Mentiras del Alma 7

Estaba tan nerviosa que iba describiendo todo lo que veía del coche y después de la ciudad. Apretaba el volante con fuerza al llegar a una zona residencial. Las casas eran antiguas y se notaba que era una zona cara de la ciudad. Giraron a la derecha y vio el cuatro por cuatro negro cuando la mujer redujo la marcha justo antes de meter el coche en un camino privado. Ella frenó en seco y varios hombres salieron corriendo en ese momento con las armas en las manos apuntando a la mujer. El agente Paul Lahote se acercó a su coche y con la mano le dijo que esperara. Pero ella atónita vio como la mujer bajaba del coche como si nada y sonreía como una niña buena. Cuando la colocaron sobre el capo del coche para esposarla la miró sonriendo y le guiñó un ojo. Apretó el volante con rabia y susurró.

— No tiene la muñeca. Lo ha hecho a propósito.

La puerta se abrió sobresaltándola y vio al agente Lahote que debía estar pensando lo mismo.

— No se preocupe. Los de la científica seguro que encontrarán algo.

Negó con la cabeza.

— ¿Cree que nos ha traído hasta aquí para que la pillen? Ha sido una trampa. Quería que supiera quién me destrozó la vida.

—No se preocupe. Encontraremos algo. No se va a librar de esta. Baje del coche, la llevaremos a la central para tomarle declaración. No está en condiciones de conducir.

Llevaban a la mujer hacia el coche negro y en ese momento llegaban otros dos. Decepcionada porque le daba la sensación de que aquello no serviría de nada cogió su móvil y el bolso antes de bajar.

— ¡Mamá! — gritó alguien.

Isabella miró a su alrededor y vio que una chica de unos dieciocho años se acercaba corriendo.

—Dios mío. — susurró viendo que era igual a ella y estaba aterrorizada.

—Espere aquí.

El agente Lahote salió corriendo para interceptar a la chica e Isabella se llevó una mano al pecho al escuchar.

— Mamá, ¿qué pasa? — en medio de la carretera el agente la cogió por la cintura impidiéndole acercarse a la mujer que en ese momento entraba en el coche ignorando a la muchacha.

—Está loca. — susurró empezando a caminar sin darse cuenta. La chica estaba llorando escuchando lo que el agente le decía.

— ¿Es una broma? ¿Por qué me dice esas cosas? Mamá, nunca haría algo así. — nerviosa la vio acercarse—. ¿Es usted policía? Mi madre no ha hecho nada, de verdad. ¡No hay nadie más bueno que ella!

— ¡Señorita Swan, espere en el coche!

Isabella no le hizo caso mirando los ojos azules de la chica. Llevaba su pelo castaño cortado a la altura de los hombros y vestía como todos los jóvenes. Vaqueros y sudadera gris.

— ¡Ayúdenme! — gritó desesperada—. ¡No tengo a nadie más a quien recurrir!

Entendía perfectamente cómo se sentía y se le llenaron los ojos de lágrimas. Pero debía saber la verdad.

— Mi nombre es Isabella Swan y la que crees que es tu madre me secuestró cuando tenía siete años dejándome en una cuneta días después.

La chica la miró asombrada.

— ¡Mientes!

—Me subió en ese mismo coche. No sé lo que ocurrió, pero estoy segura que era ella.

— ¡Mientes! —gritó desgarrada mirando después al agente y cogiéndole de las solapas— ¡No sé quién es esta loca, pero está mintiendo!

—No miente. Fue secuestrada y su madre ha dado un detalle que solo podía saber la secuestradora.

La chica palideció negando con la cabeza y miró alrededor desesperada por encontrar ayuda.

Los vecinos y los agentes del FBI estaban a su alrededor. Los vecinos cuchicheaban y cuando la muchacha vio que varios hombres iban a entrar en su casa corrió hacia allí.

— ¿Qué hacen?

El agente Lahote señaló a la chica y una agente morena con traje de chaqueta negro fue hasta ella a toda prisa sacando unas esposas que llevaba a su espalda.

— ¿La van a detener?

—Es por su bien. – cogió a Isabella del brazo y la llevó hasta uno de los coches negros—. Enseguida nos vamos a la central. — abrió la puerta de atrás—. Por favor, no intervenga. La situación ya es muy delicada.

—Sí. — se subió al coche y el cerró la puerta antes de volverse hacia la casa donde la chica chillaba y pataleaba con las manos atadas a la espalda—. Dios mío. — cerró los ojos para no ver su dolor y pensó la suerte que había tenido ella al vivir con los Masen.

Entonces sonó su móvil y a toda prisa lo busco en su bolso descolgando sin ver quien era.

— ¿Diga?

— ¿Bella? — la voz de Edward la emocionó sin poder evitarlo. Estaba muy nervioso.

—Edward. La han cogido.

— ¿Dónde estás, nena?

—Me van a llevar a la central para declarar.

—Vamos de camino a Austin. Riley ha llamado a Emmett.

— ¡No! ¡Mamá se preocupará! — sin poder evitarlo se echó a llorar.

—Joder, no llores nena. Llegaremos antes de que te des cuenta.

Sorbió por la nariz intentando controlarse y miró por la ventanilla. La chica gritaba de rodillas totalmente histérica y en ese momento llegaba una ambulancia.

— ¡Dios mío! Otra chica vivía con ella. Está destrozada.

—Llegaremos cuanto antes. –dijo muy serio.

En ese momento llego una furgoneta de la prensa e Isabella se asustó.

— ¡La prensa!

—No hables con nadie. — escuchó a Edward hablar con alguien—.Llegamos enseguida.

En ese momento le entró otra llamada y miró la pantalla.

— Me llama mi madre.

—Habla con ella, cielo. Tranquilízala.

Colgó el teléfono y contestó la llamada.

— Mamá, estoy bien.

— ¿Qué coño ha pasado? — preguntó histérica.

Suspiró pasándose la mano por la frente y se lo explicó lo más rápido que pudo.

—Papá ya ha avisado al avión. Llegaremos cuanto antes.

—No sé dónde está la central, pero…

—No te preocupes por eso. ¿Estás bien?

Vio de reojo como metían a la chica en la ambulancia. Parecía que estaba inconsciente.

— Sí, mamá. Estoy bien. Ha sido la sorpresa de ver a esa chica. Podía haber sido yo.

— Mi niña… — su madre se echó a llorar y alguien le quitó el teléfono.

—Bella, soy Emmett. ¿Estás sola?

—Estoy en el coche del FBI esperando al agente Lahote.

—Edward está de camino.

—Me ha llamado.

—Todo esto es increíble.

— ¿Crees que será una casualidad que nos hayamos encontrado?

—No lo sé. Déjalo al FBI. Ellos se encargarán de averiguar lo que ha pasado. Tú ya has perdido demasiado por culpa de esa mujer para perder un segundo más pensando en ella. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Sí, tienes razón. — asintió.

—En cuanto esto se solucione nos olvidaremos del asunto para siempre. ¿Quieres que llame a la doctora?

—No, estoy bien.

—Estaremos ahí antes de que te des cuenta.

El agente Lahote se acercaba al coche e Isabella susurró.

— Ya vienen.

—Te queremos, enana.

Sonrió sin darse cuenta mientras su hermano colgaba. El agente entró en el coche y la mujer del traje negro se sentó en el asiento del pasajero.

— ¿Han encontrado algo?

—El agente Jared Cameron se encarga de supervisar el registro. No se preocupe. No conozco a nadie más concienzudo que él. Si ahí hay algo, lo encontrará.

La mujer le sonrió e Isabella extendió la mano.

— Isabella Swan.

—Agente especial Emily Young. — le estrechó la mano— Es usted muy valiente.

—No he hecho nada.

—Otra en su lugar se hubiera puesto histérica. Se lo digo yo, que he visto de todo.

—Y alguna situación como esta, ¿la ha visto alguna vez?

La mujer negó con la cabeza.

— ¿Sabe que hay cuatro chicas más?

Bella perdió el color.

— ¿Qué?

—Están en el instituto. Irán a recogerlas.

—Esto va a ser un bombazo para la prensa. — siseó el agente Lahote—. No quiero ni pensar en sus padres cuando se enteren de que están vivas.

—Qué horror. — susurró Isabella mirando las calles de Austin.

Tardaron diez minutos en llegar. Entraron por el garaje y sin poder explicarlo se puso muy nerviosa en cuanto entraron en el ascensor. ¿Y si se había equivocado? Y si era una enfermera y no recordaba que llevaba la muñeca. Entonces recordó el coche verde, pero podía ser producto de su imaginación. ¡Tenía siete años!

De los nervios se apretó las manos saliendo del ascensor escoltada por los agentes.

— Venga por aquí.

La agente Emily Young la cogió por el brazo para guiarla por un pasillo y abrió una puerta que era un despacho con vistas a la ciudad.

— ¿Puede esperar aquí? Serán unos minutos.

—Sí, por supuesto.

—Quiere un café o…

— ¿Un refresco de cola puede ser?

La mujer sonrió cerrando la puerta y ella se sentó en una de las sillas ante el escritorio dejando el bolso en el suelo. Se apretó las manos y miró a su alrededor. En la pared había diplomas a nombre de Paul Lahote y sonrió al ver una foto de su familia. Tenía dos niños preciosos y todos iban vestidos con uniformes de béisbol. Hasta su esposa que era una morena preciosa.

Se sobresaltó cuando se abrió la puerta y la agente le entregó una lata de coca cola.

—Disculpe, pero no he encontrado los vasos.

—No se preocupe.

—Enseguida le tomarán declaración para que pueda irse. ¿Necesita algo más?

—No, gracias.

La mujer fue hasta la puerta y ella se levantó.

—Perdone. Pero mi familia viene de camino y…

—Estupendo. Así podremos hablar con ellos y realizar una rueda de reconocimiento.

Suspiro de alivio porque les dejarían pasar y se volvió a sentar inquieta mientras la mujer la dejaba sola.



Quince minutos después Isabella caminaba de un lado a otro del despacho dudando de todo. ¿Cómo iba esa mujer a secuestrar a seis niñas? Parecía tan agradable cuando la conoció. Sintiendo mucho calor se quitó el ligero abrigo azul que llevaba tirándolo molesta sobre la otra silla. ¿Dónde estaría Edward? Quince minutos después se subía por las paredes convencida de que estaba cometiendo un grave error que destrozaría la vida de esas chicas y cuando se abrió la puerta se echó a llorar al ver a Edward seguido de Riley, Elizabeth y Alistair.

Edward se acercó y la abrazó con fuerza.

— ¿Qué pasa, nena?

No era capaz de hablar y Elizabeth la miró preocupada.

— ¿Estás bien?

—Estoy asustada.

— ¿Por qué? — Edward le levantó la barbilla para que lo mirara.

— ¿Y si me he equivocado y he acusado a esa mujer…

—Eso lo descubrirán ellos que es su trabajo. — le acarició la mejilla—. Ahora tranquilízate.

Nerviosa miró a Elizabeth que sonrió acariciándole el hombro.

—Estás aquí.

—Nada como digas que has cogido una secuestradora, como para sacarme de casa. — se acarició su vientre de cinco meses guiñando de un ojo—. Sino fuera por ti Riley no me hubiera sacado de casa hasta dar a luz.

—Necesitas reposo. — dijo su amigo exasperado como si hubiera tenido esa conversación mil veces.

—Va. — Isabella la abrazó y le hizo un gesto a Riley que las abrazó a las dos.

—¿Y a mí no me dices nada?

Sonrió mirando a Alistair que tenía mejor aspecto que la última vez que le había visto.

— Hola, papá.

El hombre se emocionó y la abrazó con fuerza.

— ¿Cómo estás? ¿Lista para tu nuevo trabajo?

Miró de reojo a Edward que enderezó la espalda.

— Sí, pero había dicho que llegaría hoy y…

— ¡No sé por qué coño tienes que trabajar a cincuenta kilómetros de casa, cuando puedes hacerlo en el rancho!

Asombrada miró a Edward.

— Debes estar de broma.

—Edward, ahora no. — dijo Alistair advirtiéndole con la mirada.

— ¡Rechacé un trabajo buenísimo en Maine en uno de los mejores criadores del país para estar más cerca de casa y empezar de nuevo!

— ¡Si quieres empezar de nuevo lo harías mejor en casa!

—Eres insoportable.

— ¡Nos vamos a gastar una fortuna en gasolina!

— ¡Serás roñica!

Elizabeth se echó a reír sentada en la silla.

— Ya volvéis a discutir como antes.

Ambos gruñeron antes de que Riley se echara a reír.

— En nada de tiempo Edward le estará tirando los tejos.

Isabella se puso como un tomate.

— Más quisiera.

Alistair le dio una palmada a su hijo en la espalda sonriendo de oreja a oreja para después tirar de sus pantalones hacia arriba muy satisfecho.

Edward la miraba con los ojos entrecerrados y siseó.

— ¿Me estás retando, nena?

—No seas absurdo.

Elizabeth se echó a reír a carcajadas al ver la cara de su hermano.

— Me lo voy a pasar genial. Al menos pasarás los fines de semana en casa.

—Uno de cada dos.

— ¡Tus padres estarían encantados de pasar esos fines de semana en el rancho!

—También tengo amigos ¿sabes?

—Dejarlo ya, chicos— dijo Alistair como años antes.

Se volvieron a la puerta y el agente Lahote se sorprendió de verles allí.

—Vaya, ¿falta alguien?

—La otra parte de la familia que esta al llegar. — dijo Edward — ¿Se sabe algo?

— ¿Algo? Tenemos tantos datos, que no sabemos ni por dónde empezar. La están interrogando en este momento y al contrario de lo que pensaba no se está callando nada.

Isabella se llevó una mano al vientre.

— ¿Ha confesado?

El agente rodeó el escritorio sentándose en su sillón.

— Siéntense, por favor.

Edward la cogió por el brazo sentándola al lado de Elizabeth y colocándose tras ella mientras los demás se acercaban. El agente la miró a los ojos.

— Usted fue la primera. Por lo visto la cogió en el centro comercial porque siempre había querido una niña de ojos claros. Según ha dicho, usted no dejaba de llorar llamando a su madre y ella se enfadó dándole un bofetón. Asustada abrió la puerta del coche y se tiró de él en marcha.

—Madre mía. — dijo Elizabeth cogiéndole la mano.

—Al verla inconsciente en la cuneta pensó que había muerto por la posición del cuello y la cogió tirándola aún más lejos para que no se viera el cuerpo desde la carretera. Se asustó y no lo hizo más hasta años después. El resto de los detalles no se los puedo contar porque todavía estamos investigando.

Isabella sintió alivio porque al final había tenido la razón y no habían sido imaginaciones suyas.

— ¿Entonces será detenida? — preguntó Edward colocando una mano en su hombro.

—De momento está bajo custodia mientras seguimos investigando. Queda mucho trabajo.

— ¿Qué necesitan que haga?

—Cuénteme los hechos desde que se han encontrado. Sea lo más minuciosa posible.

Estuvo declarando durante cuarenta minutos mientras su familia no se perdía detalle. Cuando relató cómo la seguía en el coche, Edward le apretó el hombro claramente molesto y ella levantó la mirada hasta sus ojos.

—Muy bien. No hable con la prensa, por favor.

— ¿Nos podemos ir? — preguntó sorprendida.

—Tenemos su confesión. Aparte de los detalles que tenemos de verificar no necesitamos nada más de ustedes. Nos lo está poniendo muy fácil.

— ¿Y eso no es raro? — preguntó Edward muy tenso.

Lahote apretó los labios.

— Al parecer se está muriendo y no quiere que sus chicas queden desamparadas. Quiere que vuelvan con sus familias y al ver a Isabella y oír que había encontrado a su madre se decidió.

— ¿Lo ha dicho ella? — preguntó asombrada.

Lahote asintió yendo hacia la puerta.

— Pueden irse.

—Estaremos en el rancho si nos necesitan. — dijo Edward cogiéndola del codo para ayudarla a levantarse.

—Muy bien, gracias.

—Tengo que ir por el coche de alquiler. — todavía no se podía creer todo lo que había pasado.

—Yo me encargo. —dijo Riley— Dime dónde está.

Asombrada le miró.

— No lo sé. No me fije en el nombre de la calle.

—Riley, pregunta a Lahote. Me la llevo a casa.

—No os preocupéis. — le dio un beso rápido a su mujer y salió por el pasillo. Elizabeth cogió su bolso y se lo tendió.

—No habléis con la prensa. — dijo Edward sacándola al pasillo— Nos vemos en casa.

— ¿No venís con nosotros?

—Hemos traído dos coches. — dijo Elizabeth tranquilizándola— Salir vosotros primero. Yo voy con papá.

La inquietaba un poco ir con Edward y él se dio cuenta.

— Vamos. —entraron en el ascensor mientras Elizabeth se quedaba con su padre allí.

En cuanto se cerraron las puertas, se hizo un silencio incómodo y él apretó las mandíbulas, pero Isabella no dijo ni pío. Bastante tenía con tener que enfrentarse a la prensa.

En cuanto llegaron al hall gimió al ver la cantidad de ellos que esperaban molestando a todos los que entraban o salían.

—Disimula. No te conocen.

Ella asintió y él soltó su brazo yendo hacia la puerta empujándola para salir. Isabella la siguió y una mujer le puso un micrófono delante.

— ¿Sabe algo del caso de la secuestradora que está investigando el FBI?

Edward la cogió de la mano tirando de ella.

— ¿Conoce a alguna de las víctimas?

—No sabemos nada. ¡Déjennos en paz! — Edward empujó al que había hecho la pregunta que le cortaba el paso.

— ¡Edward! — dijo asombrada al ver que el hombre caía sentado sobre la acera. Soltándose de él se acercó al hombre—. ¿Se encuentra bien?

El hombre la miró haciendo una mueca.

—Cosas que pasan.

— ¡Discúlpate ahora mismo! — fulminó con la mirada a Edward que la miraba asombrado.

El periodista aún sentado en la acera le puso el micrófono ante la cara.

— ¿Sabe algo del caso de la secuestradora de niñas?

Exasperado Edward la cogió de la mano de nuevo tirando de ella. Algo molesta le dijo.

— Veo que todavía no has aprendido modales.

—Te has vuelto tú muy fina desde que estás en Nueva York.

— ¿Y eso también te molesta?

—Lo que me molesta es que no te veo tanto como quiero.

Isabella se quedó sin palabras y cuando abrió la puerta del pasajero de una camioneta roja, la cogió por la cintura metiéndola dentro como si fuera una niña. Cerró de un portazo rodeando la camioneta por delante mirando el tráfico. Se subió a su lado y ella entrecerró los ojos.

— Ya puedes ir olvidándote ¿me oyes? Eso no va a pasar.

— ¿De qué hablas? — divertido dio al contacto—. El cinturón.

—Nunca me lo pongo. —la miró asombrado— Si lo hubiera llevado esa noche estaría muerta.

Edward apretó los labios y se acercó a ella cogiendo el cinturón y poniéndoselo.

— Me da igual. —le dijo mirándola a los ojos—. Conmigo te lo pondrás.

—Serás gilipo…

La besó sorprendiéndola e Isabella abrió los ojos como platos cuando saboreó su labio inferior estremeciéndola. Se separó de golpe y ella se mordió el labio inferior que todavía sentía su tacto. La miró de reojo.

— ¿Mejor?

—Imbécil. —Edward se echó a reír— A mi novio no le gustaría nada esto.

Edward se detuvo ante un semáforo.

— No tienes novio.

— ¿Y tú qué sabrás?

—Cielo, cuando viniste para la boda eras virgen. Me estás diciendo que en cuatro meses lo has encontrado, después de veinticinco años sin él.

Sería listillo. Furiosa se cruzó de brazos y él se echó a reír.

— ¿No tienes nada que decir?

—Púdrete.

— ¿Quieres que hagamos una paradita y te ayude en eso?

—Antes me acuesto con cualquiera.

Edward negó con la cabeza.

— Con cualquiera no, cielo. Te aseguro que no lo pasarías igual de bien.

—Serás creído. — recordó a su madre y sacó su móvil del bolso—. Tengo que avisar a mis padres.

En cuanto contestó su padre porque su madre no cogía el teléfono y le explicó qué había pasado. Quedaron en verse en el rancho y cuando colgó hizo una mueca porque no le había preguntado a Edward.

—Mis padres van hacia el Rancho.

—Estupendo. —se quedó callada y él la miró de reojo—. ¿Qué pasa?

— ¿No molestamos? Si es así no te preocupes y nos iremos a un hotel o…

—Nena, ¿intentas provocarme? — apretó el volante con las manos—. Tu familia es muy bienvenida a tu casa.

—Mejor me callo. — dijo molesta.

Edward suspiró.

— ¿Por qué no intentamos mirar hacia delante?

—Como si fuera tan fácil. — dijo para sí mientras entraban en la autopista.

— ¡Muy bien! ¡Pues a partir de ahora es tu casa! ¿De acuerdo?

— ¡Muy bien!

Se retaron con la mirada y miraron al frente a la vez. Isabella en ese momento lo que le apetecía era pegarle cuatro tortazos.

—Es frustración sexual.

—Estás mal de la cabeza.

—Si nos acostáramos, se te quitaría esa cara de amargada que tienes.

Jadeó con ganas de estrangularle.

— ¡No tengo cara de amargada!

—En unos años te saldrán esas arrugas en el entrecejo como a la señora Denali. –sonrió al ver su cara— Joder, nena. El uso que le daría a esa boquita.

— ¡Serás pervertido!

— ¡Si lo estás deseando!

Se puso roja como un tomate. ¿Por qué sacaba el tema del sexo continuamente? Estaba salido.

Le miró de reojo y se preguntó hacia cuanto que no se acostaba con una mujer.

— ¿Y a esa novia tuya, no le molestaría que te acostaras conmigo? — parecía que no sabía de lo que hablaba—. ¡Le dijiste a mamá que te ibas a casar!

Edward abrió la boca como si recordara.

— Nena, me voy a casar contigo. Lo que pasa es que no se lo iba a decir a tus padres sin decírtelo primero a ti.

A Isabella se le cortó el aliento y después la furia la recorrió.

— Decidido, estás como una cabra.

Edward se echó a reír asintiendo.

— Sí, algo sí que lo estoy porque te dejé escapar. Pero has vuelto y ya no tienes escapatoria.

—Te vas a matar a pajas antes de que me toques un pelo. — siseó rabiosa.

—Te voy a tocar mucho más— la miró como si quisiera comérsela viva y Isabella sintió que el calor la recorría de arriba abajo.— Dime, nena…. ¿Has pensado en mí?

— ¿Qué?

— ¿Has pensado lo que te haría? Porque yo he pensado millones de veces como te haría gritar de placer. — Isabella apretó los muslos sin querer mientras sus pezones se endurecían con sus palabras. — ¿Has pensado en mis labios recorriendo esos preciosos pechos bajando por tu vientre y …

— ¡Cállate! — le gritó respirando agitadamente sin darse cuenta.

Edward entrecerró los ojos y se detuvo en el arcén. Asustada negó con la cabeza y Edward la cogió por la nuca.

— Eres transparente, cielo. —sus ojos azules brillaban de deseo mirándola y con la mano libre le acarició el muslo por encima del vestido—. Estás al borde, ¿verdad?

— ¿Qué haces?

Abrió los ojos como platos cuando la mano de Edward entró entre sus muslos e Isabella gimió al sentir las caricias sobre su piel abriendo las piernas sin darse cuenta. Cuando rozó sus braguitas, él susurró cerca de su boca.

— Estás húmeda. Me deseas. —apartó su braguita antes de acariciar con delicadeza sus pliegues de arriba abajo. Isabella se estremeció y abrió la boca. Edward miró sus labios y se los besó suavemente—. Quieres correrte, ¿verdad? — la volvió a acariciar y cuando Isabella gimió de placer la besó en el cuello— ¿Te gusta? — la miró a los ojos y gruñó antes de devorar sus labios sin dejar de acariciar su sexo. Isabella se tensó y él se apartó de su boca para mirarla a los ojos antes de coger su clítoris entre sus dedos y apretarlo ligeramente haciéndola estallar en mil pedazos.


8 comentarios:

  1. Vieja chiflada gracias amo al energúmeno de Edward gracias gracias

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  2. Esa señora era una secuestradora en serie 😮. Bellita y Edward ya no aguantan más las ganas y yo también 😉

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  3. 😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲😲que por que acaba así nooooo .
    Bueno ya sabemos quien está la viejita y enserio edward y bella son dos personajes pero bueno ojalá así se arreglen

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  4. Edward de verdad esta luchando por ella, solo espero que Bella coopere un poquito para que puedan estar juntos!!!! ;)
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  5. Vieja loca a cuántas criatúritas se robo ese ed picaron goloso jajaja

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  6. eSE Edward que me caia tan mal, ahora me encanta jejeje soy bipolar

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  7. Wou increíble!!! Kiero mas cappppp'ssss!!

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  8. Que vieja loca, menos mal que no le hizo nada. Y Edward, que forma de conquistar!!! Jajajaja XD

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