Parcela de Tierra 5


Bella sintió que el corazón se le encogía ante lo que implicaban aquellas palabras, pero se obligó a levantar el mentón en actitud digna.

—Edward, lo que has visto... Jasper me estaba consolando porque estaba disgustada. Esto no era una reunión clandestina. Yo no soy Suzanne —le explicó con vehemencia— Yo jamás te traicionaría y tu hermano tampoco.

—Yo sólo sé lo que he visto — insistió Edward.

—Lo que has visto es a tu prometida llorando sobre el hombro de tu hermano. Sólo eso.

Sin embargo, sabía que sus palabras caían en oídos sordos. Dijera lo que dijera, Edward no la iba a creer. Pensaba lo peor porque una vez lo habían engañado y todavía no había superado la experiencia.

Por mucho que dijera o hiciera, Edward jamás la creería. Bella sintió un profundo dolor en el corazón al darse cuenta de que no podía casarse con él, de que no podía mantener una relación con él cuando era obvio que Edward jamás confiaría en ella.

Su reacción ante una conversación inocente con su hermano era suficiente para tenerlo claro. Bella no quería estar con un hombre que automáticamente iba a pensar lo peor de ella continuamente.

No podría vivir así, siempre observada, siempre vigilada, siempre bajo sospecha de acusación, así que tomó aire, cerró los ojos y rezó para no irse abajo delante de Edward como le había sucedido con Jasper.

—Mira, esto no va a funcionar —le dijo muy segura de sí misma a pesar de que por dentro temblaba de pies a cabeza—. Entre Jasper y yo no hay nada y te estoy diciendo la verdad, pero nunca me creerás porque no has superado lo que te hizo Suzanne. Yo no me puedo casar con un hombre que no confía en mí —añadió apretando los puños para no alargar las manos hacia él y dar al traste con la decisión que había tomado de acabar con aquella relación—. Lo siento mucho, pero creo que es mejor que suspendamos la boda.

Edward se quedó mirándola y apretó mandíbula. 

—Tienes razón. Nunca habría funcionado.

Dicho aquello, se giró y desapareció en la noche. Bella se quedó observándolo, consciente de que había tomado la decisión adecuada, pero desesperada ante ella.

Edward era el único hombre al que había amado en la vida y ahora se daba cuenta de que también era el único hombre al que jamás podría tener.
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Bella se puso en pie apoyándose en el borde de la bañera y, débil y temblorosa, se acercó al lavabo para lavarse la boca y la cara con agua fría.

Era el cuarto día consecutivo que vomitaba y confiaba plenamente en encontrarse bien por la tarde, como los otros días.

Al principio, había creído que se había resfriado o que tenía la gripe. Luego, había pensado que, tal vez, el cansancio, los dolores de cabeza y las náuseas eran consecuencia de la tensión provocada por la ruptura con Edward porque llevaba disgustada los ocho días que habían transcurrido desde entonces.

Aquella noche se había ido a casa justo después que él sin molestarse en dar explicaciones a nadie. Al llegar a casa, se había metido en la cama y se había puesto a llorar.

Si por ella fuera, seguiría allí, pero no quería preocupar a su padre, así que se obligaba a levantarse todos los días y a hacer vida normal.

Sin embargo, era consciente de que, tarde o temprano, iba a tener que contarle a todo el mundo que la boda se había suspendido. Aun así, todavía no podía hacerlo. Le dolía demasiado.

Por los comentarios de su padre y de los demás, por lo visto, nadie sabía nada de la ruptura. Edward tampoco debía de haber dicho nada todavía.

En aquellos momentos, sin embargo, el asunto no le importaba demasiado porque tenía otros problemas más graves.

Iba con retraso.

Bella estaba empezando a sospechar que estaba embarazada.

Dos semanas de retrasos, náuseas matutinas, sueño y sensibilidad exacerbada... tenía muchas posibilidades de estarlo.

Solamente había una manera de salir de dudas, así que Bella tomó aire, salió del baño, agarró su cazadora y su bolso y se dirigió al coche.

Estaba llegando cuando su padre salió del establo y la saludó. 

—Buenos días, dormilona. ¿Adónde vas?

—Buenos días, papá. Voy un momento al pueblo —contestó Bella metiéndose en el vehículo, cerrando la puerta y poniendo el motor en marcha.

—Muy bien, no tardes.

Bella negó con la cabeza y salió a tanta velocidad que los neumáticos rechinaron contra la grava del camino. Su padre debía de haberse quedado alucinado, preguntándose qué demonios le pasaba para comportarse así.

¿Cómo explicarle que se había quedado embarazada de un hombre con el que ya no se iba a casar?

Bella se rió de manera histérica y sintió que se le saltaban las lágrimas. ¿Cómo se le había complicado tanto la vida en tan poco tiempo?

¿Qué haría si resultaba que, efectivamente, estaba embarazada?

Llegó al pueblo en tiempo récord y aparcó frente a la tienda. Intentando no correr, entró y se dirigió frente a las baldas en las que estaban los tests de embarazo. Tras elegir uno que aseguraba cien por cien de precisión se dirigió a pagar.

Sintió un gran alivio al ver que la persona que estaba cobrando era un adolescente al que no conocía de nada. Rezó para que él tampoco la conociera. De lo contrario, el pueblo entero sabría aquel mismo día que la hija de Wyatt Swan se había comprado una prueba de embarazo.

¡Lo que le faltaba!

El chico apenas apartó la mirada de la revista de coches que estaba leyendo, pasó la caja por el lector y le cobró. Bella salió de la tienda y se dirigió a la biblioteca. Seguro que a aquellas horas no habría nadie y podría ir al baño a hacerse la prueba sin despertar sospechas.

Al entrar, saludó a la señora Alderson con una sonrisa, todavía tuvo el nervio de pararse frente a la estantería de novedades para disimular y, por fin, se dirigió al baño. Tras leer las instrucciones varias veces, orinó en el palito y esperó.

Tras rezar, se sentó sobre el inodoro y abrió los ojos.

Menos mal que se había sentado porque allí, bien clarito, había un signo de más enorme.

En las instrucciones ponía bien claro que un más significaba que se estaba embarazada y un menos, que no.

Eso quería decir que estaba embarazada.

Bella sintió náuseas y tuvo que respirar varias veces muy profundamente. ¿Qué demonios iba a hacer?

Tras un buen rato allí sentada con la cabeza en blanco, recogió sus cosas y salió sigilosamente. Al pasar frente al mostrador de recepción, se despidió de la bibliotecaria y se dirigió a su coche.

Una vez al volante, puso rumbo a su casa aunque no tenía ninguna intención de contarle nada a su padre.

Se le pasó por la cabeza desaparecer, huir, irse a Europa, a Hawái o al otro extremo del estado de Texas, pero ¿de qué le serviría eso? Para empezar, no quería abandonar a su padre ni irse de su hogar y, además, no tenía dinero para empezar sola en algún lugar. En cualquier caso, jamás podría cambiar el hecho de que estaba embarazada de Edward Cullen.

Para llegar a su casa tenía que pasar por la entrada del rancho de Edward y, al hacerlo, frenó en seco y decidió que no tenía por qué llevar ella sola todo aquello. Edward había tenido tanto que ver como ella en la concepción de aquel bebé, así que debía responsabilizarse de su paternidad.

Nerviosa y con las palmas de las manos sudándole, avanzó por el camino que llevaba a casa de Edward. Aquello era lo que menos le apetecía hacer en la vida. Sabía que tenía que hacerlo, pero hubiera preferido estar en cualquier otro lugar del mundo.

Tras aparcar el coche, se obligó a salir de él aunque le pesaban los pies como si fueran de plomo, subió los escalones del porche, se secó las manos en los vaqueros y llamó a la puerta.

Era casi la hora de comer, así que había muchas posibilidades de que estuviera en casa, pero, si no era así, estaba dispuesta a ir a buscarlo a las cuadras.

Iba a llamar otra vez cuando se abrió la puerta y se encontró cara a cara con Edward. 

—Bella.

Parecía sorprendido de verla.

—Tenemos que hablar —contestó Bella sin preámbulos ni saludos educados. 

—¿De qué? —le preguntó Edward con desinterés.

Bella metió la mano en el bolso y sacó el resultado del test. 

—¿Qué es eso? —le preguntó Edward.

—¿A ti qué te parece? —contestó Bella molesta. 

—No sé. ¿Un termómetro de esos modernos?

—No, no es un termómetro. Ojalá lo fuera —contestó Bella poniendo los ojos en blanco.

Bella volvió a meter la mano en el bolso y en aquella ocasión sacó la caja entera de la prueba de embarazo y se la puso ante los ojos.

—¿Ves esto? Es un test de embarazo y ese signo que ves ahí, el más, quiere decir que ha salido positivo.

Edward reaccionó por fin y la miró con incredulidad. 

—¿Me estás diciendo que...?

—Que estoy embarazada.

Edward se quedó mirando a Bella con cara de bobo, abrió la mosquitera y salió al porche.

—¿Estás embarazada? —repitió.

—Sí —contestó Bella mostrándole de nuevo el test.

—¿Cuándo...? ¿Cómo ha sucedido? —tartamudeó Edward.

—Como suelen suceder estas cosas —le espetó Bella mirándolo con frialdad—. No sé exactamente qué día porque nos acostamos muchas veces antes de terminar nuestra relación. Por lo visto, no tomamos las suficientes medidas.

Edward no contestó. Todavía no había asimilado que iba a ser padre. Padre.
Jamás se le había pasado por la cabeza tener hijos. Él, que había creído que casarse con Bella resultaría fácil y sencillo, que iría sobre ruedas sin que él tuviera que preocuparse demasiado.

Había accedido a casarse con ella por hacerle un favor a su padre, pensando que el hecho de que se conocieran de toda la vida, de que fueran buenos amigos y de que el sexo entre ellos fuera estupendo, era más que suficiente para que su matrimonio funcionara.

Cuando pensaba en el futuro, se imaginaba compartiendo una casa con ella, compartiendo la cama con ella, trabajando la tierra juntos.

Sin embargo, jamás se había imaginado teniendo hijos con ella. No se había parado a pensar si a ella le hubiera gustado tenerlos. Posiblemente, sí. Aun así, él se habría opuesto.

La idea lo aterrorizaba.

Además, no le parecía justo porque tener hijos con Bella equivalía a dejar que se hiciera ilusiones, que creyera que su matrimonio era de verdad cuando él sabía que no era así.

Edward se pasó los dedos por el pelo y tomó aire. Las palabras de Bella lo habían dejado helado. Por lo visto, el destino se estaba riendo de él. Aunque había accedido a casarse con ella, jamás había pensado en tener hijos, tal y como demostraba el hecho de que se hubiera cuidado mucho de poner medios anticonceptivos siempre que se habían acostado.

Excepto las dos primeras veces, claro...

Y ahora que lo habían dejado y que no se iban a casar resultaba que Bella estaba embarazada.

—Bueno, ¿es que no vas a decir nada? —le espetó Bella.

—¿Quieres pasar? No sé tú, pero yo necesito beber algo —contestó Edward echándose a un lado para dejarla entrar.

Bella lo siguió hasta la cocina, donde se sentó mientras Edward abría un armario y sacaba dos vasos.

—¿Qué quieres? Hay zumo de naranja, leche y té. No sé si el té te irá muy bien porque tiene teína.

Al girarse hacia Bella, la encontró mirándolo con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Obviamente, estaba enfadada y Edward lo entendía perfectamente porque, si estaba tan perdida como él, debía de estar enfadada, confusa y asustada.

Edward le sirvió un vaso de leche y se sirvió otro de té con hielo para él. Antes de sentarse, abrió otro armario, sacó un botella de Jack Daniel's y se echó un chorrito en el té.

—Lo siento, supongo que a ti también te vendría bien, pero... Lo siento, pero lo necesito... —añadió dándole un buen trago al té.

A continuación, dejó el vaso de té frente a Bella, que no se molestó ni en tocarlo. 

—¿No me vas a preguntar? —le dijo.

—¿Qué quieres que te pregunte? 

—¿No quieres saber si eres el padre?

Aquellas palabras le cayeron a Edward como un jarro de agua fría, pero se dijo que se las tenía bien merecidas después de cómo se había comportado en la fiesta.

No había tenido motivos para sospechar que lo estuviera engañando y, menos, con su hermano. Claro que tampoco había tenido motivos nunca para sospechar de Suzanne y resultó que había estado engañándolo casi desde el principio de su matrimonio.

Aquello de no haberse dado cuenta le había dolido tanto que había decidido no volver a dejarse engañar jamás.

Sí, era cierto, le costaba confiar. Aun así, cuando Bella le había dicho que estaba embarazada, no se le había pasado ni por asomo por la cabeza que pudiera ser de otro hombre.

No sabía por qué. Suponía que el hecho de que una mujer lo hubiera engañado no quería decir que todas fueran iguales. El caso era que no creía que Bella se hubiera estado acostando con otro mientras estaba con él.

—No, no te lo voy a preguntar —contestó—. No me hace falta.

A lo mejor a Bella le parecía que aquella contestación no casaba con cómo se había comportado en la fiesta, pero no dijo nada. Aun así, Edward se percató de que se relajaba y alargaba la mano para llevarse el vaso de leche a los labios.

Edward aprovechó para dar él también otro trago a su extraña mezcla. Ojalá fuera whisky solo.

—¿Desde cuándo lo sabes? —le preguntó. Bella miró la hora que era.

—Desde hace aproximadamente cuarenta minutos. Edward enarcó una ceja sorprendido.

—No me encontraba bien —le explicó Bella—. Llevo tres días vomitando y hoy he decidido que había llegado el momento de salir de dudas. Cuando volvía a casa, he pasado por la entrada de tu rancho y he pensado que debías saberlo. Tarde o temprano, se va a enterar todo el mundo —añadió apartando la mirada y poniéndose en pie de repente—. No quiero nada de ti. No he venido a hacerte sentir culpable ni a pedirte nada. Simplemente... he creído que debías saberlo —concluyó dirigiéndose a la puerta y abriéndola—. Bueno, ya nos veremos. Que tengas un buen día.

¿Un buen día?

¿Pero acaso se creía aquella mujer que podía aparecer en su casa, decirle «hola, estoy embarazada, simplemente me ha parecido que debías saberlo» y desaparecer deseándole que tuviera un buen día?

No, de eso, nada.

—Bella —dijo Edward poniéndose en pie y yendo hacia ella.

Cuando estuvo frente a Bella, sintió tantas ganas de tocarla que tuvo que meterse las manos en los bolsillos.

—Dime.

Edward estaba sudando ante lo que se le acababa de ocurrir. Aunque no fuera exactamente lo que quería, era lo que debía hacer. Así que tomó aire, la miró a los ojos y pronunció las cuatro palabras que habrían de cambiar su vida.

—Creo que deberíamos casarnos.

8 comentarios:

  1. No retrocedas Bella, hazlo sufrir un poco 😈

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  2. Ahh claro...claro...todo muy normal no? Pues fíjate que te digo. No. Eso te lo curras ahora.

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  3. Que le de calabazas ahora si casemonos😤😤😤

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  4. Se complicaron un poco las cosas, aunque pienso que Bella debería hacerlo sufrir un poco, está en su derecho por como la trató.

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  5. Bella no te dejes así de fácil nada que sufra para que vea que no eres igual a la infiel con la que se caso😠😠😠

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  6. Ahhhh ahora si quiere casarse con ella... espero que Bella le diga que no, aunque después cambie de opinión ;)
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  7. Lo debería mandar muy lejos con su propuesta, que lo haga sufrir

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