ESTA HISTORIA ES UNA ADAPTACIÓN
LOS PERSONAJES PERTENECEN A STEPHENIE MEYER
EL NOMBRE DE LA HISTORIA,
COMO LA AUTORA LO DIREMOS
AL FINAL DE LA ADAPTACIÓN
—Felicidades. Te dije que algún día lo conseguirías.
—Tenías razón.
Isabella le contó entonces la verdadera razón que había tenido para regresar a Atizona. Al saberlo, Alice tuvo que sentarse. Sus ojos verdes la miraban con sorpresa absoluta, preocupada por el infierno por el que había tenido que pasar, en completa soledad.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
—Por la misma razón por la que no quiso decírmelo a mí —contestó Edward con ironía—. No quería que nos preocupáramos.
—Será idiota... Te habría obligado a que fueras a ver al médico —continuó Alice.
—Precisamente por eso no te lo dije. Aunque tenía intención de confesártelo más tarde o más temprano.
—Vaya, muchas gracias.
—Tú habrías hecho lo mismo. O tal vez habrías sido peor —dijo Isabella, sonriendo a su amiga—. Ahora tendrás que venir a la boda.
— ¿Cuándo se celebra?
—Pasado mañana a las diez, en el juzgado de Tucson —rió Edward—. He conseguido la licencia y el doctor McCarty ha hecho los análisis de sangre, de modo que regresaremos a Bighorn con los anillos puestos.
—Bueno, ya sabéis que tengo una habitación libre.
Edward hizo un gesto de negación con la cabeza.
—Gracias, pero Isabella es mía ahora —dijo de forma posesiva, observando con apasionamiento a su prometida—. No pienso perderla de vista.
—Lo comprendo —dijo Alice—. Bueno, ¿tenéis planes para esta noche o queréis ver una película conmigo? Ponen una nueva en el cine que hay cerca de casa.
—Por mí, perfecto —dijo Isabella, mirando a Edward.
—Siempre me han gustado los dramas —dijo él.
Isabella estaba tan cansada entre su enfermedad y los juegos amorosos que habían compartido que no podía hacer el amor, de modo que Edward consideró que ver una película podía ser una forma perfecta de matar el tiempo, siempre y cuando estuvieran juntos. Le preocupaba su salud, pero más tarde, Isabella dijo que ya descansaría cuando llegaran a Bighorn.
Durante la proyección de la película, no soltó la mano de su amada. Más tarde durmieron juntos y ella no se apartó de sus brazos. Edward no le había dicho aún que la amara, pero al menos resultaba evidente que la deseaba. Pensó que con el tiempo también llegaría el amor. Sin embargo, le preocupaba pensar en cómo iba a tomárselo Maggie cuando lo supiera; sobre todo, cuando tuvieran el hijo que querían. No habían tomado ninguna precaución, aunque tenía la impresión de que era pronto para quedarse embarazada. En todo caso, Edward no pensaba en su hija. Sólo pensaba en recuperar el tiempo perdido, los años que habían pasado vanamente. Pero Isabella no podía evitar preocuparse por el futuro que la esperaba.
La ceremonia de la boda fue sencilla, pero digna. Isabella se puso un vestido de color crema y una pamela con un velo que cubría su rostro. Cuando el juez los nombró marido y mujer, Edward levantó el velo y la miró durante unos segundos antes de besarla. Nadie la había besado de aquel modo con anterioridad. Una simple mirada a sus ojos verdes bastó para que se estremeciera. Lo amaba más que nunca.
Alice fue la madrina de bodas; y un sheriff que se encontraba en los jugados, el padrino. Firmaron todos los papeles y les dieron el acta, con la fecha y la hora de la boda. Por fin, se habían casado.
Al día siguiente, regresaron a Bighorn en el Mercedes de Edward. Estaba más tenso que durante los tres días anteriores, y Isabella supuso que se debía a que su cuerpo aún no se había repuesto de los excesos amorosos. Se sentía mucho mejor, pero la intimidad, por pequeña que fuese, le resultaba molesta. Edward le había asegurado que era algo perfectamente normal en las mujeres, y que el ligero escozor desaparecería, pero cada vez que la miraba lo hacía con un intenso deseo. Habían iniciado una nueva relación e Isabella odiaba tener que negarle lo que deseaba. Sobre todo teniendo en cuenta que creía que era lo único que le podía dar.
Cuando llegaron a la frontera de Wyoming, horas más tarde, Edward se dirigió a ella.
—No te preocupes. El mundo no se ha terminado porque aún no puedas volver a hacer el amor conmigo.
—Estaba pensando en ti, no en mí —corrigió, ausente.
Edward miró hacia la carretera.
—Pensé que te gustaba acostarte conmigo.
Isabella lo miró y se dio cuenta de que sin pretenderlo había herido su orgullo.
—Por supuesto que me gusta. Pero creo que aún no sé satisfacerte. Quiero decir que...
—No importa —dijo él, divertido—. Supongo que estás pensando en lo que dije. En que no podía vivir sin acostarme con una mujer. Pero me refería a años de castidad, Isabella, no a días.
—Oh.
Edward rió.
—Eres tan inocente como cuando tenías dieciocho años.
—Ya no.
—Bueno, no tanto —dijo, agarrando una de sus manos mientras conducía—. Pero todo está saliendo bien, cariño. Y será aún mejor. No te preocupes.
— ¿Qué hay de Maggie? —preguntó ella.
El gesto de Edward se endureció.
—Deja que me preocupe yo.
Isabella no dijo nada. Sin embargo, tuvo la impresión de que aquélla iba a ser una fuente permanente de problemas.
En cuanto llegaron, se detuvieron en casa del padre de Isabella, para informarle sobre lo sucedido. La noticia cayó como una bomba.
— ¿Os habéis casado? —preguntó Charlie—. ¿Sin decírmelo? ¿Sin invitarme a la boda?
—Fue idea mía —confesó Edward, atrayéndola hacia sí—. No quería que se arrepintiera.
Charlie Swan lo miró durante unos segundos. Sin embargo, no podía olvidar que Edward se había encargado de todo cuando supo que su hija estaba enferma. Aquello significaba que tenía coraje, y que la quería.
—Bueno, los dos sois mayores para saber lo que hacéis —dijo a regañadientes, antes de sonreír a su hija, que lo observaba con inseguridad—. Creo que me llevaré una enorme alegría si como resultado de vuestra unión me sorprendéis con unos cuantos nietos.
—Los tendrás —prometió Isabella—. Incluyendo a una muy crecidita, para empezar.
Edward frunció el ceño. Se refería a Maggie. Isabella lo miró y sonrió.
—Hablando del rey de Roma, será mejor que nos marchemos, ¿no te parece?
Charlie asintió y estrechó la mano de Charlie.
—Cuidaré de ella —le prometió.
Charlie permaneció unos segundos en silencio, al cabo de los cuales dijo:
—Sí, sé que lo harás.
Subieron al coche y avanzaron hacia la mansión de Edward, que estaba situada en lo alto de una loma, con vistas a las cercanas montañas. Varios árboles flanqueaban la casa, y el ganado pastaba en los campos cercanos. En los viejos tiempos, la mansión había sido una simple cabaña de tejado roto y porche semiderruido.
—Desde luego, has mejorado mucho, Edward.
Él no la miró. Pulsó un botón para que se abriera la puerta del garaje. Después aparcó en el interior. Hasta el garaje era grande y espacioso.
—Dentro de unos minutos volveré a recoger tu equipaje —dijo él, ayudándola a salir—. ¿Recuerdas a Esme Platt? Es mi ama de llaves. Se encarga de cuidar la casa.
— ¿Esme? —sonrió—. Era una de las mejores amigas de mi madre. Cantaban juntas en el coro de la iglesia.
—Pues ella sigue haciéndolo.
Entraron en la cocina. Esme Platt se encontraba allí. Al verlos se dio la vuelta y observó a Isabella, sorprendida.
—Nos hemos casado en Tucson —anunció Edward—. De modo que te presento a la nueva señora de la casa.
Esme dejó caer la cuchara en la comida que estaba preparando y corrió a abrazar a Isabella con sincero afecto.
— ¡No puedes imaginarte lo feliz que soy! ¡Qué sorpresa!
—También lo ha sido para nosotros —murmuró ella, mirando a su marido, que sonreía.
Entonces, Esme se apartó y miró a Edward con preocupación.
—Maggie está en su habitación. No ha salido en todo el día y se niega a probar bocado.
Isabella se sintió responsable por el tormento de la niña. Edward lo notó y apretó los dientes antes de tenderle una mano.
—Subamos para darle la buena noticia.
—No esperes nada de ella —murmuró Esme.
La puerta del dormitorio de Maggie estaba cerrada. Edward ni siquiera llamó. Abrió, e Isabella entró con él.
Maggie estaba sentada en el suelo con un libro. Tenía el pelo sucio y daba la impresión de que había estado durmiendo varios días con la ropa que llevaba. Al ver a Isabella, sus ojos brillaron con terror. Se levantó y retrocedió hasta apoyarse en uno de los postes de la cama.
— ¿Qué te ocurre? —preguntó su padre con frialdad.
— ¿Es... real?
—Claro que soy real —contestó Isabella.
—Oh —dijo Maggie, más tranquila—. ¿Estás enferma de verdad?
—Sí, pero no tanto como pensábamos —contestó Edward, sin más preámbulos—. Fue un error. Tiene una enfermedad menos grave, y se pondrá bien.
Maggie se relajó un poco, aunque no demasiado.
—Nos hemos casado —anunció su padre—. A partir de ahora vivirá con nosotros, así que espero que te portes bien con ella.
La niña no reaccionó. Sus ojos azules se clavaron en Isabella.
Maggie pensó que Isabella sería mucho más feliz en aquella casa de lo que ella lo había sido en toda su vida. Miró a su padre de tal forma que la profesora quiso llorar. Edward no parecía notar la angustia de su mirada.
Quiso pedirle que la abrazara, que la besara, que le dijera que la quería, que nada cambiaría después del matrimonio. Pero Edward no lo hizo. Miró a su hija con tal seriedad que Isabella comprendió perfectamente lo que había dicho. No conocía a Maggie y estaba resentido con ella. Algo que Maggie notaba. Su actitud era un secreto a voces.
—Tendré que quedarme en la cama durante cierto tiempo, Maggie —declaró Isabella—. Me encantaría que pudieras leerme algo de vez en cuando.
Caminó hacia el libro que estaba en el suelo y lo recogió.
— ¿Volverás a ser mi profesora? —preguntó.
—No —contestó Edward con firmeza—. De momento, tiene bastante con recuperarse.
Isabella sonrió con cautela. Si quería recobrar su trabajo en la escuela iba a tener que luchar con uñas y dientes.
—Pero de todas formas, tú y yo iremos a ver a la señora Cooper —continuó él—. No creas que he olvidado lo sucedido.
Maggie levantó la barbilla y miró a su padre.
—Ya lo he hecho.
— ¿Cómo?
—He hablado con la señora Cooper —contestó, mirándolo—. Le dije que había mentido sobre la señorita Swan y me disculpé.
Edward estaba impresionado.
— ¿Fuiste a verla tú sola?
La niña asintió.
—Lo siento —añadió, dirigiéndose a Isabella.
—Has sido muy valiente al ir tú sola —declaró la profesora—. ¿No tuviste miedo?
Maggie no contestó. Se limitó a encogerse de hombros.
—No dejes ese libro en el suelo —ordenó su padre—. Ah, y quiero que te bañes y que te cambies de ropa.
—Sí, papá —contestó con tristeza.
Isabella observó a la niña mientras recogía el libro del suelo. Le habría gustado poder hacer algo para intervenir y corregir la situación; decir algo que animara a Maggie, que borrara aquella expresión angustiada de su rostro.
Pero Edward la sacó de la habitación antes de que pudiera decir nada. Sin embargo, estaba decidida a conseguir que las cosas cambiaran.
La relación entre Isabella y Maggie se había deteriorado por lo sucedido en el pasado, pero ahora la profesora estaba dispuesta a corregir antiguos errores. Por fin, comprendía las palabras de Edward. La niña había pagado un alto precio, la falta de amor.
Tal vez no la quisiera. Sin embargo, Maggie necesitaba alguien que luchara por ella en aquella casa.
E Isabella estaba dispuesta a ser su defensora.
Más hermoso no puede ser, este momento es épico verlos juntos y enamorados aunque bella no se de cuenta de cuanto la ama ed, ya era hora de que alguien pele por el bienestar de esta pequeña...
ResponderEliminarEsa niña ha sufrido y no es correcto Ojalá Bella pueda hacer un cambio en ella y la acoja y le de cariño... Maggy merece ser feliz tambien
ResponderEliminarQue bueno que se casaron rápido antes de que Bella se arrepintiera y creo que ella ayudará mucho a Maggy.
ResponderEliminarx fin se casaron luego d tanto dolor q pasaron los dos x culpa d las mentiras d la resentida d Rose, q bien q Maggy se adelanto a hablar con la directora Bella le dar mucho cariño esa niña esta falta d amor gracias =) nos leemos ♥
ResponderEliminarComo hará para reconstruir la relación de maggie y edward. Un duro comienzo para esta relación
ResponderEliminarComo dicen por hay las primeras impreciones aveces engañan y hay que mirar de nuevo y a fondo pobre niña, el padre nunca le a dicho que la quiere y la madre menos y que ahora llegue alguien y se de cuenta que su padre si quiere a esa persona debe ser feo, pero ojala que Bella le haga ver las cosas a Edward y esa pequeña pueda ser feliz y la boda que lindo, aunque insisto que un TE AMO por parte de Edward seria lindo
ResponderEliminarComo dicen por hay las primeras impreciones aveces engañan y hay que mirar de nuevo y a fondo pobre niña, el padre nunca le a dicho que la quiere y la madre menos y que ahora llegue alguien y se de cuenta que su padre si quiere a esa persona debe ser feo, pero ojala que Bella le haga ver las cosas a Edward y esa pequeña pueda ser feliz y la boda que lindo, aunque insisto que un TE AMO por parte de Edward seria lindo
ResponderEliminarYA SE CASARON!!!!
ResponderEliminarNo nos fue tan mal con maggi
esperemos que bella pueda arreglar esa relacion padre hija antes de que lleguen los nuevos bebes
ok ya estan casados y ahora lo que se le viene ensima ojala bella conpasiencia y amor logre hacer feliz a maggi muy bello capitulo
ResponderEliminaraww el instinto materno de bella, ojalá logre enseñarle a los dos que ambos pueden amarse y vivir en santa paz.
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