Solterona Empedernida 1

―¿Cómo está usted señorita Swan? Siéntese, por favor.

Bella Swan titubeó brevemente y parpadeó un par de veces. Acababa de ser presentada a Edward Cullen y la experiencia le resultaba todavía impactante, así que se sentó frente al viejo escritorio de roble, sin que se le ocurriera nada que decir. Esperó a que él continuara.

Y lo hizo, después de una leve pausa, durante la cual Bella sintió como si hasta el último detalle de su persona hubiera sido cuidadosamente escudriñado. Edward Cullen fijó la mirada en su rostro, de delicada forma ovalada, dominado por unas gafas de grueso armazón, y dijo:

―Como usted sabe, me he hecho cargo de Forks Station y, como probablemente ya ha adivinado, necesitaré hacer algunos cambios. Los bajos precios de la carne y métodos anticuados, así como algunas otras cosas, han hecho que esta propiedad funcione con pérdidas desde hace algún tiempo, así que tenemos que recortar gastos. Por lo tanto, ¿puede usted darme tres buenas razones para que nos quedemos con usted?

Bella miró a Edward Cullen con los ojos abiertos de par en par. Él ya no estaba sentado, como ella, sino apoyado en el marco de la ventana que había detrás de su silla. Edward era con toda probabilidad, pensó Bella, el hombre más guapo que había visto desde hacía años. Tenía el pelo cobrizo, ojos verdes, facciones clásicas, una boca bien dibujada y un tipo que habría hecho sentirse orgulloso a cualquier atleta: hombros muy anchos, caderas estrechas, piernas largas y estatura elevada. Calculó que debía medir más de dos metros de altura. Para terminar de completar aquella imagen, sus gestos reflejaban una fuerte personalidad.

Bella se sentó más erguida al recordar la pregunta.

―Puedo darle una docena de buenas razones, señor Cullen ―contestó en tono cortante―, y otra docena, o más, de razones menores; pero si usted no es capaz de comprender las ventajas de tener una escuela y una maestra residente en una finca de las proporciones de ésta, y situada en un lugar tan aislado, sería una pérdida de tiempo intentar explicárselas.

Edward arqueó una ceja y murmuró:

―Habla usted como una verdadera maestra de escuela. Bueno... ―retiró la silla y se sentó ―, supongamos que soy imbécil, como usted insinúa. En otras palabras, acláreme las cosas. Desde luego, me gustaría dejar bien en claro que estoy a favor de la educación y mi pregunta no está basada en la indiferencia ante una buena preparación escolar ―levantó un bolígrafo de la mesa y señaló a Bella con él en un gesto de arrogancia que la irritó todavía más.

―He leído en alguna parte ―murmuró ella―, que es un grave insulto para algunos hombros que se les considera ignorantes, incultos y sin inclinaciones artísticas, pero ya que usted lo dice, en ese contexto y aplicado a usted mismo, es cierto. La Escuela del Aire hace una labor magnífica; pero sólo es una alternativa cuando no se cuenta con las instalaciones adecuadas. En este caso, existe una alternativa gracias al cuidado y la consideración de los dueños anteriores ―le dirigió una mirada irónica y continuó con voz tranquila―: Puedo también garantizarle que todos mis alumnos se han beneficiado con mis enseñanzas y si no me cree, puede hablar con sus padres. Desde luego... ― se detuvo y miró a Edward Cullen fijamente―, si usted no puede pagarme eso es otra cosa.

La expresión de Edward Cullen no cambió cuando dijo en tono divertido:

―Tiene usted la lengua muy suelta, por lo que veo, señorita Swan. Yo siempre he creído que las maestras de escuela nacen, no se hacen. Vaya... ―se interrumpió y la miró con interés, fijándose en su sencilla blusa de algodón blanco en sus vaqueros y sus botas, en su falta de maquillaje o de cualquier otro tipo de artificio―...hasta tiene usted el aspecto de la clásica solterona, desde luego, nadie podría negar que tiene todas las características de una auténtica maestra. Es usted, según tengo entendido, una solterona empedernida, ¿verdad? ―añadió mientras consultaba brevemente los papeles que tenía frente a él. Continuó antes de que Bella pudiera hablar―: Ah, sí, tiene veintiséis años y es soltera. Nunca se ha casado, ni es probable que lo haga. No, eso no lo dice aquí: es sólo mi intuición ―añadió al ver que Bella se quedaba con la boca abierta―. Usted no se vería fea, si se preocupara un poco más por su aspecto, ya sabe. Está un poco delgada, pero tiene una piel y un pelo bonito... ―se interrumpió cuando Bella se levantó y dio un puñetazo en el escritorio haciendo que todos los papeles saltaran.

Y no pareció molestarse cuando la joven dijo, rechinando los dientes:

―¿Cómo se atreve usted? Nada me gustaría más en este momento que... ¡romperle la boca! 

Edward sonrió.

― Vaya, sería interesante aunque tal vez un poco desigual. Para empezar, no sé si podría levantarla con una mano, pero estoy seguro de que podría hacerlo con dos, así que creo que será mejor que sigamos intercambiando insultos en lugar de golpes ―la miró con expresión interrogante―. ¿Tiene usted la costumbre de andar por ahí amenazando a la gente con pegarla?

Bella respiró hondo y se preguntó si se habría vuelto repentinamente loca.

―No ―dijo en tono cortante y volvió a tomar aire―. No ―repitió más controlada aunque todavía estaba furiosa―, pero debo confesar que nunca había sido insultada de esta manera... ¿Tiene usted la costumbre de andar por ahí, diciendo estupideces, señor Cullen?

― No ―contestó con una sonrisa forzada. Se apoyó en la silla―. Sin embargo, creo que el primer disparo en esta pequeña guerra lo ha hecho usted.

―Es posible que tenga razón ―replicó Bella―, pero usted me ha puesto inmediatamente a la defensiva, insinuando que tal vez no hubiera ninguna razón para mantener en funcionamiento la escuela, y lanzando después comentarios ofensivos sobre las maestras de escuela.

―¿Eso es todo? ―murmuró Edward, pero cuando Bella abrió la boca para contestar, continuó con un brillo ligeramente perverso en los ojos― . En cuando a las buenas o malas razones, ¿me permite señalarle un par de cosas? No habrá siquiera escuela sobre la cual discutir, si Forks quiebra, así que no puedo permitirme el lujo de hacer muchos gestos filantrópicos y necesito tomar algunas decisiones, como nuevo propietario y patrón de este lugar ―sonrió levemente―. Estoy acostumbrado a enfrentarme abiertamente a los problemas, sin vacilar, y sin andarme con rodeos. Pero ahora que la he conocido, señorita Swan y. cuando por lo menos tres parejas de padres me han dicho que es usted una maestra excelente y que no saben que habrían hecho sin usted, además de que he tenido oportunidad de conocerla... y de notar lo apasionadamente que defiende su escuela... puede quedarse. Al menos por ahora.

―¿Usted... usted siempre... trata de asustar... o más bien de provocar a sus empleados, como ha hecho conmigo esta mañana, señor Cullen? ¿O lo ha hecho usted sólo en mi caso?

―¿Tiene alguna razón para pensar que estoy dándole un trato especial. señorita Swan? ―replicó él a su vez.

―Tal vez tenga una aversión innata a las mujeres solteras, como suele ocurrirles a todos los hombres machistas― sugirió Bella con muy evidente menosprecio.

―¡Cielos! ―Edward Cullen la miró con perezosa diversión―. Tengo la sensación de que nos esperan momentos interesantes, señorita Swan. Sería divertido que al final descubriéramos que no tenemos objetivos opuestos, ¿verdad?

―No sé qué quiere decir usted con eso.

―No se da cuenta, ¿eh? ―se encogió de hombros―.Mientras tanto, tal vez deba limitarme a llevar este lugar y usted a encargarse de su escuela. De esa forma podríamos lograr,...limitar este conflicto antes de que vaya más allá de lo razonable. ¿Debo suponer que acepta usted quedarse?

Bella se mordió el labio y trató de contenerse, pero pocas veces había albergado sentimientos tan contradictorios como en ese momento y se oyó decir con ironía:

―Supongo que sí, pero le puedo asegurar que haré todo lo posible para no cruzarme en su camino.

―Bien ―Edward se puso de pie―. Va usted a tener dos nuevos alumnos, por cierto. 

―¿Sí?

―Los hijos de mi hermana. Va a vivir aquí conmigo por ahora. Se acaba de separar de su marido. Los niños tienen seis y siete años. ¿Quiere usted que se los presente ahora mismo o le gustaría calmarse y dominar antes la frustración que le producen los hombres machistas?

Los ojos de Bella relampaguearon de forma peligrosa, pero en el momento en el que abrió la boca para hablar, se abrió también bruscamente la puerta y entraron cuatro personas en el estudio.

―Bueno, esto resuelve la cuestión ―murmuró Edward Cullen―. Señorita Swan, permítame presentarle a mi hermana Rosalie, mis sobrinos, Sally y Ben, y Ángela Weber. Rosalie, te presento a... Bella... creo que se apellida Swan, es la maestra.

Los siguientes minutos fueron bastante confusos, pero Bella tuvo varias impresiones dominantes... que Rosalie McCarty y Ángela Weber que por lo visto era su mejor amiga, eran ambas mujeres muy elegantes, perfectamente arregladas y vestidas, que no podían haber estado tan fuera de lugar como lo estaban en esos momentos, en una hacienda ganadera, aunque lo hubieran intentado, con sus vestidos de diseño exclusivo, sus largas uñas pintadas, sus delicadas sandalias y su maquillaje, aplicado de forma experta. Eran, además, dos mujeres que hacían un notable contraste. Rosalie era una delicada rubia, de estatura alta, mientras que Ángela era morena, alta, de ojos verdes y tenía una figura extraordinaria.

Tanto Sally como Ben eran rubios y de ojos azules, como su madre; pero mientras Sally se retraía con timidez, Bella reconoció en Ben todos los rasgos de un niño lleno de energía, atrevido y travieso como pocos.

Una vez que terminaron los saludos y las presentaciones, Rosalie dijo:

―Bueno, menos mal que hay una escuela, pero sinceramente, Edward, este lugar es... ¡increíble! La casa es viejísima y hay trabajadores por todas partes y todo es tan... ―hizo un gesto de impotencia―. Es... bueno, parece como si hubiéramos retrocedido en el tiempo. No sabía que estaba tan lejos y en un lugar tan salvaje ―dijo con vehemencia.

―Te lo advertí, Rosalie ―contestó Edward Cullen con impaciencia―. La casa estará terminada en breve y modernizada hasta donde sea posible. Además, hay un ama de llaves así que no tendrás que mover ni un dedo, aunque seas muy capaz de hacerlo ―añadió secamente. Y continuó diciendo―: Dime una cosa: ¿preferías haberte quedado, o tal vez haber languidecido sea una expresión más adecuada, sola en Seattle, puesto que dices que no tienes intenciones de volver a Tennessee?

A Rosalie no pareció afectarla ninguna de las ofensas y adoptó una expresión de nostalgia.

―Por lo menos podía haber salido de compras en Seattle. Y acabo de conocer al ama de llaves, Edward ―añadió con más énfasis―. Ella es... bueno, no sé qué decir...

En ese momento intervino Ángela Weber.

―Probablemente tenga un corazón de oro bajo esa voluminosa figura y esa peculiar... manera de ser ―sugirió con una voz ronca y extrañamente sensual.

―Lo tiene ―dijo Bella.

Todos los ojos se volvieron hacia ella y a Bella le llamó la atención que fuera

Ángela y no Rosalie la que le dijo:

―Usted probablemente podría ayudarnos un poco, señorita Swan. Como usted ve, en este momento nos sentimos como peces fuera del agua. ¿Podría usted... ayudarnos a establecer buenas relaciones con la gente de aquí?

―Por supuesto ― contestó Bella, aunque comprendió que la mayor parte de los trabajadores miraría con gran desconfianza a las dos mujeres, posiblemente durante mucho tiempo. También empezó a sentirse molesta por la forma que Ángela la miraba haciéndola sentir que no estaba ni vestida ni arreglada de forma adecuada y que como empleada no debía valer mucho.

―Entonces, asunto arreglado ―dijo Edward Cullen con firmeza―. Lléveselos de aquí por favor, señorita Swan. En este momento tengo muchas cosas que hacer. Oh y me gustaría revisar la escuela y todos los servicios de los que está usted tan orgullosa..., digamos como a las cuatro de esta tarde. Nos veremos allí. Se volvió hacia otro lado y levantó el teléfono.

― Edward puede ser insoportable en ocasiones ―dijo Rosalie en tono desconsolado. Estaban en la enorme cocina de la hacienda, a donde Bella las había conducido.

La casa de Forks era un hermoso ejemplo, aunque un poco deslucido, de la arquitectura colonial de Queensland, tenía espaciosas habitaciones de techo alto, amplias terrazas y un techo verde muy inclinado. Como había entablado una gran amistad con los dueños anteriores, Bella conocía bien la casa y se sintió aliviada al comprobar que la modernización a la que Edward Cullen se había referido se limitaba sólo a los baños y la cocina y que al resto de la casa le estaban devolviendo su antiguo esplendor, con pintura nueva y reparaciones que se hacían respetando el estilo de la época.

―Edward está en posición de hacer lo que quiere ―dijo Ángela Weber con cierta sequedad―. Y tienes que admitir que te habrías sentido muy desgraciada viviendo sola en Seattle, querida.

―Supongo que sí ―las lágrimas brillaron momentáneamente en los ojos de Rosalie ―. ¿Estás segura de que sólo puedes quedarte una semana, Ángela? Este lugar... ―miró a su alrededor― ...bueno, tengo la impresión de que no voy a ser capaz de soportarlo.

―A mí me gusta ―declaró Ben.

Ángela miró a su alrededor con aire pensativo.

―Tal vez pueda una semana más. Bueno, señorita Swan, el ama de llaves que tanto ha asustado a Rosalie parece haber desaparecido.

―Llámeme Bella ―murmuró Bella― . La señora Mallory debe haber ido a recoger la leche; lo hace siempre a esta hora. ¿Les gustaría venir conmigo a conocer la escuela?

―¡Yo no quiero empezar la escuela hoy! ―protestó Ben.

―Oh, no te preocupes por eso ―contestó Bella―. Es sábado.







5 comentarios:

  1. Angela no me cae muy bien, solo espero que no le vaya a hacer la vida de cuadritos a Bella....
    Parece que Edward estaba determinado a eliminar la escuela... y que le gusto en cierto modo la actitud de Bella :D
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  2. Edward muy mal como le dice esas cosas a Bella rosé también con esos niños y q hace Ángela allí? Gracias nos leemos

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  3. Saltan chispas y un poco más y se sacan los ojos el uno al otro. Veremos que nos depara el siguiente capítulo, porque por lo que parece Ángela no se lo hará fácil a Bella ni tampoco Edward.

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  4. Que estupidez es esta? Una profesora desvalorizada por su vestimenta, juzgada y clasificada por un hombre? Como responde este personaje? Con un berrinche.
    Enserio piensan que este tipo de odio ayuda a la seduccion? Cuando una mujer es desvalorizada el odio se convierte en pasion?
    Solo mujeres machistas crean este tipo de cosas. Estoy cansada de callarme y soportar esto de nosotras mismas. Es ridiculo que una mujer sea machista, es como ver comer a un cerdo carne de cerdo.

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