Mentiras del Alma 1



Isabella bailaba con Riley y se echaron a reír al ver que otro de sus compañeros intentaba meterle mano a Elizabeth, que no hacía más que pegarle manotazos.

—No tiene nada que hacer. — Riley les miró divertido— ¿Por qué se empeña?

—Es la reina del baile. Todos quieren ligar con ella. —miró a su hermana que estaba preciosa con su cabello rubio rizado recogido en los laterales— Me ha quedado bien su peinado. Igual debería hacerme peluquera.

— ¿Todavía no te has decidido? 

—Es que me interesan demasiadas cosas. — su mejor amigo la miró malicioso con sus ojos castaños— ¡No empieces!

—Pues te lo voy a decir igual. A ti lo que te interesa está en el Rancho Masen.

—Shusss…— miró alrededor por si le había escuchado alguien— Como te escuche Elizabeth, te mato.


— ¿Acaso crees que no lo sabe ya? El otro día me dijo que su hermano te había echado la bronca porque habían desaparecido unos documentos de su despacho y te escuchó llorar en tu habitación. Está preocupada por ti. Antes no llorabas.

Los ojos verdes de Isabella perdieron su brillo y miró a su alrededor, pero Riley tiró suavemente de uno de sus rizos castaños para llamar su atención.

— ¿Por qué dejas que te trate así? Al final la culpa había sido de su ayudante que tenía los papeles y ni siquiera te pidió perdón. ¿Por qué no te defiendes? Son tu familia.

—No lo son. Me acogieron, pero nunca seré una Masen. Te puedo asegurar que Edward no me considera su hermana. Nunca me ha tratado como a Elizabeth. Cuando Alistair me acogió él tenía dieciséis años y era evidente que no quería que viviera allí. Aunque nunca me lo ha dicho, se notaba que no estaba de acuerdo.

— ¡Pero Alistair te acogió y el rancho es suyo! ¡Debería respetar sus decisiones!

—Y las respeta. Pero no puede disimular que no me traga. Da igual, dentro de poco tendré que irme.

Riley abrió los ojos como platos.

— ¿Pero qué dices? A Elizabeth le dará algo.

—Ella se va a la universidad. 

— ¿Y por qué no vas tú? Tienes mejores notas que ella.

Se sonrojó intensamente.


— ¿Hablamos de otra cosa?

— ¿No te la quieren pagar?

— ¡No! Alistair me ha dicho que puedo hacer lo que quiera. Nunca me ha discriminado. Si había un regalo para Elizabeth, lo había para mí.

— ¿Entonces? — su amigo la cogió de la mano tirando de ella hacia una esquina para que nadie les molestara—Cuéntame qué ocurre.

—No puedo permitir que me pague la universidad. Ha hecho mucho por mí.

— ¡Tiene dinero de sobra! ¿Pero qué te pasa? 

Isabella se volvió con intención de irse, pero él la sujetó.

— Ah, no. Llevo mucho tiempo intentando que me digas por qué no vas a la Universidad y ahora no te vas a escapar.

Sus ojos se llenaron de lágrimas porque ya no podía más.

— ¿Es por Edward? ¿Te ha dicho algo?

—Hace meses estábamos mirando folletos de Universidad y él pasó por el salón. Elizabeth le enseñó el folleto que había elegido de la universidad de California y se echó a reír diciendo que en la playa se lo pasaría estupendamente. — se apretó las manos nerviosa— Después me miró a mí y preguntó “¿Tú también vas a tirar el dinero de mi padre?” Elizabeth se echó a reír pensando que hablaba en broma, pero vi en sus ojos que hablaba muy en serio. 

— ¡Joder, Isabella! Pasa de ese gilipollas. ¡Vas a tirar tu futuro por la borda!

—Alistair habló conmigo preocupado porque no iba a la universidad, pero yo le dije que no sabía lo que quería hacer. ¡Y es verdad! ¡No sé qué estudiar o a qué dedicarme, así que sí que sería tirar el dinero! ¡Elizabeth quiere dedicarse al mundo de la moda, pero yo no tengo ni idea de qué hacer!

Riley la observó y se cruzó de brazos.

— Siempre te han gustado los animales. Pensé que te gustaría estudiar veterinaria o algo relacionado con el tema.

Desvió la mirada y su amigo se cabreó.

— ¡Lo sabía! Me estás mintiendo.

—Deja el tema. — una lágrima cayó por su mejilla— Ahora da igual.

—Habla con Alistair, seguro que puede hacer algo para…

— ¡Déjalo de una vez! — su amigo apretó los labios— Por favor…

— ¿Y qué piensas hacer? 

—Edward ha dicho que puedo trabajar en el rancho y…

—Claro, para torturarte más. ¡Que le den por el culo! ¡No le debes una mierda! Alistair te acogió y no tiene derecho a echarte nada en cara.
Isabella sonrió.

— Eres un amigo, pero me estás fastidiando mi fiesta de graduación, ¿sabes?

—Vamos a tomar una copa, doble.

Vio a Elizabeth tomándose un chupito y ella se acercó allí cogiendo otro cupito de la bandeja.

— ¿Te lo pasas bien? — preguntó antes de beber.

— ¡Esta fiesta es genial! –dijo mirando el establo decorado con las luces de navidad. El Padre de Riley les había dejado hacer la fiesta allí, después de la fiesta de graduación que terminaba a las doce y tenían permiso para estar hasta el amanecer si querían. Sus compañeros bailaban al ritmo del disc jockey y Elizabeth la cogió del brazo llevándola a la pista. 


Estaban preciosas con el mismo vestido blanco. Una rubia y otra morena se pusieron a bailar haciendo que la gente se apartara animándolas. Las Masen, como las llamaba todo el mundo, eran inseparables. Elizabeth la trataba como una hermana y para Isabella lo eran, aunque la misma sangre no corriera por sus venas. Haría cualquier cosa por ella y lo mismo le sucedía a Elizabeth. 

Cuando Alistair la acogió después de encontrarla en la cuneta de una carretera, Isabella tenía un golpe en la cabeza y no recordaba nada. Tenía unos siete años y Elizabeth tenía la misma edad. Su hermano era mucho mayor que ellas, así que lo hacían todo juntas. Como iban a la misma clase eran inseparables, así que empezaron a llamarlas las Masen, aunque en casa siempre le dejaban claro que no lo era del todo. 

—Tienes que cubrirme mañana. — dijo Elizabeth conspiradora saliendo de la pista.

— ¿Y eso?

—He quedado con Mike.

—No fastidies, Lizzie. ¡Es gilipollas!

Su hermana hizo una mueca.

— No pienso irme virgen a la Universidad. Me gusta.

—Tienes que esperar a estar con alguien del que estés enamorada.

—Claro, para que la leche sea mayor cuando me deje.

Isabella hizo una mueca.

— Porque le haya pasado a tu padre, no significa que a ti te pase lo mismo. 

—Va, da igual. — cogió otro chupito y se lo tomó de un trago.


— ¡No te pases! Lizzie, hablo en serio.

—No seas aguafiestas. —se volvió y miró con sus ojitos azules a Mike— Cielo, ¿bailas conmigo?

—Claro, preciosa. — dijo en plan chulo haciendo que Isabella sintiera ganas de vomitar. Sobre todo, porque a ella también había intentado llevarla a la cama. Ese tío no tenía vergüenza.

Riley se acercó con un vaso de cerveza y le susurró.

— ¿Va a caer con ese tío?

—Todavía tengo unas horas para convencerla.

—Él ya está chismorreando que ha quedado con ella en el motel.

Le miró asombrada.

— ¡No!

Su amigo asintió bebiendo de su vaso. Isabella miró a Mike como si quisiera matarlo y fue hasta su hermana cogiéndola por el brazo para separarla.

—Bella, ¿qué te pasa?

Si hacerle caso señaló a Mike.

— Oye gilipollas, ¿qué vas diciendo por ahí de mi hermana?

Mike se sonrojó.

— ¿De qué hablas?

— ¿Qué ha dicho de mí?

—Que has quedado con él en el motel.

Elizabeth jadeó y las dos se enfrentaron a él con las manos en las caderas. Mike dio un paso atrás.

— Yo no he dicho nada.

—Ya, claro. Por eso sabe Bella lo del motel. —dieron un paso hacia él y Mike salió corriendo haciéndolas reír.

—Menuda fama tenemos. — dijo Elizabeth alucinada.

—Después de dejar para el arrastre a Eric cuando te metió mano en el vestuario de chicas, creo que tenemos una reputación consecuente con nuestros actos.

Lizzie gimió.

— Me voy a morir virgen.

Isabella se echó a reír y cogió un chupito. Su hermana cogió otro.

— ¡Por nosotras! ¡Las Masen somos las mejores!

Emocionada asintió.

— ¡Por nosotras!



Cuatro horas después casi estaba amaneciendo cuando ellas iban camino a casa.

— Deberías haberme dejado conducir. — Isabella se echó a reír— Estás haciendo eses.

—Tú también has bebido. — dijo trabándose. 

—No tanto como tú. ¡Cuidado! — Lizzie giró el volante para no dar al cercado de madera y el deportivo derrapó con las ruedas de atrás por la carretera de tierra. Isabella se echó a reír— Estás fatal.

— ¿Qué va?

—Ya verás cómo nos pille Edward. Se nos va a caer… ¡Frena, Elizabeth! —asustada vio que cogían velocidad y miró hacia su hermana que se había dormido. Gritó tirándose al volante, pero no pudo esquivar el cercado, ni el caballo que había al otro lado deslumbrado por las luces de los faros. Se tiró sobre su hermana sintiendo un impacto brutal que la dejó sin respiración.



Se despertó llorando sobresaltada y miró a su alrededor buscando a Elizabeth como casi todas las mañanas. Al darse cuenta que estaba en su habitación, en la casa del reverendo Cullen hizo una mueca dejándose caer sobre la almohada. Tres años. Tres años sin poder dejar de soñar con esa horrible noche. No era justo. ¿Por qué tenía que torturarse con eso continuamente? Apartó las sábanas y vio la horrible cicatriz que recorría la pierna derecha desde el tobillo hasta la rodilla. Como decían los médicos era un milagro que la hubiera salvado. El caballo cayó la parte derecha del coche atrapando sus piernas y casi la había
aplastado, mientras que Elizabeth no había sufrido daños porque ella la había cubierto. Sus doloridos músculos protestaron al ponerse en pie. Siempre le pasaba cuando se acababa de levantar. Hasta que no se calentaban los músculos se resentían mostrando una ligera cojera. Fue hasta el baño y se miró al espejo. Una lágrima cayó por su mejilla al ver la horrible cicatriz que cubría su mejilla derecha. Tapó rabiosa la cicatriz en el espejo mostrando, únicamente su lado izquierdo y lo hermosa que era entonces. Ahora era un monstruo.

Pero eso no era lo que más le había dolido. Cuando se despertó en el hospital estaba sola y entre los dolores y que dormía casi todo el día por la medicación, ni se daba cuenta. Pero cuando estuvo más lucida preguntó por su familia y por su hermana. La enfermera le dijo que estaba bien y que había ido a verla, pero que siempre estaba dormida. 

Descubrió días después que era mentira. Elizabeth no había ido a verla ni una sola vez y su hermano la había enviado a casa de su tía Carmen, prohibiéndole que la visitara. Una mañana que se encontraba especialmente mal después de unas curas de las cicatrices realmente horribles, Edward se presentó en su habitación y la miró fríamente cerrando la puerta. Le miró atentamente y se dio cuenta que debía haber ido a una reunión de negocios, porque no iba con los vaqueros de siempre, sino que llevaba pantalones negros y camisa blanca arremangada hasta los codos. No soportaba las camisas. Ese pensamiento la hizo sonreír ligeramente.

— Veo que estás mejor.

—Sí. — ansiosa miró a la puerta— ¿Y papá?

—Mi padre no va a venir.

— ¿Qué? —confundida le miró.

—Después de que casi mataras a mi hermana, he decidido tomar cartas en el asunto. — se metió las manos en los bolsillos de su pantalón negro— No volverás al rancho Masen. No queremos volver a verte. — Isabella no entendía muy bien lo que le estaba diciendo mientras su corazón se rompía— Es increíble que después de todo lo que hemos hecho por ti, nos lo pagues de esta manera. No solo has destrozado un coche carísimo y has matado a unos de nuestros sementales estrella, sino que has provocado que Elizabeth tenga pánico a subir a un coche y tiene una depresión que debe seguir un tratamiento. 

—Pero me han dicho que está bien. Que no le ha pasado nada. — casi no tenía voz y Edward la fulminó con sus ojos azules.

— ¿Bien? —gritó furioso— ¡Sólo has creado problemas desde que te conocemos! ¡Siempre metiendo en líos a Elizabeth! Mi padre al fin se ha dado cuenta que no eres una buena influencia para su hija y no queremos que vuelvas.

Isabella se puso a temblar mientras sus fríos ojos recorrían sus piernas vendadas bajo la sábana, pasando por su brazo amoratado hasta llegar a su rostro cubierto por una enorme venda.

— Mi padre pagará las facturas del hospital, pero ahí termina todo. Cuando salgas de aquí, tendrás tus cosas en casa del reverendo Cullen, que se ha ofrecido a darte trabajo como su ama de llaves. No vuelvas por el rancho. No quiero verte más por allí. — se acercó a la cama— Y cómo me entere de que te pones en contacto con Elizabeth, te vas a acordar de mí.

Salió de la habitación sin molestarse en mirarla de nuevo e impactada se quedó mirando la pared sin entender nada. Se echó a llorar en silencio con el corazón roto y cuando la enfermera la vio le puso un sedante, provocando que durmiera. Lo único que esperaba era que todo aquello fuera una pesadilla. 

Pero no fue así. Nadie de la familia Masen fue a visitarla durante los días posteriores y después de que el sheriff Uley fuera a verla, supo la razón. Elizabeth había dicho que ella llevaba el coche, aunque el sheriff supo que era mentira al estar atrapada en el lado derecho. Pero la declaración de Elizabeth diciendo que había bebido y que ella se ofreció a llevar el coche fue ratificada por varios de sus amigos, pues lo había preguntado ante testigos. Nadie recordaba si Elizabeth había dicho que sí o que no. El sheriff le preguntó qué había ocurrido, pero ella no dijo una sola palabra todavía impactada por la mentira. Le había destrozado la vida y la había dejado tirada en la cuneta, siguiendo con su vida sin molestarse en ir a ver cómo estaba. La persona que más quería la había destrozado y no se había preocupado por ella. Alistair, el único padre que recordaba y que quería con locura, no le había dirigido la palabra más y cuando la veía por el pueblo apartaba la mirada como si fuera una apestada, mientras que Edward simplemente la ignoraba. Su familia. 

Sólo gracias al reverendo Cullen salió adelante. Después de una horrible rehabilitación a causa de las piernas y de ir a visitarla todo lo que podía, se la llevó a casa y le enseñó su pequeña habitación. Ver sus cosas metidas en cuatro cajas, fue como si le hubieran arrancado el corazón y desde entonces se había sentido sola. 

Se vio a sí misma con siete años apretar sus manitas manchadas de barro, salir a la carretera en medio de la oscuridad llorando y mirar hacia una camioneta gris que frenó en seco deteniéndose a unos centímetros de su cara. Recordaba perfectamente como Alistair salió gritando a su hijo que no se moviera mientras bajaba de la camioneta a toda prisa y como se encogió al ver a aquel hombre enorme, que la miraba como si no quisiera asustarla. Su carita llena de barro y sangre al igual que su vestido rosa le hicieron mirar hacia la cuneta.

— ¿Tu mamá está allí?

Ella no sabía qué contestar. No sabía dónde estaba su mamá, ni su papá. 

El hombre sonrió.

— No te preocupes. Encontraremos a tu mamá. ¡Edward!

Un chico alto bajó de la camioneta rápidamente.

 —Él es mi hijo. Se quedará contigo, ¿de acuerdo?

Los ojos azules del chico la miraban preocupados y asintió extendiendo su sucia manita. Edward le cogió la mano y forzó una sonrisa.

— No te preocupes. Mi padre encontrará a tus padres. Estás a salvo.

Y había confiado en ellos. Después de buscar un rato, Alistair salió del bosque negando con la cabeza y le dijo a su hijo.

— Voy a llamar al sheriff.

—Hay que llevarla al hospital. Está sangrando.

Ella les miraba sin entender nada, pero no soltó la mano de Edward en ningún momento. El sheriff llegó con una ambulancia y se dieron cuenta que no recordaba ni quien era, ni quienes eran sus padres. Ni siquiera sabía dónde vivía. Al quitarle la ropa en el hospital vieron que en el interior del vestido estaba escrito el nombre de Isabella y ese fue el nombre que le pusieron. No había rastro de denuncias de desaparición con nadie de sus características y se buscó en otros estados, pero no hubo resultados. Iban a enviarla a una institución, pero Alistair dijo que él se encargaría de ella hasta que encontraran a sus padres. Pero eso nunca pasó y todo el mundo empezó a apellidarla Masen. Alistair la acogió definitivamente tres años después y desde entonces se suponía que era una hija más. Pero estaba claro que no. 

Sonrió con tristeza apartando la mano del espejo dejando ver su cara.

— No pasa nada, Bella. Saldrás adelante. Saliste una vez de la cuneta y volverás a hacerlo. No podrán contigo.

12 comentarios:

  1. Pero que injusticia, es obvio que Bella no conducía el vehículo 😠

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  2. Estoy al borde de las lágrimas y sé que me la voy a pasar llorando toda la novela. 😭😭😭😭

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  3. Jole me dejo con sabor a más graciasssss graciasssss graciasssss

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  4. Ooohh. Que mal. Pero si el sheriff sabe bien lo que pasó xq no se lo dice a los Masen?? Linda historia. Me encantó.

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  5. Ayyyy no.... Cómo puede ser que después de considerarla una hermana, Elizabeth haya hecho algo así.... Y Edward es horrible!!! Solo espero que Bella pueda salir adelante y demostrarles que es mentira, que le pidan perdón por tratarla así...
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  6. Por amor de Dios que no habia peritos p algo asi ?? Pobre bells, ya vi porque la depresion de elizabeth, va a acabar loca si no confiensa.
    Maldito edward, como pudieron dejarla asi el y alistair.
    Empezando y ya llorando jejeje se ve buena.

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  7. K tristeza, actualiza pronto!!! Pero yaaaa!!!

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  8. Por eso anda tan deprimida Elizabeth. ... ella decidió vivir una mentira.... vamos bella tu eres fuerte

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  9. Pero que malditos, ella que tanto los quiere y pagarle de esa manera, sino hubiera protegido a Elizabeth seguramente seria ella la lastimada y bien que se lo merecia, pobre Bella pero ya llegara su hora y se arrepentiran de todo ����

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  10. Después de todo Elizabeth no quería a Bella como su hermana!!! 😠

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  11. Que triste!!! Debe ser horrible enterarte así que quien creías que te quería no da ni una moneda por ti T.T Pobre Bella!!!

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