ESTA HISTORIA ES UNA ADAPTACIÓN
LOS PERSONAJES PERTENECEN A STEPHENIE MEYER
EL NOMBRE DE LA HISTORIA,
COMO LA AUTORA LO DIREMOS
AL FINAL DE LA ADAPTACIÓN
Cuando Isabella le contó lo sucedido con la hija de Edward, Alice palideció y se mordió el labio, en un gesto nervioso que repetía cuando no sabía qué hacer.
—Te aseguro que yo los habría matado —dijo irritada—. Estás demasiado delgada, Bella. Tal vez sea mejor que hayas regresado. Tienes peor aspecto que nunca.
—Ahora que estoy aquí, me recuperaré. Pero tengo que buscar un trabajo, si es que hay alguno.
—La persona que pasó a sustituirte, la señorita Garland, recibió una oferta de una empresa que le pagaba mucho más y se marchó sin decir nada. Imagino que estarán deseando encontrar a alguien que la sustituya. No hay tantas personas dispuestas a trabajar tanto por tan poco dinero. Isabella sonrió.
—Eso es cierto. Bueno, al menos tengo suerte. Llamaré mañana por la mañana.
—Me alegro de que hayas vuelto. Te he echado mucho de menos.
—Y yo también a ti. ¿Has sabido algo de Jasper? Alice...
Alice se estaba mordiendo el labio otra vez. Isabella le dio un pañuelo para que se limpiara la sangre.
—Debes dejar de hacer eso —continuó.
Le alegró poder pensar en algo menos sombrío que los motivos que había tenido para abandonar Bighorn.
—Lo intento —dijo, mirando a su amiga—. Jasper vino a verme y tuvimos una discusión.
—¿Sobre qué?
Alice no contestó.
—De acuerdo, no insistiré. ¿No te importa que me quede contigo? ¿De verdad?
—Claro que no —la abrazó—. Formas parte de mi familia. Estás en tu casa.
Isabella hizo un esfuerzo para no llorar por la emoción.
—Tú también formas parte de mi familia.
—Lo sé, pero ahora vamos a comer algo antes de que empecemos a decirnos todo tipo de cumplidos. Así podré contarte los planes de expansión que tienen para el departamento de matemáticas. Es posible que me den la jefatura del departamento.
—Vaya, me alegro mucho por ti.
—Y yo. He tenido tanta suerte...
Su entusiasmo era contagioso. Isabella cerró los ojos y buscó silencioso apoyó en la fortaleza de Alice. Se dijo que tenía que encontrar el modo de seguir viviendo. Tal vez tuviera sentido su regreso a Arizona, en lugar de la feliz existencia que llevaba como profesora en Bighorn. Quería creer que había algún sentido oculto en la cadena de acontecimientos. La idea de iniciar el tratamiento de la leucemia la asustaba, pero no tanto como tres semanas atrás. Estaba decidida a ir a hablar con el médico y a discutir con él las posibles opciones.
~MyR~
Maggie pasó sola toda la semana. Julie no quería hablar con ella, y no tenía ningún otro amigo. La señora Platt se había enterado de lo sucedido con la señorita Swan, y evitaba su compañía siempre que podía. Se encontraba en la mansión para cuidar de ella, porque se negaba a quedarse en casa de Julie. Pero aquello no evitaba que estuviera tensa, ni que no dejara de murmurar mientras hacía las labores de la casa.
Edward había tenido que salir el jueves para solucionar unos asuntos de negocios en Denver, en el preciso momento en que comenzaba todo el problema. Cuando regresó, no sabía que Isabella se había marchado. No pensaba en otra cosa que no fuera la desastrosa cita que habían tenido, y las cosas que le había dicho. Al final se había convencido de que jamás había mantenido ninguna relación con Carlisle Cullen. Las acusaciones de que había utilizado el nombre de su padre para hacerse rico habían servido para abrirle los ojos.
En todo caso, no era cierto. Nunca habría hecho una cosa así. Pero ella lo creía, lo que explicaba que no hubiera intentado defenderse. No podía creer que le tuviera el más mínimo afecto. Seguramente, habría llegado a la conclusión de que en realidad siempre había estado enamorado de Rosalie. La coincidencia de que Maggie fuera sietemesina la habría empujado a pensar que había estado acostándose con ella. Y no era cierto. De hecho, sólo se habían acostado en una ocasión, la noche en que Isabella se marchó del pueblo. Tenía el corazón roto, se sentía traicionado, y tan borracho que no sabía lo que estaba haciendo.
Cuando a la mañana siguiente despertó junto a Rosalie, el horror de lo sucedido destrozó algo en su interior. Sabía que ya no podía solucionar nada. Había seducido a Rosalie, y en una población tan reaccionaria como Bighorn no tenía más remedio que casarse con ella para evitar otro escándalo. Los protestantes eran personas más preocupadas por la vida sentimental de los demás que por los asuntos verdaderamente serios. Se sentía atrapado, y más atrapado estuvo cuando dos semanas más tarde le contó que creía estar embarazada.
Isabella no lo sabía. No sabía que la amaba sinceramente porque nunca se lo había dicho. No había sido capaz de expresar lo que sentía. Y para entonces, ya era demasiado tarde. Los años transcurrieron, vacíos y fríos, endureciéndolo. En cuanto a Rosalie, sabía que no la amaba; sabía que la odiaba por haberlo empujado a romper su compromiso con la que había sido su mejor amiga, y pagó el precio de su iniquidad, junto con su hija.
Al cabo del tiempo, empezó a beber y se convirtió en alcohólica, buscando una forma de mitigar su dolor. Edward la envió a sucesivas clínicas para que la curaran, pero no sirvió de nada. Su rechazo total la había destrozado. Incluso después de su muerte, no pudo sentir nada por ella.
Ni por Maggie.
La niña no había recibido ningún amor de sus padres, y era la persona más fría que había conocido nunca. A veces se preguntaba si real-mente sería su hija, porque no se parecía nada a él. Rosalie le había comentado en cierta ocasión que no había sido su primer amante, y hasta había insinuado que él no era el padre. Desde entonces, no había dejado de pensar sobre ello, algo que había enturbiado más aún su relación con Maggie.
Dejó la maleta en el suelo del recibidor y miró a su alrededor. La casa estaba vacía, o parecía estarlo. Pero en cuanto miró hacia la escalera vio que Maggie estaba sentada en un escalón, con vaqueros y jersey desgastados.
—¿Dónde está la señora Platt? —preguntó.
—Fue a hacer la compra —contestó, encogiéndose de hombros.
—¿No tienes nada que hacer?
—No.
Maggie no levantó la mirada, y eso lo irritó.
—Bueno, pues corre a ver la televisión, o algo así. No habrás tenido más problemas en el colegio, ¿verdad?
—Sí.
Edward caminó hacia la escalera y la observó con atención.
—¿Y bien?
—Han despedido a la señorita Swan —confesó, inquieta.
Edward ni siquiera parpadeó. Se sentía como si su corazón se hubiera detenido.
—¿Por qué? —preguntó, en un tono de voz tan suave como peligroso.
Maggie apretó las manos sobre sus rodillas.
—Mentí —acertó a contestar—. Quería que se marchara porque no le caía bien. Mentí y la despidieron. Todo el mundo me odia ahora, sobre todo Julie. ¡Y no me importa! —exclamó, mirándolo con beligerancia—. ¡No me importa! ¡No le gustaba!
—¿Y de quién crees que es la culpa? —preguntó irritado.
Maggie ocultó su dolor, tal y como hacía siempre. Levantó la barbilla con orgullo y dijo:
—Quiero marcharme a vivir a otro sitio.
—¿Y a dónde quieres ir? —preguntó, pensando en Isabella—. Los padres de Rosalie viven en California y son demasiado mayores para cuidar de ti. No tenemos más familia.
La niña evitó mirarlo. Por su tono de voz, parecía que él también quería que se marchara. No podía soportarlo por más tiempo.
—Mañana por la mañana vendrás conmigo al colegio y le dirás la verdad a la directora, ¿estamos? Y después, pedirás disculpas a la señorita Swan.
—No está aquí —dijo, apretando los dientes.
—¿Cómo?
—Se ha marchado. Se fue a Arizona.
Al ver la mirada de su padre se estremeció. Edward respiró profundamente. Sus
ojos brillaban de tal forma que la niña sintió pánico.
—Dijiste que no te gustaba —lo acuso con voz quebrada—. ¡Lo dijiste! ¡Dijiste que querías que se marchara!
—No tenías derecho a hacer que la echaran —dijo con frialdad—. ¡Que no te caiga bien una persona no te da ningún derecho a hacerle daño!
—La señora Platt dijo que soy como mamá. Dijo que soy una mentirosa como mi madre —declaró entre lágrimas—. Y dijo que me odias tanto como odiabas a mamá.
Edward no dijo nada. No sabía qué decir, ni cómo tratar a su hija. Dudó, y Maggie aprovechó aquel instante para correr escaleras arriba y encerrarse en su dormitorio. La señora Platt tenía razón. Todo el mundo la odiaba.
—Soy mala —susurró cuando estuvo sola—. Soy mala, y todo el mundo me odia por eso.
Debía ser cierto. Su madre se había convertido en una borracha que le había contado lo mucho que la odiaba por atraparla en un matrimonio sin amor, por no parecerse a su padre, por ser como era. Todo se habría solucionado civilizadamente por el sencillo procedimiento de divorciarse, pero la gente de Bighorn era demasiado conservadora. De todas formas, su padre no lo sabía. Y no podía hablar con él, ni contarle nada. No la amaban, no la querían, y no tenía ningún sitio al que ir. Aunque se escapara, todo el mundo la conocía. Y la traerían de nuevo a su casa. Una fuga sólo serviría para empeorar las cosas, porque su padre se enfadaría mucho.
Se sentó sobre la alfombra y miró los caros juguetes que llenaban la espaciosa habitación. No había amor en ninguno de ellos. Eran como inútiles sustitutos de los besos, de los abrazos, de las salidas a parques de atracciones, zoológicos o circos. Eran objetos de un padre que se sentía culpable, de un padre que no la quería. Maggie los miró con profunda angustia, y se preguntó por qué habría nacido.
Edward entró en su vehículo y condujo hasta la casa del padre de Isabella. No esperaba que lo dejara entrar, pero, para su sorpresa, Charlie abrió la puerta.
—No es necesario que me invites a pasar —dijo Edward—. Maggie me ha contado lo que ha hecho. Quiero llevarla al colegio mañana por la mañana, para que hable con la señora Cooper, diga la verdad y se disculpe por lo que ha hecho. Estoy seguro de que le devolverán su puesto de trabajo.
—No volverá —dijo Charlie con tristeza—. Dijo que casi se alegraba de lo sucedido porque no quería vivir aquí.
Edward se quitó el sombrero y pasó una mano por su pelo negro.
—Qué puedo decir, salvo que lo siento. No sé por qué la odia tanto mi hija.
—Sí, sí que lo sabes —espetó de repente—. Y también sabes por qué le cae mal a Isabella.
—Puede que sea verdad. He cometido demasiados errores, y demasiado terribles. En cierta ocasión, Isabella dijo que no podía creer la verdad porque no tenía fuerza para reconocer lo ciego que había estado —suspiró—. Supongo que tenía razón. Sabía que no se había acostado con Carlisle. Pero admitirlo habría significado admitir que no sólo había arruinado mi vida, sino también la de Rosalie. Y mi orgullo no me lo permitía.
—A veces se paga un alto precio por los errores. Isabella aún está pagando por ello. Han pasado muchos años desde entonces, pero nunca ha estado con otro hombre.
Edward sintió una intensa angustia en el corazón. Miró a los ojos de Charlie y preguntó:
—¿Crees que es demasiado tarde? Charlie lo comprendió de inmediato.
—No lo sé —contestó con sinceridad.
—Algo la preocupa. Algo que no tiene que ver con Maggie, ni con el pasado. Parece enferma.
—La obligue, a ir a ver al doctor Gerandy. Dijo que le había recetado vitaminas.
Edward lo miró y reconoció la sospecha que latía en los ojos del hombre. La misma sospecha que él albergaba.
—Tú no lo crees, y yo tampoco —respiró profundamente—. ¿Por qué no llamas al doctor Gerandy y le preguntas qué sucede?
—Es domingo.
—Si no lo haces tú, lo haré yo —dijo el joven. Charlie dudó durante unos segundos.
—Puede que tengas razón. Entra.
Telefoneó al médico. Intercambiaron unos cuantas palabras educadas antes de que preguntara directamente por Isabella.
—Sabes muy bien que es un asunto confidencial, Charlie —dijo con suavidad.
—Gerandy , Isabella ha regresado a Arizona y tiene muy mal aspecto. Dijo que le habías recetado vitaminas. Quiero que me digas la verdad. El médico dudó.
—Me pidió que no se lo dijera a nadie. Ni siquiera a ti.
Charlie miró a Edward y dijo:
—Soy su padre.
Gerandy permaneció en silencio unos segundos antes de continuar.
—Muy bien. La está tratando un médico de Tucson. Te daré su teléfono para que puedas hablar con él. Es el doctor Emmett McCarty.
—Albert, dímelo, por favor.
El médico suspiró.
—Charlie, ha esperado demasiado tiempo para decidir si quiere empezar o no con el tratamiento. Si no se da prisa... puede que sea demasiado tarde.
Charlie se dejó caer en el sofá, lívido y derrotado.
—¿Un tratamiento? ¿Para qué? Edward lo miró con profunda seriedad, escuchando, esperando.
—Odio tener que decírtelo —contestó el médico—. Al hacerlo, estoy rompiendo el código ético de mi profesión. Pero debo hacerlo, es por su bien.
—¿Un tratamiento para qué? —insistió de nuevo, observando el rostro asustado de Edward.
—Para el cáncer, Charlie. Los análisis de sangre demostraron que tiene leucemia. Lo siento. Será mejor que hables con el doctor McCarty. Y que veas si puedes convencerla. Podríamos detener su enfermedad durante años, Charlie, durante muchos años. Pero sólo si inicia de una vez el tratamiento. Constantemente sacan nuevos productos, y descubren nuevas formas de tratar el cáncer. ¡No puedes permitir que se rinda tan pronto!
Charlie sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Sí, por supuesto. Dame... dame ese número de teléfono, ¿quieres, Albert?
Gerandy le dio el número del médico de Arizona.
—No olvidaré nunca el favor que me has hecho. Muchas gracias —se despidió, antes de colgar.
Edward lo miró, horrorizado.
—¿Se ha negado a recibir un tratamiento? ¿Un tratamiento para qué?
Charlie contempló el rostro, pálido, de Edward.
—Leucemia. No regresó a Bighorn para quedarse conmigo. Vino para morir aquí —declaró, hundido—. ¡Y ahora está sola, sola! Sola para enfrentarse a su destino.
Ooohh. Que bueno que al fin se enteraron. Me da pena Maggie. Ella no tiene la culpa de lo que paso con Rosalie asi que Edward no deberia tratarla asi.
ResponderEliminarPor fin. Saben que le pasa. Pero como harán para convencerla. P
ResponderEliminarCriiiissto bendito ....ya lo saben los doos ....creo q ahora es tiempo de q Bells reciva algo bueno en su vida y q Ed haga lo correcto ....
ResponderEliminarDios me dieron unas ganas de llorar terribles por Charlie, este momento lo estaba esperando.... como siempre quiero leer más ...y ver la reacción de Edward
EliminarDios me dieron unas ganas de llorar terribles por Charlie, este momento lo estaba esperando.... como siempre quiero leer más ...y ver la reacción de Edward
EliminarDios me dio muchas ganas de llorar por Charlie, es una situación muy dura pero como siempre quede con ganas de mas jejeje este momento lo espere mucho .... muero por leer el próximo capitulo y ver la reacción de Edward
ResponderEliminarDios me dio muchas ganas de llorar por Charlie, es una situación muy dura pero como siempre quede con ganas de mas jejeje este momento lo espere mucho .... muero por leer el próximo capitulo y ver la reacción de Edward
ResponderEliminarYa días hubiera hecho esa llamada Charly tan siquiera para eso sirvió Edward, ahora Bella ya no tendrà que enfrentarse sola a la Leucemia, pero que desgarradoras esas palabras de Charly... vino para morir aquí :(
ResponderEliminarPobre charly enterarse así es horrible pero lo de la niña lo que piensa y siente es para preocuparse muy buen capitulo
ResponderEliminar:( ya lo saben y esa pequeña arpía mentirosa x fin dijo algo d verdad q mintió para q se fuera q niña ojala q ahora q saben lo q tiene Bella la ayuden a seguir con el tratamiento gracias nena pero quiero masssssss
ResponderEliminarPobre Chatlie enterarse asi, pero bueno al menos ya lo saben, los dos y esa niña la verdad me cae pésimo, si es verdad que ella no tiene la culpa pero nobse da cuenta que siendo y actuando como lo hace no gana nada, solo que la gentebla rechase?
ResponderEliminarEd una pena que la niña pague por los errores de sus padres, Edward debería de cambiar su trato con ella,a l fin y el contribuyó.
ResponderEliminarQue harán ahora que ya lo saben??
Ed una pena que la niña pague por los errores de sus padres, Edward debería de cambiar su trato con ella,a l fin y el contribuyó.
ResponderEliminarQue harán ahora que ya lo saben??
aww se descubrió el pastel, ahora por favor edward fajate los calzones y ve a buscarla por favor!!
ResponderEliminarYa descubrieron la verdad, que hará ahora Bella regresara a su casa???
ResponderEliminar