El Productor 2

Se despertó cuando la señora Birch le tocó suavemente en el hombro. Vestía ropa de calle y traía una bandeja en la mano.

—Le traigo café, señorita —anunció—. El señor Cullen regresará pronto y si yo fuera usted trataría de estar lista para cuando él vuelva. No le gusta que le hagan esperar.

Bella estuvo a punto de decir que en realidad no le importaban en lo más mínimo los gustos o disgustos del señor Cullen, pero comprendió que en sus circunstancias no le convenía.

—El baño está cruzando el hall. Ya le he puesto toallas limpias por si quiere darse una ducha —dijo la señora Birch—. Y ahora, si no se le ofrece nada más, me retiro.

—Gracias, ha sido usted muy amable conmigo —respondió Bella, agradecida.

—Ha sido un placer. Espero verla alguna otra vez, señorita. Y si me permite un consejo —bajó la voz—, yo no me pondría los vaqueros —y se fue.

Bella terminó el café y se levantó de la cama. Cogió los vaqueros y la camisa que estaban sobre una silla. En la mochila sólo tenía dos vestidos de algodón y un par de jerseys de lana. Quitándose el pelo de los hombros se dirigió decidida hacia el baño.

Se estaba sujetando el pelo con una cinta cuando llegó Edward Cullen. Le oyó acercarse silbando por el corredor y detenerse frente a su puerta.

—¿Está lista, señorita Swan?


—Sí —respondió ella cogiendo el abrigo. Por alguna razón, al verla, Edward le sonrió con un aire burlón.

—Me gustan las chicas que se mantienen fieles a sus principios —le dijo y agregó—:vamos Cenicienta, irás al baile.

Sintiendo que le bullía la sangre, Bella le siguió hasta la puerta de entrada, bajó después los escalones detrás de él hasta el hermoso coche color crema que les esperaba. Edward le abrió la portezuela y ella se sentó. Una vez allí observó con curiosidad el interior del automóvil, estaba lleno de botones y mandos extraños.

—¿Sabes conducir? —preguntó Edward mientras arrancaba el motor.

—Me dieron unas cuantas lecciones, pero no llegué a presentarme al examen. —Es una lástima, porque resulta muy práctico saber conducir.

—Tal vez Jasper me enseñe. —Tal vez.

Bella trataba de recordar cada giro que daban, pero poco tiempo después estaba totalmente confundida. Las calles eran ahora más anchas y el tráfico más denso. Las calles estaban llenas de tiendas, restaurantes, teatros y cines.

—Nunca he visto tanta gente —comentó, pero después se lamentó por parecer tan ingenua.

—Deberías ver esto los domingos. Es casi tan tranquilo como Torvaig. Mira qué suerte, aquí hay lugar para aparcar.

Minutos más tarde Bella se encontraba dentro de una gigantesca tienda. Edward Cullen la llevaba del brazo, obligándola a avanzar entre una multitud de gente y escaparates llenos de delicados perfumes, ropa, zapatos…

—¿El ascensor o la escalera mecánica? —preguntó él, y de inmediato agregó—: lo siento, te estoy tratando como a una niña. Lo que sucede es que pareces tan joven con esos vaqueros y con el pelo recogido.

—Lo sé —respondió Bella que ya había comprobado que era prácticamente la única persona que llevaba vaqueros—. Jamás he subido en una escalera mecánica.

—Entonces vamos —la ayudó a subir y agregó—:agárrate de mi brazo si te sientes insegura.

—El pasamanos es más adecuado —contestó con firmeza, pero perdió todo su aplomo tropezando al llegar arriba.

El suelo de aquella inmensa tienda estaba enmoquetado y llegaba a sus oídos una música muy suave. De pronto un pensamiento horrible cruzó por su mente y se aferró al brazo de Edward Cullen.

—El dinero… me lo he dejado en la mochila.

—¿Y? —tenía un aspecto muy arrogante al volverse para mirarla—. ¿Qué importa eso?

—En la cartera no traigo suficiente como para pagar nada de lo que me pueda comprar aquí.

—Yo nunca dije que tú fueras a pagar. Vamos, tenemos mucho que hacer — parecía impaciente—. En primer lugar, ni siquiera sabemos si aquí encontrarás algo que te guste.

—Pero deben tener cientos de vestidos —comentó Bella.

—Eres una mujer poco común —le aseguró después, señalando a una vendedora dijo—: allí está la persona que necesitamos —la condujo hasta una mujer de cabello gris que iba vestida con un traje negro muy elegante—. ¿Cómo está usted, señora Cuthbert? Necesitamos su ayuda.

—Señor Cullen—sonrió la mujer amigablemente—. ¿Necesita algún consejo?

—Algo más que eso —respondió cogiendo a Bella por los hombros y colocándola frente a la mujer—. Ella va a asistir conmigo a la fiesta de la señora Cullen, y no tiene nada que ponerse. ¿Qué puede hacer por esta jovencita?

La señora Cuthbert estudió detenidamente a Bella que estaba roja de humillación.

—Pues existen varias posibilidades. ¿Qué necesita? —preguntó al fin.

—De todo —aseguró Edward Cullen soltando a Bella—. Y su pelo… no sé quién atiende a mi cuñada, pero…

—Es la señorita Bárbara. Llamaré de inmediato al salón para ver si pueden atenderla.

—Muy bien —consultó el reloj—. ¿Le parece en el restaurante dentro de dos horas?

—Yo se la mandaré a tiempo, señor Cullen—afirmó la mujer.


Bella estaba furiosa. Daba la impresión de que estaban hablando de uno de los maniquíes. Además, se preguntaba quién iba a pagar todo aquello. Ella tenía que buscar algún lugar dónde vivir hasta que se casara con Jasper, por esa razón no podía permitirse el lujo de gastar un solo centavo en un vestido de fiesta que no necesitaba. Pero Edward Cullen ya se alejaba, y la señora Cuthbert la conducía hacia un vestidor.

Ya por la tarde Bella quedó frente al espejo de la habitación que ocupaba temporalmente en casa de Edward y se contempló incrédula. El vestido era casi del mismo tono verde que sus ojos. El escote cuadrado y muy bajo, la falda llegaba hasta el suelo, ocultando sus sandalias de tacón alto.
Pensó que se parecía a Cenicienta.


El pelo le caía suave y sedoso sobre los hombros, apenas rizado en las puntas. Se había aplicado un maquillaje muy tenue, como le había aconsejado la muchacha del salón de belleza, un poco de sombra en los párpados y un color rojo en los labios. Sobre una silla había un pequeño bolso, bordado con piedras de bisutería. Le cogió, y después de colocarse sobre el brazo la larga estola que hacía juego con el vestido, bajó la escalera hacia la sala donde debía reunirse con Edward Cullen.

Al entrar le vio de pie, junto a la chimenea, con una copa en la mano. Se detuvo nerviosa esperando algún comentario sobre su apariencia, pero sólo se produjo un largo silencio que la desilusionó.

—¿Quieres tomar algo? —le preguntó con cortesía, Edward. 
—No, gracias.

—Está bien —terminó de un trago lo que le quedaba en la copa y agregó—: entonces nos vamos —cogió la estola del brazo de Bella y se la colocó sobre los hombros. Al sentir los dedos de él sobre su piel, se alejó instintivamente. Salieron de la casa y subieron al coche.

Permanecieron largo rato en silencio. Con frecuencia Bella miraba de reojo a su compañero, pero Edward tenía los ojos fijos en la carretera, por lo tanto sólo podía verle de perfil. Tenía una barbilla recta, típica de las personas que siempre quieren hacer su voluntad. Recordó la conversación que había mantenido con Edward al comprar el vestido:

—Este vestido es muy exagerado —comentó en voz alta. 

—Yo no diría eso, sólo un poco más atrevido de lo que seguramente estás acostumbrada a ponerte.

—Yo no me refería a eso, y usted lo sabe, me refería al precio.

—No te preocupes por eso, después de todo queda en familia. Como te habrás dado cuenta, la madre de Jasper tiene cuenta en esa tienda. Si prefieres, se lo podemos cargar a su cuenta.

—Por supuesto que no haremos tal cosa… —protestó Bella, pero se interrumpió al ver que Edward sonreía—. ¿Se está burlando de mí?

—Quizá un poco. Pero, ¿por qué no olvidamos el tema del dinero y comienzas a pensar lo que le vas a decir a Jasper? Sin duda eso es más importante que cualquier otra cosa, mi amor.

—Cómo me gustaría que no me llamara «mi amor». —Lo sé, mi amor, por eso lo hago.

—¿Sólo para molestarme?

—Es que te pones tan guapa cuando te enfadas… y lo haces con mucha frecuencia.

Bella levantó la barbilla y miró por la ventanilla, ya era de noche. Según le había dicho Edward, los padres de Jasper vivían en las afueras de Staines, muy cerca del río. Supuso que algún día se familiarizaría con este camino, y con la casa hacia la cual se dirigían. Estaba muy nerviosa porque sabía que dependía por completo del extraño que iba a su lado. Después de todo, era él quien le había dicho que había una fiesta… tal vez la hubiera engañado…
De pronto el coche torció frente a un gran portón y siguió avanzando por un amplio sendero. Bella alcanzó a distinguir las luces de una casa al fondo, y oyó los compases de una música. Había numerosos coches aparcados frente a la casa; se quedó muy quieta mientras Edward maniobraba para dejar el suyo en uno de los lugares libres.

Cuando él le abrió la portezuela, Bella se quedó sentada un momento más tratando de reunir valor.

—¿Te pasa algo?

—No, estoy perfectamente, gracias —le respondió automáticamente. Edward le ofreció una mano para ayudarla a salir del coche; por un instante ella estuvo a punto de corresponder a la presión de sus dedos. Pero a tiempo recordó quién era aquel hombre y retiró la mano.

—Vamos entonces, señorita Swan —le dijo y ella se sorprendió al escuchar una vez más la frialdad de su tono—. Si esto es lo que querías, te aseguro que lo tendrás.

Al llegar a la casa, Bella se quedó desconcertada al ver a una mujer uniformada esperando recoger sus abrigos.

—No te preocupes —murmuró Edward—. No pertenece al personal de la casa. La han contratado para esta ocasión.

La fue guiando a través de grupos de gente que conversaban animadamente, hasta una gran habitación con una especie de mueble bar al fondo. Bella miró a su alrededor, le daba un poco de miedo ver a tanta gente desconocida.

—Allí está Charlie, siempre cerca de las bebidas —murmuró Edward en voz baja, y de inmediato agregó—: prepárate, mi amor, porque vas a conocer a mi querido hermano, el padre de Jasper.

Charlie Cullen era un poco más bajo que su hermano, con menos pelo y una incipiente barriga. Parecía mayor que Edward, pero en su sonrisa Bella creyó recordar la sonrisa de Jasper.

—No recuerdo haberla visto aquí con Edward, señorita… Swan —dijo mientras le ofrecía una copa.

—Por favor llámeme Bella —respondió ella sonriéndole amablemente, mientras ignoraba la sonrisa burlona de Edward.

—Supongo que no tienes idea del honor que representa conocerla, Charlie — murmuró Edward y le preguntó—: ¿Cuándo será el gran momento?

—Falta poco —Charlie miró a su alrededor y agregó—: no veo la necesidad de formar todo este escándalo. Hicimos también una fiesta en Yorkshire la semana pasada. Pero ya sabes cómo es Marion…

—Por supuesto. Vamos, querida, no quiero que nos perdamos nada.

—¿Qué es lo que va a pasar? —le preguntó Bella, se estaba empezando a poner de muy mal humor—. ¿En dónde está Jasper? Quiero verle a solas unos minutos.

—Le vamos a ver ahora mismo. Vamos a tomar una copa de champán. —Yo no quiero champán.

—Pero debes beber, es algo tradicional, y la diversión apenas ha comenzado — la llevó a la habitación contigua que estaba llena de gente, y Bella se vio obligada a aceptar la copa a su pesar.

Charlie pasó junto a ellos y dijo:
—Creo que tengo que representar mi papel.

En el momento en que Bella iba a insistir en ver a Jasper, se hizo un silencio total en la sala.

Confundida miró a su alrededor, y por fin vio a Jasper. Estaba en la habitación junto a dos mujeres. Bella se dio cuenta de que una de ellas era su madre. Era alta, de cabello corto oscuro, y llevaba puesto un vestido muy caro. Sonreía, mientras jugueteaba nerviosamente con sus anillos, pero a pesar de su sonrisa, Bella estaba convencida de que era una mujer con mal carácter, y el pensarlo la hizo temblar.


Después de unos instantes advirtió que la otra mujer, apenas una niña, estaba colgada del brazo de Jasper, que llevaba un frac, y se había afeitado la barba además de cortarse el pelo. Estaba muy diferente de como ella le recordaba, pero su sonrisa era la misma de siempre. De pronto la voz de Charlie resonó en toda la habitación.

—Y ahora, amigos, les propongo levantar sus copas para brindar por Jasper y Alice. Les deseamos una larga vida juntos llena de felicidad.

Bella palideció, y apretó la copa que llevaba en la mano al ver que Jasper se inclinaba y besaba a la joven que sonreía y levantaba la mano izquierda para que todo el mundo viera el anillo de diamantes que adornaba su dedo.
Bella lanzó un gemido ahogado mientras todo el mundo se acercaba a la pareja para darles la enhorabuena. Se le cayó la copa de las manos y se estrelló en el suelo. Salió corriendo. Una criada salió a su encuentro en el hall y la miró sorprendida.

—Permítame, señorita… —comenzó a decir mientras Bella intentaba en vano abrir la puerta, el nerviosismo la hacía temblar. Y de pronto las manos de Edward se posaron sobre sus hombros mientras le decía con mucha serenidad.

—Ven al invernadero, allí se está más fresco y podrás tranquilizarte. Allí estaremos solos.

La sujetaba con tanta fuerza y determinación que le resultaba imposible soltarse, por lo tanto se dejó llevar en silencio, sin oponer resistencia.
Llegaron hasta el invernadero. Había plantas rarísimas y flores con fragancias muy especiales. Las luces se reflejaban en un pequeño estanque en el que había peces de colores. Se quedó inmóvil junto a él observando cada movimiento del agua. Aunque el ambiente era muy cálido, sentía frío.

—Bébete esto —le ordenó Edward entregándole una copa—, pero esta vez no dejes caer la copa porque son muy caras, como escocesa que eres deberías saberlo.

Obedientemente bebió un trago, pero tosió al notar que le quemaba la garganta. Era una manera violenta de volver a la realidad, pero era lo que necesitaba, y logró reunir valor para enfrentarse a Edward.

—Usted lo sabía —exclamó—. Usted lo sabía. —Por supuesto que lo sabía.

—Y no me lo dijo. ¿Por qué? —No, no te lo dije.

—¿Cómo ha podido ser tan cruel? —preguntó sintiendo que no podía contener las lágrimas.

—Tenía que ser cruel… para ser bueno. Hice todo lo posible para convencerte de que te olvidaras de él, de que te fueras. Hasta te dije que regresaras a Escocia, pero no quisiste. Lo que sucede es que nada hace cambiar de idea a la señorita Swan cuando se le mete algo en la cabeza.

—¿Por qué no me dijo la verdad? —preguntó tratando de controlar el temblor de su voz.

—Porque nada sobre la tierra te hubiera convencido de que era verdad. Considerabas a Jasper un héroe, y a mí como a un ser despreciable. Cualquier cosa que te hubiera dicho sobre la existencia de Alice no hubiera servido de nada ya que hubieras pensado que te lo decía por algún motivo oscuro; aunque quién sabe qué es lo que te hace pensar que tengo algo en contra tuya.
Bella guardó silencio, lo que decía Edward era muy razonable, pero la tristeza y la decepción que ella sentía en aquel momento no tenían consuelo posible.

—Toma —dijo Edward en voz baja y le ofreció un pañuelo. Esta inesperada actitud terminó de desarmarla. Se sentó en una silla y se echó a llorar amargamente.

Por fortuna él no hizo nada por impedir que llorara; a no ser por la repentina luz de su encendedor, Bella se hubiese olvidado de su presencia.
Poco a poco fue recuperando la tranquilidad, y cuando se sintió más calmada se incorporó deseando que Edward no la estuviera observando.

—¿Quién es ella? —le preguntó.

—¿Alice? Pues la típica niña rica. Su padre está en el negocio de las lanas. Viven cerca de Bradford. Conoció a Jasper en Kitzbuhl hace un par de años.
—¿Si la conoce desde hace tiempo, cómo pudo portarse conmigo de esa manera?

—Como te habrás dado cuenta, yo nunca le dediqué mucho tiempo a Jasper. Le mimaron mucho de niño, creo que Charlie nunca lo supo hasta que ya era demasiado tarde. Marion es bastante tonta, y creo que jamás ha sido una persona de sentimientos profundos… tal vez Jasper ha salido a su madre.

—¿Lo cree así?

—¿Qué quieres que te diga? ¿Que todo ha sido un terrible error y que es a ti a quien ama? ¿Que lo único que tienes que hacer es volver a la sala para que él regrese junto a ti?

—Pero él me quería. Yo lo sé.

—Supongo que sí, a su manera y durante un tiempo… si es que eso te sirve de consuelo. Pero te aseguro que aunque te quisiera realmente, jamás renunciaría al dinero de Alice por ti. Además, Marion no se lo permitiría.

—¡Qué sincero es usted!

—Pobre Cenicienta, llegar al baile para descubrir que el príncipe se ha convertido en una calabaza.

Bella miró el pañuelo que tenía en las manos y notó que tenía las iniciales de Edward. Recordó que las de Jasper también eran ésas, y de nuevo asomaron las lágrimas a sus ojos.

—Ya basta… ya has llorado bastante. Ahora quiero que hablemos muy seriamente.

—¿Acaso hay algo que decir? No acabo de entender por qué me trajo a este lugar… vestida así.

—Creo que eres menos perceptiva de lo que imaginé. Ese encantador vestido que llevas puesto es un disfraz. ¿Crees que alguno de los invitados de esta noche ha dejado de mirarte y de considerarte como a una joven y atractiva mujer? Si yo te hubiera dado la dirección, permitiendo que llegaras aquí con vaqueros y con la mochila al hombro, hubieras pasado una vergüenza horrible. ¿Es eso lo que querías? ¿Que todos te miraran y se rieran? Porque se hubieran reído, eso te lo aseguro. Es cierto, te has sentido humillada, pero nadie lo sabe excepto tú y yo. Y creo que Jasper, ya que se dio cuenta de tu huida hace un momento. Al menos se quedó blanco como un papel. Pero para todos los demás, eres la nueva amiga de Edward, te guste o no.

—Me tengo que ir.

—Aún quedan cosas que tenemos que discutir. —No tengo nada que discutir con usted, señor Cullen.

—Está bien, estás herida y enfadada porque te hice bajar de golpe de la séptima nube. Pero date cuenta de que te hubieras caído de todas formas, Bella. Llegaste a Londres por voluntad propia y has visto a Jasper que era lo que tú querías. Sabes muy bien que hace un momento no sólo llorabas por él, sino porque él era tu primer amor y eso significa mucho para cualquier persona. Pero te aseguro que el primer amor no lo es todo.

—Sí, le creo —asintió ella con sarcasmo—. Estoy segura de que es usted un experto… debe ser cosa de familia.

—¡Maldita sea! —murmuró en voz baja—. Pero aunque tuvieras razón, al menos me relaciono con mujeres que saben a qué atenerse. Yo no acepto dulces de una niña, porque sólo una niña pudo haber sido engañada por alguien como Jasper.

—Supongo que me lo merecía —extendió la mano—. Adiós, señor Cullen, lamento no poder decir que haya sido un placer conocerle.

—¿Cómo piensas irte de aquí… y hacia dónde?

—Supongo que debe haber algún taxi… y además puedo ir a un hotel.

—Sí, claro que hay taxis y hoteles, pero para eso necesitas dinero. Y en algunos hoteles respetables no te aceptan sin equipaje.

Bella se quedó en silencio. Era como jugar al ajedrez con un experto. Edward se le anticipaba y le bloqueaba cada movimiento.

—Vamos a hacer algo muy diferente —prosiguió Edward con calma—. Ve a alguna habitación del piso superior y arréglate el maquillaje, después debes enfrentarte a Jasper—le cogió la barbilla y Bella tembló involuntariamente—, pero eso, sí, invéntate cualquier historia menos la verdadera. No le vayas a dar ese gusto. Después te llevaré a casa con tu orgullo intacto.
Subió a maquillarse, y al abandonar la habitación, como había supuesto, se encontró a Jasper.

—¡Bell! —exclamó, estaba muy pálido y se humedeció los labios—. No lo podía creer. ¿Qué diablos haces aquí? ¿Quién te ha traído?

—Oh… sé que ha sido cruel por mi parte —respondió sonriéndole encantadoramente—, pero Edward y yo pensamos que sería una buena broma que yo apareciera aquí como un mal recuerdo del pasado. Te aseguro que tu expresión fue muy elocuente al verme, no me la hubiera perdido por nada del mundo —la misma Bella no llegaba a comprender cómo podía mentir con tanta facilidad.


—¿Eres la novia de Edward? —preguntó el joven más tranquilo.

—Así es —le respondió Edward que se unió a ellos en ese instante—. Creo que no te has dado cuenta de lo que has dejado escapar, querido sobrino.

—Oh, claro, Bell es un ángel —dijo el muchacho algo molesto—. No te culpo… es que me quedé muy sorprendido.

—El mundo está lleno de sorpresas —comentó Bella muy alegre—. Pobrecito, debí avisarte de que venía a Londres. Edward apenas si me ha dado tiempo para respirar desde que llegué.

Edward se colocó a su lado y le pasó un brazo por encima de los hombros. Bella sintió el impulso de alejarse de él, pero las circunstancias no se lo permitían. Al mirarle, notó que llevaba su estola en el brazo.

—¿Ya os vais? —preguntó Jasper con curiosidad.

—Sí —afirmó Edward y antes de que Bella pudiera decir o hacer algo la besó suavemente en la boca—. Creo que ya es hora de que toda niña buena esté en la cama —y le siguió sonriendo con los ojos fijos en los de ella.

Jasper se sonrojó y miró pensativo a Bella. —Ya veo cómo están las cosas. Que seas feliz.

—Además… —era evidente que Edward estaba disfrutando con aquella situación—Rose no me perdonaría si le devuelvo a Bella muy tarde.

—¿Rose Fenton? ¿Es que Bell está viviendo con ella? Entiendo.

—Lo dudo —contestó Edward en voz muy baja mientras cogía la mano de Bella—Vamos, querida, ya es tarde. Jasper, dile a tu madre que la llamaré por teléfono —y se llevó a Bella.


—¿Cómo te atreviste a tanto? —le preguntó furiosa una vez dentro del coche.

 —¿Cómo me atreví a qué?

—A manosearme de esa manera —exclamó; se enfadó aún más al oírle reír.

—Oh, vamos no creo que ese haya sido el abrazo más fuerte que hayas recibido. Creo que tendré que hablar con Jasper.

—Oh, cállate. Al menos con Jasper nunca me sentí mal. 

—Supongo que eso hubiera sucedido… con el tiempo.

Bella buscó una respuesta adecuada pero, al no encontrarla, decidió defenderse de sus comentarios detrás de la barrera del silencio.
Edward Cullen no pareció preocuparse por ello. Mientras conducía iba tarareando alguna canción o haciendo comentarios sobre el estado de las carreteras. De pronto encendió la radio.

—Espero que no te moleste —dijo.

Bella no lograba reconocer al acento del locutor, pero la música que tocaban tenía el poder de calmarla. Bella se recostó en el asiento y poco a poco las luces comenzaron a verse muy pequeñas.

Inclinó la cabeza y, sin darse cuenta, la apoyó en el hombro de su acompañante, y comenzó a respirar acompasadamente.

Estaba flotando en una nube. Jasper estaba a su lado, y sus besos eran suaves como la bruma de Highland. Qué protegida y segura se sentía… De pronto apareció una nube negra entre ambos. Era Edward Cullen.

—Baja de la séptima nube —le decía—. Baja, baja.
Abrió los ojos y vio a Edward de pie junto a su cama con una taza de café en la mano.

—Eres terrible por las mañanas —comentó con tono sarcástico—. ¿Quieres tomarte el café en la cama?

Bella le miró asustada y rápidamente se cubrió los hombros desnudos con la colcha.

—No te preocupes. Sólo te falta el vestido. Supuse que no querrías estropearlo durmiendo con él, por eso lo colgué en el armario.
—¿Qué has dicho que hiciste?
—Oh, vamos, crece de una vez. No te irás a ofender porque te haya desnudado y te haya metido en la cama anoche. En la fiesta había mujeres que enseñaban mucho más que tú ahora.

—¿Te importa decirme qué diablos estoy haciendo aquí? —preguntó Bella, roja de vergüenza.

—Con mucho gusto —respondió él y se sentó en el borde de la cama—. Estás aquí como una huésped, y te irás en cuanto logre hablar por teléfono con Rose Fenton para pedirle que te acepte en su apartamento.

—No me agrada sentir que me pasan de mano en mano como si fuera un molesto paquete.

—Y yo no creo que tengas otra opción. Sé que Rose está buscando a alguien con quien compartir el apartamento, y para nosotros dos sería una excelente solución. No me gusta la idea de que vivas en esta ciudad sin nadie que pueda cuidarte.

—No soy una criatura.

—No, claro que no. Desde tu llegada tu conducta ha sido de lo más madura… 

—Pero no conozco a Rose.

—La conoces tanto como se conocen la mayor parte de las chicas que comparten una vivienda en la actualidad. Por lo general, ponen un anuncio en el periódico, pero en este caso seré yo el que os ponga en contacto. Además, estoy seguro de que Rose te caerá bien.

—Si tú lo dices… —declaró con sarcasmo.

—Sólo tú eres capaz de dar una respuesta así. Dices que no tienes a dónde ir, que no puedes volver a Escocia, por lo tanto, tal vez sea mejor que hagas realidad la historia que inventaste y trates de disfrutar de tu estancia en Londres. Estoy seguro de que Rose te ayudará a encontrar algún trabajo. Es actriz, por lo tanto sabe cómo encontrar trabajos temporales entre cada contrato.

—Entiendo. Está bien, al menos lo voy a intentar. Y… gracias —agregó con dificultad.

—Bueno, ahora bébete el café antes de que se te enfríe.

Bella le hizo caso y cuando Edward ya iba a salir de la habitación le preguntó: —Edward… perdóname la impertinencia… pero… ¿es Rose una de tus mujeres?


—No —respondió, recostándose en la puerta—. Pero me llama la atención tu interés. ¿Será porque te interesa pertenecer al club de mis admiradoras?
A pesar de estar cubierta por la colcha, Bella se sintió desnuda bajo la mirada insolente de Edward.

—Si es así, será mejor que te lo quites de la cabeza. Ya te dije anoche que yo no acepto dulces de los niños y menos cuando están dormidos. Lo menos que exijo de «mis amantes», como tú las llamas, es que estén despiertas y me dediquen toda su atención. Tú has fracasado en las dos cosas.

La puerta se cerró en el momento justo en que Bella le arrojaba la almohada.
Casi a pesar suyo, Bella descubrió que Rose Fenton era verdaderamente agradable; de corta estatura y pelo rojizo, rasgos muy delicados y una sonrisa encantadora. Al abrir la puerta, les recibió con mucho entusiasmo.

—¡Edward, eres un ángel! —exclamó echándose en sus brazos—. Me has salvado la vida. Estaba desesperada desde que la idiota de Jill decidió regresar a Birmingham.

—Cuidado, Sal, le vas a dar una mala impresión a la señorita Swan —apuntó Edward mirando a Bella con malicia.

—¿Señorita Swan? Oh, por favor, no me gustan las formalidades. Por lo que me dijiste por teléfono se llama Bella —exclamó de buen humor cogiendo de la mano a la recién llegada—. Por favor, pasa y dime que te gusta todo y que te quedarás mucho tiempo. Necesito desesperadamente a alguien que me ayude a pagar el alquiler, y por supuesto también alguien que me haga compañía.

—No le digas eso —respondió Edward en voz alta—. Es escocesa y muy «responsable» en cuestiones de dinero.

—Eso no es verdad —protestó Bella indignada, pero se tranquilizó cuando Rose le dijo:
—Oh, por favor, no le hagas caso. Suele decir las cosas más terribles acerca de todo el mundo, pero se lo tenemos que perdonar porque es un hombre muy importante. ¿No es así, querido?

—Nada importante para ti, Rose… en ningún sentido —respondió bruscamente—Iré a buscar el equipaje al coche.

—Y nosotras prepararemos la otra cama. Lo único malo es que la habitación es un poco pequeña. ¿Tienes mucho equipaje?

—Casi nada —confesó Bella.

—Oh —Rose se volvió y la observó un instante—. Entonces podemos ir de compras. Y no me mires asustada. No necesitas gastarte todo el dinero para ir bien vestida. Con un vestido sencillo estarás perfecta… porque según parece los vaqueros que traes puestos han visto mejores épocas.

Era imposible ofenderse con Rose, por lo tanto, después de sonreírle la ayudó a sacar sábanas y mantas y a hacer la cama.

—Aquí llega Edward con tus cosas. Échale una mano mientras yo vacío un par de cajones para que pongas tu ropa.

Bella entró en la sala en el momento en que Edward depositaba la guitarra en el suelo junto a la mesa. También había dejado su mochila y unas cajas con el nombre de la tienda a la que habían ido el día anterior.

—Creo que hay un error —dijo Bella rápidamente. —¿Me he olvidado de algo?
—No, pero esas cajas no me pertenecen.

—No seas tonta. Claro que son tuyas. ¿Qué diablos podría hacer yo con todo lo que contienen? Y no me vayas a decir que se las puedo dar a alguna de «mis amantes», porque te juro que te doy una buena paliza.

—No iba a decir eso, pero no puedo aceptar esa ropa. Tienes que darte cuenta de que yo no puedo pagar todo eso. Las acepté ayer porque pensé que…

—Pensaste que Jasper las pagaría una vez que fueras su esposa —terminó la frase por ella—. Pero como ya te dije, queda en la familia. Por supuesto —su voz adquirió un tono que a Bella le daba miedo—, si insistes en pagarme de alguna otra manera, estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo.

—Por favor —le dijo con dificultad—. Quiero agradecerte todo lo que has hecho por mí, pero tú me haces las cosas más difíciles.

7 comentarios:

  1. Que cosa con Edward jajajaja 😝

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  2. Ede arde a de ser pariente de dr.House jajaja k mala onda con jasper pero bella salio en Buenas condiciones

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  3. Que cruel despertar para bella.
    Ese edwarars que malo jejeejje y que grosero y dice que el mimado es jasper jajaja.
    Haber como vuelven a encontrarse.

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  4. HAhahahhah ese edward ... me encanta y como se irán a encontrar otra vez , ojalá puedas subir pronto el siguiente capítulo... gracias 😊 😘❤❤

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  5. que buena historia me gusta ese edward

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  6. jummm parece que Edward es medio bipolar... primero la trata bien, después le muestra lo de Jasper, después la hace pasar por su novia, ahora le consigue una casa con Rose.... es muuuy raro...
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  7. Sí es bastante peculiar este Edward. Veremos qué pasa en el siguiente capítulo

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