—Buenas tardes, Kim —saludó Bella al entrar en el café. Llegó a casa después de la escuela y se encontró con una nota de su padre, en donde le sugería que fueran a cenar a Kim's a las seis en punto.
—¿Cómo estás, Bella? —contestó Kim, detrás del mostrador.
Bella asumió que su padre llegaría con Sue para que pudieran discutir los planes para la boda, que estaba fijada para el viernes por la tarde. Minnie Weber, la esposa del pastor, y Sue eran íntimas amigas. Bella estaría al lado de Sue y Edward al lado de Charlie y sería una ceremonia íntima.
Kim tomó un vaso de agua en una mano, una cafetera en la otra y se puso la carta bajo el brazo. Se acercó a Bella.
—Mi padre y Sue Clearwater vendrán dentro de poco —explicó la chica.
—El platillo especial de esta noche es un estofado con papas. Cuando tu papá venga, dile que acabo de sacar una tarta de rapónchigo del horno.
—Así lo haré.
—Kim, dame más café por favor —llamó Quil Ateara desde la mesa que estaba cerca de la ventana—. Me da gusto verte de nuevo, Bella —la saludó con cortesía.
—A mí también, Quil —le sonrió el dueño de Abastecimientos Ateara, y vio que dos rancheros comían con él.
Bella consultó su reloj y se dio cuenta de que su padre estaba retrasado, algo que no acostumbraba hacer.
Para pasar el tiempo, empezó a leer la carta. En ese momento la puerta se abrió. La chica sonrió de modo automático y descubrió que Edward se le acercaba. Se sentó a la misma mesa.
—¿En dónde está tu papá?
—No lo sé. Me pidió que cenáramos aquí.
—A mí me dio el mismo mensaje.
—Creo que es algo relacionado con la boda.
—No —Edward frunció el ceño—. Necesito que me firme unos cheques del banco.
Kim llevó otro vaso de agua y les sirvió café a ambos.
—Buenas noches, Kim.
—Vaya, no te veo con frecuencia, Edward Cullen —la mujer le guiñó un ojo y se alejó contoneando las caderas.
Atónita al ver que Kim coqueteaba de ese modo con Edward, Bella tomó un sorbo de café y casi se quemó la lengua. Kim tenía quince años más que Edward.
—¿Hace eso con frecuencia? —susurró Bella con desaprobación.
—¿Estás celosa?
—Claro que no. Lo que pasa es que nunca había visto a Kim coquetear de esa manera.
—Tiene derecho a hacerlo —Edward se concentró en la carta.
Bella logró contener su respuesta. No le importaba en absoluto si mil mujeres se abalanzaban sobre Edward Cullen. Bella no tenía ningún derecho sobre él y no quería hacerlo.
El teléfono del restaurante sonó pero como Kim tenía cuatro platos equilibrados en los brazos, dejó que alguien de la cocina contestara.
Un minuto más tarde, se acercó a la mesa de Bella y Edward.
—Era tu papá. Avisó que llegaría tarde y que ustedes dos ordenen lo que van a comer —sacó una libreta del bolsillo de su uniforme rosa—. Dijo que comieran bien pues él pagará —añadió con una sonrisa amable.
—Quiero el emparedado de carne con ensalada.
—Yo tomaré pollo frito para probar esas galletas tan ricas que haces —Edward le dio la carta a la dueña del café—. Y también empezaré con una ensalada.
—Tengo tarta de fresa en el horno.
—Dame un pedazo —sonrió Edward.
—¿Y tú, Bella?
—Claro, ¿por qué no? —su sonrisa fue forzada.
Cuando se fue Kim, Bella y Edward se tensaron. A la joven le parecía que se habían convertido en dos extraños.
—¿Cómo va la escuela? —Edward trató de iniciar la charla.
—Bien, muy bien.
—Me alegro.
—He empezado a limpiar las alacenas en la casa, limpiando cosas. Ya seleccioné dos pilas: lo que mi papá se va a llevar y lo que yo necesitaré cuando me mude.
En vez de alegrar a Edward, su comentario tuvo el efecto opuesto.
—Puedes vivir en el rancho el tiempo que quieras —entrecerró sus oscuros ojos—. No necesitas irte a otra parte.
—Lo sé, pero Twilight's te pertenecerá... muy pronto.
—Es tu hogar.
—No por mucho tiempo —le recordó—. Espero hallar algo en el pueblo. De hecho, tengo deseos de cambiarme. Ya sabes cómo son los caminos en invierno. Debí hacer esto desde hace mucho tiempo.
—No tendrías que irte si no fueras tan necia —masculló Edward entre dientes, luchando por no perder la paciencia—. Bella, te juro que me exasperas. Lo último que deseo es quitarte tu hogar.
—Lo sé —no había considerado cambiarse antes por varias razones, de las cuales la más importante era que su padre la necesitaba. Ahora ya no era así y Bella deseaba mostrar cierta independencia.
Kim les llevó las ensaladas y volvió a coquetear con Edward. Este esperó a que se fuera para inclinarse hacia adelante y hablar en voz baja y urgente con Bella. Su boca estaba tensa y sus ojos mostraban su tristeza.
—Bella, por favor, quédate en el rancho. Por lo menos déjame hacer eso por ti.
Ella le agradeció su preocupación con una sonrisa cálida.
—La gente hablará —después de todo, el mismo Edward se lo señaló la noche en que ella le hizo la absurda propuesta de matrimonio.
—Pues que hablen.
—Soy una maestra de escuela, ¿lo recuerdas? —susurró—. Estaba muy agradecida por tenerlo como amigo y quería asegurarle que no debía preocuparse tanto por ella, que era capaz de vivir sola.
Llegó la cena antes que terminaran sus ensaladas. Guardaron silencio mientras comían. Bella pensó en varios temas de conversación pero temió que Edward volviera a hablar del rancho, así que se quedó callada.
De pronto, hubo algo de conmoción en la calle, afuera del café.
—Otra vez es Embry Call —le gritó Quil Ateara a Kim, quien estaba en la cocina—. ¿Quieres que llame al alguacil?
—No, déjalo cantar —gritó Kim a su vez—. No está haciéndole daño a nadie.
Embry Call era el borracho del pueblo. Cuando él y Kim estudiaron en la preparatoria, salieron juntos. Sin embargo, Embry ingresó al ejército y al volver a Forks, le interesó más la botella que una esposa. En seis meses, Kim se casó con un mecánico nuevo del pueblo. Sin embargo, éste la abandonó junto con dos niños. Kim no parecía extrañarlo mucho y mantuvo a su familia con la cafetería, que fue un éxito desde el principio.
Habían pasado quince años y Embry seguía cortejando a Kim. Cada vez que iba al pueblo, empezaba a cantarle canciones de amor en la calle. Parecía creer que eso la haría olvidar el pasado..
—De hecho no canta tan mal —murmuró Bella a Edward.
—He oído mejores voces —rió él.
Quil Ateara se levantó y fue a la caja. Miró en dirección de Edward y se tocó el ala del sombrero a modo de saludo.
—Me han dicho cosas acerca de ustedes —sonrió Quil.
Bella se concentró en su emparedado y no alzó la vista.
Edward contestó algo relacionado con el rancho y no con Bella y ésta se lo agradeció.
—Nos veremos después —Quil salió del restaurante y al abrir la puerta todos oyeron la última balada de amor de Embry.
El entró en el café. Miró con amor a Kim, se puso una mano en el corazón y cantó a todo pulmón.
—Sal de mi restaurante —gritó Kim y fue por su escoba—. No quiero que molestes a mis clientes —apuntó la escoba como si fuera una escopeta y Embry salió. Se conformó con mirar a su amada a través del vidrio de la puerta.
—Lo siento —murmuró Kim y puso la escoba en su lugar.
—No te preocupes —contestó Edward. Kim le sonrió y volvió a servirles café.
Embry caminó por la calle para buscar un auditorio más amable. Edward suspiró mientras movía su café con lentitud.
—No creo que tu padre tenga la menor intención de venir esta noche. De hecho...
—Eso es ridículo —interrumpió Bella—. Mi papá no haría algo semejante.
—Está tratando de decirte algo —insistió Edward.
—No imagino que pueda ser —sí podía, pero fingió lo contrario.
Edward no habló por largo rato.
—Eres muy inteligente y puedes saber qué es, Bella —terminó su tarta y apartó el plato—. Tengo que atender unas cosas, así que será mejor que me vaya —miró con diversión a la calle—. Puede ser que en un par de años empieces a cantarme canciones de amor si no entras pronto en razón.
—Mi padre llegará en cualquier momento —Bella ignoró el comentario.
—No, Princesa —la sonrisa desapareció. Se inclinó para acariciarle la mejilla—. Su mensaje es muy claro.
Bella se quedó media hora más en el café después que Edward se fue, antes de reconocer que él tenía razón. Era cierto que su padre le envió un mensaje, que no era más sutil que el de los demás. Bella exhaló con irritación, trató de sonreír y se despidió de Kim.
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Bella no volvió a ver a Edward sino hasta el viernes por la noche en que fueron a casa de los Weber para la boda de Charlie. Bella llegó con su padre y Edward se les unió poco después. Bella estaba ocupada arreglando unas galletas para la recepción que seguiría después de la boda. Edward entró en ese momento en el comedor. Sue estaba con Minnie, en el otro cuarto y Charlie y el Reverendo Weber charlaban en la sala.
—Hola, Bella —saludó Edward a sus espaldas.
—Hola —se volvió y le sonrió con cortesía.
La chica se quedó sin aliento al contemplar su aspecto elegante y viril. Estaba vestido con un traje oscuro que resaltaba su cuerpo fuerte y bien formado. Su corbata de seda azul acentuaba la bronceada piel. Bella sospechó que Edward estaba feliz de que ella lo contemplara de esa manera y de todos modos no pudo dejar de admirarlo.
El corazón le dio un vuelco cuando él la miró con fijeza a los ojos. Se le llenaron de lágrimas pues Edward era el único que sabía lo difícil que era esa noche para ella.
Muchas de las emociones de Bella eran idénticas a las que experimentó el día de la boda de Jacob y Leah. Su estómago era ahora un nudo de aprensión. La aceptación y fuerza que sintió en esos días ya habían desaparecido ahora. Esta noche volvió a recordar que todo lo que amaba, todo lo que era familiar, ya no existía en su vida. Primero, el hombre con quien planeó casarse, luego su padre y pronto el hogar. Eran demasiados cambios y muy bruscos.
Igual que en la boda de Jacob, Bella trató de aparentar alegría y portarse de acuerdo con la ocasión. Estaba muy contenta por su padre y por Sue... igual que lo estuvo por Jacob y Leah. Pero, ¿por qué la felicidad de los demás representaba tanto sacrificio para ella?
Edward debió darse cuenta de la aprensión reflejada en sus ojos porque se apresuró a estar a su lado.
—Todo va a salir bien —susurró.
—Por supuesto —sonrió con valentía. Acomodó las flores, aunque sus dedos temblaban—. Yo no habría podido escoger mejor esposa para mi padre. Sue es maravillosa.
—Tú también, Princesa —le puso las manos en los hombros y se los acarició con suavidad.
Bella tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para no apoyar el rostro en el pecho de Edward.
Hubo un ruido a sus espaldas y Edward la soltó con tan pocos deseo de hacerlo, como Bella. Ella necesitaba a Edward ahora, igual que lo necesitó hacía unas semanas. Sin embargo, esa vez estaba decidida a ser más fuerte.
La ceremonia fue breve. Bella estaba muy rígida mientras se paró junto a la mujer a quien su padre escogió por esposa. La invadieron los recuerdos de Nora, de su feliz hogar y dos veces sintió que iba a llorar. Logró contenerse al ver los ojos de Edward, llenos de simpatía.
Cuando el reverendo Weber cerró la Biblia y anunció que Charlie y Sue ya eran marido y mujer, Charlie abrazó a su esposa y la besó con suavidad. Minnie Weber se enjugó los ojos con un pañuelo.
—Estás muy bonita —murmuró al abrazar a su amiga.
Pronto, todos se abrazaron. Cuando Bella se echó en brazos de Edward, fue como una bienvenida. Era muy agradable, y la chica se asustó. Se tensó y dejó caer los brazos. Sin embargo, Edward no se separó. La tomó de los antebrazos y volvió a atraerla.
—Que no daría yo ahora por una luna llena y algo de champaña —susurró en su oído.
Bella no quería oír sus bromas y no le contestó.
La pequeña celebración empezó de inmediato y Bella se mantuvo muy ocupada en la hora que siguió, cortando pedazos de pastel de bodas pasando bandejas con galletas y sirviendo café.
Charlie fue a buscarla a la cocina. Estaba tan contento que sus ojos brillaban.
—Vas a estar bien, ¿verdad, Princesa?
—Sabes que sí —le sonrió con alegría.
—Sue y yo nos iremos pronto —la abrazó—. No olvides que siempre serás mi hija y que te quiero mucho.
—Tú siempre serás mi héroe.
—Creo que a Edward le gustaría cumplir esa función —rió Charlie—. Y a mí me complacería mucho. Es un buen hombre, linda.
—Papá —gimió y cerró los ojos—. Edward es maravilloso y comprendo que estés preocupado. Te gustaría arreglarlo todo antes de irte de luna de miel, pero yo todavía no estoy preparada para un compromiso. Todavía no.
—Serías una novia tan hermosa, Princesa... Sólo quiero que seas feliz.
—Lo seré —se paró en la punta de los pies para besarle la mejilla.
Cuando Charlie y Sue iban a irse, más de veinte amigos cercanos estaban reunidos en el pórtico para despedir a los novios entre besos y abrazos. Casi todos regresaron al interior de la cálida casa, en cambio Bella se quedó afuera, con los ojos llorosos.
Edward se reunió con ella y guardó silencio hasta que la joven recobró la compostura.
—Tu padre me pidió que te llevara a casa.
Bella asintió. A pesar de su conversación, Charlie todavía trataba de que ella y Edward estuvieran juntos.
—¿No piensas discutir conmigo? —inquirió Edward con sorpresa exagerada.
—¿Acaso serviría de algo?
—No —rió un poco. De pronto, los fuertes brazos rodearon el cuerpo tenso—. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos besamos —su cálido aliento se acercó más y más.
Bella fijó la vista en el pecho y se negó a mirarlo a los ojos. Se decidió y alzó la cabeza para exigirle que la soltara. Edward ahogó las palabras con su boca. Cuando se le pasó la primera impresión, empuñó las manos, decidida a empujarlo. Sin embargo, Edward suavizó el beso y Bella no pudo resistirse más.
Una vez tras otra, Edward se apoderó de su boca. Los besos suaves y dulces parecieron borrar todo el dolor de Bella. Hacía sólo un momento, quiso escapar de él. Ahora se aferró a Edward y alzó la cara¡ buscando más. El ahondó el beso y la hizo estremecerse.
—Bella... —advirtió.
—Mmmm... Edward, no te detengas.
—Me temo que tenemos público.
Bella jadeó y se volvió con tanta rapidez que habría tropezado, de no ser porque Edward la atrapó. Abrió los ojos como platos al mirar los rostros de los veinte invitados que ya estaban afuera, preparándose para marcharse.
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—Pienso que Taylor Uley sería perfecto para el papel del jefe indio —le decía Bella a Ángela cuando Jessica Stanley entró en la sala de profesores el lunes por la tarde. Las dos discutían los planes finales para la obra de teatro del Día de Acción de Gracias.
—Taylor es ideal —asintió Ángela.
—Veo que están ocupadas —comentó Jessica—. Esta obra es un proyecto ambicioso. Las felicito.
—Gracias —Ángela contestó por las dos y trató de ignorar a Jessica.
—Parece que te vi el otro día con Leah Black —Jessica se dirigió a Bella.
—Tomamos un café en Kim's —volvió a charlar con Ángela. No quería ser grosera con
Jessica aunque tampoco quería hablar con ella.
Jessica se negó a ser apartada. Se sentó frente a Bella y comentó en tono confidencial:
—Ya te recuperaste por completo de lo de Jacob Black, ¿verdad, querida?
Bella intercambió una mirada de exasperación con Ángela y casi rió cuando su amiga miró al techo.
—¡Vaya, Jessica! —exclamó Bella cuando se dio cuenta de la avidez con la que la otra mujer esperaba la respuesta—. ¿Cómo se supone que debo contestar a eso? —se puso una mano en el corazón y la miró con fingida angustia y tristeza—. ¿Quieres que te diga que mi orgullo femenino está por los suelos y que nunca volveré a amar a otro hombre?
—De todos modos no lo creería —aseguró Jessica.
—Entonces, ¿por qué lo preguntas? —urgió Ángela.
—Bueno, porque todos queremos mucho a Bella. Es muy linda y ha pasado por muchas cosas desagradables últimamente.
—Gracias —Bella fue cortés y volvió a prestar atención a la obra.
—La mayor parte del alboroto acerca de ti, Mike Newton y Edward Cullen ya desapareció —le confirmó Jessica como si eso pudiera disminuir la vergüenza de Bella al respecto.
—Me imagino que no has hablado con Mike, ¿verdad? —inquirió Ángela y sorprendió a Bella por su repentino interés. Era la primera vez que su amiga preguntaba por el abogado.
—¿Hablar con él? —Bella rió con desprecio—. Ni siquiera he vuelto al supermercado por temor a encontrármelo de nuevo.
—No creo que tengas que preocuparte —le dijo Jessica—. Según parece, él también está evitando verse contigo.
—No lo dudo —intervino Ángela—. Estoy segura de que Edward Cullen lo amenazó para que no lo volviera a hacer.
—¿A qué te refieres? —preguntó Bella, molesta.
—¿No lo sabes? —los ojos de Jessica brillaron de emoción.
—¿Saber qué? —Bella miró a sus colegas—. ¿Acaso Edward lo asustó con una advertencia? —si eso hizo, hablaría con él de inmediato.
—No tengo la menor idea de lo que Jessica está hablando —aseguró Ángela con rapidez.
—No escuché algo específico —reconoció Jessica—, sólo pensé que tal vez tú sí —su expresión sugirió que esperaba que Bella le contara los detalles—. Querida, de seguro sabes que todos en el pueblo están especulando acerca de ti y de Edward —prosiguió.
—Los rumores corren desde el día de la boda de Jacob —añadió Ángela.
—Jessica, acabas de decirnos que eso ya había muerto —replicó Bella, irritada con todo el asunto.
—Sólo los que se relacionan contigo y Newton. En lo que se refiero a tu cita con él, ya es algo histórico. Él es demasiado inteligente para retar a Edward.
—Estoy segura de que Mike lo es —Bella ansiaba callar a esa chismosa mujer—. Ya terminamos con esto, ¿verdad, Ángela? —inquirió con acidez.
—Pues... sí.
—Ahora la gente habla de haberlos visto juntos a ti y a Edward en el café de Kim la semana pasada, poco antes de la boda de tu padre. Se rumora que los vieron también en la casa del Reverendo Weber.
Bella empezó a recoger sus materiales tan rápido como sus manos lo permitieron. Jessica parecía aceptar que estaba a punto de perder a su público y que Bella no pronunciaría una palabra. Jessica se puso de pie, suspiró con desilusión y tomó su bolso para ir a la puerta. Se detuvo y miró a las dos chicas.
—Para serles franca, creo que Quil Ateara está llegando un poco lejos con el asunto de ti y de Edward. Me parece que lo que está haciendo es de mal gusto —dicho eso, salió del cuarto.
—¿Quil Ateara? —repitió Ángela, atónita—. ¿Qué está haciendo ahora ese viejo?
—Quil Ateara es dueño de la tienda de abarrotes —aclaró Bella, preguntándose a qué se refirió Jessica.
—Sí, ¿y eso que tiene que ver con todo?
—No lo sé —Bella estaba intrigada.
Quil los vio en el restaurante y también estuvo presente en la boda de Charlie y Sue. Aunque Bella no lo vio en el pórtico cuando los invitados los sorprendieron a ella y a Edward besándose, no dudaba que también los hubiera visto.
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Bella llegó a casa una hora después. Edward estaba trabajando en el patio. Salió del auto y se acercó a él... pero se detuvo. Tenía la garganta tan apretada que no podía tragar, y mucho menos hablar.
Empezó a temblar en el minuto en que salió de Abastecimientos Ateara. Fue a la tienda después del misterioso comentario de Jessica, y todo empeoró. Ahora deseaba golpear a Edward con su bolso.
—¿Bella? —inquirió con suavidad, preocupado—. ¿Qué sucede?
La chica sabía que tenía los sentimientos escritos en la cara. Nunca se había sentido tan humillada, ni siquiera cuando sucedió el episodio en el Red Bull con Mike Newton.
Sólo le quedaba una cosa por hacer. Tendría que irse de Forks.
—Todo lo hiciste tú, ¿verdad? —inquirió con voz temblorosa. Alzó la cabeza aunque le era difícil conservar la compostura. Todo lo que le quedaba era su dignidad y estaba cayéndose a pedazos.
Edward avanzó hacia ella.
—¿De qué estás hablando?
—Acabo de regresar de la tienda de Quil —se puso los puños en las caderas—. ¿No te dice nada eso?
—No.
—Apuesto a que no —se burló la chica.
—Bella te juro que no sé de qué me hablas —frunció el ceño.
La chica rezongó pero más bien fue como un sollozo. Sin embargo, Edward parecía pasmado. No sabía cómo un hombre podía provocarle tal bochorno y conservar esa expresión de integridad.
Ya no podía contener las lágrimas y estas rodaron por sus mejillas. Se sintieron frescas sobre las ruborizadas mejillas de la joven.
—¿Bella, qué te pasa?
Esta se alejó con rapidez pues no quería que la viera llorar. Entró corriendo en la casa, se sentó en una silla y hundió el rostro entre las manos mientras trataba de evitar la histeria. Cada vez que respiraba, se hacía más doloroso el nudo de su estómago.
La puerta se abrió.
—Vete.
—¿Bella?
—¿Que... no... has... hecho suficiente? —preguntó entre sollozos.
Edward se arrodilló frente a ella y la abrazó con calidez. Bella lo empujó, rechazando su contacto.
Edward se separó y la vio llorar. Se metió las manos en los bolsillos.
—Está bien, dime de qué se trata.
—El... reverendo... Weber... apostó... veinte... dólares... a diciembre... —reveló con dolor y apretó las manos—. Hasta... Jacob... hizo... una... apuesta.
Lo que más le dolió fue ver el nombre de Jacob escrito en el enorme pizarrón.
—Bella, te juro por lo que más quiero que no sé qué significa todo eso.
La chica se enjugó las lágrimas y trató de recobrar la compostura para hablar con claridad.
—La... tienda de abarrotes.
—¿Que pasa allí?
—Están apostando... es una lotería de rutina —lloró, más furiosa con Edward porque él la estaba obligando a detallar su humillación.
—¿A qué? —Edward estaba sombrío ahora. Bella sospechaba que estaba a punto de perder la paciencia.
—¡Respecto a nosotros! —exclamó como si eso fuera obvio.
—¿En relación con qué?
—¡Con la fecha de nuestra boda! —gritó la chica—. ¿Con qué otra cosa? La mitad del pueblo está apostando dinero sobre la fecha de nuestro matrimonio.
—Santo Dios —gimió Edward y cerró los ojos, como si no pudiera creer lo que Bella le contaba.
—¿De veras no lo sabías?
—Claro que no —estaba muy perturbado. Sus ojos brillaron con tanta frialdad que habrían intimidado al más valiente—. ¿Cómo te enteraste?
—Jessica Stanley comentó algo sobre eso después de las clases. Luego, en el estacionamiento de la escuela, una de las madres de familia me dijo que el mes de marzo era un mes maravilloso para casarse. El dieciséis de marzo, dijo. Entonces... entonces cometí el error de ir de compras a la tienda de abarrotes de regreso a casa, sólo para averiguar qué estaba pasando.
Edward asintió, más Bella tuvo la impresión de que no la escuchaba con atención.
—En lo que a mí concierne, sólo me queda una cosa por hacer —anunció la joven y se armó de valor para revelar su decisión—. Mañana presentaré mi renuncia al consejo de la escuela y me iré de este pueblo el fin de semana.
Edward la miró con brevedad.
—Eso no será necesario. Yo me haré cargo de la situación... a mi manera.
Ese último comentario dio pie a MUCHAS interpretaciones.....
ResponderEliminarSe está poniendo bueno
Gracias por actualizar.
Jajajaa siempre la entrometida de yessica XD que ara Edward ahora y Bellaaaaaaaaaa noooooo que vergüenza jajajjaja andar de boca en boca esto se. Pone de pelos jajajaja gracias gracias gracias gracias gracias gracias gracias
ResponderEliminarTodo el púeblo esta en espera jajaja quien ganara
ResponderEliminarQue va a ser ed???
De qué manera pretende hacerse cargo! Que intriga 🤔
ResponderEliminarSiguela Porfas :)
ResponderEliminarQue irá hacer edward ... irse como pensaba bella ? .... ojalá y no sube pronto besos 💋❤❤
ResponderEliminarJajaja, pobreeee... Pero es super negativa.... Apuesta a otra fecha y cásate y con lo que ganes de luna de miel... Gracias por el capítulo
ResponderEliminarEs humillante así que, pase lo que pase estoy con Bella, espero que haga lo prometido y se vaya del pueblo, tan chismosos y morboso. No creo que esta vez Edward pueda hacer nada para que Bella cambie de opinión. Ella debe irse y ser y vivir independiente por un tiempo lejos de todos
ResponderEliminarPobre Bella, hasta a mi me da pena tabú situación jajajaja. Qué irá a hacer Edward ahora??? Ya me quede8con la intriga 😁
ResponderEliminarAghhhh espero que Bella pensé bien las cosas, y que no vaya a hacer que Edward se vaya o que renuncie a casarse con ella!!!!
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO