—Se nos ocurrió venir a dar de comer a los
animales —comentó Edward a la mañana siguiente, nada más llegar con Nessie a la
villa.
—¿Qué animales? —preguntó Bella sonriente, al
ver a Nessie entusiasta.
—Gadinas —repuso Nessie, con un mendrugo de
pan en la mano.
—Gallinas, pavos, cabras, ovejas y gansos
—explicó Edward—. Vamos, te los enseñaré. Nessie ha traído pan del desayuno,
¿verdad, cariño?
—Dame, yo lo haré —repuso Bella tratando de
quitarle el pan a la niña.
Nessie se apartó molesta, mirándola con una
expresión de furia muy parecida a las que esbozaba Edward. Bella se sintió
desfallecer. Aquello la hirió, pero aún eran los primeros días, se dijo.
—Toma, sujétame esto —pidió Edward dándole
una bolsa con pan para hacerle de nuevo la coleta a Nessie. Bella sonrió
agradecida hacia él—. Los animales son del guarda. Me llamó para decirme que
los pavos habían tenido crías, así que se me ocurrió traer a Nessie.
La granja estaba tras un viñedo. Edward guió
a Bella hasta allí, con Nessie subida a hombros.
—¡Gadinas! —gritó Nessie jubilosa, al llegar.
—¡Es igual que yo! —exclamó Bella observando
a Nessie abalanzarse sobre los animales, a los que asustaba con su actitud—.
¡Igual que un toro!
—Sí, es muy entusiasta, pero es maravillosa
—la corrigió Edward sonriente.
—Bueno, siempre que no seas una gallina —rió
Bella.
Edward rió y enseguida tomó de la mano a
Nessie para enseñarle cómo debía acercarse a los animales. Con paciencia, fue
tirando pan cada vez más cerca.
—¡Hola, poditos! —decía la niña, con los
animales a sus pies.
—Pollitos.
—Poditos.
—Quédate quieta, cariño —aconsejó Edward a
Nessie, que se puso rígida como una estatua.
Edward le dio pan a Bella. Sonreía. Era
maravilloso con ella, y su paciencia con Nessie resultaba admirable. Bella
trataba de comprender lo que decía, mientras hablaba en griego con Nessie y
daba de comer a los animales. Entonces algo llamó la atención de Bella, que se
agachó para ver que era.
—¡Mira, he encontrado un huevo! —gritó
Bella—. Llévaselo a tu padre.
Nessie alargó una mano vacilante. Bella la
observó enternecida.
—¡Está caliente! —gritó la niña.
—Despacito —aconsejó Edward—. Se rompe
fácilmente.
—¡Oh! —susurró Nessie.
—Puedes comértelo mañana, para desayunar
—sugirió Bella.
—Sí, muchas gracias.
—De nada —contestó Bella enternecida, dándose
inmediatamente la vuelta.
Por un segundo había deseado algo imposible:
que ellos tres dieran de comer a los animales, jugaran y se amaran eternamente,
durante el resto de sus vidas. Pero Edward la despreciaba. La creía capaz de
cometer fraude, y la responsabilizaba de la muerte de su hermano. Y, aunque le
gustara besarla, jamás habría estado dispuesto a darle la bienvenida en su
casa.
—Bueno, ya han comido bastante. Ahora volvamos
a casa de Bella —dijo Edward.
—¿Nos bañamos? —sugirió Bella.
Nessie gritó y echó a correr. Edward sonrió y
corrió tras ella. Nessie tropezó y cayó, pero Edward la agarró enseguida y la
consoló. Bella lo observaba todo. Deseaba a Edward, y no solo físicamente.
Necesitaba a alguien que la ayudara a curar sus heridas, alguien que la
apoyara. Un hombro sobre el que llorar, un amigo con el que compartir la
felicidad. Pero la vida no perdonaba tan fácilmente, y Edward, menos aún.
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~*~IA~*~
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Aquella tarde, tras bañarse en la piscina,
Nessie se quedó dormida. Edward la recostó sobre una tumbona a la sombra de un
árbol y se sentó con Bella al borde del agua, mientras ella se remojaba las
piernas.
—El huevo le ha gustado muchísimo —comentó Edward.
—Sí, ha sido como una joya para ella.
—Mejor aún. A Nessie le fascina la
naturaleza. Yo me paso noches enteras estudiando, para ponerme al día. Sé
reconocer los distintos tipos de escarabajo, pero con otros animales me pierdo.
—¿Y qué me dices de las abejas que vuelan
como un zeppelín? —preguntó Bella tratando de apartar una.
—No te muevas, si te quedas quieta no te
picará —aconsejó Edward riendo.
Pero la abeja demostró que Edward mentía,
porque revoloteó entorno a Bella decidida a hacer de ella su objetivo.
—¡Socorro! —gritó Bella.
—¿Pero qué…?
Edward perdió el equilibrio y ambos cayeron
al agua, riendo. Él nadó persiguiéndola, pero Bella corrió al otro extremo de
la piscina, hacia las escaleras. Por supuesto, Edward la alcanzó. Entonces Bella
oyó a alguien gritando. Aún en brazos de Edward, volvió la cabeza y descubrió a
Heidi al borde de la piscina, con las manos en las caderas y actitud de
reproche. Para su sorpresa, Edward no la soltó ni se apartó de ella.
—Hola, Heidi, esta es Bella… —comenzó a decir
Edward, amablemente.
—¿Y qué te parecería prestar un poco más de
atención a tu sobrina, en lugar de andar por ahí, jugando con criminales?
—preguntó Heidi.
Bella sintió que Edward se aferraba a ella
muy tenso. Todos sus músculos estaban alerta. Esperaba que, de un momento a
otro, Edward le contestara a gritos. Pero en lugar de ello, él solo dijo:
—Nessie está dormida.
Entonces se oyó cómo algo caía al agua. Bella
volvió la cabeza. Una niña de cinco o seis años, Jane, evidentemente, arrojaba
cosas a la piscina con maliciosa calma. Llevaba un vestido rosa de fiesta, y
tiraba todo lo que veía: una silla, las gafas de sol de Bella, una toalla…
Edward atravesó la piscina y salió a toda prisa.
—¡Jane, por el amor de Dios!
La niña gritó y huyó de él, empujando hacia
la piscina todo lo que encontraba a su paso: tazas, platos, una naranja, los
zapatos de Nessie.
—¡Mira lo que has hecho! —gritó Heidi.
—Jane, por favor —comenzó a decir Edward con
más calma, dominándose—, no hagas eso…
—¡No te acerques a mí! —gritó la niña—.
¡Mamá!, ¡mami!
Bella estaba horrorizada ante la vehemencia
con que Jane llamaba a su madre. Jane corrió hacia Heidi y se agarró a ella.
Heidi la tranquilizó de inmediato. Edward y ella se quedaron mirándose el uno
al otro: ella, con ojos de fuego, llena de odio. Él, con expresión de
frustración, de tortura. Bella se conmovió. Salió de la piscina sin saber qué
hacer, temiendo que Nessie despertara y pudiera ver la escena. Se dirigió hacia
su hija y oyó a Edward gritar:
—¡Llévatela de aquí!
Bella levantó el cuerpo de la niña y lo
estrechó contra sí. Por fin la tenía en sus brazos. Subió las escaleras
nerviosa, se sentó en un sillón y acurrucó a Nessie sobre sí. Aquella era su
hija. Bella se inclinó para besarla. Luego miró por la ventana y vio a Edward
de pie, junto a Jane, con las manos en las caderas.
—¡Jane, no puedes ir por ahí haciendo esas
cosas! —decía él tenso.
—Está enfadada contigo porque te has olvidado
de llevar a Nessie a la fiesta de cumpleaños de Bianca —dijo Heidi—. Hemos
tenido que venir aquí a buscarla, y se va a perder la actuación de los payasos…
—Te dije que Nessie no iría a la fiesta
—contestó Edward—. A ella no ha parecido importarle, su madre está aquí y…
Bella bajó la vista bruscamente. Nessie había
suspirado. Lentamente, tratando de no despertar a la niña, Bella se puso en pie
para llevarla a algún lugar desde el que no pudieran oírse los gritos. Pero
Nessie abrió los ojos, y Bella se quedó helada. Por suerte, volvió a cerrarlos.
—¡Pero lo prometiste! —gritó Heidi—, no
puedes romper una promesa.
—Eso fue hace una semana, antes de que
viniera su madre —oyó Bella que contestaba Edward, aguzando el oído, mientras
se alejaba.
Nessie abrió una vez más los ojos, y vio a
Bella. Inmediatamente comenzó a llorar.
—Tranquila, cariño —murmuró Bella—. Soy yo,
todo va bien.
Pero Nessie siguió llorando. Bella no sabía
cómo consolarla. Lo intentó todo, pero fue inútil. Eso la desesperó hasta el
punto de las lágrimas. Entonces llegó Edward, que le quitó a la niña del regazo
y la abrazó.
—No ha oído nada, te lo aseguro —afirmó Bella
agitada—. Acaba de abrir los ojos ahora mismo…
—Tranquila, Bella, simplemente se ha
asustado.
Nessie dejó de llorar al escuchar la voz de
Edward en su oído. Se había asustado al verla a ella, a su madre. Aquello era
demasiado. Edward seguía consolando a la niña, jugando con ella, fingiendo que
se iba a comer su nariz. Y Nessie rió, olvidando las lágrimas. Así de fácil,
pensó Bella con tristeza. Había perdido a su hija. ¿La recuperaría, algún día?
—La fiesta… —insistió Heidi, en el dintel de
la puerta.
—Le preguntaré si quiere ir —contestó Edward
dejando a la niña en el suelo, aparentemente calmada, con los puños apretados.
Bella entonces enfureció. No estaba dispuesta
a dejar que una loca y una destructiva niña pequeña se llevaran a su hija.
—Edward…
—Gia conducirá, ella se hará cargo de Nessie
—contestó Edward alzando la vista, leyéndole el pensamiento.
—Pero…
—Confía en mí. ¿Crees que yo la pondría en
peligro?
—No…
—¡Eso no es asunto suyo! —gritó Heidi.
—Ella es la m-a-d-r-e de Nessie —declaró
Edward pronunciando aquella palabra letra por letra—. Tiene derecho, es natural
que se preocupe por su bienestar.
Edward mantenía un tono de voz amable por el
bien de Nessie, pero sus ojos parecían de acero cada vez que miraba a Heidi.
—¿Eso crees? ¡Es la mujer que mató a tu
hermano! —gritó Heidi—. ¿Es que lo has olvidado?
Bella gimió. Edward se acercó a Heidi
decidido y contestó:
—No digas una sola palabra más, si quieres
evitar que te responda con violencia. Deja que vista a Nessie para la fiesta.
Espéranos en el coche. No tardará nada, si es que de verdad quiere ir a esa
fiesta. Esta vez has ido demasiado lejos, Heidi. Ya hablaremos luego.
Horrorizada, Bella se dejó caer sobre una
silla y se quedó mirando al vacío. Había estado tan ensimismada en sus propios
problemas que ni siquiera se había parado a pensar en el punto de vista de
Edward de todo aquello. ¿Cómo podía
simpatizar con una mujer a la que consideraba responsable de la muerte de su
hermano? Bella no tenía pruebas para demostrarle su inocencia, de modo que
Edward seguiría culpándola para siempre. Jamás lograría su aprobación y su
respeto.
—¡No quiero que se marche! —exclamó Bella una
vez que ella y Edward estuvieron solos, mientras Nessie jugaba ensimismada con
su muñeca.
—Pues yo sí, tengo que contarte unas cuantas
cosas, y necesito tiempo.
—Pero dijiste que podía estar con Nessie…
—Sí, lo dije, pero eso fue antes de la escena
de hace un momento…
—¿Escena? ¡Pero si parecía el día del Juicio
Final!
—No exageres, Bella.
—No exagero, eso afecta a Nessie.
—Deja que te explique —asintió Edward—. La
fiesta durará poco. Gia la cuidará. Ella sabe manejar a su hermana y a Jane. Y
Heidi jamás le grita a Nessie. Solo me grita a mí.
—¿Y Jane? —exigió saber Bella, dispuesta a
defender a su hija.
—A Jane no le interesa nadie, más que ella
misma.
—Edward… —lloró Bella, horrorizada al ver la
forma en que Edward, como padre, hablaba de su propia hija.
—Dame tiempo, te lo explicaré.
Edward se acercó a Nessie y, enseñándole un
precioso vestido azul de fiesta, le habló de lo bien que se lo iba a pasar.
Pero en cuanto se despidieron, el rostro animado de Edward se tornó de nuevo
sombrío. Respiró hondo y se dejó caer pesadamente sobre el sofá.
—Tranquilízate, Edward. Nessie no ha oído
nada, te lo prometo. Estoy segura. Fui yo quien… quien la asustó y la hizo
llorar.
—Pero podía haberlo oído. Hasta hoy, nunca ha
oído nada pero… —Edward respiró hondo una vez más—. Ahora ya no piensas que
este lugar es un paraíso para ella —musitó amargamente—. Y tienes razón.
Edward la miró a los ojos. Los de él estaban
llenos de dolor. Bella tomó instintivamente su cabeza entre las manos y lo
consoló, apoyándola contra su pecho y acariciándolo. La escena que había
presenciado había sido espantosa. Poco adecuada, en presencia de una niña. Por
fin tenía algo que alegar ante los Tribunales, pero eso no le causaba ninguna
satisfacción.
—No comprendo —comentó Bella acariciando su
cabeza—. Si tanto os odiáis Heidi y tú, ¿por qué permites que siga viviendo en
tu casa? Estáis divorciados, no es necesario que hagáis de vuestra vida un
infierno —Edward suspiró apartándose ligeramente—. Edward, cuéntame. Me
gustaría ayudarte, si pudiera.
—Abrázame —contestó él sencillamente,
estrechándola—. Con eso me basta.
Bella, preocupada y enternecida por él,
obedeció. Cuando notó que su respiración volvía a hacerse regular insistió y
preguntó:
—Heidi y Jane… —Bella se mordió el labio,
reflexionando—. Cuando ibas a visitarme a prisión, ¡era Heidi quien cuidaba de
Nessie!
—No exactamente, era Gia quien se quedaba a
cargo. No te lo dije para que no te enfadaras. Escucha, lo mejor es sacar las
cosas de la piscina, nos vestimos y preparamos un té. Te lo contaré todo.
Edward buceó por la piscina sacando todas las
cosas. Las lavaron en la ducha y las secaron, dejándolas luego al sol. Entonces
volvieron a entrar en la casa. Edward subió a cambiarse de ropa, y Bella tomó
una ducha en el baño de abajo, poniéndose después una falda de algodón y una
camiseta. Se dirigió a la cocina y puso agua en el hervidor, preparó dos tazas,
dos cucharas y dos sobrecitos de té. Para cuando él bajó, el té estaba
preparado sobre la mesa, junto al sofá.
—Siéntate, cuéntamelo todo.
Edward bajó las escaleras lentamente, con
aspecto distraído. Se sentó junto a ella y volvió a abrazarla con un gesto que
resultó absolutamente natural. Ella apoyó la cabeza sobre su pecho.
—Fue hace mucho tiempo. Me acusaste de abandonarte
para comprometerme con otra, pero las cosas no fueron tan sencillas.
—¿No?
Para su sorpresa, Edward la besó en lo alto
de la cabeza y se apartó ligeramente para mirarla a los ojos, sonriendo.
Entonces continuó:
—Yo te amaba.
—Y entonces… ¿por qué me rompiste el corazón?
—Por deber.
—Edward…
Los labios de Edward buscaron los de ella,
besándola hasta hacerla gemir. Pero de pronto él se apartó.
—Fuimos a esa fiesta de estudiantes, ¿te
acuerdas? Hicimos el amor y nos citamos para el día siguiente. Tú llevabas una
camisa azul y unos vaqueros, y te habías recogido el pelo igual que hoy, en la
piscina.
—Sí, y entonces nos despedimos —continuó
Bella la historia por él, sorprendida de que recordara tantas cosas.
—Esa misma noche, un poco más tarde, mi padre
me llamó por teléfono. Había vuelto de Inglaterra con algunos familiares de
Heidi. Los Vulturi y nosotros llevábamos años siendo socios —explicó Edward—.
Aquella noche mi padre parecía muy preocupado. Quedamos en reunimos para
desayunar a las siete de la mañana, en su hotel.
—Fue un matrimonio concertado, ¿verdad? Una
cuestión de tradición…
—No exactamente —contestó Edward—. El asunto
era que Heidi, la primogénita de la familia, la heredera de Marco Vulturi, el
mejor amigo de mi padre, tenía problemas.
—¿Estaba embarazada? —adivinó de inmediato
Bella, alzando la cabeza—. ¿De ti?
—No, no Bella —contestó Edward apretando el
abrazo—. Estaba embarazada de un turista.
—¿Cómo? ¿Quieres decir que… Jane no es hija
tuya?
—Exacto —musitó Edward—, Heidi tenía solo
diecisiete años, cuando se quedó embarazada, y era muy rebelde. Hacía cuanto se
le antojaba, estaba muy consentida. Y su padre estaba furioso. La vergüenza
para la familia…
—¿Te… te obligaron a casarte con Heidi para
ocultar lo ocurrido?, ¿y tú accediste? ¿Cómo pudiste, Edward? —preguntó Bella
irritada, apretando los puños contra su pecho—. ¡Es horrible! ¡Tú me querías a
mí, y yo a ti! —exclamó tratando de apartarse de él. Edward la agarró con
fuerza para evitarlo—. ¡Suéltame! ¡No puedo creer que me hicieras una cosa así!
¡Suéltame! —Edward permaneció en silencio. Furiosa, Bella luchó contra él,
consiguiendo que se le retorciera la camiseta, con el consiguiente peligro de
que él viera sus pechos, desnudos, debajo—. ¡Eres una rata! ¡Has arruinado mi
vida por culpa de una… de una niña mimada que…!
Edward posó los labios sobre los de ella.
Durante unos segundos, Bella continuó luchando mientras comenzaba a sentir el
mareo que le producía aquella maravillosa sensación. Se sentía impotente,
apenas era capaz de resistirse.
—Bella —dijo él contra sus labios, besándola
una y otra vez seductoramente hasta conseguir que ella lo abrazara y estrechara
contra sí—. Tienes que dejar que me explique.
—¡Espera un momento! ¡Estás mintiendo!
—exclamó ella de pronto, recordando—. Para ti no fue ninguna sorpresa. Yo
estaba allí. Vi la fiesta que habíais organizado, el menú…
—Sí, ellos lo prepararon todo. Estaban
convencidos de que yo accedería.
Bella observó los ojos de Edward, aún
pletóricos de deseo. Aquello era una locura. Él la había destruido a causa de
su sentido del deber. La había lanzado en brazos de Garrett, bajo su abominable
autoridad. Dos años de cárcel, una hija perdida. ¿En qué había estado pensando?
Fríamente, Bella contestó:
—Muy bien, puedes contarme todas las excusas
que quieras. Y espero que sean buenas, Edward, porque estoy a punto de arruinar
tu única posibilidad de ser padre.
Parece que por hacer el bien a una mujer, hizo mucho daño a la mujer que amaba de verdad....
ResponderEliminarEs triste ver como todo se desmorona por algo así, por una mentira, y ahora Heidi viene y se hace pasar por la víctima!!!!
Besos gigantes!!
XOXO
Me duele como Nessie rechaza a Bellita 😢
ResponderEliminarPaaaa, Edward sera mejor k tu "explicación" sea realmente buena.
ResponderEliminarMás vale k sea una muy buena explicasion porque lo vamos a dejar su orgullo
ResponderEliminarMuy bueno el Cap pero me duele el rechazo que Bella por Nessie.
ResponderEliminarMuy bueno el Cap pero me duele el rechazo que Bella por Nessie.
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