Isabella
Juro que escuché ángeles cantando cuando capturó mis labios, reivindicando finalmente la posesión de mi corazón, que tenía hace años.
Sentí sus músculos apretarse y flexionarse mientras envolvía sus brazos alrededor de mí. Sus manos moldearon cada curva, viajaron hacia arriba y hacia abajo por mi cuerpo, estimulando cada centímetro de mí a la perfección.
Agarré el uniforme, reuní el material en mis manos, cuando me aferré a él. Quería levantar una pierna y apuntar con los dedos de los pies curvados hacia el techo. Violó mis labios de la forma en que cada mujer que conozco anhela que un hombre la posea.
Nos faltó el aire entre besos, entre las lenguas saqueando y las manos provocadoras.
De repente, se apartó. La determinación era vívida en su expresión; el deseo oscurecía sus ojos; sus labios de color rojo, bien besados.
—¿Habitación?
—Al final del pasillo —grité, mientras me levantaba en brazos, recuperando mis labios. A ciegas, con confianza, permití que me llevara a mi habitación. Estaba mareada como un estudiante, mi alma gritando de alegría por varias razones.
Me puso en el suelo junto a la cama, empujando la parte trasera de mis piernas contra el colchón. Impaciente, rasgó mi ropa entre aspiraciones de aliento de su boca contra la mía.
Ansiosa, empujé para sacarlo del uniforme, librándome de sus pantalones y abriendo su cinturón. Para entonces, me había dejado solo en bragas y sujetador.
Salió de mi alcance. Su pecho subía y bajaba pesadamente cuando encontré su mirada cálida. Sus ojos viajaron subiendo y bajando por las amplias ondas de mi gran cuerpo. Crucé los brazos sobre mi pecho, luchando por no sentirme incómoda.
—Eres tan bella.
Rápidamente me encontré con su mirada, mi acelerado corazón se calmó un poco por la sinceridad en su expresión, la verdad en su tono. Rosalie estaba en lo cierto. No lo creí hasta que él me lo dijo, y no lo creería hasta que me lo dijera repetidamente. De alguna manera, él lo sabía. De alguna manera, sabía que yo precisaba eso, sin que se lo dijera.
Su atención estaba fija en mí todo el tiempo mientras se quitaba el resto del uniforme. Cuando di un paso atrás para mirarlo, estaba despojándose de su ropa interior; parecía que un rayo había caído derribando la última barrera entre nosotros.
Como sospechaba, era vigoroso. Sus músculos tenían formas que nunca antes había visto en un hombre. Era fuerte, confiado. Sabía que podía ser gentil, pero me abrazó ferozmente con sus brazos desnudos, que siempre me protegerían, los brazos que siempre serían un puerto seguro para mí.
Disminuyó la velocidad. Atrás quedaban las caricias ásperas y agarres impacientes. Se tomó un tiempo para liberar mi pelo suavemente, permitiendo que cayera en cascada hacia abajo y alrededor de mis hombros. De inmediato, metió los dedos entre ellos, besándome con una nueva pasión, más suave.
Mis dedos delinearon la parte delantera de su cuerpo, sintiendo cada cuadro profundo de músculos. Mi caliente y mojado coño parecía llorar de nuevo, por el ritmo lento que estableció. Sentí su ansiedad, pero aprecié que me valorara.
Deslicé mis manos por su frente hasta rozar su impresionante erección. Sus labios se separaron de los míos, silbó a través de sus dientes apretados. Su respiración se aceleró cuando pase mi mano arriba y abajo por su duro pene.
—Fóllame, querida. —Sus palabras eran una declaración sin aliento.
Antes de que pudiera procesar lo que pasaba, mi sostén estaba fuera y sus manos moldeaban mis senos sensibles, hinchados. Sus pulgares jugando con mis pezones, enviando ondas de placer a través de mí. Mi coño palpitaba ansiosamente; el nudo en mi estómago estaba apretado por la anticipación.
En poco tiempo, mi respiración salía con dificultad. Tocarnos estaba haciéndolo todo más íntimo, mientras nos mirábamos, perdidos en lo que nos hacíamos.
Frunció los labios con sus ojos entornados. Permaneció en silencio, inquietante, maravilloso, buscando en las profundidades de los míos. Nunca había estado más desnuda ante un hombre, a pesar de que llevaba las bragas. No había barreras entre nosotros. No me podía esconder de él en este momento y, basándome en la rigidez de su mandíbula, sabía que él lo quería así, era, de alguna manera, exigente, y no aceptaría nada menos que una honestidad completa.
En una fracción de segundo, fui arrojada hacia atrás, cayendo de nuevo sobre el colchón. De inmediato cubrió mi cuerpo, reclamando mis labios de nuevo mientras continuaba trabajando en mis pechos.
Dada mi nueva posición, encontré mi cuerpo arqueándose hacia sus movimientos, mis uñas se clavaban en sus bíceps y en mi vientre crecía una presión insoportable, rogando que me dejara correrme.
Nunca había experimentado este tipo de conexión con nadie. Por raro que pareciera, sabía en mi corazón que era mi alma gemela. Una no se siente de esa manera con alguien que acaba de conocer. Una no siente este grado de emoción con un extraño.
Pero claro, Jasper nunca fue un extraño para mi alma. Lo que me había escrito hace mucho tiempo, que aunque nadie lo creía, todo sucedía por una razón, era verdad. Yo había escrito una carta; él había escrito una respuesta, y todo había encajado. El destino hizo su magia para garantizar que, de todos los soldados que podrían haber recibido mi carta, fuera él quien la recibiera. El universo se aseguró de que fuera el soldado correcto; mi Señor Correcto recibió mi carta y se sintió obligado a responder. Dios trabaja de maneras mágicas, misteriosas.
Gemí cuando Jasper dejó un rastro de besos por el frente de mi cuerpo, en lugares que antes me habrían avergonzado y apenado. Metió los dedos en el encaje de mis bragas
Sentí que me sonrojaba mientras su mirada viajaba de arriba a abajo en mi carne expuesta.
—Maldita sea, eres hermosa. —Jasper había dicho aquellas palabras más que el novio que había tenido por dos años... En menos de una hora. Eso me tranquilizó en cada rincón. Si mi confianza flaqueaba en algún momento, él de alguna manera sabía que necesitaba esas palabras de nuevo, y con el mismo entusiasmo, de la primera vez. Una tímida sonrisa levantó mis labios.
—No estás realmente mal, soldado.
Enarcó una ceja mientras lo consideraba.
—¿No estoy mal? Cariño, estoy sexy como el infierno.
Me eché a reír.
—¡Guao! Nunca habías sido arrogante en tus cartas.
—Eso es porque no estaba seguro de que me aceptaras. —Se deslizó por mi cuerpo para mirarme a los ojos—. Pero, a juzgar por la miel que gotea de tu coño, creo que lo harás. —Su voz adquirió una cualidad ronca—. Sé que me deseas tanto como yo lo hago.
Mirándome, metió un dedo entre mis resbaladizos pliegues. Di un grito ahogado mientras rozaba mi clítoris hipersensible.
Tomó mis labios. De repente, no fue bastante. No fue suficiente que estuviera aquí, que me estuviese besando y tocando. De repente, necesitaba más. Necesitaba todo. Lo necesitaba en mí.
—Jasper, por favor. —No me importaba que sonara necesitada, que pareciera que mendigaba. Solo lo quería a él. Lo necesitaba. No sabía hasta ahora lo mucho que lo necesitaba, cuánto confiaba en él, lo mucho que lo amaba.
—Nunca tendrás que implorarme, querida. —Se sentó y se quitó la ropa interior, revelando su gran pene, ligeramente curvado en posición erecta.
Tragué saliva, lamiéndome los labios mientras él se sostenía. Una única perla de presemen goteaba de la punta, rogando que pasara mi lengua por ella.
—Ahora no, cariño. Si esa linda boca se acerca a mí, voy a explotar como un adolescente en su primera vez.
Me reí ligeramente.
—No queremos eso.
—Por supuesto que no. Te quiero gritando conmigo.
Se mantuvo encima de mí, tomando el peso de sí mismo con el codo izquierdo, mientras alineaba su pene en mi entrada.
Mi corazón estaba pesado, como si supiera que ese momento estaba a punto de cambiarme.
Dejando caer su peso uniformemente sobre los codos, envolvió sus manos alrededor de mis hombros. Moldeé mis manos a sus bíceps, mirándole a los ojos, esperando.
Capturó mis labios, apresando convenientemente mi grito cuando se sumergió en mí. El placer me llenó desde mi núcleo, enviando escalofríos de conciencia a través de todo mi cuerpo. Continuó besándome hasta barrer mis miedos, mis nervios, hasta que me perdí en el placer que me daba.
Estableció un ritmo lento y tortuoso que me tenía dándome la vuelta de adentro hacia afuera. Su experto pene golpeaba cada nervio, cada ondulación sensible de mis paredes internas, antes de besar el cuello de mi útero. Me refregué y me aferré a él. Su boca se tragó cada gemido, cada grito, mientras me desarmaba hábilmente.
No podía conseguir bastante de él. Mis piernas estaban envueltas a su alrededor, mis caderas se reunían con cada empuje de su parte, mis manos se agarraban a sus brazos, hombros y espalda, mientras mis labios pedían más, pero sabía que nada sería suficiente. Sabía que nunca podría tener suficiente del sargento Jasper Whitlock.
Siii!!! me gusta que Bella se convenza de que Jasper de verdad la quiere, la ama y que no se separarán!!!!
ResponderEliminarBeos gigantes!!!!
XOXO
My gosh!!! Necesito un vasito con agua... y un par de hielos jajaja que par más desesperados han salido besos....
ResponderEliminarOhhhhhhhh, que manera de iniciar la relación, jajajaj XP Amo esta historia!!!!
ResponderEliminar