Durante el regreso, Edward no habló, ni siquiera la miró. Se mantuvo tenso, con la vista al frente. A pesar de que le preocupó que Mike sufriera un accidente, él condujo como si los persiguiera el diablo. Sólo disminuyó la velocidad cuando entraron en la avenida que llevaba al rancho.
—Nunca te perdonaré esto —Bella salió de la camioneta, con rabia. Ansiaba no volver a verlo. Todo el mundo comentaría en el pueblo la forma en que Edward Cullen sacó a Bella Swan del Red Bull.
—No me importa si me perdonas o no —aseguró, sombrío.
—Las mujeres reían y los hombres se burlaban... No podré volver a aparecerme en Forks.
—En lo que a mí concierne, tú te lo buscaste.
—No es cierto —Bella no podía adivinar que Mike se emborracharía.
Lo último que necesitaba era un sermón de Edward. Todo lo que deseaba era quedarse a solas y preguntarse cuándo podría salir a la calle.
Edward empezó a caminar de un lado a otro con pasos precisos.
—Por favor, vete —pidió con tensión.
—No me iré hasta no tener una serie de respuestas.
Reuniendo la dignidad que le sobraba, la cual no era mucha, Bella se sentó en una silla. No pensaba discutir con Edward pues cada vez que lo hacía, resultaba la perdedora. Era mejor terminar de una vez con el asunto. Suspiró.
—¿Quién demonios es Mike Newton y por qué estabas cenando con él?
En vez de contestarle, Bella preguntó:
—¿Qué ha pasado con nosotros? —miró a Edward con tristeza—. ¿Recuerdas cómo nos divertíamos juntos? Esta noche no fue divertida. Hace tan sólo unas semanas podía reír y llorar contigo. De pronto, ya nada es igual y no entiendo qué ha sucedido —sollozó un poco y luchó para no perder la compostura.
No lo logró. Lágrimas de orgullo y angustia mojaron sus mejillas. Se ocultó el rostro con las manos para no mostrar tristeza.
Edward se arrodilló frente a ella y le apartó las manos. Le acarició la cara con suavidad.
—Toda ha cambiado, ¿verdad, Princesa?
La chica inhaló hondo y asintió.
—¿Sigues confundida? —se inclinó para besarle la boca con calidez. Ella le devolvió el beso, aunque su confusión aumentó.
Edward pareció creer que la respuesta de Bella al beso, disiparía las dudas que la acosaban. Por el contrario, aumentó la incertidumbre y las reservas de Bella.
—¿Lo entiendes ahora? —murmuró él con voz suave, cerrando los ojos.
Bella ansiaba entender. Negó con la cabeza, asustada.
Edward le acarició los labios con el índice. Sus caricias más inocentes incendiaban a la chica. Siguiendo un repentino impulso, Bella le tomó una mano y le besó los dedos.
—Ay, amor —gimió él y volvió a besarla con dulzura—. Tenemos que terminar con esto antes que me vuelva loco.
—¿Cómo? —jadeó la chica y le puso las manos en el pecho.
—¿Cómo? —repitió la pregunta de Bella y rió—. Tendremos que hacer lo que sugeriste.
—¿Lo que sugerí?
Edward siguió besándole la boca, ahora con mayor intensidad.
—Sólo hay una forma de curar lo que hay entre nosotros, Bella, mi amor.
—Una forma —repitió ella sin entender.
—Tendrás que casarte conmigo. Es algo que no se puede evitar y para serte franco, empiezo a considerar que cuanto antes lo hagamos, mejor.
Bella sintió como si le hubiera arrojado un balde de agua fría.
—¡Casarnos! —exclamó y lo empujó con tanta fuerza que casi lo hizo caer de espaldas—. ¿Tu solución es que nos casemos?
—Bella, sé razonable. Somos perfectos el uno para el otro. Ahora me necesitas más que nunca y estoy aquí para apoyarte.
—Edward, por favor...
—No —la detuvo con una mirada—. Estás a punto de perder todo lo que considerabas seguro en tu vida: tu padre y tu hogar. No tengo intenciones de asumir el papel de Charlie, pero sé que sería un buen marido para ti.
—¿Y qué hay con el amor?
—Ya hemos repetido eso diez veces —suspiró, frustrado—. Me amas...
—Como a un hermano.
—Princesa, las hermanas no besan a sus hermanos como tú me besas a mí.
Al parecer, creía que ese argumento bastaba. Bella negó con la cabeza.
—¡Amo a Jacob! Lo ignoras o insistes en que no lo amo... pero así es. Lo he amado desde siempre. No puedo casarme contigo. No lo haré.
—Por el amor de Dios, olvida a Jacob.
—No es tan fácil —gritó.
—Lo sería si te esforzaras un poco —era obvio que estaba perdiendo la paciencia—. Te he pedido que te cases conmigo, y una mujer inteligente como tú debería saber que soy un buen partido.
Eso terminaba con el amor, con el romance. Edward no la escuchaba y Bella dudaba que siquiera entendiera lo que ella le decía.
—Creo que no estamos llegando a ninguna parte con esta conversación.
—Bella...
—Deberías irte.
—¿Cuánto tiempo vas a tardar en darte cuenta de que te amo y de que me amas? —la tomó de los hombros.
—¿Amarte? ¿cómo puedes decir eso? Hace sólo unas semanas yo estaba comprometida con Jacob Black —lo empujó y se puso de pie.
—Sí. Te ibas a casar con el hombre equivocado.
—Es la verdad —enfatizó tranquilo.
Bella lo miró con disgusto. No tenía objeto tratar de razonar con Edward. Este repetía los mismos absurdos una y otra vez, como si fuera un disco rayado, como si unas cuantas palabras bastaran para explicarlo todo.
—Me voy a la cama —se alejó—. Puedes hacer lo que quieras.
Hubo una pausa antes que él riera con suavidad.
—Estoy seguro de que no te refieres a lo que yo supongo.
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Como Bella vaticinó, el pueblo ardía con la noticia del fiasco con Mike Newton. Los vecinos estaban felices contándose unos a otros la forma en que Edward Cullen la tomó en brazos, y como todos los que estaban en el Red Bull vitorearon cuando salió con ella del restaurante.
Bella necesitó todo su valor para caminar por la calle principal. Su sonrisa era rígida y estaba convencida de que empezaba a tener una úlcera.
Para empeorar las cosas, todos los habitantes se creyeron con el derecho de darle consejos.
—Quédate con Edward Cullen. Es mejor hombre que ese citadino presumido —le dijo el carnicero, el sábado por la tarde.
Bella se ruborizó, pidió lomo de puerco y se fue en cuanto pagó.
—Parece que tú y Edward Cullen provocaron un alboroto ayer en la noche —le dijo la secretaria de la iglesia, el domingo por la mañana, después de misa—. Me enteré del modo romántico en que Edward te llevó.
A Bella eso no le pareció romántico pero sonrió con amabilidad, no hizo ningún comentario y regresó a casa.
—¿Qué pasó contigo y Edward Cullen? —Jessica Stanley apareció en el momento en que Bella entró en su clase, el lunes.
—Estoy segura de que quien te lo contó, exageró bastante —aseguró Bella.
—Podría ser —admitió Jessica y rió—. Vaya que haces hablar a este pueblo. Primero la boda de Jacob, ahora esto. A propósito, Jacob y Leah ya regresaron de Hawái y están muy bronceados.
—Así suele suceder en Hawái —comentó Bella con sarcasmo. Reprimió su dolor y conservó la compostura con dificultad.
Tan pronto como Jessica se fue, Ángela llegó.
—¿Es cierto? —inquirió, atónita.
—Tal vez —encogió los hombros.
—Así que no resultó el plan de apagar los rumores, ¿verdad?
Bella asintió, triste. Temía llorar si otra persona le mencionaba a Edward.
—Después de lo que me pasó el viernes por la noche; creo que nunca volveré a sentirme más humillada.
—Pensé que me dijiste que no conocías a Mike —Ángela estaba intrigada.
—No lo conocía cuando tú y yo hablamos. Mike y yo nos encontramos en el supermercado, después que yo salí de la escuela.
—Trato de salir con un hombre nuevo durante meses y nada sucede —Ángela se deprimió—. Esto es absurdo. Unos minutos después que tú decides buscar a alguien, conoces a un hombre.
—Suerte de principiante —lo que pasó el viernes no podría considerarse afortunado.
—Bella, ahora sí, lo arruinaste todo.
—Lo sé —susurró, derrotada.
Bella terminó, con un fuerte dolor de cabeza. Después de las clases, fue a la farmacia y compró aspirinas.
Cuando salió de la farmacia, se dirigió a la biblioteca, preguntándose si Leah ya estaría trabajando después de su luna de miel. En el instante en que entró, vio el rostro sonriente de su amiga.
—Bella, me da mucho gusto verte.
—Hola, Leah —Bella aún se sentía un poco torpe con la esposa de Jacob. No lamentaba haberlos reunido aunque fue la decisión más dolorosa de su vida.
—Jessica Stanley tiene razón —rió Bella y le dio un beso en la mejilla—. Estás muy bronceada, quedaste maravillosa.
Leah aceptó el halago con una sonrisa que iluminó sus ojos.
—Para serte sincera, no creí que Jacob estuviera siete días en la playa, pero así fue. Bella, no sabes lo bien que la pasamos.
—Me alegro —era verdad.
—Me disponía a descansar y tomar un café. ¿Puedes acompañarme? —invitó Leah, al consultar su reloj.
—Claro —Bella cruzó los dedos.
Con suerte, Leah no se habría enterado de los chismes, sin duda ya muy sazonados, acerca de la noche del viernes. Bella necesitaba ahora a una buena amiga que pudiera ser objetiva.
Mientras Leah dejaba la biblioteca a cargo de su asistente, Bella fue a Kim's Café. Ya había pedido las bebidas cuando Leah se sentó en la mesa con ella.
—He oído muchas cosas, sobre ti y Edward, Bella, me fui sólo siete días y parece que fue un año. Edward va a comprar Twilight's y tu padre se casa con la señora Clearwater. Emily nos contó todo en cuanto llegamos a casa.
—Para decirte la verdad, Edward y yo no nos entendemos últimamente —confesó y mantuvo la vista baja.
—¿Quieres contarme qué pasa? —Leah tomó un sorbo de café.
Bella asintió. Estaba a punto de llorar, así que se concentró en cambiar de lugar los cubiertos.
—Edward fue muy bueno conmigo cuando tú y Jacob se comprometieron. Y... después de la boda, estaba perdida y sola. Edward bailó conmigo en la fiesta y yo me sentí... segura en sus brazos. Temo que le sugerí algo absurdo... Y ahora Edward no deja de recordármelo.
—Edward no suele ser así —Leah estaba intrigada—. Y tú tampoco sueles sugerir cosas "absurdas".
—Tomé champaña con el estómago vacío —explicó Bella a modo de disculpa.
—¿Y Edward?
—No lo sé, pero te juro que ha estado muy raro y sigue insistiendo en decir cosas ridículas.
—Dame un ejemplo —susurró Leah.
—Afirma que lo amo —Bella encogió los hombros.
—¿Qué sientes tú por él? —inquirió Leah después de una breve pausa.
—Lo quiero, mas no en la forma en que él asume —delineó el borde de su taza—. Lo que me irrita más es que Edward descarta todo lo que sentí por Jacob, como si mi amor por él no fuera más que un desperdicio —Bella no estaba muy cómoda por tener que explicarle eso a la esposa de su ex prometido, pero Leah era la única que podía entenderla.
—Y ahora Jacob se ha casado conmigo. Me parece que Edward piensa que de pronto se te encendió un foco enorme en el cerebro.
—Así es.
—¿Piensa que no deberías dudar en lanzarte a sus amorosos brazos?
—Sí —Leah lo explicaba mucho mejor que Bella—. Sigue insistiendo en que lo necesito y que si lo pensara, me daría cuenta de que lo amo. Si sólo se tratara de Edward, podría hacer frente a la situación. Sin embargo, todos los de este pueblo, incluyendo a mi padre, me dicen que debería casarme con él.
—Por eso aceptaste cenar con el abogado nuevo. ¿Cómo se llama?
—Mike Newton. Sí, por eso salí con él. Leah, estoy desesperada. A cada momento Edward sonreía con satisfacción anunciando que nos casaríamos antes de Navidad. Según él, no hay que discutir y si yo lo rechazo haré algo en contra de mi naturaleza —suspiró con dramatismo—. Según Edward, si no me caso con él a finales de este año, todas las vacas del condado tendrán becerros bicéfalos, en el próximo.
—¿De veras? —rió Leah.
—Aún hay más —asintió Bella con seriedad. Debía contarle a Leah todo—. Para ser sincera, debo reconocer que la culpa es mía. Es cierto que Edward está hablando hasta por los codos de nuestra boda, pero yo fui quien lo... sugirió.
—¿Cómo? ¿Cuándo? Ah. Ese "absurdo" que mencionaste.
Bella rompió la servilleta de papel y asintió con dolor al recordarlo.
—Leah, no hablé en serio, de veras. Estábamos afuera, bajo la luz de la luna, en la fiesta de tu boda y todo era sereno y hermoso. Sin poder evitarlo, le pedí que se casara conmigo.
—Y el incidente con el abogado no ayudó.
—El hecho de que mi padre se case con la señora Clearwater y que Edward vaya a comprar el rancho ha empeorado todo —suspiró Bella.
—Edward puede ser muy necio a veces, ¿verdad?
Bella alzó la vista al techo, totalmente de acuerdo con su amiga.
—Lo que me molesta más, es la forma en que todos lo están apoyando —confesó Bella.
—¿A qué te refieres?
—Por ejemplo, mi papá. En lo que a él se refiere, el que me case con Edward sólo es una cuestión de tiempo. Todos piensan que, como Jacob se casó contigo, es la única opción que me queda. Si soy lo bastante tonta como para dejar que otro buen hombre se me escape, me quedaré solterona.
—Eso es ridículo.
Como era de San Francisco, Leah no podía entender la visión tan diferente que tenía de la vida la gente de un pequeño pueblo de Washington.
—No has vivido aquí lo suficiente para entender cómo piensa esta gente.
—Bella, tienes más de veintiún años. Nadie te puede obligar a casarte con Edward, recuérdalo.
Bella apoyó los codos en la mesa.
—Me siento atrapada en una corriente que fluye demasiado rápido para mí. No me atrevo a ponerme de pie por miedo a no pisar, y tampoco puedo arriesgarme a que me arrastre.
—No puedes permitirlo —asintió Leah con la boca apretada.
—Parece que Edward y todos me consideran como a una pobre niña indefensa y sin carácter que no puede decidir qué es mejor para ella.
—Eso no es cierto —declaró Leah—. No permitas que alguien te diga que eres débil. Si ese fuera el caso, te habrías casado con Jacob en vez de esforzarte para que él y yo nos uniéramos.
—Fue lo único que podía hacer —descartó Bella.
—No todos habrían sido tan generosos. Jacob y yo somos felices gracias a ti —hizo una pausa y apretó las manos de Bella—. Me gustaría saber cómo ayudarte. Todo lo que puedo aconsejarte es que hagas lo que consideres correcto.
—Leah, me siento mejor por hablar contigo —suspiró Bella y supo que su amiga tenía razón.
Era probable que hubiera mostrado debilidad, pero resultaba comprensible dado todo lo sucedido. Tal vez Edward pensara que ella lo necesitaba aunque en realidad no era así. Bella lo demostraría en las semanas siguientes.
—Antes que se me olvide, Jacob y yo queremos invitarte a cenar .—comentó Leah con alegría—. Nos sentimos en deuda contigo y queremos darte las gracias por lo que hiciste por nosotros.
—Una cena —repitió Bella, triste. Necesitaba más tiempo para ver a Jacob.
—¿Te parece bien el martes por la noche? —insistió Leah.
—Apenas han llegado al pueblo —protestó Bella—. ¿Qué te parece si lo dejamos para dentro de dos semanas?
—¿Te preocupa que vuelva a servir mi fettuccini con salsa de mariscos? —rió Leah.
Cuando se quedó en Forks debido a que su auto se descompuso, Leah preparó ese platillo para Jacob y su hermano menor, Seth. Por desgracia, como ambos trabajaban mucho, estaban acostumbrados a una cena con carne y puré de papas. Ninguno de los dos pensó que el platillo elegante de Leah, era sabroso. Jacob ocultó su desilusión por cortesía, mas Seth no.
Bella sonrió al recordar la escena.
—Sirve lo que quieras. Soy mucho más fácil de complacer que Seth.
—De hecho, es probable que Emily cocine. Ha sido el ama de llaves de los Black durante tantos años que aún no me atrevo a invadir su territorio. Después del desastre del fettuccini no confía en mí más que Seth.
Ambas rieron y eso ayudó a Bella con sus problemas, aunque fuera por unos minutos.
—Debo regresar a la biblioteca —anunció Leah, triste.
—Yo también debo volver a casa —Bella pagó y se levantó. Abrazó a Leah, agradeciéndole esos momentos de apoyo—. Me alegro de que seas mi amiga —susurró con timidez.
—Yo también —Leah le devolvió el abrazo.
☙💗❧ 💗 ☙💗❧
Cuando Bella se estacionó frente a la casa, estaba decidida. Metió un asado en el horno, se cambió de ropa y salió al patio a buscar a Edward. Cuanto más pronto hablara con él, mejor.
Él no estaba en ninguna parte. Laurent Da Revin, un ayudante que hacía años que trabajaba en el rancho, estaba solo en la troje.
—Laurent, ¿no ha visto a Edward? —inquirió Bella.
Él se irguió con lentitud y echó su sombrero hacia atrás.
—No. Por lo menos, hace dos horas que no está por aquí. Dijo que iba a buscar caballos perdidos. Imagino que volverá pronto.
—Entiendo —Bella se mordió el labio inferior, sin saber qué hacer. Sin detenerse a pensar si eso era lo más prudente, tomó una rienda.
—Laurent, ¿puede traerme a Nessie por favor?
Nessie era la yegua más rápida del establo. Bella deseaba hacer ejercicio y podría montar para canalizar la frustración acumulada durante toda la semana.
—Seguro, señorita Swan —Laurent fue al corral y regresó con Nessie—. Edward también estaba de humor para montar esta tarde —comentó al ensillar al animal—. Debe de haber algo en el ambiente.
—Así es —asintió la chica.
Minutos después, sacó a Nessie al patio. Hacía varias semanas que Bella no montaba y se sorprendió al darse cuenta de ello. Cuando estuvo comprometida con Jacob, pasaba varias tardes con él montando. Eso terminó al mismo tiempo que los planes para la boda. Bella se deprimió un poco, más logró animarse al recordar la charla que tuvo con Leah.
Laurent le señaló la dirección que tomó Edward, y Bella empezó a galopar. Le pareció vigorizante volver a montar.
La tarde era cálida, aunque la brisa fresca recordaba que estaban en otoño. En una hora, el sol se ocultaría.
—Bella —escuchó su nombre de pronto.
La chica tiró de la rienda y se volvió para descubrir que Edward se acercaba al trote. Ella alzó una mano para saludarlo. Ya no estaba tan irritada.
Edward bajó del caballo tan pronto como la vio.
—¿Te sientes bien?
—Claro —rió un poco—. Espero no haberte asustado.
—No. Llegué a la troje quince minutos después que te fuiste, según Laurent. Temí no poder alcanzarte. Galopabas como un demonio.
—Yo... tenía que pensar.
—Laurent me dijo que me estabas buscando.
—Sí. Quería hablar contigo —no había mejor momento que el presente. Estaban encima de una loma y veían el valle a lo lejos. Varios caballos pastaban bajo el sol de la tarde.
Edward la tomó de la cintura y la ayudó a bajar. Sus miradas se encontraron. De nuevo, Bella sintió el efecto extraño que le provocaba estar cerca de él, pero lo ignoró con decisión.
Sus rodillas temblaban un poco y jadeaba debido al galope. Edward pasó las riendas sobre las cabezas de los caballos. Nessie y Volvo, el caballo de Edward, empezaron a pastar.
—Esta tarde es hermosa, ¿no te parece? —se sentó en el pasto y apoyó la cabeza en las rodillas.
Edward se colocó a su lado y contempló el valle.
—Es un día excepcional. No creo que volvamos a tener un clima tan favorable.
—Leah y Jacob ya volvieron de Hawái.
Edward se quitó los guantes de cuero para apartar un mechón de la cara de Bella.
—Me dijeron que viste a Leah.
—Sí, tomamos un café en Kim's —asintió.
—¿No estás deprimida?
—En absoluto.
—Me alegra que estés más tranquila contigo misma —se apoyó sobre las manos y cruzó sus largas piernas en los tobillos—. ¿Ya reconociste que nunca amaste a Jacob y que estás enamorada de mí?
—No —fue vehemente y se sorprendió al ver lo rápido que él podía irritarla.
—Pensé... esperaba que fijáramos la fecha de nuestra boda —se tensó y desvió la mirada.
—Ay, Edward —susurró y cerró los ojos. Estaba muy preocupado por ella y era necesario. Bella no supo cómo expresárselo—. Edward —susurró con suavidad—, hemos hablado de lo mismo toda la semana y esto tiene que terminar —Edward la encaró de modo tan repentino que sus miradas se encontraron con un impacto que la impresionó—. Eres un hombre maravilloso... lo he pensado así durante años, pero no te amo. Por lo menos, no como mereces ser amado —señaló.
Edward alzó las cejas y frunció el ceño. Parecía dispuesto a discutir y Bella lo interrumpió.
—Me niego a casarme sólo porque tú consideras que es lo mejor para mí... porque piensas que necesito que me cuides. Para serte franca, no creo que casarnos sea algo positivo para nosotros.
—Bella, amor...
La chica bajó las pestañas para ocultar su frustración.
—No soy tu "amor" —le recordó por enésima vez.
Los ojos de él se tornaron más intensos y penetrantes.
—Entonces explícame, por qué me siento tan bien cuando te abrazo —susurró con suavidad—. ¿Cómo interpretas eso?
Bella evitó verlo a los ojos y en vez de hacerlo, fijó la vista en su barbilla partida.
—No puedo explicarlo, aunque tampoco puedo negarlo —admitió eso—. Disfruto mucho que me beses, a pesar de que no sé por qué, sobre todo cuando todavía estoy enamorada de Jacob. Imagino que se debe a que hemos vivido muchos años juntos y somos tan buenos amigos que es algo natural y consolador. Sin embargo, no me parece bien que eso continúe.
Edward la miró con tal impaciencia que Bella supo que lo había disgustado.
—Te estoy pidiendo, suplicando, Edward...
—Bella, ¿puedes escucharme a mí por una vez?
—No —se mantuvo firme, en su sitio—. Sólo quiero una cosa de ti y es que dejes de presionarme día y noche con ese asunto de que nos casemos.
—Pero...
—Quiero que me des tu palabra de que ya no lo seguirás haciendo, Edward.
De pronto, la actitud de él cambió. Sólo con verlo, Bella se percató de lo difícil que era esa situación para él.
—Está bien —suspiró con fuerza. Te doy mi palabra. No volveré a mencionártelo.
Bella suspiró y todos sus músculos parecieron relajarse de pronto.
—Gracias —murmuró—. Eso es todo lo que quiero.
Edward se puso de pie y tomó la rienda de Volvo. Se subió a la silla y se detuvo para mirar a la chica. Estaba sombrío y retraído.
—¿Y qué hay con lo que yo quiero, Bella? ¿Acaso pensaste en ello?
Bella,Bella, que tontuela dejar ir ese partidazo sin darle una oportunidad.
ResponderEliminarComunicación chicos... Gracias por el capítulo
ResponderEliminarNo es más cabeza dura porque no la tiene más grande k te pasa bellaaaaaaaa
ResponderEliminarTozuda testaruda es bella
ResponderEliminarVaya vaya que Qué es cabezota jajajajajajaja graciassssss
ResponderEliminarOh,oh. Creo que Bella acaba de cometer un grave error, se va a arrepentir de lo que acaba de decir. Aunque confío en que Edward no se de por vencido y la terminé conquistando.
ResponderEliminarBueno ojalá y no sea tarde cuando bella se de cuenta de lo q dejo ir ... tiene q buscar a alguien edward a lo mejor darle celos o algo le funcione ... gracias 😊 💋❤❤
ResponderEliminarAghhh este Edward es muy tierno, solo quiere que Bella acepte que lo ama. Espero que pronto Bella se de cuenta que Edward le hace falta, que lo quiere más que como un hermano, como ella dice ;)
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO
Tonta Bella ojala no llores luego Edward tu no t rindas, gracias
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