ESTA HISTORIA ES UNA ADAPTACIÓN
LOS PERSONAJES PERTENECEN A STEPHENIE MEYER
EL NOMBRE DE LA HISTORIA,
COMO LA AUTORA LO DIREMOS
AL FINAL DE LA ADAPTACIÓN
Fue la noche más larga de la vida de Isabella. Edward se marchó al hotel a medianoche, y ella se metió en la cama sin haberle contado a su amiga lo sucedido con el médico.
A la mañana siguiente, cuando Alice se marchó a trabajar, se levantó y se vistió. Edward se presentó a las nueve, y para entonces ya estaba deseando ver al médico. No quería enterarse por teléfono de algo tan importante. Y al parecer, él tampoco.
Llegaron a la consulta a las diez de la mañana. Se sentaron en la sala de espera y aguardaron pacientemente porque había surgido una emergencia. Al cabo de un rato, el médico salió y los invitó a un café. No tuvieron que preguntar nada en absoluto. Su abierta sonrisa contestaba cualquier pregunta.
—Tiene cero positivo, tal y como había dicho—informó el médico, observándolos mientras se abrazaban—. Más aún, llamé al laboratorio donde habían hecho los primeros análisis y me comunicaron que habían despedido al culpable del error, porque al parecer no era la primera vez que lo hacía. Son muy profesionales, y en cuestiones médicas no puede permitirse este tipo de cosas.
—Gracias a Dios —suspiró ella.
—Siento que haya tenido que pasar por todo esto —se disculpó.
—Deberían darme una bofetada. Si hubiera querido iniciar el tratamiento antes, habría descubierto el error y no habría estado tan preocupada.
—Bueno, de todas formas tengo malas noticias—dijo sin dejar de sonreír—. Tal y como había sospechado, padece mononucleosis.
El doctor McCarty le explicó las complicaciones de la enfermedad y le advirtió sobre lo contagiosa que era.
—En cierta ocasión, vi cómo se contagiaba todo un colegio —recordó—. A veces hay que pasar semanas y semanas en la cama, pero no creo que sea necesario en su caso. No le hará perder demasiado tiempo de trabajo.
—No tiene que preocuparse por eso —dijo Edward—. Se va a casar conmigo, y si no quiere trabajar, no tendrá por qué hacerlo. De todas formas no creo que le importe pasar unas semanas en cama para librarse de la infección.
Isabella lo miró y al observar su sonrisa comprendió que pretendía casarse con ella a pesar del nuevo diagnóstico. Al principio no entendió por qué insistía en ello, pero después pensó que lo hacía porque había dado su palabra. Ahora ya no dejaría que se echara atrás. Su orgullo y su honor eran tan importantes en su perso-nalidad como su obstinación.
—Hablaremos sobre ello más tarde —dijo Isabella—. Doctor McCarty, no tengo palabras para agradecer sus esfuerzos.
—Me alegra saber que esta vez hemos acertado con su diagnóstico. Estas cosas ocurren de vez en cuando, pero pueden tener consecuencias trágicas. En cierto laboratorio, cometieron un error hace unos años y provocaron el suicidio de un hombre, que creía estar muriéndose. Por norma general, animamos a la gente a que se haga un segundo análisis de sangre para asegurarnos. Si hubiera venido a verme antes, lo habríamos hecho.
Isabella se ruborizó.
—Sí, bueno, intentaré ser más responsable en el futuro. Tenga en cuenta que estaba muy asustada.
—Una reacción muy humana. Cuídese. Si tiene algún problema, hágamelo saber.
—Vamos a regresar a Bighorn —informó Edward—. Pero el doctor Gerandy estará se pondrá en contacto con usted si fuera necesario.
Dr. Albert Gerandy |
—Estoy segura de ello. Lo llamaré en cuanto llegue a casa —dijo Isabella.
Cuando salieron del edificio, Isabella se detuvo en la acera para mirar a su alrededor, con ojos nuevos.
—Pensé que lo había perdido todo —dijo, mirando a la gente, los árboles y las distantes montañas—. Me había rendido, pero ahora todo es nuevo y maravilloso.
Edward agarró su mano y la apretó.
—Ojalá lo hubiera sabido antes.
—Era mi problema, no el tuyo —sonrió.
Edward no dijo nada. Por su comportamiento, sospechaba que quería echarse atrás en lo del matrimonio. Pero estaba a punto de descubrir que resultaría más complicado de lo que pensaba. La tenía y no pensaba dejarla escapar.
—Si tienes hambre, podemos ir a comer o a tomar algo, corno prefieras. Pero antes que nada, nos encargaremos de comprar tus medicinas.
Entonces, tomó la receta del médico se la guardó en un bolsillo.
Después de comprar los medicamentos, se dirigieron al hotel y subieron en el ascensor a la lujosa suite que ocupaba Edward, con vistas al desierto de Sonora.
—Podemos comer aquí. De ese modo, tendremos la oportunidad de hablar en privado —dijo él—. Pero primero quiero llamar a tu padre.
— ¿A mi padre? ¿Por qué?
—Porque lo sabe.
— ¿Cómo es posible?
—Lo obligué a llamar al doctor Gerandy. Los dos sabíamos que algo andaba mal. Quería venir a Tucson, pero consideramos que era mejor que no lo supieras.
Edward llamó a Charlie y le comunicó que todo había sido un error
y de que sólo tenía mononucleosis. Después, dijo a Isabella que quería hablar con ella.
Isabella tomó el auricular y lo saludó.
—Hola, papá. No sabía que estuvieras al tanto.
—Edward no cejó hasta que averiguó la verdad. ¿Ha sido un error? ¿Se sabe con certeza?
—Sí, gracias a Dios —contestó, aliviada—. Estaba muy asustada.
—No eras la única. Pero es una noticia maravillosa. Realmente maravillosas. ¿Cuándo regresas? ¿Te ha dicho Edward que Maggie piensa contar la verdad? Podrás recuperar tu puesto de trabajo.
Isabella miró a Edward, que estaba observándola con atención.
—Aún no sé nada. Te llamaré dentro de un par de días para contarte lo que haya decidido, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. Menos mal que te encuentras bien —dijo—. He pasado dos días horribles, Isabella.
—Yo también. Hablaremos pronto. Te quiero mucho, papá.
—Y yo a ti.
Isabella colgó y observó a su antiguo novio.
—Tenías que interferir...
—Claro. Estoy de acuerdo con tu padre. A mí tampoco me gustan los secretos.
Sin dejar de mirarla, se quitó el sombrero. Estaba muy atractivo. Después, se deshizo de la chaqueta y de la corbata, se desabrochó la camisa y se la quitó, dejando ver su pecho cubierto de vello negro
La visión de su cuerpo despertó en ella antiguas pasiones.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó. Edward se quitó el cinturón y se sentó en una butaca para acto seguido quitarse las botas.
—Estoy desvistiéndome —contestó.
Se levantó y caminó hacia ella.
Isabella quiso apartarse, pero era demasiado tarde. La levantó y la llevó en brazos hasta el dormitorio. Al llegar la posó sobre la cama y se colocó sobre ella, apoyado sobre sus brazos.
—Edward...
—Lo siento —murmuró él, antes de besarla.
En el pasado siempre se habían acariciado con gran pasión, pero más tarde o más temprano Edward encontraba el modo de echarse atrás. Sus reservas la habían convencido de que en realidad no la amaba.
Pero aquella vez no hubo reservas; la besó de manera completamente distinta, con cariño, pasión y cierta violencia. Isabella se estremeció con emociones que no había sentido nunca, ni siquiera con él. Y mientras tanto, no dejaba de acariciarla. Sólo se oía su rápida respiración y el sonido de su corazón contra sus senos.
Ni siquiera se dio cuenta de que casi la había desnudado. Estaba demasiado concentrada en el placer que le daba que dejó que accediera a su suave y cálida piel. Necesitaba sentir su boca. Y cuando el placer empezó a ser más de lo que podía soportar, se arqueó contra él.
Vagamente notó que podía sentir todo su cuerpo. Una simple mirada bastó para que comprendiera que estaban desnudos, sin barreras que los separaran. El vello de sus largas piernas le acariciaba los muslos, mientras él se tumbaba hasta llegar a un punto de intimidad que no habían compartido nunca.
Isabella sintió pánico y se quedó helada al notar su sexo. Pero Edward la besó con tal ternura que no pudo resistirse, sin dejar de acariciarla, sin dejar de sonreír.
—Tranquila —susurró él, levantando la cabeza para mirarla—. ¿Te duele?
Isabella se mordió el labio y contestó:
—Sí...
—Estás nerviosa y asustada. Supongo que la primera vez duele, pero el dolor no durará mucho.
Edward la miró con cariño y la besó suavemente.
—Esto es una equivocación —dijo ella.
—No, no lo es. Pero por si tanto te preocupa, vamos a casarnos. Te lo aseguro.
— ¿Me lo aseguras? —preguntó, sintiendo su sexo.
—Sí. Y pienso darte un hijo, Isabella.
Edward comenzó a moverse de nuevo, y esta vez, ella gimió de placer. Los movimientos fueron acelerándose poco a poco, hasta que Isabella empezó a sentir un fuego interno que poco a poco fue elevándola a cotas insospechadas, ascendiendo y ascendiendo, como si surcara los cielos.
Edward no parecía sentirse culpable. Cuando Isabella abrió los ojos y lo miró, después de hacer el amor, se dio cuenta de ello. Estaba sonriendo, y la expresión de sus ojos hizo que tuviera gañas de abofetearlo. Era demasiado inocente y conservadora. La intimidad de la posición que mantenían y el recuerdo de los minutos llenos de pasión que habían compartido bastaron para que se ruborizara.
—Supongo que ahora ya no tendrás nada en contra de que nos casemos, ¿verdad? —preguntó él, apartando un mechón de su cabello—. De haber hecho el amor hace nueve años, no habría sucedido nada malo. Y ha sido mucho más maravilloso de lo que había pensado, créeme. Lo había soñado tantas veces...
Isabella suspiró y lo observó. Sus ojos verdes estaban llenos de amor. En su ingenuidad, esperaba que se sintiera culpable, pero no fue así. Estar en sus brazos era lo más natural del mundo, lo más lógico, lo más hermoso.
— ¿No piensas quejarte de nada? —preguntó él, besándola con suavidad—. Pareces preocupada.
—Lo estoy —dijo—. No tomo ningún anticonceptivo.
Edward sonrió.
—Mucho mejor.
—Pero quedarme embarazada tan pronto...
—Ya es tarde. Recuerda que tienes veintisiete años.
—Lo sé, pero debes pensar en Maggie —dijo—. No me soporta. No querrá tenerme en tu casa, y mucho menos tener que soportar a un nuevo niño. Será muy duro para ella.
—Ya nos enfrentaremos a los obstáculos que surjan por el camino.
Edward observó su cuerpo y el deseo se encendió en su interior. Comenzó a besarla y a acariciarla. Cuando sintió que Isabella se estremecía, la besó con renovados esfuerzos.
— ¿Podemos hacerlo otra vez? —preguntó él, de forma provocativa—. ¿Te dolerá?
Como única respuesta, Isabella se apretó contra él y dejó que entrara en su cuerpo. Después, lo miró directamente a los ojos y contuvo la respiración cuando empezó a moverse.
Edward la observó y se detuvo durante unos segundos mientras entraba en ella. Isabella gimió, atrayéndolo hacia sí con sus manos. Él sonrió lentamente y la cubrió de besos. No se había sentido tan masculino en toda su existencia; los gemidos de la profesora lo excitaban. Cerró los ojos y se entregó al acto supremo del amor.
Por fin ya era hora.que pase de todo....
ResponderEliminarQue capitulazo! Bella està sana y bien satisfecha también jiji.
ResponderEliminarQue capitulazo! Bella està sana y bien satisfecha también jiji.
ResponderEliminarAL FINNNNNNNN!!! parece que todo se va arreglando poco a poco ahora solo fasta Maggi se me hace que va a arder troya
ResponderEliminarsiiiiiiiiiiiiii x fin todo se aclaro solo falta la niña caprichosa gracias ;) =) ♥
ResponderEliminarSiiiii Bella esta bien, bueno al menos ya no tiene cancer y OMG OMG lo hicieron dos veces Ahhhhhhh, solo falta la chiquilla caprichosa se Magiee que a pesar de ser como es tiene sus razones, creo que ya no me cae tan mal
ResponderEliminarSiiiii Bella esta bien, bueno al menos ya no tiene cancer y OMG OMG lo hicieron dos veces Ahhhhhhh, solo falta la chiquilla caprichosa se Magiee que a pesar de ser como es tiene sus razones, creo que ya no me cae tan mal
ResponderEliminarYUPIIIIIIIIIIIIIIIIIIII al finnnnnnnnnnnnnnnn, ya era justooooooo.
ResponderEliminarExcelente...no esperaba menos, estos dos se merecen una segunda oportunidad y ser felices....Ame este capítulo.
ResponderEliminarExcelente...no esperaba menos, estos dos se merecen una segunda oportunidad y ser felices....Ame este capítulo.
ResponderEliminarpor fin ya era hora bella sana y bien satisfecha jajaj
ResponderEliminarPor fin después de tanto susto, Edward esta decidido a no dejarla ir!!!
ResponderEliminarPor fin están juntos
ResponderEliminarMe ha encantado
ResponderEliminarwow!!!
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