Parcela de Tierra 6
Bella tuvo que hacer un gran esfuerzo para no estallar en carcajadas.
—Ya lo hemos intentado y no funcionó —le recordó.
Edward tragó saliva.
—Yo creo que deberíamos volver a intentarlo. Bella cerró los ojos.
—¿Por qué? —le preguntó al abrirlos. —Porque estás embarazada.
Claro, porque estaba embarazada, no porque estuviera enamorado de ella. A juzgar por la expresión de su rostro, Edward no iba a querer escuchar un «no» por respuesta.
—También es mi hijo, Bella. Quiero que lleve mi apellido y que crezca con su madre y con su padre.
Bella sabía que Edward lo estaba intentando con todas sus fuerzas, pero no era suficiente.
—Ésa no es razón para casarse, Edward.
—¿Cómo que no? Todo el mundo se va a enterar de que estás embarazada. Dirán de ti que eres una fresca y del niño que es un bastardo —le recordó masajeándose la nuca—. Gabriel's Crossing es un lugar maravilloso y sus habitantes son buena gente, pero los dos sabemos que hay unas cuantas personas que hablan demasiado. A lo mejor, nunca te lo dicen a la cara, pero hablarán de ti a tus espaldas, hablarán de nuestro hijo cuando no esté. ¿Te parece justo traer un niño al mundo con esa carga?
Bella negó con la cabeza, sintiéndose culpable.
Era cierto que Gabriel's Crossing era un lugar maravilloso, pero también era cierto que había personas de creencias obsoletas y, aunque Bella estaba convencida de que nadie los trataría mal ni a ella ni al niño, sí que creía que hablarían a sus espaldas.
Al final, algún día, su hijo oiría la palabra «bastardo» o «ilegítimo» y querría saber por qué se lo llamaban.
Aunque Edward tuviera un papel activo en la vida de su hijo, el estigma estaría presente y, además, no era lo mismo criarse con ambos padres en la misma casa que ver a tu padre solamente los fines de semana.
—Podemos hacer que funcione —insistió Edward tocándole el brazo—. Casi todos los preparativos de la boda estaban listos y, a no ser que tú le hayas dicho a alguien que la habíamos cancelado, nadie lo sabe. Podemos seguir adelante como estaba previsto.
Edward hablaba con seriedad, pero como si estuviera planeando comprar más cabezas de ganado, sin emoción. Obviamente, no lo emocionaba la idea de pasar la vida a su lado. Se quería casar con ella porque era un hombre responsable y creía que aquello era lo correcto.
A Bella le hubiera gustado poder oponerse a su lógica, pero a ella la habían educado igual que a él, con la misma escala de valores. Además, No quería ser madre soltera, no quería que la gente hablara de ella.
Si Edward la quisiera un poquito... pero no, era obvio que no sentía nada por ella. Aquello la entristecía profundamente porque, a pesar de todo lo ocurrido, ella lo seguía amando con todo su corazón.
Bella ni siquiera sabía por qué le había pedido que se casara con él. Ahora, ya no importaba. Ahora, lo único que importaba era el bienestar de su hijo, sus deseos y sentimientos quedaban en segundo plano.
Aunque no le hacía ninguna gracia casarse con un hombre que no la amaba, tenía que anteponer los derechos de su hijo a tener una infancia feliz y exenta de cotilleos, así que cerró los ojos y decidió sacrificar su felicidad por la de su bebé.
—Muy bien —accedió.
—Muy bien —contestó Edward—. Vamos a adelantar la fecha y no le vamos a decir a nadie lo del niño, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —contestó Bella avanzando hacia su coche —. Ya nos veremos.
Edward la tomó del brazo.
—¿Puedo hacer algo?
—No, gracias. De momento, estoy bien.
—Si cambias de opinión, me lo dices, ¿eh?
—Claro —contestó Bella obligándose a sonreír.
A continuación, se metió en el coche y se alejó mientras Edward se quedaba mirando el vehículo. Una vez a solas, Bella se dijo que estaba prometida otra vez y no supo si sentirse aliviada o descorazonada. Se iba a casar con el mismo hombre, pero dos cosas habían cambiado: estaba embarazada y ahora sabía que era todo una farsa.
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Bella se pasó las siguientes semanas ocupada con los vómitos matinales y los preparativos de la boda, que había sido adelantada varios meses y que se iba a celebrar ahora en el rancho de los Cullen en lugar de en la iglesia.
Todo lo que tendría que haber sido un placer, como elegir las flores, hacerse el vestido de novia o mandar las invitaciones, se convirtieron en meras obligaciones que Bella llevaba a cabo fingiendo nervios y emoción.
Edward y ella habían quedado unas cuantas veces para que nadie sospechara que no eran una pareja feliz. Bella había pensado en más de una ocasión que eso era lo que la esperaba para el resto de su vida, fingir que era feliz.
Bueno, al menos, tendría a su hijo y podría hacerlo feliz a él.
En aquel momento, alguien llamó a la puerta. Era la madre de Edward.
—Sólo faltas tú —sonrió Alice.
—Ya voy —contestó Bella poniéndose en pie y alisando las arrugas de su traje de novia con la mano.
Mientras seguía a su futura suegra hacia el jardín donde se iba a celebrar la ceremonia, Bella notó que el corazón le latía aceleradamente. Cuando llegó al pie de las escaleras, encontró a su padre esperándola e hizo todo lo que pudo para dedicarle una sonrisa radiante.
—Qué guapa estás —dijo Wyatt Swan con la voz tomada por la emoción—. Me recuerdas a tu madre el día que nos casamos.
Ante la mención de su madre, Bella sintió que se le saltaban las lágrimas, pero consiguió controlarse.
Su madre habría sido la única persona a la que le podría haber confiado lo que le estaba pasando, pero no estaba. Bella tenía que hacer lo que tenía que hacer ella sola, así que avanzó del brazo de su padre en dirección al jardín.
Una vez fuera, caminaron sobre la alfombra roja rodeada de sillas blancas a ambos lados en las que estaban sus familiares y amigos con sus mejores galas.
Y, al fondo, junto al altar, estaba Edward.
Bella se quedó mirándolo y creyó que se le paraba el corazón.
Edward siempre estaba guapo, pero aquel día lo estaba más que nunca, con su traje negro y sus botas nuevas, con el pelo tan negro que parecía azul bajo el sol. Edward también la había visto y la estaba mirando.
Aunque no se casaban por amor, era obvio que el deseo seguía vivo entre ellos. Por lo menos, por parte de Bella, que era consciente de que lo mejor que podía hacer era ocultarle que con una mirada o una caricia se derretiría.
—¿Preparada? —le preguntó su padre.
Bella asintió tragando saliva y rezando para llegar al altar sin desmayarse, vomitar o ponerse a llorar.
En aquel momento, empezó la música y todos los congregados se pusieron en pie y miraron hacia la casa, esperando ver aparecer a la novia.
Edward había visto a Bella y le había parecido que, si no hubiera sido porque iba del brazo de su padre, habría salido corriendo, lo que no le extrañaba porque él habría hecho lo mismo de no haber estado acompañado por su hermano, el cura y cincuenta invitados.
Por enésima vez, se metió el dedo por el cuello de la camisa, que le apretaba hasta asfixiarlo.
Maldición.
Bella estaba tardando demasiado en ponerse a andar, así que Edward la miró a los ojos y le hizo una señal con la cabeza. Bella la captó y comenzó a avanzar hacia él. A pesar de que Edward ya había pasado por todo aquello antes, no podía negar que estaba preciosa.
Wyatt Swan le entregó a su hija con lágrimas en los ojos y Edward se encontró ante el cura con Bella a su lado. Bella le apretó la mano y Edward supuso que era por puros nervios, así que se la apretó también para tranquilizarla.
Aunque no tenía ninguna esperanza de que aquel matrimonio le saliera mejor que el primero, estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en su mano para ser un buen padre y un esposo decente.
—Edward Cullen Masen, ¿quieres por esposa a esta mujer para amarla, honrarla y respetarla hasta que la muerte os separe? —le preguntó el sacerdote.
Edward miró a Bella a los ojos.
—Sí, quiero —contestó.
Bella le colocó la alianza y escuchó mientras el sacerdote le hacía la misma pregunta.
—Bella Marie Swan, ¿quieres a este hombre para amarlo, honrarlo y respetarlo hasta que la muerte os separe?
—Sí, quiero —contestó con tranquilidad a pesar de que estaba nerviosísima.
El sacerdote los declaró marido y mujer y le indicó a Edward que podía besar a la novia, momento en el que los invitados estallaron en gritos de júbilo.
Antes de que los rodearan, Edward se inclinó sobre Bella y la besó. Para su sorpresa, ella lo besó también y se aferró a su brazo.
A Edward no le hubiera importado seguir besándola, pero la gente que se había acercado a darles la enhorabuena se lo impidió.
Para su sorpresa, se sentía más cómodo junto a su nueva esposa de lo que había esperado.
La ceremonia y la pequeña celebración que tuvo lugar a continuación transcurrieron sin percances. Teniendo en cuenta que ni el novio ni la novia querían estar donde estaban, había sido todo un logro.
Cuando abandonaron la celebración, que había tenido lugar también en casa de los padres de Edward, Bella pensó que era divertida tanta ironía.
A continuación, se dirigieron a su casa o, mejor dicho, a casa de su padre porque tenían que hacer la mudanza, recoger las cosas de Bella y llevarlas al rancho de Edward.
Tras tres viajes de una casa a otra, Bella se encontraba agotada a pesar de que Edward no le había permitido llevar nada pesado. Todavía le quedaban muchas cosas por llevarse, pero el rancho de su padre estaba a tan sólo un par de kilómetros, así que Bella bostezó, subió las escaleras seguida por Edward y, una vez en el rellano de la planta superior, se dirigió a la habitación de invitados donde habían estado dejando sus cosas.
—Pareces cansada —comentó Edward mientras Bella se sentaba en el borde de la cama.
A continuación, dejó la caja que llevaba en el suelo. —¿Por qué no te echas una siesta?
Lo cierto era que Bella podría haberse quedado dormida fácilmente porque el día había sido realmente estresante, pero era el día de su boda. Bueno, su noche de bodas. Bella miró el reloj que había sobre la mesilla de noche y vio que eran solamente las siete de la tarde.
Al no obtener contestación, Edward se irguió, se metió las manos en los bolsillos, avanzó hacia la puerta y se fue.
¡Y Bella, que esperaba que saltara sobre ella y que diera rienda suelta a la pasión durante una semana!
¡Ya!
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Ouu, espero que Edward no sea odioso todo el tipo para que puedan arreglar todo.
ResponderEliminarla verdad es que, como Edward siga en ese plan, ese matrimonio no va durar ni dos suspiros. y lo mejor, es que aún no se ha enterado Bella del trato para que ambos se casaran. Me temo, que entonces, sí que habrá perdido a su mujer, mucho antes que que él se temía; y esta vez, no será por infidelidad, sino por traicionar su confianza y mentirle.. Nos leemos en el próximo.
ResponderEliminarLo ameee gracias x el cap, aunque en este momento quiera castrar a edd
ResponderEliminarPobre bells se quedo con las ganas ese ed salió corriendo
ResponderEliminarQue aburrido este Edward.
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