no lo ha sido esta vez, lo será la próxima, y quizá en vez de alcohol lo intente con ácido sulfúrico. Te invitó para que le ayudaras sin que tuviera necesidad de pagarte, y resultaste ser la sensación de la noche. Y para cerrar con broche de oro, te pones a hablar a solas en la cocina con el hombre de su vida. Jamás la he visto tan enfadada. Te aseguro que no envidio a Edward, tendrá que hacer las paces con ella esta noche, pero… —sonrió maliciosamente—, sin duda debe tener sus métodos.
Bella se quedó muy quieta tratando de asimilar lo que acababa de decir su amiga.

—¿Entonces… volvió a la fiesta?

—Naturalmente —respondió Rose metiéndose en la cama—. Después de todo la invitación de él seguramente incluía el desayuno.

—Supongo que sí —Bella no entendía cómo su voz parecía tan normal cuando por dentro sentía un dolor tan horrible.

—Nadie entiende qué encuentran el uno en el otro, porque estoy segura de que no hay posibilidad de que se casen. Tanya debe estar loca si piensa que logrará enganchar a Edward. Buenas noches, querida. Que duermas bien.

—Buenas noches —respondió Bella con un hilo de voz.

11 comentarios:

  1. Joder, qué fuerte... Gracias por el capítulo

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  2. Chan, chan, chan!!! Cómo van cambiando las cosas, y lo malo es que todo se le complica a la pobre Bella

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  3. Oh no noooo. Malnacido volvió para sacarse las ganas hombre eres.

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  4. Aghhhh Edward es muy injusto con ella.... Y tras del hecho vuelve a la fiesta con Tanya???? Sólo espero que pronto tenga que arrepentirse de todas las cosas por las que está haciendo pasar a Bella!!!!
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  5. 😡😡😶😶 este edward tenía q volver a la fiesta y bella que no se explica bueno ojalá y la siguiente vez se aclare bella lo que queire ...sube pronto 💋❤❤

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  6. Edward debe de estar celoso porque no sabe q el hombre q Bella tan nombra es en realidad un sacerdote.
    Me encanta esta historia. Gracias gracias gracias graaacciiiiiaaaaasssss.

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  7. El hecho de que esté celoso, no le da derecho de molestarse ya que entre ellos no hay nada, además de que por despecho va regresa a la fiesta de Tanya y no precisamente para socializar. Me parece muy cínico de su parte, una doble vara de medir.

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  8. No la dejo hablar y el di dijo q poca Edward,ojala cuando t des cuenta q la verdad no sea tarde y si ve con la otra esa si es fácil Bella no gracias nos leemos

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  9. Cuando actualizan este ��

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  10. èl si la dejo hablar, lo que pasa es que esta Bella es tan pasiva... que a veces me dan ganas de zarandearla para que pueda hablar con más fluides.
    Gracias por este cap... me gusto mucho.

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