Solterona Empedernida 10

Todo fue muy sencillo. Voló en el helicóptero hasta el lugar en el que estaba el hospital y una vez en éste, los médicos la dieron de alta pues la encontraron muy bien y le dijeron que podía hacer vida normal. Volvió al aeropuerto y le dijo al piloto, que trabajaba en Forks Station desde hacía poco, que se había encontrado a unas amigas y estaba decidida a pasar una noche con ella. Le dio una carta para Edward y tomó un tren a Seattle, pero luego cambió de tren un par de veces y finalmente tomó un avión hasta Arizona. Estaba agotada, rota cuando llamó a la mansión Swan y se encontró con Lady Charlotte Swan, su madrastra.

―Mi querida Bella, qué sorpresa ―dijo Lady Charlotte ―¡creía que te habías olvidado de mi existencia!

Bella se sentó.

―Ésta es mi casa, Charlotte ―le dijo.

Charlotte hizo una mueca.

―No necesitas decirlo. Tu padre se encargó de que así fuera.

―Siempre te he dicho que podrías vivir aquí, Charlotte. Eso no va a cambiar, pero yo me voy a quedar aquí algún tiempo, no estoy segura de cuánto.

―¡Bella! ―Charlotte se levantó y se acercó a ella con la mirada fija en su alianza. Había dejado el anillo de compromiso en Forks. ― ¡No me digas que te has visto obligada a casarte! ―ella le aseguró que no―.Querida... me dejas sin habla. ¿Dónde está él? ¿Querrá él echarme de aquí? Oh, Dios, ¿no me digas que has hecho la única cosa que tu padre temía? ¿Se ha casado contigo por tu dinero?

Bella sonrió.

―No, por mi sensatez y mi compañía. Terminemos con esto. El caso, Charlotte, es que quiero divorciarme, por eso estoy aquí. Posiblemente necesite cierta ayuda.

―¿Temes que trate de quitarte la mitad de tu fortuna?¡Bella!

― Charlotte, por una vez en tu vida, ¿podrías dejar de pensar en el dinero? No, él tiene dinero suficiente. 

―Entonces no te entiendo.

―No tienes que entender nada. Lo único que tienes que hacer es dar instrucciones para que no se deje pasar a Edward Cullen ni a nadie que venga de su parte. Él no sabe ni quién soy.

―Bueno, me has dejado sin habla ―dijo Charlotte.

―Estoy exhausta ―aseguró Bella― . Creo que podría estar durmiendo toda una semana.

Pero no lo hizo, incluso le costó conciliar el sueño en su antigua y elegante habitación. Su madrastra era una entusiasta decoradora y no se podía negar que tenía buen gusto. Su ropa estaba en el vestidor cuidadosamente protegida, así como sus libros. Todo estaba tal y como lo había dejado.

De hecho, la única que había cambiado era ella, se dijo con dolor cuando estaba en la cama. Ya no era la joven estudiosa que se esforzaba tanto para conseguir su título; la que se tomaba tan en serio sus primeros trabajos y que no sabía de los exquisitos placeres y dolores del amor.

Cuando se levantó al día siguiente, se puso un elegante traje de lino color crema, que combinó con una blusa de seda color menta y unos zapatos de ante a juego. Se recogió el pelo en un moño y bajó a desayunar.

―¡Sabía que toda esa ropa que te compré la usarías un día! ―dijo Charlotte, triunfante―. ¿A dónde vas? ―preguntó.

―A ver a los abogados de la familia ―respondió. Le dio las gracias a la mujer que le sirvió el café.

―Bella, ¿estás segura?, quiero decir... ¿no quieres hablarme un poco más acerca de ello en lugar de precipitarte? No olvides que te conozco desde que tenías doce años. Dios, eso me hace sentir vieja ―murmuró―. ¡Y sé que a veces eres tan terca como una mula y no siempre tienes razón!

Bella sonrió al recordar todas sus rebeldías y tuvo que admitir que a veces había adoptado actitudes ridículas contra su madrastra.

―Pero eso era cuando sólo tenía doce años.

―Tienes mala memoria. ¿Qué te pareció nuestra última pelea?

―¿No creías que tenía derecha a protestar? No era nada divertido encontrarme con todos tus «juguetitos» cada vez que llegaba a casa, Charlotte.

―Bella. Ese período de mi vida ya terminó. Me sentía vieja y necesitaba sentirme querida. Posiblemente si tú me hubieras apoyado, los habría dejado antes.

―Lo siento ―aseguró Bella. ―¿Ahora sales con alguien?

A Charlotte le brillaron los ojos.

―Puede que lo tenga, pero es un poco escurridizo ―se encogió de hombros.

Y entonces Bella descubrió algo extraño. Ya no se sentía capaz de odiar a aquella mujer ni de despreciarla como siempre había hecho y se preguntó si tendría algo que ver con el hecho de haber descubierto sus propias debilidades. Salió de casa un poco después y, aunque ya estaba decidida, pasó un día triste y doloroso. Al llegar a casa, se encontró con una auténtica sorpresa. Estaba en lo alto de la escalera cuando oyó la voz de Edward en el salón. Se detuvo y se aferró a la barandilla. La puerta del salón se abrió y en ese momento Edward la vio. Charlotte corrió hacia ella.

―No te enfades conmigo, por favor. Se me ha olvidado decirte que la doncella tenía la tarde libre. Yo no estaba preparada cuando he abierto la puerta. Tú me has dicho que él no sabía nada, que no vendría todavía, pero de cualquier manera, querida. ¿Estás segura de que estás haciendo lo correcto? Personalmente...

―Lady Swan. ―Edward apareció detrás de ella. Entonces se volvió hacia Charlotte―. Yo asumo toda la culpa. ¿Le importaría ahora dejarme sólo con Isabella?

―¡No! ¡No! Ya me voy. Bella, no te pongas así, por favor. No tiene idea ―dijo nerviosa― de lo terca que puede ser, señor Cullen, pero ya me voy —y se fue.

―¿Cómo me has encontrado tan rápido? ―preguntó Bella muy seria.

―Siempre he sabido quién eras.

Bella se volvió lentamente para verlo a la cara desde el otro lado del salón.

Tenía un aspecto extraño con traje oscuro y corbata, pero muy atractivo.

―¿Siempre? ―preguntó.

―Desde mucho tiempo antes de que nos casáramos te dije que me intrigabas, Bella. No me resultó difícil hacer algunas investigaciones.

―Pero el único domicilio que siempre te di fue el de mis abogados y ellos no te habrán dado ninguna información acerca de mí sin mi consentimiento.

―Me lo imaginaba y como tenía tanta curiosidad consulté al Departamento de Educación. Fue muy fácil allí. La verdad es que no consigo entender por qué estabas tan determinada a ocultarme quién eras. ¿Creías sinceramente que podría resultar un cazafortunas, Bella?

―Yo tampoco consigo entender por qué nunca me dijiste que lo sabías ―dijo tensa. 

―Bueno, puedo explicártelo. Decidí que los dos podríamos jugar al mismo juego y si tú querías tener dominio sobre mí, yo también quería tenerlo sobre ti, en caso de que te fueras, tal y como has hecho ― terminó suavemente, pero con una mirada fulminante―. Y a propósito, ¿no crees que podías haber encontrado otra excusa mejor en vez de usar a Seth Clearwater y su fiesta de cumpleaños?

Bella se sonrojó y tembló ante la arrogante mirada de Edward.

―Si hubiera podido darte mis razones, Edward, no habría tenido que recurrir a...

―¿Mentiras y engaños? ―sugirió.

―Cualquier cosa. Pero supe que no las entenderías; que tú... me confundirías.

―¿En cuánto hiciéramos el amor? ¿Por qué demonios piensas que podría confundirte? ―dijo con voz dura― . ¿No crees que sea probable que eso tenga algo que ver con lo mucho que me quieres?

―Edward, puedes burlarte todo lo que quieras, pero ésa es también una razón por la que no puedo continuar siendo tu puente salvador de Ángela Weber; no puedo continuar siendo tu alivio físico, tu paz y tu cordura, porque para mí es como vivir en un infierno. ¿Crees que no me di cuenta esa noche en el Hotel Mirage? ¿Crees que si no hubiera estado embarazada no me hubiera ido? ¿Crees que no sé lo que ha sucedido desde entonces?

―¿Qué quieres decir?

―La noche que viniste a casa, desde Tennessee y estabas tan enfadado, no era sólo por las cercas, ¿verdad?

―La condenada Rosalie otra vez...

―No, no fue ella, fue...

―¿Quién?

―No importa, pero no fue Rosalie y es verdad, ¿no? Te fuiste con Ángela a Tennessee. Mira, Edward. Lo que trato de decirte es que ya sea amor u odio, Ángela te hace sentir una pasión que nunca sentirás por mí. Si me hubiera quedado, me hubiera vuelto loca de celos ―se interrumpió y suspiró―. No puedo volver y tú no puedes hacer nada que me haga cambiar de opinión; rara vez utilizo o siquiera aprovecho lo que mi padre me dejó, pero ésta es una ocasión en la que estoy dispuesta a utilizar todos los recursos que tengo a mano, para terminar con este matrimonio.

―Bella, si yo te dijera que nunca, ni por un momento me he arrepentido de haberme casado contigo y que todo lo relacionado con Ángela me asquea, por su inmoralidad, por sus... Y no fui con ella. No sabía que estaba allí...

―No importa. No voy a creerte, Edward ―dijo tranquila―. Si no te importa, envíame mis cosas aquí. Te estaré agradecida y tú tendrás noticias de mis abogados en breve.

―Así que ―le dirigió una mirada burlona― todo lo que vino después, la manera en que me amabas, la vida que llevábamos y compartíamos y amábamos...¿Estás diciéndome que ninguna de esas cosas puede hacerte olvidar que me has visto besar a otra mujer? ¿Estás diciéndome que nada de eso te convenció de que había llegado a amarte...?

―No, sé que me quieres a tu manera, Edward, pero no es ése el tipo de amor que yo deseo y como ya te he dicho, es posible que yo sea la única culpable de ello. Antes no me conocía realmente, pero ahora sí.

―¿Qué vas a hacer ahora?

―No lo sé. No he pensado mucho en eso todavía.

―¿Y con tu vocación por la enseñanza?

―Yo... bueno... ¿Qué vas a hacer tú?

―¿Yo? Volveré a ser soltero, hasta que pueda encontrar otra virgen impresionable que me persuada de que me acueste con ella. Supongo que después nos casaremos y ella se hará cargo de mis necesidades físicas: también aliviará mi necesidad de paz, de cordura compañía, mientras yo suspiro por otra mujer, ¿qué más da? Pero esta vez será mejor que me asegure de que no sea la hija de Sir Charlie Swan disfrazada.

―Edward. Esas son tus propias palabras ―gritó.

―Algunas ―concedió―. Otras, como paz y compañía eran cosas que encontramos juntos, Bella, y me sorprendería que alguna vez llegara a encontrarlas con otra mujer. Pero nunca he hecho el amor contigo para mitigar el deseo que sentía por otra mujer. Aunque tengo el presentimiento de que podría esperar sentado porque tú no me creerías, así que adivino que éste el adiós. Hay otra cosa sin embargo. Si esto fuera un efecto posterior a tu aborto.

―No lo es ―susurró―. Estoy bien. Ahora, vete ―Bella huyó hasta la seguridad de su habitación.

Se negó a verlo al día siguiente cuando Edward fue a buscarla otra vez, o a tener cualquier contacto con él a través de su abogado. Pero pronto los desesperados intentos de Edward para verla, cesaron.

―¡Bella! ¡Estoy muy preocupada por ti! ―dijo Charlotte dos semanas más tarde―. Por favor déjame llamar al médico. No quieres hablar... Apenas comes, tienes muy mal aspecto; si alejarte de Edward Cullen te afecta tanto, ¿por qué...?

―No. Todo ha acabado entre nosotros, Charlotte ―dijo Bella con resolución―. He decidido tomar unas vacaciones, ¿te gustaría venir conmigo?

Charlotte casi se atraganta por la impresión.

―¿Yo? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿A la playa? ¿A alguna isla tropical?

―No, a Surfers o a Gold Coast ―dijo Bella―, y creo que las islas tropicales, en esta época del año, son demasiado calurosas y propensas a los ciclones ―frunció el ceño―, no sé dónde me gustaría ir, creo que a algún lugar tranquilo y donde no llueva.

Charlotte se sentó.

―¿Podrías esperar diez días y... ¿quisieras...? No, probablemente no querrías...

―Dime

―Tú ya conoces a Peter ―Charlotte dijo lentamente. Bella asintió. Ella había conocido al nuevo pretendiente de Charlotte y éste la había sorprendido favorablemente. Es un fanático del golf ―continuó un poco triste―, pero supongo que podría ser peor... De cualquier manera, ha sugerido que pasemos una semana en un lugar muy bonito donde hay un campo de golf. Se llama Kooralbyn y está en Queensland, cruzando la frontera con New Sourth Wales. Por lo visto es un nuevo hotel que está a las afueras de la ciudad y a kilómetros de cualquier lugar. Además tiene todo tipo de comodidades, sauna, centro de belleza; cancha de tenis, caballos, buceo y se dan cursos avanzados de golf. ¿Por qué no vienes con nosotros?

Al principio a Bella no le pareció muy buena idea, pero después pensó que la frontera con New Sourth Wales estaba a miles de kilómetros de Forks, así que...

―A Peter podría no gustarle que fuera con vosotros ―dijo lentamente.

―Querida ―dijo Charlotte ―. A Peter le caes muy bien, pero él y yo compartiríamos una habitación, ¿te importa?

Bella sonrió.

―Por supuesto que no, bueno.

―Y tú jugabas al golf con tu padre y te encantaba.

―No he jugado desde hace años.

―Entonces, podrías hacerlo ahora. Necesitas un descanso y compañía y en estos diez días que faltan para que nos vayamos, podemos penar en nuestro guardarropa.





Kooralbyn estaba situado en un hermoso valle con el monte Lindesay al fondo. Había pájaros y patos por todas partes y ya avanzadas las tardes, los canguros salían de los arbustos para pasear pacíficamente, por la Three donde se impartían los cursos de golf frente del hotel.

La habitación de Bella daba al campo de golf y estaba bellamente amueblada. De noche, algunos de los enormes árboles eran iluminados con focos, desde el suelo, creando así un maravilloso espectáculo. Ella se puso completamente en manos de Charlotte y Peter, lo que quería decir que pasaba la mayor parte de tiempo ocupada en su belleza, en el centro de salud y jugando al golf y todas las noches se vestía para satisfacer a Charlotte.

El último día que estaban allí, tomó un periódico de Queensland y lo hojeó después del desayuno. Sus ojos tropezaron con un pequeño artículo en el titular: El ganadero todavía está en estado crítico.

Edward  Cullen, el ganadero que sufrió el accidente en el helicóptero hace una semana, está todavía en cuidados intensivos, en críticas condiciones, en el Northwest Hospital & Medical Center de Seattle. Cullen, de treinta y cinco años, era pasajero del helicóptero que encontró la inesperada tormenta. El piloto y el otro pasajero salieron del accidente con menos lesiones, cuando el helicóptero se estrelló.

―¡Bella! ¿Qué pasa?

Muda, Bella le enseñó el periódico a Charlotte y, por una vez en su vida, Charlotte no dijo una palabra, sino que se puso inmediatamente en acción. Apenas unas horas después, Bella, Charlotte y Peter llegaban al aeropuerto de Seattle en el avión que habían tomado desde Kooralbyn.

―Lo siento, pero sólo a la familia inmediata se le permite ver al señor Cullen.

― Ella es su esposa y yo su suegra ―le dijo Charlotte a la enfermera en forma altiva y Bella incluso a través de su dolor, supo exactamente lo que iba a decir a continuación ―. Yo soy Lady Charlotte Swan y...

Pero fue innecesario. La enfermera se dirigió a Bella y le dijo.

―¿Señora Cullen?, por favor, venga conmigo. Su hermana está con él. Le pediré que salga y hable con usted primero.

―¿Bella? ―Rosalie llegó hasta ella tropezando, un minuto más tarde―. Oh, ¿dónde estabas? No teníamos siquiera idea de dónde empezar a buscarte.

―Ya estoy aquí, Rosalie ―Bella la abrazó―. ¿Cómo está él?

―Muy mal. Tiene fractura de cráneo, un pulmón encharcado y una pierna rota, pero además está tan nervioso cuando está consciente. Los médicos dicen...

―Vamos a llevar a la señora Cullen ― la interrumpió la enfermera―. señora McCarty. 

Entonces Bella vio a Edward, con los ojos cerrados, cubierto sólo por una sábana y conectado a todo tipo de aparatos. Y entonces, supo, que incluso en ese estado, lo amaba como nunca había amado a nadie y le dolía no haber estado con él en esos momentos tan difíciles de su vida.

―Edward ―susurró y se inclinó hacia él―. Oh, Edward... ¿Qué se me permite hacer? ―le preguntó al médico que lo atendía desesperada.

―Puede hablarle y tocarlo, señora Cullen. Lo tenemos sedado porque en cuanto está consciente se altera lo cual no le hace ningún bien a sus heridas, pero probablemente la oirá, aunque no pueda responderle de momento. Siéntese, acaríciele la mano y procure no proyectarle sus nervios, por difícil que esto sea.

Bella tragó en seco y empezó a hablarle.

―¿Edward? Edward, soy yo, Bella. ¿Te acuerdas de mí? Solías decir que había nacido para ser maestra, pero actualmente hay una cosa que preferiría y es ser tu esposa...

Bella estuvo hablando con él durante dos horas. Le habló de la señora Mallory, de Seth Clearwater y del vestido de Bree Witherdale. Le habló de su vida en Forks, de todas las pequeñas anécdotas que recordaba. Finalmente, el doctor dijo:

―El efecto de los sedantes que se le han administrado está a punto de desaparecer, señora Cullen. Vamos a arriesgarnos a ver cómo reacciona sin ellos; si él... bueno, ya veremos.

Bella continuó hablándole. De pronto, sintió que Edward movía ligeramente la mano y después éste abrió los ojos.

―¿Bella? ¿De verdad eres tú?

―Sí, Edward. He vuelto para siempre, si tú me quieres.

―Gracias, Dios mío ―se aferró a su mano como si no quisiera soltarla nuca, y entonces se quedó dormido, profunda y pacíficamente.

―Ha funcionado ―dijo el médico, mientras él y dos enfermeras revisaban todos los aparatos minuciosamente―. Por fin está relajado. No podemos decir que esté totalmente a salvo todavía, señora Cullen, pero ahora será más fácil. Usted ha obrado un pequeño milagro.






6 comentarios:

  1. Parece que después de todo Edward si la ama, y lo de Ángela fue solo una treta para separarlos.... Sólo espero que se recupere y no se separen!!! Que puedan arreglar las cosas 😉
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  2. Hay jorderrrrrr no salen de una pa meterse a otra gracias gracias gracias gracias gracias

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  3. Por fin, ha sido tan ambiguo que ojo morena. A ver si Ángela no vuelve a parecer más, aunque quién sabe...

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  4. Eso nadie lo esperaba el mejoro con solo tenerla cerca ojala se recupere pronto, gracias ❤😘

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  5. Pobre hombre como no iba a estar nervioso sin poder buscar a su esposa y la esposa tramitando el divorcio jaja asi cualquiera se altera. Una lastima que esperemos las desgracias para darnos cuenta del valor de las personas en nuestras vidas. Lo bueno que ella volvió.

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