Mentiras del Alma 9

La ayudó a subir a su montura y sumida en sus pensamientos casi no hablaron. Cuando vieron la casa, ella detuvo a Matilda y Edward se detuvo a su lado.

— ¿Quieres que se lo diga yo?

—Se van a quedar de piedra. — se mordió el labio inferior pensando que su madre pondría el grito en el cielo. Eso por no hablar de Jasper, que se tiraría sobre Edward en cuanto abriera la boca.— Mejor se lo digo yo. — gimió mirándole.— ¿No podemos esperar unos meses?

—Ni hablar. No espero ni un segundo más. —la miró a los ojos.— Nena, ya va siendo hora que vuelvas a casa y…

Abrió los ojos como platos.

— No voy a dejar mi trabajo.

—No busques excusas. Aquí puedes realizar el mismo trabajo que harías en Austin. Sólo quieres poner una barrera entre nosotros y no lo voy a consentir.

— ¡La barrera la pusiste tú!

— ¡Pues la estoy quitando ahora!

— ¡Serás mandón! ¡Siempre tiene que ser todo como tú quieres!

—Mira, la boda dejo que la organices como te dé la gana.

—Que generoso…

—Gracias. — Edward le guiñó un ojo antes de reanudar el camino hasta el establo.

A regañadientes le siguió.

Edward la cogió por la cintura para bajarla y la cogió de la mano sin decir ni pío tirando de ella como si fuera a la guerra.

Ella hincó los talones en el suelo sintiendo pánico por lo que iba que hacer.

— ¡Espera un momento!

Edward la cogió en brazos y subió los escalones del porche a toda prisa.

— ¡Me presionas demasiado!

Él se detuvo ante la puerta.

—Nena, si no te presiono, no darás un paso hacia mí en la vida. Solo te pido que me des una oportunidad para demostrarte que las cosas nunca volverán a ser como antes.

Isabella estaba aterrada porque temía que le volviera a hacer daño, pero también la aterraba que si no se casaba con él, perdería lo que sentía a su lado y era algo que tampoco quería. Le acarició la mejilla y Edward sonrió.

— ¿Entramos?

—Sí. Pero déjame en el suelo.

Él lo hizo a regañadientes y abrió la mosquitera para dejarla pasar. Cuando entraron en la casa, ella le cogió la mano y fueron hacia el salón donde todos estaban reunidos. Se quedaron en la puerta y su madre, que se reía de un álbum que le enseñaba Elizabeth, levantó la vista distraída.

— Hija, nos está enseñando las fotos… — se detuvo cuando vio sus manos unidas y se levantó de golpe sobresaltando a Elizabeth.— ¡Charlie!

Su padre que estaba jugando a las cartas con sus hermanos y Riley, se levantó lentamente y todos se quedaron en silencio.

Isabella forzó una sonrisa y dijo.

— Edward me ha pedido que me case con él.

Elizabeth chilló de alegría y Alistair sonrió de oreja a oreja, pero su familia se quedó en shock. No se movían ni expresaban nada

— Le he dicho que sí. —Charlie miró a su mujer y ambos sonrieron. Atónita vio como sus hermanos chocaban las manos en alto y Edward rió por lo bajo.— Parece que no os sorprende.

— ¿Cómo nos va a sorprender si os coméis con los ojos? — preguntó Jasper divertido levantándole y dándole la mano a Edward.— Felicidades.

Su madre se acercó a abrazarla y ahora la que estaba en shock era ella porque estaban tan tranquilos.

—Espero que seas muy feliz, hija. — dijo su madre emocionada para después darle un abrazo a Edward.

—Gracias.
 
Después de que toda la familia les felicitara, Kim sacó una botella de champán para celebrarlo. Edward se sentó a su lado en el sofá y le cogió la mano seguramente temiendo que saliera corriendo en cualquier momento.

— ¿Y cuándo será la boda? — preguntó Elizabeth emocionada.

—Lo antes posible, antes de que la novia huya. — dijo su prometido sonrojándola.

Todos se echaron a reír y ella forzó una sonrisa. Edward la miró de reojo y le susurró.

— ¿Quieres una ducha fría?

Se levantó de golpe asintiendo.

— Sí. Me cambiaré para la cena.

Evitando sus miradas prácticamente, salió corriendo y subió los escalones de dos en dos hasta el primer piso. Todos oyeron el portazo y Alistair chasqueó la lengua.

— No va mal.

— ¿No va mal? Va tan bien que da miedo. —dijo Renée sentándose al lado de Edward. Le miró con la copa de champán en la mano.— ¿Qué te dijo cuándo se lo pediste?

—Tuve que obligarla a ponerse el anillo.

Jasper hizo una mueca.

— Pero no se lo ha quitado. Eso ya es algo. Avanzamos lentos, pero seguros.

—No quiero obligarla a casarse conmigo. — molesto se levantó dejando la copa de champán sobre la repisa de la chimenea.

—No la estás obligando. — dijo Elizabeth.— Te quiere. Te ha querido siempre. Sólo tiene que darse cuenta.

—Cuando nos fuimos hace meses todos sabíamos que estaba huyendo de lo que siente porque tiene miedo a que le hagan daño de nuevo. —dijo Charlie muy serio.

—Que yo le haga daño.

—Exacto. Pero todos nos dimos cuenta que te sigue queriendo. Solo tiene que sentirse segura y todo fluirá solo.

 — ¿Y si nunca se llega a sentir segura a mi lado? ¿Y si al presionarla consigo lo contrario?

—De momento la cosa va muy bien. — dijo Alistair dejando su vaso de whisky sobre la mesa de centro.— Sólo ha llegado hace unas horas y mira donde os encontráis ahora.
 
—Emmett, ¿tú qué opinas?

—Mi hermana ha cambiado mucho en estos años, pero hay algo que no ha cambiado en ella y es que esa atracción que siente por ti sigue intacta. —le miró a los ojos.— Pero tío, como le vuelvas a hacer daño te corto los huevos.

Isabella con las cosas para ducharse en la mano estaba en la barandilla con los ojos como platos. ¡Todos estaban metidos en el ajo! Atónita fue hasta el baño y se duchó pensando en ello. No entendía cómo podía haber llegado a la conclusión que echarla de casa era lo mejor y tampoco entendía que creían que lo iba a olvidar. ¿Cómo no iba a desconfiar de Edward? Entonces pensó que a Alistair y a Elizabeth los había perdonado. ¿Por qué no era capaz de perdonar a Edward? Entrecerró los ojos masajeándose el cabello y se dio cuenta que él había sido el que más daño le había hecho. ¿Estaba enamorada de él en el pasado y no se había dado cuenta? Al parecer todos pensaban que sí. No había salido con nadie en el instituto. Además, sólo se había besado en esa época con Riley y porque casi se sintieron obligados después de ir una noche al cine. Enseguida se dieron cuenta que había sido un error y lo olvidaron continuando como amigos como siempre.

Suspiró cerrando el agua y saliendo de la ducha. Se envolvió con una toalla la cabeza y se puso otra de baño alrededor del cuerpo pensando en cómo le había mirado en la ducha el día anterior a que ocurriera todo. La verdad es que se lo comió con los ojos y no era para menos. Menudo trasero tenía. ¿Se estaba mintiendo a sí misma para protegerse? La verdad es que cuando la tocaba la volvía loca.

Entonces recordó que Edward tenía dudas por su plan. No quería obligarla a casarse con él. Parecía inseguro. Temía que ella saliera huyendo en cualquier momento.

Salió del baño después de tirar la ropa sucia al cesto y salió descalza hacia su habitación.
Cuando entró Edward estaba sentado en la cama con los codos apoyados en sus rodillas mesándose el cabello. No parecía alguien que se acababa de comprometer. Estaba tenso y ella sin saber por qué quiso tranquilizarle. Se acercó a él y Edward levantó la vista cuando la vio. La cogió por la cintura colocándola entre sus piernas mirándola muy serio.

— Nena…

—He pensado que podemos casarnos mañana. — la miró sorprendido. —Está aquí toda la familia y …

Edward sonrió.

— ¿Mañana?

Distraída en sus ojos azules le acarició el cabello.

— ¿Crees que le parecerá bien al reverendo?

—Cielo, ¿no quieres una gran boda con vestido de novia y esas cosas?

—Tengo el vestido de Elizabeth. — los ojos de su prometido brillaron.— Y estarán las personas que más quiero del mundo. No necesito más. — insegura preguntó.— ¿No te parece bien?

—Quiero que estés segura de esto. Por mí me casaría ahora mismo.

— ¿Me quieres?

Él la abrazó con fuerza.

— No te lo voy a decir hasta que me lo digas a mí. —dijo mirando sus ojos verdes.

Le hizo gracia su respuesta.

— ¿Temes que no te lo diga?

—Sé que hay cosas que debemos superar y cuando me lo digas, sé que lo harás de corazón. Entonces yo te lo diré.

—Crees que me muero por oírtelo decir, ¿verdad?

Edward sonrió.

— Te mueres por oírlo.

Divertida se agachó para besarle en los labios.

— Ya veremos. —él la dejó alejarse hacia el armario donde cogió un vestido rosa.

—Nena, no hemos hablado de algo…— dijo tumbándose de costado viéndola eligiendo la ropa interior.

— ¿De qué?

—De los niños.

Se detuvo en seco con los ojos como platos.

— ¿Qué quieres decir? — se acercó para dejar la ropa sobre la cama y sentarse frente a él.

— ¿Quieres niños?

Pensando en ello se quitó la toalla de la cabeza dejando que sus rizos húmedos cayeran sobre sus hombros.

—No sé. No había pensado en ello.

— ¿Crees que deberíamos esperar?

— ¿Tú quieres esperar?

Edward se echó a reír.

— ¡Te lo estoy preguntando a ti!

—No tiene sentido que diga que quiero esperar si tú no quieres. ¡Siempre te sales con la tuya!

—En esto no. Será una decisión consensuada.

—Pues esperemos un año.

—Seis meses.

—Nueve.

Edward sonrió cogiéndola del brazo para tumbarla sobre él.

— Pues que sean nueve. — le acarició la nuca y ella cerró los ojos.– Nena, no me puedo creer que estés aquí.

Abrió los ojos y sonrió.

— Yo no me puedo creer que vayas a ser mi marido.

Un golpe en la puerta los sobresaltó.

— ¡La cena! —se volvió para ver a Elizabeth mirándolos maliciosa.— ¡Venga tortolitos, me muero de hambre!

—Qué raro. — dijo Edward divertido sentándose en la cama.

— ¡Ya le tocará a tu mujer y entonces me llegará mi turno!

— ¡Antes de nueve meses no voy a quedarme embarazada! — exclamó ella cogiendo la ropa interior.

—Así que esta tarde usasteis condón. — dijo Elizabeth divertida alejándose.— Que previsor, hermano.

Asombrados se miraron.

— ¿Se lo has dicho? — preguntaron a la vez.
 
Su hermana se echó a reír.

— ¡Se os ve en la cara! — gritó a lo lejos.— Papá, ¿sabes que Edward ha sido malo esta tarde? ¡Mi hermana va a acabar como yo!

Todos se rieron en el piso de abajo e Isabella se puso como un tomate.

— Será posible. Qué familia.

Edward se acercó y la besó rápidamente en los labios.

— Voy a cambiarme.

—Sobre lo de esta tarde…

—Evitaré que vuelva a pasar. No te preocupes.

Suspiró aliviada y sonrió al verle salir cerrando la puerta. Aquello no iba nada mal. Estaba siendo muy razonable con todo. Puede que su matrimonio fuera perfecto después de todo.



¡Ese matrimonio era un desastre! Sentada en la cama apoyada en el cabecero, miró a su marido cruzada de brazos con los ojos entrecerrados. Tres días llevaba sin hacerle el amor y eso que hasta se había paseado en pelotas ante él. ¿Qué le importaba a ella que estuvieran marcando el ganado y que durmiera tres horas? ¡Tenía que cumplir con ella también! ¡Tres meses llevaban casados y ya la desatendía!

Hizo una mueca porque era cierto que se llevaban muy bien, aunque había una fina línea que los separaba aún. Como si Isabella no fuera capaz de entregarse del todo. Pero en el sexo siempre les había ido muy bien. Edward nunca fallaba. Entrecerró los ojos mirándole. Estaba frito.

Molesta salió de la cama mostrando el sexy picardías rosa que llevaba y se puso la bata de mala manera. Decidió tomarse un vaso de leche caliente y al salir vio que una luz de abajo estaba encendida. Descalza bajó los escalones pensando que se habían olvidado de apagarla, cuando se detuvo en seco al ver a Elizabeth mirando una botella de ron que había puesto sobre la mesa de centro, mientras sentada en el sofá acariciaba su enorme barriga de ocho meses. Se acercó lentamente quedándose en el vano de la puerta y susurró.

— Elizabeth, ¿qué haces?

—Estaba pensando.

— ¿En qué?

—En lo que he estado a punto de perder por eso. — se acercó sentándose en el brazo del sillón.— Y en todo lo que he perdido por culpa de eso también.

—Sí, podíamos haber muerto esa noche.

Elizabeth asintió y se acarició el vientre.

— Si no lo hubiera dejado, no estaría con Riley y no hubiera vuelto a casa. No estaría a punto de tener un niño, ni te hubiera visto de nuevo. — la miró a los ojos y Isabella sonrió.— ¿Y tú qué haces despierta?

—Mi marido me tiene abandonada.

Elizabeth se echó a reír.

— A Riley le pasa lo mismo en esta época.

— ¿Tú…?

—Claro. Soy una recién casada. Casi.

— ¿Incluso así de embarazada?

—Ya te darás cuenta, pero te subes por las paredes deseando que llegue la hora de irse a la cama. —Isabella se echó a reír.— ¡No es broma! ¡Te lo juro! ¡Le tengo exprimido!

— ¡Me imagino de lo que estáis hablando y no me lo puedo creer! — dijo Edward en calzoncillos desde la puerta. Se sobresaltaron del susto.— ¡Son las tres de la mañana!

— ¿Te hemos despertado?

— ¡Me ha despertado que no estés en la cama! — se acercó a ella cogiéndola en brazos y Isabella se echó a reír.

—Menudo marido tengo, que no se ha dado ni cuenta. — dijo su cuñada levantándose del sofá. Su hermano la miró divertido cuando un gran charco se formó a los pies de Elizabeth .—Upsss.

Isabella abrió la boca asombrada y Edward la dejó lentamente en el suelo mientras decía.

— Voy a llamar al médico.

—Sí cariño. Llama al médico— se acercó a su amiga que todavía miraba el suelo.— Elizabeth, vamos a vestirte.

—Estoy de parto. — dijo atónita.

—Eso parece. ¿Te encuentras bien?

La miró asombrada.

— No siento nada.

—Qué bien. Esperemos que todo siga así.



Los gritos de Elizabeth en el paritorio del hospital de Austin, tenían a Alistair, a Edward y a Isabella de los nervios. Totalmente pálida miró a su marido y susurró.

— Yo no voy a pasar por eso.

—Eso decís todas. — dijo su padre aparentando diversión. — Pero luego las ganas de tener hijos, hacen que lo olvidéis todo.

Un grito de Elizabeth que ponía los pelos de punta hizo que mirara a Edward.

— Ni de coña. ¿Qué te parece la adopción?

—Lo hablaremos cuando todo no sea tan dramático.

El llanto del niño les hizo sonreír aliviados e Isabella abrazó a Edward y después a Alistair loca de alegría.

— No te preocupes, hijo. En cuanto tenga a Seth en brazos, querrá tener uno.

Edward sonrió y minutos después Riley salió del paritorio sonriendo de oreja a oreja con un bultito envuelto en una mantita azul en brazos.

—Ya está aquí.

—Oh…. — se acercó a su amigo y al ver la carita del niño que tenía la manita sobre la boca sonrió queriendo cogerlo.

— ¿Ves? — dijo Alistair divertido con los ojos llenos de lágrimas. — Mano de santo.

— ¿Cómo está Elizabeth? — preguntó ignorándolos mientras cogía al niño en brazos.

—Cansada, pero muy contenta. Se ha echado a llorar en cuanto vio al niño.

Isabella sonrió mirando a Alistair.

— Abuelo…se parece a ti. Tiene tu nariz.

Alistair se acercó impaciente para ver a su nieto y ella se lo puso en brazos. Edward la cogió por la cintura pegándola a él y ella emocionada le abrazó.

— Que guapo.

— ¿Qué decías sobre tener niños?

—Va, pediré que me droguen.

Edward se echó a reír y la besó en la frente cuando Isabella vio a una mujer al final del pasillo. Se agarró a la camiseta de Edward sin darse cuenta.

— Nena, ¿qué pasa?

— ¡Era ella, Edward!

— ¿Ella?

— ¡La señora Tanner! — señaló el final del pasillo mientras todos se tensaban mirando hacia allí. — ¡Estaba allí mirándonos!

—Nena, ¿estás bien? — dijo su marido preocupado. — Está en la cárcel hasta que empiece el juicio. Si la hubieran soltado, Lahote nos habría avisado, ¿no crees?

Parpadeó dejando caer la mano que señalaba donde había estado.

— Sí, claro. Lo sabríamos. — forzó una sonrisa. — Lo que me faltaba, tener visiones.

Alistair dio el niño a Riley.

— Seguramente se parecía y la has confundido.

—Iros a casa. — dijo Riley mirando al niño con una sonrisa en los labios. — De todas maneras, Elizabeth seguramente saldrá de ahí dormida. Estaba agotada.

—Sí, cielo. Vamos a casa.

Miró el final del pasillo inquieta pensando que igual tenían razón. Estaba cansada pues ya debía estar amaneciendo, así que se acercó a su amigo.

— Felicidades, es precioso.

—Igualito que su madre.

Ella miró su pelito rubio y le acarició la frente.

— Igualito. No se puede negar que ha salido a los Masen, tiene hasta su ceño fruncido. — le dio un beso en la mejilla y se acercó a su marido. — Hasta mañana.
 
—Descansar. — Riley miró de reojo a Edward que estaba algo tenso y ella se preocupó. ¿Estaría perdiendo un tornillo?

Estaban en el coche y miró de reojo a Edward. Estaba muy callado, pero seguro que estaba hecho polvo después de no haber dormido nada. Y ahora tendría que irse a trabajar.

— ¿Estás bien? — le preguntó preocupada.

—Claro que estoy bien. — la miró sonriendo. — Seth es una alegría.

—Ya me lo dirás cuando llore por la noche. — divertida miró hacia atrás donde Alistair estaba totalmente dormido.

—Cuando me acostumbre, ni lo notaré. — su marido le cogió de la mano mirando la carretera y ella sonrió. — ¿Tienes mucho que hacer hoy?

—Iba a vacunar a unos potros y a hacer unos análisis, pero voy a dejarlo para mañana. — se tensó cuando un coche verde les adelantó colocándose ante ellos y angustiada miró la matricula. —Edward….

—Dime, cielo.

—Ese es el coche de la señora Tanner.

Edward le soltó la mano colocándola en el volante.

— ¿Estás segura?

— ¡Es su modelo y su matrícula! — alterada intentó ver quién iba dentro del coche.

—Lo llevará otra persona…

— ¡Adelanta!

—Nena…

— ¡Adelanta, quiero ver quien conduce!

Edward puso el intermitente y Alistair preguntó desde atrás.

— ¿Qué ocurre?

—Nada, papá— dijo Edward muy serio pasando al carril izquierdo acelerando. Impaciente Isabella se adelantó en su asiento para ver quién conducía y se quedó de piedra al ver a la señora Tanner al volante sonriendo como si nada.

— ¡Isabella, no la mires!

— ¿Pero has visto eso? ¡Está libre! — la mujer la saludó con la mano como si nada y Edward juró por lo bajo. — ¡No tiene vergüenza! Nos está siguiendo. —asustada miró a su marido que aceleró para dejarla atrás. — ¿Qué busca? Nos está siguiendo.

—Será una casualidad, nena. No te preocupes. No es violenta.

— ¿No es violenta? ¡Casi me mata!

—Llamar a Lahote. —dijo Alistair muy serio. — A ver qué dice él.

— ¡Nos siguió al hospital! — entrando en pánico abrió los ojos como platos. — Era enfermera y Elizabeth está allí. ¡El niño!

Edward apretó las manos en el volante sin decir palabra y ella entrecerró los ojos.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué no dices nada?

—Sabía que la habían soltado. — dijo su marido mirándola de reojo.

—¿Lo sabías? — preguntó histérica antes de mirar a Alistair que asintió.— ¿Lo sabíais todos?

—No queríamos preocuparte. — Edward la cogió de la mano.— La soltaron hace dos meses poniendo su casa como aval.

— ¡Dios mío! — se pasó la mano por la frente.— ¿Qué quiere?

—No tengo ni idea, pero no voy a dejar que se acerque a ti. No te preocupes.

—En el rancho no puede entrar, así que allí estás segura. Y no irás sola a ninguna parte hasta que esto se solucione. — dijo su padre cogiéndola por el hombro intentando reconfortarla.

— ¿Mis padres lo saben?

—Sí, y estuvimos de acuerdo en no decirte nada.

—Sí, pero suponíamos que ni se acercaría a nosotros. — dijo Alistair mirando a su hijo por el espejo retrovisor.— Debemos informar de lo que está pasando.

— ¿Cómo sabría que estábamos en el hospital? — preguntó ella apretándose las manos.— Nos estará siguiendo.

—Si hubiera visto ese coche antes lo habría reconocido. —dijo Edward.— No nos ha seguido esta noche.

—Isabella, llama a Lahote.

—Sí…— sacó su móvil y buscó el número del agente que tenía grabado en la memoria del teléfono. Mirando a su alrededor nerviosa se lo puso en el oído.

—Al habla Lahote. —dijo con voz somnolienta.

—Soy Isabella, ¿le he despertado?

—No se preocupe, tenía que levantarme ya. ¿Qué ocurre?

—La señora Tanner nos está siguiendo.

—Perdone, ¿qué ha dicho?

— ¡La vieja nos ha seguido hasta el hospital donde Elizabeth ha dado a luz! ¡Estaba allí! ¡Y ahora al volver a casa nos ha adelantado con su chatarra verde! ¿Por qué no me dijo que le habían soltado? — furiosa miró a su marido que hizo una mueca.

—Su familia…

— ¡A ellos no les ha secuestrado esta chiflada!

El hombre suspiró.

— Muy bien. Iré al rancho esta mañana para hablar con usted sobre las opciones.

— ¿Opciones? ¡No hay opciones! ¡Métala en una puta celda y tire la llave!

—No se altere. Seguimos el procedimiento.

—Tienen mil pruebas contra esa mujer. ¡Secuestró a cinco niñas! ¿Qué necesitan para encerrarla? ¿Que mate a alguien?

—Entienda que tiene una enfermedad terminal y tiene una edad. El juez al ver su cara de buena le puso una fianza razonable. Y desde que ha salido no ha creado problemas. Las otras chicas no me han comentado nada y sus familias tampoco.

Apretó los dientes con ganas de pegar cuatro gritos.

— Me está molestando a mí.

— ¿Le ha hablado? ¿La ha importunado de alguna manera?

—Esto es la leche.

—Esta mañana iré con el agente Emily Young para ver qué podemos hacer, pero desde ya le digo que va a ser complicado si sigue cumpliendo la ley.

—Ahí está. — dijo Edward mirando por el espejo retrovisor.

Isabella miró hacia atrás.

— ¡La tenemos detrás!

—No se ponga nerviosa. Vamos para allá.

El agente colgó el teléfono, pero Isabella sabía que era inútil. La viejecita simplemente se dedicaba a seguirles a una distancia prudencial y Edward aceleró de nuevo.

—Edward, cuidado con la velocidad. — dijo Alistair sin dejar de mirar a la mujer por la luna trasera.— Sólo faltaba que tengamos un accidente por esa loca.

Edward salió en la desviación hacia el rancho y la mujer les siguió como si nada.

— Llama al sheriff, papá. – dijo su marido mirando por el espejo retrovisor.

Alistair cogió su móvil y marcó el número que sabía de memoria.

—Dios mío. Nos va a seguir hasta casa.

—No si puedo evitarlo. — dijo Edward mientras Alistair hablaba con el sheriff Uley. Entró en el pueblo y se detuvo ante la cafetería.— Vamos a desayunar algo.

—Pero…— nerviosa miró a Edward que forzó una sonrisa.

—Así daremos tiempo al sheriff para que llegue.

Sin poder creérselo vio como la mujer aparcaba el coche a su lado, pero no se bajó del coche. Simplemente sonreía mirando al frente.

—Esto no me gusta nada. — dijo Alistair muy serio.— Edward, coge el arma de la guantera.

Su marido abrió la guantera mirando hacia el coche de la mujer. Abrió la puerta del conductor y salió colocándose el revolver en la cinturilla a su espalda cubriéndola con la cazadora.

— Nena, baja por aquí.

Asustada arrastró el trasero por el asiento hasta llegar a él que le cogió la mano para ayudarle a bajar de la camioneta. Edward no le quitaba ojo a la mujer que seguía allí sentada con ambas manos sobre el volante mirándoles sonriendo.

— Joder, pone los pelos de punta. —Alistair cerró la puerta de la cafetería y les indicó una mesa del fondo para no estar expuestos ante el escaparate.

Fueron hasta allí y se sentaron mirando hacia la puerta. Casi no había nadie, excepto dos vaqueros de otra finca desayunando ante la ventana. Makenna se acercó con el block en la mano.

— ¿Qué os pongo, chicos?

Distraída miró a la dueña del café antes de volver a mirar a la puerta sin decir palabra, así que su marido pidió por ella y por Alistair.

— Tráenos tres desayunos completos.

— ¿Cómo estáis aquí tan temprano? — contestó poniéndose el lápiz tras la oreja antes de meter la libreta en el mandil rosa que llevaba.

—Venimos de Austin. Elizabeth ha dado a luz.

Asombrada miró las caras serias de los tres.

— ¿Está bien? ¿Le ha ocurrido algo?

Alistair forzó una sonrisa.

— No, está muy bien y el niño es precioso.

—Ay, madre. –susurró Isabella al ver a la viejecita entrar en el local haciendo sonar la campanilla de la puerta.

—Llama al sheriff, Makenna. — dijo Edward levantándose lentamente.

Makenna miró a la mujer asombrada

— ¿Ahora tenéis miedo de las viejas?

—De las que secuestran niñas sí. — Alistair también se levantó quedando a ambos lados de la mesa mientras que ella se quedó sentada mirando a la mujer.

Makenna miró a Isabella que estaba pálida y salió corriendo hacia detrás de la barra para coger el auricular del teléfono amarillo colgado en la pared.

La mujer les miraba desde la puerta sin acercarse y Edward explotó.

— ¿Qué coño quiere? Deje a mi mujer en paz.

La mujer se acercó lentamente y Edward se interpuso alargando el brazo.

— ¡No se acerque a ella!

—Sólo quiero darle algo.

La puerta se abrió en ese momento y el sheriff Uley entró en el local haciendo suspirar de alivio a Makenna y a Isabella que se levantó lentamente.

—Sheriff, esta mujer está acosando a mi mujer. — Edward no se movió de su sitio mientras el Sheriff se acercaba a ella quitándose el sombrero y dejándolo sobre la barra. Los vaqueros les miraban con la boca abierta, seguramente extrañados porque se asustaran por una viejecita con vestido de flores de cuello de encaje.

El sheriff chasqueó la lengua mirando a la mujer y se puso ante ella con los brazos en jarras.

— Vamos a ver. ¿Se puede saber lo que está haciendo, señora? No puede acosar a la señora Masen.

—Sólo quiero darle algo. — sonrió agradablemente— Ella me lo pidió y se lo he traído.

—Démelo a mí y yo se lo daré.

La señora Tanner negó con la cabeza.

— No, debo dárselo yo. Iba a ser mi niña, ¿sabe usted?

—Lo sé muy bien. Y casi la mata. Así que lárguese de aquí con viento fresco y no vuelva por la ciudad o la detendré. Volverá a la cárcel. ¿Entiende lo que le digo?

—Fui a verla esta noche al hospital, pero estaba tan contenta con su sobrino que no quise molestar. Por eso la seguí. No quiero molestar. —sacó la cabeza de detrás del cuerpo del sheriff para mirarla a los ojos.— ¿No quieres tu muñeca?

—Joder con la vieja. — dijo Makenna— Pone los pelos de punta.

— ¡No quiero nada de usted! ¡Déjenos en paz!

La mujer miró a Edward y frunció el ceño.

— ¿Qué le pasa a su mujer? Primero quiere la muñeca y ahora se comporta así, encima que me he tomado la molestia de traérsela yo misma.

Edward perdió la paciencia.

— Mira, zorra psicópata, como te vuelvas a acercar a alguno de los míos o a mi mujer te meto un tiro entre ceja y ceja.

—Tranquilo, Edward. — dijo el sheriff empujándolo del pecho para que se alejara.

— ¡Me ha amenazado! — chilló la vieja.— ¿Va a dejar que me amenace?

—En este momento hasta le dejaría que le pegara ese tiro. ¡Lárguese de aquí de una puta vez! La señora Masen ya ha sufrido mucho por su culpa.

Miró al sheriff asombrada.

— ¿Yo la he hecho sufrir? Sólo me la lleve a dar un paseo. —para asombro de todos les señaló con el dedo.— Han sido ustedes quienes no la protegieron.

El sheriff y Edward palidecieron al escucharla
— Usted… — dijo señalando al sheriff— es un incompetente que no encontró a sus padres para que regresara a casa y usted… — miró a Edward maliciosa.— usted le destrozó la vida
y su cara. —Isabella se sentó lentamente de nuevo.— ¿Qué fue lo que hice yo? Yo la quería más que ninguno. La quería tanto que estaba dispuesta a arriesgarlo todo con tal de tenerla y cuidarla. Mis niñas siempre han sido queridas. — dijo dejándolos a todos de piedra.— Su madre ni miraba para ella buscando ropa, mientras la niñera estaba ligando con su novio por teléfono. —sonrió con tristeza.— Era tan bonita con sus rizos castaños y su dulce sonrisa. Estaba allí calladita sentada en una silla mientras todo el mundo la ignoraba. — una lágrima cayó por la mejilla de Isabella.— Deseaba tanto un hijo y ella estaba allí. Era un angelito que acariciaba su muñeca intentando no molestar. —les retó con la mirada.— Así que lo hice. Me la llevé porque la deseaba más que ninguno de vosotros. Se echó a llorar histérica y me puse nerviosa, reconozco mi error. Pero nunca me hubiera esperado que ella saltara del coche y la lloré como si se me hubiera muerto una hija. Por eso tardé tanto en repetirlo, porque el dolor fue tan grande que no me sentía capaz de volver a pasar por algo así. Yo la quise más que nadie y nunca, jamás le haría daño a propósito.

Esas palabras les dejaron a todos en silencio. Para su sorpresa abrió el bolso y sacó la muñeca provocando que a Isabella le diera un vuelco el corazón. La mujer sonrió y se la mostró.

— ¿La recuerdas? — Isabella miraba la muñeca de trapo con pelo rubio de lana que llevaba un vestidito azul con un remiendo en la falda.— Ven a por ella, Isabella.

Temblando, miles de imágenes aparecieron ante ella. Su madre arropándola por la noche y besándola en la nariz para después colocar esa muñeca a su lado diciéndole que se durmiera. Como la mujer le gritaba en el coche diciéndole que se calmara y al intentar cogerla le dio un tortazo en la mejilla, haciéndola temblar de miedo. Como Edward le daba la mano forzando una sonrisa y como la ensañaba a montar a caballo. Como Alistair le regalaba unos pendientes de oro en Navidad y como Elizabeth le decía riendo que le habían dado su primer beso. Se sintió feliz cuando Edward le enseñó a bailar el vals y sintió el dolor viendo sus ojos azules al decirle que no la querían de vuelta en el rancho.
Edward dio un paso hacia ella viendo el dolor en su cara.

— ¿Nena?

Sus ojos se encontraron e Isabella mostró en su mirada todo el dolor que sintió en ese momento. Se levantó lentamente sin saber de dónde sacaba las fuerzas y rodeó la mesa para acercarse a la mujer mientras el sheriff se apartaba.

La mujer sonrió.

— Te has convertido en una mujer preciosa. Y fuerte. Estoy muy orgullosa de ti. Con las manos temblorosas cogió la muñeca de entre sus manos y la mujer sonrió más ampliamente.— Bueno, ahora me voy. He cumplido mi misión y mis chicas están bien cuidadas, ahora que ha llegado el final. Tenía que asegurarme de que estuvieran bien. Isabella asintió sin dejar de llorar.— ¿Tú estás bien? ¿Eres feliz con él?

—Sí. — susurró entendiendo que en su locura se preocupaba por ella.

La señora Tanner sonrió.

— Eso es estupendo. Ahora a tener niños como el precioso Seth. Aunque yo prefiero las niñas. —le guiñó un ojo y se volvió saliendo del café dejando el silencio tras ella.

Edward la cogió por los hombros viendo cómo se subía a su coche y arrancaba dando marca atrás.

— Nena, no está bien de la cabeza. — cogió la muñeca de entre sus manos y se la dio al sheriff.

—No va a vivir hasta el juicio. — susurró viendo como el coche se alejaba.

—No lo creo.

—Vámonos a casa, hija. — dijo Alistair cogiéndola del brazo.— Necesitas descansar.


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  1. Joderrrrrrrr que susto con la vieja jajajajajajaja mi Bella si la Está pasando mal jole gracias un estupendo cap bonita gracias gracias gracias gracias gracias

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  2. Anda con la viejita casi nos mata del susto 😨😨😨😲😲😲😱😱😱

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  3. 😲😲😲😲a que la abuelita de batman bueno por lo menos tuvo un cierre con la viejita pero bueno ...

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  4. Me encanto, yo creí que intentaría algo contra Bella, que linda historia y dramática, Saludos

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  5. No sé como le hace la sra. Tanner para conocer todo sobre Bella 😲

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  6. Ohhh esa vieja esta loca.... menos mal todos estaban con ella, y por fin Bella puede cerrar un capítulo en su vida....
    Espero que Edward pronto tenga una mejor vida con Bella, aún no se por qué no se ha acostado con ella!!!!
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  7. Wouuu k cap!!!! Pensé la vieja mataría a bella!!!! Hay k cap!!! Pin el otro yaaa!!! Kiero k edward y bella tengan BBS!!!

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  9. Que miedo!!! Vaya con la vieja loca, lo peor es que con esas personas nunca se sabe .

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