Mentiras del Alma Final

La sacaron de café mientras todos la miraban con pena y durante el trayecto en coche sólo podía pensar que esa mujer había deseado ser madre que había hecho lo posible para serlo, arriesgando su propia vida para ello, cuando las personas que habían vivido con ella casi toda su vida le echaron como un perro sin importarle sus sentimientos.

Había visto la reacción de la chica cuando vio que detenían a la señora Tanner y la desesperación que sentía cuando le arrebataban lo que más quería. Así se había sentido ella cuando Edward la había echado. Miró de reojo a su marido que conducía muy tenso y se le pasó por la cabeza que no la había querido nunca. Puede que la deseara, pero si la hubiera amado, nunca le habría hecho tanto daño. Sintió un nudo en la garganta dándose cuenta que puede todo hubiera vuelto a ser como antes y que el dolor hubiera desaparecido en su mayor parte, pero no se lo perdonaría nunca. Por eso no le había dicho que le amaba más que a su propia vida. Una lágrima recorrió su cicatriz hasta llegar a su barbilla y Edward la miró cuando ya estaban a punto de llegar a la casa

— No llores, nena. Ahora descansarás y…

Se detuvo al ver a los agentes en el porche.

— A buenas horas.— siseó frenando el coche ante ellos.

Isabella no esperó, bajándose del coche a toda prisa y pasando corriendo ante ellos para entrar en casa. Subió corriendo las escaleras y se encerró en su antigua habitación sin pensar. Cuando se habían casado ella se había mudado a la de Edward porque era más grande, pero siempre tuvo la sensación de que lo habían hecho así, para que esa habitación con la nueva decoración, no le recordara continuamente como la habían expulsado de sus vidas como si nunca hubiera existido.

Se acercó a la cama y cogió el nuevo edredón arrancándolo de la cama sintiendo que la furia la recorría. Después de tirarlo al suelo cogió la lámpara de la mesilla de noche y la golpeó contra el cabecero de la cama antes de pegar patadas a la puerta de la mesilla de noche. Fuera de sí y llorando angustiada fue hasta el tocador arrastrando con su brazo todo su contenido al suelo, rompiendo los frascos de cristal al chocar contra el suelo de madera. La imagen del espejo de mostró una mujer desesperada y gritó desgarradoramente antes de golpear el espejo con los puños rompiendo su reflejo. 

La puerta se abrió de golpe y Edward pálido levantó las manos.

— Nena, cálmate.

Sin saber lo que hacía se tiró sobre él y le golpeó con los puños manchando su camiseta con la sangre de sus manos mientras gritaba.

— ¡Nunca me quisiste!

Edward la abrazó a él con fuerza y ella forcejeó rabiosa mientras lo repetía una y otra vez.

— Nunca me quisiste. — llorando desgarrada perdió las fuerzas poco a poco mientras Edward la sujetaba contra él, escuchándola decir frases sin sentido hasta que repitió de nuevo. — Nunca me quisiste.

—No es cierto, cielo. Te juro que no es cierto. — susurró desesperado contra su oído.

Contra su pecho ni le escuchaba sin poder dejar de pensar en ello. Ni se dio cuenta que la levantaba tumbándola después sobre su cama. Ella se giró dándole la espalda y abrazando la almohada.

— Nunca me quisiste. –susurró mientras su marido se tapaba los ojos para no ver lo destrozada que estaba, llorando sin consuelo.

Se echó a su lado y la abrazó por la espalda intentando que se calmara mientras ella seguía susurrando esa maldita frase una y otra vez hasta que se quedó dormida.



Abrió los ojos porque le dolía la cabeza y al ver la sangre en la almohada movió la mano sobre ella y vio las heridas en sus manos provocadas por el espejo. Suspiró dejando caer la cabeza sobre la almohada cerrando los ojos de nuevo.

— ¿Nena?

Se tensó al escuchar la voz de Edward tras ella, sintiendo una enorme tristeza por lo que iba a hacer.

— He llamado a tu madre y te han enviado el avión. Está esperando.

Se volvió sorprendida para mirarle a los ojos.

— ¿El avión?

Edward se levantó de la cama y pudo ver que estaba agotado. Tenía ojeras y estaba sin afeitar. Parecía que estaba derrotado.

—Creo que lo mejor es que te vayas una temporada con tus padres. — vio como ella se sentaba en la cama apartando sus rizos de la cara. — Lo hemos intentado y no funciona. No eres feliz. —Edward apretó los puños y se volvió para ir hacia la puerta, pero se detuvo en el último momento. — Tienes razón en todo. Si te hubiera amado nunca te hubiera hecho tanto daño. Ninguno de nosotros te queríamos lo suficiente para pensar en tus sentimientos y me acabo de dar cuenta que lo único que te provoco al empeñarme en lo nuestro es más dolor, porque no lo olvidarás nunca. Sigo siendo un egoísta y me acabo de dar cuenta que no te quiero como te mereces. Ya es hora de que la tortura termine, nena. Vuelve a casa. — salió de la habitación cerrando la puerta tras él lentamente.

Isabella se tapó la boca para reprimir el gemido que pugnaba por salir. Con los ojos llenos de lágrimas, tragó saliva arrastrándose fuera de la cama y se puso las botas. Se levantó y al levantar las manos para apartarse el cabello de la cara vio su anillo de boda al lado del de
compromiso. Mordiéndose el labio inferior se los quitó dejándolos sobre la mesilla de noche. Miró a su alrededor y casi se echa a llorar de nuevo al ver sobre el tocador la foto de su boda. Riendo tenían una copa de champán en la mano mientras Edward la sujetaba de la cintura. Parecían tan felices. Él estaba guapísimo con su traje azul. Recordó como Edward le había dicho al oído mientras bailaban que estaba preciosa con el vestido de novia de Elizabeth. Fue un día feliz, aunque los nervios por si estaban haciendo lo correcto la asaltaron varias veces antes de la ceremonia. Estaba claro que no había que casarse con dudas, dado el resultado.

Salió de la habitación sintiendo las piernas temblorosas y bajó los escalones sin que en la casa se oyera el más mínimo ruido cuando ya debían estar todos despiertos. Fue directamente hacia la salida y vio que Alistair y Edward estaban en el salón. Edward estaba sentado en el sillón mirando al vacío mientras que Alistair se paseaba ante la chimenea.

Edward levantó la vista y la vio. Isabella reprimiendo el dolor forzó una sonrisa saliendo de la casa sintiendo que su corazón se quedaba allí para siempre.


Sus padres no comentaron nada al verla llegar en un estado lamentable. Simplemente la abrazaron y escucharon cuando quería hablar. Una semana después no había mejorado mucho y volvió a terapia. No entendía muy bien lo que le pasaba porque no podía vivir con él, pero tampoco sin él.

Elizabeth la llamó por teléfono, pero no contestó la llamada. No porque no quisiera hablar con ella, sino porque temía que le hablara de Edward y no se sentía capaz de comentar lo que había pasado. Riley habló con toda su familia y llamaba todos los días para preguntarles como estaba. Le envió mil mensajes sin recibir respuesta. Sabía que estaba siendo injusta, pero no lo podía evitar. Intentaba cortar todo contacto y se echó a llorar cuando su amigo en un mensaje le dijo que lo entendía, pero que siempre estaría ahí para ella.

Estaba sentada en el sofá cubierta con una manta mirando el vacío cuando su hermano Emmett llegó del trabajo. Ella forzó una sonrisa al verle quitarse el abrigo y dejarlo sobre el respaldo de la butaca antes de sentarse sobre la mesa de centro para mirarla de frente.

—Mamá te matará como vea donde estás sentado. Como la rompas…

Su hermano sonrió y le cogió las manos.

— Me ha llamado Lahote. Han encontrado muerta a la señora Tanner en su casa.

—Ah…. —perdió el color al escucharlo recordando ese horrible día en la cafetería.

—Así que todo ha terminado.

Le miró a los ojos.

— No ha terminado. Nunca terminará.

— ¿Por qué dices eso?

—Si no me hubiera secuestrado, no hubiera perdido todos esos años a vuestro lado.

—Conociste a los Masen y a Riley. —la miró con pena. — No fueron años perdidos. Si no hubiera sido por ella, no les hubieras conocido jamás. ¿Te gustaría eso?

— ¡No! Puede que se portaran mal en un momento de mi vida, pero fui muy feliz en el rancho.

— ¿Tuviste una infancia feliz?

—Sí. — sonrió recordando los buenos momentos— Éramos felices. Puede que tuviera a Edward dándome el coñazo, pero fui muy feliz. Quizás por eso me dolió tanto.

—Fueron unos años duros.

—Sí que lo fueron. Me sentí muy sola.
—Sola sin ellos.

—Sí.

— ¿Y cuándo te casaste eras feliz?

Le miró sin comprender.

—Esos meses fue como volver atrás, pero al lado de Edward. Así que todavía mejor.

— ¿Te sentiste querida?

—Sí. Puede que Edward no me lo haya dicho, pero me lo demostraba.

— ¿Cómo te lo demostraba?

Se encogió de hombros.

— No sé. Siempre estaba pendiente de mí, se preocupaba por si estaba bien, me consentía en todo, me besaba y me abrazaba.

—Y aparte de los besos y esas cosas, ¿qué diferenciaba su comportamiento con el que tenía contigo antes del accidente?

Ella entrecerró los ojos.

—No te entiendo.

— ¿Antes estaba pendiente de ti?

—Sí, pero de otra manera.

— ¿Qué manera?

Lo pensó seriamente.

— Para criticarme supongo. Siempre tenía algo que decir.

La miró a los ojos.

— ¿Estás segura que no estabas a la defensiva? —se sonrojó provocando que su hermano sonriera. — ¿Estabas predispuesta a que si comentaba algo intentando protegerte, te pareciera mal?

—Sí. — gruñó reconociendo la verdad.

—Así que te protegía. Yo te beso y te abrazo. ¿Dejabas que lo hiciera?

—No me veía como una hermana, ¿recuerdas?

— ¿Nunca te besó y te abrazó? — preguntó asombrado. — ¿En todos esos años?

— ¡Sí! ¡Cuando era pequeña sí!

— ¿Y cuándo dejó de hacerlo?

Entrecerró los ojos recordando. La primera vez que él rechazó un beso suyo fue un día que
estaba tomando el sol con Elizabeth en el jardín mientras escuchaban la radio. Ella tenía quince años y estaba bailando con un bikini blanco, mientras su hermana se reía. Edward llegó y ella se acercó corriendo sobre el césped, queriendo darle un beso en la mejilla. Se enfadó con ella cogiéndola del brazo apartándola, para después echarle la bronca porque estaban dando el espectáculo.

Miró a su hermano sonrojada.

— Tenía quince años.

—Por tu cara veo que fue una situación comprometida.

Recordando como a dos vaqueros se les caía la baba se sonrojó aún más.

 Emmett se echó a reír.

— ¡No tiene gracia!

—Claro que no la tiene. Eras una adolescente y él era un hombre. Te enfadabas por su rechazo y él intentó alejarse, cosa que no soportabas, así que todo te parecía mal. Cuando dijiste que no irías a la universidad él lo vio todo rojo y cuando tuviste el accidente, vio la oportunidad de alejarte pensando que habías provocado el accidente. Ni se imaginaba que Elizabeth no volvería y que tenías esas lesiones tan horribles para ti. Ni Alistair, ni él controlaron los daños que te estaban haciendo. Cuando se dieron cuenta, el daño ya estaba hecho y Edward no se atrevió a rectificarlo. Dejaron que pasaran los años pensando que al final lo olvidarías y empezarías tu propia vida, resignándose a verte de lejos. Pero aparecimos nosotros y vio que te perdía para siempre. —a Isabella se le cortó el aliento. — Pero cuando llegó la boda de Riley, se dio cuenta que tenía otra oportunidad y nos invitó a su casa. Intentó parecer relajado, aunque por dentro estaba de los nervios e intentó provocarte con tal de tener algo de ti. Cuando salió a la luz que antes de echarte te deseaba, no quería hacerte daño. Sólo quería que entendieras su postura. Pero tú volviste meses después demostrando que no eras indiferente, porque si no hubieras elegido el trabajo de Maine.

—Lo hice para estar más cerca de Riley y Elizabeth.

Emmett sonrió con tristeza.

— Lo hiciste para estar más cerca de él. No tardaste ni veinticuatro horas en decirle que sí y acostarte con él. Le necesitabas. Es parte de ti como tú eres parte de él. Te hizo daño, pero si le conozco algo sé que no te quiso que sufrieras como lo hiciste. Hizo lo que pensaba que era lo mejor, pero no se imaginaba la traición de Elizabeth ni lo que sufrirías por tus heridas. Él fue una herida más y le haces responsable de todo lo que te ocurrió ¿Por qué?

— ¡Porque tenía que quererme! — le gritó a la cara. — ¡Yo le quería y me echó de su vida cuando más le necesitaba!

Emmett sonrió dejándola de piedra.

— Le querías. Dime una cosa. Si él te hubiera echado de casa después del accidente y tú no hubieras tenido esas heridas, ¿qué hubieras hecho?

Entrecerró los ojos furiosa.

— ¡Se lo hubiera hecho pagar!

— ¿Cómo?

— ¡Saliendo con su mejor amigo! ¡Él me pidió de salir muchas veces!

—Pero no lo hiciste porque…

— ¡Tú viste mi cara! ¡Lo único que hacían era mirarme con pena!

—Te quitaron hasta el derecho al pataleo.

— ¡Exacto! — gritó. — ¡No me dejaron nada! Elizabeth no volvió a dar la cara y Edward no me dirigía la palabra. Alistair desviaba la cara avergonzado por lo que sus hijos me hicieron y con razón. Era para avergonzarse. ¡Me pisotearon y no podía hacer nada!

—Hay que tener mucho valor para pedirle matrimonio a una mujer que has tratado así. Debes amarla con locura para enfrentarte a sus reproches día sí y día también.

Esas palabras la dejaron sin aliento.

Emmett sonrió.

— Yo no lo soportaría. Soportar ver como a la mujer que amas, la tortura mi comportamiento. Ver el dolor en sus ojos. Un dolor que tú has provocado en parte y saber que no puedes remediarlo. Pero la amas tanto que serías capaz a enfrentarte a ese dolor, con tal de estar a su lado. Sería mucho más fácil amar a otra persona, ¿no crees?

Se miraron a los ojos durante varios segundos y su hermano se levantó besándola en la frente.

— Piensa en ello. Por cierto, Edward me ha llamado todos los días al menos veinte veces para saber cómo estabas. — se alejó y ella cogió la manta tapándose hasta el cuello pensando en ello.

Se puso en la piel de Edward. Si la deseaba, vivir con ella debía ser una tortura. Se equivocaron al elegir el momento y cuando se dieron cuenta de lo que habían hecho, no debió ser fácil. Además, no se enfrentaron sólo a eso. La gente del pueblo les criticó duramente por su comportamiento. Hubiera sido fácil rectificar, pero el daño como había dicho su marido, ya estaba hecho. Recordó las palabras de Edward cuando le abrazó en su despedida el día que sus padres aparecieron. Sólo le había dicho “Vuelve”. Otra persona que tenía ese cargo de conciencia, hubiera deseado que no volviera nunca, pero él no.

Otra persona no hubiera vuelto ni muerta, pero ella lo había hecho.

Quizás si se quitaba la espinita del corazón…


Elizabeth salió al porche con el niño en brazos suspirando porque no había dejado de llorar en toda la noche. Levantó la vista distraída pues estaba amaneciendo y abrió la boca sorprendida cuando vio que la camioneta de Edward había sido pintada de rosa chillón y tenía las ruedas pinchadas.

Atónita ni escuchó los pasos de su hermano que salía para ir a trabajar.

— ¡Me cago en la leche! — gritó sobresaltándola. Edward bajó corriendo los escalones mirando su camioneta con los ojos como platos. — ¿Has visto esto?

Elizabeth se mordió el labio inferior y recordó la puerta del granero años antes. Sonrió sin poder evitarlo y su hermano rodeando la camioneta soltando pestes la miró.

— ¿De qué coño te ríes?

—Oh, de nada. Ha quedado mona. — se volvió entrando en la casa soltando una risita.

— ¡Mona! ¡Cómo pille al que ha hecho esto, le destripo vivo! ¡Joder! ¡Acababa de pintarla!

Elizabeth no pudo retener la risa y su marido que bajaba las escaleras sonrió.

— ¿De qué te ríes?

—No se lo cuentes a Edward, pero Isabella está haciendo de las suyas.

Riley entrecerró los ojos y escuchó los gritos de Edward soltando todo tipo de tacos.

— ¿Qué ha hecho?

—Sal y míralo tú mismo. — le sujetó de la camisa antes de que saliera. — No le digas que ha sido ella. Quiero ver lo que tiene pensado.

Riley asintió y le dio un beso en los labios antes de salir al porche.

— ¡Joder! — Riley se echó a reír a carcajadas mientras que Edward no salía de su asombro. Elizabeth salió de nuevo y se echó a reír al ver que las manos de Edward se habían teñido de rosa. La pintura no estaba seca aún y se había manchado hasta lo vaqueros sin darse cuenta.

— ¡No tiene gracia! Me va a costar una pasta pintarlo de nuevo.

—Ese color se lleva. — dijo Riley intentando contenerse. Cuando su cuñado le miró como si quisiera matarlo dijo. — Tienes razón. No tiene gracia.

Alistair salió rascándose la cabeza y al ver la camioneta levantó una ceja antes de bajar los escalones e ir hacia el establo.

— ¿Quién habrá sido?

— ¡No tengo ni idea, pero está muerto! — gritó su hijo furioso.

Cuando Alistair abrió la puerta del establo le cayó encima un cubo de aceite poniéndolo perdido.  Elizabeth se echó a reír a carcajadas doblándose al ver como su padre intentaba limpiarse los ojos. Asombrado miró hacia arriba antes de que le cayera el cubo en la cabeza. Riley ya no lo pudo evitar. Tuvo que sentarse doblándose de la risa. Edward les miraba atónito antes de acercarse a su padre que estaba sacándose el cubo de la cabeza. Pero otra cosa le llamó la atención y vio que el interior las puertas de los corrales también estaban pintadas de rosa. Entrecerró los ojos antes de sonreír como un tonto.

—Vaya, ya se ha dado cuenta. — dijo Elizabeth mirando a su hijo. — Se acabó la diversión.

Edward ignoró a su padre pensando en ello.

— ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?

—Seguirle la corriente. — dijo Riley divertido. — Deja que se divierta.

Edward sonrió asintiendo y miró a su padre.

— ¿Estás bien?

Su padre miraba el interior del granero.

 —Yo sí, pero las vacas no están.

Asombrado miró el interior del establo y entró corriendo viendo que los cubículos estaban vacíos.

— ¿Dónde coño se ha llevado las vacas?

Su padre se encogió de hombros.

— ¡Edward! —gritó Kim desde la cocina. — ¡Ha llamado el sheriff y dice que tus vacas están en el instituto! ¡Molestan!

Edward puso los ojos en blanco.

— Voy a matarla.

—No lo creo. — dijo su padre divertido metiendo las manos en los bolsillos del pantalón.

Uno de los vaqueros llegó a galope y Edward gimió esperándose lo peor.

— ¿Qué haces aquí?

El vaquero que llevaba con ellos desde que recordaba, se quitó el sombrero con cara de no saber cómo decirlo.

— ¡Suéltalo de una vez, hombre! ¿Qué pasa?

—Los toros…

— ¿Qué pasa con los toros?

—Pues que no están. Los han robado.

—Ay, madre. — gimió su padre.

—No pasa nada. — dijo Edward intentando calmarse. —Es veterinaria y sabe lo que hay que hacer. No les dañaría.

— ¡Edward! — gritó Kim— ¡Ha llamado el reverendo! ¡Un toro casi se lo lleva por delante cuando iba a confesar a la señora Milton!

— ¿Los ha mentido en la Iglesia? — Elizabeth se echó a reír a carcajadas.

—Al parecer hay cuatro toros y tuvo que subirse al confesionario. Está hablando desde el móvil. ¿Qué le digo?

— ¡Que voy ahora!

— ¿Cómo se habrá subido al confesionario, si debe tener ochenta años? — preguntó divertido su padre.

Señaló a Riley.

— Tú a por las vacas. Yo a por los toros.

—Ni hablar, chaval. — dijo su cuñado dejándolo con la boca abierta. — Es tu penitencia y tú la cumples. — Riley se cruzó de brazos.

— ¿Mi penitencia?

— ¡Qué corto eres! —dijo Elizabeth. — Está intentando fastidiarte a ti. —señaló su camioneta. — A mí no me ha pintado el coche.

Edward entrecerró los ojos y todos se pusieron en tensión antes de ir a toda prisa hacia el garaje detrás de la casa donde todos los coches estaban impolutos. Riley, Alistair e Elizabeth sonrieron de oreja a oreja y Edward gruñó.

—Vale, lo he cogido. — se volvió para subirse a su camioneta. Cuando intentó arrancar el motor, sonó fatal justo antes de que una pequeña explosión levantara el capo haciendo saltar por los aires la tapa, que cayó sobre el suelo con un gran estruendo. Atónitos se quedaron mirando el humo negro que salía del motor. A medida que se fue disipando vieron como Edward con los ojos como platos, todavía no se lo podía creer sujetando el volante. Lentamente abrió la puerta del coche y salió al exterior.

—Upsss. — dijo Elizabeth viendo como su hermano miraba la pieza del coche que estaba en el suelo al lado de sus botas. — ¿Quieres que te preste mi camioneta?

— ¡La voy a matar! — dijo furioso yendo hacia el garaje como un toro. Los tres se apartaron sonriendo para dejarle pasar. — Cuando le ponga las manos encima…

—La vas a matar a besos. — dijo Alistair divertido.

Edward gruñó entrando en la camioneta haciéndolos reír. Salió a toda prisa del garaje y Elizabeth sonrió a su marido. 

— Tiene buena pinta.

—En cuanto se desahogue, todo irá bien.

Los tres asintieron antes de ir cada uno en una dirección.


— ¡Ya está bien! — gritó Edward entrando en la casa dando un portazo.

Esperando en el salón para la cena, todos miraron hacia la puerta cuando vieron a Edward entrar cubierto de estiércol.

Elizabeth abrió la boca asombrada.

— ¿Cómo lo ha hecho?

— ¿Cómo lo ha hecho? ¡Ha contratado a veinte niñatos del instituto para que me tiraran globos con agua y esto al salir de la ferretería!

—Ahí se ha pasado. — dijo Riley riendo entre dientes. — ¿Y les ha pagado bien?

— ¡Cien pavos a cada uno!

— ¡Vaya! –dijeron los tres a la vez.

Edward siseó mirando furioso a Riley.

— ¡Lleva así todo el maldito día! ¡Hasta ha hecho que el sheriff me siga todo el día y me ha puesto seis multas! ¡Eso por no decir que he tenido que aguantar la bronca del revendo Cullen que ha amenazado con excomulgarme y tengo que pagar unos bancos nuevos para la iglesia porque los toros los han destrozado! ¿Cuándo va a parar?

—Déjame pensar… Ella estuvo tres años ignorada…

Edward gruñó saliendo de allí a toda prisa. Kim chilló al salir con la fuente de la cena hacia el comedor.

— ¡La alfombra!

Elizabeth levantó un dedo.

— Uno, dos, tres…

— ¡Me cago en la leche! ¿Dónde está mi habitación?

Los tres se echaron a reír a carcajadas y Alistair dijo a gritos.

— ¡En el establo!

Los pasos de su hermano corriendo escaleras abajo les hicieron reprimir las risas y cuando lo vieron en la puerta disimularon.

— ¿Ha estado aquí?

Elizabeth le miró con pena por la esperanza que había en su voz.

— Sigue sus reglas.

Parpadeó mirándola.

— ¿Tengo que dormir en el establo?

Todos se encogieron de hombros.

Gruñó girándose y volviendo a subir. Escucharon cómo cerraba de un portazo y minutos después abría la ducha.

Una risita detrás de la barra les hizo mirar hacia allí.

—Hija, ¿no lo has torturado bastante?

Isabella salió de allí cogiendo una lata de coca cola sonriendo de oreja a oreja.

— Me hubiera encantado verlo entrar en la Iglesia para buscar los toros.

— ¿Vas a contestar a su pregunta? — Riley divertido le hizo espacio en el sofá donde se sentó abriendo la lata.

—Ya casi he terminado.

— ¡Joder! — gritó haciéndola reír. — ¡Me ha dejado azul!

Todos miraron hacia arriba y después miraron hacia ella. Divertida dio un sorbo a su cola.

— Un tinte en la alcachofa de la ducha y listo.

Elizabeth se echó a reír a carcajadas y Alistair sonrió moviendo la cabeza de un lado a otro como si no pudiera creérselo.

 —Serás malvada. Parecerá un pitufo.

Se partieron de la risa, pero aún más cuando bajó las escaleras con una camisa blanca y un pantalón negro. El cabello tenía reflejos azules y su piel un ligero color azul que resaltaba el color de sus ojos. Incluso así estaba guapo y ella se lo comió con los ojos mientras su marido se acercaba con cara de querer matar a alguien. Se puso ante ella con los brazos en jarras.

— ¿Has terminado?

—Sí. — sonrió sintiendo calor en su pecho por su mirada que recorría su cuerpo como asegurándose que estuviera bien. —Te perdono.
—Y yo a ti. — dijo su marido acuclillándose ante ella y cogiendo su mano. Isabella se emocionó cuando colocó sus anillos en su dedo. — Te quiero preciosa y si nos das la oportunidad te lo demostraré.

Isabella le acarició la mejilla y él cerró los ojos como si sentir su tacto fuera la mejor experiencia del mundo. Reprimió las lágrimas y le abrazó por el cuello pegándose a él.

— Dijiste que esperarías hasta que te lo dijera yo.

—Es que ya no aguanto más sin decírtelo, cielo.

Cerró los ojos aspirando su aroma y ya no se pudo reprimir más.

— Te amo tanto que me duele cuando no estás a mi lado. Te necesito.

A Edward se le cortó el aliento y la alejó para mirarla a los ojos.

— Repítelo.

—Te amo.

—Eres lo mejor que he tenido nunca. —la besó suavemente en los labios. — Y no quiero perderte, nena.

—No me perderás nunca más.



13 comentarios:

  1. AAAAA, me hubiera encantado leer que tenian un bebito, pero supongo que leer la revancha de Bella fue bueno, me encanto la historia

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  2. jajajajaja me encanto como lo iso pagar muy graciosa e imaginativa

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  3. Que buena venganza la de bella sólo k pienso que también a Elizabeth le tocaba travesuras jajaja muy BONITa historia GRACIAS

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  4. O XD divina dime que hay más jajajajajajaja lo disfrute a 1000000%%%%% gracias amo y amaré esta historia siempre gracias hermosa graciasssss graciasssss graciasssss graciasssss graciasssss graciasssss graciasssss graciasssss graciasssss graciasssss graciasssss graciasssss

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  5. Sigue la historia tu,, pon tu propia versión, m muero d ansias x leer masssss

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  6. Gocé con la venganza de Bella, bien merecido se lo tenía Edward 😂😂

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  7. Jajaj muy buena muy buena pero que bueno que al final estén juntos muy buena adaptación y muchas gracias por compartirla y esperaré con ansias alguna nueva que subas 😘😘😘

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  8. Muchas gracias fue maravilloso, tengo ideas para bromas ahora 😘😘, gracias por esta maravillosa adaptación son geniales 😊

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  9. Que lindosssss!!! muchas gracias por esta historia.... fue muy bueno ver como Bella se vengó de Edward por hacerla sufrir!!!!
    Besos gigantes y nuevamente miles de gracias!!!! :*
    XOXO

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  10. Jajajajaj que buen final!!! Me encantó la historia que aunque un poco triste ql principio tuvo el mejor final!

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  11. Me encanto la historia, que bueno que Bella le haya hecho todas esas bromas.

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  12. Hola me a fascinado la historia.

    Nos seguimos leyendo

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