Prólogo

Prólogo



¡Alice, espera! Bella Swan salió del jardín de su casa y cerró la puerta de la verja a sus espaldas. Entonces, echó a correr para alcanzar a su amiga. Normalmente, Alice la llamaba cuando pasaba por su casa, o ella la esperaba en el escalón. No había reglas fijas, pero llevaban yendo juntas al colegio desde la guardería y, a menos que una de ellas estuviera enferma, la rutina se repetía día tras día.

—¡Ali! Sin embargo, Alice no se detuvo. Ni siquiera se dio la vuelta. Siguió andando sin mirar atrás.

Aquel día la acompañaba Edward, lo que resultaba algo extraño. Edward era el hermano mayor de Alice. Mayor, con su diecisiete años, alto y su fuerte y ya en el último año de instituto. Guapo y muy popular. Tenía el cabello negro, algo largo, piel olivácea y ojos verdes enmarcados por negras pestañas. Edward superaba a cualquier estrella de Hollywood con su físico. Alice adoraba a su hermano. Y Bella lo adoraba también, aunque su adoración había empezado a teñirse de un sentimiento que no era capaz de describir. Había empezado a notar que le faltaban las palabras cuando él estaba delante y no sabía ni dónde mirar ni lo que hacer. Alice se había dado cuenta y había empezado a gastarle bromas a su amiga por las estúpidas reacciones que tenía cuando Edward estaba delante.

¿Era ésa la razón por la que Alice no se volvía? Bella sabía que Edward era demasiado mayor para ella, demasiado todo para ella. Además, él jamás la miraría de aquella manera. Era tan sólo una fase por la que estaba pasando. Eso era lo que su madre le había dicho cuando Bella le había contado, más o menos, lo que le pasaba últimamente cuando estaba con Edward Masen. Esme Swan había sonreído y le había dicho que ya se le pasaría.

La atracción que sentía por Edward Masen no era nada por lo que debiera preocuparse. Era tan sólo una fase.

—Alice, espera...

Tras colocarse más firmemente la mochila sobre el hombro, echó a correr para alcanzar a su amiga.

—Sigue andando —le dijo Edward.


—Pero, ¿qué le digo? —preguntó Alice—. Edward, es mi mejor amiga. ¿Qué le digo?

—Nada.

—¿Crees que lo sabe?

—¿Y cómo voy a saberlo yo?

Edward ya no sabía nada. Había pensado que el matrimonio de sus padres era sólido. No era maravilloso, pero sí al menos sólido. Había pensado que su padre era un santo. La realidad lo había golpeado con dureza. Su padre llevaba más de un año teniendo una aventura con la madre de Bella Swan. Lo había admitido la noche anterior, después de una acalorada discusión, y quería divorciarse. Él y Alice estaban arriba, en sus dormitorios, pero lo habían oído todo. Las acusaciones, la admisión y, luego, las lágrimas.

Alice se volvió a mirar a su amiga y Edward siguió andando.

La pequeña Bella Swan era sólo una niña, pero ya era una belleza. Tenía el cabello del color del fuego y unos enormes ojos grises que parecían captarlo todo. Su madre era una de las mujeres más hermosas que Edward había visto y Bella no le andaría a la zaga. Sólo necesitaba tiempo.

De repente, Bella apareció junto a ellos en el sendero. Los grandes ojos grises le relucían y llevaba recogido el rojizo cabello, se movía como un muelle.

—Alice, ¿has hecho los deberes para el examen?

Alice no respondió. Suplicó a su hermano con la mirada de tal manera que él deseó estar en otra parte, en donde fuera menos allí.

Bella había entrado y salido de su casa desde que era muy pequeña. No era pariente de Edward, pero formaba parte de su vida, una parte que había dado por sentada, una parte a la que había estado acostumbrado. Era la mejor amiga de Alice. Divertida. Inquieta. Siempre escribiendo en una pequeña libreta que jamás le mostraba a nadie. Él le había preguntado en una ocasión que era lo que contenía. Alice le había respondido que dibujos, por lo que, entonces, él había tenido que preguntarle lo evidente. ¿Qué clase de dibujos?

Alice había respondido que eran dibujos de todas clases. Animales, personas, colores... Lo dibujaba todo.

A Edward aquella respuesta le había resultado fascinante.

—Ali —volvió a susurrar Bella—. ¿Has hecho los deberes?

Alice negó con la cabeza. Entonces, la bajó y siguió andando. La noche anterior no se habían podido hacer muchos deberes en la casa de los Masen.

Edward miró a Bella y vio la expresión de asombro y sufrimiento en los ojos de la muchacha. Con tristeza, bajó la cabeza y siguió andando. Rápida. Silenciosamente. Tratando de fingir que la pequeña Bella Swan no  avanzaba a su lado, tratando de mantener el paso con ellos y preguntándose qué demonios les ocurría.

Así fue como los tres llegaron al instituto. Edward odió cada paso que dieron.

Ocurría algo. Algo terrible. Alice se negaba a hablarle. Edward no le había hecho ni caso y había desaparecido en cuanto llegaron al instituto. Bella había esperado que, cuando él se marchara, su amiga pudiera tener más que decir.

Sin embargo, Alice ni la miraba.

—Alice, ¿qué es lo que ocurre? —le preguntó Bella—. Dime algo.

—Ya no puedo ser tu amiga —respondió ella con voz ahogada. Bella se acercó un poco más y vio que estaba llorando.

— ¿Cómo? —repuso Bella. Los latidos del corazón se le habían acelerado—. ¿De qué estás hablando, Alice?

Alice se marchó corriendo sin responder en dirección a la clase. En el recreo, Rose tampoco hablaba a Bella.

A la hora de comer, ni una de las chicas con las que Bella y Alice solían juntarse le dirigía la palabra. Bella no comprendía nada. Fue a buscar a Edward y, por fin, lo encontró saliendo de la biblioteca. Afortunadamente, iba solo. Él la vio y trató de darle esquinazo.

—Edward —dijo ella andando tan rápido como él—. A Alice le pasa algo. No me habla. Está llorando, Edward. Está muy disgustada. ¿Qué es lo que está pasando? —añadió. Le colocó la mano sobre el brazo para detenerlo y se quedó atónita al ver que él lo apartaba violentamente—. Por favor... Yo sólo quiero saber qué es lo que pasa.

—Pregúntale a tu madre —replicó él con voz dura y defensiva—. Y no me toques.

Bella se sonrojó vivamente y se colocó la mano a la espalda.

—No te tocaré. Lo siento. No quería hacerlo —susurró. Cuando él la miró, ella volvió a suplicar—. Por favor, Edward, yo sólo... Alice me odia y no sé por qué. Alice, Rose y ahora también Evie y Bree. Ni siquiera me hablan.

—¿Y a mí qué me importa? —repuso él por fin—. ¿Por qué tendrías que importarme lo más mínimo tú y tus problemas? Sólo quiero que te mantengas alejada de Alice y de mí.

—¿Por qué? —susurró ella conteniendo los deseos de salir huyendo—. Edward, no sé qué es lo que pasa. Edward, por favor... ¿Qué es lo que he hecho mal?


7 comentarios:

  1. Oh wow que curioso, pero venga ¿que culpa tiene Bella de lo que hizo su madre y el padre de Edward? En fin espero el próximo capitulo.
    Besos XOXO

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  2. Pobre bells esto empezo bueno quiero otro soy viciosa k le dira esme

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  3. Porque tiene que pagar los platos rotos si ella no sabe lo que hace su mama no creo que la secan de tratar así

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  4. Me siento muy mal por Bella, no es justo lo que le está haciendo.

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  5. ella no sabe nada, son muy crueles al no decirle pero su mama es quien tiene q contarle, Bella no tiene la culpa d q su mama ande con el papa d ellos

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