Inocente Amor 7

Bella se sentó en silencio, observando a Edward leerle un cuento a su hija antes de acostarse. Su mente era un completo caos. Aquel podría haber sido un día idílico, de no haber planeado la sombra del futuro de su hija sobre todo cuanto hacía. Bella, Nessie y Edward habían ido de excursión a la playa, recorriendo los gloriosos jardines fragantes de la villa. Saltando por el camino, delante de ellos, Nessie parecía la viva imagen de la felicidad. De vez en cuando, Edward la llamaba para mostrarle algo, y la niña acudía presurosa. Bella reprimía sus deseos de ser ella quien le enseñara las maravillas del mundo. Por supuesto, Edward y Nessie hablaban en griego, y Bella tenía que pedirle a él que se lo tradujera. La lengua era otra barrera más. Hasta que, de pronto, Nessie habló en inglés.

—Heidi nació y se crio en Inglaterra —explicó Edward incómodo—. Ella y Jane hablan casi siempre en inglés. Nessie será bilingüe, probablemente. Sabe tantas palabras en inglés como en griego.

Después de eso, todo pareció más fácil. Bella no dijo nada, solo lo miró con dureza. Y, desde ese momento en adelante, se dedicó enteramente a Nessie, construyendo con ella castillos de arena y bañándose y riendo con ella. En una ocasión, incluso, Bella había alzado y abrazado a su hija, al ver venir una enorme ola. Por un glorioso momento había tenido su cuerpo cerca, la había oído reír en su oído. Hasta que la niña le pidió que la soltara.

Edward terminó de leer el cuento y besó el rostro adormecido de Nessie. Las lágrimas resbalaban por las mejillas de Bella que, no obstante, se negaba a llorar. El día había sido feliz y amargo al mismo tiempo, pero el júbilo había sobrepasado con creces la tristeza.

Pero era tarde, muy tarde. Nessie se había empeñado en permanecer despierta y, debido a la visita de Bella, Edward se lo había permitido. Bella sabía que Edward solo lo hacía para demostrarle lo feliz que era la niña. Y Nessie colaboraba inconscientemente con el plan. Se había negado a echarse la siesta en la playa, pero finalmente había consentido en acurrucarse sobre el pecho de Edward por un rato. Y Bella no había podido reprimir la envidia. Aquella era la imagen más tierna que hubiera visto jamás. Incluso deseó que Edward fuera el padre de Nessie, en lugar de Garrett.

—Buenas noches, Ness —murmuró Edward.

—Buenas noches —respondió la niña despidiéndose con la manita.

—Dale las buenas noches a Bella —ordenó él.

—Buenas noches, Bella —contestó Nessie obediente.

—Buenas noches, Nessie —dijo Bella conmovida, observando a su hija tapar a la nueva muñeca.

—Buenas noches, mamá —añadió la niña.

Bella se quedó helada. Por un momento creyó que había ocurrido por fin lo que más anhelaba en el mundo, pero al volver la vista vio a su hija abrazar y besar a la muñeca. Edward se quedó paralizado. Contemplar el júbilo y la decepción en el rostro de Bella había sido para él más conmovedor de lo que nunca hubiera creído. Además, Nessie demostraba cada día más su necesidad de una madre. Atónito, observó el rostro pálido de Bella, la oyó sollozar y la vio salir disparada, como si la persiguiera el mismo diablo. Edward juró en silencio. Los sucesos se precipitaban ante sus ojos. Tenía que tomar medidas, cuanto antes.

Bella corrió hasta quedar sin aliento. Incapaz de seguir, se derrumbó en medio de la escalera. Edward se sentó en un escalón, junto a ella. Estaba tan agotada, física y emocionalmente, que era incapaz de seguir luchando. Solo deseaba volver a la villa y meterse en la cama.

—¡Márchate! —gritó ella.

—Bella, lo siento —contestó él con voz trémula. Bella volvió la vista hacia él, atónita ante su aparente sinceridad, buscando confirmación en la expresión de su rostro. Edward parecía realmente apesadumbrado—. Lo siento —volvió a repetir él.

—No me acordaba… —musitó ella confusa, sintiendo que él acariciaba su mejilla—… de la muñeca. Debería haberme dado cuenta, pero…

—Ha sido un momento muy triste para ti —observó él tomándola de la barbilla—. Pobre Nessie, creo que he estado ciego.

—¿Ciego?

—Ciego a sus necesidades.

Bella lo miró abriendo enormemente los ojos, inquisitiva, esperanzada. Por supuesto, Edward era ciego a sus necesidades, pero no a las de Nessie. Quizá, por fin, hubiera comprendido que la niña necesitaba una madre, la necesitaba a ella. Quizá, por fin, le permitiera entablara una relación seria con Nessie. Era su oportunidad.

—Edward, tú quieres que me marche, que me aleje de mi hija para siempre, pero no puedes separarnos. Sería un error. Ahora lo comprendes, ¿verdad? Ella necesita a su madre.

—Claro, necesita una madre, pero… ¿crees que te necesita a ti?

—Tú crees que soy una criminal, pero no es cierto. Y, aunque lo fuera, ¿qué puede importar eso? Nessie necesita a su madre, a su madre de verdad. No a Heidi ni a Gia, ni a cualquier otra mujer que tú puedas encontrar. ¡Me necesita a mí! Yo apenas la conozco, pero me he dado cuenta de inmediato de que le falta algo en la vida. Deja que forme parte de su mundo, Edward. Ella me necesita.

—Pides demasiado.

—No, si quien te preocupa de verdad es ella —se defendió Bella apasionadamente—. Tienes que dejar a un lado tu ira, tu sed de venganza, y hacer lo mejor para ella.

—Necesito tiempo para pensarlo —contestó Edward tras una pausa, observándola.

—¿Cuánto?

—No lo sé, no sé cuánto tardaré en hallar la mejor solución. En realidad, al principio, ni siquiera quería que te acercarás a ella. En parte deseaba mantenerme firme en mi decisión, pero por otro lado…

—¿Por otro lado? —preguntó Bella con ansiedad, escrutando su rostro.

—Me preocupaba el daño que pudieras hacernos a los dos —confesó Edward.

—¿Y por qué iba a querer hacer daño a mi propia hija? Edward, seré prudente, sensible —prometió Bella—. Tú decidirás cuándo ha llegado el momento. Seré la amiga de su padre hasta que tú decidas contarle la verdad…

—Eso puede llevar mucho tiempo.

—Tengo toda una vida. ¿Qué otra cosa podría ser más importante, que esto?

—Sé que lo dices en serio, jamás he conocido a nadie tan cabezota como tú —musitó Edward—. Lo pensaré. Haré lo que crea más conveniente para Nessie. Y no tendré en cuenta tus deseos. Y ahora, por favor, suéltame, deja que fluya de nuevo la sangre por mis venas.

Bella bajó la vista y soltó el brazo de Edward, que había estado agarrando sin darse cuenta.

—Lo siento, no me daba cuenta. Me he dejado llevar…

—Siempre te dejas llevar.

—Sí, mis sentimientos hacia mi hija son muy fuertes. Y sé que los tuyos también.

—Hoy ha sido un día agotador para ti —repuso Edward.

—Ha sido maravilloso.

—Maravilloso y terrible, creo.

Bella permaneció en silencio. Por nada del mundo se habría perdido ese día. Se agarró a la balaustrada, se puso en pie y comenzó a bajar el resto de la escalera. A su espalda, oyó a Edward hablar con Gia. Luego él pasó por delante de ella y le abrió la puerta.

—Hasta mañana —dijo Bella con voz débil.

—Espera, te acompañaré a casa.

—Puedo ir sola.

Edward la alcanzó y la tomó de la cintura. Bella sintió el cuerpo excitado de él contra la espalda y el trasero, antes de soltarse.

—¡Qué mujer más cabezota! ¡Estás agotada, y ni siquiera hay luz!

—Cierto, pero no tengo ganas de estar con nadie —respondió Bella impaciente, irritada consigo misma, ante su falta de fuerzas.

—Deja de luchar conmigo —ordenó Edward volviendo a agarrarla al verla tropezar—. No puedo dejar que te vayas sola, en estas condiciones…

—Otra vez tu reputación —musitó Bella.

—Sí, no estaría bien, si te diera un colapso en medio de mis propiedades.

—¡Tranquilo, jamás permitiría que cayera esa vergüenza sobre ti! ¡Antes me arrastraría!

—¡Eres tan obstinada! Igual que Nessie. Cuando se propone una cosa, la hace contra viento y marea.

—¡Bien por Nessie! —exclamó Bella sonriendo, observando el largo camino que la aguardaba.

—Demasiado largo, ¿verdad? —murmuró Edward leyéndole el pensamiento.

—Está bien, Edward, tienes razón. Estoy agotada, supongo que será mejor que me acompañes.

—¿Te ha resultado… muy difícil el día de hoy? —preguntó él, una vez que hubieron echado a andar.

—Mucho. Tenías razón. Es muy doloroso.

—Pero estás dispuesta a repetir la tortura.

—Por supuesto —sonrió Bella—. También ha sido maravilloso. Nessie es adorable, la quiero con todo mi corazón.

—Sí, pero para ti es agotador estar con ella.

—En cuanto me haya recuperado del todo, será más fácil.

—Los niños siempre resultan agotadores…

—¿Estás sugiriendo que no estoy capacitada para ser madre? —inquirió Bella.

—Tranquila, no estoy sugiriendo nada, solo digo que te comprendo. Te sugiero que mañana descanses. Báñate en la piscina, holgazanea…

—Déjate de evasivas, quiero ver a Nessie.

—Lo sé —afirmó Edward—, pero yo necesito tiempo para pensar.

—¿Y no puedes pensar estando yo delante?

—No, no puedo.

—No interferiré, te lo prometo. Jugaré con…

—Bella, no puedo pensar, no puedo concentrarme contigo —lo interrumpió Edward—. Acéptalo, y hazte a ti misma un favor, de paso. Tómate un día de descanso. Hoy ha sido un día muy duro, ¿verdad? Te he visto, lo sé. ¿Es que quieres acabar con tu salud antes de tiempo?, ¿qué sentido tendría eso?

Edward tenía razón, por mucho que le pesara. Un silencio sordo se impuso entre ellos. Bella respiraba con dificultad, agotada, sin apenas aliento. Edward la ayudó. Ella se agarró a la pechera de su camisa.

—Te conozco, Bella —continuó Edward—. Siempre has sido una persona entusiasta, llena de energía, igual que Nessie. Pero ahora no estás bien, es evidente que necesitas descansar. Tómate el día libre. Duerme, si quieres. ¿Qué puede importar?

La brisa jugó con los cabellos de Bella. Edward le retiró unos cuantos mechones de la cara y rozó su rostro con los dedos. Ella levantó la vista y contempló sus ojos embriagadores, pero enseguida desvió la mirada, asustada ante la posibilidad de cometer una segunda vez el mismo error.

—¿Y no vas a… a utilizarlo contra mí ante los Tribunales?, ¿no alegarás que soy tan vaga que prefiero quedarme en casa a ver a mi hija? —preguntó Bella vacilante.

—No, Bella. Si quieres saberlo, la verdad es que no quiero que te derrumbes delante de Nessie. No sería bueno para ella. Y si sigues adelante, acabarás por perder el control. Sé que te ha costado mucho dominarte, y lo sé porque comprendo cómo te sientes, apartada de su vida…

—Sí, sé que tú lo comprendes —afirmó Bella recordando sus problemas con Jane.

—Estás sudando, debería haber sacado el coche —repuso Edward cerrando los ojos —. Vamos.

Edward la agarró y juntos caminaron, cadera contra cadera, como dos amantes. Pero Bella sabía que él solo lo hacía por compasión. Ella lo agarró de la cintura repitiéndose que solo buscaba su ayuda, pero sabía que era mentira. Hubiera deseado dejarse abrazar y dormir, despertar a su lado y contemplar su precioso rostro. Pero Edward era su enemigo, y lucharía con uñas y dientes con él, para conservar a su hija. Por fin llegaron a la villa.

—Gracias, buenas noches —dijo Bella.

—Te acompañaré a la puerta.

—¿Para espiarme? —preguntó Bella. Deseaba a Edward, lo quería todo de él: su simpatía, su cuerpo, su respeto. Pero Edward estaba fuera de su alcance, por eso se revolvía contra él—. ¿Quieres asegurarte de que no tengo preparada una orgía?

—Aunque la tuvieras, dudo que pudieras disfrutarla —repuso él.

—No, perdona que haya dicho eso —se disculpó Bella avergonzada—. Has sido muy amable conmigo, hasta me has acompañado a casa…

—Ya hemos llegado, déjame a mí. No creo que puedas ni abrir la puerta.

—Nessie es una niña difícil, no concede su amor fácilmente, ¿verdad?

—Le lleva tiempo. Primero tiene que observar a las personas. Las mira echa un basilisco, esperando a ver si salen huyendo.

—Sí, me ha dolido más de lo que puedas imaginar —contestó Bella desanimada—. Una vez dijiste que me harías pasar un infierno. Pues bien, lo has conseguido.

—Bella… —la llamó Edward entrando en la casa tras ella.

—¡Vete!, ¡vete ya! —gritó trémula Bella, de pie, en medio de la habitación.

—No… puedo.

—¿Por qué? —preguntó Bella deseándolo y odiándolo al mismo tiempo, incapaz de pensar con coherencia.

—No lo sé. O… quizá lo sé demasiado bien. Me siento… responsable de ti.

—¡Demasiado tarde! —gritó Bella histérica, marchándose en dirección al dormitorio—. Te necesité, hace años. Necesitaba que creyeras en mí, cuando me acusaron de fraude. Necesitaba que te despidieras de mí, cuando me abandonaste para comprometerte con otra…

Bella sollozó y entró en el dormitorio cerrando la puerta de un golpe. Se desvistió y se
acurrucó en la cama. Al apagar la luz de la mesilla oyó que Edward se marchaba. Entonces volvió a llorar.

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*~*IA*~*
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Edward no podía concentrarse. Apenas había dormido aquella noche. No podía olvidar el rostro desesperado de Bella, su imagen se imponía indestructiblemente en su mente. Eran ya las diez de la mañana, pero ella seguía ahí, en su cerebro, en su cuerpo…

Y ni siquiera tenía a Nessie para distraerse. Gia se la había llevado a la ciudad. Además, Nessie se había llevado su muñeca nueva. No la soltaba por nada. Tras intentar inútilmente concentrarse en unos papeles, Edward se había levantado de la mesa del despacho y se había dirigido a la playa. Él también necesitaba un descanso. Nadaría hasta acabar derrotado.

Veinte minutos después, contemplando el valle arenoso y admirando su belleza, Edward comprendió que había hecho bien. Pero al ver otra figura voluptuosa allí, la de Bella, se le aceleró el pulso. Tenía que marcharse. Jamás podría descansar, con ella. No debían estar juntos. La llama del deseo ardía demasiado fácilmente en él. Pero algo lo ataba allí. Bella estaba sola.

—Me sorprende encontrarte aquí —dijo él.

Bella se sentó en la tumbona, visiblemente ruborizada. El tampoco parecía estar en perfectas condiciones. Ella llevaba un bikini, pero inmediatamente se tapó los pechos con los brazos. Él se fijó en ellos y detuvo allí la mirada durante demasiado tiempo. Luego, tratando de demostrar naturalidad, se sentó junto a ella.

—Lamento interrumpirte, he venido a nadar.

Bella sonrió vacilante, escrutando el rostro de Edward. Él no pudo evitar sonreír ampliamente, con sinceridad. Entonces ella se confió, y Edward comprendió que estaba nerviosa, esperando el veredicto.

—Sí, yo también. He dormido mucho, y ahora me siento mejor. Ayer me gustó tanto esto que decidí venir a pasar el día aquí.

—Yo también. ¿Te importa si me quedo?

—¿Cómo oponerme? La playa es tuya. Pero si me gritas, me marcho. Necesito descansar, para variar.

—No te gritaré —prometió Edward—. Yo también quiero estar en paz, ¿de acuerdo?

—Trato hecho.

—Me alegro de que te encuentres mejor —observó Edward sin dejar de contemplarla.

—Sí, necesitaba descansar. Llevo mucho tiempo bajo una gran tensión. ¿Dónde está Nessie?

—Ha ido a Zakynthos con Gia, a comprarse todos los vestidos rosas que encuentre.

—Ella… quiere mucho a Nessie, ¿verdad? ¿La llama… la llama Nessie alguna vez mamá? —preguntó Bella.

—Solo lo ha hecho una vez.

—¡Con una es suficiente, Edward!

—Lo sé. Gia se sintió confusa, pero enseguida la corrigió. Mi cuñada adora a los niños.


—¿Tu cuñada? —repitió Bella—. ¿Es hermana de Heidi?

—Sí, su marido murió de cáncer hace seis meses. Está convencida de que jamás volverá a casarse y de que nunca tendrá hijos, lo cual es ridículo, por supuesto. Por eso Nessie le hace tan feliz, y yo quiero que Gia sea feliz. Cuidó admirablemente de su marido cuando estuvo enfermo, y quiero lo mejor para ella.

—¡Pobre Gia! Debe ser terrible, perder a un marido tan joven. Todos sus planes, sus sueños de futuro… ¿Cómo ocurrió?

—¿La muerte de su marido? Fue muy rápida, gracias a Dios. Vinieron a quedarse conmigo. Eso significó mucho para ella, la ayudó. Así podía olvidarse de las tareas de la casa y concentrarse en su marido. Sabían que su estado era terminal.

—Debió ser difícil para ti —observó Bella.

—Sí, lo peor de todo era oírla llorar por las noches —confesó Edward, sorprendiéndose a sí mismo ante la confianza con la que hablaba con Bella—. Yo la ayudaba cuanto podía, pero había cosas a las que tenía que enfrentarse ella sola. Me costó mucho aceptar eso, hubiera querido borrar su angustia.

—Pero no podías —afirmó Bella—. Era algo que tenía que hacer ella sola. Cuando uno se enfrenta a ese tipo de dolor, luego sale más fuerte de la experiencia. Hiciste lo que debías, Edward.

—¿Lo crees de verdad?

—La respaldaste cuando lo necesitaba. Ella te quiere…

—Y yo a ella.

—Tú la ayudas a ella, la haces sentirse útil, y ella os ayuda a ti y a Nessie.

—Gia nunca será la madre sustituía de Nessie —afirmó Edward observando los ojos de Bella fijos en él, comprendiendo que era eso lo que ella temía—. Al morir su marido, ella me pidió que le permitiera quedarse a cuidar de la casa. Necesitaba estar en un ambiente familiar, era una buena excusa para sentirse útil. Mi ama de llaves estaba a punto de jubilarse, así que el arreglo nos convenía a todos.

—¿Y no hubo cotilleos, por el hecho de que los dos vivierais en la misma casa?

—No, porque también estaban Heidi y Jane. Gia quiere mucho a su hermana.

—¡Pobre Gia! ¡Espero que algún día encuentre la felicidad!

Felicidad, reflexionó Edward. Lo cierto era que había muchos grados de felicidad. Edward no era desgraciado, pero había conocido una felicidad mucho mayor, tiempo atrás. Hubo una época en la que se sentía plenamente feliz. ¿Volvería a sentirla alguna vez?

—Voy a nadar —musitó Bella.

Edward la observó. En los viejos tiempos, Bella habría ido dando volteretas por la arena. Pero todo había cambiado. Seguía siendo impetuosa, pero en general estaba triste y desanimada. Edward hubiera querido disolver toda aquella pena, verla reír. Tras un rato,
Edward se quitó la camiseta y corrió al agua. Nadó hasta agotarse, y por fin se relajó tumbado en la superficie del mar. Entonces volvió la vista hacia la playa y observó a Bella secándose.

Había llegado el momento de tomar una decisión. Edward se sentó en la orilla y recapacitó. Pensó en la confusión emocional y psicológica de Jane, en lo contraproducente que había resultado su actitud de calma para la niña. Al final, Edward había tenido que aceptar la situación y dejar que Heidi y ella se las arreglaran solas.

Era doloroso admitirlo, pero Bella tenía razón. Nessie sería una persona mucho más equilibrada si conocía a su madre biológica. Edward observó las olas ir y venir. Ciertas cosas eran imparables, imposibles de evitar. Como las olas del mar, o el amor. ¡Pero era tanto el peligro que corría Nessie si accedía! Por fin había llegado a una decisión. Edward se puso en pie y corrió hacia Bella.

—¡Te has decidido!, ¡vas a dejarme quedarme con Nessie! —sollozó Bella, antes incluso de que él llegara a su lado.

—¿Cómo demonios lo sabes?

—Sé interpretar tu actitud.

—¿Interpretar mi actitud?

—Tu forma de sentarte en la orilla, tenso, reflexionando. Además, sabía que harías lo mejor para Nessie.

—Pues no me obligues a lamentarlo, Bella —advirtió él—. Si le haces algún daño…

—¡Jamás se lo haría! —gritó Bella—. El bienestar de Nessie es lo primero, te lo aseguro. Gracias por darme esta oportunidad.

—Es por Nessie, no por ti —repuso Edward, dudando.

Edward se sentía como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Podría ver a Bella con regularidad, podría devorarla con la mirada, trabar amistad con ella. Estaba loco de felicidad.

—Sí, lo sé —afirmó Bella—. Por eso sabía que accederías.

—Me has tocado en mi punto débil.

—¿En serio? ¡Dios mío! —exclamó Bella feliz.

—No quiero ver a Nessie confusa —continuó Edward explicando, incapaz de apartar los ojos del rostro feliz de Bella, que sentía inmensos deseos de besar—. Lo haremos gradualmente. Déjate aconsejar por mí.

—Sí, Edward —convino Bella riendo—. ¡Oh, soy tan feliz! —exclamó saltando de la tumbona, dejándose llevar por la emoción y besando a Edward en ambas mejillas.

Edward tomó su rostro entre las manos sin ni siquiera darse cuenta, y entonces sus labios se encontraron. Primero torpemente. Después, con ímpetu. Bella era tan feliz que se sentía incapaz de dominarse. Pero enseguida lo empujó de los hombros. Él se apartó reacio y la miró a los ojos.
 
—¡No puedo creer lo que he hecho! —exclamó Bella tapándose la boca.

Lo había conseguido. Por fin, pensó Edward. Sonrió con naturalidad y contestó:

—Siempre has sido impulsiva.

—¡Cierto! —confirmó Bella colorada de vergüenza, aferrándose a aquella excusa—. ¡Soy así!

Entonces Edward la observó, lleno de júbilo, dar una serie de volteretas en la arena.





5 comentarios:

  1. Ahora parece que Edward si dejará que Bella se acerque a Nessie, pero cuanto le durará esta decisión???
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  2. Al fin un paso bueno Eddi ya era necesario k bueno por bella esperemos k nesi se acuerde de ella aunque sea un poquito

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  3. Mmmm pobre bella se k ella solamente sera diske feliz x un corto lapso de tiempo,.... Esperó me ekiboke!!!! Casi casi llore!!!! No te demores con el cap k sigue

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