Capítulo 20 / Mentiras y Rumores



ESTA HISTORIA ES UNA ADAPTACIÓN
LOS PERSONAJES PERTENECEN A STEPHENIE MEYER
EL NOMBRE DE LA HISTORIA, 
COMO LA AUTORA LO DIREMOS 
AL FINAL DE LA ADAPTACIÓN

Cuando regresaron a la casa, la señora Platt los miró con cierta perplejidad, pero sonrió de todas formas al ver que su jefe llevaba a su esposa en brazos.

— ¿La llevas al nido nupcial? —preguntó con malicia.

—Está cansada —corrigió él—. ¿Ha pasado Maggie por aquí?

—Sí —contestó el ama de llaves—. Ha dicho que soy una bruja porque he tirado la única ropa que le quedaba y porque ahora tendrá que ir de compras.

—Es cierto —comentó Edward, sonriendo.

—No lo sabía.

—Ni yo.

Ambos miraron a Isabella.

—Recordad que soy profesora de colegio. Estoy acostumbrada a tratar con los niños.

—Supongo que no sé nada de nada sobre ellos —confesó Edward con un suspiro.

—Pero aprenderás.

—Bueno, ¿qué tal si subes una bandeja con comida a Maggie?

—Es lo menos que puedo hacer —contestó el ama de llaves—. No olvidaré nunca lo de su ropa. Pero no puedes imaginarte en qué estado se encontraban sus vaqueros. Y sus jerseys.

—Mañana la llevaré de compras cuando salga del colegio —dijo él—. Le compraré cosas nuevas.

La señora Platt estaba muy sorprendida. En todos los años que llevaba en la casa, Edward Masen no había salido con su hija a ninguna parte a no ser que tuviera problemas.

—Lo sé —dijo él, comprendiendo su mirada—. Pero alguna vez tiene que ser la primera. 

El ama de llaves asintió.

—Supongo que sí. Para todos. 

Isabella sonrió. Estaba consiguiendo hacer grandes progresos.


~MyR~


Edward se sentía completamente fuera de lugar en la tienda de ropa para niños. La dependienta era de gran ayuda, pero Maggie no sabía qué comprar, y él tampoco.

Los dos se miraron con cierta impotencia.

—Bueno, ¿qué quieres comprar? —preguntó él.

— ¡No lo sé!

— ¿Podría sugerir algo? —preguntó la dependienta, de forma diplomática.

Edward aceptó. No comprendía en qué cambiarían las cosas si se iba de compras con su hija, pero Isabella había insistido y no perdía nada haciéndolo. De todas formas, dudaba que Maggie fuera a cambiar.

Pero cuando cinco minutos más tarde salió del vestidor, acompañada por la dependienta, su opinión cambió por completo. La miró como si no la reconociera.

Llevaba un vestido de color rosa, con encaje en el cuello y falda por encima de las rodillas, y se había puesto unos zapatos de cuero. Se había cepillado el pelo y llevaba una cintita a un lado, que quedaba muy graciosa.

— ¿Maggie? —preguntó sorprendido, como para asegurarse.

Al mirarlo, la niña pensó que había ocurrido un milagro. La observaba como si no pudiera creer lo que estaba viendo. De hecho, sonrió.

Y ella devolvió la sonrisa con expresión alegre. Por primera vez en toda su vida, Edward se vio reflejado en su hija. No tenían los ojos del mismo color, pero eran idénticos en la forma.

Su nariz iba a ser tan recta como la suya, o más bien, como la que tenía antes de rompérsela. Su boca era fina y ancha como la suya, y también tenía altos pómulos.

Rosalie también había mentido sobre su hija.

Maggie era suya, aunque hubiera tardado mucho tiempo en darse cuenta.
Arqueó una ceja con ironía y dijo: 

—Vaya, vaya. El patito feo se ha transformado en un cisne. Estás preciosa.

Maggie se emocionó y sus ojos azules brillaron. Por una vez, rió, iluminando el corazón de Edward. Nunca la había visto reír. Y el impacto de aquella sensación fue suficiente para que se estremeciera, para que la observara con ojos llenos de tristeza y arrepentimiento por los años perdidos. De manera inconsciente, la había culpado por la traición de Rosalie y por la pérdida de Isabella. No había sido un verdadero padre en toda su vida y se preguntaba si aún no sería demasiado tarde para empezar.

La risa cambió totalmente el aspecto de Maggie. Edward no pudo evitar reír a su vez.

— ¿Qué le parecería un vestido azul para que vaya a juego con sus ojos? —preguntó—. Y unos vaqueros claros, no como esos oscuros que tenía antes.

La dependienta asintió, entusiasmada.

Maggie empezó a dar vueltas delante del espejo de cuerpo entero, tan sorprendida como su padre por su nueva indumentaria. Hasta estaba bonita. Se preguntó si Jake se fijaría ahora en ella, y al pensarlo, sus ojos se iluminaron más aún. Ahora que Isabella había regresado, tal vez todo el mundo dejara de odiarla.

Pero Isabella estaba enferma y no podía dar clases por su culpa.

— ¿Qué ocurre? —preguntó Edward, que notó su preocupación—. ¿Sucede algo malo?

Maggie se sorprendió al notar su preocupación y al observar que se había dado cuenta de su tristeza. En general, no era tan perceptivo.

—La señorita Swan no puede dar clases por mi culpa.

—Isabella —corrigió—. Ya no es la señorita Swan para ti.

De repente, un pensamiento cruzó la cabeza de la niña.

—Entonces... ¿ahora es mi madre?

—Tu madrastra —contestó. Maggie caminó hacia su padre y lo tocó con incertidumbre y delicadeza.

—Y ahora que ha regresado ya no me odias, ¿verdad?

Edward la miró con angustia. Se inclinó, la abrazó con fuerza y la meció. La niña empezó a sollozar.

—Por favor, no me odies, papá. Te quiero mucho...

—Oh, Dios mío —susurró él, con los ojos cerrados—. Claro que no te odio. Nunca te he odiado, Maggie.

La niña apoyó la cabeza en su hombro y cerró también los ojos, saboreando el momento. Era una sensación que no había conocido nunca, y le encantaba que la abrazaran. Entre lágrimas, sonrió.

—Dilo —dijo él tras unos segundos—. Di que es bonito que nos abracemos.

Maggie rió.

Edward la soltó y miró su rostro con intensidad. Aún estaba llorando, pero sonreía. Metió la mano en el bolsillo, pero no encontró lo que buscaba.

—Maldita sea, nunca llevo pañuelos. 

Maggie se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.

—Yo tampoco.

En aquel momento regresó la dependienta, con un montón de vestidos.

—He encontrado uno azul —dijo con delicadeza—. Y también otra falda y un top a juego del mismo color.

—Son muy bonitos —dijo la niña, entusiasmada.

—Sí que lo son. ¿Por qué no te los pruebas? —preguntó él, invitándola.

— ¡Vale!

Maggie desapareció de nuevo con la dependienta y Edward las observó, atónito. Aquélla era su hija. Una niña preciosa que lo quería a pesar de todos los errores que había cometido. Sonrió de forma reflexiva. A fin de cuentas, de vez en cuando, sucedían cosas que parecían milagros. Y de alguna manera, todo tenía que ver con Isabella, como si el círculo se hubiera cerrado con su regreso. Al pensar en el proceso que los había unido, y en el cambio que se había producido en sus vidas, sonrió. Después, se miró en el espejo y se preguntó si el hombre amargado y duro que había sido hasta unas semanas atrás habría desaparecido para siempre.



11 comentarios:

  1. que lindi!! que hermoso el momento que compartieron, al fin como padre-hija <3
    Rosalie solo dejo caos a su alrededor, pero de a poco se arrglan las cosas... linda Isabella y sus buenas ideas :)

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  2. Ho por Dios que hermoso capítulo por fin se ve el cambio entre ella dos muy linda escena

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  3. 😍😍😍😍😍 es tu hija Edward Anthony!!!!!.... Maravilloso!!!... ahora será un papi consentidor

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  4. Es un alivio que por fin Edward se vaya a dar una oportunidad con su hija.....

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  5. Es un alivio que por fin Edward se vaya a dar una oportunidad con su hija.....

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  6. Es un alivio que por fin Edward se vaya a dar una oportunidad con su hija.....

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  7. Edward està empezando muy buen llevando de shopping a su hija, que emoción.

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  8. Edward està empezando muy buen llevando de shopping a su hija, que emoción.

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  9. Wowwww que lindo cap ya era hora de que Edwar abriera los ojos

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