Tras Telones ~ 7

Cuando Bella y Edward estuvieron correctamente vestidos con pantalones de jean y camisetas, bajaron a saludar a sus amigos. Bella había jurado permanecer tranquila mientras estuviera en casa de Edward, sin revelar el secreto.

—Prefiero no dar a conocer ninguno de mis domicilios —le había dicho él encogiéndose de hombros y con una sonrisa—. Alec es el anfitrión de esta casa, no yo. Yo tengo intenciones de mantenerme ocupado.

—¿Sí? –preguntó Bella.

—Contigo, cascarrabias —le dijo él, abrazándola para darle un beso—. Yo también me convertí en un bribonzuelo celoso —susurró—, pero, ¡cuidado! Puedo hacer que Otelo no parezca más que un tonto ridículo si lo comparas conmigo verdaderamente irritado…

La sensación de ese frío congelado se apoderó de Bella en el momento en que bajó los últimos peldaños para saludar a Alec, quien contemplaba las puertas traseras corredizas.

Un rosado rubor teñía las mejillas de Bella: estaba segura de que todos los presentes sabían que Edward y ella habían compartido la cama. No se trataba de que se sintiera avergonzada. El amor de Edward era sin duda, como un manto que cubría sus inseguridades. Sólo que ciertas cosas, no necesitaban publicidad.

Nadie pestañeó siquiera al verla.

—¿Y qué nos tiene preparado la agenda para el día de hoy, jefe? —bromeó Bella a Alec, luego de besarle la áspera mejilla—. ¿No nos habías prometido algo similar a unas vacaciones tipo Club Mediterraneé?

La mirada de Alec se posó en Bella, luego en Edward, quien estaba apoyado sobre el pasamano de la escalera, al pie de ésta, con aire indiferente. Luego, Alec volvió a mirar a Bella dándose cuenta de que la muchacha jamás había estado más radiante.

—El almuerzo, si es que a eso te refieres —dijo Alec. Había ocultado sus pensamientos y sentimientos rápidamente, al cerrar los ojos—. Fue un largo camino. —Miró a Edward nuevamente pero con curiosidad: algo en su postura le resultó familiar—. Una tontería, —se dijo Alec. Por supuesto que Edward tenía que resultarle familiar: era su amigo.

—¿Comeremos aquí o en algún restaurante? —preguntó. Se hizo una votación y se decidió que irían a comer afuera.

Bella soltaba carcajadas entrecortadas al acercarse a Alec con una pila de platos pues todos trabajaban para la comida sin embargo, sus risas murieron en su garganta en el momento en que su director, con una extraña expresión severa, la miró y le dijo:

—Necesito hablar contigo, Bella.

Ella elevó las manos en el aire, restándole importancia al asunto.

—¡Hablar!

—A solas.

Alzó las cejas confundida.

—¿Es algo tan serio?

—Creo que sí. —Su tono cambió instantáneamente y Bella se dio cuenta de que alguien se acercaba—. ¿Qué te parece si mañana a primera hora salimos a cabalgar juntos y vemos qué delicias podemos comprar en ese mercado de venta de pescado por el que pasamos hoy?

—Seguro —murmuró Bella, dándose vuelta temerosa.

Alec estaba preocupado. Bella se dio cuenta en el preciso instante en que subieron al auto. El condujo en silencio durante un tiempo prolongado hasta que Bella no aguantó más y se dio vuelta a preguntar.

—¿Podrías decir algo por favor, antes que me vuelva loca?

La mirada de Alec se posó en ella.

—Obviamente, tú y Edward se están llevando bien.

—Sí —dijo Bella, fatigada, preguntándose adonde llevaría esa pregunta—. ¿Eso no te pone contento?

—Me pone contento —admitió Alec.

—¿Entonces qué está perturbándote? —preguntó ella confundida.

—Tú.

—¡Yo! —exclamó ella—. ¿Por qué?

—Te conozco, Bella —dijo Alec solemnemente—, probablemente como nadie. Y sé que algo está carcomiéndote. Si no lo sacas fuera de tu sistema, vas a destruirte a ti y a Edward antes que puedan tener la oportunidad de empezar una vida juntos.

Bella permaneció sentada en silencio, presa del pánico, consciente de que la preocupación de Alec era la de un verdadero amigo, un amigo decidido a ayudarla. Y tenía razón. Bella necesitaba hablar desesperadamente.

—¿De qué se trata? —insistió Alec—. ¿Tienes miedo de que Edward no hable en serio?

—No —dijo Bella débilmente—. Esto es confidencial, quiere casarse conmigo.

—¿Vas a casarte con él?

—Sí.

—Sé que estás enamorada de él —dijo Alec—. Y sé que él te ama a ti. Creo que te ha amado durante años. Pienso que ésa es la razón por la que volvió. ¿Sabes? Yo no lo llamé. Él me llamó a mí.

Bella miró a Alec, sorprendida.

—Sí —repitió Alec—. Él me llamó y no me llevó mucho tiempo averiguar por qué. Y estoy terriblemente feliz por los dos. Sabes lo mucho que ambos significan para mí. Pero, Bella, algo anda mal y yo lo sé. Eventualmente, me lo imaginaré si no me lo confiesas. Y más importante, también Edward se lo imaginará. ¿No crees que será más sencillo si primero hablas conmigo?

Bella debió haber estado alerta pero no fue así. Alec era su amigo, su querido, querido amigo y todo lo que deseaba era que las cosas le salieran bien. Bella sintió que las lágrimas se agolpaban en sus ojos y abrió la boca para hablar antes que pudiera pensar en detenerse.

—Alec. Es… se trata de Mark.

—¡Mark! ¡Oh, Dios mío!

Alec la contempló en silencio, azorado. Recordó el pensamiento que había tenido respecto de la familiaridad de Edward. Por supuesto que había familiaridad. Una vez que se había dicho resultó todo tan claro. Los ojos. Eran idénticos, los del niño y los del hombre.

Pequeños senderos de lágrimas se dibujaron sobre las mejillas de la joven. Y Alec comprendió. Se le secó la lengua.

—¿Edward no tiene idea de que el niño es suyo?

Ella meneó la cabeza, con una agónica tristeza silenciosa.

—Tienes que decírselo.

—Lo sé, pero ahora no puedo… —Bella le debía una explicación detallada, porque a ella le importaba y porque ya había abierto la boca—. Por favor, Alec. Detente a un costado del camino y empezaré por el principio…

Alec, obedientemente, se apartó de la carretera. Escuchó atentamente mientras la joven reveló toda una serie de secretos guardados celosamente durante tanto tiempo y así, de alguna manera, logró aliviar el peso de su carga. Alec podía entender todos los sentimientos y temores de Bella. Sin embargo, cuando le palmeó el hombro para confortarla, se dio cuenta de que necesitaba hablar con Edward y no con él.

—Tienes que decírselo a Edward —dijo Alec cuando ella terminó.

—Se lo diré —prometió Bella.

—¿Hoy? ¿Cuando regresemos?

—Al finalizar el verano —prometió Bella evasivamente.

Alec se veía extremadamente incómodo y carraspeó varias veces antes de volver a hablar.
—Bella, Edward es mi amigo. Por favor, recuerda que tiene todo el derecho de saberlo.

—Los derechos de Edward —dijo ella, con cierta amargura—. Alec, ¿qué me dices de mis derechos? Mark es mi hijo…

—¡Tú me has dicho que jamás le diste a Edward una oportunidad!

—¡Alec, Edward se había ido! ¡Estaba persiguiendo una meta: llegar al estrellato! ¿Qué habría resultado de bueno si yo se lo hubiera contado todo? Habríamos tenido únicamente obligaciones mutuas y seguramente, eso habría sido mucho peor que cualquier otra cosa. Nunca permití que a Mark le faltara ni una sola cosa en este mundo.

—Excepto su padre —le recordó Alec. 

Bella guardó silencio al oír las palabras de Alec.

—De acuerdo, Alec. Quizás me equivoqué. Pero ya no importa. Se lo contaré a Edward… pronto.

Alec asintió, con expresión preocupada.

—Hazlo pronto, Bella. Antes que otra persona, y no me refiero a mí, lo haga por ti. Alguien que se imagine que ustedes dos tuvieron antes un romance… y sospeche que no hubo ningún Masen.

—Lo sé —dijo Bella suavemente—. No esperaré mucho tiempo.

—Bien —Alec volvió a encender el motor—, será mejor que vayamos a comprar esas langostas y regresemos a la casa. —Hizo una risita entre dientes—. ¡No quiero que Edward me persiga por todas partes por haberte mantenido fuera durante todo el día!

—Alec… —murmuró Bella.

—¿Qué?

—Gracias.

—No hay cuidado —dijo él.




Al día siguiente, cuando Edward llevó a Bella de regreso a su casa, estaba tan tenso como las cuerdas de un piano. La abrazó con la fuerza con que uno aferra un tesoro que ha estado perdido durante mucho tiempo.

—Menos de una semana —murmuró— y nunca más volveré a dejarte ir.

—No tienes que dejarme ir ahora —susurró Bella contra el pecho de Edward.

Sus palabras hicieron que Edward se irguiera instantáneamente. La apartó unos centímetros de sí, meneando la cabeza.

—Mark está por venir de un momento a otro y puede que sólo tenga dos años, pero me casaré con su madre antes de venir a vivir con ella. Y además tienes una función esta noche y un ensayo mañana, día en que nos tomaremos una licencia. Otelo se iniciará con nosotros dos recién casados… ¿Necesito continuar?

—¡No! —exclamó Bella, cuidando de no tocarlo por miedo a colgársele del cuello e implorarle que se quedase. De pronto, frunció el ceño—. ¿Podríamos mantener el matrimonio en secreto por un tiempo, Edward?

—Supongo que sería una buena idea —aceptó él, sonriendo, mientras pasaba el dedo por la frente de la muchacha—. Deberíamos darnos un tiempo antes que la publicidad nos acose. Alec tiene que saberlo, porque quiero que sea testigo. Y si a ti no te importa, me gustaría que nos casáramos en el restaurante de Caius. Podemos ofrecer una pequeña recepción con mucho Dom Pérignon.

—Perfecto —le dijo Bella con los ojos muy abiertos. Provocativamente, le mordió la punta del dedo mientras lo observaba—. Alec ya lo sabe porque se lo conté.

—Basta con eso —la amenazó Edward, pellizcándole suavemente la mejilla mientras quitaba el dedo—, o de lo contrario, tu hijo y tu hermano regresarán para ver una escena muy indecente. —Sonriendo entre dientes, se encaminó hacia la puerta, sólo para detenerse allí y agregar:— Bueno, me alegra que se lo hayas dicho a Alec. Pero, ¿y tu familia? ¿Te gustaría que tu hermano y su esposa vinieran a la ceremonia?

—¡No! —dijo ella rápidamente, demasiado rápido—. Quiero decir que me gustaría que todo esto fuera muy íntimo. Sólo nosotros. Por favor.

—Bien, sólo pensé…

—Estoy cerca de Jasper. Muy cerca. Realmente no puedo explicarlo, pero quiero que la ceremonia sea muy íntima.

Edward se encogió de hombros, tolerante.

—Entonces, será íntima. —Luego Edward se fue y poco después, Bella tuvo sus razones para estar agradecida. Jasper  apareció con Mark.

Después que Bella saludara a su hijo y hermano, el pequeño Mark se retiró a su cuarto y Jasper estuvo a solas con ella, con la exigente familiaridad de un hermano mayor. Sólo su padre podía haberla interrogado con mayor severidad.

—Quiero saber —dijo directamente—, por qué todo esto.

—¿Qué? —dijo ella, fingiendo inocencia.

—No empieces, Isabella —insistió Jasper, pensativo. Por un breve instante, se preguntó si no había cometido un error. Jasper tenía una indignación mucho más paternal que su padre mismo—. Sé, mi queridísima hermana, que eres una excelente actriz. Pero el acto no funciona conmigo porque sé que estás actuando. ¿Por qué me echaste de tu casa cuando vine a buscar a Mark?

—Yo no te eché de mi casa.

—Sí lo hiciste.

Bella echó un vistazo a sus uñas y las estudió, como si hubiera esperado encontrar una respuesta en su brilloso color. Sus dientes comenzaron a trabajar sobre los labios y luego, la joven trató de detener la acción involuntaria. Jasper  también la reconoció como signo de culpabilidad.

Bella se dispuso a recibir su sermón. Uno mucho peor que el que Alec le diera. Pero eventualmente, tenía que soportarlo y quizás ganaría fuerzas para la última revelación…

—Mark es hijo de Edward —dijo ella con toda franqueza, inexpresiva, sin mirar a su hermano—. Tuve miedo de que te dieras cuenta y me delataras.

Bella oyó la profunda inspiración de Jasper. Su reacción fue similar a la de Alec.

—Por supuesto. Estaba allí mismo, frente a mis narices. —Se lanzó repentinamente sobre Bella. Había llegado el momento del sermón.

—¡Y aún no se lo has dicho!

—No, yo…

—¡Oh, Bella! Siempre te he apoyado, siempre estuve de tu parte. Pensé que tenías razones sensatas para lo que hiciste.

—Las tenía y ¡tengo razones sensatas! —gruñó Bella.

Ni siquiera estaba segura de que Jasper  hubiera oído su estallido. Él continuó:

—Edward Cullen es un hombre responsable, Bella. Se habría casado contigo. Habría cuidado de Mark siempre. Yo nunca te presioné, Bella, porque estaba convencido de que tenías razones valederas. Pensé que el verdadero padre podía… haber sido… oh, ¡no lo sé! Que estaba muerto, que había sido una fugaz y triste relación, que se trataba de alguien que te había abandonado… algún vagabundo, alguien de algún barrio bajo…

—Gracias, Jasper —lo interrumpió ella abruptamente—. Me alegra que tengas tanta confianza en mi buen gusto.

Jasper se detuvo momentáneamente para contemplarla confundido y luego se ruborizó levemente:

—De acuerdo, no de barrios bajos, pero sabes a qué me refiero. A algún jovenzuelo sin ninguna clase de responsabilidad, alguien a quien no le importa nada de nada. Pero Edward Cullen no es esa clase de gente…

—No me había dado cuenta de que lo conocías tan bien —lo interrumpió Bella otra vez.

Sus palabras no lo inhibieron.

—Sé de él —dijo Jasper —. Y no puede ser tan desastroso si estás saliendo con él otra vez.

—¡ Jasper,  Edward no es ningún desastre! Estoy muy enamorada de él, como antes. —Con un ataque de agitación, Bella abandonó el sofá y extrajo un cigarrillo del atado que guardaba sobre la mesa ratona. Lo golpeó un poquito antes de encenderlo. Inhalando profundamente, sofocó su tos y se volvió hacia su hermano—. Jasper, Edward se enterará de todo, a su momento. Me voy a casar con él.

—¿Antes que le confieses lo de Mark?

—Sí.

—Isabella…

—¿Te gustaría pensar que se han casado contigo sólo por tu hijo? —preguntó Bella, yendo directamente al grano— Jasper.

—¡Bella!

—¿Te gustaría?

—Por supuesto que no, pero Edward ya te lo ha propuesto —le recordó.

—Lo sé. —Bella caminaba por la sala como su hermano. Se obligó a detenerse—. Jasper —le dijo honestamente—. Tengo miedo. No, Edward no es ningún vagabundo. No es terrible. Es maravilloso para un millón de personas. Piensa en quién es Jasper. ¡Este matrimonio tiene que resultar positivo!

—¿Cuándo será el gran día?

—Pronto. Estamos elaborando una especie de fuga de amantes porque queremos mantenerlo en secreto por un tiempo —le dijo Bella, encendiéndose.

—¡Maldición! —se maravilló Jasper —. Recién me doy cuenta de que Edward Cullen será mi cuñado! ¡Maldición! —farfulló otra vez, meneándola cabeza.

Bella rió.

—¿Embelesado, hermano? —Sin pensarlo, repitió las palabras de Edward—. Él es un hombre. Jasper. No una estrella del cielo, sólo un hombre.

Sin embargo, a lo largo de la semana, Bella empezó a pensar en Edward como si hubiera sido una estrella inalcanzable. A medida que se acercaba la noche del estreno de Otelo los ensayos se tornaban cada vez más duros y a excepción de las horas que robaban para conseguir su licencia de matrimonio, Bella y Edward no se veían a solas ni por un segundo. Empezaron a ensayar con los trajes. Hasta el escenario iba tomando forma. Para el día viernes, tuvieron que maquillarse para la obra. Hasta la misma Bella se sorprendió al ver a Edward con el cabello oscuro y la piel de un tono bronce muy subido.

Se produjo un silencio mortal cuando cayó el telón y luego se notó la reacción excitada de Alec cuando el elenco aguardaba sobre el escenario.

—¡Caracoles, fue realmente bueno! ¡Estamos listos para el estreno! —La algarabía estalló sobre el escenario y todos empezaron a saludarse entre sí, especialmente, Edward. No se sintió intimidado por los elogios, sino que los devolvía.

Otelo no es nada sin un buen Yago —dijo, estrechando la mano de Emmett. Ambos hombres, sin ninguna clase de inhibiciones, se abrazaron como dos verdaderos legionarios, como viejos amigos disfrutando juntos de la gloria. Pero los saludos de Edward no terminaron allí. Siguió incluyendo a todo el elenco, destacando hasta la actuación de los estudiantes universitarios que habían sido contratados como extras—. Esto se ha dicho muchas veces, pero ningún papel es tan pequeño como para no ser considerado como verdadera parte integrante de toda la unidad. Nuestra producción es una verdadera unión porque cada parte de ella se esmera para poner la rueda en funcionamiento.

Desde la oscurecida mesa a la que estaba sentada, se pudo ver la blanca sonrisa de Alec, radiante.

—Creo que Edward ya ha dicho casi todo… Mañana tendremos dos ensayos completísimos. Serán lentos… Quiero ajustar muchas cosas de la iluminación. El martes a la tarde, nuestro último ensayo, sin errores, por favor. El martes será la noche de estreno para la prensa. —Su tono había tomado un matiz de severidad pero concluyó con una sonrisa.— Ahora creo que nos merecemos una botella de champagne…

Edward y Bella aún estaban junto a la cama donde ella, como Desdémona, había sido abrumada por Edward, como Otelo, por su supuesta infidelidad con Yago. Edward se extendió para tomarle la mano mientras los otros estaban fuera de escena para cambiarse. La tomó con firmeza, para atraerla hacia sí.

—Olvidé mencionar lo que la pasión por una indiscutible y sensual Desdémona podía hacer para la actuación de un Otelo —susurró él con picardía.

Riendo, Bella lo reprendió.

—¡Suéltame, valiente guerrero! Todos estarán mirando.

—No verán nada que ya no sepan.

Bella se escabulló de sus brazos rápidamente. Aún llevaba una sonrisa radiante a flor de labios pero no le importaba lo que los demás hubieran podido ver. Llevaba un transparente vestido blanco, largo, el vestido de Desdémona y las caricias de Edward a través del finísimo atuendo eran mucho más de lo que ella podía soportar en ese momento. El calor y la fuerza de aquel magnífico cuerpo parecían penetrarla. Había sido una semana muy larga, con Edward muy lejos de ella, especialmente, después de revivir aquella pasión.

—¡Compórtate, Otelo! —le ordenó ella.

—¿Qué? —preguntó él con sarcasmo—. ¿Los ojos de Desdémona ya están perdiendo? —Señaló en dirección a la cama, la escena de dramático momento en la obra.— ¿Ves lo que sucede con las esposas errantes?

—Pero ella no era errante. Otelo cometió el error de escuchar a los demás.

Riendo, abandonaron juntos el escenario. Mirando desde la sala a oscuras, Alec suspiró. Formaban una pareja extraordinaria, por encima del común de la humanidad. Estaban allí, juntos bajo las luces del escenario: él, magnífico con su traje dorado y real; ella, una criatura de una belleza inconmensurable con su camisón blanco y su cabellera cayendo en agraciadas ondas sobre su espalda. Eran mágicos. Tan intensos, tan vitales… Vivían apasionadamente, amaban apasionadamente y reñirían apasionadamente.

Alec volvió a suspirar. Tenía la esperanza de que Bella supiera lo que estaba haciendo.

Se presentía el desastre en el aire. Se presentía. Alec meneó la cabeza. Había hecho Shakespeare durante mucho tiempo. ¡Comenzaba a pensar con mente medieval! Era tonto pensar que algo podría salir mal.


⇐Capítulo6



4 comentarios:

  1. Aghhhh solo espero que Edward no reaccione mal cuando sepa lo de Mark... Y no se quiera casar.con Bella... Ojalá le dé una oportunidad a Bella de explicarse ;)
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. En el siguiente viene un buen drama, y las lágrimas no podrán faltar u.u

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  4. Quiero saber cuando se entere de la verdad el ahhhh

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