Novia de Pueblo 1


—Los declaro marido y mujer.

En ese momento se escuchó la música del órgano de la iglesia más grande de Forks, en Washington. La muchedumbre profirió murmullos de felicidad.

En el altar, Jacob Black besó a su esposa, Leah Black.

Bella Swan hizo lo imposible por mostrarse alegre, aunque sentía que le habían asestado un golpe mortal. Las lágrimas arrasaron sus ojos y bajó la vista, incapaz de ver cómo el hombre a quien amó la mayor parte de su vida, rodeaba la cintura de otra mujer.


"Jacob debería casarse conmigo", gimió Bella en su interior. "Yo debería ser el objeto de esa mirada tan tierna. ¡Yo!". Hacía semanas que Bella se repetía sin cesar que hizo lo correcto al romper su compromiso con Jacob para que este y Leah pudieran casarse. Pero eso no la consolaba ahora. Bella amaba a Jacob y eso no iba a cambiar nunca. Él era su mejor amigo y confidente, su compás, su Estrella del Norte. Y ahora Jacob estaba casado con otra mujer... alguien a quien él amaba mucho más de lo que jamás podría querer a Bella.

Edward Cullen, el capataz de su padre, le tendió a Bella un pañuelo blanco. Ella se negó a usarlo y movió la cabeza con discreción.

—Aquí estoy —le susurró Edward al oído.

—Y también está la mitad de Forks —replicó Bella con sequedad.

Edward parecía decidido a rescatarla de su dolor... como si eso fuera posible. Todo lo que ella ansiaba era que terminara ese día y lograra conservar intacta su dignidad. Y la simpatía abierta de Edward amenazaba con destruir la compostura que tanto esfuerzo le costó aparentar.

—Lo estás haciendo muy bien.

—Edward —masculló—, deja de armar tanto alboroto por mí. Por favor —Bella sabía que iba a soportar la ceremonia sin sufrir un colapso. Lo último que necesitaba ahora era que Edward hiciera que las demás personas la miraran.

Lo irónico del asunto era que Bella fue la responsable de unir a Jacob y a Leah. Debería sentirse feliz, mas sólo experimentaba un profundo vacío.

Leah y Jacob caminaron por la nave central y Bella halló la fuerza suficiente para levantar la cabeza y sonreírles sin verlos. Edward la tomó de los hombros para infundirle valor. Su preocupación por ella debió consolarla, sin embargo, no fue así.

—Te acompañaré a la sala de recepciones —anunció Edward y la tomó del brazo.

—Soy capaz de llegar allá sola —replicó con dureza. No quería su lástima. Como estaban al frente de la iglesia fueron de los primeros en salir. Bella alzó la cabeza y pasó frente a sus amigos y vecinos con una expresión alegre y serena.

Por lo menos, estaba muy atractiva. Bella se había esmerado en su apariencia. Rizó su cabello marrón cayendo en cascadas sobre los hombros. El peinado enfatizaba el chocolate de sus ojos y sus altos pómulos, y había pasado varias horas buscando el vestido perfecto para esa boda. Halló uno que acentuaba su cintura y delineaba su cuerpo. En el momento en que sintió la suave seda azul en su piel y se miró en el espejo, supo que era el vestido perfecto. Aunque de corte sencillo, tenía un aspecto elegante y clásico, una apariencia que ella nunca trató de cultivar. Antes, muchas veces la confundieron con una adolescente y tal vez era porque Bella se vestía como tal. Sin embargo, se había convertido en una mujer. Su corazón destrozado era la prueba de ello.

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Bella se detuvo en el atrio de la iglesia para esperar a su padre. Charlie estaba sentado con Sue Clearwater, su amiga viuda. Bella no entendía bien por qué su padre se interesaba en esa mujer. Alta, regordeta y franca, era totalmente diferente a la madre muerta de Bella, quien fue frágil y reservada. Bella a veces se preguntaba qué tenía Sue que atraía tanto a su padre. Hacía unas semanas que se veían con frecuencia y de pronto la posibilidad de que ellos pudieran casarse, aterrorizó a Bella. La chica desechó ese pensamiento. Ahora sólo podía hacer frente a la pérdida de Jacob.


—¿Estás bien, Princesa? —inquirió Charlie cuando se reunió con su hija.

—Me gustaría que todos dejaran de preocuparse por mí. Estoy bien —no era la verdad, más Bella estaba decidida a aparentar des preocupación... Por lo menos durante unas cuantas horas. Su padre le palmeó la mano con gentileza.

—Sé que esto es muy difícil para ti. ¿Quieres ir a la recepción o prefieres regresar a casa? —la miró con calidez y simpatía.

—Bella ya me dijo que me va a acompañar —intervino Edward, desafiándola a que lo contradijera.

Bella se indignó mucho. En vez de ayudarla, Edward empeoraba la situación. Ya era bastante difícil ser testigo de que Jacob se unía de por vida a otra mujer, para que Edward empezara a cortejarla.

—Me alegra oír eso —Charlie Swan pareció aliviado. Sonrió al pasar su brazo por la gruesa cintura de Sue—. La señora Clearwater me ha invitado a sentarme a su lado y para ser franco, tenía mucho deseos de ello —soltó la mano de Bella y le dio un beso en la mejilla antes de alejarse.

—¿Nos vamos? —Edward sonrió y tomó la mano caída de Bella para ponerla bajo su brazo. Con gran naturalidad, se alejaron del atrio El aire estaba fresco. Era el mes de octubre y el otoño se anunciaba en las hojas color de bronce, las enormes calabazas y los rápidos anocheceres . Esa época del año vigorizaba a Bella. Si no estuviera tan tensa por la boda de Jacob, habría apreciado más el atardecer.

Cruzaron el estacionamiento para ir al salón de fiestas. Bella no charló con Edward pues se preparaba mentalmente para enfrentarse Jacob y a su esposa. Leah le pidió que fuera dama de honor. Aunque Bella se sintió halagada por ello, declinó la invitación. La comprensiva Leah no insistió. A pesar de que ambas amaban al mismo hombre, Bella y Leah se llevaban bien. Su amistad hacía que todo fuera más difícil para Bella y al mismo tiempo, también más fácil. Cuando llegaron al viejo edificio de ladrillo, el corazón de Bella estaba muy acelerado. Frente a las puertas de entrada, la chica se detuvo con brusquedad.

—No puedo —le confesó a Edward. Habló con voz baja, temblorosa y matizada por el pánico—. No puedo verlos y fingir... no puedo hacerlo.

—Claro que puedes... yo te ayudaré.

Bella quería hundir el rostro entre las manos y llorar. Ya no soportaba seguir con esa farsa. Edward la miró y por un instante sus ojos brillaron con afecto y tristeza profunda.

—Puedes entrar allí y eso harás —repitió.

Bella vio que estaba decidido, y tragó saliva. Desde luego, él tenía razón.

Edward medía más de uno ochenta y era mucho más alto que ella. Su mandíbula firme reflejaba su decisión y voluntad de hierro.

—Si no vas a la fiesta, todos en Forks hablarán. ¿Eso deseas?

—¡Sí! —exclamó la chica. Inclinó la cabeza y venció la depresión y la lástima por sí misma. No odió estar de acuerdo con Edward.

—Bella, estoy aquí por ti. Apóyate en mí por una vez en la vida y déjame ayudarte en las siguientes horas.

—Estoy muy bien...

—Deja de luchar contra mí —no la dejó terminar—. Recuerda que soy tu amigo.

Las palabras susurradas y tiernas de Edward llenaron de lágrimas los ojos de la chica. Bella le apretó el brazo y asintió, haciendo acopio de un valor que no creyó poseer.

—Por favor no te muestres demasiado solícito ni impositivo conmigo. Te lo ruego. Puedo soportar cualquier cosa, menos eso —había resistido la ceremonia gracias a su reserva de fuerza. Ahora necesitaba a alguien a su lado para parecer firme y tranquila, aunque sintiera que todo el universo estaba cayéndose en mil pedazos.

—Como digas, Princesa.

Bella sintió alivio al tener apoyo del brazo musculoso de Edward. Oyó su voz, distante, demasiado preocupada con su propio dolor para responder a la gentileza de él. Sin embargo, la presencia de ese hombre le devolvió a Bella la decisión de poner buena cara esa noche.

—Sólo mi papá me llama Princesa —comentó, distraída.

—¿Te importa que yo lo haga?

—No lo sé... supongo que no.

—Bueno —entrelazó sus dedos con los de la chica, cuando entraron en el decorado e iluminado vestíbulo.

La media hora siguiente fue muy rápida. Bella absorbió la fuerza silenciosa de Edward y logró participar en el festejo sin problemas. Sin embargo, sus rodillas temblaron cuando llegó frente a Jacob quien le besó la mejilla y le dio las gracias por ser tan maravillosa. Bella no se sentía maravillosa, ni siquiera admirable, pero sonrió. Y fue sincera cuando les ofreció sus mejores deseos a Jacob y a Leah.

Edward debió darse cuenta de lo frágil que estaba Bella pues la tomó de la mano y la llevó a una de las mesas. Los dedos de él estaban fríos mientras que los de Bella estaban sudorosos por el esfuerzo que le costaba ocultar su dolor.

Sin decir nada, se sentó junto a Edward hasta que cortaron el pastel y el primer pedazo fue para los novios. Bella sintió que estaba viendo una película vieja y trató de no sufrir, mas no lo logró.

—¿Quieres que te traiga algo de comer? —inquirió Edward cuando la gente se formó para tomar vino y otras bebidas.

Bella lo miró con fijeza, incapaz de entender lo que le decía. Parpadeó al ver el pastel de bodas en forma de corazón.

—No —su respuesta fue automática.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste?

Bella no se acordaba. Encogió los hombros.

—Creo que en la mañana —pero no era cierto. Desde la cena no había probaba bocado. No le sorprendía sentirse tan débil y mareada.

—Voy a traerte un poco de pastel —anunció Edward, sombrío.

—No. No tengo hambre.

¡De nuevo lo hacía Edward! Tomaba decisiones por ella porque la compadecía. Bella quiso oponerse, mas Edward ya se alejaba sin percatarse de su frustración.

Bella lo contempló y de pronto lo vio de otro modo. Edward Cullen vivía y trabajaba en Twilight's desde hacía diez años pero Bella ignoraba su vida anterior. Su puesto oficial era el de capataz aunque, se convirtió en mucho más que eso. Había iniciado varios programas exitosos para criar becerros y desde el principio participó en una aventura mercantil como socio del padre de Bella. Charlie comentaba con frecuencia que Edward era capaz de tener su propio rancho pero él se quedó en Twilight's. Bella se impresionó mucho al darse cuenta de que nada sabía de su pasado ni de sus planes para el futuro. Él fue siempre Edward a secas. Y éste siempre estaba presente cuando se le necesitaba... o al menos eso parecía. Bella lo consideraba un buen amigo aunque casi no lo conocía.

Tuvo que admitir que Edward la intrigaba. Era bastante guapo, no obstante no había sostenido alguna relación seria, a pesar de que varias chicas atractivas de Forks demostraron que él les interesaba. Era un buen partido que no se dejaba atrapar. Alto, fuerte y tosco, eran los objetivos que mejor le iban. Lo que ahora despertó el interés de Bella fue lo que había debajo de esa superficie.

Bella dejó de pensar en Edward cuando éste se sentó a su lado. Le dio un plato lleno de queso y varias nueces.

—Pensé que me traerías pastel —vio que el plato de él tenía un enorme pedazo, además de nueces y mentas.

—En vez de eso te traje proteínas. Lo que menos necesita tu estómago vacío es azúcar.

—No puedo creerlo —murmuró con un sarcasmo alimentado por la arrogancia de ese hombre—. Primero insistes en traerme pastel y ahora que se me ha antojado probarlo, decides que no puedo comer cosas dulces.

Edward la ignoró y comió un buen pedazo de la tarta.

—Hace un momento me dijiste que no querías nada. Te negaste a comer —señaló.

—Eso fue... antes.

Edward sonrió y eso la enfureció.

—Te vas a sentir mal si comes azúcar —reiteró con voz autoritaria.

—Al parecer, sabes cómo reaccionará mi estómago a ciertos grupos de alimentos. Me sorprendes, Edward Cullen. De veras. No imaginé que supieras tanto acerca del metabolismo de mi cuerpo.

—Recibirías una fuerte impresión si te contara todo lo que sé acerca de ti y de tu cuerpo, Princesa.

Bella se puso de pie.

—Creo que no es una buena idea que me llames así. No soy tu "Princesa". Soy una mujer, no una niña.

—Linda, no es necesario que me lo digas. Ya lo sé. Ahora, siéntate —habló con brusquedad y sonrió sin diversión.

—Me quedaré de pie, si eso quiero.

—Bien. Quedarás como una tonta.

Bella se sentó de inmediato. Ya no tenía deseos de pelear. Tomó un puñado de nueces y empezó a masticarlas, desahogando su frustración en ellas.

Edward apartó su plato y le apretó la mano.

—Soy tu amigo. Siempre lo he sido y lo seguiré siendo mientras viva. Nunca dudes de ello.

Bella tenía los ojos nublados por las lágrimas y en su garganta se formó un nudo.

—Lo sé. Lo que pasa es que todo esto es... mucho más agotador de lo que creí.

Se escucharon voces y Bella miró al otro extremo del cuarto, donde Jacob y Leah brindaban con champaña. Los camareros empezaron a repartir copas entre los invitados. Bella tomó una y la asió con las dos manos como si eso pudiera darle fuerza.

Cuando todos brindaron por los novios, Bella tomó un sorbo que se deslizó con facilidad por su garganta.

Unos violinistas comenzaron a tocar y Bella vio que Jacob tomaba de la mano a Leah y empezaban a bailar. El solo hecho de ver a la pareja de enamorados, aumentó el peso en la carga de los hombros de Bella. Apartó la vista y se encontró con la mirada de Edward. Trató de sonreír, de convencerlo que estaba bien, y no lo logró. Sus ojos se llenaron de lágrimas y bajó la vista. No quería que alguien las viera y menos Edward. Había sido maravilloso... y también terrible.

Pronto, otros se unieron con Jacob y Leah. Primero los padres de los novios, luego los padrinos y damas de honor. Cada pareja giró con gracia y práctica.

Edward se puso de pie y le ofreció la mano a Bella. La miró y en silencio le pidió que bailara con él. Aunque ella no quería, no tuvo la energía suficiente para protestar. Fue más sencillo aceptar que discutir.

Juntos se acercaron a la orilla de la pista.

—Todo va a salir bien —susurró Edward al rodearla de la cintura.

Bella asintió, agradecida por su preocupación. Necesitaba a Edward mucho más de lo que hubiera imaginado.

Bella y Edward habían bailado varias veces en los últimos años. Ahora bailaron una pieza y luego otra. Cuando Bella lo abrazó por tercera vez y sintió que él extendía los dedos en la parte baja de su espalda, se estremeció con una sensualidad inesperada. Se detuvo, confundida, y perdió el ritmo. Haciendo un esfuerzo por ayudarla, Edward la acercó más aún. Pronto, sus cuerpos estaban tan cerca que Bella sentía los latidos del corazón de Edward en su pecho. Supo que él sentía lo mismo cuando su pulso se aceleró.

Bella se sentía tan ligera que casi estaba mareada. Los brazos de Edward eran cálidos y seguros, una base sólida a la cual aferrarse ahora que el mundo de la chica ya no tenía eje. Tal vez fue egoísta, pero Bella necesitaba esa calidez, esa seguridad. Le sonrió a Edward y cerró los ojos al rendirse al ritmo suave.

—Bella, hay algo que debo contarte acerca de Twilight's...

La joven le puso los dedos sobre los labios, temerosa de que las palabras arruinaran ese sentimiento. Entrelazó los dedos detrás de la nuca del capataz y le rozó la mandíbula con la mejilla. Le encantó hacerlo. Edward era varonil, fuerte y musculoso.

—Está bien —susurró—. Hablaremos de eso después.

Siguieron bailando y Edward frotó su rostro contra el cabello de Bella, desarreglándolo un poco.

Como un gato satisfecho, Bella ronroneó y fue un sonido suave y gutural. La música terminó muy pronto y, reacia, Bella dejó caer los brazos y retrocedió un poco. Se separaron unos centímetros en silencio hasta que la música se reinició, dándoles el pretexto necesario para volver a abrazarse.

Esa vez Bella trató de saber qué sucedía entre ambos. Aunque ella amaba a Jacob, Edward estaba decidido a apoyarla esa noche. Sí, eso tenía que ser. Bella se sentía... muy bien. No entendía por qué experimentaba esa fuerte c inesperada atracción por Edward, mas no le importó. Él era considerado y ella lo necesitaba.

Se quedaron así, sin hablar, saboreando las sensaciones y Bella perdió la cuenta del número de piezas que bailaron.

Cuando la banda tomó un descanso de diez minutos, Edward la soltó con tan poco deseo de hacerlo, que Bella sintió un vuelco en el corazón. Como si él no pudiera separarse de ella, la tomó de la mano y entrelazó sus fuertes dedos con los de Bella.

Se dirigían a su mesa cuando fueron interceptados por Lauren Mallory, una rubia animada, que se aproximaba a ellos con rapidez.

—Hola, Edward —ignoró a Bella.

—Hola, Lauren —él inclinó la cabeza con cortesía y fue obvio que no le agradó la intromisión.

—¿Recuerdas que me prometiste un baile? —la otra mujer le puso una mano posesiva en el brazo.

—Si me perdonan un momento, iré por algo de tomar —anunció Bella. Tenía la garganta reseca y no quería quedarse sola cuando la música empezara de nuevo y Lauren se fuera con Edward.

El ponche de frutas estaba frío y refrescante, sin embargo, Bella aún tenía calor. Decidió salir y dejar que el aire fresco le despejara la cabeza. No entendía lo que pasaba entre ella y Edward, pero tal vez era algo relacionado con su propia confusión emocional.

Las estrellas brillaban como si fueran diamantes. Bella permaneció de pie y se rodeó con los brazos mientras miraba el cielo. No oyó a Edward sino hasta que él se detuvo a su espalda y le puso las manos en los hombros.

—No podía encontrarte —comentó con suave acusación.

Bella no quería hablar de Lauren Mallory. Parecía que desde siempre estaba dispuesta a atraer a Edward.

—Qué hermosa noche, ¿verdad? —por instinto, Bella se acurrucó más cerca de Edward y se apoyó contra su cuerpo, buscando calor.

—Hermosa —repitió Edward y le acarició los brazos.

Qué contenta se sentía con Edward, como Bella imaginaba que la gente debía sentirse después de estar casados veinte años. Aunque también experimentaba una rara sensación. Sus sentimientos eran contradictorios: seguridad y al mismo tiempo una emoción creciente. Decidió que eso se debía a la copa de champaña.

La banda volvió a tocar y de nuevo se escuchó la suave música afuera. Edward la hizo volverse con cuidado y la abrazó como si fueran a bailar. Bella le echó los brazos al cuello a modo de respuesta.

—Debemos hablar —le susurró Edward al oído.

—No —murmuró ella con un suspiro.

El estar de nuevo en brazos de Edward era como llegar a casa después de unas largas vacaciones. Le pareció lo más natural del mundo alzarse sobre la punta de los pies y acariciarle los labios con los suyos. Entonces se dio cuenta de lo que hizo. Abrió mucho los ojos y retrocedió, con el corazón acelerado.

Ninguno de los dos habló. Gracias a la luz que salía de las ventanas del salón, se miraron con fijeza. Bella no supo qué le dijeron sus ojos a Edward, pero los de él reflejaban incertidumbre. Bella esperó que la regañara por portarse así. Y, en vez de eso, Edward volvió a abrazarla y sus ojos la desafiaron a detenerlo.

Bella no pudo hacerlo.

La calidez de la boca de Edward en la suya la hizo suspirar y cerrar los ojos con languidez. Fue transportada a un mundo de sueños que nunca había visitado. Se dijo que eso no era posible y sin embargo, le parecía muy real y grato.

El beso de Edward fue tierno, muy diferente de todo lo que ella esperó. La abrazó como
si ella fuera lo más delicado del mundo y pudiera fracturarse con la menor presión.

—Mi querida Bella —musitó sobre su cabello—. He soñado con esto muchas veces.

—¿De veras? —a ella le pareció que su voz llegaba de lejos, de muy lejos. Estaba marcada. Si era un sueño, no quería que terminara. Suspiró y le sonrió, seductora.

—Coqueta —Edward rió con suavidad. Le dio besos en la frente, en los párpados y en la mejilla hasta que ella le buscó la boca.

Pareció que Edward ansió ese beso tanto como ella. Bella entreabrió los labios con suavidad, invitando a una unión más profunda. La complacencia de Edward fue tan efectiva que las rodillas de la chica se doblaron.

—¿Bella? —se apartó un poco para estudiarla, sin dejar de abrazarla. Ella lo miró con malicia. Ya no le importaba que la besara por lástima.

Pasó un largo momento antes que él sonriera.

—Creo que será mejor que entremos.

—¡No! —fue tan vehemente que ella misma se sorprendió de no querer ver a los novios de nuevo—. No quiero entrar.

—Pero...

—Quédate conmigo. Baila conmigo. Abrázame.

Edward dijo que quería cuidarla. Bueno, pues ahora ella le daba la oportunidad. Apoyó su cuerpo en el de su compañero. Ese era Edward. Edward Cullen. Su amigo y confidente. De seguro él la ayudaría a sobrevivir a una de las noches más difíciles de su vida.

—Quiero que estés conmigo —le pidió Bella. No podía explicar lo que pasaba entre ambos, mas tampoco podía rechazarlo.

—No sabes qué me estás pidiendo —la contempló con detenimiento buscando algo en su mirada. Entonces las puntas de sus dedos acariciaron la blanca piel de la mejilla como si esperara que en ese momento ella se desvaneciera.

Bella le tomó la mano y miró sus ojos negros que brillaban como obsidiana recién pulida, con un fuego interno y profundo.

—Quiero que me beses, me gusta mucho —se humedeció los labios y se apoyó contra él, tan cerca que podía sentir los botones de su camisa presionándose contra su cuerpo.

Edward entró en acción y cuando la besó, sus labios se unieron con ardor. Las sensaciones explotaron entre ambos hasta que Bella quedó débil y mareada, obligada a aferrarse a él para no caer. Cuando Edward alzó la cabeza y terminó el beso, Bella casi se desmayó por la forma en que la sangre le palpitaba en las sienes.

Edward estaba muy impresionado. Sus ojos la cuestionaron, pero ella no podía pensar con coherencia.

—¿Cuánta champaña has bebido? —inquirió él con suavidad.

—Sólo una copa —suspiró y apoyó la cabeza en el amplio pecho.

Edward no le advirtió que el cuidarla sería tan maravilloso. De haberlo sabido, Bella no hubiera estado hosca con él.

—Bebiste más de una copa —Edward exhaló con fuerza—. Dudo que sepas siquiera quién soy.

—¡Claro que lo sé! Eres Edward. No seas ridículo. Lo que pasa es que...

—¿Qué?

—Que nunca me habías besado. Por lo menos, de ese modo no. ¿Por qué no me contaste que sabías hacerlo tan bien? —le pareció que fue un comentario muy inteligente y empezó a reír.

—Te voy a llevar a casa —Edward la tomó con firmeza del codo.

—¡Edward! —exclamó ella—, todavía no quiero regresar.

—Bella Swan, creo que estás borracha —dejó de asirla—. Sólo tú no te das cuenta.

—Claro que no lo estoy —blandió su dedo como una maestra regañona—. Es necesaria más de una copa de champaña para embriagarme.

Fue obvio que Edward no quiso discutir al respecto. La tomó del codo y la llevó al estacionamiento.

—Quiero quedarme —protestó.

Edward no contestó. Bella pensó que tal vez había interpretado mal todo. Tal vez él quería deshacerse de ella para así regresar con Lauren.

—Edward...

—Bella, por favor no discutas conmigo.

—¿Estás enamorado de Lauren?

—No —su respuesta fue cortante e impaciente.

—Gracias a Dios —se llevó una mano al pecho—. Creo que no habría soportado que lo estuvieras.

Edward se detuvo de inmediato y Bella notó que ya estaban frente a su camioneta. Edward le abrió la puerta de los pasajeros, aunque Bella no quería entrar. Deseaba pasar más tiempo con él, echarle los brazos al cuello como antes... El dolor que asoló su corazón durante semanas, desapareció en el instante en que él la abrazó.

—Quiero que me beses de nuevo, ¿de acuerdo?

—No, Bella.

—Por favor 

—Bella, estás borracha.

—Te digo que no lo estoy.

Esa copa de champaña bastó para volverla un poco... audaz. Le agradaba rendirse a esas nuevas emociones... apoyarse en Edward. En cuanto llegaron a la boda, él no dejó de decirle que lo necesitaba. Tal vez tenía razón. La vida de Bella estaba trastornada y allí estaba Edward, cálido, amable y firme.

—Voy a llevarte a casa —insistió.

Bella no pudo controlar su frustración.

La casa estaría oscura y fría. Bella temía quedarse sola. Jacob ya no pertenecía a su vida, así que sólo le quedaba su padre... Y Edward. Si Charlie decidía casarse con la señora Clearwater, tal vez vendería el rancho... y Edward también se iría. Alarmada por esa posibilidad, Bella le puso las manos en los hombros y lo miró a los ojos.

—Bella... —urgió Edward con suavidad.

—Está bien, regresare a casa, pero sólo con una condición —prometió la chica.

—Vamos, tienes que ser razonable.

—Quiero que hagas algo por mí. Todo el tiempo me has dicho que eres mi amigo y me aseguras que tienes muchos deseos de ayudarme con todo esto...

—Sólo métete en la camioneta antes que alguien venga y nos halle discutiendo.

—Primero necesito tu promesa.

—Tienes que cuidar tu reputación —Edward la ignoró—. No puedes permitir que la gente de Forks se dé cuenta de que estás ebria. El consejo directivo de la escuela se enterará de esto y será el fin de tu carrera.

Bella sonrió y negó con la cabeza. Obedeciendo a un impulso, se inclinó hacia él y volvió a besarlo. Estar con Edward aliviaba su dolor y nunca quería volver a sufrir.

—¿Harás lo que yo te pida?

—¡Está bien! —exclamó, exasperado—. ¿Qué quieres?

—Bien —murmuró la chica y suspiró de modo elocuente.

Eso iba a impresionarlo aunque no más de lo que ya la había impresionado a ella. Bella no sabía de dónde sacó la idea, pero de pronto le pareció perfecta e indiscutible. Le sonrió y sus ojos brillaron de alegría.

—En realidad es algo muy sencillo. Lo único que quiero es que te cases conmigo.


13 comentarios:

  1. Santa cachucha que a ventada bells jajaja es de efecto y deciciones rápidas jajaja muy buena la historia yenni ya me pique. Gracias

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  2. Jajajjajajaaj joderrrrrrrr será que la copa de licor si la embriagó jajajaaja gracias facinada con Está. Nueva historia graciasssss súper emocionada X un nuevo cap graciasssss gracias gracias gracias gracias gracias

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  3. wowwwww esta super, empezó muy bien la historia muero por otro cap

    gracias por otra adaptacion

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  4. Jajaja, graciaaaas, a ver qué le responde?!?!?

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  5. Wouuu k emocion, espero diga k siiii

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  6. Excelente se ve que valer una historia muy interesante. Esperando con ansias la próxima actualización

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  7. Hola si k esta Bella salio muuuuy a chispada lo k se perdio Jacob y ganancia de Edward.

    Nos seguimos leyendo.

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  8. Lo que puede decir y hacer Bella borracha.

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  9. Edward es muy indo... espero que Bella entienda que él la quiere, que no es solo por salvarla de todos en le pueblo...
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  10. A esto lo llamo un buen comienzo, ya quiero saber cómo sigue

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  11. OMG Bella tan directa , me encanta jajajajajajaja quiero saber q dirá Edward ;p. =) gracias

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  12. Me gusta, parece una historia muy entretenida

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